N/A: ¡Gracias a todos los que leen y siguen la historia! Bienvenida, Jedahomy Keynes! A mi fiel Evasis: Tranquilidad con Lily y James. No te digo que pronto serán pareja ni mucho menos jajaja pero ya se viene el desencanto con Snape.
21
Escorpión
Entre tantos deberes escolares, Febrero había pasado volando para dar paso a un Marzo que continuaba tan helado que congelaba la piedra de algunos corredores del castillo, y que hacía patinar a los alumnos mientras intentaban no caerse. Por supuesto, en cualquier otro año el frío implacable ya hubiese menguado para aquel entonces, pero ahora se trataba de dementores libres por los terrenos cercanos.
James se las había ingeniado para vengarse de Snape sin tener que mover un solo dedo convenciendo a Peeves, el poltergeist de Hogwarts, de que enfocara todas sus bromas y jugarretas en el patético alumno de Slytherin. Los Merodeadores se habían pasado buena parte del mes viendo desde lejos cómo éste recibía una buena cantidad de bombas de agua y bombas fétidas sin entender por qué.
Remus era el único que sentía algo de lástima. Algo.
Para Lily había sido un pésimo día y lo único que quería era dormir y descansar el horrible dolor de cabeza que tenía después de lo ocurrido después de Transformaciones pero no podía, porque abajo en la Sala Común de Gryffindor sonaba fuertemente una estúpida canción de Led Zeppelin que llegaba a hacer retumbar los vidrios y se hacía una idea perfecta de quien era el que estaba escuchando esa música.
- ¡Sirius Black! - gritó Lily desde el balcón entre los dormitorios y la escalera - ¡¿Podrías apagar eso?!
El muchacho, sentado en un sillón con los pies apoyados en la mesa la miró y cantó provocándola: Hey, hey mama said the way you move, gon' make you sweat, gon' make you groove.
Y después de esa frase, a la vez que comenzaba a sonar la batería en la canción, Sirius golpeaba la mesa como si fuera él quien estaba tocándola. La canción era Black Dog y por la condición secreta de animago del muchacho, ahora era su favorita. Pero Lily bajó enfurecida con su jaqueca a detener el tocadiscos que sonaba fuertemente gracias a un hechizo sonorus.
- ¡Pero, hey! – reclamó.
- Por favor, Sirius. Tuve un día horrible y no me ayuda que pongas música a todo volumen en este momento - dijo sacando el vinilo del tocadiscos.
Ante aquello, se escucharon varios silbidos de desaprobación haciendo que Lily regresara a su dormitorio algo preocupada de que todos creyeran que se había portado como una arpía, pero… Realmente no era un buen día. Se dejó caer sobre la cama, tapó su cabeza con una almohada y cuando por fin iba a quedarse dormida, comenzó a sonar nuevamente y a todo volumen, Gimme Shelter cantada por los Rolling Stones.
- Ese es Potter... - murmuró furiosa y levantándose de nuevo.
Otro vistazo a la Sala Común desde el balcón y Los Merodeadores estaban pavoneándose como si la banda de rock fueran ellos. Obviamente, no los culpaba realmente a ellos sino al séquito de niñas tontas que estaban allí baboseando por ellos y aumentándoles el ego. Incluso Remus estaba allí, mirando con sumo interés la carátula de un vinilo de Simon & Garfunkel.
Pero su cabeza no sólo dolía por la música, sino por el concentrado olor a cigarrillos y la nube de humo que se había instalado en lo alto de la Sala Común. Sí, Los Merodeadores estaban fumando en plena Sala Común y a nadie parecía importarle. McGonagall estaría en clases y ellos abrirían las ventanas antes de que cualquier persona lo notara. Pero ella… ¿Qué debía hacer? Era una prefecta, igual que Remus (aunque éste lo olvidara) así que no podía simplemente dejarlo pasar por el simple hecho de estar harta de quedar como una amargada para el resto de los alumnos.
- Potter - murmuró - Sé que ese álbum es tuyo.
- Claro que es mío – contestó sonriéndole, adorando el hecho de que le dirigiera la palabra - ¿Quién más tendría tan buen gusto en la música como yo?
La pelirroja giró los ojos, le quitó el cigarro y lo apagó contra su zapato.
