29
T.I.M.O.
Horas más tarde, la celebración en la Sala Común de Gryffindor no presentaba indicios de terminar prontamente, siendo proporcionalmente escandalosa a la victoria que había logrado el equipo de Quidditch. La copa, que aún no era llevada al despacho de la profesora McGonagall, reposaba por sobre la chimenea de piedra ligeramente en lo alto, para que todos los alumnos pudieran verla.
Todo el equipo gozaba de popularidad extrema. Sin embargo, James vivía su minuto más célebre, pues parecía que desde primero a séptimo, todos los grupos de alumnos querían rodearlo y hablar con él. Lamentablemente parecía que éste ya estaba demasiado borracho como para mantener una conversación coherente con cualquier persona, y simplemente intentaba terminar aquella noche de diversión con algo de dignidad.
Ya eran las tres de la mañana cuando la profesora McGonagall apareció en su bata de noche, exaltada, gritando "¡No hay derecho!" y pidiendo a todos que volvieran a sus habitaciones. La mayoría hizo caso sin chistar demasiado, algunos tardando más que otros, apropósito para alargar el momento, pero nadie desobedeciendo deliberadamente a las órdenes de la jefa de la casa.
Remus y Lily, que charlaban junto a los prefectos de sexto año, vieron a James aproximándose hacia ellos con mucha dificultad, una sonrisa bonachona y los ojos casi cerrados.
- ¿Qué podemos hacer por ti, Potter? – atajó Lily, rogando interiormente porque no se tratara de un futuro intento de galantería por parte del alumno.
- Evans – replicó con solemnidad y arrastrando las palabras -. Hablemos a solas. Es muy, muy importante que lo hagamos.
- No. Creo que necesitas dormir, y ahora – le aconsejó la chica.
El moreno de gafas le dio una larga mirada en la que pareció reflexionar sobre su vida entera. Remus pensó que iba a soltar uno de aquellos grandiosos discursos que daba de vez en cuando, pero en vez de eso, vio que su amigo asintió en su lugar, y luego fue decididamente hasta el sillón, en donde se dejó caer y se durmió.
- Parece que has encontrado la forma de volverlo obediente – comentó la prefecta de sexto, de apellido Irving -. Emborracharlo.
A la mañana siguiente, un deshidratado y adolorido James despertaba deseando no haber bebido tanto la noche anterior, y sintiéndose ligeramente fóbico hacia la luz que ya se colaba por las ventanas. Debían ser las ocho o algo por el estilo, pero no había nadie despierto por tratarse del fin de semana.
- ¡Hola! – gritó Remus, que llegaba por su espalda asustándolo.
Tras el sobresalto inicial, el grito (que fue apropósito) hizo que su cabeza retumbara de dolor. El licántropo estaba despierto y ya vestido, pese a que era sábado muy temprano por la mañana. Le ofreció una taza de café, como si le leyera la mente, y se sentó junto a él.
- Habla despacio… - pidió mientras recibía la taza.
- ¿Recuerdas algo de anoche?
- Lo último que recuerdo es haber alzado mi vaso para hacer un brindis por mí mismo con un grupo de chicos de tercero, y haberlo tomado de una sola sentada.
- Le dijiste a Lily que necesitabas hablarle de algo muy importante.
- ¡No! – replicó preocupado -. ¿Qué le dije?
- Nada, por suerte. Te mandó a dormir, y obedientemente te dejaste caer aquí.
- Ah, genial… Genial… - dijo, más relajado -. Se supone que todavía estoy enojado con ella…
- ¿Se supone? – preguntó divertido.
- ¿Qué? – preguntó haciéndose el tonto.
Por supuesto que no estaba enojado con ella de verdad. La estúpida discusión que habían tenido ya había sido hacía tiempo, y mientras más lo pensaba, más cuenta se daba de que lo que debió hacer, fue pedirle perdón de inmediato. Pero en vez de eso, se comportó como un tonto y ella terminó en los brazos de Dave Stahl.
Y eso sí lo enojaba un poco. Pero más consigo mismo que con ella…
- Tengo que hacer las paces con ella, lo sé… - reconoció después de que su amigo no cambiaba la mirada sugerente.
- Eso. Muy bien.
- ¿Dónde están Peter y Sirius?
