27
La maldición de Mulciber

Sirius salió del despacho después de casi una hora y sus amigos esperaron expectantes por su llegada, pero eso no ocurrió. Volviendo a echarle una mirada al Mapa del Merodeador se percataron de que Sirius nunca emprendió camino hacia la Sala Común, sino que se fue a deambular por el castillo. Se hizo de noche y la motita roja de Sirius se aproximaba al Bosque Prohibido, sin intenciones de regresar, y tras preguntarse si debían ir por él, decidieron que lo mejor era esperarlo en el dormitorio.

Aquella mañana llovía a cantaros como si se estuviese cayendo el cielo así que los elfos se esmeraron por hacer una gran variedad de platos nutritivos y calientitos para el desayuno con el fin de levantarle la moral especialmente a aquellos que tenían que salir del castillo para las clases. James, Remus y Peter llegaron algo tarde y medios destartalados a la mesa de Gryffindor en donde se encontraron con Lily y nuevamente Dave, de Ravenclaw.

- ¿Has visto a Sirius? – preguntó el chico de gafas.

- No lo he visto. Pensé que estaba faltando a clases.

- Tengo razones poderosas para creer que está en este castillo desde anoche, pero no llegó a dormir – explicó. Dave soltó una risita -. ¿Te pasa algo?

- Nada, es que en realidad nunca se me había ocurrido que Sirius y tú tenían algo hasta que lo leí en la revista Corazón de Brujas pero ahora todo parece tan obvio que no sé cómo no me di cuenta. De cualquier forma, felicidades James.

Remus, Peter se quedaron en silencio al segundo siguiente y Lily hizo una pequeña mueca de incomodidad esperando que James no se lo tomara demasiado mal. La cara de chico comenzó a subir de tonalidades hasta llegar a un rojo amenazante justo al momento en que levantaba su dedo índice en el aire y abría la boca para replicar, pero una voz grave lo interrumpió.

- No seas ridículo, Stahl – replicó Sirius detrás de ellos, sentándose con toda tranquilidad –. Nada de lo que escribe esa revista es verdad.

Dicho esto tomó una rosquilla y comenzó a untarla con mermelada. Su aspecto era terrible y notorio incluso para alguien que no lo conocía ni trataba diariamente con él como Dave. Era obvio que Sirius no había dormido nada y claramente no se había afeitado en días. Su cabello estaba ligeramente más desordenado y crecido, así que algunos de sus rulos le caían sobre la frente, y su camisa blanca estaba manchada con algo que parecía ser café.

- Pero ya he hecho saber mi disconformidad a la tal Rita Skeeter, ¿saben? Aunque probablemente no se imaginan cómo – dijo mordiendo la rosquilla -. ¿Y ustedes, cómo están?

- Sirius… - dijo Remus sorprendido -. ¿Estás bien?

- Claro – dijo con toda naturalidad –. Tuve unos días extras de vacaciones.

- ¿Y dónde fueron esas vacaciones? – preguntó Lily sorprendida por su aspecto –. ¿En Azkaban?

- Mi familia a veces puede ser incluso peor que Azkaban – dijo riendo falsamente. Lily y Dave también rieron, aunque más que nada para seguirle el juego, bastante incómodos.

- En fin – interrumpió Remus rápidamente –. Nosotros tenemos clases ahora y ya debemos irnos.

- ¿Desde cuándo ha importado llegar a la hora? – preguntó Peter. Remus lo miró feo y animó a sus amigos a salir del Gran Comedor para hablar en privado, si era posible, faltar a la clase y escuchar lo que había pasado en la supuesta misión de Sirius fuera del colegio.

Por el frío y por el horario los terrenos del castillo estaban desiertos. Entumecidos, comenzaron a recorrer el lugar sin rumbo pero al mismo tiempo alejándose lo suficiente de los lugares por donde alguien podría verlos. McGonagall se había puesto dura con ellos tras verlos faltando tan seguidos a clases sin ningún motivo en especial como una enfermedad grave o algo por el estilo. Por suerte había una niebla tupida que de cualquier forma impediría que los vieran con facilidad.

- Y bien, Sirius – retomó Lupin con la nariz roja de frío –. Está claro que algo sucede.

- Además de que no llegaste a dormir anoche a la habitación.

