RE-SUBIDO.

N/A: Gracias a los dos nuevos seguidores, son lo mejor Y a Evasis, por comentar nuevamente^^ No me preocuparía demasiado por el plan. Creo que a Los Merodeadores les salía todo bien (O sino no me explico que jamás los hayan expulsado de la escuela). Ahora comienza el baile chanchan

11
El Baile de Navidad

Finalmente había llegado la noche. Nunca en la habitación de Los Merodeadores se había visto tanto alboroto por impresionar a una chica. Por primera vez en lo que iba del año escolar, los chicos se habían afeitado prolijamente y echado algo de perfume. El único que no entraba en ese cuadro era Remus, que enfrentaría este episodio juvenil y hormonal sin pareja.

Peter estaba tan decidido a impresionar a Marion que había recortado su cabello esa mañana. Y le había quedado bastante decente. Ya no tenía un flequillo grasoso cayéndole por sobre la frente, sino un cabello rubio anaranjado corto que le daba un aspecto más masculino. Era un corte igual al que usaba James, pues así era como lo había querido.

Pero las cosas no iban demasiado bien para James…

- Necesito ir a ver a Madame Pomfrey – dijo mirándose en el espejo del baño – Me siento pésimo.

- Hm, eso puede pasar cuando vuelas contra el aire congelado en pleno invierno – dijo Peter, asintiendo.

- Yo me siento bien – dijeron Sirius y Remus al unísono.

La noche anterior había resultado sin ningún problema. Los abraxan eran tan mansos que ni siquiera se habían inquietado cuando los tres amigos, y Celine, llegaron a soltar sus amarras. Y acostumbrados a tirar el pesado carruaje de Beauxbatons, tener a dos chiquillos ligeros sobre sus espaldas tampoco había significado nada. De manera que el vuelo había sido tan veloz, que en menos de una hora ya habían sobrevolado Hogwarts, Hogsmeade y regresado.

- Valió la pena, igual… - continuó James, recordando el breve paseo – Pero creo que tengo fiebre.

- A ver.

Sirius se acercó hasta él y puso una de sus manos sobre la frente a su amigo. James lo miró interrogante.

- ¿Tienes idea de lo que estás haciendo?

- Para nada – reconoció Sirius. El chico de gafas le apartó la mano con un manotazo amigable.

- Me rehúso. Me rehúso a perderme este baile. Me rehúso a que mi cita esté arruinada. Tengo que ir… Y tengo que pasarlo bien – dijo justo antes de estornudar. Su cabeza retumbó y los músculos de su cuerpo dolieron, así que se dejó caer en la cama – Pero ahora me siento pésimo.

- Yo creo que vendiste tu alma en el segundo en que conociste a Celine – lo picoteó Remus – Te hubieses tirado al lado congelado desnudo si la chica te lo hubiera pedido.

- ¿Sabes qué es lo entretenido de Celine, lunático? Que ella se tiraría al lago conmigo.

Aquella noche se vivía un ambiente muy especial en el castillo, pues todo estaban igual de ansiosos y emocionados por el baile. Afuera nevaba suavemente, pero de igual forma los jardines habían sido arreglados e iluminados en caso de que alumnos o profesores quisieran dar un paseo nocturno.

James estaba completamente medicado. Se sentía bien. Se sentía, de hecho, en las nubes. Pese a que Madame Pomfrey le dijo que tomara sólo una poción, dos en casos extremos, él había decidido tomar tres. La mayor cantidad de tiempo no se le notaba, pero a ratos parecía demasiado animado y con más energía de la que podía controlar.

- ¡Remus está borracho! – acusó mientras saltaba en la cama a medio vestir.

- No todavía – aclaró el castaño – Bueno, un poco.

Levantó una botella de Whiskey puro de Malta a medio beber que le había sobrado de la noche anterior. Luego buscó una petaca metálica, propiedad de Sirius, y comenzó a verter el líquido dentro. Pensaba que llamaría menos la atención una vez que las luces del Gran Salón estuvieran apagadas.

- ¿Vamos a sentarnos juntos? – preguntó Peter – Oí que las mesas serán para diez personas.

- ¡Por supuesto!

- Lo siento, Remus, pero Batsheda tampoco tiene pareja así que supongo que tendrá que sentarse con nosotros para hacer el par.