- Peter duerme. Sobre Sirius…
Tras una pausa teatral y planificada, buscó el doblado pergamino del Mapa del Merodeador en su bolsillo trasero del pantalón, y tras darle la orden de revelar a todos los que estaban en el castillo, le mostró que su amigo se encontraba nada más ni nada menos que en la enfermería, junto a Marlene McKinnon.
El chico se había despertado temprano para ir a primera hora a ver a la buscadora del equipo de Ravenclaw. Tal y como había vaticinado Olivia Griezman durante el partido, se había sentido bastante culpable de haberla derribado de su escoba y de no ser porque estaba casi tan borracho como James, probablemente no habría podido dormir tranquilo. Así que, unos veinticinco minutos antes, se encontraba frente a Madame Pomfrey.
- ¡Sirius, querido! – dijo la mujer con amabilidad, dedicándole una radiante sonrisa -. Ha pasado un tiempo desde la última vez que nos vimos. ¿Tú y tus amigos han dejado de hacer travesuras?
- Hacemos otro tipo de travesuras ahora.
- Hasta Remus ha dejado de visitarme – continuó algo pensativa -. Me ha extrañado bastante que ya no venga una vez al mes.
- Está haciendo un esfuerzo por ir a clases a la mañana siguiente – le contó en un susurro, por si había alguien con la oreja parada dentro de la enfermería -. Ya sabe, para no dar pie a los rumores…
- ¡Ah, ya veo! Bueno, Sirius, dime. ¿En qué puedo ayudarte?
- ¿Está bien Paul?
No le interesaba demasiado, a decir verdad, pero por buena educación y cortesía sentía que tenía que preguntar por el guardián de su equipo y compañero de casa.
- Será dado de alta esta tarde, cariño. ¿Quieres hablar con él? Está dormido aún, pero podría despertarlo.
- ¡No! – se apresuró a decir -. No será necesario. Estem… ¿Y Marlene, qué tal está?
- Ah, ahora entiendo. - Madame Pomfrey pareció entender que la visita tan temprana de Sirius era por aquella chica, y le lanzó una mirada algo picarona -. ¿Quieres pasar a verla? Está tomando desayuno.
- Yo… Está bien. Supongo.
El muchacho siguió a la enfermera hacia dentro, y tras pasar unas cuantas camillas, todas vacías a excepción de la que ocupaba Basil, llegó a donde se encontraba Marlene McKinnon. La chica, que estaba tomando zumo de naranja y comiendo unas tostadas con avocado, pareció avergonzarse un montón cuando lo vio allí, sorprendida y a la vez algo abochornada por ser vista luciendo pálida y enfermiza…
- Cariño, tienes visita.
Tras anunciar lo obvio, volvió a mirar a Sirius con una sonrisa, le guiñó un ojo y se fue nuevamente hacia su escritorio junto a la puerta.
- Hola.
- Hola – respondió Marlene acomplejada y confundida. A ratos hasta parecía que quería mirar hacia otro lado para que Sirius no la viera recién despertada -. ¿Qué haces aquí?
- Quería saber cómo estabas después de que—.
- ¿Me tiraste de la escoba? – completó por él. Recuperó un poco de dignidad y altanería -. Estoy bien, gracias. Nada más estaré dos días aquí, encerrada y aburrida.
- Lo siento. Es que yo—.
- Dime, Sirius Black – interrumpió -. ¿Acostumbras a besar chicas y luego quebrarles una costilla?
- ¡¿Una costilla?! – preguntó, sorprendido. Se sintió aún más culpable tras saber eso y no pudo hacer más que balbucear un intento de disculpa -. Lo siento tanto… Es que… No ha sido personal… Yo nada más estaba…
- Lo sé – dijo, dedicándole una amplia sonrisa -. Te estoy tomando el pelo. Por supuesto que sé que no ha sido apropósito ni personal. Sé cómo funciona el Quidditch, aunque no se haya notado con mi forma de jugar…
Bajó la mirada con decepción y a Sirius se le enterneció aquella cosa llamada corazón que él creía no tener.
- ¡Sí se notó!
- No es necesario que me mientas. Sé muy bien que jugué un partido terrible.
- Bueno, sí.
