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El Profeta

Remus se había quedado en el castillo de nuevo, solo y aburrido, pero haberle contado a sus amigos la verdad sobre todo el asunto de los mensajes misteriosos le había sacado un peso de encima, y la promesa de los chicos de protegerlo y ayudarlo lo reconfortaba, aunque supiera muy en el fondo que eran unos niños igual a él, que poca protección real podían ofrecerle.

James, Sirius y Peter se fueron cada uno a su casa. Por un lado, la señora Euphemia Potter había preparado un banquete para celebrar la llegada de su hijo después de ganar el premio especial de Servicios al Colegio. No sólo lo llenó de amor, sino de alfajores de chocolate blanco con crema de pistacho, pequeños quequitos rellenos con salsa de frutos rojos y trufas rebosadas con almendras y nueces bañadas en licor de hidromiel. Sólo para él.

- Tu padre está en una reunión de negocios pero regresará para la cena. Ha estado alardeando tus logros con sus amigos del Ministerio, hijo – le dijo Euphemia a su hijo mientras lo ayudaba a cargar las cosas a su habitación.

- ¿Crees que podríamos celebrarlo uno de estos días? Me gustaría tener una fiesta con mis amigos.

- ¡Por supuesto! Había pensado en invitar a tus tías pero una fiesta con tus amigos será mucho mejor. ¿A cuántos quieres invitar?

- No lo sé… ¿cien? – Su idea era invitar básicamente a todos los que le caían bien en Hogwarts y con un poco de suerte su popularidad sería restaurada en un abrir y cerrar de ojos.

- ¿Cien? – dijo riendo con complicidad – Ay, por Dios, olvidaba que tienes tantos amigos. Tu padre era exactamente igual cuando estuvo en Hogwarts, ¿sabías?

James asintió educadamente para no decirle que ya había escuchado esa historia unas diez mil veces.

- Yo por el contrario… - continuó con un brillo de nostalgia en los ojos – No sé en qué me la pasé durante todos esos años. Fue un milagro que tu padre se fijara en mí.

- Que no te escuche decir eso – dijo entretenido.

- Puedes decirle a Sirius, Remus y Peter que se queden a dormir si quieres. Pondré a los elfos a escribir las invitaciones enseguida.

El recibimiento que tuvo Sirius fue completamente diferente. La última vez que había visto a su madre la había humillado en medio de una fiesta, así que cuando llegó al Grimmauld Place, su madre estaba esperándolo con una expresión tan rígida que parecía apunto de tener una parálisis facial. Pensando en esto, Sirius intentó aguantar una risa explosiva, y su madre le dio una cachetada en la mejilla derecha. En cualquier otro momento se hubiera mandado a cambiar de inmediato a la casa de James, pero ahora tenía que descubrir mejor en qué pasos andaba Regulus, así que simplemente intentó calmarse.

- Supongo que me lo merecía – comentó como quien comenta el clima.

- Pensé que no tendrías cara para regresar aquí después de lo que hiciste, niño insolente.

Bueno, felizmente me voy, entonces, fue lo primero que pensó. Pero no. Tenía que buscar una forma de comprobar algo que ya tenía bastante claro, pero que Dumbledore quería confirmar. Que su hermano era un mortífago o estaba cercano a convertirse uno. Y no, no por presiones familiares como creía su director. Sino porque su hermano estaba tan jodidamente enfermo como toda su familia.

- Vamos, madre, dejemos el pasado atrás – dijo sonriendo falsamente.

- ¿Qué tienes planeado esta vez, Sirius? Algo debes tener planeado – dijo mirándolo verazmente – Te conozco.

- ¿Qué me vas a conocer tú? – dijo restándole importancia con un gesto de mano – Lo de la fiesta de navidad fue hace meses. No me extraña que no lo dejaras pasar hasta ahora, pero como sea. Fue divertido, no puedes negarlo. La cara que pusieron esas viejas estiradas.

La señora Walburga dio un largo respiro y pasó su arrugada y avejentada mano por su cabello gris pulcramente peinado en un moño. No quería perder la paciencia tan rápido con ese niño endemoniado. Todo lo que decía le caía mal. Cada cosa que salía de su boca la irritaba.

Sirius lo vio en su cara. Le dio una sonrisa vacía y subió sus bolsos a su habitación.

