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Celine Lee

Una cortina de nieve cayó en los terrenos de Hogwarts mientras comenzaba la tercera semana de diciembre. Los alumnos ahora circulaban por el castillo con sus guantes y bufandas de los colores de sus casas. Enormes pinos habían sido erguidos en el Gran Comedor y en el vestíbulo. Los profesores encantaban el castillo para que luciera más grande y hermoso para la llegada de las demás escuelas mágicas.

Aquella noche llegarían cuatro escuelas de magia trayendo a alumnos y alumnas mayores de catorce años (siempre que hubiesen sido autorizados por sus padres). La profesora Sprout había anunciado que Beauxbatons, el colegio francés, compartiría los dormitorios con Hufflepuff en aquella ala del castillo.

El profesor Flitwick reclamó que los chicos de la escuela rusa, Koldovstoretz, serían alojados en las habitaciones de los Ravenclaw. Sin mayores sorpresas, el profesor Slughorn avisó que Durmstrang compartiría las mazmorras con Slytherin. Por lo tanto, la profesora McGonagall les informó a sus alumnos de Gryffindor que ellos serían los anfitriones de Ilvermorny.

Las clases de aquella semana fueron suspendidas (no así sus trabajos y deberes). Se esperaba que las escuelas mágicas llegaran esa noche así que el ambiente general estaba por hervir de la emoción y las expectativas que tenían todos. Todos desayunaban animados comentando la fiesta.

- Lunático, ¿crees que tengo lindos ojos? – le preguntó James a Remus durante el desayuno aquella mañana.

- No lo sé – respondió con tranquilidad - ¿Tú crees que tienes bonitos ojos?

- No creo que se noten demasiado detrás de estos anteojos – dijo cruzándose de brazos - ¿Qué ocurriría si me hago un encantamiento provisorio para andar sin anteojos la noche del baile?

- Te verás extraño y horrible – contestó Peter con sinceridad – Todos estamos acostumbrados a verte así. Por favor no lo hagas.

- Peter tiene un punto.

- Después de que fracase rotundamente en los T.I.M.O., pienso tomar arte y música en los espacios libres que me queden en el horario – contó Sirius mientras untaba crema de queso en una de sus donas - ¿Creen que me permitan entrar al coro?

- Los sapos cantan mejor que tú, Sirius – replicó James – Además, dudo mucho que te vaya mal en los T.I.M.O. Preguntarán cosas que están muy por debajo de nuestro nivel.

- Lunático – llamó Peter – Este mes tampoco podremos convertirnos…

- No importa, Pete.

Tanto James como Remus dejaron la conversación cuando Lily Evans llegó junto a Allie Hamond y Mary McDonald a sentarse a la mesa para tomar desayuno. Las tres conversaban muy animadas, y se unieron rápidamente a otras tres chicas que ya estaban sentadas en la mesa, de quinto y sexto año. Lily sacó una tostada y comenzó a untarla con mermelada de mora, mientras James decidía ir hacia ella.

- Hola, Evans. Vengo en son de paz, lo prometo.

- Dime, James – dijo haciendo un esfuerzo por sonar lo más simpática y cálida posible.

- Quería saber… Si deberíamos ponernos de acuerdo con lo del vestuario. Para el baile. O sea, para comprar algo que haga juego con tu vestido y todo eso…

- Ah, eso – dijo soltando una pequeña risita.

Dentro de todo encontró que era tierno que el chico se estuviera preocupando de eso. Así que, más que enviarlo a contar lechuzas, le hizo un espacio junto a ella para que discutieran el tema. La mayoría de los presentes se mostraron sorprendidos y comenzaron a mirar la situación. Incluyendo a Snape que lo observaba todo desde la mesa de Slytherin.

- Bien, tengo en mente usar un vestido color grafito.

- Color grafito – repitió en voz baja, como si intentara memorizarlo y a la vez entender de qué color se trataba.

- Es un gris muy oscuro, casi negro. En el mundo muggle usamos unos lápices llamados lápices grafito – rápidamente removió entre las cosas de su bolso y sacó un estuche. Dentro tenía varios lápices muggles además de plumas mágicas. Levantó uno y lo pasó – Grafito.

