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Magia oscura y Navidad en Hogwarts

La semana siguiente partió sin mayores percances. Las clases del día lunes se llevaron a cabo sin mayores inconvenientes durante toda la mañana. Sin embargo, para las siete de la tarde, todo cambió. Brillando en una de las amplias paredes de los corredores del tercer piso se encontraba un mensaje brillando con letras color verde esmeralda: "Toma un poco de ellos, toma todo de ellos, hasta que no sean más parte de nuestro mundo. Restaura el orden, limpia la sangre".

En cosa de minutos se corrió la voz y se armó un verdadero alboroto frente al mensaje mientras se apilaban alumnos de distintas casas para intentar mirar, incluyendo los personajes de los cuadros, fantasmas y profesores. Filch, el celador, no sabía con qué borrar el mensaje y no fue hasta que el profesor Dumbledore llegó que pudieron sacarlo utilizando magia muy avanzada.

A la mañana siguiente el quinto curso de Gryffindor partía el día con una clase de Defensa Contra las Artes Oscuras junto a Hufflepuff. Usualmente el profesor Adam Belby era considerado por todos los alumnos como uno de los más aburridos del plantel escolar (aunque al menos era agradable y nunca daba deberes). Pero ahora, todos estaban ansiosos por tener la clase y poder llenar al profesor de preguntas con respecto a lo que había ocurrido.

- ¡Profesor! – dijo una alumna de Hufflepuff levantando su mano.

- Dígame, señorita George – dijo el hombre de unos cuarenta años, y de cabello rubio.

- ¿Podría referirse a lo que ocurrió ayer?

Hubo un murmullo general. Todos los alumnos esperaban que alguien se refiriera a lo que había pasado en vez de taparlo con un dedo y seguir como si nada, como habían hecho otros profesores. El profesor Belby tomó un suspiro mientras pensaba si era lo correcto, pero finalmente decidió hablar. Bastó sólo esa clase para que todos los alumnos, o por lo menos los interesados, se dieran cuenta de que, si bien no tenía pasta para profesor, sí sabía mucho sobre magia negra.

- Dumbledore siempre ha querido que ustedes sean conscientes de lo que ocurre tanto aquí adentro como allá afuera… - tomó un segundo – Sin embargo, el Ministerio ha interferido creyendo que son demasiado jóvenes para saber.

El silencio que reinaba en la sala no lo había podido conseguir ningún otro profesor en lo que había pasado de año escolar. Todos, Gryffindor y Hufflepuff, hombres y mujeres, estaban atentos a los comentarios del profesor. Los Merodeadores incluso habían dejado de enviarse mensajitos por debajo de los pupitres para escuchar respetuosamente.

- El número de seguidores de Voldemort, los mortífagos, han crecido alarmantemente en los últimos meses. Lamentablemente se han infiltrado en varias organizaciones importantes… No puedo saber el futuro y decirles lo que va a pasar, pero sí puedo decirles que el mundo mágico está experimentando cambios profundos… Cambios ideológicos… Y está recién comenzando – explicó paseándose por la sala – El mensaje que vieron en la pared fue hecho con magia oscura, sí.

Nuevamente, un murmullo general rompió el silencio hasta que un chico de Hufflepuff hizo callar a todos y el profesor siguió hablando.

- Sería imposible que alguno de los alumnos esté capacitado para hacerlo. Ni siquiera el alumno más diestro de séptimo año podría, o estaríamos ante un prodigio de la magia. Creo que en siete años, alguien ya se hubiera dado cuenta si tuviéramos un prodigio en las salas de clases.

- ¡¿Pero entonces cree que entró alguien ajeno al castillo durante la noche?! – preguntó Batsheda, junto a Lily.

- No, Batsheda, las medidas de seguridad de este castillo son impenetrables.

- ¿Entonces…?

- Esa es la pregunta interesante. ¿Quién lo ha hecho, si no ha sido un profesor ni un alumno?

- Un elfo doméstico – dijo James en voz alta. No era una pregunta, ni una sugerencia. Tenía tal seguridad en lo que pensaba, que fue una afirmación.

Algunos alumnos se giraron a verlo. Muchos todavía consideraban a los elfos domésticos como criaturas inofensivas y prácticamente inútiles, pero estaban equivocados. El profesor Belby se le quedó mirando un rato, sin ninguna expresión en su rostro, y finalmente terminó por asentir lentamente.

- Acusar a alguien sin una investigación es peligroso, sin embargo, el profesor Dumbledore y yo creemos lo mismo que el señor Potter. Los elfos domésticos tienen poderes que los magos no tienen. Aparecerse en lugares protegidos como este castillo es uno de esos poderes.

- ¡Entonces hay que investigar a cada elfo en esta escuela! – dijo uno de los alumnos de Hufflepuff, con enojo.

- No seas ridículo – interrumpió Sirius – Los elfos de esta escuela le son leales a Dumbledore. Pudo haber sido hechizado fácilmente por un alumno.