- ¿"Bueno, sí"? – preguntó haciéndose la ofendida y a la vez, riendo -. ¿No tendrías que haber insistido que sea un poco para no hacerme sentir tan mal?
- Mira. Eres hermosa, simpática, muy inteligente y además, puedo comprobar de primera fuente que bailas y besas bien – respondió, saliendo del paso de forma olímpica -. No creo que sea tan terrible si admitimos que al menos el Quidditch no es lo tuyo.
Parecía que Marlene se debatía entre reír, lanzar un bufido ante el empalagoso cumplido, o sonrojarse por completo y desviar su mirada. Pero finalmente optó por indicarle la silla junto a su cama, y preguntarle si quería sentarse para continuar conversando. Cosa rara, pensó Sirius, considerando que en la fiesta ella parecía no querer relacionarse demasiado con él.
- Te traje esto – dijo sacando una caja de bombones de su bolso, una vez que ya había tomado asiento -. Para pedir perdón. Espero que te gusten.
Ahora él había sido quien se había sonrojado por completo y desviaba la mirada hacia el suelo, pero ella le sonrió intentando hacerlo sentir mejor, y a la vez, bastante halagada de que el chico hubiese tenido ese detalle con ella. Era la primera vez que le regalaba chocolates a alguien, pero no significaba nada romántico. Realmente era una forma de pedir perdón…
- Tantas molestias…
- ¡Es que yo no quería batear contra ti, pero James me lo pidió! – se sinceró –. Estuviste a segundos de atrapar la Snitch y ganar la copa para Ravenclaw… Pero en vez de eso estás aquí con una costilla rota.
- Sí, Sirius. Saboreé la victoria – reconoció -. Pero ya está. Madame Hooch dijo que había sido una jugada perfectamente válida, y aunque mi casa entera dice que fue una injusticia, yo también creo que fue válida.
- Bien. Me alegro que pienses eso. - Intentó ahuyentar un escarabajo que volaba muy cerca de su cara y lo molestaba -. ¡Maldita sea!
Correteó al bichito hacia la ventana y la cerró, asegurándose de que no volviera a entrar, y luego empezó a considerar que ya era hora de retirarse del lugar antes de que toda la conversación se volviera pesada e incómoda. Se despidió, y pareció notar en la expresión de ella que no quería que la dejara sola. No podía culparla, debía estar en extremo aburrida. Así que, sin pensarlo se comprometió tontamente a volver a visitarla.
- ¿Eres tonto, o te haces? – preguntó James, horas más tarde cuando su amigo les contó.
- ¡Es mi culpa que esté ahí! – se defendió rápidamente.
- Esto es como lo mío con Vane, Padfoot. Te dicen que no quieren nada contigo, y luego cuando uno hace algo bueno por ellas, se enamoran de ti.
- No será así. Marlene se avergüenza de haberse besado conmigo.
- Y Vane me decía que jamás podría estar con un "burgués" – le recordó.
- Bueno, supongo que… No iré, entonces – contestó encogiéndose de hombros.
- Pero es Marlene McKinnon – se metió Peter.
Una de las chicas más populares de la escuela, además de inteligente. Su renombrada familia, de sangre pura, sacaba magos y brujas de renombre y parecía que Marlene no iba a ser la excepción. Todos creían que sería nombrada como Delegada al año siguiente, y que luego haría una carrera notable en el Ministerio de la Magia, tal y como lo habían hecho sus tres hermanos antes. Todos aurores.
- ¿Y qué tiene que sea Marlene McKinnon? Este todavía ama a la veela – se burló el de gafas.
- No la amo – se quejó con una mueca, como si le tuviera asco a la palabra "amor".
- Todavía creo que deberías haberle escrito a esa chica – opinó Remus, por primera vez -. Quizás si no hubieses estado tan reticente a hacerlo, ahora serían buenos amigos.
- Le faltaron cojones para hacerlo – volvió a picotearlo James.