- ¿De qué hablan? Llegué en la mañana… Hablé con Dumbledore temprano y bajé al Gran Comedor.

- No es necesario que mientas – replicó su amigo. Metió su mano al bolsillo y sacó un pergamino plegado y tras abrirlo, Sirius pudo ver un rústico plano de Hogwarts con motitas rojizas caminando por doquier.

- ¡Mierda! – dijo sorprendido, tomando el pergamino con ambas manos y los ojos abiertos de par en par -. ¡Lo han conseguido!

- Remus lo ha logrado – respondió asintiendo –. Y así vimos que tú llegaste ayer.

- Vaya, entonces de veras funciona. Esto es brillante.

- Gracias – dijo el castaño halagado. Ya le contaría luego y con lujo de detalle sobre el sueño loco que había tenido, pero ahora quería saber de qué se trataba tanto misterio –. Pero estamos esperando una respuesta.

- No pasa nada – se apresuró a decir.

Llegaron a los pies del Bosque Prohibido y por inercia siguieron caminando y adentrándose por donde no era tan temible, ni oscuro, sino tan sólo cubierto de árboles y tierra húmeda levantando un olor bastante conocido para ellos, el olor que tiene el bosque por las noches cuando cae sereno y ellos deambulan convertidos en animales o en un hombre lobo, en el caso de Remus.

Los tres amigos miraron a Sirius esperando por más información.

- Dumbledore me envió a dormir a la Casa de los Gritos para descontaminarme antes de regresar a Hogwarts – explicó y al ver la cara de intriga continuó –. Me topé con un poquito de magia negra. Llegué molesto, depresivo, irritado y hubiera sido capaz de pegarle a cualquiera que me hablara. Si hubiésemos hablado anoche, los hubiera dejado intranquilos… Ya todo ha vuelto a la normalidad, salvo que no he dormido nada. La Casa de los Gritos no es precisamente un hotel cinco estrellas…

- Dímelo a mí… - dijo Remus –. Pero no entiendo, ¿te topaste con un poquito de magia negra? ¿Qué quieres decir con eso?

- Sí, ¿viste algo? – insistió James con curiosidad.

Sus tres amigos se quedaron mirándolo en silencio esperando más información justo cuando sonó un crujido detrás de ellos, haciendo que se sobresaltaran y empuñaran sus varitas. Una enorme silueta comenzó a formarse tras la niebla y se abalanzó contra ellos mucho antes de que pudieran atacar y cuando ya se esperaban lo peor, la figura de Hagrid y su barba espesa se materializaron frente a ellos.

- ¡Merlín santísimo, Hagrid! – reclamó James bajando la varita -. ¡Casi nos matas del susto!

- ¿Qué están haciendo aquí? – gruñó Hagrid depositando en el suelo unas pieles y mirándolos con cara de pocos amigos –. Saben que no pueden entrar al Bosque Prohibido. Supongo que no quieren que la gente diga cosas de ustedes, ¿no?

- ¿Qué cosas van a decir? – preguntó Sirius despreocupadamente –. No creo que a nadie le llame la atención que rompamos las reglas una vez más.

- Oh, sí… Sí, es cierto – respondió nervioso.

- ¿Sabes algo que nosotros no? – preguntó James.

- No debí decir nada, no debí decir nada – se lamentó el hombre pero en el fondo sabía que ya había metido las patas y tendría que decirles o no lo dejarían en paz hasta saberlo –. Me temo que ha habido reuniones nocturnas en el Bosque Prohibido.

- ¿Reuniones de quién? – preguntó Remus.

- Sólo tengo teorías, síganme – dijo volviendo a caminar y adelantándose al grupo –. Hay rastros de hogueras por allá y me he encontrado con pisadas en la nieve, al menos los días que ha nevado. Lo he comentado con Dumbledore y como siempre me ha dicho que no le dé mayor importancia… Es un buen hombre, Dumbledore, pero a veces ve sólo lo mejor de las personas. Si me lo preguntan a mí yo creo que son mortífagos.

- ¡¿Mortífagos?! – preguntó el colorín.

- No los de allá a fuera… Los de aquí adentro – susurró y añadió algo nervioso –. Nadie me va a venir a decir a estas alturas que no hay un par de mortífagos tiernos y en formación dentro de Slytherin. Es una acusación seria… No puedo hacer más que sugerírselo a Dumbledore pero—.

