N/A: ¡Gracias a quienes leen y a los que siguen la historia! :D

23
Correspondencia

James no se había equivocado. Todo Gryffindor estaba molesto con él, y cuando supieron lo del premio fue peor. Un chico de tercer año, compañero de Michael, incluso lo había encarado diciéndole que había preferido vender a la casa completa por un estúpido premio. Y él, ¿qué hizo? No encontró nada mejor que hacerlo volar por el aire como desquite.

- Ya se les va a pasar, relájate – dijo Peter. Los cuatro caminaban por el jardín, aprovechando que la brisa era cada vez más cálida.

- Pero estoy seguro de que si los levitas en el aire, será más difícil que te acepten de vuelta... – continuó Remus.

- Aun estoy esperando una disculpa – dijo Sirius.

- ¿Por qué me tendría que disculpar contigo? – preguntó James.

- Hiciste que entrar al equipo de nuevo sólo para arruinar el partido.

- No todo gira alrededor tuyo, ¿sabes? Todo fue culpa de Lily. Ella me saboteó.

- Lily no sabía que tú ibas a actuar como un pendejo.

- Perdóname por haber estado preocupado por el trasero de todos nosotros, maldito egoísta.

- ¿A quién llamas maldito egoísta?

- Tranquilícense, ¿quieren? – pidió Remus –. Todavía queda un partido y de seguro se las ingeniarán para ganar la Copa.

- Hay que ver cómo va entre Ravenclaw y Slytherin primero.

En efecto, con la derrota de Gryffindor la tabla parecía estar demasiado justa como para ponerse a sacar cuentas aun. Pero si Ravenclaw ganaba en el partido que se avecinaba el sábado, entonces James estaría en graves aprietos porque la diferencia se haría muy notoria.

Teniendo eso en mente, convocó varios entrenamientos después de las clases en la semana, y se aseguró de que cada uno de los miembros del equipo jugara mejor que nunca y mantuviera la concentración en las pelotas de juego. Pero en realidad no tenía demasiado que decir sobre los demás… Era él el que había arruinado la oportunidad de ganar un partido fácil, el mes anterior.

Sin embargo, Marzo estaba resultando ser un mes realmente increíble. Podía regodearse viendo a Peeves molestando a Snape, y nuevamente habían salido durante una noche de luna llena, pero a requerimiento de Peter, no se habían contentado con recorrer el Bosque Prohibido. Por primera vez salieron más allá, a explorar los cerros lampiños de los al rededores de Hogsmeade.

La noche anterior al partido, James y Sirius decidieron emborracharse con lo que quedaba de Whisky Puro de Malta, de aquellas botellas que habían robado tras la visita de Beauxbatons el pasado diciembre. Remus no quiso participar, aun recordando la horrible resaca que había sufrido tras emborracharse con ese tipo de alcohol. Peter decidió que era demasiado arriesgado y se mantuvo a raya, ambos solo escuchando a sus amigos hablar de sus temas favoritos.

- Bien. McGonagall o Sprout – preguntó James.

- McGonagall – respondió Sirius sin hesitar -. ¿Qué? Ahora no, pero cuando joven tuvo que haber sido sexy.

- ¿Y Sprout?

- ¡No!

- McGonagall o Madame Hooch.

- Madame Hooch tiene los ojos igual a los de Alex – rememoró con algo de nostalgia, ebrio y arrastrando las palabras –. Quizás debiera escribirle una carta.

- Sirius, concéntrate en el presente y escoge una – replicó James en el mismo estado.

- McGonagall igual.

Remus y Peter rieron.

- Remus es quien menos debería reírse aquí – continuó el chico de gafas –. Mientras nosotros hacemos estos juegos ridículos, él es el primero de nosotros en tener una novia. Remus es mejor que nosotros.

- Claro que no – respondió el aludido –. Simplemente se me hizo un poco más fácil tener una novia porque, primero, no es la chica que más me odia porque escogí justo a su mejor amigo para hacerle la vida miserable, y segundo, no es una medio veela que vive a miles de kilómetros de aquí.