- ¡Evans! – reclamó.
- ¡Qué aguafiestas eres, Lily! – le dijo una chica de sexto.
- Tú no te metas – le dijo la colorina y luego miró a James - Esto está prohibido y lo sabes. ¿Qué crees que te haría McGonagall si se enterara?
- Oh, entonces estás preocupada por mí. Lo haces por mi bien - dijo lanzándole un beso.
- No lo hago por tu bien - dijo cruzándose de brazos - De hecho ya te viene bien un castigo, Potter. Y tú, Remus, ¿vas a continuar dejándome sola como prefecta mientras tus amiguitos rompen las reglas del colegio?
- Lo siento, Lily – dijo Remus con sinceridad, mientras depositaba el vinilo en una caja destartalada junto a la chimenea.
- ¿Y si te dedico una canción, Evans? ¿Te enojarás igual conmigo? – continuó James.
- Es que me duele la cabeza – intentó explicar con resignación, pero el chico de gafas ni siquiera la escuchaba, buscando entre sus discos, pasando varias caratulas entre su colección de rock, hasta que pareció encontrar uno y se dirigió nuevamente al tocadiscos – James… De verdad…
Comenzó a sonar un piano encantador, pero obviamente seguía tratándose de los Rolling Stones. James quería subirle el ánimo a Lily, aprovechando que no parecía estar odiándolo, así que se subió sobre la mesa frente a la chimenea para cantarle "She's A Rainbow".
- ¿Alguna vez la haz visto vestida de azul? Ves el cielo frente a ti. Y su rostro es como una vela, de blanco tan claro y pálido ¿Has visto a una dama más bella? – cantó intentando poner su mejor entonación, sin conseguirlo.
- Esto no me hace gracia, Potter - dijo Lily intentando no reír.
- Yo creo que sí, Evans – dijo dedicándole una sonrisa brillante, que por un segundo la hizo pensar en lo guapo que era a pesar de su desagradable carácter.
El chico apuntaba a la colorina mientras cantaba a todo pulmón y los demás alumnos reían. No tuvo más remedio que rendirse, sentarse en un sillón e incluso ponerse a cantar a coro, porque, ¿quién no conocía aquella canción? James realmente no tenía vergüenza a nada. Debía ser una de las pocas personas en el mundo que se subían por gusto propio a una mesa a cantar desafinadamente en medio de todos.
- Bien, Potter – dijo sonriendo aun sin bajar por completo la guardia – Reconozco que me has subido el ánimo.
El chico se dejó caer sobre el sillón junto a ella, satisfecho, mientras la canción seguía sonando de fondo.
- Deberías juntarte más conmigo – sugirió, pasándose de listo inmediatamente.
- No lo creo.
- De verdad, conozco unos masajes increíbles para el dolor de cabeza. Claro que tendría que hacértelo a solas para que nadie me desconcentre – contestó con picardía.
- Eres el peor – dijo ella riendo y dándole un puñetazo en el hombro.
Ya estaba. James se sentía confiado de nuevo como ese día en el baile antes de arruinarlo todo, o como cuando tomó la poción Felix Felicis. Iba a pedirle una cita a Lily de nuevo. Pero justo cuando abrió la boca, el tocadiscos sonó estrepitosamente y comenzó a sonar una nueva canción: Let's Spend The Night Together, seguido de Sirius lanzándose entre ellos en el sillón, gritándole:
- ¡Vamos a pasar la noche juntos Potter!
Lily se puso de pie como si se hubiera dado cuenta que estaba casi agazapada junto a James en el sillón, riendo demasiado cerca el uno del otro, y se dispuso a marcharse.
- ¡Vamos a pasar la noche juntos también, Evans! - gritó el moreno.
- No eres mi estilo, Sirius - respondió la chica.
- Un Black es el estilo de todos – replicó guiñándole un ojo.
- ¿De verdad lo crees? Tu familia apesta – dijo con amargura.
Luego de pronunciar esas palabras se dio media vuelta para partir escaleras arriba, pero comprendiendo que algo andaba mal y que el comentario no venía de la nada, Sirius la salió persiguiendo. Naturalmente, James no se podía quedar atrás, así que fue por ellos y eventualmente también lo hicieron Remus y Peter.