James, mientras tanto, se había quedado ordenando sus cosas en su habitación, sin salir ni hacer nada en especial cuando un fuerte picotazo contra su ventana lo asustó y lo sacó de sus pensamientos. Considerando que se había separado de sus amigos en la estación aquella mañana era un poco pronto para recibir la carta de uno de sus amigos, sin embargo reconoció la letra de Remus de inmediato y fue rápidamente para leerla con curiosidad.

Querido James:

Mi padre me ha enviado otra carta. Esta vez tiene información confidencial sobre Escorpión. El juicio ya se ha llevado a cabo y lo ejecutarán esta noche. Mañana saldrá la portada en El Profeta y no hay nada que hacer al respecto.

Atte.
Remus Lupin.

James releyó las palabras un par de veces. Envió correspondencia a Sirius y a Peter para informarles. Tenía pensado hacerlo de todas formas para contarles que haría una fiesta, pero el asunto del elfo debía pasar a ser prioridad. Les pidió que se reunieran con él una hora más tarde en un parque que quedaba muy cerca de su casa.

Sirius y James encendieron un cigarro y se pusieron a discutir cómo podían hacer algo para ayudar a Escorpión sin perjudicar al padre de Remus. Peter estaba histérico. Cada idea que arrojaban sonaba más arriesgada e ilegal que la anterior, y ya comenzaba a preguntarse si sus amigos habían perdido la chaveta.

- No podemos hacer nada por el elfo, está custodiado en una prisión de alta seguridad por aurores y lo matarán en cosa de horas – les dijo el chico más petizo, esperando traerles iluminación.

- Pero podemos hacer algo para inculpar a Bellatrix – replicó Sirius, como si nada.

Era peor todavía. Peter quería esconderse bajo una piedra.

- ¿Estás loco? Bellatrix se vengaría.

- No si hacemos las cosas bien – interrumpió James – Remus comentó que la información saldría en la portada de El Profeta mañana.

- ¿Y qué pretenden hacer? – preguntó algo nervioso.

- Tenemos que buscar una forma de cambiar la historia de El Profeta antes de que se imprima – explicó como si nada – Y sería ideal si nadie lo nota hasta que sea demasiado tarde.

- ¿Estás loco, verdad? Puedo hacerles notar una a una todas las cosas que saldrían mal en ese plan. Primero, es ilegal. Segundo, no sé cómo se esperarían entrar en el periódico más importante de la Inglaterra mágica y cambiarlo. Tercero—

- Rita Skeeter – lo detuvo Sirius – No sólo trabaja en la revista Corazón de Bruja. Tiene una pequeña columna en El Profeta. No sé ustedes, pero yo quisiera vengarme por lo que escribió sobre mí después de navidad…

- ¿Qué propones? – preguntó James.

-Podría hacerle una visita… Fingir que su historia me arruinó la reputación… Intentar demostrarle que no soy gay en lo absoluto… Y eso les dará unos minutos a ustedes para poder entrar y cambiar la historia.

- Sólo unos minutos, ¿eh? – lo molestó James con una sonrisa socarrona.

- Mira, Potter - explicó con toda calma mientras le daba una profunda calada a su cigarrillo – Si hay algo de lo que me he dado cuenta es que todo eso de "Quien dura más es el mejor" es pura habladuría.

- Ilústrame.

- ¿Nunca te has puesto a pensar que quien dura más es porque no sabe qué mierda está haciendo? – preguntó levantando las cejas – Lo importante es cumplir, mi amigo. No lo que te demores en eso.

James y Peter se quedaron reflexionando el consejo sexual escondido de comentario común y corriente, porque sí tenía algo de sentido.

- Bien… - replicó James volviendo al tema – Pero, si hicieras eso… Es probable que despidan a Skeeter, y lo sabes.

- ¿Se supone que me debo sentir culpable? Esa mujer es más inteligente y astuta que cualquier de nosotros – se defendió – Va a lograr que despidan a su editor antes que a ella… Y de cualquier forma, no tiene ningún escrúpulo y ha sido capaz de joder a quien sea para escribir sus historias.

- Sí, la verdad es que a mí tampoco me importa mucho – reconoció encogiéndose de hombros.

- Miren. A mí tampoco me cae bien Rita Skeeter pero esto es demasiado arriesgado – volvió a decir Peter, intentando ser la voz de la cordura entre esos tres. Lamentó profundamente que Remus no pudiera acompañarlos… Él hubiese detenido esa locura – Si los descubren—

- Que suerte que tengo una capa de invisibilidad entonces – interrumpió James con arrogancia.

