N/A: Gracias todos los que leen Bienvenida a S.O.B LAUREANO! Y como siempre, a mi fiel comentadora, Evasis. ¿En serio pensaste que Sirius lo lograría primero? Yo no lo sé. Como James era el líder designado… Pero es cierto que J.K dijo que ambos eran igual de hábiles. Pronto aparecerán Canuto y Colagusano, pero en este capítulo aparecerá algo más. Espero que te guste.

15
El Mapa del Merodeador

Era la primera clase de Estudios Muggles tras regresar de las vacaciones de navidad, aquella mañana fría del día martes. Ahí estaba Sirius Black, de pie frente a la pizarra, contándole a todos sus compañeros por qué el lápiz grafito y el sacapuntas eran el mejor invento muggle.

Sus otros tres amigos estaban preocupados en otras cosas y no le prestaban atención como el resto de la clase. En realidad, las únicas que le prestaban atención eran las chicas de Ravenclaw que lo miraban con interés no por lo que hablaba, sino porque era guapo. La profesora Yusra Burbage estaba encantada de que alguno de sus alumnos se tomara tan enserio su materia.

James dejó de escucharlo tan pronto como dijo la palabra "grafito", pues le traía malos recuerdos de su último encuentro fallido con Lily Evans. Además, estaba en las nubes y no podía concentrarse en nada aparte de su transformación en animago.

- Y por eso creo que deberíamos proponer a la administración remplazar las estúpidas plumas por estos lápices muggles – terminó de decir para regresar a su banco.

Las chicas de Ravenclaw aplaudieron al igual que la profesora Burbage, mientras sus mejores amigos se burlaban de él. Un alumno de la casa contraria se puso de pie para continuar la ronda de disertaciones. Llevaba un enorme y pesado artefacto cuadrado con dos antenas de metal.

- Muy interesante, señor Black – susurró James con ironía – Nunca había oído tanta mierda irreverente en toda mi vida.

- Yo personalmente estoy de acuerdo contigo, Sirius – dijo un mucho más comprensivo Remus – Untar la pluma en tinta a cada rato es una pérdida de tiempo.

- Lo siento, pero tengo cosas más importantes de las que preocuparme ahora que este ramo inútil.

- ¿Te crees muy importante ahora que te transformaste? – replicó Sirius burlesco – Porque Peter y yo tomamos la misma poción, que te recuerdo, hicimos juntos. Así que es sólo cosa de tiempo hasta que—

- Ya, ya, no sé por qué te pones a la defensiva.

A gusto de Remus, James sí estaba realmente insoportable. Había llegado insoportable desde sus vacaciones, pero era incluso peor desde que se había transformado en un ciervo la noche anterior. Era como si de pronto se hubiese convertido en alguien intocable, y no hacia la excepción ni siquiera con ellos. Sirius lo hacía notar cada vez que podía. Él no decía nada y Peter todavía lo perseguía con admiración.

- Piensa esto, James – continuó Sirius – Si lográramos que Hogwarts implemente los lápices muggles obligatoriamente, ¿no sería genial ver la cara de los Slytherin?

- Quizás – contestó sin prestarle demasiada atención. Estaba preocupado dibujando un enorme ciervo cornado en una esquina de su pergamino.

Remus le dio una palmada en la espalda a su ignorado amigo y la clase siguió sin mayores percances.

Pero esa aura de tranquilidad no duró demasiado, pues, la venganza de Mulciber por su nariz rota no se hizo esperar. Durante la hora de almuerzo los cuatro amigos salieron a los terrenos del castillo para que nadie los escuchara conversar sobre sus transformaciones en animales, cuando fueron arribados por el grupo de Slytherin.

- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Quieres que te empareje la nariz? – preguntó el chico de cabello azabache y gafas.

- ¿Para qué tan agresivo? Yo que venía a traerte un regalo. Mira – dijo buscando algo en su mochila – Lo vi y fue imposible no pensar en ti y en tus amigos.

