N/A: ¡Gracias a quienes leen y siguen la historia! Evasis: Ya que mencionas lo de la impunidad, a veces pienso "Okay, quizás esto no sea creíble". Luego recuerdo, Dumbledore NUNCA detectó ni lo de Quirrell, ni lo del Basilisco, ni lo de Pettigrew, ni lo de Moody, etc. JAJAJA Siempre quedó todo en manos de niños poco calificados. ¡Gracias por el review, me alegra muchísimo que te haya gustado!
22
La derrota
La voz se había esparcido rápidamente por casa rincón del castillo y no se hablaba de otra cosa: Un elfo se había vuelto loco y había intentado matar a alguien dentro del castillo. Se trataba de un escándalo en la Comunidad Mágica completa, que de alguna forma dejaba a Bellatrix y a su esposo como víctimas de la criatura, y re abría el debate sobre los elfos.
Esa misma noche Los Merodeadores se encontraban a altas horas de la madrugada junto a Lily en la Sala Común, abrigados ante el fuego ya casi extinguido en la chimenea. El disco de David Bowie de Mary sonaba despacio, mientras los cuatro chicos fumaban. Mary también se encontraba allí, sentada junto a su novio, con expresión preocupada.
- ¿Qué se ha sabido de Michael? – preguntó la chica.
- La maldición ha sido demasiado poderosa – replicó James, con tristeza – Lo han llevado a San Mungo y se le cerrará anticipadamente el año escolar.
- Mulciber es una mala semilla – dijo Lily – Los demás lo siguen, pero son estúpidos. Mulciber es inteligente y es malo de verdad. Es repulsivamente malo. Va a podrir a toda la casa Slytherin desde adentro.
- Snape no lo es – dijo Remus, para sorpresa de los presentes – Aun puede salir de ahí. Se comporta dubitativo cada vez que los demás hacen estupideces.
- Regulus… - continuó diciendo Lily, mirando a Sirius de reojo – Podría ser el peor.
Sirius soltó una risa fría, con su mirada fija en las brasas negras y anaranjadas.
- Él dijo que ha sido tu madre quien le ha enviado el periódico hoy. Creo… Que si vive en un ambiente tan oscuro… No es de extrañar que—
- No quiero escucharlo, Evans – replicó con frialdad – No quiero saber lo jodidamente enfermos que están.
- Bien – dijo nerviosa, casi en un susurro.
- Y ahora todo el mundo quiere la cabeza de los elfos domésticos… - comentó Mary.
- No sé cómo a nadie se le ocurrió que los mortífagos podrían enviar a los elfos domésticos a hacer su trabajo sucio. Siempre pensamos que podía ser un elfo de aquí adentro el que estuviera encantado, nunca pensamos la posibilidad de que—
- Es el plan perfecto – dijo Peter.
A Remus le daba tristeza pensar en todo el odio que estaban recibiendo los elfos domésticos. Él los entendía bastante bien y hasta se sentía identificado por lo que estaba ocurriendo… De criatura incomprendida a criatura incomprendida. Los elfos domésticos no generaban demasiada simpatía en nadie.
- Igual existen elfos que actúan solos… - dijo Sirius, de pronto – Kreacher…
- ¿Crees que Kreacher haría algo así?
- Sin duda – dijo asintiendo – Pero ya se los he dicho antes, esa cosa no es un elfo. Es más fanático de la sangre pura que los Black.
Sirius nunca iba a dejar de tenerle una furia incontenible al elfo doméstico que servía en su casa. Primero lo había criado con más amor que su madre, y luego lo había acusado con sus padres por jugar con los niños muggles en el parque. Esa acusación que se volvió algo cada vez más común y repetitivo, que le valió castigos físicos, y que curtió su temperamento, en definitiva. Por cada vez que lo castigaban, más quería ir a desafiarlos.
Pero nunca había perdonado esa traición. Quería al elfo tanto como Regulus, y el elfo no lo había querido enserio. Lo había fingido muy bien, pero a la primera cosa que hizo mal, lo dejó de lado para siempre y se dedicó a espiarlo y a acusarlo cuando podía para ganarse la venia de su madre. Por culpa de Kreacher habían comenzado sus años malditos en su hogar. Una persecución dentro de su propia casa que no terminaba aun.