- ¿Y qué me pides perdón a mí? – dijo ligeramente colorado por el alcohol.

- Supongo que esta tipa loca no intentará nada extraño con mi cita – dijo Sirius poniéndose a la defensiva rápidamente.

- ¡Por supuesto que intentará algo! – gritó James, mientras continuaba saltando, con una enorme sonrisa en la cara - ¡Ya quiero verlo!

- ¡Deja de saltar! – pidió Peter - ¡Me pones nervioso!

- Que amargado – dijo dejándose caer – Estoy emocionado. Hoy día será el día. Hoy día será el día en que Lily me va a ver de manera distinta. Lo sé.

- No te ilusiones mucho, Jamie – dijo Sirius, mientras consideraba si ponerse un colgante con la forma de un diente de tiburón en el cuello era demasiado o no. Finalmente decidió ponérselo.

A eso de las ocho de la noche todos los alumnos comenzaron a bajar hacia el Gran Comedor. Las puertas se abrirían a las ocho y treinta para dar inicio al festín. Los cuatro merodeadores bajaron juntos, mirando a su alrededor y notando un festival de trajes y vestidos elegantes y coloridos.

Peter fue el primero en irse tras ver a su pareja de baile luciendo un vestido amarillo pálido. Pensaron que regresaría, pero se quedó conversando con el grupo de amigos de Hufflepuff durante un buen rato. Sus tres amigos lo miraron ligeramente orgullosos de lo mucho que había crecido y lo lejos que había llegado, ya con una cita, pero jamás le dirían una palabra al respecto.

Luego, Sirius y Remus comenzaron a hablar de lo genial que era el cine muggle. James se aburrió, así que se giró y se apoyó sobre el final del pasamano de la escalera de mármol, fijando su mirada en el inicio de la escalera. Quería ver cuando apareciera Lily. Si le había prestado atención a verse bella, quizás tenía alguna oportunidad con ella. Si por el contrario, no había puesto demasiados esfuerzos, era porque no tenía ningún interés en él y esta cita era literalmente un tonto deber para ella.

Justo cuando la ansiedad comenzaba a ganarle y empezaba a pensar que quizás la segunda opción era más probable, vio aparecer a Lily, que bajaba la escalera en su dirección (aun sin verlo). Se veía maravillosa. Quedó embobado por ella. El tiempo a su alrededor se detuvo y las voces de los demás pasaron a ser sólo ruidos lejanos. Si era posible, acaba de enamorarse aún más de Lily Evans.

La menuda chica lucía radiante en su vestido color grafito, pese a ser muy simple. Tal y como pensó James, ese color efectivamente hacía que su cabello anaranjado, sus ojos verde manzana y su piel blanca como la nieve resaltaran aún más. Notó que varios chicos en el espacio más próximo la miraron. Pero esa noche, aunque ni él mismo pudiera creerlo aún, Lily Evans era su cita.

Cuando ella lo vio entre la multitud, le sonrió cálidamente. Había una tregua tácita de no discutir y pasarlo bien esa noche.

- Evans – exclamó sonriendo.

- ¿Por qué me miras así? – preguntó curiosa.

James se le acercó al oído y le susurró:

- ¿Tienes idea de lo hermosa que eres, Evans?

Un escalofrío casi imperceptible se extendió por la espalda de la chica, mientras se ponía ligeramente colorada. La frase, en cualquier otro momento, la hubiese hecho enojar. Pero en ese minuto fue tan inesperada que la desarmó por completo. Y como nunca, decidió aceptar el cumplido de James.

- No empieces con tus cosas, Potter – advirtió, de cualquier forma.

- Lo siento. Estoy un poco… Regocijado.

- ¿Regocijado? ¿Es esa una palabra refinada para decir que estás ebrio?

- Me ofendes, Evans. ¿Alguna vez me has visto ebrio, si quiera?

- Tras ganar la Copa de Quidditch el año pasado.

- Ah, sí… - dijo rememorando – Pero no, Evans. Estoy sobrio.

- ¡Y espero que se mantenga así, señor Potter! – interrumpió la profesora McGonagall, tras de ellos.

La profesora McGonagall también lucía muy elegante. Usaba una túnica color azul marino y un sombrero con una pluma calipso, muy intenso. Parecía que usaba algo de maquillaje en su rostro, que le daba un aspecto bastante sobrio pero a la vez, muy elegante. Ella miró a ambos chicos entre confundida y complacida.