El alumno sacó una especie de revista de su bolso y se la tiró al grupo de chicos, esperando tranquilamente para ver su reacción. Avery y Rosier, que se encontraban con él, hacían lo mismo junto a él.

Era un diario especial. Un diario oscuro. Un diario creado por y para gente como ellos. Detallaba noticias y los últimos avances en la limpieza de la sangre. En la portada aparecía una fotografía en movimiento de una quema de varitas y otros utensilios mágicos. La noticia señalaba con orgullo que finalmente les habían quitado sus propiedades mágicas a "los impostores" que se hacían pasar por magos.

Pero sí eran magos… Sólo que eran hijos de muggles. James no pudo evitar pensar en Lily, con su corazón apretado. ¿Serían capaces de quitarle su varita a una bruja tan maravillosa y diestra como ella? ¿Cómo alguien podía ser capaz de seguir con ese montaje de fingir que personas llenas de magia como ella, no eran magos?

Se puso de pie, furioso. Remus lo empujó de regreso al suelo. Fue la primera vez que hacía algo así, pero tenía que impedir que su amigo se peleara a golpes de nuevo y terminaran por expulsarlo.

- Salgan de nuestra vista – dijo el licántropo – Salgan de nuestra vista ahora.

- ¿Preocupado, Lupin? – preguntó Rosier con sorna - ¿Preocupado de que llegue hasta aquí? Supongo que Gryffindor y Hufflepuff serán las casas más perjudicadas con la limpieza—

- Dumbledore jamás permitirá que lleguen hasta aquí – se metió Peter.

- Oh, claro. Aunque, no puedes esperar que Dumbledore esté aquí para siempre. Muchas cosas podrían ocurrir - dijo Mulciber inocentemente.

- ¿En serio, Mulciber? – se metió James mientras cerraba sus puños - ¿Tan mal están las cosas que sugieres abiertamente que algo le podría pasar a Dumbledore?

- Yo no he dicho nada.

- Te agradezco el regalo, Mulciber – dijo Sirius guardándose la revista en un bolsillo – Lamentablemente tenemos que irnos a Encantamientos. Adiós, adiós, primores.

La pandilla se fue aburrida tras verificar que no habían logrado provocar lo suficiente a los merodeadores.

- ¡¿Por qué hiciste eso?! – le gritó James a Remus.

- Porque no necesitas llegar a los puños de nuevo y que te expulsen. No seas tonto, James. ¿No te das cuenta de que eso es exactamente lo que estos idiotas vinieron a buscar? Y tú ibas a caer.

- ¿Por qué guardaste ese estúpido diario? – le preguntó Peter a Sirius.

- Me voy a suscribir, de hecho. Quiero saber todos los pasos de Voldemort y sus seguidores, ¿y qué mejor forma que esta?

- ¿No se te revolvió el estómago de rabia al verlo? – preguntó James.

- Sí, pero es mejor saber que no saber.

- La cosa está peor de lo que imaginábamos. Cuando esto se salga un poco más de control va a ser peligroso tener pelmazos como Mulciber en el colegio. Gente que introduce y lee este tipo de cosas – dijo Remus.

- No tenemos que quitarles un ojo de encima – sugirió Peter.

- Es más fácil decirlo que hacerlo – dijo James – El castillo es demasiado grande y no podemos seguirlo a todas partes ni entrar a la Sala Común de Slytherin.

- Bueno, diseñemos un método para tenerlo vigilado entonces – dijo Remus – Diseñemos… Qué se yo, un mapa o algo así… Un mapa mágico… Un mapa que muestre dónde está Mulciber, todo el día.

James y Sirius lo miraron como si Remus acabara de tener la idea más impresionante e inteligente en la historia de la magia. Un mapa mágico que mostrara a todos los alumnos y profesores, o en general cualquier ser humano dentro de todas las plantas del castillo no sólo era increíble para espiar sino también para evitar cualquier plan temible de los alumnos simpatizantes con los mortífagos.