- Esa es una acusación seria, señor Black – volvió a meterse el profesor y luego intentó calmar a todos - Lo importante es que sólo fue una jugarreta para asustar. Nada va a pasar en el castillo. El profesor Dumbledore ya se está haciendo cargo de la situación y el culpable será encontrado rápidamente. Nadie va a poner en riesgo la seguridad de los alumnos, ni mucho menos—

- ¿De los nacidos muggles? – preguntó Lily.

- De los nacidos muggles – completó el profesor asintiendo con la cabeza – Sé que no soy el mejor profesor del mundo. Pero le aseguro, Dumbledore me pidió que viniera aquí por un motivo. La seguridad de todos los alumnos es la cosa que más preocupa al director.

El profesor sonó tan seguro y firme que los alumnos se sintieron inmediatamente protegidos por él.

Al salir de clases, tanto los alumnos de Gryffindor como los de Hufflepuff se dieron cuenta de que no eran los únicos que se preocupaban al respecto. Todo el colegio murmuraba por los pasillos, nadie prestaba atención en las clases e incluso los profesores se veían preocupados.

- Faltemos a Estudios Muggles – sugirió James – Remus, te ves como la mierda.

- Gracias.

- Esta noche habrá luna llena y ya no logramos la transformación – se quejó Peter, en un tono que pareciera que le estaba pidiendo perdón a su amigo licántropo.

- Está bien, pequeño Peter. Sería ilusorio creer que iban a convertirse tan pronto. No es que no confíe en sus magníficas capacidades, pero sé que esto se va a tardar un buen poco.

- Estoy seguro que alguien de Slytherin hechizó a uno de los elfos – dijo Sirius, cambiando radicalmente el tema – Y tenemos que averiguar quién fue. Apuesto que fue Mulciber.

- No. Jamás se arriesgaría él mismo – dijo James – A él se le ocurriría la idea, pero haría que alguno de sus estúpidos amigos lo hiciera.

- Ya saben quién es el más estúpido. Avery – se metió Remus.

- ¿Pero cómo demostrarlo?

- ¿Demostrar qué? – preguntó Peter algo escandalizado – Dejen que Dumbledore lo haga.

- Dumbledore es demasiado bueno. Jamás querrá creer que uno de sus preciados alumnos está descarriado. Tenemos que hacer esto nosotros. Además, las elfinas domésticas aman a Sirius.

El aludido levantó la mirada.

- Es hora de que vayas a preguntarle a Dixie si ha visto a algún elfo doméstico en malos pasos.

Sirius efectivamente fue a las cocinas a interrogar a la elfina, pero ella había dicho que ponía sus manos al fuego por cualquiera de los elfos que trabajaban en Hogwarts. Le fue imposible dejar de notar que justo en ese momento, todos los elfos trabajaban como nunca en las cocinas en lo que parecía ser un festín completamente fuera de fecha.

Dumbledore creyó que lo mejor para levantar el ánimo y hacer que todos se olvidaran del mensaje escrito en la pared, era organizar un festín. Y no sólo eso. Ya avanzada la cena, justo antes de que los platos se llenaran de postres y golosinas, el director se puso de pie y se dirigió a todos los alumnos.

- ¡Espero que este fenomenal festín haya llenado sus estómagos y haya dejado atrás todos sus esfuerzos hasta ahora! – dijo el mago a través de un hechizo de alto parlante – Sin embargo, antes de continuar con los deliciosos pasteles y tortas, debo hacer un anuncio.

Todos se quedaron en silencio y miraron con curiosidad, sin tener idea de qué se trataba.

- ¡Por primera vez en décadas, Hogwarts realizará el Baile de Navidad!

La voz del anciano mago fue silenciada por la oleada de murmullos y comentarios emocionados de los alumnos, más que nada por parte de las chicas que los chicos. Era la primera vez, desde la existencia de ciertos torneos que ya no se realizaban, que se llevaba a cabo un baile de navidad en Hogwarts.

- La invitación ha sido extendida a todas las escuelas de magia, para reforzar los lazos y la cooperación internacional mágica en estos tiempos tan difíciles. Los Jefes de sus respectivas casas se encargaran de colocar información sobre el baile en los paneles de sus salas comunes. Casi trecientas lechuzas han salido esta tarde llevando la información a sus padres.

El profesor siguió hablando, pero ya nadie lo escuchaba. Todos comentaban con emoción el baile que se llevaría a cabo. Y si antes no había llamado la atención de Los Merodeadores, saber que alumnos de otras escuelas mágicas y nacionalidades irían, hizo que también sucumbieran ante el delirio colectivo.

- Apuesto que Dumbledore no dará puntada sin hilo – le susurró James a sus amigos – Aprovechará de hacer alianzas o quien sabe qué para el futuro.

- Da lo mismo, Potter. Vienen las chicas de Beauxbatons – dijo Sirius con un brillo picarón en los ojos - ¡Quizás las brasileñas de Castelobruxo!

- Pero Dumbledore no ha dicho si las escuelas han aceptado las invitaciones aún – comentó Peter.

- ¡Nadie rechaza una invitación de Hogwarts así como así!

