28
La final de Quidditch

Todo el colegio se había enterado del incidente para el día siguiente, y sin embargo no todos se lo tomaban de la misma manera. La mitad había creído que había un poco de exageración de por medio y le bajaron el perfil al asunto. La otra mitad pensó que Mulciber y su pandilla eran de temer. Lily Evans estaba dentro de ese grupo y se lo hizo saber a Snape, pero a este último le parecía que cualquier cosa que Los Merodeadores hubiesen hecho en el pasado era peor que lo que había hecho Mulciber. Exasperada, Lily lo adelantó y dejó solo para un pequeño patrullaje por los pasillos.

Se encontró con Remus en medio de un pasillo y decidieron seguir juntos. El castaño se veía bastante demacrado, y eso era decir mucho, considerando que tenía un estándar muy alto para juzgar su aspecto físico por haberlo visto en días post-transformaciones. La noche anterior se había enterado por un chisme de boca en boca de que Mary había terminado con él después de lo de Mulciber… Eso explicaba su expresión cansada y triste.

La chica, un año menor, se había encerrado en el baño del dormitorio de las chicas de cuarto año sin querer hablar con nadie, y según le habían contado, le aterrorizaba la idea de contarle a Dumbledore o a McGonagall por las represalias que podía sufrir por parte de la pandilla de Slytherin. Así que Mulciber continuaba pavoneándose por los pasillos con completa impunidad.

- No puedo culparla por tomar esa decisión... Siempre se salen con la suya. – Fue la única respuesta que obtuvo de Remus mientras ella le contaba todo eso.

- Lamento mucho que haya querido terminar contigo, Rem.

- Yo lo lamento más – dijo lacónicamente, sin ningún interés en volver a discutir el asunto.

- Si quieres podría intentar hablar con ella para hacerla—.

- No, Lily. Creo que en estas circunstancias podría empeorar las cosas. Mary tiene demasiado miedo – replicó encogiéndose de hombros.

- ¡No tolero que estos brabucones hagan lo que quieran por el castillo y nadie les diga nada!

- Curiosamente han sabido hacerlo… Se preocupan de no dejar ningún rastro que los indique a ellos.

- ¡Más encima alguien destruyó el invernadero tres!

- ¿Cómo…? – preguntó sintiendo un vuelco en el corazón por el nerviosismo. Si llegaban a descubrir que habían robado las pelotas de Quidditch y además destrozado uno de los invernaderos, de seguro James se ganaría la expulsión de una vez por todas.

- Aparentemente alguien estuvo arrojando piedras de gran tamaño y rompieron los vidrios. ¡Una plantación entera de Puffapods destruida! La profesora Sprout estaba indignada. Te puedo apostar que los vándalos fueron ellos.

- Ah, eh, sí… Seguro… - murmuró incómodo y nervioso, y con un gran remordimiento sobre esos pobres Puffapods que habían sido golpeados por su bludger loca.

Definitivamente tenía que dejar de dejarse llevar por sus impulsos cuando estaba enojado…

- Hacen lo que quieran sin que nadie los detenga… - dijo, mientras negaba con la cabeza indignada -. ¡Hasta se salieron con la suya con todo eso del Elfo Doméstico! Menos mal que El Profeta se dignó a escribir un artículo decente. Probablemente el único bueno que han escrito en la última década.

- ¿Te gustó ese artículo? – preguntó sin poder esconder una sonrisa traviesa.

- Oh, sí. Ya estaba pensando en cancelar mi suscripción al periódico pero… Leer que culpaba indirectamente a Bellatrix Lestrange… - dijo con un aire soñador –. Recuperé la fe en ellos.

- No deberías tener tanta fe en ellos, ¿sabes?

- ¿Por qué no?

- Uhm… - masculló, haciéndose el interesante -. ¿Me creerías si te dijera que no lo ha escrito El Profeta?

- ¿Cómo?

- Sé de buena fuente que alguien se escabulló en las oficinas una vez que cerraron y cambiaron el periódico. Y con mucha habilidad y experticia… - Se preocupó de resaltar esas palabras -. Colocaron un hechizo desilusionador tan potente que pudieron despistar a todos hasta el día siguiente.

- No lo creo. – Rio con escepticismo -. Nadie se atrevería a hacer algo así.

- ¿Enserio? ¿No conoces a nadie que sea tan atrevido? – preguntó en un tono muy sugerente.

- Estaríamos frente a una especie de Robin Hood mágico.

- No andes por ahí comentando eso – contestó riendo, imaginando que si James alguna vez llegaba a escuchar ese comentario, su egocentrismo se dispararía a niveles alarmantes.

- Me encantaría creer que existe alguien que haría algo así, Remus. Se trataría de una persona increíble, pero nadie se tomaría tantas molestias hoy en día. Menos por un Elfo Doméstico.

- Conozco a un par de personas que harían algo así – comentó como si nada, regocijado por dentro al escuchar a Lily halagando a James sin tener idea de ello. – Digo la verdad, Lil. Me lo contó mi padre.

Eso último era mentira, pero necesitaba tantear cómo se desarrollaba la conversación. Remus tejía esta teoría de que Lily estaba enamorada de James pero, no solo no quería admitirlo, sino que aún no lo sabía ni ella misma. De seguro si le confesaba que había sido James (y Sirius), toda la admiración que podría estar sintiendo por el Robin Hood mágico pasaría a desaprobación, y terminaría diciendo prácticamente que todo había sido una jugarreta infantil en vez de un acto valiente.

- ¿Pero tienen idea de quién fue? – preguntó completamente intrigada.

- El Profeta ha buscado sin parar pero no tienen nada. Es casi como si el que lo hizo tuviera una Capa de Invisibilidad – le contó haciéndose el serio, aunque era el primer momento del día en que se sentía contento y algo le hacía gracia -. Imagina lo furiosos que están… Por culpa de este personaje tuvieron que pedirle disculpas públicas a la familia Lestrange y pagar una indemnización.

- ¡Pues merecido lo tienen, por no hacer su trabajo como corresponde! – replicó sonriendo -. Aunque es extraño que no sepan nada de la persona que lo hizo. Las Capas de Invisibilidad pueden ser detectadas con mucha facilidad…

- Quizás no sea cualquier capa, Lily. Podría ser la real, la de las Reliquias de la Muerte. – Lo comentó en broma apropósito para que la colorina no lo mirara como si estuviera loco. Y para darle más teatralidad, terminó -: ¡Quizás estemos frente al heredero de los Peverell!

- No seas tonto – le contestó ella riendo y dándole un amistoso empujón.