- Mierda, Remus, eres brillante – dijo James dándole una palmada en la espalda.

- A veces – respondió el chico encogiéndose de hombros.

Después de terminar la jornada de clases, los cuatro chicos regresaron a la Sala Común en donde se encontraban ya al menos una veintena de alumnos. Se reunieron en un rincón, tomando una mesa redonda para ellos, para discutir sus ideas sobre la revista mágica de Mulciber y cómo poder crear el mapa que Remus había sugerido. Pero algo así resultaba muy difícil para el nivel de estudios que ellos tenían.

- Creo que es demasiado – dijo el menor de los chicos, tratando que su honestidad no fuera callada con burlas – Lo de los animagos ya fue demasiado arriesgado. Para serles sincero, ni siquiera pensé que iba a dar resultado. Y ahora me estoy muriendo de miedo. Pero, ¿además crear este mapa? Dudo que podamos hacerlo…

- ¿Por qué te estás muriendo de miedo? – preguntó James sorprendido.

- ¡De verdad no creí que fuera a funcionar cuando accedí a hacerlo! Y ahora… Como Sirius dijo, debería ser cosa de tiempo para que nos transformemos. Yo… Dije que sí para que se quedaran contentos… Ustedes hicieron todo el trabajo por mí con la poción y los hechizos… ¿Se dan cuenta de que si alguien sabe que somos animagos ilegales nos enviarán a Azkaban? ¡Irnos a Azkaban!

- Por Merlín, cállate – reclamó Sirius – Peter, deja de ser tan dramático todo el tiempo. Nadie tiene por qué saberlo. Siempre estás pensando en lo peor. Siempre piensas que nos van a descubrir, que nos van a castigar, hasta que te vas a morir. ¡Nadie lo va a saber!

- Pero si alguien lo sabe—

- Nadie lo va a saber – repitió James con toda tranquilidad, cruzándose de brazos – Relájate, Peter. Es verdad que te estresas demasiado por todo. Ahora, volviendo al tema, esto de la revista podría ser útil. Sirius tenía razón… El Profeta no informó sobre esto, miren: "Familia de muggles asesinada en Dufftown. La marca tenebrosa flotó majestuosa durante al menos tres horas antes de que una brigada del Ministerio llegara".

Lily acababa de pasar por el túnel del retrato de la Dama Gorda después de una ronda de patrullaje por los pasillos. Cada día que pasaba, Remus hacía menos sus deberes como prefecto. No le molestaba en lo absoluto, pero intentaba cubrirlo para que McGonagall no se diera cuenta.

Se acercó a ellos a paso decidido. Sí, le disgustaba tener que si quiera mirar a James, pero necesitaba darle a Sirius una noticia importante. Durante sus vacaciones se le había ocurrido cómo encantar la moto permanentemente para que volara, pero necesitaba comprobarlo. El chico iba a estar contentísimo cuando supiera.

Pero cuando se acercó, antes de que ellos se dieran cuenta, escuchó una conversación sin querer.

"¿Qué pasará si Voldemort se hace con el Ministerio? Quizás Mulciber tenga razón y le quiten sus varitas a los nacidos muggles" susurró Remus y James le respondió "Dumbledore jamás lo permitiría. Se tomaría Hogwarts por el bien de los alumnos…".

- ¿De qué… están hablando? – preguntó Lily pausadamente, aunque lo sabía perfectamente. Su intuición se encendió como una alarma roja girando.

- ¡Evans! – dijo Sirius con sorpresa, e intentó cambiar el tema rápidamente – Que bueno que llegas porque me muero de hambre, ¿tienes comida? Mataría por una rana de chocolate. Tráeme una rana de chocolate, por favor.

- Escuché lo que estaban diciendo. Soy hija de muggles. Exijo que me digan lo que está pasando, ahora.

- Shhhh – la hizo callar James– La idea es que nadie más se entere, Evans. Guarda silencio.