- Además, no te hagas la víctima que yo te vi muy a gusto con Amy Vane el otro día – señaló Peter.

- No, no es mi tipo – respondió el chico con honestidad –. Aunque al menos le gusta Pink Floyd también. Tiene un gusto impecable en música.

Los Merodeadores cambiaban de un tema de conversación favorito, a otro. De mujeres y citas, a música y rock and roll psicodélico y lascivo. Daban ideas ridículas al aire, de pronto James corría emocionado por alguna ocurrencia y removía sus cosas, buscando algo con apremio. Minutos después tocaba la armónica (sin saber cómo hacerlo realmente) mientras Sirius, transformado en perro, aullaba al son de la música.

Cuando la desafinada y desastrosa pieza musical terminó, todos aplaudieron. Volvieron a hablar de Quidditch, tablas de puntos, y el campeonato nacional del mismo deporte para cuando Peter ya se había dormido. Y luego, Sirius propuso el tema de continuar encantando su moto.

- Ayúdame, Lunático – le rogó, borracho –. Es que ahora quiero que sea invisible. No quiero arruinar el secreto del estatuto mágico. No quiero. Jamás querría que los muggles supieran que existimos, ¿te imaginas? Pobrecitos, saber que la gente hace magia y ellos no…

- Si sé que no quieres, pero imagina que estés volando en una moto invisible. Va a ser algo raro si la gente ve a un chico sentado en medio del aire.

- ¡Es que yo también tengo que hacerme invisible! – replicó con ánimos.

- Si algún día tuviera una cita con Lily… - empezó a decir James, y luego aseguró con rapidez –. ¡Dije algún día, nunca se sabe! ¿Me prestarías tu moto?

- Claro, Potter – dijo de manera burlesca, sin pensar que eso pudiera ocurrir jamás.

- Dame tu palabra.

- Te doy mi palabra... Pero, ¿cómo puedo hacerla volar?

- ¡Pero si ya vuela!

- Ah, sí, sí, quise decir invisible. Quiero que sea invisible. No quiero volar el secreto – dijo con los ojos entrecerrados –. Pero te la presto, Prongs. Si no arruinas el secreto al frente de un muggle, te la presto.

- Genial.

- ¿Y si dormimos algo? – sugirió Remus.

A fuera ya aclaraba, y pronto comenzaría el movimiento en el resto del castillo. Especialmente los días en que se llevaban a cabo los partidos, los alumnos solían despertarse más temprano y con ánimos para ir a animar a sus compañeros, a hacer pancartas y armar posos de apuestas.

James se aseguró de mirar el partido con total atención, siendo casi el único alumno llevando los colores rojo y dorado entre un mar de alumnos de azul y plateado (Claramente había escogido sentarse en el lado de Ravenclaw y no de Slytherin). Ya que Hufflepuff había vencido a Slytherin, le hubiese convenido más si su casa menos favorita ganaba aquella partida, pero como nunca, los jugadores de Ravenclaw habían tenido un máximo de eficiencia en su desempeño, ganándoles por paliza y alejándose demasiado en la tabla de posiciones.

- ¡Maldita sea! – reclamó más tarde, de vuelta en la habitación de los chicos -. ¡Tendríamos que ganar por mucho!

- Cálmate, Potter – sugirió Sirius.

- ¡Y están jugando increíble! – señaló, refiriéndose a que justamente les tocaba contra Ravenclaw. Quedaban dos partidos en mayo, pero justo la final era entre ambas casas.

- Acuérdate que llegué a salvar al equipo.

- Y espero que de verdad lo hagas porque estoy empezando a temer lo peor… - suspiró, antes de atrapar bruscamente la snitch dorada que revoloteaba cerca de su cabeza.

Llevaba mucho tiempo sin jugar con ella, pero ahora que comenzaba a ponerse nervioso y sucumbir al estrés de la temporada de juego, necesitaba aliviar las tensiones atrapándola un par de veces.

