N/A: Gracias a todos quienes leen, y a quienes siguen este fanfic ya sea con un fav o un follow. Son lo mejor :D
12
Sobre la noche anterior…
A la mañana siguiente, sólo Peter se encontraba en la habitación. Ninguno de sus otros tres amigos había llegado a dormir. Los había perdido a los tres en medio de la noche, en medio del fiasco que había sido su cita con Marion. Intentó explicarle muchas veces que no era capaz de controlar lo que decía o hacía cerca de la medio veela, como la mayoría de los hombres, pero no fue excusa suficiente para su pareja.
Marion estaba enojada porque ni James, ni Sirius, ni Remus habían tenido ese problema. Aunque sí admitió que la pareja de Mary la había mirado disimuladamente durante toda la cena. Pero, de cualquier forma, antes de la media noche había decidido ir a reunirse con sus amigas y demás compañeros de Hufflepuff, y él había regresado rendido a la habitación. Pero sus demás amigos no. Así que, ¿a dónde habían pasado la noche?
El primero en llegar, a eso de las once y media de la mañana, había sido Remus, y venía escoltado de la profesora McGonagall, que estaba indignada.
- Qué decepción tan grande, señor Lupin. De Potter, de Black, hasta de Pettigrew me lo hubiese esperado, pero no de usted. ¡Usted es un prefecto!
- No es tan terrible, profesora – reclamó el chico, despacio. Probablemente todavía le quedaba algo de la borrachera, o de lo contrario sólo hubiese pedido perdón.
- ¿Qué hiciste? – preguntó Peter, asustado.
- Nada, sigue molesta porque quise bailar con ella.
- ¡Señor Lupin! – volvió a gritar la profesora, llevándose las manos a su cadera, molesta - ¡Esto no se trata de eso, aunque le pedí expresamente que no hiciera el intento! No sé qué le está pasando, señor Lupin. Pero si esto continúa, tendré que quitarle el cargo de prefecto y dárselo a un alumno de cuarto si es necesario.
La profesora se marchó enfurecida, mientras Remus se tiraba en la cama y se ponía un cojín en la cara. Sentía que la cabeza se le iba a partir en cualquier minuto por la resaca tras haberse emborrachado con Whisky puro de Malta. Y de las náuseas, ni hablar. La resaca estaba casi al nivel de comparación de una mañana post-transformación en hombre lobo, y lo único que quería era descansar.
- ¿Qué ocurrió? – preguntó Peter con curiosidad.
- Nada, McGonagall exagera demasiado – dijo bostezando – Estoy teniendo la peor borrachera del mundo…
- ¿Qué más esperabas? Bebiste el mismo tipo de alcohol del que se alimentan caballos gigantes.
- No hables. Quiero silencio.
- Pero… Quiero saber qué hiciste durante la noche – replicó, haciendo un puchero.
- ¡Nada tan terrible, de verdad! Lo que pasó fue que me dio un hambre horrible y fui a las cocinas a pedirle a los elfos domésticos que me prepararan una porción gigante de papas fritas. Y supongo que me fui a negro en la mitad de eso, porque cuando me encontraron hoy día todavía tenía una papa con mostaza en la mano.
- ¿Quién te encontró?
- El profesor Flitwick, cuando fue por una taza de café. No sabía que estaba prohibido pedirle a los elfos una comida especial. Así que me vine todo el camino escuchando como los elfos domésticos no eran mis empleados personales y que ya estaban suficientemente ocupados con el banquete como para andarme haciendo comida especial.
- Bueno… Supongo que tiene razón – replicó el rubio, encogiéndose de hombros.
- Claro que tiene razón, pero no me importa en este minuto – dijo tapándose – Me duele la cabeza. Quiero silencio.
Justo tras decir eso, la puerta volvió a abrirse, y esta vez entraron James y Sirius con cara de trasnochados. Ya casi eran las doce del día, así que el chico de gafas, más que planear volver a dormirse, decidió que la mejor forma de hacer su maleta para regresar a Londres, era escuchando un vinilo de Pink Floyd a todo reventar.