- No, yo paso esta vez.

- Como quieras. ¿Sirius? Yo puedo entrar y cambiar la historia si te aseguras de darme tiempo.

- No hay problema.

- Suena como el peor plan del mundo… - dijo Peter nervioso, restregándose las manos - ¿Y qué escribirás exactamente?

- No aseguraré nada, no sería tan idiota. Pero sí escribiré que por lo menos la población mágica tiene que ser lo suficientemente inteligente para cuestionarse si el elfo actuó por sí solo, porque su dueño nunca admitiría nada de cualquier forma… Menos si su dueño es Bellatrix Lestrange.

- Rita Skeeter pensará que fui yo, con algún cómplice, pero no podrá probarlo – continuó Sirius – El periódico causará un enorme revuelto, y mi prima se va a intentar desquitar. Ellos pedirán las disculpas públicas, y de manera privada, Skeeter le dirá a mi prima que he sido yo. Querrá desquitarse conmigo, pero… ¿Qué tanto puede hacer?

Atardecía rápidamente y un cielo anaranjado impactante se reflejaba en las ventanas de las casas. James regresó a su casa a toda velocidad para buscar su Capa de Invisibilidad y pensaba lo útil que iba a ser cuando pudiera aparecerse legalmente. Es una suerte que Remus no esté aquí, pensó. El licántropo tenía el sentido común que a ellos les faltaba… Los hubiera hecho entrar en razón y detenerlos de hacer algo tan arriesgado.

Ya no quedaba mucha gente paseándose en el Callejón Diagon cuando llegó. Ya casi anochecía y muchos magos y brujas cerraban sus tiendas y se iban a sus hogares. En el caso de la oficina principal de El Profeta, su editor, un hombre viejo y bajito, cerró la puerta y desapareció ahí mismo. Entró a un callejón a esperar por Sirius y el muy idiota sí se apareció ilegalmente en medio del callejón.

James lo agarró de un hombro y lo metió al mismo espacio entre los dos locales en donde se encontraba, terminando apretados en el pequeño espacio.

- Arruinas mi estilo, Potter – dijo Sirius alisando su abrigo negro.

- ¡Te acabas de aparecer ilegalmente!

- Que me demanden.

- Más te vale que el Ministerio no te venga a buscar en medio de lo que vamos a hacer o arruinarías todo y nos—.

- El Ministerio anda preocupado de otro tipo de cosas ahora, Potter – interrumpió con calma.

James se sintió algo avergonzado porque era verdad. El Ministerio con suerte podía hacerse cargo de todos los problemas, infiltraciones, dementores en escape y más, como para preocuparse de una aparición ilegal en medio del Callejón Diagon…

- Ahora explícame qué hay que saber.

- Vi que el editor ya se ha ido – explicó apuntando el vidrio empavonado y arenado de la oficina –. Hay velas encendidas adentro, así que presumo que los periodistas y escritores afinan los últimos detalles.

- Está bien, me las arreglaré para sacarlos a todos antes de que tengas que entrar. Hora del show principal.

James volvió a echarse la Capa de Invisibilidad encima y continuó esperando en el callejón mientras Sirius tocaba la puerta de la oficina. Después de al menos cuatro intentos salió un hombre de unos cuarenta años que no lucía muy contento y lo miró con cara de pocos amigos.

- Está cerrado.

- Sé que está cerrado – respondió Sirius con un tono arrogante, que usualmente sacaba de quicio a cualquiera –, pero busco a Rita Skeeter.

- ¿Quién eres? – preguntó casi en un gruñido.

Pensó en decir un nombre falso para no volar su tapadera, pero sería peor si a través del Ministerio se sabía que se había aparecido ilegalmente y luego había mentido sobre su identidad. Al contrario, debía jugar esta carta con naturalidad, demostrando que no tenía nada que esconder, y que verdaderamente estaba ahí sólo para ver a Rita Skeeter.

- Sirius Black.

El hombre se fue hacia dentro cerrando la puerta, que emitió un sonido como de campana, y después de esperar un par de minutos escuchó unos pasos de tacones acercándose. Sirius se sorprendió de no estar para nada nervioso. Las ganas de arruinar la reputación de su prima y de vengarse de Rita Skeeter debían ser demasiado grandes.