Sirius le arrancó el lápiz de la mano a James y lo miró con atención. Se puso a escribir en un papel cargándolo con demasiada fuerza, haciendo que la mina se quebrara y la punta del lápiz de madera quedara completamente astillada.

- ¡Perdón!

- No te preocupes – dijo buscando un sacapuntas en su estuche.

La chica sacó punta a su lápiz frente a la mirada anonadada de todos los presentes, excepto de Remus y Mary, el primero porque su madre todavía conservaba muchos artefactos muggles en casa, la segunda por ser hija de padres muggles en su totalidad.

- ¡Los muggles son unos genios! – exclamó el moreno mirando al lápiz como nuevo con una punta filosa y reluciente - ¡Y no tienes que untarlo en tinta!

- Espera a que vea los lápices de pasta – susurró Mary con una risita juguetona.

- Ya sé por qué has escogido este color – le dijo James a Lily, mirándolo con una gran sonrisa – Te vas a ver hermosa.

La pelirroja sintió un cosquilleo completamente inesperado en su estómago, a medida que sus mejillas se sonrojaban ligeramente. Pero no quiso darle demasiada importancia al hecho de que hubiera sentido algo ante un comentario de James Potter. Admitirlo podría ser peligroso. Así que rápidamente tomó su lápiz y volvió a guardarlo junto con el estuche.

- Ah, estem… Sí. Así que, Potter, puedes usar una túnica de gala en ese mismo tono. O sólo la corbata de moño – dijo encogiéndose de hombros.

Aquella noche todos los alumnos de Hogwarts estaban utilizando el uniforme oficial, sin las distinciones de las casas, además de llevar un sombrero negro en sus cabezas. Todo para recibir a los alumnos de Beauxbatons, Koldovstoretz, Durmstrang e Ilvermorny. Utilizando magia, los impresionantes carruajes distintivos entraron a los terrenos del castillo exactamente al mismo tiempo, y precisamente a la hora.

Los estudiantes corrían de un lado a otro en sus capas negras, asomándose a los terrenos para poder ver el espectáculo. Como nunca, los jardines y el lago habían sido iluminados con luces blancas y de colores para dar suficiente visibilidad para el aterrizaje, y en el caso de Durmstrang, para que su enorme barco atracara sin problemas en el lago. Era un verdadero espectáculo que no había sido visto en décadas.

Los Merodeadores no recordaban haber visto el Gran Comedor decorado de una manera tan bella. El techado había sido remplazado por la visión nocturna y despejada de una nevada suave, y pese a que la nieve desaparecía a medida que iba cayendo, miles de copos de nieve falsos, como de cristal, flotaban en el aire por sobre las cabezas de los presentes. En el fondo, sustituyendo a la larga mesa de los profesores, se encontraban seis enormes árboles cubiertos de escarcha blanca.

El espacio había sido agrandado para que cupieran cuatro meses más. Las escuelas comenzaron a entrar en grupos, muy similar a cuando los de primer año entraban por primera vez cada año para la ceremonia de selección. Los estudiantes se levantaban de sus sillas para mirar a sus nuevos y momentáneos compañeros, a medida que estos pasaban frente a ellos y luego se sentaban en las mesas. Ninguna escuela quiso mezclarse con otra, al menos al inicio.

- Peñízcame, Lunático – pidió Sirius, pasándole su brazo - ¿Estoy soñando?

El chico miraba sugerentemente a un grupo de chicas hermosas de Beauxbatons que se habían sentado a la misma altura de que ellos, pero a unas cuantas mesas de distancia. La mayoría de ellas rubias, pero algunas castañas y morenas, debían ser veelas pues, Sirius no era el único que miraba como idiotizado al grupo.

- Apuesto que te arrepientes de haber invitado a Lily al baile – le susurró Peter a James.

- No, claro que no – respondió el chico con honestidad.

No se privaba de mirar a las hermosas chicas de la escuela francesa, pero no cambiaría a Lily por ninguna de ellas. Y ahí fue cuando se dio cuenta y sus tres amigos también, que realmente lo que sentía por su compañera de curso no era algo simple.

- Quizás hayan estado muy ocupados mirando a las veelas para darse cuenta – continuó – Pero miren a los de Durmstrang. Están mirando todo como si se hubiesen venido a meter a un basural. Apuesto a que su castillo es horrible.