- ¿A dónde estaban ustedes?
- Nos encontramos aquí, recién en la escalera – respondió Sirius, mirando a James interrogante - ¿Dónde pasaste la noche, Jaime?
James, inmediatamente, se puso colorado hasta las orejas y bajó la vista a su maleta.
- Por Merlín santísimo – murmuró Remus, incorporándose en la cama – No es posible. ¡¿Has pasado la noche con Lily?!
- ¡¿Ya no eres virgen, Potter?! – preguntó Sirius con interés.
- Ah, eh, eso… - replicó James – Pues…
Tras salir del castillo después de bailar, la noche anterior, James y Lily habían comenzado a caminar por los iluminados jardines de Hogwarts hacia el bosque prohibido. No eran los únicos que estaban allí, pues, muchas de las parejas habían salido a tomar algo de aire o a buscar un lugar más íntimo para conversar.
Ya que hacía frío, James ofreció su abrigo a Lily, y ella aceptó. Hasta el momento era una noche perfecta, mejor de lo que había esperado jamás.
- ¿Te has divertido hasta ahora?
- Sorprendentemente, sí – respondió la chica.
- ¿Siempre te va a sorprender que sea una persona divertida?
- Sí – respondió intentando molestarlo – Pero eso puede ser algo bueno, ¿sabes? Que todavía puedas seguir sorprendiéndome, después de todo este tiempo.
- ¿Gratamente?
- Algunas veces.
- ¿Cómo cuándo?
- Si es que es cierto lo que han dicho sobre los Maloney…
- Ah, sí… No fue para tanto, en realidad. Mi papá… Él es quien debería llevarse todo el crédito por lo que pasó. Fue muy valiente.
- Hay muchos rumores dando vuelta. ¿Qué fue lo que pasó realmente?
- ¿Versión no autorizada por el Ministerio? – preguntó deteniéndose en su lugar. Lily asintió, y ambos se quedaron de pie debajo de un árbol camino hacia la casa de Hagrid – El Ministerio, o más bien algunas personas, querían que Maloney entregara su varita… Por ser hijo de muggles. Por supuesto, las cosas aún no están tan mal como para perseguir a alguien por esa razón, así que le inventaron un crimen. ¿Recuerdas la muerte de esos muggles?
- ¿En Devon?
- Nunca atraparon al culpable – continuó explicando el chico – Como si no fuera obvio quién es el único loco que anda matando muggles, sangres impuras y "traidores de la sangre" los últimos años… En fin, acusaron a William Maloney por el crimen. Él asumió que todo esto no se podía tratar de un simple error honesto, sino que de una caza de brujas. Así que le pidió ayuda a un viejo amigo.
- Tu padre.
- Mi padre – respondió, asintiendo, serio – Los acogimos sin hesitar, porque sabíamos que eran inocentes.
- ¿Y es verdad lo que dijeron sobre ti?
- No sé qué han dicho sobre mí. La gente tiende a crecer las cosas fuera de su proporción… Después de un par de meses llegaron aurores a mi casa. Aurores, ¿puedes creerlo? A allanarnos como si fuéramos cualquier delincuente y no una familia respetada de magos. Derribaron las puertas y rompieron nuestras cosas… Se me ocurrió ayudar a mi padre, que se puso a pelear contra ellos de inmediato, pero me di cuenta de que era mejor si sacaba a los Maloney por el jardín trasero. En el minuto en que vi a mi padre oponiéndose a los funcionarios del Ministerio supe que estaría en problemas graves… Pero, ya nadie respeta la autoridad de un Ministerio vendido, de cualquier forma…
- Entonces era verdad – replicó Lily, mirándolo.
Hasta entonces pensó que tenía que ser un rumor o algo así. Ahora lo veía con otros ojos. Casi con admiración, pues, pese a todo, James seguía siendo sólo un niño de quince años… Y, cuando la mayoría hubiese intentado defender a su padre, o lisa y llanamente hubiese corrido a esconderse, él había decidido por sí mismo llevarse a la familia escondida en su casa para protegerla en medio del caos.