Afuera había mucho viento. Los vidrios temblaban y los marcos emitían un sonido al golpear con la roca fría de las paredes del castillo. El silbido que provocaba hizo que ninguno se diera cuenta de buenas y a primeras que la lechuza de Remus se encontraba afuera picoteando el vidrio, luchando con todas sus fuerzas para no ser llevada en una ráfaga violenta.

Tras notarlo, Remus y Sirius reaccionaron de igual forma: Esperando lo peor. Que fuera otro de aquellos terribles mensajes de los hombres lobo. Se pusieron de pie en un impulso involuntario, y mientras el castaño iba a buscar su correspondencia, su amigo lo esperaba intentando disimular sus ansias para que James y Peter no notaran nada raro.

- Por Merlín, cierra esa ventana – pidió el de gafas tras sentir la poderosa corriente de aire entrar a la habitación. Pero luego continuó jugando despreocupadamente con la pequeña pelota dorada que revoloteaba sobre su cama.

Esta vez se trataba de un sobre, según ambos pudieron ver. Nunca era buena señal recibir correspondencia fuera de las horas normales y en el Gran Comedor, así que ninguno se relajó hasta que Remus vio, oficialmente, la letra de su padre sobre el papel y pudo respirar tranquilo.

- Es papá – le anunció rápidamente a su amigo.

- Ah, qué bien – le respondió Sirius con una gran sonrisa.

El chico rompió el sobre con un poco de apremio, ansioso por saber qué decía. Ya que no había visto a sus padres durante las vacaciones de navidad, extrañaba muchísimo a su familia. Había estado recibiendo constantemente cartas de su madre, al menos una vez por semana, pero su padre sólo se había limitado a mandarle muchos cariños a través de ella en vez de escribirle personalmente.

Querido hijo:

Espero que los estudios estén yendo increíble y que te estés preparando para los T.I.M.O. de manera apropiada. Sé que eso podría ser algo difícil, conociendo tu naturaleza algo intrépida que se ve exaltada por tus amigos. Tu madre y yo te extrañamos mucho, demasiado conscientes de que este ha sido el tiempo más largo por el que no nos hemos visto en toda la vida.

Me trae gran pesar tener que utilizar este medio para darte malas noticias, hijo mío. Lo cierto es que en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas estamos lidiando con problemas cada vez más serio debido a Voldemort y a sus seguidores. Los hombres lobos que le han declarado su lealtad han estado dejando algunos estragos y no sólo tú has recibido una de sus amenazas. Yo también he sido blanco de ellas… Ahora que se avecinan las vacaciones de pascua, quería pedirte nuevamente que te quedes en el castillo, por tu propia seguridad.

Todo esto es mi culpa, no la tuya. El hecho de que te atacara… Es algo que me va a pesar para toda la vida. No quiero que la situación se vuelva a repetir, pero tendría que ser tonto para negar que continúas siendo su blanco, y que la culpa de aquello sigue siendo mía…

Me he encontrado a Dumbledore en el Ministerio, recientemente. Ambos seguiremos tomando las medidas que sean necesarias para cuidar de ti. Nunca dejaremos que te ocurra algo.

Lamento no estar ahí para poder decirte esto en persona, abrazarte y contenerte. Lamento que todo esto sea mi culpa. Rodéate de tus amigos y no hagas nada demasiado alocado. Mantente a salvo.

Te quiere mucho,

Tu padre.

Para cuando terminó de leer la carta, sus ojos se habían llenado de lágrimas. No por el hecho de que estuviera asustado, o que las amenazas hubiesen continuado… Mucho menos por tener que quedarse en el castillo, pese a extrañar mucho a sus padres. Lo que le daba tristeza y le desgarraba el corazón era cada vez que su padre se disculpaba por su condición de hombre lobo. Y lo hacía bastante…

Su padre había insultado a Fenrir Greyback y a los hombres lobos durante su desempeño en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, años antes. La venganza del hombre había sido morder a su hijo y transformarlo en uno (Quizás asesinarlo, pero su padre había luchado contra Greyback antes de que lo lograra). Nunca se lo había perdonado, pero Remus no lo culpaba en lo absoluto, nunca lo había hecho.

