N/A: ¡Gracias a todos los que leen y siguen! Y a Evasis, por comentar como siempre (¡Gracias!). No hice la conversación de Lily y Snape porque ya tenía escrito el capítulo :c perdón, pero… De igual forma, no creo que te hubiese gustado esa conversación, como podrás leer a continuación.
20
Colagusano
- Cuando lo vea, lo voy a matar.
James no dejaba pasar lo que Snape le había hecho y se levantaba cada mañana con esa amenaza de muerte. Pero el chico de Slytherin era tan inteligente como él y no había creído ni por un segundo que su pequeña maldición oscura iba a salir impune. No. Snape sabía que con eso había provocado a su enemigo natural dentro de Hogwarts y que este buscaría venganza.
Como si fuera él quien tenía un mapa mágico, se las arregló muy bien para no toparse a James o a cualquiera de sus amigos en ningún lugar del castillo, exceptuando aquellos lugares o situaciones en donde era inevitable verlo pero a la vez, donde siempre se hallaba rodeado de gente o bajo la mirada de algún profesor, como ocurría en las clases o en el Gran Comedor.
Cada vez que James lo veía, especialmente cuando compartía el mismo techo sobre él, sentía una furia incontenible que prácticamente le nublaba la vista. Y la razón también, por cierto, porque felizmente era capaz de ir a golpearlo incluso cuando era posible que lo descubrieran y castigaran por eso, pero por suerte tenía a sus amigos para contenerlo y evitar que realizara su venganza en un mal momento.
Esa mañana se encontraban desayunando, cruzando miradas con Snape que se reía algo burlón desde la mesa de Slytherin. Ya estaba por ponerse de pie cuando Peter le colocó su mano sobre el hombro.
- McGonagall dijo que te expulsará – le recordó.
- Por eso Snape te ha atacado. Sabe que no podrás tocarlo – dijo Remus.
- Ya va a llegar mi momento – aseguró con rencor.
Febrero había llegado con menos frío que el mes anterior, pero con algo más de lluvias. Y otra cosa que había llegado aquella mañana, en la correspondencia, era la invitación de una nueva fiesta del Club Slug. El profesor Slughorn llevaría a cabo una fiesta por el día de San Valentín y animaba a todos sus selectos invitados a ir con una pareja.
Cuando el chico de gafas levantó la mirada de su pergamino, se encontró con la cálida imagen de Remus besando a Mary McDonald a modo de saludo, para sorpresa de la mayoría de los presentes en Gryffindor (y alumnos chismosos de otras casas). Sirius fingió que estaba vomitando, para molestar a su amigo.
Al rato llegó Lily, y James fue de inmediato a sentarse junto a ella.
- No, Potter, no voy a ir contigo a la fiesta de San Valentín – dijo rápidamente y sin mirarlo mientras escogía qué iba a servirse de desayuno.
- Yo ni siquiera iba a—.
- Hablé con Severus y dijo que sólo se había defendido cuando te lanzó esa maldición.
- ¡Claro que no! – replicó indignado, pero su historial de ataques no lo respaldaba demasiado.
- ¿Seguro que no, James? – preguntó mientras levantaba una ceja involuntariamente debido a su incredulidad –. Porque si mal recuerdo, del cien por ciento de las veces que te he visto haciéndole algo a Severus… El cien por ciento ha sido provocado por ti.
- Sí, pero en este caso fue completamente desproporcional—.
- Es difícil creerte, Potter.
James se cruzó de brazos, amurrado como un niño pequeño. Él sólo había ido a decirle a Lily que le deseaba un feliz cumpleaños atrasado y se encontraba con esa injusta acusación. Ella le creía en todo a Snape… ¡Una de las personas en las que menos se podía fiar! Estaba seguro de que algún día Lily se daría cuenta de la clase de persona que era. Pero lamentablemente siempre se las ingeniaba para quedar como una víctima y él como el malo.
La pandilla se dirigió a la clase de Encantamientos junto a los alumnos de Hufflepuff. El profesor Flitwick ya había comenzado a decir, al inicio de cada clase, qué cosas eran importantes para los T.I.M.O, pero los chicos no le prestaban mucha atención, demasiado entretenidos haciéndose bromas y riendo por lo bajo, cuando Peter tuvo una repentina baja de presión.