- ¡Sí le escribí! ¿De acuerdo? – replicó molesto -. Le escribí dos veces, de hecho, pero ya ven como nunca me llegó una respuesta así que les agradecería que dejaran de hablar de eso, o de ella – luego miró a Remus -. Nunca debí haber seguido tu estúpido consejo. Lo único que hice fue ponerme en ridículo. Apuesto que ella recibió mis cartas y se rio de mí por ser tan estúpido y tratar de tener un amiguita por correspondencia – y luego, una mirada a James -. ¿Y sabes qué? Tienes razón. Las chicas son raras y malas, y no importan de donde vengan. No importa si son unas locas clasistas como mi madre o medio veelas como Alex. Ni siquiera importa si vienen de una maldita familia de muggles, porque hasta Mary McDonald resultó ser una mierda. Así que ya está decidido: ¡No pienso ir a ver a McKinnon!
Y tras terminar de soltar todo lo que había pensado y acumulado silenciosamente en el último tiempo, salió como un huracán de la pieza, molesto y avergonzado por haberse mostrado tan vulnerable respecto a sus sentimientos, dejando a sus otros tres amigos desconcertados y sintiéndose algo culpables por haberlo presionado con el tema.
La euforia que sentía Gryffindor había durado unos cuantos días. Los alumnos se ponían de acuerdo sobre qué jugada había sido mejor, o cuál había sido más decisiva para ganar la copa. Finalmente, todos reconocían que aunque no se pusieran de acuerdo, una suma de factores y la grandeza de absolutamente todos sus jugadores había contribuido a la hazaña.
Ravenclaw, por su parte, continuaba insistiendo que la bateada de Sirius en contra Marlene había sido una falta. Lo único que provocaba era que James, más enaltecido y egocéntrico que nunca, terminara discutiendo y peleando con los alumnos, y restregándole en la cara que eran unos malos perdedores.
Sus actitudes desagradables habían regresado ahora que su popularidad había alcanzado nuevos niveles. Además, tras recibir el Premio por Servicios Especiales al Colegio, creía que toda la amenaza de que iba a ser expulsado había pasado a un segundo plano. Si es que querían castigarlo de nuevo por algo, era más probable que ese castigo fuera que le quitaran el premio y no la expulsión. Así que ahora podía vengarse de Snape…
Pero llegó junio, y con ello, las dos semanas más estresantes para los de quinto y séptimo año en Hogwarts. La semana en la que llegarían los examinadores del Ministerio para evaluarlos para sus T.I.M.O. y E.X.T.A.S.I.S, y se comenzarían a llevar a cabo los exámenes que definirían sus futuros y carreras profesionales.
Los profesores, tan nerviosos como los alumnos, repasaban las materias más obvias sin cesar durante sus clases, tras haber suspendido todos los deberes. La profesora McGonagall reunió a todo el quinto año en su despacho (que parecía estar más amplio que de costumbre gracias a algún encantamiento) para darles una charla y aconsejarlos, a la vez siendo bastante severa con los cuatro merodeadores.
- Ustedes cuatro – pronunció con seriedad -. Esos utensilios que vendían el año pasado, ¿dónde están?
- No tenemos pensado ocuparlos ni venderlos, profesora – replicó James, atajando sus preocupaciones.
- ¡Nunca jamás los vi estudiando ni haciendo los deberes este año! El señor Pettigrew, algo… ¡Algo! Pero nada ni remotamente cercano a lo que yo esperaba de ustedes. Claro… Ustedes creen que se juegan nada más sus futuros, ¿verdad? – preguntó retóricamente. Sirius iba a empezar a contestarle -. Silencio, señor Black. ¡Pues no! Esto afecta la reputación de Hogwarts también. Y si les va mal en los T.I.M.O., el Ministerio podría pensar que se trata de un problema en el nivel de enseñanza de Hogwarts. ¡¿Es eso lo que quieren?!
- No, profesora… - respondieron los cuatro de modo automático.
- El señor Lupin es el único en el que yo puedo confiar. Al único que me topé en la biblioteca, leyendo, sacando los libros y las lecturas que les recomendé clase a clase. Incluso sacando libros mucho más avanzados que los que utilizamos en los siete años de clases.
James soltó una risita, pensando que la profesora McGonagall no estaría para nada contenta si supiera que el único motivo por el que Remus sacó tantos libros de encantamientos avanzados era para realizar el hechizo Homonculous y así encantar un mapa mágico para vigilar a Mulciber, pero también para garantizar la impunidad de sus próximas travesuras en el castillo…
- ¿Le parece gracioso, señor Potter? ¿Acaso se cree que porque ganó la Copa de Quidditch y el Premio por Servicios Especiales al Colegio puede prescindir de un buen resultado en los T.I.M.O.?