- Lo bueno es que después de lo que ha ocurrido, si Bellatrix quiere que la gente se crea esa estupidez de que el elfo estaba actuando por sí mismo, los demás dejarán pasar un buen tiempo antes de intentar algo así – decretó James.
Continuaron hablando hasta que empezó a aclarar dentro de la sala. Era una suerte que el día viernes tuvieran despejado el primer bloque, y así dormir al menos un par de horas. Claro que Mary no tenía la misma suerte, y los abandonó un poco antes para ir a ducharse y ponerse el uniforme escolar.
Con el pasar de los días, James empezó a preocuparse por un problema que no había considerado cuando Michael había sido atacado por el elfo. Venía el partido de Quidditch de Gryffindor contra Hufflepuff y acababa de perder a su bateador justo antes de que se llevara a cabo. La tabla de puntuación estaba demasiado apretada como para poder prescindir de esa victoria.
Tras regresar al dormitorio para dormir un poco, decidió convencer a Sirius de algo que hacía un tiempo, parecía improbable.
- Padfoot, ¿harías algo por mí?
- Lo que quieras, Potter – le respondió su amigo lanzándole un beso.
- ¿Puedes volver al equipo de Quidditch?
- No.
- Sé que es importante para ti que Madame Hooch reconozca que no golpeaste a Regulus sin razón, pero ya está claro que eso no va a pasar – replicó James girando los ojos con aburrimiento.
- Dije que no.
- Sirius… El partido es mañana. ¡El equipo está en juego y que regreses a tu puesto es lo natural y lógico! ¡Tenías un talento natural para derribar gente!
- ¡Por supuesto que tenía un talento natural, soy jodidamente bueno! – exclamó el chico de rulos – Pero un hombre que rompe su promesa—
- ¡Oh, por favor, ahórratelo! – respondió su amigo aburrido - ¿Y si te digo que eres el mejor de todos? ¿El maldito rey del Quidditch? Incluso mejor que yo.
- No es necesario que mientas, Potter. Pero si estás tan desesperado supongo que está bien. Hace mucho que no salvo a equipos de Quidditch en peligro.
- Si, bueno – replicó sin darle importancia a esa gran exageración – Lo anunciaré oficialmente mañana.
Tras el anuncio siguiente hubo un pequeño revuelo entre los alumnos cuando supieron que Sirius volvía al equipo de Quidditch. Sirius había sido bien célebre por su desempeño anterior, tanto como James o como Regulus en el otro equipo. En tercero incluso Gryffindor le ganó a Ravenclaw no por puntos, sino porque se las había arreglado para votar a cuatro de siete jugadores de sus escobas, y se hizo bastante famoso por reírse a carcajadas y celebrar cada vez que encontraba que un golpe había sido gracioso.
Aquella mañana de sábado se vivía un ambiente de juego a la hora del desayuno. Cada vez que un alumno de un equipo entraba, los de sus casas celebraban y gritaban mientras que los de la casa contraria abucheaban. Los cuatro merodeadores se sentaron a tomar un buen desayuno, relajados. Para James el Quidditch últimamente era pan comido y el único buscador que le estaba dando algo de trabajo era Regulus. El único problema que podía haber en este partido, era que Sirius estaba fuera de juego y no había tenido ningún entrenamiento.
Los camarines estaban en una carpa decorada con los colores rojo y amarillo, además del escudo de Gryffindor, algunas bancas, percheros para cambiarse ropa y una pizarra enorme de tiza en el fondo en donde estaba dibujado el campo de Quidditch, y en donde James se dedicó a mostrarles las estrategias y jugadas que quería que hicieran. No había ningún cambio nuevo ya que Hufflepuff no era una gran amenaza.
Todos estaban listos y formados en sus trajes de Quidditch oficiales, completamente dispuestos para salir al campo de juego cuando apareció Lily con su hermoso cabello ondulando al viento, hipnotizando a James mientras los demás salían volando con sus escobas. Era una hermosa mañana soleada y sólo quedaba un poco más de un minuto para que Madame Hooch tocara el silbato, pero el capitán del equipo se quedó en los camarines.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó extrañado. Era la primera vez que Lily pisaba ese lugar.