- Espera, espera, espera – dijo tomándola por el hombro. Lily se arrepintió de haber dicho algo en ese momento porque realmente no quería contar lo que había pasado - Mi familia apesta, eso lo sé. Ahora, es complicado saber a qué exactamente, ¿no crees Evans? ¿Tú a qué crees que apesta?
- ¿No puedes tomarte nada enserio por una vez? - le preguntó la chica.
- Hm... ¿Azufre?
- ¿Qué pasó, Evans? - interrumpió James - ¿Regulus te estuvo molestando?
- ¡Pues sí! Y lo sabrían si hubieran ido a la clase de Transformaciones de hoy, pero por supuesto están demasiado ocupados faltando para quedarse aquí a fumar y a escuchar rock. Y no es que me preocupe demasiado – aclaró rápidamente – Pero creo que están prontos a sobrepasar el nivel de inasistencia.
- Mira, Evans. No nos pongamos a discutir demasiado que el rock y los cigarrillos están muy por sobre Transformaciones con McGonagall.
- Da igual, James – dijo Sirius rodando los ojos - ¿Qué mierda hizo Regulus?
- Pensé que Regulus estaba un curso más bajo que nosotros - comentó Remus confundido.
- Ajá - dijo Lily - Pero Snape no.
- ¡Quejicus tenía que estar involucrado! – exclamó Peter.
- Su nombre no es Quejicus - matizó la pelirroja perdiendo la paciencia – Sabía que no podía hablar con ustedes.
Nuevamente hizo el ademan de marcharse, pero esta vez fue James quien la detuvo.
- ¡Ah, no, Lily! - dijo James - Ya estoy demasiado involucrado en esto y vas a hablar.
- Si te interesa saberlo, Potter, Regulus fue a buscar a Mulciber, Snape y los demás en medio de la clase de Transformaciones para decirle que algo había pasado.
- ¿Algo? ¿Algo como qué? - preguntó Sirius.
- Oh, cielos, ¿Habrán encontrado a Flint amarrado en el baño como lo dejamos? - preguntó James.
- No deberían encontrarlo hasta unas dos horas más - susurró Peter mirando el reloj.
- Aparecieron los desaparecidos del último tiempo – contó antes de que siguieran divagando.
Horas antes, los alumnos de quinto año de Gryffindor y de Slytherin tenían una clase de Transformaciones juntos para comenzar la mañana. La profesora McGonagall acababa de explicarles un hechizo en teoría y tras una media hora, se disponían a intentarlo todos juntos, apuntando una reluciente copa de plata para convertirla en oro.
- Todos juntos a la cuenta de tres - dijo la profesora - 1, 2, 3…
El encantamiento fue interrumpido mientras la puerta se abría sonoramente y entraba Regulus Black. Todos los alumnos en sus pupitres miraron hacia atrás para saber de qué se trataba la interrupción y el menor de los Black, tan arrogante como su hermano, le dijo en un tono poco respetuoso a la profesora que Dumbledore estaba reuniendo a todos los profesores en su despacho con suma urgencia y que a él lo había enviado Slughorn, jefe de su casa, a buscarla.
Confundida y todo, la bruja se fue.
- Hey, Snape - dijo Regulus acercándose - ¿Qué haces sentado con esta sangre sucia?
- ¿Qué quieres, Black? - le respondió el chico con tono glaciar. Lily ni siquiera se molestó en enfrascarse en una pelea, ni tampoco ya le afectaba demasiado escuchar ese término.
- Tenemos que salir de aquí ahora, vamos.
- ¿De qué hablas?
- ¡Sólo vamos! - dijo ayudándolo a guardar las cosas de vuelta en su bolso – Mulciber, vamos.
Luego de hacerle un gesto al resto, los chicos restantes de Slytherin, Mulciber, Avery, Wilkes y Rosier, se levantaron de sus pupitres. Snape le dio una mirada a Lily, como queriendo decirle que no se sabía de qué se trataba todo eso, pero procedió a seguir al resto de la pandilla. Los demás alumnos de Gryffindor no le tomaron mayor importancia ya que se odiaban a muerte y estaban acostumbrados a sus cosas raras.