La puerta se abrió de nuevo y apareció una mujer curvilínea pero bastante ordinaria, luciendo un vestido de satín verde casi brillante, demasiado maquillaje y usando unos lentes con marco de estampado de leopardo. Cuando lo vio, sonrió victoriosamente con unos ojos azules que irradiaban curiosidad y entretenimiento. Lo hizo pasar con un aplauso mientras sus demás colegas lo miraron un segundo con sorpresa mientras ella lo llevaba a su despacho personal.

El lugar era pequeño y estaba lleno de plumas de colores exóticas, placas y diplomas de dudosa procedencia en la pared. Las murallas estaban pintadas de colores fuertes que contrastaban con cortinas similares, y un potente olor a perfume barato llenaba la salita. La mujer le sacó el abrigo y lo colgó en un perchero de algo que aparentaba ser oro, pero no lo era.

- ¡Pero que sorpresa! – exclamó la periodista con una enorme sonrisa. Sus labios estaban tan rojos que llegaban a ser molestos – Pensé que después de la edición de Corazón de Bruja no querrías volver a verme.

- Bueno, debo reconocer que afectó bastante a mi fama – mintió el chico –. Quizás más de lo que me gusta admitir.

- ¿Y vienes porque quieres que me retracte, no es así? – dijo la mujer sentándose frente a él con el escritorio de por medio – Usualmente no me retracto de mis propios artículos. Afecta mi credibilidad.

- ¿Por qué no le dices a todos tus colegas que se larguen hasta mañana y yo te demuestro aquí mismo por qué deberías retractarte? – dijo Sirius directa y sugerentemente. La mujer esbozó una sonrisa.

- Vaya – exclamó –, veo que no te andas con rodeos, Sirius Black.

El chico le sonrió con algo de impaciencia mientras sacaba un cigarro. No le apetecía demasiado la idea de pasar tanto tiempo con Rita, pero tenía que ser directo. Necesitaba que la periodista sacara a todos los demás tan rápido como pudiera de la oficina para que James pudiera escabullirse y cambiar la historia, o de lo contrario se terminaría encamando con la mujer por nada.

- No te voy a negar que tener a Sirius Black rogándome perdón es algo mucho mejor de lo que jamás imaginé – dijo ella completamente altanera.

- No estoy rogando. Yo simplemente he venido a cambiar tu punto de vista sobre mí. Tu versión de la historia la vas a cambiar tú misma, una vez que termine – replicó todavía más altanero.

- Espera un poco, Sirius Black – dijo ella con una sonrisa de satisfacción mientras abría la puerta y asomaba su cabeza -. ¡Arthur, termina y envíalos a casa! ¡Yo me encargaré de la impresión y de cerrar!

Minutos después, desde el callejón, James vio como los reporteros que quedaban dentro de El Profeta salían con cara de pocos amigos y murmurando cosas entre dientes, como "¡Lo está haciendo de nuevo! Rita cree que puede usar nuestras oficinas como su nidito de amor de nuevo". Antes de que la puerta se cerrara, colocó su pie y se escabulló dentro, aun con la capa puesta.

Tras avanzar por un pasillo no demasiado largo, llegó a la oficina de impresión. Parecía que todo el edificio de madera antigua estaba relativamente ladeado, como adaptándose a la forma de las tiendas que estaban a los lados. Pero decidió no perder tiempo mirando los detalles y se acercó a una mesa de trabajo.

Ahí estaban, justo frente a él, las hojas sueltas de la edición que estaría en todas partes a la mañana siguiente. En la portada aparecía Escorpión siendo llevado encadenado por varios hombres mientras tiritaba y miraba a su alrededor con un tic nervioso en uno de sus enormes ojos redondos. Lo llevaban a cumplir su sentencia. Considerando que esa fotografía había sido tomada un par de horas atrás, de seguro ya estaría muerto. En el titular se leía "Escorpión no se ha salvado de la pena de muerte, Hogwarts está a salvo".

Con su varita hubiese sido mucho más sencillo, pero para prevenir, decidió no dejar ninguna marca de su actuar y lo hizo a la antigua: Tomó el corrector mágico y luego comenzó a dictar las letras para un nuevo titular y un nuevo cuerpo de la noticia, intentando estar calmado y no presionado. Tenía que parecer que lo había escrito un profesional…

El nuevo titular era bastante más sugestivo: "Escorpión es declarado culpable… ¿Culpable de qué?". Se aseguró de que el resto del escrito fuera tan sugerente como el título y al terminar le echó una leída. Era controversial… Apuntaba indirectamente a Bellatrix y a Rodolphus Lestrange. Estaba bastante satisfecho consigo mismo.