- Venía a dejarte esto pero no creí que llegaría tan tarde, ¡Ve a jugar, hombre!
- ¿Qué es?
- McGonagall me pidió que te entregara esto – dijo levantando un sobre sellado que se veía muy formal a gusto de él. No podía significar nada bueno – Potter, por Merlín, ve a jugar.
- ¡Ahora no podré concentrarme! – dijo tomando y abriendo el sobre rápidamente, arrugándolo. Leyó para sí mismo:
Estimado Sr. Potter:
Reunámonos en mi despacho después del partido de Quidditch. No se entretenga con nada en el camino.
Atte.
Profesora McGonagall.
Releyó de nuevo intentando recordar si recientemente había hecho algo por lo que debía ser castigado y lo único que encontró, lo más reciente, era el tema de la transformación en animagos. ¿Se habría dado cuenta McGonagall que ninguno de los cuatro durmió en el castillo la noche de luna llena? O peor, ¿Habrían notado que Remus no estaba en la Casa de los gritos y en ese caso se enfrentaría a la expulsión por poner en riesgo a los demás alumnos? Guardó el sobre rápidamente en su bolsillo.
- ¡El silbato ha sonado, James! – le gritó Lily preocupada - ¡Sal a jugar!
- ¿Estás segura de que McGonagall no te dijo nada más sobre esto? – preguntó tan preocupado como ella, pero no precisamente por el partido.
- No, James, no me dijo nada – replicó exasperada - ¡Ve a jugar, por el amor de Dios!
Para no distraerlo más Lily se fue corriendo y creyendo que había cometido un gran error, pero ella nunca se imaginó que James iba a darle tanta importancia a la carta justo antes del juego. La idea era llegar con mucha más anticipación pero la multitud no le abrió el paso.
James tomó su escoba firmemente por el mango y salió a jugar, siendo aplaudido por la multitud. El brillo del sol dio contra su cara provocándole dolor de cabeza y una punzada en la frente. El resto del equipo de Gryffindor lo miró con cara de confusión, ya en sus puestos de juego.
No estaba para nada concentrado y se la pasó todo el partido buscando la cara de McGonagall en el público, junto a los demás profesores, para decidir si lucía enojada o no. Al mirarla fijamente se dio cuenta de que lucía tan fría e imperturbable como siempre. Recorría el campo de juego en su escoba sin prestar atención…
El equipo en general jugó muy bien, pero ya que para ganar se necesitaba atrapar y encestar la Quaffle, y no buscar la cara de McGonagall, Gryffindor perdió una vez que el buscador de Hufflepuff atrapó la Snitch dorada. Se trataba de la primera derrota desde que James había asumido la capitanía del equipo.
Sus compañeros estaban furiosos y lo enfrentaron en el camarín. Sirius no dijo nada pero lo miró glaciarmente por haber arruinado su glorioso regreso al equipo. Él no podía preocuparse ni siquiera por eso. Se desvistió y sacó el uniforme rápidamente tirándolo a un lado y corrió hasta el despacho de McGonagall con el corazón en el pecho. Animagos ilegales, eso era lo único que aparecía en su cabeza. Los cuatro serían expulsados, Remus quizás nunca volvería a encontrar un colegio que lo aceptara mientras los otros tres irían a la cárcel arruinando su futuro para siempre.
Tocó la puerta tres veces.
- Adelante – se escuchó decir a la profesora desde el otro lado. James abrió la puerta y se encontró a su padre y madre de pie, junto a ella. Fleamont y Euphemia Potter.
Sin duda era grave.
- Hola hijo, tu profesora nos mandó a llamar – dijo Euphemia acercándosele y dándole un beso en la mejilla - ¿Qué ocurre?
- No tengo idea – dijo James con toda sinceridad.
- Tomen asiento – dijo la bruja mientras iba a cerrar la puerta. James también sabía que cerrar la puerta no era bueno.
- ¿Ha estado dando problemas nuestro James? – preguntó Fleamont mientras miraba a su hijo severamente.
