Se sentía demasiado sola tratando de esquivar aquellas palabras que iban directo su corazón como flechas de fuego, incrustándose con odio en él, y empañándola de dolor y lágrimas. Era demasiado cruel estar en la oscuridad escuchando una mezcla de sonidos, entre dulces y amargos que simplemente la hacían querer morir y terminar con todo. No era para exagerar tanto, pero era lo que sentía al estar intentando encontrar una fuente de poder que le hiciera sonreír y gozar de su vida sin lamentarse de nada. Era lo más difícil tomando en cuenta que un rostro de papel brillante le miraba coquetamente desde una de las paredes de su habitación, exigiéndole un poco de compasión por él. ¿Porqué le sonrió entonces? Apenas podía divisar sus ojos en aquella profunda oscuridad, pero su voz suave estaba penetrando por su mente, ahogando las palabras que ella odiaba, para transportarla a ese minuto intenso de amor y melancolía.
-Eres la única persona en el mundo que no critica mi vida...porque eres la causa de todo, mi madre te odia por...no sé porque te odia, no haces nada malo, solo cantas..en otro idioma..¿Qué esta mal en eso?-Dijo aferrándose a la pared y sosteniendo en una mano un reproductor de disco compacto, donde giraba la razón de su sonrisa encantadora, era su voz la que resonaba en su mente y apagaba la crueldad de la vida...¿Era porque lo amaba? Definitivamente ella era una de aquellas chicas que admiraba un astro inalcanzable y sufría por serlo. Eso se llamaba: FANS.
Su madre había estado toda la tarde reprendiéndola por ser un poco diferente de lo que ella necesitaba a su lado. Era una joven que no alcanzaba notas excelentes, no era muy sociable, escuchaba música distinta a la acostumbrada, pero solo eso, no era mala...no dañaba a persona alguna, pero eso no era específicamente tomado en cuenta. Lo único que importaba era ser rara y no comprendida. ¿Cuál era la idea entonces?
Miraba el techo de su habitación sin encontrar respuesta a esas preguntas. La voz en su cabeza le decía que aguantara, pero estaba en lo mismo desde que tenía memoria. ¿Qué tenía que hacer entonces? No tenía nada que hacer, solo pensar y cerrar los ojos para no contemplar el vació de su entorno, ni la mirada fija de un ser perfecto, pero lejano.
Una lágrima rodó por su mejilla al escuchar la puerta remecerse con fuerza y los gritos de esa persona aniquilaron su alma.
-No sirves para nada! No eres más que una basura que no se preocupa de su futuro, que solo escucha esa música de monitos! No vales ni un cinco!
Se arrodillo junto a la cama, llorado con el volumen bajo de su mundo inquieto. No quería seguir escuchando aquellas palabras en su contra. Toda la casa se remecía al unísono, como un eco de fulgor podrido de un demonio exasperado.
Su corazón latía con rapidez. Saltaba todo su cuerpo por el culpa del dolor que le provocaba la situación. No sabía qué pasaba con Dios, él parecía no querer darle una esperanza o una vida, mejor dicho...Dios ya no existía para ella.
¿Quién construía su vida?
Ella...eso gritaba su madre, le decía que ningún japonés le daría un mundo perfecto, nadie más que ella podía reclamar un futuro, pero no podía, no existía un manual donde aprender a construir una vida, lejos de los reclamos paternales.
Todo fue silencio. La música se detuvo de golpe, y el huracanado viento del abismo la volvió a poseer.
Su hermana ahora peleaba furiosamente contra la madre, y eso la desesperaba más que antes. Se estaba ahogando entre las tenebrosas luces emigrantes de la luna, que llenaba su entorno, y apegaba su silueta a la puerta. Todo estaba como en la guerra, nadie se podía de acuerdo, todos morían.
Nuevo silencio inundando la casa y su oscuridad apartada de los gritos. Su teléfono celular comenzó a sonar en ese mismo instante, pero se quedó quieta, no sabiendo si responder o apagarlo..pero..era su prima la que llamaba, aquella a la cual no veía desde hace unos meses.
-Hola..-Dijo en voz baja.
-¿Por qué hablas así de bajo?
-No puedo hablar ahora, mi mamá tiene discurso...ya no la aguanto.
-Bien, entonces solo escucha y luego me respondes.
-Esta bien.
-Me he conseguido dos boletos ¡DOS BOLETOS! Para el concierto de l'arc-en-ciel aquí es estados unidos el próximo 31 de julio...
-¿Que?
-Así como escuchaste, conseguí dos boletos, para ti, y para mí...para esto quedan dos semanas...¿Qué respondes a mi noticia?
-Es que...es...fabuloso...pero...no..se..No puede ser que vengan, escuche de esto, pero no de la fecha...Dios, no me mates con esto Naria...por favor.
-Lo siento, pero es que tienes que venir.
-No me dejarán...aunque no tendría porque pedir permiso...ya estoy grande..tengo 20 años, y ellos no me pueden mandar, no pueden...
-Si pueden, pero en esta oportunidad..merecen otra cosa..¿Qué me dices?
-Déjame pensar...ahora podría decirte que sí, puedo retirar todos mis ahorros del banco y perderme, pero déjame pensar...
-Esta bien, pero piénsalo bien...tu decides. Te llamo mañana.
-Si...adiós.
Ella colgó aquel llamado y miro el oscuro techo de su habitación. Nadie reclamaba, el silencio era casi total. Su corazón se tranquilizo por esa parte, y por la otra...se revoluciono.