- Las chicas de Durmstrang se ven tan desabridas como la madre de Potter en bikini – dijo Sirius.

- ¡Hey!

- No creo que sean una amenaza realmente, ¿saben? – dijo Peter elevándose un poco sobre su asiento para poder mirar mejor a los alumnos – Porque no creo que sus neuronas puedan hacer sinapsis.

- ¿Sabes lo que significa sinapsis? – preguntó impresionado.

- Para tú información, lo sé. Y, ¿sabes qué otra cosa sé?

- Me muero por oírlo – contestó fingiendo estar aburrido para molestar a su amigo.

- Mientras ustedes corrían para obtener una visión privilegiada de los alumnos que entraban al Gran Comedor, yo veía exactamente hacía qué dirección Hagrid estaba llevando a los abraxan de Madame Maxime.

Ahora sí, el pequeño y subestimado Peter tenía la completa atención de sus amigos.

Los abraxan eran hermosos y enormes caballos alados y plateados que estaban considerados como unas de las criaturas más bellas en todo el mundo. A Los Merodeadores les gustaban las especies raras de animales… Especialmente si podían subirse a ellas, volar y recorrer hasta el último kilómetro de terreno del castillo.

- Peter, ¿estás sugiriendo lo que creo que estás sugiriendo?

- Es imposible – se metió Sirius cruzándose de brazos – Dicen que esa gigante ama a sus caballos más que a sus alumnos. No hay forma de volar sobre ellos sin que nadie lo note.

- ¿O sí? – preguntó James, invadido por una ola de rebeldía – Tenemos menos de una semana para averiguar la agenda completa y hacia qué lado del castillo dormirá Maxime.

- ¿Y te harás pasar por su asistente para descubrirlo? – le preguntó Remus, riendo.

- Me tendré que meter en los pantalones de una de sus señoritas alumnas y descubrirlo.

Justo en ese momento, Lily pasaba por atrás de los chicos para ir de camino a la mesa de Ravenclaw a juntarse con los prefectos de esa casa, buenos amigos de ella desde ese año, cuando escuchó la orgullosa y honorable declaración de su próxima pareja al baile de navidad.

- Vaya – exclamó.

- Eso es lo que dijo Sirius – se apresuró a decir – Yo estaba repitiéndolo.

- Claro.

- ¿No lo escuchaste?

- No, supongo que me lo habré perdido. ¿Sabes qué estaba pensando, Potter? Apuesto que sólo hablas de más. Apuesto que nunca te has metido en los pantalones de nadie. Apuesto que te temblarían las piernas de solo ir a hablar con una de esas chicas de cabello perfecto y sonrisa radiante.

- Parece que alguien se puso celosa – susurró Sirius.

- Para nada – dijo la colorina con una relajada sonrisa, que a gusto de Remus sí era un poco forzada - ¿Qué dices, Potter? ¿Es sólo habladuría?

- ¡Claro que no!

En realidad sí lo era. James nunca se había acostado con nadie. Nunca había llegado más allá de segunda base. Pero él pensaba que no era su culpa que todavía no ocurriese. A su parecer era lo suficientemente guapo y simpático como para haberlo logrado hacía mucho rato. Especialmente, para haberlo logrado antes que Sirius. Pero, la verdad era que… Se pasaba demasiado tiempo ocupado en cosas serias como el Quidditch. Él era una persona seria.

- Entonces pruébalo.

- Uh, apuestas – murmuró Remus emocionado.

- ¿Qué quieres? – preguntó el chico de gafas escandalizado - ¿Mirar cómo hago… Mis cosas?

- No, por supuesto que no. Sólo quiero ver tus dotes de conquista, y especialmente con una chica que claramente tiene sangre de veela.

- Escoge la que quieras.

La noche había resultado ser mejor de lo que cualquiera de ellos había pensado. Lily estaba demostrando cualidades aptas de merodeadora, que hasta ahora sólo Remus había visto con anterioridad. Los cinco chicos se giraron hacia la mesa en donde estaban todos los alumnos de Beauxbatons, mirando, buscando a una candidata. Pero obviamente, Lily no se contentaría con escoger a cualquiera.

No. Tenía que demostrar su punto, y para eso tenía que escoger a la más bella.

- Aquella chica – dijo apuntando disimuladamente a una morena despampanante y algo exótica – Será tan entretenido cuando hables con ella porque es muchísimo más alta que tú.