- Me sorprende decirlo, pero esta vez no, señor Potter – dijo la profesora mientras servía cuatro tazas de té – Muy por el contrario, los he llamado a los tres para darles una noticia. Como sabrán, Hogwarts siempre premia a lo mejor de la escuela cuando es preciso.
Los tres se sorprendieron muchísimo al escuchar eso, suponiendo para donde iba la cosa, pero nadie estaba más sorprendido y aliviado que James mismo. Ni siquiera le importaba un estúpido premio. El simple hecho de que no se tratara de sus peores miedos ya era suficiente como para estar contento.
- Por supuesto, lo hemos hablado con el director y los demás profesores y eventualmente a fin de año habrá una ceremonia oficial pero quería informarles que su hijo, James Charlus Potter recibirá el Premio por Servicios Especiales al colegio – dijo con una sonrisa de orgullo.
- ¿Servicios? ¿Qué servicios? – preguntó su regordeta madre algo confundida, aunque muy feliz, mientras miraba a su hijo por mayores explicaciones.
- No me extraña que James no les haya informado nada de lo que ocurrió tan sólo dos días atrás – continuó McGonagall explicándoles con lujo de detalle como James y sus amigos habían intentado detener a un elfo que intentaba hacerle daño a un alumno, y fue muy clara al decir que James le había salvado la vida - …Hubiera sido una muerte bastante dolorosa de no ser por James. James es un héroe. Deben estar muy orgullosos.
James no alcanzaba a digerir la noticia y salir de su asombro cuando sintió a su madre estrangulándolo y dándole besos por toda la cara mientras gritaba de emoción, y a su padre dándole palmaditas en la espalda y exclamando con orgullo "¡Ese es mi hijo!", con la profesora McGonagall mirando la escena con una rara curvatura en sus labios que parecía ser una sonrisa.
Él también sonrió por fin. El secreto de Remus y de ellos continuaba a salvo.
Lamentablemente la felicidad no duró mucho. A penas cruzó el umbral del retrato de la dama gorda la mayoría de su Casa lo abucheó y algunos hasta tuvieron el descaro de ir a encararlo y culparlo de la derrota de Gryffindor. James no tenía excusa pero se sintió realmente decepcionado de que le sacaran en cara una derrota cuando gracias a él habían ganado tantas veces.
Cuando todos los alumnos se fueron a acostar, incluyendo sus amigos, se quedó solo en el sillón frente a la chimenea, pensando. Era cosa de tiempo antes de que se enteraran que había ganado un premio importante y las cosas empeorarían. Sus amigos y él también solían tener esas reacciones inmaduras a veces. Dirían que estaba cambiando, que dejaba de lado a su equipo por cosas más importantes, que ya no era tan entretenido ni hacía bromas geniales como antes.
- ¿No puedes dormir, Potter?
La voz de Lily sonó detrás de él y se sobresaltó por la abrupta rotura del silencio, pero de todas las personas que podían interrumpirlo en ese momento, gracias a Dios, Lily era la única con la que realmente quería hablar. La chica se sentó junto a él en el sillón, dejando una buena cantidad de espacio libre en el medio, llevando una taza de té caliente y una rana de chocolate en su mano. Estaba usando un pijama que más bien parecía una polera vieja y un pantalón de buzo.
- No… ¿y tú?
- Casi nunca puedo – dijo dándole un sorbo a su taza - ¿Quieres un pedazo de rana de chocolate?
James negó con la cabeza.
- Lamento que te hayan abucheado por lo que pasó hoy día. Nunca debí haberte desconcentrado antes del juego, todo esto fue mi culpa.
- Pensé que McGonagall me iba a castigar por algo, pero en realidad no era nada malo. Si hubiese sabido antes no hubiera jugado como un idiota.
- ¿Qué era, por cierto? – dijo dándole una mordida a la cabeza de la rana – Si es que se puede saber, claro.
El castaño tomó nota mental del momento viendo como la muchacha le daba un buen mordisco al chocolate y lo comía como si de verdad lo disfrutaba, sin darse ni cuenta de lo que hacía mientras le ponía atención a la conversación. Si algún día necesitaba agraciarse con Lily, tenía que darle una caja de los mejores bombones.