- ¿Quién iba a decirlo? Hacen bonita pareja.

- Oh, no. Nosotros no somos pareja… - comenzó a aclarar Lily, pero la atención de la Jefa de la Casa Gryffindor acababa de volar a otra parte.

- ¡Señor Black!

El grito resonó en el vestíbulo.

Sirius, usando pantalones negros algo ajustados y una camisa púrpura holgada con sus primeros botones abiertos, además de un colgante informal, era la viva imagen de una estrella de rock muggle. Remus, a su lado y ya borracho, se plantó firme al escuchar la voz de la profesora, intentando que no se le notara un pequeño tambaleo.

- Por Merlín, señor Black. ¿En qué está pensando…?

Sirius la cayó levantando la palma de su mano en el aire con solemnidad.

- Profesora, mi madre no me envió una túnica de gala.

- ¿No? – preguntó entornando los ojos.

Después de mirarlo con recelo por unos segundos, Remus, quien se veía muy elegante usando una túnica gris, decidió hablar:

- ¿Sabe, profesora? No tuve buena suerte para invitar a una chica esta noche.

- Que lástima, Lupin – respondió sin darle mayor importancia, aun mirando a Sirius como si se tratara de un vagabundo.

- Así que, ¿le parece si le pido que me conceda un baile a media noche?

El moreno a su lado estalló en una carcajada mientras la profesora abría los ojos como platos y los colores se le iban a la cara, incómoda. Remus, sin embargo, parecía que estaba hablando en serio y la miraba esperando una respuesta.

- ¡Por supuesto que no, señor Lupin! ¿Cómo se le ocurre semejante idea? – respondió mirándolo confusa – Vayan a prepararse. Las puertas se abrirán pronto.

La austera mujer se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia otro grupo de alumnos mientras Sirius intentaba controlar su risa mientras su amigo le guiñaba un ojo. Remus ebrio no tenía vergüenza. Era su tipo de Remus favorito.

- Me gusta una chica, ¿sabes?

- ¿Qué? ¿A ti también?

- Me tardé mucho en invitarla, así que ya tiene pareja – le comunicó como si nada, mientras Sirius digería la noticia de que otro de sus amigos había caído dentro de ese extraño club de chicos enamorados de una persona y no de una moto o del Quidditch.

- ¿De qué chica estamos hablando?

- De Mary.

- ¿Me estás tomando el pelo o hablas enserio?

- Hablo en serio – dijo sacando la petaca metálica del bolsillo para beber un traguito – Tengo pensado hablar una palabrita con ella.

- Remus, no hagas tonterías – dijo intentando quitarle la petaca de su mano, pero su amigo le dio un empujón y volvió a guardarla.

- No podrás detenerlo – replicó el castaño, guiñándole un ojo.

Sirius rodó los ojos, pensando en que tendría que quedarse cerca de su amigo durante toda la noche para cuidar que no hiciera nada estúpido, como dejarse en ridículo con una chica, cuando vio llegar a los lejos a su cita. Alex se acercaba junto a un grupo de estudiantes de Durmstrang y, como era de esperarse, todos los hombres a su alrededor la miraban con atención en su vestido ceñido de satín color blanco.

Todavía había muchos estudiantes que no tenían idea que Sirius iría con Alex a la fiesta. No era que la viera como un trofeo, pero no podía esperar por ver la expresión que Regulus pondría tras darse cuenta de que su hermano mayor había conseguido ir con la pareja que él quería.

- Buenas noches, Alex – dijo, mientras se acercaba y tomaba su mano para besarla (como había visto en varias películas muggles) – Te ves hermosa.

- Buenas noches, Sirius – replicó ella sonriendo. Luego lo miró de arriba abajo, notando su atuendo, como también lo hacían los demás presentes. No dijo nada, pero a Sirius le dio la impresión de que ella estaba complacida de que, al menos por una vez, alguien llamada la atención más que ella.

Sirius le ofreció el brazo y ella lo tomó. Justo en aquel momento las enormes puertas del Gran Comedor se abrieron con un fuerte ruido metálico, provocando que todas las cabezas se voltearan hacia allá. La multitud de alumnos caminó como ganado hacia dentro del salón, que había sido modificado para la ocasión.