- Realmente estás disfrutando esto, ¿verdad?

- Creo que lo voy a disfrutar aún más en unos veinte minutos, cuando se estén riendo en tu cara.

- No, no, no – dijo Sirius poniéndose de pie para pararse tras su amigo. Luego comenzó a darle un masaje en los hombros como si fuera su entrenador de boxeo – No dejes que destruya tu espíritu, Jamie. Eres el alumno más popular de esta escuela y vas a perder tu virginidad con esa tipa, como que me llamo Sirius Black.

- Sabía que no te habías metido en los pantalones de nadie – dijo Lily con una sonrisa triunfal mientras James fulminaba a su amigo con la mirada.

- ¡No me mires así y ve a flirtear con la francesa!

James se puso de pie entre incómodo y entretenido. No podía explicarlo, pero por alguna razón disfrutaba mucho cuando Lily se divertía a expensas de él. En el fondo, porque eran los únicos momentos en los que podían sostener una conversación más allá de insultos o rechazos. Y tenía la esperanza de que, quizás en una de esas apuestas ridículas o intentos de burlarse de él, ella podría verlo de otra forma. Alguien que le cayera mejor.

Pensar en Lily le tomó todo el tiempo que le tomaba llegar de su mesa a la de Beauxbatons, así que se plantó frente al grupo de chicas sin tener nada en mente. La mitad de la mesa se dio cuenta de su presencia y lo miró con cara de pocos amigos. Madame Maxime coronaba, sentada hacia el final y hasta ella lo miraba.

Así que simplemente se animó.

Durante la tarde siguiente Remus y Lily se paseaban por el pequeño patio interior frente a la torre del reloj, hasta que decidieron sentarse frente a la hermosa pileta, cuya agua se había congelado en forma de estalactitas de hielo. Una delgada capa de nieve blanca cubría el lugar. Desde los arcos de piedra podían mirar hacia los terrenos junto al castillo y tenían una vista privilegiada de James caminando junto a Celine Lee. La chica francesa.

- ¿Estás seguro de que no les dijo cómo lo logró? – le preguntó la colorina.

- ¡Te lo juro que sólo llegó diciendo lo genial que era Celine Lee!

- No me compro todo esto.

- Estás celosa.

- ¡No lo estoy! – replicó indignada – Es que no puedo creer lo que vi. Eso es todo.

Desde lejos Lily y Los Merodeadores pudieron escuchar que James se presentaba en francés y pasaba a sentarse sin invitación junto a las chicas francesas, que lo miraban de la forma más extraña. Pero no al mucho rato, especialmente después de susurrarle algo al oído a la tal Celine, todo había cambiado. A los minutos sonreía, luego salieron juntos del Gran Comedor, y ahora era inseparables.

- No sabía que el jodido Potter era tan fluido en francés.

- No es tan fluido – aclaró – Pero sí habla el idioma.

- Remus, no me vas a decir que tú crees toda esta estupidez de que Potter sea un donjuán y me haya ganado esa apuesta limpiamente.

- No lo sé, Lily – dijo rascándose la cabeza – Pensé que iba a rechazarlo pero, tampoco encuentro tan descabellado que se saliera con la suya. James suele salirse con la suya. ¿Quién sabe? Quizás sin quererlo… Fuiste la cupido de esa parejita.

La colorina no dijo nada más y se cruzó de brazos algo amurrada. Ya para ese punto, Remus realmente comenzaba a cuestionarse si a Lily le gustaba James, aunque todavía no lo reconociera para ella misma. Pero no se atrevió a sugerirlo de nuevo o iban a terminar abandonándolo en medio del patio.

Mientras tanto Sirius acababa de ver pasar a la chica más hermosa que hubiera visto jamás: una muchacha de Durmstrang con el cabello oscuro como el chocolate y ojos amarillos como los de Madame Hooch. Y tras de ella, con clara intención de meterle conversación iba nadie más ni nadie menos que… ¡Regulus!

- ¡Sirius! – gritó Peter a su lado - ¿Me estás escuchando? ¿A quién debo invitar?

- Espérate, espérate – dijo siguiéndolos con la mirada – Vaya, mira a esa chica.