Ese, por supuesto, no era el caso de Lily. La pelirroja guardó tranquilamente sus cosas y se preparó a seguirlos demorándose unos cuantos segundos apropósito para que no fuera obvio. Una vez que los encontró en un patio interior, se escondió tras una muralla gruesa.
- ¿Qué? - preguntó Snape.
- Observa - respondió arrojándole un periódico con una fotografía de una docena de cuerpos colgados desde el cuello en la mitad del Callejón Knockturn llevando sacos en las cabezas - Los desaparecidos del último tiempo.
- ¿Qué mierda...? - preguntó Avery con voz de cavernícola, quitándole el periódico.
- Mi madre me lo envió fuera del horario de correspondencia así que dudo que algún otro alumno lo sepa, pero, ya sabes. Todos los malditos traidores de la sangre que han estado dando problemas recientemente.
- Por fin ha comenzado la rebelión – dijo Mulciber – Comenzarán a matar a todos los sangre sucia luego y ni siquiera Dumbledore podrá salvar a los que hay aquí dentro.
- ¿No es un poco pronto para decir eso? – replicó el Snape, incómodo, intentando bajarle los humos al asunto.
- No - dijo Regulus tajantemente - Ya es humillante la cantidad de sangre sucias que hay estudiando en Hogwarts últimamente y todo gracias al amante de niños de Dumbledore. Me da vergüenza compartir este lugar con ellos.
- Nosotros tenemos que pararlo desde adentro mientras estemos aquí – volvió a hablar Mulciber.
- ¿Y cómo harás eso, si se puede saber? - interrumpió la pelirroja.
Haciéndole honor a su casa, Gryffindor, la chica de quince años no iba a simplemente quedarse en silencio escuchando amenazas de parte de los de Slytherin, a pesar de que por dentro se muriera de miedo. Después de todo, no eran más que un grupo de descerebrados matones e hijos de papá que nunca habían sido demasiado capaces de lograr algo por ellos mismos.
Snape palideció cuando la vio. No se veía para nada contento.
- Vaya, vaya, vaya - dijo Mulciber - ¿Qué tenemos aquí?
- ¿Te atreves a dirigirnos la palabra? - dijo Regulus - ¿No te basta con saber que Voldemort está listo para matar a gente como tú?
El chico le arrebató el periódico a Avery para pasárselo, haciéndose el caballero pero con una mueca de victoria en la cara. Ella no pudo evitar sentirse impresionada por la fuerte imagen. Era otra edición de ese estúpido diario, el que alguna vez le habían mostrado los chicos. El tipo de diario que leían ellos, gente como los Slytherin, los Mortífagos… ¿Su madre le había mandado eso a Regulus? ¿Su propia madre?
- Ya vete de aquí, sangre sucia inmunda – dijo Wilkes.
- ¿Y sino qué? - desafió ella, mirando de reojo a Snape quien tenía su vista puesta en el suelo.
- ¿Sino qué? - dijo comenzando a reír - Realmente quieres que te demos una paliza, ¿no es cierto, Evans?
- Pues vamos a ver quién le da una paliza a quien - dijo sacando su varita del bolsillo.
- Hey, ya basta con esto - dijo Snape poniéndose al medio, haciéndose notar por primera vez - Claramente hay cosas más importantes de las que preocuparnos ahora que pelear contra Evans.
- Mucha razón, Severus - dijo Avery mirando a Lily y recogiendo el periódico del suelo – Si mal lo recuerdo tenemos que planear muchas cosas.
El chico le pasó el periódico de nuevo, a modo de regalo provocador. Lily lo tomó con un gesto brusco, intentando no demostrar lo asustada que estaba, haciéndose la firme para ocultar que tiritaba de rabia y de miedo, y por supuesto, sus ganas de llorar. Mulciber avanzó hasta ella amenazantemente, sólo para darle una mirada de desprecio y luego marcharse, siendo seguidos por el resto.
Regulus también se acercó a ella, mientras Snape avanzaba por el pasillo mirando constantemente hacia atrás.
- Esto recién comienza, Evans. Vas a ver como pronto alguien va a morir aquí dentro del castillo. Más temprano que tarde - dijo Regulus levantando las cejas - A ver si sales viva de esta guerra. Saludos al imbécil de mi hermano.