Lily se moriría si lo supiera, pensó Remus. Que James había cambiado el periódico usando la maravillosa Capa de Invisibilidad que no pierde sus efectos con el tiempo y que no puede ser detectada ni siquiera por su bendito Mapa del Merodeador. Aquella capa que le daba sustento a todas las teorías de que las Reliquias de la Muerte eran verdaderas, y que según le había dicho el señor Fleamont Potter a James, se pasaba de mano en mano desde centurias. James podía ser, de hecho, el heredero de los Peverell, si es que todo era real.

- Sea quien sea… - continuó la chica -. Espero que nunca lo descubran. Por mucho que quiero saberlo, y que se ganaría la admiración absoluta de todos los magos y brujas hijos de muggles, estará mejor si no se sabe su identidad.

- Estoy de acuerdo.

Lamentablemente había una persona que no estaba de acuerdo con dejar que los actos de James y Sirius en las oficinas de El Profeta quedaran impunes, pero ellos todavía no lo sabían. Es más, sus mentes ya ni recordaban ese lejano acto temerario pues, con la llegada del mes de mayo, no solo había mejorado considerablemente el clima dando paso a brisas cálidas y primaverales, sino que también a la histeria de James por la final de Quidditch que se llevaría a cabo a finales de aquel mes, contra Ravenclaw.

El domingo de la primera semana de mayo llamó a todos sus jugadores a una reunión de emergencia para discutir sobre la situación precaria en la que se encontraban. Reunidos bajo el estadio de Quidditch, entre vigas y postes de madera, los siete miraban una pizarra llena de instrucciones y movimientos animados que iban cambiando por si solos tras un encantamiento que James había hecho con anterioridad.

Dos de las cazadoras, Hucknall y Myles, se sentaban en primera fila junto a la buscadora de séptimo año, Rowland. Katie Rowland era la principal enfadada con James por haber perdido el partido anterior, debido a que quería salir de Hogwarts habiendo cargado la Copa de Quidditch antes. Atrás le seguían Sirius y el otro bateador, Chris Sherwood (uno de los compañeros y amigos de Romer), además del guardián de sexto año, Paul Basil.

Todos le miraban con atención.

- Bien. Como todos pudieron ver, Ravenclaw le ha dado una paliza a Slytherin y ahora tendremos que esforzarnos mucho más si queremos ganar.

- Seguro, Jamie. Creo que el equipo sabe eso, eres tú el que lo olvidó – lo molestó Sirius, recordando la derrota pasada que se debió netamente a él.

El capitán del equipo le dedicó una mirada reprobatoria, pero sabía perfectamente bien cómo era su mejor amigo y no iba a caer en su juego perdiendo los estribos frente a todos los jugadores. No. Tenía que mantenerse serio y demostrar que ganar era lo único que tenía en mente. Darles la seguridad de que lo lograrían de alguna forma. Decidió continuar su discurso sincerándose ante ciertos rumores que ya había escuchado sobre él mismo:

- Sé lo que han escuchado últimamente y lo reconozco. Salí con Amy Vane y creo que ahora me odia, por lo que intentará destruirnos a toda costa.

Todos lo miraban con molestia.

- Es casi como si quisieras sabotear al equipo – volvió a provocarlo Sirius.

Esta vez no dijo nada porque el comentario sirvió para alivianar el ambiente y sacar algunas risitas.

- Sé que la he cagado – reconoció –. Pero ahora vamos a jugar bien, ¿de acuerdo?

- Ah, ¿pero cómo podríamos confiar en ti?

- ¡Sirius, te voy a partir la madre! – advirtió, perdiendo la paciencia.

El moreno sonrió por lo bajo y se cruzó de brazos, como para indicarle que su trabajo ya estaba terminado y que ahora le pondría atención y dejaría de molestarlo.

- Ya me quedó claro que están enojados, ya, ya entendí el punto – dijo estrujándose el cabello con rabia. Pero luego se giró hacia uno de los jugadores -. Katie, prometo que no saldrás de aquí sin haber ganado esta maldita copa.

- Entonces, ¿cuál es la estrategia? – preguntó Hucknall, una chica morena y algo petiza.

- Si queremos ganar esto, Rowland no puede atrapar la Snitch hasta que estemos por lo menos 100 puntos arriba de Ravenclaw.

- ¿100 puntos de ventaja completos?

- Sí, completos… Y para que el buscador de Ravenclaw no la atrape antes, necesito que Sirius y Sherwook derriben al maldito.

- Será un placer, Potter – replicó su amigo.

- Bueno, Basil… Está demás decir que necesito que te luzcas atajando la Quaffle para que Hucknall, Myles y yo podamos hacer esos diez tantos.

El chico asintió en su lugar.

- Bien… Esto se reduce a la efectividad. Para ganar la copa, necesitamos ser un cien por ciento efectivos. Usualmente el equipo funciona a un ochenta por ciento de efectividad porque nunca se ha visto tan presionado como ahora. Si nos esforzamos todos, sé que vamos a lograr lo que necesitamos. Yo personalmente buscaré redimirme por lo del partido anterior. – Sirius vitoreó en el fondo -. Y lo bueno es que estoy completamente seguro de que Amy Vane le pidió a sus bateadores que se concentren en mí.

- ¿Qué tiene de bueno? – preguntó Amanda Myles, de tercer año.

- Que para ganar yo no soy tan necesario. Si sus bateadores se concentran en mí, ustedes tendrán el campo de juego para hacer los tantos que necesitamos. No quiero ofender a ninguna de ustedes, pero cuando las mujeres tienen pica hacia un hombre, no piensan con la cabeza.

- ¿Y tú piensas con la cabeza, Potter? – preguntó Basil con una mueca bastante irónica -. No diría que fue precisamente buena idea que te liaras justo con la capitana del equipo rival.

- No, definitivamente no lo fue, pero ella me mintió y me dijo que no quería nada serio en primer lugar – se excusó. Luego, pareció darse cuenta de que había revelado demasiada información personal que no venía al caso -. Volviendo al tema, a diferencia de lo que pase con ellos… Ustedes dos, Sirius, Sherwood… Van a enfocarse en el buscador.

- Yo creo que subestimas a Vane, James – advirtió Hucknall, pero este no hizo caso y continuó con sus tácticas y estrategias por la siguiente media hora.

Practicaron varias veces entre semanas, pese a que los deberes de las clases se habían intensificado bastante. Los profesores se notaban más histéricos que los alumnos por la pronta llegada de los T.I.M.O., e intentaban asegurarse de que sus alumnos aprendieran a presión todo lo posible antes de la fecha. La reputación de una de las mejores escuelas de magia en el mundo estaba en juego.

Peter estaba a punto de tener un colapso nervioso. A ratos parecía que iba a ponerse a llorar enserio, pero terminaba balbuceando frases inentendibles para luego marcharse a repasar algún libro que le sacaba de la mesa de noche a Remus. La histeria lo mantenía en una constante de no terminar de leer nada de lo que empezaba, dejando de lado una materia para comenzar con otra.