- Lo que hice no sirvió de nada – replicó, tomando una piedra pequeña del suelo para lanzarla lejos – La estúpida brigada me encontró en menos de veinte minutos, y el escape sólo hizo que todo empeorara.
- No digas eso, James… Estoy segura de que hiciste lo mejor que pudiste.
- Sólo sirvió para que mi padre enfrentara críticas peores… Ya sabes cómo son en la comunidad mágica. Dijeron que mis padres no debieron ser padres de nadie, que involucraron a un menor de edad en un delito, lo que demostraba su ineptitud para criar a cualquier persona… Fue el peor verano de toda mi vida.
- Lo lamento mucho – dijo poniendo su mano sobre el hombro del chico – Pero ya están absueltos, los Maloney y tu papá, y todo el mundo sabe la verdad.
- Sí, es verdad – dijo encogiéndose de hombros.
- ¿Y tú madre? ¿También peleó contra los aurores?
- ¿Mi madre? – preguntó confundido. Ella era la mujer más calma y adorable de todo el universo – ¿A qué te refieres? Es mujer.
Lily abrió los ojos como platos ante el comentario.
- ¿Y eso qué, Potter?
- Bueno, no puedes esperar que pelee, ¿o sí? Lo que se espera es que nosotros defendamos a las mujeres.
- ¿Por qué? – preguntó escandalizada. James iba tan bien hasta ese momento, cuando todo se destruyó.
- ¿Qué tiene de malo? – preguntó confundido - ¿Qué tiene de malo que queramos defender a una mujer?
- Por la forma en que lo estás diciendo, más que defenderla en un momento en particular, es como si estuvieras de acuerdo con que las mujeres no pueden hacer determinadas cosas que los hombres sí. Hasta donde yo sé, tu mamá asistió a Hogwarts y tomó exactamente las mismas clases que tu padre, Potter.
- No entiendo por qué te enojas por esto – replicó amurrado, cruzándose de brazos.
- No estoy enojada, simplemente me acabas de recordar uno de los motivos por el que me caes tan mal. Eres un machista. ¡Un machista hoy en día, Potter!
- ¡Yo no soy machista! Mi padre me enseñó a cuidar de las mujeres – replicó, como si esa fuera suficiente razón para todos sus dichos - ¿Qué tiene de malo hacerse él cargo de todo si es que se tiene la posibilidad de hacerlo? ¿No es mejor así? Mi madre está más que feliz de poder hacerse cargo del hogar y de los elfos domésticos, y vivir con tranquilidad.
La colorina se puso de pie indignada, dándose cuenta de que James efectivamente no se daba cuenta de lo machista que era, porque era algo que estaba completamente arraigado en él. Pero ella, aparte de ser una hija de muggles que esperaba siempre estar a la par de los demás magos, era una mujer que esperaba siempre estar a la par de los hombres. Era una feminista.
- Qué gran vida, Potter – contestó irónicamente – Quedarse en casa, dándole órdenes a los elfos domésticos.
- Vamos, Lily, sabes que no es eso lo que quise decir – replicó él, rodando los ojos – no exageres las cosas.
- ¿Sabes, Potter? Por un lado eres una de las personas más inteligentes, hábiles y con sentido de la justicia que hay, y luego eres un idiota arrogante, abusivo y misógino.
- ¿Qué demonios significa misógino?
- Significa que esta cita se acabó.
James terminó de contarles la historia a sus amigos, explicándoles cómo había ido todo de maravilla hasta la estúpida discusión sobre su madre, mientras los tres lo escuchaban con atención. Lo mejor de todo era que James, por primera vez, estaba tan indignado como la pelirroja, como si Lily se hubiese vuelto loca y le hubiera dicho todo eso injustificadamente.
- ¡Yo no soy un misógino, ni siquiera sé lo que eso significa! – gritó algo acalorado.
- Se les llama así a los hombres que odian a las mujeres y las tratan como basura. Usualmente se relaciona con los hombres mujeriegos – respondió Remus.
- Paso de Lily Evans – murmuró molesto - ¡Es una mujer feminista!
- ¿Qué mierda quiere decir eso? – preguntó esta vez Sirius.