Así había regresado a la sala, sin ninguna intención de ir a su siguiente clase (Historia de la Magia), agotada intelectualmente por esa conversación que sólo había durado unos minutos. Sintiéndose asqueada, aun recordando con una sensación de nauseas aquella imagen cruda de cuerpos colgando, y aun girando sobre su eje, con capuchas sobre sus cabezas.
Hizo un hechizo convocador y el periódico llegó a sus manos con rapidez.
- Aquí está… No creo que sea buena idea que muchos lo vean ya que... bueno, no es muy agradable.
- Ustedes - dijo Sirius mirando al resto de la Sala Común - ¡Salgan de aquí, ahora!
Su cara de furia y su orden en tono grave y ronco fueron tan potentes que todos los presentes se retiraron a los dormitorios sin querer llevarle la contraria. Incluso Batsheda que se ganaba el premio a la insistencia y desfachatez partió a su habitación sin cuestionar. Después de todo, Sirius realmente daba miedo cuando se lo proponía.
James miró el periódico con Remus y Peter intentando leer por sobre sus hombros. Si bien no tenía nada que temer porque era sangre limpia, a sus cortos quince años ese tipo de cosas hacía que lo invadiera una rabia de aquellas que era difícil controlar y difícil de explicar. Así lo habían criado. A hervir de furia frente a las injusticias, y no poder quedarse en silencio.
- ¿Te dijo "a ver si sales viva de esta guerra"? - preguntó. Lily asintió. Lanzó con fuerzas el periódico a la chimenea - ¡INCENDIO!
El hechizo fue tan potente que en vez de comenzar a consumirse por las llamas, el papel simplemente explotó haciendo que varias cenizas calientes saltaran fuera de la chimenea, y que el humo saliera hacia el resto de la habitación.
- No toleraré que esos imbéciles anden haciendo amenazadas dentro de Hogwarts - dijo colocándose una chaqueta encima - Padfoot, Moony, Wormtail. Me parece que tenemos que ir a sacarle la mierda a ese grupo de hijos de puta y a dañar sus perfectas y puras caras.
- No, no, no, chicos…
- Bueno, Evans, fue un gusto. Te pediría perdón por Regulus, pero es un verdadero imbécil. ¡Me lo pido esta tarde! - dijo Sirius haciéndose tronar los nudillos.
- Por favor, yo no quería que ustedes…
- Si McGonagall pregunta, estamos en nuestro dormitorio - le dijo Remus a Lily
- ¿Tú también, Remus? - preguntó Lily algo preocupada - Gárgolas, no quería que fueran a golpearlos cuando les conté todo esto. Sólo quería que dejaran de poner la música a todo volumen...
- Sólo estaré ahí para calmarlos en el caso de que sea necesario, como siempre - la tranquilizó el castaño.
- Te diré como funciona esto, Evans - dijo James, que no podía dejar pasar la oportunidad de dar un gran discurso - Hoy día una amenaza, ¿mañana qué? ¿Voldemort llega con toda su parafernalia ridícula a las puertas de Hogwarts? Yo te diré cómo funcionan las cosas: Cuando algo te molesta, lo dices y cuando algo te molesta demasiado, lo mueles a golpes.
- No se metan en problemas - rogó la chica por última vez.
- Demasiado tarde - dijo Sirius.
El retrato de la Dama Gorda se abrió mientras los cuatro chicos se perdían cruzando el umbral. Lily no sabía que pensar, si estar agradecida con ellos o no, pero ciertamente la cosa se estaba volviendo más grande que ellos. Sólo el año anterior, todo era algo ridículo que no iba a llegar a ningún lado y los magos y brujas decían que la moda de Voldemort pasaría tan rápido como había comenzado.
Ahora, ya era otra cosa. Una amenazada de muerte para los que eran como ella, para los que defendían a los que eran como ella y… literalmente para ella. Demasiado real, demasiado cercana.
La voz de Regulus Black sonó una vez más en su cabeza como una burla, a ver si sales viva de esta guerra. ¿Era hora de comenzar a preguntarse si de verdad lo haría? Sacudió su cabeza y decidió ser valiente así que volvió a salir, a pesar de su enorme jaqueca, y se dirigió directo a la oficina de Dumbledore para contarle todo lo que había ocurrido.