- Por supuesto que no, profesora.
- Muy bien – respondió, mirando por primera vez a las cinco alumnas que permanecían en silencio y se mostraban algo asustadas por la reprimenda que recibían sus compañeros de curso -. Los T.I.M.O. se dividen en dos semanas. Los exámenes teóricos se realizan por la mañana, mientras que los exámenes prácticos se realizan en la tarde. A excepción, claro está, de Astronomía, cuyo examen práctico se realiza por la noche.
Tras explicarles aquello, les entregó un pergamino a cada uno de sus nueve alumnos en donde se detallaba el horario y el orden de las asignaturas. El primero sería el examen teórico de Encantamientos, en donde incluso Peter se tenía algo de fe. Si los rumores eran ciertos, probablemente sería el más sencillo de todos. Sin embargo, el hecho de que ya tuvieran el horario para la próxima semana hacía que toda la amenaza de los T.I.M.O. se volviera aún más real y latente, provocando que los alumnos cedieran al pánico colectivo.
Peter aprovechó bien los últimos días y ya no se juntó más con ellos, presa de la histeria que le provocaba la pasividad de sus amigos. Se unió al grupo de estudio de las chicas, Lily, Allie, Batsheda, Eliza y de Rowan, mientras Los Merodeadores continuaban como si nada pasara. Remus, intentando no decepcionar a la profesora McGonagall, cargaba el libro de Transformaciones e intentaba leerlo cada vez que tenía tiempo, pero finalmente se daba cuenta de que terminaba leyendo el mismo párrafo una y otra vez, sin avanzar, y lo dejaba.
El domingo por la tarde, llegó el grupo de examinadores del Ministerio y eso pareció alarmar más a los alumnos, que se dirigieron al vestíbulo para mirar mejor a ese grupo de magos y brujas mayores que le tomarían los exámenes prácticos. Con todo, James, Sirius y Remus no se molestaron en dejar de comer y llenar bien el estómago para la mañana siguiente.
- ¡Hola! - Lily llegó sonriendo campante y tomó asiento junto a James, que se puso tieso de inmediato -. ¿Qué hacen? Estoy aburrida y los demás no dejan de hablar de los exámenes de mañana. Peter está muy histérico, ¿no?
Tomó una manzana verde de una bandeja plateada que había en la mesa y comenzó a masticarla con ganas.
- ¿Tú no estás nerviosa, Evans? – preguntó Sirius, mirando entretenido a su amigo que seguía bastante incómodo.
- Por supuesto, pero siempre he sido más del tipo que sabe cuándo no queda nada más por hacer, que de esos que siguen estudiando hasta el final – respondió encogiéndose de hombros -. En tercer año me puse la regla de que nunca dejaré de comer o dormir por un examen.
- ¿Y tu novio? – preguntó James -. Últimamente no se te ve demasiado sin él.
- Está molesto por la final… Y ya que hablamos del partido, me gustaría que me explicaran qué demonios ocurre entre ustedes y Rita Skeeter.
- ¿Por qué lo dices? – preguntó Remus.
- Pues, miren esto – dijo sacando la última edición de la revista Corazón de Brujas, y ojeándola hasta llegar a la sección de deportes. Les mostró el titular, que decía "Gryffindor gana la Copa de Quidditch de Hogwarts bajo sospechosas circunstancias", y leyó -: «¿Cómo se explica que una casa que está doscientos cincuenta puntos por sobre el rival pierda la Copa de Quidditch del año 76? Eso es lo que todo Hogwarts se pregunta en este instante. Tras increíbles jugadas y espectaculares peripecias del equipo de Ravenclaw, el equipo que tuvo una temporada histórica, perdió contra el muy mediocre rival, Gryffindor».
- ¡¿Qué?! – preguntaron James y Sirius al unísono.
- «Contra todo pronóstico, la casa escarlata (por cierto, la casa a la que asistió el director Dumbledore en su estadía como alumno) ganó con la sospechosa ayuda de la árbitro, Madame Hooch, quien desde un inicio favoreció a los perdedores sin cobrarle los penalti correspondientes».