- No tengo idea, pero no creo que sean las indicadas para mí – respondió James, todavía amurrado.
- Es la persona que cree en la igualdad política, socioeconómica y cultural de las mujeres y los hombres – volvió a responder Remus, mientras James lo miraba con los ojos entrecerrados.
- ¿Eso existe? ¡Increíble! – replicó Sirius dando un salto en la cama para levantarse - ¡Yo necesito una mujer feminista!
- Lily Evans es feminista – replicó James.
- No, Evans cree que es feminista – siguió su amigo – Pero aquí está la consecuencia real y directa del "feminismo". Mi tío Al me dijo que allá afuera, en Londres, hay mujeres que están tan decididas a ser independientes que se acuestan con los hombres sólo porque creen que tienen una necesidad física que llenar y al día siguiente lo despachan de una patada de la habitación… ¿Puedes creerlo? Pero no encontraremos feministas así en Hogwarts, Potter, sino del tipo de Evans. Por ende, es claro… ¡Tenemos que ir a Londres!
- Vamos a bajarle un poco el nivel a la parafernalia, ¿sí? – se metió Remus. Peter observaba todo como intentando entender – Lily tenía un punto, aunque también fue algo exagerada. Obviamente se sintió ofendida cuando le dijiste eso de quedarse en casa cuidando elfos.
- ¡Cómo sea! – replicó Sirius – Además, todavía no entiendo. Si Evans te despachó, ¿por qué pasaste la noche afuera? Hay algo que no nos estás contando, Jaime.
- Ah, sí…
James volvió a ponerse colorado ante la mención de Sirius, pero sabía que ya no podía ocultarlo.
- Bueno, después de lo de Lily estaba molesto… Así que regresé al Gran Comedor a buscarlos a ustedes, pero no había nadie.
- Yo ya había subido – respondió Peter.
- Probablemente yo estaba en las cocinas – dijo Remus.
- Y yo junto a Alex - dijo Sirius.
- Bien… Yo entré y… Divisé a Celine.
- ¡Celine! – replicaron los tres al mismo tiempo.
- ¿Y? ¿Te la tiraste? – preguntó el mayor de sus amigos, completamente serio e interesado – Potter, por favor dime que te desvirgaste con esa chica.
- Yo… Sí. Lo hice – respondió colorado hasta las orejas.
- ¡Lo ha hecho, señores! – gritó el moreno, dándole una fuerte palmada en la espalda a modo de celebración - Te felicito, Potter. Yo lo dije, cuando Evans te hizo esa estúpida apuesta hace unos días atrás. Te dije que te ibas a desvirgar con ella. ¿Ves que corretear detrás de la pelirroja no tenía sentido?
- Supongo que sí – balbuceó, rojo como si su cara fuese a explotar.
- Que me parta un rayo – murmuró Remus riendo – James se ha desvirgado con una francesa, un cuarto de veela. Hizo lo que tú querías, Sirius.
- A menos qué… - se metió Peter, antes de que su amigo replicara – Bueno. Sirius tampoco llegó a dormir anoche, ¿no es cierto?
- ¿Pasaste la noche con una medio veela? – preguntó James – Justo cuando creo que te voy a alcanzar, sales con algo así.
- No, Potter. Tranquilo – respondió el muchacho – De hecho, creo que lo que me pasó a mí fue mucho peor que lo que te pasó a ti con Evans.
- ¿Qué puede ser peor? – preguntó el licántropo.
La noche anterior, Sirius y Alex habían dejado el salón del baile para ir a caminar por el castillo mismo, el que estaba impresionantemente vacío, pues todos se encontraban en el salón principal o en los jardines. Además, Dumbledore había obligado al Barón Sanguinario a asustar lo suficiente a Peeves para que no arruinara la reputación de Hogwarts durante el baile. Así que no había ni rastro de él.