Ya no había mesas largas extendidas de principio a fin ni una mesa para los profesores en el final, bajo los vitrales. Por el contrario, había centenares de mesas pequeñas y redondas para diez personas cada una, sin que ninguna de ellas tuviera una distinción para las diferentes escuelas. Las pequeñas mesas contaban con una bella y pequeña flama encerrada dentro de un adorno de cristal, justo en el centro. El adorno de cristal se turnaba en la forma del logo de cada una de las escuelas presentes. James guio a todos sus amigos hacia una mesa que tuviera el logo de Hogwarts.

Cortinas plateadas de seda cubrían las paredes, además de estatuas de hielo. Los árboles navideños que habían sido colocados días antes continuaban allí, cubiertos de escarcha, muérdago y de adornos. Los alumnos entraban mirando todo a su alrededor, algunos más impresionados que otros.

Lily miró hacia arriba y se encontró no sólo con un maravilloso y limpio cielo estrellado, sino también con un montón de luciérnagas revoloteando fuera del alcance de todos. Por ir mirando hacia arriba pasó a llevar a una mujer joven y rubia de túnica roja de satín brillante, con los labios igual de impactantes y lentes, que la miró con desdén.

- ¡Por aquí, chicos! – llamó James tras encontrar una mesa. Luego corrió uno de los taburetes hacia atrás para que Lily se sentara.

Justo en ese momento Sirius y Regulus hicieron contacto visual, cada uno en un extremo del salón. Cuando su hermano menor lo vio con la medio veela, no fue suficientemente rápido para disimular y se le cayó la cara de la impresión y la envidia. Lo miraba lleno de resentimiento. Sirius se encargó de sonreírle humillante, consciente de su triunfo.

James y Lily, junto a Peter y Marion, Sirius y Alex, y Remus se sentaron antes de que alguien más ocupara la mesa, pero aun sobraban asientos. Tal y como Peter había predicho, Lily le hizo una seña a Batsheda cuando la vio deambulando sola en un vestido negro de terciopelo, muy aseñorado. Justo cuando James comenzaba a temer lo peor, que quizás Lily también le haría una seña a Snape, o peor, Remus vio pasar a Mary McDonald.

- Lunático, no te atrevas – advirtió Sirius en un susurro, pero ya era demasiado tarde, pues su amigo acababa de mostrarle que quedaban justo dos asientos vacíos – Demonios, Remus. ¿Quieres ver el mundo arder?

- Deberías preocuparte de tus propios asuntos – le respondió el licántropo, apuntando disimuladamente a Batsheda, que le lanzaba miradas de odio explícitas a Alex, mientras Peter tenía problemas para prestarle atención a su propia pareja, hipnotizado por la medio veela.

Mary, en un vestido simple y delicado de color sandía, se sentó junto a su pareja. Se trataba de un chico alto, rubio y muy blanco de Beauxbatons, que parecía muy refinado. Mientras ambos se sentaban y saludaban cordialmente a todos los presentes, Remus no se molestó en disimular y miró fijamente a la chica mientras tomaba un nuevo traguito desde su petaca.

- Potter, algo me dice que esta noche va a salir muy mal – le murmuró Sirius a su amigo, pero este ni siquiera lo estaba escuchando. Él y Lily estaban enfrascados en risitas coquetas como si se tratara de otras dos personas.

La cena concurrió sin mayores altos ni bajos, excepto claro, por el hecho de que a Batsheda se le ocurrió comentar inocentemente que la mayoría de los prostíbulos en Europa del Este estaban llenos de medio veelas, y que Peter intentaba hacer cualquier cosa para llamar la atención de Alex, casi sin cruzar palabra con su propia pareja durante lo que iba de la noche.

- Su castillo es muy diferente al nuestro – dijo el chico de Beauxbatons, incómodo, probablemente para desviar la atención de Remus sobre Mary. Su acento francés se marcaba mucho en cada palabra.

- He escuchado que el de ustedes es muy pomposo – replicó James – Y que tienen una fuente con poderes curativos en medio de los jardines.

- La fuente Flamel – corroboró el chico asintiendo con la cabeza – Nicolás Flamel y su esposa atendieron a nuestra escuela, muchos años atrás.

- ¿Qué hay de tu castillo, Alex? – preguntó Peter, emocionado. Marion, a su lado, rodó los ojos fastidiada.