- ¡Es basura! – volvió a reclamar el chico de gafas -. ¡¿Intentó decir que Gryffindor ganó por ser la casa de Dumbledore?!
- Espera, espera, aquí viene la mejor parte – continuó Lily, esbozando una sonrisa -: «Pero lo que vuelve esto aún más sospechoso es el repentino cambio del buscador habitual por McKinnon, y la hábil reportera Rita Skeeter encontró la razón: Nuestra oveja negra favorita, Sirius Black, está perdidamente enamorado de ella…».
- ¡Tienes que estar bromeando! – reclamó el más alto de los chicos, interrumpiendo la lectura de la colorina.
- «La capitana de Ravenclaw debió de pensar que eso mantendría desconcentrado a nuestro joven y violento bateador. Sin embargo, no contaba con que ella estaría por completo distraída del partido y que él privilegiaría la competencia por sobre su amorcito, agrediéndola en una polémica jugada que terminó por consolidar la victoria para Gryffindor pese al desastroso desempeño de todos sus jugadores, y en especial, de su capitán, James Potter, que sin hacer nada, no tuvo ningún problema de llevarse el crédito total de la victoria».
- ¡Que sarta de mentiras! – gritó James, furioso, quitándole la revista de las manos a la pelirroja -. ¡¿Yo llevarme el crédito?! ¡¿YO?!
- El artículo continúa desprestigiando la forma que tuvieron de jugar… Incluso señala que Sirius y Marlene podrían tener una relación romántica secreta y que Sirius fue a verla a la enfermería muy preocupado a la mañana siguiente y le llevó bombones de regalo – continuó Lily, con una expresión que demostraba que encontraba toda la situación graciosa.
- ¿Cómo se habrá enterado de eso? – reflexionó el moreno de rulos, en voz alta -. No había nadie en la enfermería esa mañana… Y Paul—.
- Espera. ¿Es verdad que le llevaste bombones? – preguntó riendo.
- Claro que sí, pero porque le quería pedir perdón.
- Y… ¿Le subiste el ánimo con cumplidos románticos diciéndole lo bien que besaba? – preguntó leyendo textualmente una línea del artículo.
Sirius negó con la cabeza, aunque mentía… La pregunta era, ¿cómo Rita Skeeter había entrado a la enfermería? El único alumno que había en el lugar, aparte de Marlene, era Paul Basil. Pero no tenía sentido alguno que hubiese escuchado la conversación y le contara el chisme a la reportera. Basil era del equipo de Gryffindor. Jamás querría perjudicarlo a él, a James, a su propio equipo…
- Quiero que me expliquen qué se traen con esa mujer – dijo perspicaz -. Porque primero dice que ustedes dos son pareja, y ahora esto. Parece estar intentando arruinarlos apropósito.
- Estás viendo cosas donde no las hay… - comenzó a explicar Remus, pero fue detenido por la chica, que levantó una mano en el aire.
- ¡Claro que no! Vi que justo antes del partido Sirius y esa horrible mujer estaban hablando en el vestíbulo, y no se veía como si discutieran el clima precisamente.
Los tres chicos intercambiaron miradas un rato, como preguntándose si valía la pena contarle a Lily lo que había ocurrido con el diario El Profeta o no, pero finalmente Sirius terminó contándole que le había hecho un desaire en el Baile de Navidad y la había llamado "señora", motivo por el cual le había agarrado mala sangre a él y a cualquiera que se relacionara con él, como James o el equipo de Gryffindor.
Cuando volvieron al dormitorio y se reunieron con Peter, éste último estaba sudoroso y de un color verdoso, intentando prepararse una poción para dormir (sin muy buenos resultados).
- Tengo un porro, por si quieres. Lo estaba reservando pero apuesto que duermes bien con eso – le ofreció James.
- Gracias, pero preferiría que no – contestó receloso.
- Relájate. Puedo apostar a que mañana preguntarán por el hechizo para animar. Flitwick le dio una y otra vuelta en clases… Además sería ilógico que no preguntaran por Colovaria y el hechizo estirador, y todos esos están muy por bajo nuestro nivel. Sobre la levitación, ni hablar.