- Ordénate – le sugirió el licántropo un día.

- ¡Yo no puedo entender cómo es que ustedes están tan relajados!

- Ay, pero si no estamos relajados – contestó James con un bufido de indignación -. ¡Con suerte puedo dormir!

- Tú estás estresado por el Quidditch, no por los T.I.M.O.

- Ah, estabas hablando de los T.I.M.O. En ese caso no, no me importa.

- ¡¿Cómo no te importa?!

- ¡Colagusano, cálmate! – pidió Sirius, que se fumaba un cigarrillo cerca de la ventana -. Te transformaste en un maldito animago a tus quince años. Creo que cualquier examen ridículo, incluso los de séptimo año, te quedará chico.

- No… No lo sé… - dijo restregándose las manos con nerviosismo –. Para colmo el profesor Belby se ha ido y no podrá repasar los usos del encantamiento Patronus.

- ¿Se ha ido?

- Ah, sí. McGonagall nos lo avisó como prefectos – comentó Remus -. Oficialmente dirán que tuvo que encargarse de un asunto familiar, pero nos confesó que apareció la Marca Tenebrosa flotando sobre su casa, y toda su familia estaba muerta.

- ¡Eso es horrible! – dijo James, sorprendido -. ¿Es decir que no volverá más?

- No lo sé.

- Esto va a traerle muchos problemas a Dumbledore. Las únicas personas calificadas para ser profesor de Defensa contra las Artes Oscuras son personas que, a su vez, se manejan en las Artes Oscuras… Supongo que Voldemort los quiere de su lado o muertos, pero jamás en el bando contrario.

- Pero Dumbledore ha de tener muchos contactos – dijo Sirius -. Se le hará más difícil encontrar a alguien, pero apuesto que si lo hace, será alguien genial. Quizás un auror. Tiene que ser alguien que no le tenga miedo a Voldemort.

- Mira, creo que deberíamos dejar de decir su nombre para arriba y para abajo – dijo Peter -. Antes daba lo mismo, pero ahora hay toda clase de rumores de que—.

- ¡Vamos! – lo interrumpió James, muerto de la risa -. No vas a empezar tú también con esa estupidez de "El que no debe ser nombrado".

- No es una estupidez. Debe ser por algo.

James se puso la capucha de su capa y empezó a perseguir al más pequeño de los cuatro por toda la habitación, fingiendo que se trataba del temible Voldemort. Sirius estuvo muy lejos de burlarse de su amigo y del temor reverencial que había empezado a sentir por el mago tenebroso. Aunque no le temía personalmente al nombre, su breve encuentro durante las vacaciones de Pascua le habían dejado una impresión fuerte y ya no se lo tomaba tan a la ligera.

- Oye. – James le pegó un manotazo y lo sacó de sus pensamientos -. ¿No crees que es ridículo?

- Cada uno maneja su miedo a su manera, Potter.

James se encogió de hombros y volvió a mirar a Peter, que no se sentía para nada aliviado con respecto al examen que se avecinaba.

- El otro día el profesor Flitwick dijo que en el examen práctico podrían hacer levitar – intentó calmarlo -. ¡Levitar! ¿Te das cuenta? Hasta un alumno de primer año podría hacerlo si quisiera.

- Ya, pero… No creo que sea tan sencillo… Debe ser una levitación difícil. Como hacer pasar algo entre medio de un espacio reducido. ¡No puede ser tan fácil! – levantó la voz, presa de su nerviosismo -. ¡Y ustedes no han estudiado nada!

- Yo sí he estudiado – se defendió Remus -. Bueno, así como estudiar a consciencia no. Pero he repasado algunas cosas…

- ¿Cómo qué?

- Estudié el conjuro Homonculous... Aunque no entra en este examen. ¡También los vi a ustedes haciendo esa pócima para convertirse en animagos!

- Están locos – murmuró afligido. Volvió a pegar su vista en un enorme libro mientras los otros tres seguían en lo suyo.

Remus pensaba que sus amigos tenían razón. La magia que habían realizado constantemente desde que habían entrado a Hogwarts siempre había estado muy por sobre lo que se aprendía año a año. James sabía hacer el hechizo patronus y había salvado a Michael con magia que ni siquiera sabía que existía. Lo mismo había hecho Sirius cuando Snape había atacado a James con una maldición sectusempra, y ya sabía aparecerse. Él estaba bastante orgulloso de su conjuro Homonculous. Sobre todo lo anterior, sus amigos eran animagos.

Si es que a Peter le llegaba a ir mal en los T.I.M.O. sería exclusivamente por su inseguridad. Tenía tantas capacidades como el resto de sus amigos, solo que no se lo creía… En cualquier otro momento seguramente lo hubiese ayudado, intentado estudiar con él, pero ahora tenía sus propios problemas. Estudiar era la última cosa que se le venía a la cabeza después de que Mary había terminado con él.

Cada vez que se la encontraba en un pasillo o en el Gran Comedor, se preguntaba si debía saludarla o si era mejor hacer como si no se conocieran. No había terminado de mala manera, pero ella le evitaba la vista, y durante las comidas se sentaba lejos de todo el grupo. Lo hacía sentir todavía peor…

Días después los amigos volvieron a escabullirse desde la Casa de los Gritos bajo una enorme y luminosa luna llena. Se adentraron en el Bosque Prohibido con la intención de llegar, nuevamente, a lugares a los que nadie más había llegado antes. Era tan basto que hasta el momento seguían yendo en direcciones que no se repetían con las idas anteriores, como si se tratara de un bosque infinito.

Aquella noche llegaron a uno de los lugares más hermosos hasta el momento. Tras pasar por un tupido colchón de árboles frondosos y llenos de enormes raíces, apareció un claro en cuyo suelo crecía pasto tierno, y por donde pasaba un riachuelo no muy ancho que a su vez, se veía limpio y puro. Se acercaron a beber un poco de agua cristalina y reponer fuerzas por la larga caminata.

Cornamenta levantó su mirada hacia los árboles mientras escuchaba el sonido del agua corriendo bajo él. Se paralizó instintivamente, alerta, al notar que entre los troncos gruesos frente a él había una manada de animales grandes y blancos, casi plateados, observándolos desde dentro. Eran unicornios.

Detectando la tensión en el animal, los otros cuatro hicieron lo mismo y levantaron sus miradas para encontrarse con aquella hermosa visión. Aun como animales no podían dejar de sentir una fuerte impresión por estar viendo ejemplares de una de las criaturas más hermosas y poderosas que existían en el mundo.