Para terminar, dejó las cosas tal cuál las había encontrado y colocó un hechizo desilusionador por si acaso alguien lo veía antes de tiempo. Hasta las ocho de la mañana del día siguiente cualquiera que viera el ejemplar, leería la noticia original. Luego de ser despachado, cuando estuviera en el pico de todas las lechuzas siendo llevado a sus suscriptores en el mundo mágico, se presentaría el nuevo artículo.

Salió tan silenciosamente como entró, y partió para su mansión. No era como si pudiera tocarle la puerta a Sirius para avisarle que ya estaba listo, y de seguro su amigo tampoco quería ser molestado en esa circunstancia tan particular. Así que asumió que llegaría dentro de pronto.

Tras volver a su casa se encontró con Peter, que se quedaría a dormir. Juntos esperaron nerviosos por noticias… El rubio parecía más nervioso que sus propios amigos pese a no haber participado en la jugarreta. ¿Había salido todo bien? ¿Los descubrirían al día siguiente? De seguro se iba a llevar a cabo una investigación y aunque hubieran sido cuidadosos, había muchas posibilidades de que los descubrieran.

Sirius llegó no mucho después, luciendo algo desbaratado.

- Necesito una ducha – fue la primera frase que salió de su boca. Luego se dio cuenta de sus amigos tenían comida y se abalanzó sobre ella.

- Sí, tuve el "privilegio" de escuchar algo de lo que pasaba allá dentro mientras redactaba – comentó James.

- Lo peor de todo – dijo mientras continuaba comiendo y hablando con la boca llena –, es que mañana sabrá que hice todo apropósito para que alguien cambiara El Profeta. Supongo que estaré leyendo otro artículo de mí en la revista Corazón de Bruja.

- Supongo que seguiremos siendo gays – dijo riendo.

- No sé cómo pueden estar tan calmados… ¡Podrían llevarlos a Azkaban! – dijo Peter.

- Nada de eso.

- Eso espero, de todo corazón… Por cierto, ¿Ahora qué procede?

- Tengo que organizar una fiesta para mañana – contestó James, como si nada.

- Me refería a lo de Escorpión.

- No volveremos a hablar de eso nunca más, ¿queda claro? Mi mamá creyó que pasamos toda la tarde aquí, y vamos a mantener esa mentira. Excepto que Sirius se apareció en el Callejón Diagon.

- Te lo digo, Potter… El Ministerio dejó de funcionar.

- De acuerdo… La cosa es que quiero hacer una fiesta grande e invitar a todo el mundo.

- ¿Para qué? – preguntó el chico regordete.

- Las fiestas grandes son más íntimas – replicó Sirius terminando de tragar un alfajor –. Nadie se preocupa de lo que estás haciendo o donde. La pregunta es por qué hará una fiesta.

- Para empezar, porque siento que la mitad de estos hijos de puta son unos malagradecidos que me siguen culpando por lo de perder el partido, y creo que con una fiesta podré convencerlos de que soy genial de nuevo.

- Ya. ¿Sólo por eso?

- Además tuve una discusión con Evans - reconoció el castaño de gafas avergonzado – Y quiero demostrarle que no me interesa su existencia.

- ¿Peleaste con Lily? ¿Por qué?

- ¡Eso da lo mismo! Lo importante es que con esta fiesta mataré a dos pájaros de un tiro. Por un lado recupero la venia de todos los idiotas que me culparon por perder el partido, y por otro lado, Evans se entera de que me va excelente sin ella.

- ¿Y la invitaste?

- ¡Por supuesto que no!

- ¡Invítala, idiota! ¿Cómo se va a enterar de la fiesta si no la invitas? Además, nada demuestra mejor el desinterés que tratarla como al resto de la gente. Invitaste a cien personas, Potter. Eso es bastante impersonal. Ella bien podría pensar que las lechuzas salieron automáticamente para todos los alumnos de nuestra generación, y que fue incluida casualmente.

- Supongo que sí… - contestó reflexionando.

- Y si realmente quieres terminar triunfalmente, arroja la fiesta y nos vamos en la mitad a Londres en donde de verdad hay una. Te aseguro que todos van a hablar de que utilizaste tu fiesta como la previa de una mejor y te fuiste de tu propia casa como si nada.

- Tienes razón, Sirius – dijo tomando la pluma –, voy a invitar a Evans a la fiesta y la trataré como a cualquier otra persona.