- Te digo que fue ese queso con hongos que comiste por la mañana – murmuró Sirius.
- Pero si estaba bien – dijo Peter, pálido como un papel y sudando frío -. ¡El queso se come con hongos!
- Entonces, si bien el hechizo los ayudaría a realizar este maravilloso… - se escuchaba de fondo la voz del enano profesor.
- Me siento mal, me siento mal – balbuceó Peter cuyo color continuaba descendiendo de tonos.
- ¡Anda al baño, hombre! – le gritó James pegándole un manotazo en la cabeza.
- Señor Potter, guarde silencio – dijo el profesor y luego continuó –. Es muy probable que si este encantamiento saliera erróneo, los daños…
- Voy a vomitar – se lamentó Peter, completamente histérico –. voy a vomitar.
- ¡Que vayas al baño, por Merlín! – le dijo Remus, pero era demasiado tarde.
Peter miró hacia el pequeño pasillo que se formaba en medio de la sala entre los pupitres y vomitó a vista y paciencia de todos los presentes que se unieron para lanzar una exclamación de asco, algo que sonó como un largo ¡Eww!. El profesor Flitwick se debatía entre mostrarse en extremo comprensible e ir a ver qué le ocurría a su alumno, y quedarse en su taburete por el asco cuando Sirius comenzó a hacer arcadas por la repugnancia que sintió al ver el vómito de Peter en el suelo, pero luego tuvo una brillante idea.
- ¡Son los síntomas! ¡Deben ser los síntomas!
Incluso sintiéndose horrible, ante esa expectativa Peter se mostró un poco más tranquilo durante unos segundos, hasta que la idea de tener que pasar por la transformación y el pánico de que lo descubrieran llegó como una nube de ansiedad que le nubló todos los demás pensamientos.
- ¡Señor Pettigrew! – llamó el profesor -. ¿Qué le ha pasado?
- Está enfermo, profesor – explicó Remus rápidamente.
- Así veo… Será mejor que vaya a ver a Madame Pomfrey, señor Pettigrew. Yo lo acompañaré—.
- ¡No! – dijeron James y Sirius al mismo tiempo, temiendo que Madame Pomfrey se diera cuenta de que aquellos síntomas no eran de un simple dolor de estómago, sino de algo más, aunque ni siquiera supiera con exactitud lo que era…
- Quiero decir… - continuó James, para que el profesor no sospechara nada -. ¡Pronto serán los T.I.M.O! Si se va, nos dejará a todos sin conocimientos demasiado importantes para nuestra formación académica.
- Invaluables – apoyó Sirius, fingiendo total seriedad.
- Peter sabe perfectamente el camino a la enfermería. ¿Verdad, Peter? – preguntó dándole un codazo.
- Verdad – dijo poniéndose de pie, empujando su pupitre estrepitosamente que se arrastró por el suelo –. Voy… Ya voy… ¿A la enfermería?
- A la habitación – le susurró el licántropo, rodando los ojos.
- De acuerdo… ¡Fregoteo!
El profesor hizo un movimiento simple de varita y los restos del vómito de Peter desaparecieron y el suelo quedó reluciente una vez más. Retomó la clase como si nada, y así lo hicieron el resto de los alumnos, menos los tres amigos que se quedaron ligeramente preocupados por el menor de ellos. ¿Y si se transformaba solo en la habitación?
Pero nadie estaba más preocupado que el mismísimo Peter, quien todavía temía (y siempre lo haría) que lo descubrirían y enviarían a Azkaban por ser un animago ilegal. Se lanzó a la cama intentando dormir un poco, porque de verdad se sentía nauseabundo, pero los pensamientos pesimistas lo atacaban y no lo dejaban relajarse. ¿Y si le dolía? Esa pregunta le importaba mucho más que saber qué tipo de animal iba a ser.
En realidad nunca había deseado convertirse en un animal como sus otros dos amigos… Pero era por Remus. Es por Remus, se repitió, intentando convencerse.