Y los unicornios les miraban tan alerta y tensos como ellos, como detectando que aquellos cuatro variados especímenes no eran realmente de su misma naturaleza animal. Eran humanos y por tal, eran peligrosos. Al primer crujido de una rama salieron galopando bosque adentro, provocando que el suelo retumbara, y el maravilloso momento no duró más que unos segundos.

- Nunca había visto algo tan hermoso – comentó James a la mañana siguiente, mientras bajaban a desayunar sin haber pegado un ojo en toda la noche -. Podríamos volver a ese lugar.

- No. Claramente era donde habitaban y llegamos a destruir su calma – contestó el licántropo.

Ya casi ni recordaba que alguna vez había sufrido terribles transformaciones que provocaban que se rasguñara y arañara a sí mismo durante toda la noche. Ahora podía caminar y pasearse, liberar toda su energía, descubrir y por sobre todo… Con los chicos a su lado, recuperaba su mente y podía pensar en vez de solo sentir instintivamente. Podía ir a clases a la mañana siguiente como si nada, y ponerse a planear la siguiente luna llena con ellos en vez de rogar que ese día nunca llegase.

- Apuesto que ni siquiera el profesor Kettleburn ha visto uno en su vida y nosotros ya tuvimos ese privilegio – dijo un sonriente Sirius.

- ¿Creen que pregunten sobre los unicornios en los T.I.M.O.? – preguntó Peter.

James quiso abofetearlo. ¡Acababan de tener la posibilidad de ver una manada de unicornios reales a solo metros de distancia y a él solo le importaba un estúpido examen! Habían sido muy afortunados… Pero con ese encuentro recién se le había ocurrido que había una gran probabilidad de que en el futuro se toparan con criaturas mucho menos amigables, ¿y entonces qué harían?

Ya tenía demasiado en mente con la final de Quidditch para preocuparse de aquello. Pero una vez que terminara todo, le comentaría su inquietud al resto de sus amigos para poder hacer un buen plan y estar preparados en caso de una emergencia.

Y así, llegó el día…

James volaba desde que tenía memoria. Había crecido montado en una escoba. Había ingresado al equipo de Quidditch a penas se le permitió, a inicios del segundo año de Hogwarts. El único motivo por el que no había ingresado antes era por la estúpida regla de que los de primer año no podían ser parte del equipo, pero el capitán de aquel entonces incluso le había reservado un lugar cuando lo había visto en clases de vuelo una tarde cualquiera. En cuarto año se había convertido en capitán y Gryffindor había ganado la primera copa después de seis años.

En todos esos momentos y en todos esos partidos, nunca había estado nervioso porque sabía que tenía un talento natural y esa misma seguridad hacía que él, de hecho, disfrutara de la atención que recibía. Le gustaba jugar Quidditch porque le gustaba ser la estrella más brillante por un momento. Tener los ojos de todos sobre él era algo que lo apasionaba, muy lejos de ponerle presión encima.

Pero ahora estaba nervioso de verdad. La situación dependía completamente de los puntos de diferencia y no de una victoria. Por una diferencia de tantos, Gryffindor incluso podía quedar tercero detrás de Hufflepuff. Se sentía culpable ante la expectativa de perder la copa, así que quería revertir la situación pero lamentablemente no era algo que estuviese exclusivamente en sus manos. Muchos factores podían influenciar el resultado final…

Los Merodeadores entraron al Gran Comedor en donde ya se encontraba toda la escuela desayunando en el mejor ambiente de celebración y competencia. Como era habitual, sintió los vítores provenientes de la casa Gryffindor (todos usando color escarlata y dorado), y los abucheos desde la mesa de Ravenclaw (de azul y plateado), pero no se lo tomó personal pues, era parte del juego.

Divisó a Amy entre la multitud a pesar de no tener la intención de buscarla. Ella también lo vio y le dedicó una sonrisa macabra. Decidió ir hasta ella para tantear el terreno y hacerse una idea de cómo sería su actitud durante el juego.

- Buenos días, Vane.

- Potter – replicó ella a modo de frío saludo.

- Venía a desearte suerte para hoy – dijo estirándole la mano a modo de tregua.

- Suerte para ti, también – dijo estrechándole la mano –. Vas a necesitarla mucho.

Cuando regresó a la mesa junto a sus amigos iba con todas las ganas de descuerar a Amy para sentirse un poco mejor antes del partido, pero el tema de conversación era uno muy diferente. Sirius actuaba como si un Escreguto de cola explosiva acabase de morderlo mientras Remus y Peter intentaban calmarlo. Incluso los alumnos que estaban en la mesa de enfrente miraban.

- ¿Qué ocurre?

- ¡Rita Skeeter!

- ¿Qué? ¿Escribió otro artículo? – preguntó. Esta vez se preocupó, pensando que quizás hubiese salido a la luz pública lo del diario El Profeta.

- No, Potter, está ahí – dijo apuntándola.

En efecto, la rubia acababa de pasar por el vestíbulo siendo seguida por una pluma voladora y el sonido de sus tacos golpeando contra la dura roca del suelo.

- Ve a hablar con ella.

- ¿Qué? ¡Claro que no!

- ¡Hay que descubrir qué hace aquí! Tenemos que saber si ocurre algo, y tiene que ser antes del partido. ¿Quieres que esté desconcentrado de nuevo? Y si se llega a saber lo del diario—.

- Está bien – lo calló exasperado, poniéndose de pie.

El moreno se levantó y fue detrás de la mujer sintiéndose algo ridículo. La última vez que la había encarado lucía genial y seguro de sí mismo, pero ahora estaba demasiado consciente de que simplemente era un estudiante, un adolescente que se había enfrentado a una mujer profesional. Intentaría que eso no afectara demasiado la conversación.

- Rita – llamó.

La periodista se dio vuelta con una sonrisa triunfal y tanta rapidez que parecía que había estado esperando ese momento desde que había llegado a Hogwarts.

- ¡Sirius Black! – exclamó de cualquier forma, haciéndose la sorprendida -. Que fascinante, ya casi olvidaba que estarías aquí pero… Por supuesto, no eres más que un estudiante aun. ¿De qué año? ¿Séptimo?

- Quinto.

- Quinto – dijo con una risita -. Con razón.

Intentaba humillarlo. No le iba a dar en el gusto.

- Si mal lo recuerdo, no te importó demasiado cuando estábamos en tu despacho.

- Le estaba haciendo un favor a un niño desesperado.

- El favor me lo hiciste tú a mí, al dejar descuidado el despacho de edición.

Rita Skeeter se acercó de manera amenazante, aunque sin perder la cínica sonrisa, hasta quedar a escasos centímetros de él. Incluso con los tacos era más baja que el chico, aunque no por demasiado. Era la primera vez que la mujer podía confirmar que ese chiquillo había tenido algo que ver con lo que había ocurrido. Siempre lo había supuesto, claro, pero era gratificante escucharlo de su propia boca.