James, Sirius, Remus y Peter partieron a buscar a la pandilla de Slytherin, pero no los encontraron por los al rededores. Esperaron tranquilamente a que salieran a la hora de la cena para dirigirse al Gran Comedor y entonces los arribaron. Mulciber, Wilkes, Rosier, Avery y Snape estaban juntos, y Regulus continuaba junto a ellos. Todos llevaban sonrisas bravuconas en sus caras.
- ¿Se dirigen a alguna parte, señoritas? – pregunto James con la varita ya empuñada y apuntando.
- Déjame adivinar, la sangre sucia les fue con el cuento – dijo Mulciber.
- Vamos a fijar las reglas del juego de inmediato, y creo que por una vez Quejicus va a estar de acuerdo conmigo – dijo acercándose a ellos con paso decidido – Lily queda fuera de sus amenazas estúpidas.
- No son amenazas, Potter – replicó Regulus con una sonrisa irónica, muy similar a la de Sirius – Esto está pasando y más rápido de lo que te imaginas.
- Demasiado rápido, quizás – dijo Avery – Y no puedo negar que me encantaría que esa insufrible sangre sucia muera—
- Retira lo dicho – escupió el castaño de gafas, y Snape en el otro bando había puesto la misma cara de indignación que él.
- ¿O sino qué? – preguntó divertido.
- ¡Expelliarmus!
La varita del chico salió volando mientras Sirius, Remus y Peter levantaron las de ellos, listos para pelear. Regulus y Mulciber hicieron lo mismo, y Snape parecía dividido. Ninguno hizo nada para pelear de nuevo, porque todos ya tenían suficientes detenciones ese año en su historial, sin embargo los ánimos estaban tan tensos que bastaba sólo una chispa para que cualquiera de ellos saltara y se desatara una batalla campal.
- Ahora vamos a hablar – dijo James.
- ¡James! – dijo Sirius apuntando algo. El castaño miró y divisó a un elfo doméstico viejo y arrugado escabulléndose desde la mazmorra hacia las escaleras - ¡Es Escorpión, el elfo de Bellatrix y su esposo! ¡Va a hacer algo!
Y cuando se dispusieron a correr detrás de él, oyeron un fuerte "¡No!" y un hechizo de color blanco chocó justo contra el pie de Remus quien salió volando por los aires como si le hubieran hecho una zancadilla invisible. Los de Slytherin, especialmente Mulciber, estaban más interesados en lograr que el elfo se escabullera que en pelear contra ellos, y eso no podía significar nada bueno.
- ¡El elfo de Bellatrix es el que ha estado colocando todos estos mensajes! – dijo Sirius, mientras su hermano asentía con la cabeza con una sonrisa burlesca.
- El elfo va a hacer algo – dijo James intentando pasar, pero Mulciber y Avery lo detenían - ¡Déjenme pasar, mierda!
- Lo que va a pasar no puedes evitarlo, Potter – dijo Mulciber empujándolo – Ni nosotros podemos. Nadie podría inmiscuirse en las órdenes que recibe un elfo leal, ¿no es cierto?
- Va a asesinar – dijo Sirius palideciendo y recordando las palabras que había dicho Lily antes. "Vas a ver como pronto alguien va a morir aquí dentro del castillo. Más temprano que tarde" - ¡La orden del elfo es asesinar a alguien!
Sirius partió a la carrera detrás del elfo y todos lo siguieron, Gryffindor y Slytherin por igual, mientras James que era el más diestro de todos intentaba burlar y retrasar a sus oponentes con hechizos y encantamientos. El saldo fue que Snape se quedara a medio camino, por decisión propia, entre cuadros y estatuas destruidas por completo. Mulciber, en tanto, se quedaba atrás con un ojo morado y Peter se había ganado una herida sangrante sobre su ceja (sin mencionar los uniformes sucios y rotos).
- ¡Basta ya, Potter! – le gritó Regulus lanzándole una maldición sin decir su nombre, pero Remus se interpuso valientemente y quedó en el suelo, adolorido y con un hueso roto.