- Dumbledore es un hombre inteligente – lo tranquilizó Sirius –. Posiblemente piense lo mismo que tú pero no crea que haya que preocuparse por eso todavía.

- Sí, eso debe ser – dijo, aún nervioso –. De cualquier forma no les conviene que los vean por aquí y se vuelvan sospechosos, ¿no?

- ¿Nos viste cara de mortífagos? – preguntó James con ironía.

- No sería la primera vez que expulsan a alguien inocente de Hogwarts – respondió el gigante con voz sombría y pensó para sus adentros que él tampoco tenía cara de asesino, pero aun así le quitaron su varita. Sin decir más ni despedirse se retiró algo amargado camino a su cabaña de madera, dejando a Los Merodeadores consternados.

- ¿Y a ese qué le ha pasado?

- Déjalo, ya se le pasará – dijo Peter –. Sirius, ¿podrías explicarte de una vez?

- Ah, sí… Bueno, Dumbledore me había pedido que me aproximara lo más posible a la vida de una familia oscura del Reino Unido y qué mejor que los Black, ¿no?

Todos asintieron.

- Mis adorables primas fueron a quedarse por el fin de semana. Como era de esperarse, me aislaron bastante… Siempre se preocupaban de que no fuera parte de ninguna conversación, y el resto del tiempo se burlaban de mí, naturalmente. Pero eventualmente, logré escuchar a Bellatrix hablando con Regulus.

- ¿Sobre qué? – preguntó Peter.

- Bellatrix iba a una reunión de mortífagos y lo invitó a ir. Era la primera vez que Regulus iría a una. Y yo, cegado por mi propia estupidez, se me ocurrió seguir a Regulus con la Capa de Invisibilidad y logré entrar.

- ¿Entrar? ¿Entrar a dónde? – preguntó confundido.

- A una de sus reuniones.

- Sirius… - murmuró Remus -. ¿En qué demonios estaban pensando?

- No estaba pensando, Moony. Nadie me mandó a meterme ahí y me di cuenta de lo mucho que lo subestimaba… Tuve una especie de delirio de grandeza ridículo y cuando entré me di cuenta de que si me descubrían iba a salir literalmente en pedacitos. El mismo Dumbledore me lo dijo algo escandalizado… Nunca me lo pidió, pero llegué más lejos de lo que jamás se imaginó así que a pesar de todo estaba emocionado por la información que iba a darle…

- ¡¿Qué información?! – preguntó James, cada vez más ansioso.

- Todo lo que pude saber de la reunión. Son miles de mortífagos… Pero tienen una especie de jerarquía. Voldemort sólo confía en un puñado de ellos… Los importantes. Los que estaban en esa reunión… Llevan una especie de tatuaje en el antebrazo.

- ¿Viste a alguien en especial? – preguntó Peter.

- No lo sé… Usan máscaras pero escuché apellidos… Mulciber, Lestrange, Malfoy, Nott, Avery… Black – dijo con una risa fría y sarcástica –. Y se preocupaban de que yo fuera el que manchara el nombre de la familia…

- No hay nada nuevo ahí, Sirius… - dijo James intentando no sonar tan duro.

- Sí, lo sé… Pero lo que vi fue asqueroso… - continuó –. Asesinan muggles por gusto, como por competencia. Quién asesina más. Llevan la cuenta… Y permiten que las criaturas como los hombres lobo… - se detuvo un poco para hacerle una mueca de solidaridad a Remus –. Se queden con los cuerpos para comer o hacer lo que sea con ellos… Son la paga.

- ¿Escuchaste algo más? – preguntó interesado.

- Entendí que tenía espías en muchos departamentos del Ministerio… Nombraban mucho a algunas personas. ¿Se dan cuenta de que si toma el Ministerio todo estará perdido?

- Me parece extraño… - interrumpió Remus - …Que hayas podido entrar y que no haya habido un hechizo que detectara la presencia de un no-mortífago en aquella mansión.

- También pensé en eso pero luego llegué a la conclusión… de que soy un Black y quizás los hechizos de detección son por sangre… – dijo con amargura -. No me lo explicaría de otra forma… Además Regulus se comportó con demasiada normalidad como para quien sabe que su hermano anda por ahí escuchando todo.