Ahora podría decirle su verdad. Su forma de vengarse, sin ningún remordimiento.

- De seguro te crees un héroe por lo que hiciste, pero no creas que puedes salirte con la tuya. Yo también sé jugar sucio – lo amenazó -. Y muy sucio.

- ¿Qué harás? – replicó fingiendo aburrimiento -. ¿Seguir insinuando que soy gay en esos pequeños párrafos que llamas artículos? No es algo que me haga sentir insultado en absoluto.

- No precisamente – dijo esbozando una sonrisa malévola detrás de esos labios color carmín casi brillantes -. Esta vez vas a tener que lidiar con algo mucho peor que alumnos chismosos. ¿Creías que me iba a dar miedo decir algo? ¿Qué iba a guardar silencio para cuidar mi trabajo? Que te quede claro desde un principio, Sirius Black, yo no dejo las cosas así como así.

- Bien, cuéntale a tu jefe si quieres—.

- ¿A mi jefe? ¿Tú crees que estoy hablando de mi jefe? – dijo riendo -. Oh, no. No, no, no, no, no, querido. Ayer tuve la más agradable reunión con tu padre y tu madre, y Bellatrix. Encantadores.

Sintió que le acababan de lanzar un balde de agua congelada sobre la cabeza. Sí, eso sí que era jugar sucio, pero no quiso denostar su preocupación colocando una expresión obvia. Se mantuvo neutro e impasible a pesar de ese odioso lado de su mente que le gritaba como una alarma "¡Te van a encerrar por todo el verano!".

- ¿Y eso qué?

- Ninguno se lo esperaba. Y eso que, según me contaron, parece que ya has hecho bastante en tu familia. No les gustas mucho, ¿verdad? – preguntó haciéndose la inocente, aunque con una gran sonrisa de fondo.

- No, no mucho – respondió con simpleza, aun intentando no escuchar esa atronadora voz en su cabeza, "¡Y ahora sí que el castigo será ejemplar!".

- Suerte para ti que no quieran que esto se sepa. Para ti y quien sea que te haya ayudado, porque está claro que no hiciste esto solo. Imagino que fue Potter, aunque—.

- ¿Crees que James es mi único amigo? – dijo sonriendo con frialdad.

- No. Pero ya me encargaré de descubrir exactamente cuál de los niños de tu sucia pandilla te ha acompañado.

- Asumiendo, claro, que es un chico – dijo para sembrar la duda.

- Deberías preocuparte menos sobre si descubro quién te ayudó, y preocuparte más por ti mismo, pequeño Black. Es más, yo que tú me iría asustando un poco… ¿Cómo fue que tu padre dijo ayer…? Ah, sí. Ya lo recuerdo.

Sonrió confiada, intentando provocarle algo de susto. No era necesario, porque ya lo tenía. Sabía que sus padres eran macabros cuando se lo proponían, pero aun así no se dejaría amedrentar por esa mujer que creía que estaba lidiando con un pequeño cachorro.

- ¿Qué?

- "Hemos sido demasiado suaves con Sirius. Pero esto ha sido la gota que rebalsó el vaso".

- Pues, que miedo – comentó irónico, en tono neutro.

- Quizás deberías tenerlo. No se veían nada contentos.

- Sí, bueno, en dieciséis años nunca los he visto sonriendo a decir verdad, así que no me preocupa demasiado.

- Pero que hablador eres – replicó sonriendo con sorna -. ¡A mí me parecieron tan buenos! Es más, fueron tan buenos que me dijeron que podía decirte que te daban permiso para conservar al elfo.

- ¿Qué…?

- ¡Una hermosa tradición sin duda, colocar sus cabezas en las paredes para recordarlos! Sí. Dijeron que ya que habías pasado tantas molestias por ese elfo, pondrían su cabeza con la colección. Bellatrix no opuso ninguna resistencia, es más, estaba feliz por cooperar.

Ahora sí que Sirius tuvo que hacer un esfuerzo monumental para no demostrar ninguna reacción, pero sabía que no lo estaba consiguiendo. Sentía que la presión le había subido a la cabeza, y de seguro ya estaba colorado por la rabia. Empuñaba sus manos inconscientemente y ni siquiera se daba cuenta que se estaba enterrando sus propias uñas en sus palmas… Qué mejor manera de recordarle su lugar en esa casa, qué mejor manera de decirle que pese a sus esfuerzos y su travesura con El Profeta, ellos habían ganado, que colgando la cabeza del elfo asesinado ahí para que la viera durante todo el verano.

Y Rita Skeeter estaba ahí, sonriendo complacida por toda la situación, prácticamente fascinada por cómo funcionaba la mente retorcida de su familia. Satisfecha, por tener la última palabra en esa pequeña batalla de egos en la que sin querer se habían metido.

- Eres una perra – terminó por decir, furioso.

- Tú te metiste en mi camino, Sirius Black. No fui yo – dijo dándole una palmadita cínica de ánimo en la espalda -. ¡Pero mira la hora! ¿No tienes un partido? Voy a cubrirlo. Y a menos que tú y tú equipo jueguen de manera espectacular… Me temo que no será un artículo demasiado halagador. ¡Adiós, Sirius Black!

El chico regresó al Gran Comedor en donde ya casi todo el alumnado comenzaba a ponerse en movimiento para salir en masa hacia el estadio de Quidditch entonando canciones y haciendo porras para sus jugadores. El equipo de Gryffindor y de Ravenclaw ya debía encontrarse en el lugar, pero James lo estaba esperando junto a Remus y a Peter para saber qué quería Rita Skeeter.

- Por Dios, tengo que dejar de hacer cosas arriesgadas – murmuró cuando vio a Sirius caminar hacia ellos -. No puedo jugar bien con este tipo de incertidumbres.

- Para colmo no viene con buena cara.

- ¡Sirius! – llamó, acortando camino. Sus dos amigos lo siguieron -. ¿Qué ha ocurrido? ¿Nos han descubierto? ¿Nos iremos a Azkaban?

- No, Potter. Es tu día de suerte.

- ¿Y eso?

- Skeeter encabronó a un golpeador justo antes de un juego.

Minutos más tarde los jugadores de ambos equipos se encontraban en las puertas de las bambalinas del estadio, prontos a salir al campo de juego. Tratándose de una final tan reñida que podía afectar hasta los lugares de las otras casas, muchos alumnos de Slytherin y Hufflepuff habían asistido para apoyar a una u otra, alcanzando una asistencia que ninguno de Los Merodeadores había visto hasta la fecha.

James miró hacia el público y se encontró con el rostro inexpresivo de la profesora McGonagall y su mirada gélida. Sabía con certeza que la Jefa de la Casa Gryffindor ansiaba ganar tanto como él. No muchos lo sabían, pero la profesora era una fanática del Quidditch, y en su juventud ella misma había jugado en representación de la casa del león dorado y escarlata.