- Ah, sí – dijo quitándole importancia con un gesto de mano – Es medio veela, o algo así. Hoy día los de Slytherin apostaron a quién la invitaba al baile. Cien galeones.

- ¿Cien galeones? Al idiota de mi hermano no le interesaría el dinero… No. A ese de verdad le debe gustar la chica y ya sabes lo que eso significa, ¿no? – dijo haciéndose tronar los dedos – Voy a robársela.

- Pensé que tu interés estaba puesto en las rusas.

- Mi interés está puesto en joderle la vida a Regulus – dijo poniéndose de pie, terminando de tomarse su café – Pequeño Peter… Para responder a tu pregunta, invita a la chica de Hufflepuff. Marion George.

- ¿De verdad? – preguntó confundido.

- Te va a decir que sí. Llámalo una corazonada.

No era una corazonada. Sirius había tanteado terreno para ayudar a su amigo tan pronto como se había dicho que el baile era en parejas. Marion era una chica un poco sonsa, pero no era fea. No era popular, pero era bastante simpática y liviana de personalidad. Y lo mejor de todo, había escuchado rumores de que le gustaba Peter.

Y los había confirmado.

Alrededor de las seis de la tarde los cuatro amigos pudieron reunirse por primera vez en su habitación. Peter estaba radiante, pues, tal y como le había sugerido Sirius, había invitado a Marion al baile de navidad y había obtenido un rotundo sí. Como una persona muy insegura de sí misma, a pesar de que nunca se había fijado en ella, ahora sentía que la chica le gustaba y estaba listo para intentar hacer una movida durante la noche de la fiesta.

- Eso es genial, amigo – dijo James dándole una palmada en el omóplato derecho.

- ¿Cómo lo sabías, Sirius?

- Siempre he pensado que le gustabas a esa chica.

- Antes de hoy día nunca me había fijado lo suficiente en ella, pero, ¿saben? Es bonita. Es el tipo de belleza que no resalta a la vista desde un comienzo, pero sin duda lo es.

- No tienes que convencernos a nosotros – le aseguró el líder del grupo.

- ¿Y tú, James? ¿Me vas a decir cómo lograste tus avances con la tal Celine Lee?

- ¡Celine Lee! – repitió, llevándose una mano al corazón – No le vayas a decir esto a Lily, ¿de acuerdo? Simplemente, después de presentarme… Le susurré "¿Ves a esa pelirroja que nos está observando desde allá? Estoy jodidamente enamorado de ella. Ayúdame a ponerla celosa".

- ¡No te lo puedo creer! – dijo el mayor de los chicos arrojándole una almohada - ¡Maldito canalla! ¡Yo te tenía por todo lo alto y hubiese metido mis manos al fuego por tu grandeza!

- ¿No implica algo de grandeza de cualquier forma? Quiero decir, me salí con la mía… Y conocí a una gran chica.

- ¿Entonces lo que siguió es verdad? – preguntó el licántropo con interés – Se han hecho amigos de verdad.

- Sí, así es. Tengo que agradecerle a Lily cuando la vea… Celine es una de las personas más interesantes que he conocido. Un poco snob, pero genial. Es capitana de Quidditch no sólo de su casa, sino de la selección de Beauxbatons entera. ¡Y en el verano practica Quidditch de nieve en las montañas de distintos países!

- Suena como tu alma gemela.

- ¿O no? – dijo sonriendo – Incluso me ha invitado al próximo torneo en los Alpes. Haré todo lo posible para ir… Siempre he soñado con jugar Quidditch en las montañas. Aunque, si soy sincero – continuó, divagando – Me gustaría más jugar Quidditch de agua. Debe ser refrescante jugarlo en verano y dejarse caer de la escoba y—

- Potter, no te olvides de que finalmente conseguiste invitar a Evans al jodido baile por esta francesa que apareció de la nada – le recordó Sirius – Porque no estuvimos escuchando tus lloriqueos estos meses para que decidas arruinarlo.

- No lo arruinaré – dijo sonriendo – Me encanta Evans. Pero creo que he ganado a una buena amiga. Y la mejor parte es que podré averiguar cómo subir a los abraxan sin tener que meterme en los pantalones de nadie.

Sirius negó lentamente con la cabeza, decepcionado de su mejor amigo.

- No lo entiendes, Potter. Esa era la mejor parte.