- O Voldemort se ha puesto tan arrogante que cree que nadie se atrevería a inmiscuirse bajo sus narices…

- O sabía que había alguien allí y dijo información conveniente… Que quiere que sepamos – sugirió James.

- Sea como sea… - continuó Sirius algo irritado y cansado –. Según todo lo que oí, deduje que tiene un listado de personas indeseables. Dumbledore salió muchas veces en la conversación… Ese auror, Moody, también. En realidad me di cuenta de que había mucho secretismo incluso entre ellos, como si Voldemort no les confiara nada y sólo él supiera incluso quiénes eran sus seguidores con exactitud. Había nombres en clave, otros tenían número… Y había muchísimos de otros países.

- No me extraña – comentó Remus –. Significaría lo peor… Que Voldemort está trabajando para llevar esto más allá del Reino Unido.

- Voldemort apareció con otros mortífagos que usaban unas capuchas – dijo, para sorpresa de sus tres amigos que lo miraron impresionado.

- ¡¿Voldemort?! – preguntó Peter.

- ¡¿Estuviste frente al maldito Voldemort?! – preguntó James, en el mismo tono de incredulidad.

Sirius asintió.

- Sí… Llegó. Y los mortífagos que venían con él cargaban los cuerpos de unos cinco muggles para dárselos a… Lo siento, Remus, no quería decírtelo, pero estaba él. Fenrir Greyback.

- ¿Cómo lucía? – preguntó Remus haciéndose el curioso. En el fondo no engañaba a nadie: La sola mención del nombre le había vuelto el semblante amargo y su cuerpo rígido de rabia.

- Pues… Tenía pelo en su cara y los colmillos desarrollados a pesar de que seguía en su forma humana y normal… - Sirius recordó la escena y le dio un escalofrío.

No podía contarle a Remus con lujo de detalle. No podía contarle que comenzó a despedazar y comer la carne de uno de esos muggles ahí mismo y que le dijo a los mortífagos presentes que prefería a los que estaban vivos para la próxima… ¿Cómo iba a querer relatarles aquel recuerdo de Greyback con el cabello de su cara llena de sangre densa y oscura y a los mortífagos riendo ante ese comentario?

- Me asusté – reconoció –. Así que preferí irme.

Fue una manera simple de decirlo. Lo cierto era que todo lo que había visto y oído lo había aterrorizado al punto de que tuvo que irse de inmediato, desapareciendo y apareciendo ilegalmente en medio de la estación King Cross. Se sacó la capa de invisibilidad de encima sin que le importara si alguien lo veía y buscó un basurero. Apoyó sus manos en él y entonces vomitó. Quería regresar de inmediato a Hogwarts, no volver con su estúpida familia que era una extensión de esa reunión que acababa de presenciar.

No le podía importar si dejaba todas sus cosas en el Grimmauld Place. De seguro Kreacher se lo enviaría todo de vuelta a Hogwarts cuando notaran que no había regresado de cualquier forma.

Había sido tan estúpido para ir a meterse allí antes de tiempo. No dejaba de pensar en aquello, que la gente debería empujar ese momento de encontrarse con la cruda y fría realidad por el mayor tiempo posible, y él se lo había arruinado así mismo. Pero no se lo iba a arruinar a sus amigos. Le gustaba que siguieran pensando en un tipo de maldad inocente y en Voldemort como un mago ridículo, y que no le tuvieran ningún respeto. Que siguieran diciendo al aire cosas como "Tendremos que detener a Voldemort" y tomárselo como un juego en vez de decirles la verdad terrible y completamente inevitable. Que Voldemort ni siquiera lucía como alguien humano. Era algo más, algo superior, intimidante e invencible. Y que una vez que el tiempo corriera y los alcanzara, iban a tener que pelear.

Tras un día normal de clases los cuatro amigos volvieron al dormitorio para descansar tras la larga jornada de clases, todos con la mente demasiado llena de pensamientos sobre las cosas que Sirius les había dicho. Peter estaba algo tranquilo, pero a James y a Remus no se les podía engañar demasiado. Tan sólo tras llegar Sirius les había mentido diciendo que había llegado esa misma mañana, intentando desde un inicio ocultar información. Lo conocían demasiado bien para saber que había ocultado un poco más y eso se le notaba en sus ojos que no estaban despreocupados y rebeldes como de costumbre.