- Si no quieren que nadie más se entere, ¿Cómo se les ocurre hablarlo en medio de la Sala común?

- La pelirroja tiene un punto – dijo Sirius – Vamos a nuestro dormitorio.

- ¡Pero quiero que me digan! – protestó la chica.

- Entonces… Tendrás que ir al dormitorio – respondió encogiéndose de hombros.

El dormitorio de chicas era limpio y ordenado, decorado con cortinas de colores y en general, muy femenino. Por un hechizo mágico habían logrado que oliera constantemente a lavanda como si fuera primavera permanentemente. El dormitorio de los chicos no era así para nada. Prácticamente no se veía el suelo, cubierto de ropa sucia, pergaminos y hasta comida. El olor que había en esa pieza era lo más similar a la muerte de la primavera, pensó Lily.

Agitó la varita y todas las camisas comenzaron a separarse automáticamente entre las sucias y las limpias. Las sucias se apilaron en un rincón mientras las limpias se doblaron y se guardaron solas en los armarios. Las cajas de dulces y chocolates regresaron a su lugar guardándose en cajones y los pergaminos se doblaron y regresaron a los bolsos y mochilas. Las ventanas se abrieron de par en par para ventilar la habitación. Parecía que era la primera vez que alguien limpiaba ahí desde el inicio del curso en Septiembre.

- 5 puntos menos para Gryffindor – dijo Remus con pesar – McGonagall nos tiene prohibido limpiar esta pieza con magia.

- ¿Qué? ¡Pero no lo sabía! – dijo Lily – 5 puntos más para Gryffindor.

- ¡Pelea de prefectos! – dijo James fingiendo emoción.

- ¿Van a decirme lo que saben o no?

La siguiente hora los chicos le explicaron lo de Mulciber a Lily y posteriormente compartieron sus opiniones al respecto y escucharon las de ella. Ninguno de los amigos era sangre sucia como lo era ella, así que sus pensamientos al respecto fueron muy bienvenidos. A pesar de que los comentarios irónicos y los insultos inteligentes entre ellos no pudieron ser dejados de lado en la conversación, fue una de las más animadas y cómplices que pudieron tener con Lily.

- Le preguntaré a Severus… No me va a negar información a mí. De seguro escucha muchas estupideces en la Sala Común de su casa – anunció la chica después de un rato.

- De seguro él también las dice – murmuró Peter por lo bajo. Todos menos Remus y Lily rieron ante el comentario.

- Sev no es así – aclaró la colorina frunciendo el entrecejo – Podrá ser muchas cosas… Pero no es un maldito discriminador lleno de odio con tendencias sociópatas.

- Para no ser uno, se junta con varios de ellos – dijo James.

- Creo que es hora de que me vaya – dijo la chica poniéndose de pie con molestia – Ah, casi me olvidaba… Sirius, te venía a buscar a ti.

- ¿A mí? ¿Por qué?

- Te iba a decir que fuéramos a la Sala de los Menesteres… Se me ocurrió una forma de hechizar tu moto y quería—

No alcanzó a terminar y Sirius ya se había puesto de pie de un salto y se encaminaba hacia la puerta.

- ¡Pero, hey! – lo llamó la chica – Ya no. Se nos fue el tiempo en esto… No podemos salir a esta hora.

- ¡No bromees, Evans! Eres prefecta y a mí no me importan las estúpidas reglas de este colegio – dijo, con una hermosa sonrisa radiante de felicidad - ¡Vamos ahora! ¡No podré dormir si no!

- Bueno, supongo…

Lily pareció reflexionar un segundo mientras James miró a su mejor amigo como si ir con ella fuera como traicionarlo, pero no había nada que pudiera hacer. Sirius ya se estaba colocando una chaqueta, emocionado como un niño pequeño en Navidad. Ambos alumnos salieron por el túnel del retrato ante la mirada interrogante de varios alumnos que aún se encontraban en la Sala Común.