En el descanso llegaron sus amigos con rapidez para no dejarlo solo y para animarlo a intentar transformarse. James y Sirius le dieron consejos… Cómo lo habían hecho ellos, qué tipo de orden se habían dado, cómo se habían concentrado e intentado no pensar ni escuchar en nada más que sus propias consciencias para conectarse con su animal interior.
- Estoy seguro de que es pura basura, Pete – dijo Remus riendo –. Estos dos no tenían idea de lo que estaban haciendo, así como tú ahora.
- Bueno, sí… - reconocieron ambos.
- Sólo relájate y ve que ocurre. Si no ocurre nada, pues no importa.
- Ya, pero no se burlen de mí si mi animal es algo estúpido.
- ¿Algo estúpido como qué? – preguntó Sirius.
- No sé, como una zarigüeya o algo así.
- No sé qué es una zarigüeya, pero no te debería preocupar eso. Después de todo el simple hecho de que te conviertas en un animago ya es genial y más de lo que cualquiera a nuestra edad podría decir – lo animó James.
- Además, esto es como cuando te escoge una varita – explicó Remus encogiéndose de hombros –. Tiene un motivo. El animal te escoge a ti, no al revés. Sólo debes aceptarlo.
Peter asintió algo nervioso. Sus manos transpiraban, pero pensaba que aplazarlo podía ser incluso peor, ya que las náuseas no se iban. Se concentró pero parecía que sus preocupaciones eran lo que retenía lo que fuese que estaba a punto de pasar… Intentó relajarse y concentrarse, tal y como le habían aconsejado sus amigos.
Ya se sentía extraño incluso antes de tratar de convertirse. Sentía un pequeño zumbido en su cabeza que no era molesto ni doloroso. Se dio la orden, de la forma en que creyó que se hacía, y de pronto sintió un movimiento vertiginoso en su propio cuerpo y sintió como si todos sus órganos del cuerpo estuviesen moviéndose. Pero no, en realidad, se estaban achicando o adaptando a su condición nueva.
Era una cosita pequeña. Cuando abrió los ojos, divisó los pies y la parte baja de las piernas de sus tres amigos. Sabía perfectamente que era una rata, y se transformó inmediatamente de regreso a su forma humana, sintiéndose completamente decepcionado y algo avergonzado.
Sus amigos, en cambio, estaban tan felices como lo habían estado en las otras dos transformaciones. Lo felicitaban y le daban palmaditas en la espalda.
- ¿Por qué tienes esa cara? – preguntó James.
- Soy una rata, ¿verdad?
- Sí, una rata de cola larga – corroboró.
- ¡Es horrible!
- ¡Claro que no! ¿De qué hablas?
- Sí. Es horrible, es pequeña y es prácticamente inservible.
- No, no es así para nada – se metió Remus, intentando darle ánimos –. Eres más útil que James y Sirius, si lo piensas. Son animales grandes que llaman la atención. Pero tú podrías hacer cosas con las que nosotros jamás podremos soñar. Puedes escabullirte por aquí mismo, por el castillo. Podrías entrar al despacho de Filch.
- ¡Puedes entrar a cualquier parte y abrirnos desde adentro! – dijo Sirius emocionado.
La emoción era tan genuina que Peter se dio cuenta de que sus amigos no lo decían sólo para subirle el ánimo, y el simple hecho de saber que podía ser útil, hizo que reconsiderara lo que acababa de decir. Era cierto… Su tamaño le otorgaba una especie de poder que nadie más tenía. No sólo sus amigos, probablemente nadie en todo el castillo. Incluso fuera del castillo tendría una enorme utilidad.
- ¿Qué hay de tu vista? – preguntó el líder del grupo.
- Definitivamente voy a tener que acostumbrarme…
- ¿Por qué?
- Es completamente diferente… Es todo azul, con un poco de amarillo y… Puedo ver bastante lejos eso sí, como profundidad. Pero, a la vez… Algo borroso.
- Ultravioleta – dijo el licántropo –. Podrás ver cosas que nosotros no. Especialmente en el bosque.
El comentario pareció volver a alegrar al chico.
- Somos como un equipo, Pete – le dijo Jame sonriendo –. No tenemos que ser los tres un animal parecido o del mismo tamaño. Es mucho mejor así.