Los dos decidieron que no necesitaban saberlo. No necesitaban presionarlo hasta que él quisiera decirles algo o quizás nunca. Quizás lo mejor era seguir el curso natural de las cosas y dejarlo ir hasta que ya no se pudiera más. Después de todo había que preocuparse de otras cosas más inminentes como los T.I.M.O y el fin del quinto año.

Pasaron varios días desde aquello y Sirius no lograba reponerse, pero sus amigos no lo presionaban al respecto. De hecho, todo lo contrario. Todos estaban preocupados de otras cosas. Lily se la pasaba con Dave y James fingía que no se ponía celoso. Parecía que había relevado a Sirius de su papel de mujeriego, comenzando a salir con distintas chicas de las tres casas (que no eran Slytherin), llegando tarde al dormitorio y casi sin pasar tiempo con él.

Remus se la pasaba con Mary y en el resto de su tiempo libre se volvía un prefecto formal y responsable. Lo único que le quedaba de Merodeador, a juicio del resentido Sirius, es que todavía le echaba un ojo al Mapa del Merodeador de tanto en tanto, y al menos había descubierto que ninguna junta secreta se había llevado a cabo en el Bosque Prohibido por esos días.

Peter andaba dando botes igual que él, pero se preocupaba más de estudiar para los T.I.M.O que se ceñían como una amenaza sobre toda la generación del quinto año.

La tarde del sábado Sirius se encontró solo en la habitación y con el Mapa del Merodeador. El artefacto era una bendición y posiblemente lo más útil que habían tenido en sus manos. James no existía en el mapa, de seguro porque estaba con una chica en la Sala de Menesteres y esta estaba oculta en el pergamino incluso aunque la hubiesen dibujado. Remus y Peter aparecían en la biblioteca, de seguro estudiando.

Entonces vio la marca roja de Snape, que merodeaba solo cerca del Bosque Prohibido.

La primera idea que se le vino a la cabeza fue que iba a haber una de esas reuniones que Hagrid había mencionado pero era plena luz del día. La segunda idea parecía más lógica para él: Posiblemente los estaba espiando, a los cuatro. Quizás días antes cuando Sirius llegó después de su ausencia, levantó su curiosidad y se decidió a seguir al grupo hacia el Bosque para descubrir en dónde había estado. Quizás creía que la desaparición de Sirius estaba ligada a las desapariciones constantes de Remus… Sí. Snape sospechaba de algo pero posiblemente ni él mismo sabía de qué con exactitud.

Pero de nuevo, con la ineptitud de un muchacho rebelde que cree que nadie puede ponerle límites, no se le ocurrió nada mejor que esperarlo en la torre del reloj con un balde lleno de agua y de shampoo espumoso. Cuando Snape regresó y se disponía a cruzar para entrar al castillo jamás se dio cuenta de que uno de sus más grandes enemigos escolares lo esperaba arriba con una sorpresa y entonces una lluvia fría lo tapó entero. Desconcertado y empapado miró hacia arriba para encontrarse con Sirius Black riendo arrogantemente.

Tan sólo minutos después recibía una de las reprimendas más grandes de su vida mientras McGonagall le repetía una y otra vez que ya no podía seguir salvándolo como si nada y que si continuaba con ese comportamiento era cosa de días para que finalmente lo expulsaban de Hogwarts, cuando tocaron la puerta y la profesora abrió.

- ¿Y bien, cuál es el castigo? – dijo un despreocupado James haciéndose tronar los dedos.

- ¡Señor Potter! ¿Se puede saber qué está haciendo aquí?

- ¿No le han dicho? Oops… Supongo que me precipité al venir entonces – dijo encogiéndose de hombros y mirando a Sirius –. El plan salió bien. El balde ha caído sobre Rosier y Peter se encargará de Mulciber. Lamentablemente no pudimos encontrar a Remus.

Sirius no había hablado con nadie sobre arrojarle un balde a Snape pero dedujo irrevocablemente que una vez que sus amigos se enteraron que estaba castigado hicieron lo mismo para que se repartiera el castigo y se sintió estúpido por haber estado tan resentido horas antes, tal vez todavía inseguro y pesimista, afectado por la magia negra de días atrás. Sonrió y James le sonrió de vuelta… Pero McGonagall lucía enfurecida.