- ¡Hey! – dijo llamando su atención.
- Lo siento – dijo volviendo a la realidad – Pues, una estupidez en realidad… El colegio quiere darme un premio por lo del otro día.
- ¿Un premio? ¿Qué premio? – preguntó curiosa con sus ojos grandes y verdes fijos en él, pero dándole otra mordida a la rana.
- El premio por servicios especiales al colegio.
- ¿Y le llamas una estupidez? – preguntó impresionada y luego se largó a reír - Cielos, Potter… ¿Desde cuándo andas tan humilde?
James se sentía curiosamente incómodo con la chica, como nunca antes. Cuando estaba rodeado por sus amigos siempre se le ocurría hacerse el gracioso. Pero estando completamente a solas con ella, se daba cuenta de lo enamorado que estaba. Obsesionado con pequeños detalles estúpidos como el brillo que se producía en su cabello colorín, sus pecas que solo se quedaban por la nariz y no se expandían hacia sus mejillas…
- ¿Por qué me miras así? – preguntó la chica poniéndose seria.
- Me caes bien, Evans – dijo James. Sus mejillas estaban rojas por estar mucho tiempo frente al fuego.
- No vas a empezar con lo mismo—
- Tengo algo que decirte – dijo serio, girándose completamente hacia ella – La conversación de la otra vez, después del Baile de Navidad… No me expresé bien.
- James, te aconsejo que no empecemos a hablar de eso o—
- Fue una estupidez – la interrumpió – Y no lo digo para caerte mejor ni nada, o para pedirte una cita o para probar algo, sino porque de verdad fue un malentendido ridículo.
Lily no supo que responderle así que los dos quedaron en completo silencio, sólo siendo interrumpidos por el sonido de un par de astillas reventando de tanto en tanto con el calor del fuego. Por primera vez en meses estaba considerando si debía dejar aquella ridícula conversación de lado y darle una oportunidad de nuevo. Después de todo, se había divertido mucho en el baile antes de ponerse a hablar de machismo y feminismo…
- ¿Esto no es sólo porque todo Gryffindor te odia y te sientes solo, verdad? – preguntó a la defensiva.
- No – respondió negando con la cabeza – No me importa todo Gryffindor, me importas tú.
- ¿De qué estás hablando? – dijo frunciendo el ceño y riendo – Te perdono por la conversación que tuvimos, Potter, no es necesario que inventes tanta cursilería. Mejor guarda fuerzas para convencer a todos de que te amen de nuevo mañana.
- No estés a la defensiva y sólo acepta el cumplido, Evans – dijo volviendo a girarse, colocando sus piernas estiradas y cruzadas sobre la mesa.
- Está bien – replicó, también volviendo a girarse.
- ¿Iba bien, verdad? Aquella noche…
- Supongo que sí… - corroboró algo complicada. No quería que se malinterpretaran las cosas - ¿Pero a qué te refieres? Para mí iba bien en el sentido de que me estabas cayendo mejor…
- Entonces… Si hubiera intentado besarte, ¿me hubieses rechazado de cualquier forma?
- Por supuesto – replicó, incómoda.
Aunque no era así, para nada. Cuando James la había invitado a salir ese día, a dar un paseo por los terrenos después de bailar, Lily asumió que el chico intentaría besarla. Y cuando le había dicho que sí a la propuesta de salir, era porque había decidido que ese plan no estaba del todo mal…
- Ya veo.
- ¿Por qué? ¿Para eso querías salir ese día a los terrenos? Como cualquier otra parejita que andaba ese día deambulando entre los setos, dándose el lote… ¿Cuál es la idea de ustedes, los chicos? Siempre que quieren pasarse de listos buscan ir al patio—
- ¡No! – se apresuró en decir – Quiero decir… En este mundo hay chicas comunes y corrientes, ordinarias, ya sabes, con las que se puede… Bueno, ir a darse el lote entre los setos.
- Por Dios, Potter – replicó – Eres un cerdo.
- ¡Te estoy explicando algo del sexo masculino, Evans, no de mí! – se defendió rápidamente – Pero tú no eres así. Tú eres especial. De verdad quería seguir conociéndote y… Sobre todo, quería cambiar tu forma de pensar sobre mí.