- Mi castillo – repitió Alex entretenida. Sirius le dio una mirada, como pidiéndole que fuera comprensiva con el menor de sus amigos – Es pequeño y frío. Hogwarts es mucho más bonito.

- ¿Todavía tiene la marca de Grindelwald en una de sus paredes? – preguntó James emocionado.

- Ah, sí. Todos los años intentan removerlo de forma distinta, pero no pueden. Deberían dejarlo allí y ya – respondió escogiéndose de hombros.

- Qué idea tan estúpida – dijo Batsheda, mientras Sirius la fulminaba con la mirada.

- Lo siento, pensé que sería capaz de sentarme en la misma mesa con la acosadora de Batsheda pero no puedo – dijo el moreno, poniéndose de pie y tomando la mano de Alex, que lo miró interrogante - ¿Nos recibirán en alguna mesa de Durmstrang, nena?

- ¡Pero, Sirius! – se quejó James, al mismo tiempo que Alex le respondía que sí.

La joven pareja se encaminó justo antes del postre.

- Escucha – lo detuvo Remus, tomándolo por el brazo y dándole una mirada dramática - Quien sea que vaya contigo al encuentro es el traidor. No te olvides de eso.

- Deja de decir los diálogos de El Padrino – replicó su amigo, entretenido, para luego marcharse.

Una vez que terminó el postre, Dumbledore se puso de pie solemnemente para dar inicio al baile. Aplaudiendo sus manos, las mesas desaparecieron del lugar. Toda la enorme habitación quedó vacía, a excepción de una tarima que apareció hacia el final, en donde tocaría la banda. Además, apareció una de las antiguas mesas largas y rectangulares pegadas a una de las paredes, en donde se encontraban todos los bebestibles.

James y Lily saltaron en sus lugares para ir a bailar, y así mismo lo hicieron Mary y su acompañante francés. Pero Peter no había tenido la misma suerte, pese a lo mucho que se había preparado para aquella noche. Se había desecho en disculpas con su cita por su comportamiento hacia Alex, pero no había tenido demasiado resultado. Marion estaba amurrada y no quería hablar con nadie.

Pasaron treinta minutos de silencios incómodos en aquella mesa. La pequeña llama dentro del adorno de cristal estaba casi por consumirse. Remus llevaba una buena cantidad de tiempo mirando a Mary bailar con su pareja de Beauxbatons, sin preocuparse en no ser notorio. A gusto de él, ese tipo era tan desaliñado que no podía sentir celos. Lo único que sentía era una confianza desmedida por estar ebrio, así que apenas vio que el muchacho se marchaba a buscar ponche, tomó la oportunidad.

- Baila conmigo – sugirió de la nada, haciendo que la chicha se sobresaltara cuando lo vio. Ella miró a su pareja de reojo, evadiendo la pregunta, algo nerviosa hasta que finalmente aceptó, asintiendo con su cabeza.

Remus nunca había bailado en su vida y no tenía idea como hacerlo. Pero de nuevo, tenía mucha seguridad en sí mismo. La seguridad que no tenía el resto de su vida común y corriente, cuando estaba sobrio. Sonrió y colocó una de sus manos alrededor de la cintura de la chica para acercarla más hacia él.

- No es una canción lenta – dijo ella, nerviosa. Remus sonrió de nuevo.

- Lo sé. ¿Te molesta?

Mary negó con la cabeza, así que comenzaron a bailar improvisadamente en el salón, entre medio de muchas otras parejas.

- Perdón por no haberte preguntando antes.

- ¿Preguntarme qué?

- Que fueras pareja.

- Tuviste bastante tiempo para hacerlo – respondió la chica, con un tono incriminatorio. Él asintió, asumiendo la culpa.

- Entonces, ¿me hubieras dicho que sí?

- Lo hubiera hecho.

- Lo siento, estaba un poco preocupado con otras cosas.

- Siempre pareces estarlo – volvió a recriminar sutilmente.

Remus no supo leer la situación ni el tono en su voz, probablemente porque no estaba plenamente en sus sentidos, cuando se le acercó con un movimiento brusco para robarle un beso. La reacción no fue la que esperó, pues, Mary se hizo hacia atrás sorprendida, sonrojada y algo molesta.

- ¿Qué haces? – preguntó molesta – No fuiste capaz de invitarme al baile, Remus. Ahora tengo una cita, te guste o no.