- Supongo que sí…
Pusieron aprueba lo que habían dicho, y a la noche siguiente se escabulleron por el retrato de la Dama Gorda después de la medianoche, cuando ya nadie quedaba en la Sala Común. Afuera llovía torrencialmente, lo que ayudaba a amortiguar el sonido de sus pisadas por los corredores de piedra, pero a la vez les dificultaba escuchar si venía alguien.
Llegaron a la entrada del despacho de Filch y Peter se transformó nuevamente en una rata de cola larga, buscando un lugar para colarse dentro de la pequeña habitación a pesar de que estuviera cerrada con llave por dentro. Después de un rato tuvo éxito en su cometido y pudo abrirles la puerta a sus amigos, que con la ayuda de la Capa de Invisibilidad, pasaban desapercibidos.
- Ya no habrá nada que Filch pueda esconder de nosotros – comentó James, mientras se sacaba la capa de encima y observaba todos los objetos confiscados.
La mayoría de las cosas eran sin embargo "cosas de niños". Sortilegios y objetos para jugar bromas sencillas e inocentes, algunos petardos mágicos y grajeas de pimienta. Se preguntaban qué hacía el celador con todos esos objetos una vez que los confiscaba, porque difícilmente a alguien le interesaría tener esas cosas guardadas para siempre…
- ¡Vaya! ¡Miren esto! – exclamó Sirius algo emocionado.
Los tres fueron rápidamente hasta donde se encontraba el alto y corpulento chico haciéndose ideas muy distintas de qué era lo que podía haber encontrado. Cuando lo vieron sosteniendo un libro pesado y viejo sobre sus manos, se sintieron igualmente decepcionados, pero se quedaron a ver qué era de cualquier forma.
- ¿Qué? ¿Qué es?
- La lista de muertes ocurridas dentro de Hogwarts.
- ¿Muertes? – preguntaron James y Peter interesados.
- Es extraño pensar que alguien ha muerto aquí mismo – dijo Peter, acoplándose al hombro de Sirius para mirar por sobre él.
- Ocho muertes en total – leyó el chico –. "Grisma Gupra, 1272, muerte trágica tras desprenderse la espada de una armadura sobre su cabeza. Johann Lundquist, 1341, muerte en duelo contra otro alumno. El otro alumno terminó con un ojo convertido en piedra amatista".
- ¿Estás seguro de que todo esto es real? – preguntó James intentando no reír.
- "Nicholas Vane, 1699, muerte por inmersión en el lago". Esa es más creíble, ¿no? ¡Eh, mira! Cuthbert Binns… ¿El profesor Binns murió aquí?
- Claro, ¿no lo sabías? – respondió Remus –. No los dijo él mismo, una vez que le regaló un cromo a James.
- Sí, cuando le dije que no quería dar la prueba porque me sentía mal, y él dijo que ni siquiera la muerte lo había detenido de cumplir con sus responsabilidades. Y luego, me regaló ese cromo para que me sintiera mejor… No lo tenía.
- ¿A quién le importa Binns? – reclamó Peter –. Quiero saber quiénes son los otros.
- "Rosalind Ness, 1880, muerta mientras dormía" – volvió a leer -. ¿Habrá sido una profesora?
- Probablemente – replicó James, quien ya estaba comenzando a perder el interés ante la falta de muertes intrigantes, morbosas o entretenidas.
- Miren esto… Las últimas tres personas murieron casi al mismo tiempo.
- ¿De verdad? ¿Cuáles fueron las causas?
- "Myrtle Warren, 1943. Encontrada muerta en el baño del segundo piso".
- ¡Myrtle la llorona! – exclamaron los cuatro al unísono.
- Es difícil imaginarla como una alumna normal de Hogwarts, ¿cierto? – comentó Peter –. Y quedó como un fantasma igual que Binns. Supongo que nadie quiere irse de este castillo.
- Ese mismo año murió un tal Benjamin Slater, de Hufflepuff. "Su cuerpo fue encontrado sin vida en el Bosque Prohibido, presumiblemente doce horas después de su deceso. Ningún rastro de magia fue encontrado, por lo que se atribuye a una criatura salvaje".
- Es bastante raro que no descubrieran quién mató a ninguno de los dos, ¿no? – dijo Remus.