Remus simplemente sentía el mayor agradecimiento posible a la dedicación de sus dos padres que se desvivían por hacer que él se sintiera feliz y cómodo, ayudándolo de alguna forma u otra a emular una infancia normal, a mentirle descaradamente a todos sus amigos y vecinos que los ruidos terribles que escuchaban una noche al mes, eran una u otra cosa que se inventaban en el momento. Escapar de una casa a otra, de una ciudad a otra, cada vez que creían que finalmente alguien había comenzado a sospechar algo…

Arrugó el papel en su mano y salió disparado fuera de la habitación, mientras sus amigos se ponían en alerta. Sirius sabía que Remus no quería que nadie se enterara aun de lo que había ocurrido.

- ¡Quédense aquí! – ordenó, colocando esa expresión terrorífica y esa voz similar a un ladrido de perro que lo hacía ver muy parecido al resto de su familia, que hacía que nadie se atreviera a desobedecerlo.

Él fue el único que siguió a su amigo escaleras abajo, y lo encontró solo en la Sala Común. Ya para ese entonces no quedaba ningún alumno, ni rastros de que alguna vez se hubiese encendido fuego debajo de una montaña de ceniza delgada, suave y gris.

- ¿Qué ha ocurrido?

- Mi padre… - respondió con un hilo de voz. No estaba llorando, pero sabía que lo haría si comenzaba a explicarle. En vez de continuar, le pasó la carta a su amigo.

- Lo siento, Remus.

- Desearía que dejara de culparse por lo que ocurrió.

- Si te pones en el lugar de él… Bueno, no lo sé – dijo encogiéndose de hombros –. Supongo que cualquier padre en su lugar haría lo mismo, incluso si era algo que escapaba completamente de sus manos.

Se sentó en el sillón junto a su amigo y colocó su mano sobre su hombro, para darle algo de ánimos.

- Ahora él también ha recibido una amenaza.

- Lo sé, pero si lo piensas—.

- Tú y James tenían razón.

- ¿De qué?

- No digo que lo haga ahora, ni mañana… Quizás ni siquiera el próximo año o en varios años más, pero tenemos que detener a este maldito hijo de puta.

Sirius sonrió mirándolo con sorpresa, una agradable.

- Me alegra ver que tienes una opinión tan buena sobre ti mismo, Moony – respondió, imitando lo que él le había dicho tiempo atrás -. ¿Adquiriste un súper poder también?

- La gente cada vez le teme más a este grupo de sociópatas asesinos. Yo… ¿Sabes lo que pienso? Soy un hombre lobo.

- No me digas.

- Escúchame, Sirius… - dijo intentándolo hacerle entender que lo que quería decir era otra cosa -. ¿No crees que puedo ser de utilidad…?

- Dices… ¿Desde adentro? – preguntó algo preocupado. Remus asintió.

- Quizás… Aunque no ahora, supongo. Ni en un buen tiempo más – respondió tragando saliva, enfrentando por primera vez la idea de una manera tan frontal y realista –. Pero hay que detener a Greyback.

- ¿Quién está hablando de Greyback? Estoy hablando del maldito Voldemort – dijo con una sonrisa atrevida, imitando él ahora a su amigo.

El moreno le respondió aquella sonrisa con la misma arrogancia.

- De acuerdo, hay que detener a Voldemort – replicó encogiéndose de hombros.

- Genial. Será la siguiente cosa que hagamos después del mapa – murmuró algo entretenido.

- Que no se nos vaya a olvidar anotarlo en la lista de ocurrencias, ¿eh?

Sacó un cigarrillo para ambos, y tras encenderlo, comenzaron a fumar en silencio, pues ya se les habían acabado las bromas y a ambos les daba miedo reconocer que en realidad, estaban hablando medio enserio. Porque, medio enserio, la idea de querer ir a detener a Voldemort no era algo tan alocado… Si no fuera porque tan sólo tenían, ahora, dieciséis años.