Sirius reconoció a sus amigos que tuvo uno que otro pensamiento deshonesto durante el paseo. Intentar besarla era lo mínimo que tenía pensado hacer, y para lograr su cometido, pensó en llevar a Alex a la Sala Común, o a la Sala de Menesteres, o incluso al enorme baño de prefectos del quinto piso. Pero, a la vez sabía que esta no era una chica cualquiera a la que podía engañar fácilmente para meterse en sus pantalones.
- Tú debes ser Sirius Black – dijo la voz de una mujer, de pronto. Ambos chicos se giraron para mirar, encontrándose con una mujer joven, de unos treinta años, rubia y con los labios tan rojos como su túnica, llevando una pluma y un pergamino en sus manos.
- ¿La conozco?
- Soy Rita Skeeter, periodista de la revista Corazón de Bruja. Mucho gusto – dijo estirándole la mano.
Sirius, que tenía su brazo entre lazado con el de Alex, y su otra mano en un bolsillo, no se molestó en devolverle el saludo pues, sabía muy bien de la fama de aquella mujer y no tenía intenciones de hablar con ella. Tras unos segundos, la periodista retiró su mano con una sonrisa fría y altanera.
- Veo que el alumno más famoso de Hogwarts ha conseguido la pareja más bonita para el baile – dijo, mientras su pluma daba un salto en el aire junto con el pergamino, y empezaba a escribir por sí sola - ¿Son ciertos los rumores, Sirius Black? ¿Eres realmente la oveja negra de la familia Black? Nuestras jóvenes lectoras están ansiosas por leerlo todo sobre los alumnos más célebres de Hogwarts.
- Lo siento, no tengo interés – dijo Sirius, haciendo el ademán de girarse para continuar su caminata con Alex.
- ¿Estás seguro de que esa es la respuesta que quieres dar? – preguntó Skeeter, en un tono más bien de advertencia.
- Escriba lo que quiera, señora.
La reportera sonrió, aunque estaba furiosa, y se fue de regreso al salón, para seguir entrevistando a otros alumnos célebres acerca del Baile de Navidad de Hogwarts. Buscó a James, aunque no lo encontró, y se dirigió a la mesa en donde se encontraba Regulus Black.
Mientras, los otros dos chicos continuaron su recorrido. Alex estaba bastante animada mirando todo, y particularmente encantada por los cuadros en movimiento.
- Así que… Tengo una pregunta – dijo Sirius, mientras notó que la chica le guiñaba un ojo a un caballero con armadura dentro de un cuadro que la saludaba - ¿Por qué aceptaste venir conmigo al baile, si no me conocías?
- Pensé que eras tierno – dijo sonriéndole, para luego seguir mirando cuadros a medida que subían una de las escaleras – Además, no muchos chicos son capaces de acercarse a mí… O cuando lo hacen, no son capaces de unir dos palabras.
- Ya veo.
- ¿Y tú? ¿Por qué escogiste invitarme a mí? Por favor, no me digas que fue porque soy bonita.
- Te lo diré, pero no te enojes conmigo, ¿de acuerdo? – Tras decir esto, la chica lo miró con mucha atención – Quería hacer enojar a mi hermano.
Alex sonrió mientras miraba hacia los escalones.
- De hecho, es refrescante escucharlo. Serías el primero que me invita por un motivo diferente a mi cara.
- Te entiendo perfectamente… Muchas chicas quieren salir conmigo usualmente porque soy un Black.
- Como la reportera esa, que quería saber de ti. ¿De qué se ha tratado? – preguntó. Su acento nuevamente encantó los oídos de Sirius, pero intentó sobreponerse - ¿La oveja negra de los Black?
- La familia Black es una de las familias más antiguas del Reino Unido… Una familia de sangre pura, completamente pura, que—
- Qué lástima – interrumpió, decepcionada – Pensé que eras diferente a la gente que acostumbro a conocer, y también eres otro niño de una familia de sangre pura y "real"—
- No te equivoques conmigo – replicó con rapidez – No me dijeron oveja negra por nada. La pureza de sangre no me interesa un demonio. Ni siquiera me llevo bien con mi estúpida familia…
- No me estás mintiendo, ¿verdad?