- Y la última es una tal Josephine Chaudry, 1944.
- ¿Qué le ocurrió a ella?
- "Dio un salto al vacío desde la Torre de Astronomía, la media noche del 7 de junio. Suicidio" – leyó el moreno.
Tras finalizar su lectura los cuatro chicos se quedaron en silencio, como reflexionando. Nadie se imaginaba la idea de que alguien en Hogwarts, en medio de la adolescencia, decidiera terminar con su vida de una forma tan horrible… Pero a la vez también era cierto y extraño que, siendo una escuela llena de chicos, algo así sólo hubiese ocurrido una vez.
- ¿Qué edad tiene Voldemort? – preguntó el chico de gafas.
- ¿Para qué quieres saber eso? – respondió Peter.
- Debe tener como unos cincuenta, supongo – se aventuró Remus.
- Si tuviera cincuenta, ¿no habría asistido a Hogwarts por esos años?
- ¿Estás diciendo que…?
- Ninguno de los últimos tres tiene una causa clara de muerte. ¿Y si esos alumnos fueron las primeras víctimas de Voldemort? Te apuesto a que se trataba de hijos de muggles. Te apuesto a que esa chica que se suicidó, quizás estaba bajo la maldición imperio.
- ¿Sabes, James? Creo que le has dado en el clavo. Creo que tu teoría podría ser cierta – apoyó Sirius.
Un fuerte ruido proveniente del final del corredor por el que habían llegado los trajo de vuelta a la vida real. Cerraron el libro con toda rapidez y se metieron debajo de la capa, dejando a Peter a fuera porque ya que estaban tan grandes no cabían los cuatro debajo de ella. Se fueron, cerrando la puerta y Peter se convirtió en rata sin que nadie tuviera que decírselo y se quedó sobre el escritorio de Filch, royendo la superficie de la madrea.
Pocos minutos después llegó Filch en camisón, trayendo un enorme farol antiguo en su mano y un juego de llaves metálicas en la otra. Abrió, como hubiese hecho en cualquier otro momento, y alumbró a esa enorme rata. ¿El ruido que había escuchado en su propio despacho se había debido a ese animal?
Peter no iba a quedarse a esperar a que le pegaran con una escoba, así que tras dejarse ver apropósito, saltó del escritorio y se metió con una gran habilidad en el primer hueco que encontró. Ya subiría de regreso a la habitación, ya se encontraría nuevamente con sus amigos…
- Entonces… Esta luna llena podré unirme a ustedes – dijo a la mañana siguiente.
- ¡Los cuatro por fin! – celebró James.
- La luna llena será justo al día siguiente de la fiesta de San Valentín – dijo Remus con cara de pocos amigos.
- Irás con Mary, ¿verdad? – preguntó Sirius.
- Sí… Tendré que buscar alguna excusa genial que explique por qué me veré más pálido que Peeves.
- ¿Y tú con quién irás, James? – preguntó Peter.
- De verdad no lo sé, Peter…
Si no era Lily, no había nadie que le interesaba. Tampoco tenía ninguna amiga mujer como para decirle. En general se llevaba bien con las chicas de su casa o de su generación, y se llevaba mejor aún con las chicas del equipo de Quidditch, pero no lo suficiente como para invitarlas a una fiesta sin que ellas pensaran automáticamente que era con un interés romántico de fondo.
Por otro lado, tenía que ir a esa fiesta, porque tenía que ver con quién iría Lily. La persona que la invitara sería un rival declarado para él…
Llegada la noche de la fiesta, Remus se veía como si fuera a desmayarse en cualquier momento. Su peso no había cambiado, claramente, pero el efecto provocado por su palidez y sus enormes ojeras marcadas lo hacían ver hasta más delgado, como si bordeara en la desnutrición.
- ¿Al final con quién vas? – le preguntó Sirius antes de que ambos chicos se fueran.
- Amy Vane.
- ¡¿De verdad?! – preguntó Peter.