Sólo minutos después los dos jóvenes magos entraron a la Sala de los Menesteres en donde se encontraron con torres interminablemente altas de cachivaches y objetos apilados. En el centro, aún tapada con una sábana blanca, se encontraba el bulto de la moto de Sirius.

- Es el momento de la verdad… - dijo la chica apuntando la motocicleta con su varita.

Recitó un encantamiento que Sirius nunca había escuchado en su vida, y un haz de luz azulado salió desde la punta hasta ella. Nada ocurrió.

- ¿Lo conseguiste…?

- Sólo hay una forma de saberlo – replicó ella, encogiéndose de hombros.

Ambos se miraron nerviosos y en silencio. Sirius estaba ansioso, pero esto también significaba algo importante para Lily. Ese nivel de encantamientos estaba muy por sobre el nivel de ella, de hecho, de Hogwarts. Era magia que hacían funcionarios especializados de ciertas áreas del Ministerio.

El chico se sentó en la moto con parsimonia y se inclinó ligeramente hacia delante. Puso sus manos sobre el manubrio con total delicadeza. Por un minuto Lily creyó que Sirius acercó su oído para escuchar a su moto, como si tuviera algo que decir, pero en verdad sólo quería escuchar como ronroneaba el motor después de encenderla. El chico se giró hacia ella.

- ¿No vas a venir?

- ¿Yo? – preguntó sorprendida.

- No, los Duendecillos de Cornualles que hay allá al fondo – replicó irónico - ¡Por supuesto que tú!

- Está bien, supongo… - dijo subiéndose en la parte de atrás - ¿Sabes manejar esta cosa, verdad?

- No, pero… ¿Qué tan difícil puede ser?

No le dio tiempo para replicar nada en contra y mucho menos para bajarse y aceleró.

La chica soltó un ligero gritito de miedo mientras se agarraba con más fuerzas a medida que la motocicleta aumentaba su velocidad y de pronto ocurrió. Miró de re ojo como se elevaban entre medio de las torres de objetos apilados. En el despegue sin querer pasaron a llevar una que se desplomó metiendo muchísimo ruido. Lily escuchó a Sirius reír con una carcajada, como un niño, y se relajó mientras volvía a acelerar aún más. Lo había logrado de verdad, estaban volando en medio de la Sala de Menesteres.

Después de dar una vueltecita mientras Sirius se acostumbraba a manejar la moto, con un par de momentos críticos que hicieron que Lily casi escupiera su corazón por la impresión, bajaron suavemente y se estacionaron en medio del lugar. Había sido adrenalínico y entretenido incluso para alguien como ella que no disfrutaba de ese tipo de cosas.

- ¡Lo hiciste, Evans! – gritó, una vez de pie nuevamente - ¡De verdad lo hiciste!

- No puedo creerlo… ¡No puedo creer que acabamos de volar por la Sala de Menesteres!

- ¿Sabes cuántas reglas rompiste? – preguntó riendo.

- Parece que juntarme con ustedes me hace pésimo, ¿eh?

- Yo creo que te hace más genial.

Volvió a tapar la motocicleta con la sábana, con el corazón todavía latiéndole a mil por hora. Estaba eufórico… En las nubes. ¡Su moto volaba! No podía ocuparla todavía en Hogwarts pero lo haría, eventualmente. La sacaría de allí y daría paseos interminables mirando todo desde el aire. ¡Hasta podría irse a recorrer el mundo en ella, como siempre había querido!

- Nunca había estado tan feliz en mi vida, Evans – le confesó sonriendo – De verdad. Te debo una. Gracias, Lily.

- De nada – respondió ella complacida al ver lo feliz que estaba su amigo.

- Eres brillante – dijo Sirius y estuvo a punto de abrazarla de nuevo pero en vez de eso partió corriendo hacia la puerta.

- ¿A dónde vas? – preguntó Lily

- ¡A contarle a los chicos! – gritó con una sonrisa de oreja a oreja, antes de perderse al otro lado del umbral.