- ¡Es que no me cabe en la cabeza! – gritó mientras una vena en su sien se marcaba -. ¡No queda nada para los T.I.M.O y en vez de estar estudiando como seres humanos normales están molestando a los alumnos de Slytherin!

- Profesora, usted dijo "Lo que no aprendieron en un semestre no lo van a aprender en unos días" y Snape necesitaba un lavado de cabello.

- ¡Silencio, señor Potter! Si no los castigo ahora es porque algo de criterio tengo, a diferencia de ustedes. Pero no quiero volver a verlos en el castillo hasta ese día, no señor. Van a quedarse en la Sala Común y saldrán sólo para comer en el Gran Comedor… Y espero que en ese tiempo aprovechen de estudiar algo… Y díganle al señor Pettigrew que lo mismo corre para él. En cuanto al señor Lupin, ¡Dejen de meterlo en problemas! – dijo con mucha severidad -. ¡¿Cuándo van a entender que el señor Lupin es responsable?!

- Es que usted no lo conoce como nosotros – dijo Sirius.

- No quiero escucharlo, señor Black... A ninguno de los dos. Quiero que regresen ahora a la Sala Común a poner en práctica lo que les dije. Largo de aquí.

Los dos chicos se fueron de camino a la Sala Común de Gryffindor para toparse con Peter y contarle que estaban castigados. Peter había estado estudiando con Remus durante la tarde cuando James se había enterado que Sirius estaba siendo castigado. Fue rápidamente a avisarles, pero sólo se encontraba el colorín en la habitación. Según él, Remus se había puesto de pie muy rápido y se había ido del lugar tras mirar el por última vez los pergaminos sobre la mesa. Desde entonces no lo encontraron más.

- Es raro que Remus desaparezca así, ¿no? – preguntó Peter.

- De seguro leyó algo que no sabía y regresó rápido a buscar un libro a la biblioteca – replicó Sirius – Ya irá a volver.

Los tres se relajaron y siguieron en lo suyo, sin embargo Remus no estaba en la biblioteca como ellos creían. Tras llegar a la habitación con Peter se había sentado a repasar un poco más cuando vio el Mapa del Merodeador abierto, Sirius lo había dejado así. Allí en la torre más alta, la Torre de Astronomía, estaban solos Mulciber y Mary McDonald, y no había que ser estúpido para saber que le iba a hacer algo.

Remus corrió como si de pronto se hubiese transformado en un lobo bajo la luna llena y no como un humano, con el corazón palpitando fuerte contra su nuez. No sólo se trataba de que Mulciber hiciera algo malo sino que Mary sino que probablemente el motivo por el que había ido tras de ella era porque era su novia y quería enseñarle una elección. No se iba a perdonar si le lograba hacer daño…

| Agradeció por lo bajo por haber tenido el Mapa del Merodeador funcionando o quizás nadie se hubiese dado cuenta… La pregunta era cómo Mary había llegado a la Torre de Astronomía. Corrió aún con más fuerzas y subió las escaleras sintiendo la fatiga en sus piernas y rodillas, su cara roja y caliente como si fuese a explotar y cuando por fin llegó vio algo que lo dejó helado: Mulciber estaba levitando a Mary en el aire… Tan sólo un movimiento precipitado y caería sin ninguna posibilidad de sobrevivir.

- … Si fueras una bruja de verdad quizás hasta estarías buena pero como no lo eres, ¿cuál es la pérdida aquí?

Mary lloraba desesperada cuando Remus entró en la escena. Mulciber le estaba dando la espalda y Remus le hizo un gesto a la chica para que no dijera nada colocando su dedo sobre la comisura de su boca. La expresión de Mary cambió al ver a Remus llegar pero Mulciber estaba tan ocupado burlándose que no se dio cuenta de ello, lo que le daba algo de ventaja para hacer cualquier cosa.

- Si te dejara caer…

- Por favor… - rogó la chica entre lágrimas.

No había forma de asegurarse, pensó Remus con el alma en un hilo. Si se metía y lo desconcentraba, Mary iba a caer de cualquier forma. En el peor de los casos lo único que quedaba era dejar que cayera e intentar un hechizo para detener la caída. Pero entonces pasó algo que ni él se esperaba, Mulciber la levitó de vuelta a la torre de nuevo y la aterrizó en medio de la piedra fría, en donde ella se desmoronó llorando por el miedo.

- Era una broma – dijo riendo de manera idiota.