Luego se fijó en la mujer rubia que estaba a unos puestos de distancia. Rita Skeeter había asistido a ver el partido y sonreía con una autosuficiencia que la crispaba los nervios. De seguro despedazaría a su equipo tuvieran o no un buen juego, porque Sirius se le había atravesado por delante. Técnicamente él también, pero la mujer solo podía suponerlo y no comprobarlo todavía.

Vio la seña de Madame Hooch abajo y salió disparado en su escoba, siendo seguido por el resto de su equipo.

- ¡Y Gryffindor entra a la cancha! – sonó la voz de la comentarista deportiva, la alumna Olivia Griezman de Slytherin -. Encabezados por su capitán, James Potter, les sigue Hucknall, Myles, los bateadores Black y Sherwood, el guardián Basil y la buscadora Rowland. Esperemos que Potter no abandone a su equipo como lo hizo en el partido pasado.

Los vítores provenientes de la sección designada para la audiencia de Gryffindor pasaron a ser abucheos ante el malintencionado comentario de la chica, pero James se lo estaba esperando. Era imposible que se lo dejara pasar una situación así sin hacer ningún tipo de crítica.

- ¡Y ahora entra el equipo puntero! – La mayoría de los presentes gritó animando, incluyendo a Hufflepuff y a Slytherin. – La capitana Amy Vane entra liderando el equipo de Ravenclaw, seguida por Hamblin, Abelson, O'Neill, Lehrer, Wiggins y… ¡Tal parece que ha habido un cambio de último minuto en la alineación original!

Tras escuchar eso, James giró su cabeza hacia el equipo rival tan rápido que sintió un crujir en su cuello. El buscador de siempre, Mohmmadi, había sido cambiado sin mayor anuncio por una chica bella, menuda y de rubia cabellera. Era nada más ni nada menos que Marlene McKinnon, y supo de inmediato que no debió de subestimar el frío intelecto de Amy Vane.

- ¡Qué inesperado cambio! Sin embargo, nadie podría dudar de las habilidades de McKinnon. Su belleza es equiparada solo por su inteligencia y experticia.

Voló con rapidez hacia su mejor amigo, que se encontraba a unos metros de distancia, sobrevolando sobre él. Su expresión, antes furiosa por el mal rato que había pasado por Rita Skeeter, acababa de cambiar radicalmente a una confundida y hasta indulgente.

- Esto no cambia nada – advirtió, gritando para hacerse escuchar -. Derríbala tan pronto como tengas oportunidad, ¿me oíste?

- Ah, eh, pero… - balbuceó el chico, dudoso -. Es una chica… Y si le aviento una bludger con mi fuerza de siempre, podría quebrarla en dos.

- ¡Pues quiébrala en dos, maldita sea!

Endemoniada Amy Vane, pensó mientras admiraba y temía la jugada estratégica de su rival. De seguro ambas chicas habían hablado… Marlene le había contado que se había dado el lote con Sirius en la fiesta de vacaciones de Pascua, y a ella de inmediato se le debió ocurrir la idea de ponerla como buscadora para evitar, justamente, que Sirius bateara en su contra. El buscador era esencial para Ravenclaw en este caso. El equipo necesitaba terminar el partido antes de que Gryffindor pudiera marcar diez tantos.

- ¡Capitanes, dense la mano! – pidió Madame Hooch.

James y Amy se acercaron el uno al otro al centro de la cancha. Ella lo miraba tan amenazante que consiguió hacer que se arrepintiera por haberla besado y no haberla llamado luego. Además, le estrujó la mano de tal forma que casi le dolieron sus dedos, pero no le dio la satisfacción de mostrarle su incomodidad, manteniendo una sonrisa llena de confianza fingida.

- ¡Quiero un juego limpio! ¡Tres…! ¡Dos…! ¡Uno...!

Sonó el silbato y las escobas salieron disparadas en diferentes direcciones de forma prácticamente automática y a gran velocidad, provocando una exclamación de impresión de parte de la audiencia. Era un día excelente, soleado y cálido, aunque ese clima cómodo también traía algunas desventajas: Una pequeña brisa desviaría ligeramente las escobas y sus direcciones, y quizás el brillo del sol reflejaría con facilidad la Snitch dorada.

James volaba buscando una buena oportunidad para tomar la Quaffle. No tenía tiempo de dedicarse a verificar y aconsejar a sus compañeros sobre cómo jugar, así que decidió que confiaría ciegamente en ellos mientras ponía oído a la comentarista, y se preocupaba de superar sus propias estadísticas.

Diez tantos. Solo diez tantos, se recordó.

- Ravenclaw tiene la Quaffle. Abelson se posiciona junto a Vane. Abelson y Vane realizan una maravillosa trenza en el aire, traspasándose la pelota mientras burlan a los tres cazadores de Gryffindor. – Escuchó, aun siendo parte de aquel grupo de cazadores, intentando no sentirse irritado ante el comentario -. ¡Sin duda esta temporada de Ravenclaw ha sido histórica! Están a punto de convertirse en ganadores de la copa con una diferencia de 250 puntos.

Se desvió a toda velocidad y se metió como un tercero en aquella trenza, intentando atrapar la Quaffle mientras ellas se daban pases, pero no resultó. Vane se dio cuenta y se dirigió sola ante un arco, y anotó el primer tanto del partido. Lo vio con desesperación mientras escuchaba el atronador rugido de la multitud, que incluso sepultó la voz de la comentarista deportiva, Olivia, que intentaba alzar la voz para hacerse notar por sobre el ruido ambiental.

- Diez a cero y Ravenclaw vuelve a estar en posición de la Quaffle…

No más, pensó mientras le arrancaba el balón a Vane intentando no perder la concentración. Giró su escoba con elegancia para empatar el partido rápidamente y partió como una bala hacia los aros del área rival. El lado del estadio en donde se encontraba Gryffindor comenzó a temblar mientras cientos de alumnos se ponían de pie y vitoreaban a su capitán para que este lograra su cometido. Alentaban con ansias e histeria mientras James alcanzaba una velocidad impactante aun para su escoba de última generación.

- ¡Un poco más rápido y Potter superará la velocidad del sonido! ¡Y anota! – la audiencia se volvió loca, nuevamente apagando su voz -. Diez a diez, tan solo unos 3 minutos de juego y el partido comienza apretado.

El ambiente estaba hirviendo y casi se podía sentir la electricidad en el aire. En cualquier otro momento, todo el mundo apostaría por una victoria fácil y rápida de Ravenclaw. Pero se notaba que todo el equipo de Gryffindor estaba intentando con todas sus fuerzas dar vuelta ese resultado, y que al menos estaría reñido hasta el último minuto.