Terminado el gran banquete, todos los alumnos se dirigieron a la Sala común de sus casas. Tras llegar, aún muy emocionados y ansiosos, la profesora McGonagall se paró frente a todos sus alumnos, de distintas casas y habló con mucha más solemnidad y austeridad de lo que lo hizo Dumbledore.

- Antes de que se emocionen demasiado, los alumnos de primer y segundo año no podrán asistir al baile, al menos que sean invitados por uno de los alumnos mayores.

Se escuchó un leve bufido, pero no demasiado intenso ya que de cualquier forma el interés de los niños y niñas de primer y segundo año no estaba puesto en un baile que consideraban serio y aburrido.

- En segundo lugar, las invitaciones fueron extendidas recién hoy, pero una vez que tengamos claridad de los alumnos que nos acompañaran, seguro tendremos que apretarnos un poco. Llegarían la semana antes de navidad para compartir antes del baile.

- Profesora, ¿esto quiere decir que las vacaciones de navidad se cancelarán? – preguntó una alumna de tercer año.

- No, señorita Worley. El baile se llevará a cabo el 22 de diciembre, y el 23 partirán a sus casas para proseguir con las vacaciones navideñas como cualquier otro año – le dijo a la alumna. Luego prosiguió con las reglas – Se tratará de un baile de gala, como se esperan. Por lo tanto, quiero que luzcan impecables con sus vestidos y túnicas de gala ese día. Y más les vale que llegado el momento se comporten como la gente decente. Eso va especialmente para ustedes cuatro, Potter, Black, Lupin y Pettigrew. ¿Me han escuchado?

- Sí, profesora – dijeron los cuatro al unísono.

- Sería una verdadera vergüenza para la Casa Gryffindor si el baile de Hogwarts se ve arruinado por ustedes cuatro.

Todos comenzaron a hablar con emoción nuevamente, especialmente las chicas que ya planeaban qué tipo de vestido usarían y de qué color, cómo se peinarían y maquillarían, entre otras cosas. Pero la profesora McGonagall aún no había terminado. La mejor, o peor de los comentarios, dependiendo de la perspectiva, todavía estaba por venir.

- El baile es eminentemente en parejas. Así que vayan pensando a quién invitar.

Tarde por la noche, los cuatro merodeadores se encontraban en la habitación discutiendo las últimas. Habían sido dos días demasiado alocados. En primer lugar, ocurría lo del mensaje de odio y nadie tenía idea de quién pudo haberlo hecho. Luego, el primer baile de navidad en décadas se llevaría a cabo en Hogwarts.

La snitch dorada de James revoloteaba por toda la habitación porque, por primera vez, su dueño estaba demasiado pendiente del baile como para atraparla. Sirius fumaba un cigarrillo, pero seguía pegado con el tema de que un Slytherin había hechizado a un elfo doméstico y lo injusto que era que todos estuvieran hablando de los elfos como criaturas inútiles cuando sólo eran víctimas.

- No como Kreacher, claro – se apresuró a decir. Ninguno de sus amigos estaba escuchándolo realmente – Esa cosa no es un elfo. Sería capaz de vender a todos los de su clase con tal de quedar bien con mi madre.

- A nadie le importa – se quejó James – Cállate ya. ¿No te das cuenta de que hay temas más importantes que hablar?

- ¿Qué? ¿El baile? – preguntó con desinterés.

- No sé a quién invitaré – se sinceró Peter. Sus dos amigos más grandes se aguantaron para no hacer un comentario sarcástico y burlarse de él.

Remus no quiso decir nada. Él sabía lo que quería, y de seguro debía invitar a Mary después de lo que había ocurrido con la fallida ida a Las Tres Escobas en Hogsmeade. Sólo pensar en eso hacía que nuevamente le doliera el estómago de los nervios, así que mejor enfocó nuevamente su atención en sus dos amigos.

- Tengo que ir con Lily a este baile – decretó el chico de gafas – Es la mejor oportunidad que tengo con ella… Toda una noche, con alcohol dando vuelta, luciendo atractivo con una túnica de gala—

- Sigue jurando que la pelirroja aceptará ir contigo a un baile único – se burló Sirius.

- No, estoy determinado – dijo serio – Siento que esta es la oportunidad que he estado esperando.

- No va a pasar, Potter.

- Sí va a pasar – dijo buscando algo en el baúl que se encontraba a los pies de su cama – He estado pensándolo… No hay motivo para seguir guardando esto… Es la mejor forma de conseguirlo…

- ¿Qué? – preguntó Remus intrigado.

- Felix Felicis – contestó su amigo levantando el frasco de vidrio con la poción adentro en el aire.

- ¡Eso es trampa! – reclamó Sirius.

- No lo es. Seré yo mismo durante todo el baile, ¿no es así? Sólo necesito hacer que acepte a ir conmigo en primer lugar, y para eso…

- Bien – replicó su amigo – Quiero ver como resultará todo esto.

- Si Lily se entera que ocupaste Felix Felicis para invitarla a salir… - comenzó a decir Peter.

- ¿Tú se lo vas a decir? – preguntó. Su amigo negó con la cabeza – Porque yo no se lo voy a decir.