- ¡¿De verdad es lo que quieres, Regulus?! ¡Ser el cómplice de un asesinato!
- ¡No mezcles las cosas! ¡Yo no tengo nada que ver en lo que un estúpido elfo haga y para tu información, tu magia jamás podría vencer a la del elfo!
Todos se enfurecieron y terminaron lanzándose hechizos y contra hechizos. Los ruidos se podían escuchar hasta en el Gran Comedor aunque nadie sabía lo que pasaba. Algunos alumnos y profesores fueron hasta el lugar desde donde provenía el caos y sin entender se encontraron con la escena de cinco chicos Slytherin y tres de Gryffindor en medio de un corredor dándose combos y patadas en el suelo, ya ni sus varitas importaban.
De Sirius y Escorpión no había rastro.
- ¿Se puede saber que está pasando aquí? – preguntó el profesor Flitwick indignado mientras iba a separarlos rápidamente, sin lograr nada debido a su porte pequeño - ¡100 puntos menos para Gryffindor y para Slytherin!
- ¡Hay un elfo en el castillo! – gritó Peter mientras era callado a la fuerza por Avery y luego Peter lo mordía en el dedo - ¡Un elfo que no es de Hogwarts! ¡El que hizo el grabado!
- ¡No sé de qué está hablando, señor Pettigrew, pero nada justifica este comportamiento insensato, sepárense ahora mismo! – dijo alejándolos con la varita y levitándolos.
- ¡Cuidado! – gritó Sirius que venía corriendo desde el otro lado.
Entonces Escorpión se apareció de la nada y levantando sus manos hacia Michael, el bateador de Gryffindor que estaba allí, hijo de muggles, hizo una poderosa maldición sin decir nada y el chico comenzó a convulsionar frente a todos como si estuviera envenenado.
James se dio cuenta de que ya era grave pero que si continuaba sin que nadie lo detuviera, se iba a morir. Buscó por su varita y entonces, de la nada, tan sólo de su furia y de la magia que corría por sus venas, apuntó al alumno y un enorme y poderoso rayo amarillo salió disparado hacia al chico, envolviéndolo como un manto de protección, encandilando a todos.
El profesor Flitwick demasiado conmocionado comenzó a reaccionar y sólo entonces realizó un encantamiento para retener congelado al elfo en el aire, pero este se zafó. Nadie entendía lo que acababa de pasar. Todos observaban al alumno de Gryffindor, paralizado en el suelo y con los ojos estáticos.
Una niña de Ravenclaw sacó a todos de su impresión con un fuerte y agudo grito.
- ¡¿Está vivo?! – preguntó un chico.
- Está vivo, pero está envenenado – dijo el profesor – ¡Rápido, que alguien lo lleve a la enfermería!
Sirius y James se pusieron en camino pero el profesor los detuvo.
- Cualquiera menos ustedes – dijo furioso y preocupado – Ustedes, todos ustedes, espérenme en mi despacho de inmediato. ¡De inmediato!
Nunca habían visto al pequeño profesor de barba blanca como la nieve tan furioso y menos con ellos. Dos alumnos grandotes de séptimo se llevaron a Michael a la enfermería mientras la noticia se expandía rápidamente por el resto del colegio y llegaba a los oídos de los profesores.
El profesor Flitwick fue a buscar a los jefes de la casa Gryffindor y Slytherin, además del profesor Dumbledore, para que todos conversaran seriamente sobre lo que había ocurrido mientras Los Merodeadores, Regulus, Mulciber, Rosier, Wilkes y Avery caminaban hacia la oficina. Snape se había desaparecido.
- Los van a expulsar a todos – dijo James con furia contenida.
- Quiero ver que lo intenten – replicó Mulciber – ¿Crees que nuestros padres van a dejar que nos saquen de aquí? No, primero se van ustedes y Dumbledore de la mano.
- ¡Pero intentaron matar a alguien! – dijo Peter.
- Ya se lo he dicho a Potter – dijo Regulus sonriendo con suficiencia – Un elfo no recibe órdenes ajenas a su dueño. ¿Cómo vas a probar que tenemos algo que ver si ese elfo no obedece a ninguna de nuestras familias?