Capitana y cazadora del equipo de Ravenclaw, era una chica morena de cabello oscuro, liso y largo. Ni guapa ni fea, a gusto de James, pero tampoco era demasiado simpática. Era inteligente en exceso, un poco cínica y muy seguidora de los movimientos sociales y culturales que ocurrían en Londres. No era para nada su tipo, pero justo se habían reunido a conversar recientemente: Ella quería cambiar el partido que se avecinaba contra Slytherin, debido a que uno de sus jugadores tenía que viajar, y necesitaba la autorización de todos los capitanes.
Finalmente, Hufflepuff jugaría contra Slytherin, y él se había animado de un minuto a otro a decirles que fueran juntos. Hablar de Quidditch durante la cena de la fiesta no sería tan malo… Y más importante, podría asistir y ver con quién iba Lily.
La fiesta transcurrió como si nada, muy similar a la anterior. Lo único que cambiaba era la decoración, que ahora estaba llena de corazones rojos, rosados y blancos volando por el aire con lentitud. Remus y Mary habían dejado a James completamente solo… ¡Claro! Estaban pasando por esa fase en donde la idea era estarse besando en un rincón todo el tiempo en vez de compartir tiempo con los demás.
Ni siquiera podía culparlo, porque él estaría haciendo lo mismo si pudiese. Miró a Amy, que al menos lucía muy bonita.
- ¿Escuchas Pink Floyd, Potter?
- Sí, por supuesto.
- ¿No crees que David Gilmour es genial?
- Creo que Roger Waters es genial.
- Yo creo que Gilmour es el corazón de la banda.
- Claro que no. Waters es el compositor principal y—.
- La guitarra es mucho más notoria.
- Sólo para quien no sabe oír el bajo – respondió, pero estaba muy lejos de enfrascarse en una discusión idiota como esa –. Un día de estos podríamos juntarnos en un lugar neutro y darle una escuchada… Podemos analizarlo mejor.
- Claro, Potter. A ver si me enseñas a oír el bajo – le contestó con una sonrisa sugerente -. ¿A dónde sería este lugar neutro?
Se abrió la puerta y entraron Dave Stahl junto a Lily. ¡El prefecto de Ravenclaw había invitado a Lily! Un chico tan común y corriente que llegaba a ser aburrido. ¿Cómo Evans se contentaba con ir a una fiesta con alguien así? Tan por debajo de ella… Reconocía la forma en la que él la miraba, como si ella fuese su centro de todo. Lo reconocía porque la miraba de la misma forma que él lo hacía. Dave Stahl estaba notoriamente enamorado de Lily.
- ¿Me estás escuchando, Potter?
- Ah, eh, sí – replicó desconcentrado –. La Sala de los Menesteres.
- ¿Qué es la Sala de los Menesteres? Nunca había escuchado tal cosa.
- Cierto – dijo volviendo a prestarle completa atención. A veces olvidaba que sólo algunos alumnos sabían de aquella enorme sala –. Bueno, ya la verás cuando te la muestre. Creo que te va a encantar.
- De acuerdo – dijo la chica sonriendo –. Antes de que juguemos Quidditch, eso sí. Porque después de que les demos una paliza, quizás no quieras seguir hablándome.
- Sí, claro – respondió él divertido ante el comentario.
Al día siguiente Remus se sentía en las nubes de nuevo. Cada minuto que pasaba con Mary significaba intensificar más y más sus sentimientos hacia ella. Se estaba convirtiendo en algo imparable, pero nunca había sido tan feliz en su vida. Ni siquiera la idea de tener que transformarse esa noche en hombre lobo lo hacía sentir mal, porque más encima ahora podría ir a recorrer el bosque con sus amigos. Con todos ellos.
Hicieron al igual que la vez anterior. James, Sirius y Peter se escabulleron bajo la Capa de Invisibilidad y llegaron a la Casa de los Gritos tras recorrer el túnel bajo el Sauce Boxeador. Allí los esperaba Remus, sólo que esta vez no estaba preocupado ni nervioso como la última vez. Ahora estaba ansioso, feliz, los esperaba casi neurótico. ¡No podía esperar por comenzar y salir a recorrer el bosque con sus amigos! Correr, estirarse, descubrir, explorar y sentir la compañía de sus mejores amigos hacia que el dolor de la transformación quedara completamente minimizado.
Esa noche llegaron todavía más lejos que la vez anterior y se sintieron más libres de lo que jamás habían sido.