Por supuesto que lo era, pensó Remus respirando profundamente con alivio, porque Mulciber no era tan tonto como para asesinar a alguien en Hogwarts ni bajo las narices de Dumbledore y todo el mundo. La estaba humillando y asustando simplemente, pero yendo tan lejos como iría un mortífago en sus bromas; levitarla a esa altura, aterrorizarla de esa manera. Sintió que hervía de furia por dentro y justo cuando Mulciber se giró para irse Remus le plantó los nudillos de su mano derecha en la cara antes de que si quiera se diera cuenta de su presencia.

- Más te vale que nunca más te vea cerca de Mary, ni de ningún otro, ni en esta torre. ¿Me escuchaste?

- O sino, ¿qué? – preguntó dejando la sorpresa de lado para ponerse de pie mientras se llevaba una mano a la cara. Pero no estaba hablando con el tímido y desgarbado Remus Lupin, sino con el otro. El que se convertía en lobo una vez al mes.

Remus se le acercó tan amenazantemente como él lo había intentado, al punto de que ambas quijadas estaban casi topando la una con la otra. Remus estaba tan enojado que quería pelear con sus propios puños hasta hacerle trizas la cara. Pero se aguantó.

- No tendré problemas en sacarte la mierda – respondió en un tono que por primera vez hizo que Mulciber no subestimara al más tranquilo de la pandilla de Gryffindor.

Pareció pensarlo dos veces algo intimidado por la peculiar propuesta de Remus, a quien creía inofensivo tan sólo minutos atrás pero le había propinado el golpe más fuerte de su vida, así que se contentó con mirarlo despectivamente y se fue dejándolos solos. Remus se acercó a la chica para asegurarse de que estaba bien y esta sollozó. Efectivamente no le había hecho nada más que asustarla.

- ¿Estás bien?

Mary soltó un respiro tan pesado que parecía que hubiera aguantado la respiración por horas. Luego siguió un llanto a lágrima viva sobre su hombro antes de que lograra articular palabra. Remus la consoló torpemente abrazándola y dándole palmaditas de apoyo en la espalda, sintiéndose agradecido de que la situación no hubiera pasado a mayores.

- ¿Cómo supiste que estaba aquí? – preguntó la chica.

- Yo… Tuve una corazonada – mintió –. He estado vigilando al imbécil de Mulciber recientemente… No se va a salir con la suya, te lo juro.

- No me importa – dijo limpiándose las lágrimas de la cara. Se hizo hacia atrás separándose de él –. No me importa lo que haga Mulciber mientras sea lejos de mí.

- Lo importante es que estás bien – intentó consolarla de nuevo, pero ella estaba demasiado furiosa como para escucharlo.

- Te agradezco que hayas venido y me hayas ayudado, Remus – dijo poniéndose de pie. Tras dejar pasar la pena, vino la rabia y la humillación –. Lo siento, pero tú y yo no podemos seguir juntos.

- ¿Qué…?

Sintió un golpe en el estómago tan duro como el que había sentido tras verla junto a Mulciber en el Mapa minutos antes.

- Esto ha ocurrido por ti – dijo limpiándose las lágrimas –. Esto ha ocurrido porque soy tu novia, Remus.

- Sí, pero no dejaré que vuelva a—.

- No – dijo con firmeza –. No necesito esto en mi vida, ¿lo entiendes? No necesito que venga un imbécil a intentar matarme en medio de la noche para pagárselas contigo, o con James o Sirius o quien sea. Ni siquiera sabría de mi existencia si no hubiera sido por el hecho de que he estado contigo los últimos meses… Lo siento mucho, Remus. Pero no lo necesito.

Remus abrió la boca para replicar, pero la chica se fue apurada, evitando su respuesta apropósito. Huyendo tanto de Mulciber como de él…

- Lunita, ¿qué ha pasado? – preguntó James, preocupado y poniéndose de pie rápidamente tras ver la cara con la que llegaba su amigo. Destruido.

- ¡Mulciber ha pasado! – gritó pateando su baúl en el suelo -. ¡Levitando a Mary desde la Torre de Astronomía!

- ¡¿Qué?! – preguntaron los otros tres al unísono.

Y entonces Remus rompió a llorar, mientras se dejaba caer sentado sobre su cama.