-¿L'arc-en-ciel al alcance de mi mano?-Pregunto con un suspiro muy suave.-No es cierto, ellos no pueden estar a mi alcance...es ilógico...
No podía ser real lo que le decían. Tenía la clara impresión de que le estaban jugando una broma, pero era su prima la que se lo decía, no podía desconfiar de su palabra, solo de aquellas personas que no la querían ver feliz, y estaban a pocos metros de distancia...no en Estados Unidos al borde de conocer el mundo secreto de J-music. Nada podía estar mejor, problemas por un lado, por el otro un ramo de pesimismo y nostalgia...¿Qué podía pensar con este problema en las manos? Era lamentarse o decidirse a actuar de una vez por todas.
Hacía frío, y la mirada brillante de un papel iluminado por la luz de la luna le daba a entender que estaba destinada a estar en una línea recta y no decidirse por nada. ¿Qué podía hacer entonces si era indecisa? Sus manos estaban congeladas y enredadas en su cabello liso, que caía disparejo en su frente, la música en sus oídos comenzó nuevamente y se escondió entre las almohadas de su cama, para pensar y soñar que todo era perfecto.
Cuando la mañana llegó acudió a la Universidad, para sus clases de medio ambiente, en las cuales solía aturdirse y olvidar por un momento la rutina diaria al salir de aquel edificio de estudios, en los cuales se sentía sola.
La profesora había estado hablado sin detenerse por lo menos una hora y media, luego dejó que sus alumnos preguntaran sus dudas y continuo. Desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde, Lis se dedico a escribir en una hoja su nombre y una "H" solitaria en los bordes de cada cuadrado que hacia. Lo demás no le preocupaba demasiado, pues sus problemas en el instante eran aquellos en los que su vida era sometida a la no existencia.
-Lis! ¿Vienes con nosotras al centro?-Preguntó una de sus compañeras alcanzándola en la puerta.
-No puedo.-Dijo en un suspiro..
-¿Qué tienes que hacer?
-Tengo que ir a ver unas cosas...a...el centro.
-Pero pasas con nosotras.
-No, de veras, disculpa por no ir con ustedes.
-No importa, será otro día. Nos vemos mañana.
-Hasta mañana.
Lis no sabía las razones que había tenido para negarse a ir con sus compañeras a pasear un momento, pero estaba claro que se debía a lo ocurrido un día antes. Ahora no sabía que hacer...faltaba poco para que L'arc-en-ciel pisara tierra Norteamericana, lo había comprobado pacientemente en Internet, y ya no podía estar sentada lamentando su existencia, teniendo la posibilidad de llegar a ellos y disfrutar, aunque sufriera.
Subió a una de aquellos autobuses amarillos de la capital, y se dejó envolver por el mágico sonido de su discman mientras miraba con paciencia las calles alejarse al camino fugaz. Los minutos pasaban sin detenerse y su mente se perdió en los pensamientos que la cegaron hasta que la voz áspera del conductor la despertó.
-Señorita, llegamos...-Le dijo abriendo las puertas.
-¿Llegar?
-Al aeropuerto internacional...
-¿A dónde?
Lis miró a su alrededor. Había llegado sin querer al aeropuerto, aun escuchando de fondo la voz incomparable de la razón de sus indecisiones y preocupaciones.
-¿Qué hago aquí?...
El cielo era demasiado intenso en su color azul, la brisa era desesperante, y no podía hacer más que suspirar caminando hasta la boletería mas cercana a la entrada.
-Disculpe, quiero saber cuanto vale un pasaje a estados unidos, específicamente a Washington.
-Dejeme ver...
La señorita detrás del computador comenzó a buscar la información y con seriedad típica de aquellas personas que tratan con gete todo el día le respondió:
-700 dólares rebajado.
-Bien, gracias.
Salió del aeropuerto muy pensativa. Tenía 1000 dólares guardados en el banco para su viaje del verano, pero era una emergencia..¿Qué debía hacer?
Camino decidida hasta una sucursal del banco, saco su cuenta, quito el dinero, y en pocos minutos se vio con un pasaje de avión con destino Norteamericano. En ese momento no podía creer que lo había hecho...era irreal, se había atrevido a comprar un pasaje para un país que apenas conocía...Su celular repentinamente la alerto.
-Naria, prima y amiga, no te imaginas lo que he hecho!
-¿Qué hiciste?
-Compre el pasaje...pero solo de ida...saque el dinero guardado y compre el pasaje para ir un día antes del concierto...
-Te felicito! Pero..qué dirán tus padres!
-No me interesa, iré aunque no les guste...
En pocos días hizo la maleta, y cinco horas antes de que el vuelo saliera, les contó a sus padres los planes que había hecho y obviamente, con la noticia, alzaron la voz de forma estrepitosa y se alteraron. Pero ella se mantenía firma, aunque por dentro estuviese destrozada.
-Lo siento, pero no puedo quedarme siempre, quiero ir a estados unidos, quiero ir a malgastar mi dinero en algo que ayudara a entenderme..aunque piensen lo contrario.-Dijo saliendo de la casa con maleta en mano y los ojos llorosos.-Y sé que solo llorare por él...
¿Valdría la pena tanto desconsuelo y confusión? Lis no podía comprender lo que le llevaba a hacer tal cosa, pero quería ir, ver a la persona que deseaba para sentirse de una vez por todas lo inexistente.