- Quizás… Quizás ya sea hora de que se lo digas a James y a Peter.

- Sí, también lo creo.

- Pensé que te negarías.

- Estoy harto de guardar secretos, y tener que inventar otra excusa para quedarme en el castillo durante las siguientes vacaciones será un dolor en el trasero.

- Vamos, probablemente aun estén despiertos – dijo dándole una palmada en la espalda.

Sirius y Remus se pusieron de pie en la oscuridad para regresar a la habitación. Al castaño siempre le hacía bien hablar con Sirius… Era extraño, porque confiaba exactamente en la misma medida en sus tres amigos. Pero hablar con James sobre temas serios a veces podía ser una experiencia que lo sobrepasaba y le crispaba los nervios. Peter era pesimista y desubicado. Le habría preguntado si le daba miedo morir, o algo por el estilo. Pero no Sirius. Él siempre tenía la palabra indicada, y sabía cuándo era apropiado decir algo serio o comenzar a bromear de nuevo.

- ¿Dónde estaban? ¿Qué pasó? – preguntó James cuando regresaron.

- ¿Recibiste una mala noticia desde Londres? – preguntó el más pequeño del grupo.

- Sí – replicó asintiendo –. Chicos, tengo algo que contarles. La verdad es que no he sido del todo sincero con ustedes dos en los últimos meses.

- ¿De qué estás hablando?

El licántropo les contó con lujo de detalle acerca de los misteriosos mensajes que habían comenzado a llegar tiempo atrás, presumiblemente (con toda certeza) de los Hombres Lobo, con amenazas de muerte. Los puso al día acerca de su reunión con Dumbledore en el despacho, aquella noche que Sirius se había tomado la poción de amor de Batsheda, para decidir acerca de su futuro. Les pasó la carta de su padre, para que la leyeran, y les contó el motivo real por el que se había quedado en el castillo durante navidad.

- Nos mentiste – dijo James.

- Lo hice. Lo siento.

- Pero… ¿No confiabas en nosotros? ¿Primero lo de Mary y luego esto?

- No, no, no – se apresuró a decir –. Lo de Mary fue distinto. Simplemente me daba vergüenza, no quería que bromearan o me molestaran. La verdad es que siempre he confiado mucho en ustedes… En los tres, por igual. Si Sirius lo sabía de antes es porque lo descubrió todo.

- Pero entonces, ¿por qué no nos contaste?

- Ya estaba demasiado preocupado y asustado por mí mismo como para tener que lidiar con sus comentarios o consejos – replicó con sinceridad –. Lo siento, James, pero hubieses sugerido un plan de la A a la Z como si esto fuese algo emocionante en mi vida en vez de algo terrible, hubieses querido convencerme de salir del castillo bajo la capa durante la navidad… Y Peter, tú sabes que eres demasiado pesimista.

- Está bien – replicó el de gafas, algo molesto pero sabiendo que su amigo tenía la razón -. ¿Qué quieres hacer?

- ¿Sobre qué?

- No lo sé… Esa idea loca de Dumbledore de enviarte lejos.

- Supongo que seguirle el plan si esto continúa.

- ¿Qué pasa si continúa indefinidamente?

- Le pondré un fin – dijo con seguridad.

- De acuerdo, le pondremos un fin – continuó su amigo, convirtiendo las palabras en singular a plural como de manera automática –. No dejaremos que te hagan nada jamás, Remus. Y esto no lo digo como parte de un plan emocionante… Me da lo mismo tener dieciséis años, ¿sabes? Si alguien se mete contigo, iremos por él.

- Lo sé. Gracias, chicos.

- Así que… ¿Quieres que nos quedemos aquí estas vacaciones?

- No. Muy por el contrario… Lo que quiero es que se vayan y lo pasen increíble por mí, para que puedan regresar a contarme historias de las estupideces que hicieron. ¿Me dan su palabra?

- ¿Quieres que hagamos estupideces?

- Nada me encantaría más.

- Vamos a honrar tu palabra, Moony – respondió Sirius.