- Remus, cálmate – dijo Sirius yendo a sentarse junto a él con rapidez -. ¿Mary está bien?

- La han aterrorizado haciéndole creer que iba a morir, y de paso la han humillado, ¿tú que crees? – dijo furioso.

- Pero tú la has ayudado – lo animó James.

- ¡Y ha terminado conmigo! – gritó furioso. No creía haber estado tan enojado nunca antes en su vida –. Ha terminado conmigo porque sabe que Mulciber se la tomó con ella por ser mi novia y tiene toda la maldita razón del mundo.

- De seguro lo va a reconsiderar cuando… - comentó a decir Peter.

- No va a reconsiderar nada – replicó enojado –. Si la hubieras visto… Estaba enojada. Estaba tan enojada conmigo como con el hijo de puta de Mulciber. ¡Lo mataría si pudiera!

- Esto no se puede quedar impune – comenzó a reclamar al aire el chico de gafas –. Que Mulciber ande haciendo cosas así es gravísimo.

- Lo sabíamos. Lo sabíamos y por algo creamos el mapa – contestó con amargura –. Esto no se va a detener, James. Esto sólo está empezando porque mientras a Voldemort le vaya bien allá fuera, estos imbéciles aquí adentro se sienten validados e intocables para hacer el mismo tipo de estupideces… Y Mary tenía razón. Nosotros nos pusimos en el camino de Mulciber. ¿Quién se pondría en el camino de un futuro homicida voluntariamente? ¡Nunca más va a volver conmigo!

- ¡A la mierda con Mary! – dijo Sirius, molesto de que una chica se sintiera con la autoridad para hacerle daño a una de las personas más geniales que él conocía -. ¡Le faltan cojones para ser tu pareja, Remus, así que a la mierda con ella! ¡Es su pérdida!

El castaño bufó con sarcasmo, planeando una excelente y fría respuesta para su amigo. Pero no. No iba a pagárselas con él por lo que acababa de pasar. Sólo intentaba subirle el ánimo, aunque sonara duro e inocente al decirle algo así, esperando que le fuera a subir el ánimo milagrosamente.

- ¡Año de mierda! Primero lo de los hombres lobos y ahora esto. ¿Qué demonios hice para merecerlo? - replicó, intentando dar una respirada profunda –. Necesito…

- ¡Batear!

- ¿Qué?

- ¡Vamos!

Sirius, siendo seguido por James y Peter, guio a Remus fuera de la habitación y de la Sala Común de Gryffindor, a pesar de que ya no estaba permitido salir a vagar por el castillo. Fueron hacia donde se guardaba el equipo de Quidditch, que estaba estrictamente sacar a menos que fuera para un entrenamiento, y sacaron el maletín.

Minutos después el cuarteto figuraba en la mismísima Torre de Astronomía bateando bludgers hacia el vacío sólo para que Remus pudiera descargar su rabia y tristeza por lo que había pasado. De seguro y los expulsaban si los pillaban de nuevo en algo así, pero sabían que su amigo lo necesitaba.

- Lo único que falta aquí es una cubeta llena de hielo y cervezas – dijo Peter.

James y Sirius miraban con atención y entretenimiento total como Remus se disponía y se concentraba para batear una bludger que se acercaba a toda velocidad hacia él. Era la primera vez que veían sus dotes como deportista, y cuando empezaban a dudar que le diera de lleno con el bate, le dio una bateada con una precisión que dejaría envidiosos a la mayoría de los bateadores en Hogwarts.

- ¡Increíble! – exclamó James, pero su emoción fue callada por el sonido de un vidrio quebrándose a la lejanía. El techo de uno de los invernaderos.

- ¡Mierda!

- ¡Corran!

Tres de los chicos salieron corriendo de regreso al castillo, dejando solo y atrás a James que no terminaba de ordenar los bates y una de las bludger dentro del baúl, teniendo que esperar a que la otra regresara. Otro potente sonido de vidrio rasgándose y cayendo. La bludger venía hacia él, pero había hecho otro agujero en el techado del invernadero al salir.

Ofendido por ser dejado atrás, se colocó la Capa de Invisibilidad para ir a dejar el equipo de Quidditch donde estaba y guardarlo sin que nadie se diera cuenta, para luego volver a su habitación a fingir que había estado durmiendo encantadora y pacíficamente toda la noche junto al resto de sus amigos.