- No. Además… Pensé que Durmstrang sólo aceptaba sangre pura y tú asistes a esa escuela, así que—
- No. Durmstrang acepta sangre completamente mágica. Eso deja fuera a los hijos de muggles, pero todavía no restringen la entrada de alumnos con sangre mezclada o de otros como yo. Soy completamente mágica, pero… finalmente soy mitad humana y mitad veela. La mayoría de los estudiantes de hoy en día no están muy felices sobre eso… Por eso soy un poco estricta al respecto de idiotas arribistas de familias puras.
- No soy uno de ellos – volvió a asegurarle Sirius, aunque entendía bastante bien sus aprehensiones – Ahora entiendo porque dijiste que tus compañeros eran idiotas.
- La mayoría de ellos lo son… Pese a que las veelas son bastante comunes en nuestras tierras y en Europa del Este… Así como los nacidos de muggles en el Reino Unido… Aun así prefieren ser idiotas puristas al respecto.
- Como mi familia… - murmuró Sirius.
- ¿Son tan terribles, de verdad? – preguntó no muy convencida. Sirius entendió que la chica temía que el chico sólo estuviera exagerando las cosas para ganársela y no porque la entendiera realmente.
- Supongo que sí… Supongo que no les agrado demasiado desde un tiempo, así que me tratan como un extraño en mi propia casa. Hasta el jodido elfo doméstico me trata como uno. Mientras, tengo que escuchar su mierda de supremacistas intentando no decir nada y provocar un caos que terminará en un castigo para mí.
- ¿No les agradas? – preguntó confundida.
- Es un eufemismo para decir que probablemente me odian por ser todo lo contrario a ellos, y no esconderlo.
- Entonces… ¿Qué pasaría si tu… Te escapas?
Sirius se detuvo de la caminata y la miró fijamente. Esa idea había corrido muchas veces por su cabeza los últimos años, pero nunca había sido realmente enserio, sino más bien uno de aquellos pensamientos que tenía exclusivamente en momentos desesperados o de enojo, cuando era castigado o cuando se burlaban de él por alguna cosa bastante razonable que había dicho.
Y Alex lo proponía como si nada. Como si fuera lo más simple del mundo.
- Supongo que es más fácil decirlo que hacerlo – respondió con honestidad – Al menos mientras sea un estudiante sin trabajo que depende de ellos…
- Entiendo. Es la misma razón por la que no he dejado Durmstrang. No tengo medios para ir a otra escuela de magia aunque quiera… Mi familia con suerte puede cubrir los gastos ahora.
- Así que realmente odias Durmstrang.
- Estoy segura de que alguna vez fue una escuela genial, pero su visión ha cambiado demasiado en los últimos años… Los nuevos profesores son un poco extremistas. Especialmente desde que Igor Karkarov se convirtió en el sub director.
- ¿Karkarov? ¿Está aquí, en el castillo?
- Sí vino, pero prácticamente no lo he visto desde que llegamos. Es un fan de Voldemort. Además enseña Artes Oscuras… De una manera bastante más oscura que antes… Usualmente les dice a los alumnos como la revolución de Voldemort crecerá más y más con los años y saldrá del Reino Unido pronto… Para tomarse el resto de Europa, y eventualmente el mundo completo.
- Suena como un tipo agradable – respondió Sirius con sarcasmo.
- Le ha lavado el cerebro a medio alumnado, excepto a nosotras… Las descendientes de veela. Somos siete en total.
- Nunca conocí a una chica como tú.
- ¿Una medio veela?
- No. Una chica tan interesada en la causa.
- La causa… - repitió la chica, pensante – Si Voldemort se sale con la suya, no quiero pensar qué ocurrirá con nosotras. No nos van a asesinar como a los hijos de muggles o los traidores de la sangre… Pero nos rebajarán a un estado inferior, incluso peor que ahora. Algunos países hasta usan a las veelas como mascotas. ¿Qué podría esperar si Voldemort domina Europa?
- Nunca pensé en eso antes…
- O querrá usarnos, como un arma. Usará nuestros poderes y magia para hacer que hombres débiles hagan cosas por él. Una palabra de nosotras, usando un tono adecuado, podría hacer que un hombre haga lo que sea para agradarnos…
- Sí – aceptó, pensando en la maldición imperio que se había vuelto tan popular recientemente – Voldemort haría eso.