Sirius amenazó con el bate al bateador del equipo contrario, creyendo que pasaba desapercibido, pero Griezman tenía ojo de halcón.

- Cuidado con lo que haces, Black, por una jugada similar contra tu hermanito te expulsaron el año pasado – advirtió la comentarista -. Sherwood desvía una Bludger hacia Hamblin y rompe la formación en forma de V de Ravenclaw. ¡Qué lástima! Llevaban perfecta velocidad hacia los aros.

Entonces comenzó el juego sucio. James se había equivocado, pecando de ególatra como siempre. Amy no había pedido a sus bateadores que se concentraran en él a modo de venganza, sino más bien todo lo contrario. Estaba siendo ignorado olímpicamente por todo el equipo rival y los bateadores desviaban toda su furia contra el guardián, Basil.

- Lehrer y Wiggins revientan ambas Bludgers y, ¡cuidado…! Uff, eso ha estado cerca, Basil. Pero si yo fuera tú, no podría jugar con calma después de ese ataque deliberado en mi contra.

James le dedicó una mirada apremiante a Sirius y a Sherwood para que estos hicieran su parte con McKinnon, pero sin desconcentrarse más de sus propios quehaceres, volvió a arremeter contra sus rivales.

- Vane lleva la Quaffle. Hucknall y Potter se le posicionan a cada lado. Hucknall golpea la Quaffle de las manos de su oponente, pero cae al vacío… ¡Vaya, qué agilidad de Potter! ¡Ha pateado la Quaffle en el aire directo a las manos de Myles! ¡¿Han visto eso?! Me pregunto si Rita Skeeter lo habrá visto.

Gryffindor gritaba eufórico ante la impresionante jugada de James, a quien no llamaban uno de los mejores jugadores vistos en la historia de Hogwarts por nada. Olivia Griezman se tomaba un pequeño momento para anunciar que aquella tarde los acompañaba la reportera Rita Skeeter, de la revista Corazón de Brujas y diario El Profeta, pero todos la ignoraban mientras comenzaba a ser entonada la canción especial que habían creado para James.

Myles metió un tanto y la canción se mezcló con gritos generales del público.

- ¡Veinte a diez! ¡Gryffindor solo necesita otros 90 puntos para ganar este juego! – comentó la Slytherin con una risita cizañera, siendo abucheada por Gryffindor y celebrada por Ravenclaw.

Entonces, James, Amanda y Hanna, que habían agarrado confianza tras la jugada anterior, comenzaron a hacer peripecias espectaculares, provocando una emoción desmedida en la audiencia y metiendo tres tantos más. La cuenta subió a cincuenta puntos por sobre diez puntos, y tanto en el equipo de Ravenclaw como en las graderías los alumnos, empezaron a considerar que la Copa de Quidditch ya no estaba tan asegurada en sus manos.

- De seguro Vane no se esperaba nada de esto cuando despertó esta mañana: ¡Gryffindor los está haciendo pedazos! Eso pasa cuando eres un ingrato y cambias a tu buscador de toda la vida por… ¡Oh, esperen! ¡Basil ha caído! ¡Repito, Basil ha caído!

James, que iba volando hacia el otro lado del campo de Quidditch, se giró tras escuchar el comentario y el murmulló de expectación en el público, para ver con horror como su guardián iba directo hacia el suelo, inconsciente, y a gran velocidad. Esperando que no se lastimara en la caída, no pudo evitar preocuparse por los tres aros que ahora quedaban desprotegidos…

- ¡No una, sino las dos Bludgers! – gritaba la comentarista más emocionada de lo que resultaba moralmente esperable -. La obvia estrategia de Ravenclaw ha funcionado. Los bateadores han dejado a Gryffindor más vulnerable que nunca.

La casa color escarlata y dorado abucheaba para hacer notar su descontento. Madame Hooch pitó el silbato y el juego se detuvo momentáneamente para que se llevaran a Basil a la enfermería, habiendo ella detenido la vertiginosa caída con un hechizo sencillo. James aprovechó aquella pausa para encontrar la mirada de Amy, quien le sonrió triunfal mientras Gryffindor perdía a su guardián.

- Se retoma el juego – prosiguió Olivia, minutos después -. Gryffindor está en posesión de la Quaffle. McKinnon busca y busca la Snitch, pero no la encuentra. Supongo que eso ocurre cuando no tienes experiencia alguna en el equipo. – Ravenclaw gritó en desaprobación ante el comentario mientras James, concentrado en el juego, no pudo evitar soltar una risita. Siempre le había encantado la forma provocativa que tenía la chica para comentar el partido -. Rowland ni siquiera lo está intentando, pues, como ya saben, Gryffindor necesita igualar la cosa antes de que el partido… ¡Oh, oh! ¡Miren eso!

James se giró estrepitosamente para mirar qué era lo que ocurría. Amenazante, Vane iba a toda velocidad hacia los tres aros que se encontraban completamente descubiertos, sin ninguna posibilidad de…

- ¡Vane va a encestar…! ¡Guau! – gritó la chica, siendo seguida por los gritos del público -. ¡Magnífico! - El público enloqueció por completo, pero no el del lado de Ravenclaw, sino el de Gryffindor. James todavía no daba crédito a lo que sus ojos acababan de ver, pero no era el único… -: ¡Black ha desviado la Quaffle a centímetros del aro lanzándole una Bludger! – gritaba Olivia. Parecía que hasta ella estaba emocionada -. ¡Qué terrible día para ser de Ravenclaw!

Ahora la multitud gritaba por Sirius y alentaba al equipo con una esperanza renovada. James no podía creer la espectacular jugada de su mejor amigo. Gracias a eso, la experticia de todos sus jugadores y siendo sincero, un partido lleno de milagros, todavía mantenían la ventaja, a pesar de tener uno menos… Pero quedaban seis tantos por hacer, así que se puso a ello.

- Myles tiene la Quaffle. Teniendo los aros descubiertos, algo me dice que Gryffindor no dejará que la pelota caiga en las manos del rival. Se acerca a los aros y… ¡Ah, qué lástima! O'Neill la ha golpeado fuera… ¡Pero, esperen! ¡Hucknall la recupera… y encesta! ¡Pero qué increíble!

Hasta la profesora McGonagall estaba de pie, gritando emocionada, al borde de su palco alto entre los demás profesores y directivos. Y, ¿Rita Skeeter? Parecía que se había arrepentido con creces de estar ahí. Había querido cubrir el partido pensando que vería a Sirius y a sus amigos fracasar, pero lejos de aquello y odiando la idea, tendría que escribir sobre las magníficas jugadas del equipo de Gryffindor.