- No pensé que te molestaría.

Una tercera persona se paró junto a ellos, con dos copas en sus manos. El chico francés acababa de llegar y se aclaraba la garganta para hacerles saber que estaba allí, para que detuvieran la discusión que estaban teniendo. Mary le sonrió forzadamente y aceptó el trago.

- ¿Está todo bien?

- Sí, todo bien. Remus ya se iba.

- Deberíamos hablar mañana – sugirió el castaño.

- Hablaremos cuando estés sobrio – replicó la chica, aun irritada – Vamos a bailar, Robin.

Unos metros más atrás, James y Lily estaban destrozando la pista, bailando entusiastamente. Como excelentes bailarines (James completamente enérgico por las pociones, además) y como una pareja muy inesperada, habían atraído la atención de casi todo Hogwarts, estudiantes y profesores, que los miraban entretenidos. Snape, desde una esquina, no era excepción, sólo que en vez de reír, mantenía la expresión más amarga que había tenido en su vida.

- ¡Oh, por Merlín! – dijo Lily de pronto, comenzando a reír como una niña pequeña.

James se dio vuelta para ver qué ocurría y allí estaba: Uno de sus mejores amigos, el que solían decir era el más tranquilo de los cuatro, bailándole a la profesora McGonagall pese a todos los incesantes esfuerzos de ésta por salir arrancando de allí. El salón completo reía, incluso el profesor Dumbledore a un costado, hasta que la vicerrectora de Hogwarts se hizo respetar.

- Pe-pe-pero señor Lupin… - tartamudeó – Le dije que… Qué está… ¡20 puntos menos para Gryffindor!

La jefa de la casa Gryffindor se retiró indignada y tempranamente del lugar, mientras los demás reían. Sirius le levantó los pulgares desde lejos, para mostrarle su aprobación, y el baile continuó. James se giró hacia Lily, que todavía reía sin poder creer lo que había visto.

- Maldito seas, Lupin – murmuró James riendo con gracia, mientras veía a su amigo hacer su regreso hacia la mesa - ¿Sabes que es un lunático, verdad? Cuando no está actuando el papel del prefecto perfecto.

- Bueno, siempre he pensado que debe haber un motivo para que sea amigo de alguien como tú.

- Auch.

- Está bien, Potter. De hecho, no estás tan mal.

- ¿Ah, sí? ¿Ya no soy tan malo?

- No lo vayas a arruinar.

Tras decir eso, comenzó a mover sus manos frente a su cara para echarse algo de aire. Estaba colorada de tanto bailar y por el calor que había dentro del salón, con tantas personas haciendo exactamente lo mismo. James notó que estaba algo acalorada, y él también lo estaba, así que a riesgo de arruinar un momento que estaba resultando perfecto, la invitó a conversar afuera. Ese era el momento de la verdad…

Lily lo miró lo por un momento, con una expresión en blanco.

- Está bien, Potter. Vamos a fuera.

Al mismo tiempo, en una esquina alejada de la atención de los demás, Sirius bailaba con su cita, luchando contra sí mismo para permanecer calmo y genial, y no sucumbir ante los encantos de la belleza de la medio veela. A pesar de que a veces se sentía algo aturdido, lo estaba logrando. Aun no la había besado, pero bailar más cerca de lo necesario era su primer paso para conseguirlo.

Lamentablemente ella ya estaba al tanto de las técnicas de los chicos, en general.

- ¿Qué tanto quieres besarme ahora?

- No te voy a mentir. Tengo bastantes ganas.

Ella sonrió arrogantemente.

- Al menos no estabas mintiendo cuando te pregunté. De verdad eres un buen bailarín.

- Te lo dije.

- Pero ya es suficiente de baile.

- ¿No quieres seguir bailando?

- Quisiera dar una caminata por el castillo. Tengo calor, y nos marchamos mañana de regreso a nuestras tierras. Quisiera aprovechar los últimos momentos conociendo Hogwarts.

Sin saber el porqué, Sirius sintió un pequeño dejo de angustia al escuchar esas palabras salir de la boca de la chica. Como si de alguna forma le provocara tristeza saber que no volvería a verla. ¿Por qué? Si ni siquiera la conocía. De cualquier forma, la sensación se fue tan rápido como llegó, y sin darle mayor importancia, aceptó darle un paseo nocturno a Alex por el castillo.