Todos respiraban agitadamente después de la enorme pelea, adoloridos y heridos, sobretodo Remus que tenía su brazo quebrado después de una maldición de magia oscura. Dumbledore no era tonto, pero tenían razón en cierta forma. El elfo estaba ahí por órdenes de Bellatrix y no por órdenes de ellos. Ellos sólo se estaban divirtiendo con todo el asunto.
Llegaron al despacho del profesor Flitwick en donde, frente a los jefes de sus casas, explicaron todo. Las versiones de los chicos de Slytherin no coincidía con la versión de los de Gryffindor, así que todos fueron castigados por pelear y no pudieron hacer nada sobre el tema del elfo ya que no habían pruebas que ligaran a los chicos con el ataque a Michael.
Sin embargo después de que todos se fueron, la profesora McGonagall les sonrió abiertamente a sus alumnos.
- Creo que entiendo lo que pasó. Aunque no tengamos pruebas contra los chicos de Slytherin – dijo la bruja – Sin duda es preocupante tener ese tipo de actividad en el colegio. Ustedes me lo advirtieron antes… Me lo advirtieron. Sepan que estoy muy orgullosa de ustedes. No vacilaron en ir a detenerlos a pesar de que le costó un hueso roto al señor Lupin y una ceja cortada al señor Pettigrew.
- Teníamos un deber, profesora – dijo Peter con seriedad.
- Precisamente, señor Pettigrew, pero no todos lo ven así. Probablemente sólo los Gryffindor lo vemos así, ¿no es verdad? Por honrar a nuestra casa, les otorgo cincuenta puntos para cada uno.
Los cuatro chicos se miraron felices entre ellos. En cinco años, nunca jamás habían recibido tantos puntos, y a pesar de que habían perdido cien tan sólo una hora antes, ahora habían ganado más. Aun así, los cuatro seguían preocupados por lo que acababa de ocurrir.
- El elfo se llama Escorpión y es de mi prima – dijo Sirius, listo para dar toda la información que pudiera – Tienen que buscarlo. Bellatrix ha intentado asesinar a alguien dentro del castillo. Es verdad que los elfos pueden aparecerse en cualquier lugar… Hay que poner más protecciones en Hogwarts.
- Señor Black – dijo con dulzura – Cálmese. Ustedes ya han hecho cuanto podían. Ahora déjenlo en nuestras manos.
Sirius estaba desesperado.
- ¡Es que van a juzgar al elfo! – reclamó - ¡Es obvio que recibió una orden!
- No soy tonta, Sirius. Pero Bellatrix lo negará y culpará al elfo de estar actuando por sí solo. Usted tampoco es tonto. Sabe bien que no hay absolutamente ninguna posibilidad de que Bellatrix pague por lo que hizo. Esta criatura ha sido su chivo expiatorio.
- ¿Qué podemos hacer? – preguntó James.
- ¡Nada, señor Potter! – dijo McGonagall con una mirada maternal – Que ustedes hayan tenido que intervenir hoy día nos demuestra los profundos vacíos que hay en el castillo y en nuestro trabajo como docentes. Nosotros debimos proteger a Michael, no ustedes. Ustedes no tienen que hacer nada, salvo confiar en nosotros y les hemos fallado.
- No – masculló Sirius amargamente – Ese es el problema de las guerras, profesora. No están hechas para los adultos, están hechas para todos.
- Si Merlín lo quiere la guerra parará pronto, señor Black – dijo apenada – Es una lástima que tengamos que llegar a estas instancias, sobre todo cuando lo único que debería ocupar sus mentes deberían ser los T.I.M.O. Lo mejor será que se vayan a descansar…
La profesora McGonagall se puso de pie y caminó hacia la puerta de su despacho para abrirles y dejarlos salir. Mientras ellos salían en fila india, detuvo a James.
- Potter… El profesor Flitwick me mencionó el poderoso encantamiento que hiciste hoy día, y si lo que dice es cierto… Creo que los T.I.M.O. serán pan comido para ti.
James sonrió abiertamente ante el cumplido.
- Ahora largo de aquí. Es tarde y deben descansar. Y el señor Lupin y el señor Pettigrew deben ir a la enfermería. Nos veremos mañana – dijo la profesora.