- Sesenta a diez. Creo que sería bueno si le hacen un examen de dopaje a los de Gryffindor cuando finalice el partido… Tanta excelencia no puede ser natural. O una prueba a los de Ravenclaw, para ver si les pusieron somníferos a su jugo esta mañana.

El juego prosiguió a ese ritmo, logrando James, Amanda y Hanna meter un tanto cada uno, hasta que finalmente perdieron la Quaffle en manos de uno de los cazadores de Ravenclaw por un error debido al exceso de confianza. Los rivales sabían que tenían una oportunidad que no podían desaprovechar, y marcaron dos veces.

- Gryffindor necesita cien puntos completos antes de atrapar la Snitch si quieren la copa – recordó Olivia -. Ravenclaw, en cambio, solo necesita atrapar la Snitch pero parece que nadie le avisó eso a McKinnon, así que pónganse cómodos porque este va a ser un partido muy largo.

Sin duda lo sería. Una hora después, el marcador iba en ciento treinta puntos a cuarenta, y James y sus jugadores no querían más guerra. Era el partido más largo que habían jugado en su vida. Madame Hooch sonó el silbato para dar un tiempo de descanso, en el que ambos equipos fueron a sus camarines a discutir estrategias. James le pidió a su buscadora que se convirtiera en Guardián hasta que mejorara la situación, y urgió a sus bateadores a derribar a McKinnon una vez más, pero se encontró con muchas trancas por parte de Sirius.

- ¡Ya termínala con eso, Sirius! – gritó una vez que los demás se habían marchado nuevamente hacia la cancha.

- Ya te dije que me da miedo golpearla tan fuerte.

- Yo te voy a golpear fuerte a ti si sigues con esto.

- ¡Más encima Griezman se ha burlado de ella todo el partido!

- ¡Y qué demonios me importa! ¡Yo quiero la maldita copa!

- Pero—.

- ¡No se hable más del asunto!

Saliendo nuevamente a la luz del día, ligeramente encandilado y recibiendo la brisa primaveral, James puso toda su fe en Sherwood, pues Sirius había decidido convertirse en una cría sentimental de nuevo y no seguir sus órdenes. Esperó a que Madame Hooch volviera a hacer sonar el silbato y…

- ¡Retomamos el partido más largo que se ha visto en años! Ravenclaw tiene la Quaffle. Abelson va directo a encestar y… ¡Rowland ha atajado! Síp, han oído bien. La buscadora de Gryffindor ha tomado el lugar del guardián. Me pregunto cómo no se le ocurrió antes.

James estaba en posesión de la Quaffle ahora. Intentando esquivar a Vane, se la lanzó a Hucknall, quien luego se la devolvió con un pase rápido y James encestó. Ahora solo quedaban diez puntos… ¡Nada más diez puntos! Pero antes de que pudiera ponerse feliz al respecto, escuchó algo que lo dejó horrorizado.

- ¡McKinnon va como una bala, ha visto la Snitch! – gritó Olivia, siendo seguida por una oleada de murmullos y gritos expectantes del público -. Marlene está estirando la mano… Ya casi la tiene… ¡NOOOO!

El alboroto que se armó fue espectacular. La mitad gritaba de felicidad y los otros querían entrar al campo de juego y armar un motín, pues Sirius había ido contra sus propios valores y le había dado a Marlene justo en su torso con una bludger. Incluso Rita Skeeter se había puesto de pie y se asomaba desde el palco para mirar mejor, mientras tomaba notas y fingía escaso interés por lo que ocurría.

- Black ha bateado contra McKinnon en el momento preciso. En estos momentos entra Madame Pomfrey a verificar que esté bien. No les voy a mentir, comienzo a preguntarme si este partido va a terminar algún día.

Ravenclaw no se aburría de abuchear a Sirius por lo que había hecho. La casa azul y plateada había saboreado el triunfo, y entonces la Bludger había golpeado a Marlene McKinnon tan fuerte que la había sacado volando de su escoba y había destrozado las ilusiones de todos. Además, la bella e inteligente chica era una de las favoritas de todo el alumnado, así que su atacante no era precisamente popular en ese momento…

- Yo no sé si Black podrá dormir con su consciencia tranquila esta noche, pero Madame Hooch acaba de decir que la jugada fue perfectamente válida. ¡Lo siento, Ravenclaw! Sigan soñando con un penalti.

James compartió breves miradas con todos sus compañeros de equipo. Si Rowland atrapaba la Snitch en un momento como ese, Ravenclaw ganaría solo por la diferencia de partidos ganados. Si Gryffindor quería la copa, había solo una cosa más por hacer: Marcar el último tanto.

- Madame Hooch tira la Quaffle al aire… ¡Potter la agarra! – el público ya ni siquiera esperaba una jugada emocionante para dar rienda suelta a sus gritos emocionados -. Se acerca al aro… Va a encestar… ¡Oops, no! ¡Se la ha pasado a Myles! ¡Y Myles la encesta! ¿Quién iba a decirlo? Potter no se ha comido el balón como siempre…

Rowland salió a toda velocidad de los aros en busca de la Snitch para terminar el infartante partido mientras Ravenclaw buscaba por todos los medios volver a encestar, y Gryffindor protegía los tres aros como podía. El público gritaba, excitado, y parecía que desde un comienzo, había simplemente algo en el aire que indicaba que Gryffindor se había levantado con el pie correcto aquella mañana…

Tras unos quince minutos, en medio de un ensordecedor griterío, Rowland finalmente consiguió atrapar la Snitch, y la levantaba orgullosa mientras sobrevolaba el campo.

- Impresionante – dijo la comentarista mientras se dejaba caer en su butaca -. ¡Un partido impresionante! ¡Contra todo pronóstico Gryffindor se lleva la Copa de Quidditch del 76!

El rugido de la multitud se mantenía ensordecedor mientras el equipo de rojo se abrazaba con euforia en el centro del campo de juego. Abrazos tan impetuosos y enérgicos que nadie entendía lo que ocurría, y de pronto la casa entera estaba en el campo, sobre el césped, felicitándolos y vitoreando.

Ya que era su último año, y una parte principal en el resultado del juego, Rowland fue alzada en el aire por su equipo, mientras un tumulto de gente le aplaudía y celebraba. Luego, el mismísimo profesor Dumbledore hacía su entrada junto a Madame Hooch, cargando la Copa de Quidditch.

Como capitán del equipo, James la recibió mientras les daba las gracias a ambos profesores con una leve reverencia, y luego se la entregó a Rowland para que ella, que ya se encontraba en los hombros de su equipo, la levantara en el aire, siendo aclamada. Y de alguna forma, en medio de ese caos total, el grupo de más de setenta personas avanzó y llevó a su equipo ganador de regreso a la Sala Común de Gryffindor, entre cánticos y aplausos, en donde se desató una celebración sin igual.