- Desearía poder hacerlo en todo caso… De alguna forma, usar mi magia… Pero contra él – dijo la chica. Sus ojos amarillos brillaron.
Sirius tragó saliva, sin decir nada. Fuera de sus tres mejores amigos, nunca había tenido una conversación así con nadie. Alex de pronto dejó de ser una medio veela a sus ojos para pasar a ser la mujer más interesante con la que jamás había hablado. Y durante la última media hora ya no se había sentido hipnotizado por su belleza innegable, sino por aquella pasión que tenía al hablar.
No lo pensó más, no le dijo nada, y avanzó decididamente para acortar el espacio que había entre los dos para besarla.
- No entiendo – interrumpió Peter, de regreso en la habitación – Dijiste que te había pasado algo peor que a James. ¿Qué fue? ¿La llevaste a la cama y resultó ser hombre? O algo por el estilo.
Sirius negó con la cabeza.
- No dormí con ella. Me pasé la noche entera conversando con ella.
Peter se rio burlesco, pensando que Sirius estaba molesto porque había fracasado en su meta de acostarse con la chica.
- ¿Te has enamorado de ella? – preguntó James, serio. Remus parecía mirarlo con la intención de preguntarle exactamente lo mismo - ¿Eso es lo terrible, no es así? Claro, para ti algo así lo sería.
- ¿Qué? ¿De qué me perdí? – preguntó Peter confundido.
- Anda, Potter – lo animó Sirius, con cara de pocos amigos – Búrlate de mí. Dijiste que algún día verías llegar este día y me molestarías.
- No quiero molestarte – le aseguró su mejor amigo, con sinceridad – Sólo… Estoy impresionado.
- Supongo que dentro de todo es mejor que haya pasado con esta chica, ¿verdad? Se va en unos quince minutos de regreso a su lado del charco y no volveremos a vernos nunca más, y… Todo será mucho más sencillo.
- Sirius… - llamó Remus - ¿Quieres no verla nunca más? Porque si no… No lo sé, puedes verla en ciertas ocasiones y enviarse cartas y—
- Lunático, por favor – se quejó - ¿Me ves a mí enviando cartas a una chica al otro lado de Europa? ¡Claro que no!
- ¿Entonces es todo? – preguntó James – Le dijiste adiós, ten una buena vida, ¿y has regresado aquí?
- Así mismo.
- ¡Pero no puedes! ¡Sirius, al menos ve y pregúntale su dirección! Quizás cambies de parecer luego y te arrepentirás el resto de tu vida de haber perdido contacto con la primera y única chica que te ha parecido importante.
- No lo sé.
- Anda – le ordenó Remus, en su suave pero firme tono usual – James tiene razón, Sirius. Se va a ir en quince minutos.
Sirius pareció reflexionarlo durante un momento, no muy convencido de los argumentos de sus amigos, pero finalmente decidió que tenían razón y que preguntarle la dirección, sólo por si acaso, no podría traer nada malo. Aunque no se escribieran… Aunque finalmente no volviera a verla, tener una forma de contactarla no le haría daño a nadie.
- Tienen razón – dijo mirando su reloj – Ya debe estar por irse.
- ¡Entonces ve! – le gritaron James y Remus, para animarlo.
Sirius dejó la habitación y se fue corriendo castillo abajo para buscar a Alex entre los alumnos de Durmstrang antes de que se fueran, mientras un confuso Peter miraba a sus amigos por una respuesta, y James y Remus compartían una enorme sonrisa algo cómplice. Sirius por fin había caído y estaba dentro del club del que tanto se jactaba que jamás se uniría.
Sin embargo, cuando Sirius llegó abajo y se asomó al patio de cemento fuera del vestíbulo, se encontró con que el barco de Durmstrang acababa de zarpar del enorme lago junto al castillo de Hogwarts, y se abría camino por éste justo antes de sumergirse y desaparecer. Había llegado tarde.