- Bueno… Debes saber… - comenzó a decir la chica con algo de nerviosismo – Esa noche, después de que me fui… Luego me di cuenta de que había sido demasiado dura contigo y que había exagerado. Así que volví a buscarte.
- ¿De verdad?
- Me di una vuelta por el Gran Comedor, pero no te vi. Me quedé esperándote en la Sala Común, para cuando subieras a acostarte, pero… Amaneció.
- Ah, sí – replicó, haciéndose el tonto.
- ¿Estabas con Sirius y Remus?
- No – respondió James.
Sabía que la sinceridad podía traerle muchos problemas. Pero su lado inmaduro y arrogante se estaba muriendo de ganas por hacerse el interesante y terminar haciéndole saber a Lily que había pasado la noche con una chica. Con la chica que ella misma había escogido para él, sin jamás pensar que le resultarían sus avances. Quería decírselo, aunque se enfureciera.
- ¿Entonces? – preguntó la chica, aunque ya sabía la respuesta.
- Estaba con una chica.
Ella no sabía por qué pero cuando escuchó esa respuesta afirmativa sintió un pequeño revuelco en su estómago que intentó reprimir rápidamente. Después de todo a ella no podía gustarle alguien como James Potter. Alguien que, a veces sí y a veces no, le caía tan mal y le desagradaba tanto que de hecho prefería quedarse soltera toda la vida que tan sólo pensar en la idea.
Podía ser digna y simplemente irse, pero la furia ganó.
- Me invitaste al baile a mí, y ¿después estuviste con otra chica? – preguntó en tono amenazador – Estuviste con esa tipa de Beauxbatons, ¿verdad? Celine, o como sea que se llame.
- ¿Por qué te enojas? Tú fuiste la que me abandonó a la mitad de la noche.
- Yo no estoy enojada – aclaró rápidamente, aunque sus mejillas coloradas decían otra cosa – No. Simplemente estoy impresionada. Esto confirma todo. ¡Menos mal que no te pedí perdón esa noche! Porque no me había equivocado realmente. ¡Eres un idiota!
- ¡No es como si te debiera algo! – respondió, enojándose él también ante la sorpresiva salida de la chica.
- Por supuesto que no me debes algo, pero no esperes que vuelva a darte una oportunidad, ni para ser amigos, Potter. ¡Porque eres un cerdo chovinista!
- Ahí vamos de nuevo con las palabras raras – dijo rodando los ojos.
- ¿Y qué, entonces? – dijo colocando sus manos en su cintura - ¿La apuesta? ¿La cumpliste?
- Sí. ¿Y qué? – dijo, intentando sonar lo más altanero posible – Además, Evans, ¿no crees que es un poco machista que tú hayas apostado sobre meterme en los pantalones de una de tus compañeras de sexo?
- Sí – reconoció, furiosa – Pero aquí está la verdad, Potter. Jamás pensé que ibas a conseguirlo. Porque jamás creí que una chica tan hermosa iba a hacerte caso a ti. Pero supongo que hay algunas, pobrecitas, que no tienen nada de amor propio. O bueno, tal vez simplemente buscaba hacer caridad con un pobre tipo desesperado.
- ¡Hey! – gritó, ahora tan furioso como ella - ¿Quién te crees que eres?
- Apuesto a que te arrepentiste de haberme invitado al estúpido baile, Potter – dijo acalorada – En cuanto esa chica te dio atención, deseaste haberla invitado a ella y fuiste detrás de ella en cuanto te pudiste deshacer de mí. Y yo sintiéndome culpable por haber sido demasiado dura contigo…
Se dio media vuelta y se fue de brazos cruzados tan furiosa que dejó la mitad de su té sobre la mesa.
James se había hartado oficialmente de que todos lo juzgaran. Desde ahora en adelante, todo iba a cambiar. Iba a recibir su bendito premio e iba a alardear sobre él. Iba a dar vuelta el resultado de Quidditch e iba a ganar la jodida copa, incluyendo también la Copa de las Casas a pesar de que estaban alrededor de cien puntos por lo bajo. Todos iban a volver a besarle los pies.