- Sí, sí, probablemente tengas razón… Buenas noches – dijo justo antes de descorrer las cortinas de su cama y desaparecer tras de ellas.
Los otros tres se miraron algo entretenidos por la preocupación del menor. ¿Era normal que no se sintieran nerviosos en lo absoluto antes de un examen tan importante?
A la mañana siguiente se levantaron, vistieron y desayunaron en medio de un clima anímico algo nervioso y ansioso por parte de los alumnos de quinto. Intentaron calmar a Peter para que sus nervios no le jugaran en contra durante del examen, justo cuando los llamó la profesora McGonagall para entrar al Gran Salón. La enorme habitación estaba llena de pupitres individuales, y los alumnos de las cuatro casas debían sentarse en ellos en orden alfabético, según su apellido, así que los cuatro se dieron una mirada a modo de despedida, y fueron a buscar su banco.
- ¡Tienen exactamente una hora, desde ya! – anunció la profesora McGonagall dando vuelta un gran reloj de arena a vista de todos.
James, que finalmente comenzaba a sentirse algo nervioso, leyó las primeras preguntas del examen urgido, y tras verificar que efectivamente se trataba de cosas muy básicas y bajo el nivel al que estaba acostumbrado, se relajó, desinflándose en su propio asiento. Se iba a sorprender demasiado si no aprobaba su examen con un «Excelente».
Una hora después, los cuatro se dirigían al árbol junto a la orilla del río para desperezarse bajo la agradable sombra que provocaba.
- ¡Ha estado botado! – dijo Sirius.
- La verdad es que sí… - corroboró Peter con algo de recelo.
Estaba claro que el chico se sentía ligeramente avergonzado de que toda la histeria y el nerviosismo que había sentido no hubiesen sido justificados, y ahora quedaba como un dramático frente a sus otros tres amigos. Pero ninguno de ellos se lo estaba sacando en cara, ni mucho menos, aliviados de comprobar que de seguro aprobarían el primer curso con un "Excelente", o "Supera las expectativas", cuanto menos.
Tras almorzar, volvieron a llamarlos para realizar la parte teórica del examen. Esta vez entraban de a pequeños grupos en el orden alfabético según sus apellidos. James, Remus y Peter observaron cómo Sirius y Lily entraban nuevamente al salón junto con un grupo de estudiantes (Entre los que se encontraba también, Avery de Slytherin y Batsheda).
Debido a esa dinámica incluso el de gafas tuvo que admitir que comenzaba a ponerse algo nervioso. Quería que lo llamaran pronto, pero en vez de eso, vio a salir al primer grupo y vio entrar al segundo, en el que se encontraba Remus y Mulciber. Intentó cruzar una mirada con Sirius, para saber si le había ido bien… Incluso para saber alguna de las preguntas que le habían hecho. Pero uno de los examinadores prácticamente los escoltó hacia los terrenos del castillo para que no pudieran comunicarse con nadie.
Remus y Mulciber habían entrado lanzándose miradas de odio. Justo antes de atravesar el umbral, el de Slytherin le dio un fuerte codazo en las costillas que le quedó doliendo por varios minutos, pero no le dio la satisfacción de mostrarse dolorido. Gracias a ese encuentro llegó hasta su examinadora sin pensar en el examen hasta que ya la tuvo en frente. Sacó su varita y comenzó su examen.
Afuera, Peter se desarmaba en su asiento, volviendo a sentir nerviosismo. James intentó calmarlo lo más que pudo, pero finalmente la puerta se abrió y el segundo grupo de alumnos salió. Remus iba cabizbajo, pero con una sonrisa algo brabucona estampada en la cara. Nuevamente el profesor Flitwick anunció: «Parcher, Pettigrew, Petrus, Potter, Prince, Rosier, Royer, Scott-Thomas, Skylard y Snape».
El rubio dio un salto junto a él y ambos se pusieron de pie ante el llamado. De camino hacia el Gran Salón, James le dio una zancadilla a Snape, que venía justo desde su derecha, y se enderezó para darse aires de grandeza a sí mismo antes de enfrentar al examinador. Era una táctica que le había enseñado su padre muchos años antes para darse confianza ante los momentos difíciles.
- ¿James Potter? – preguntó la examinadora Marchbanks, jefa de la comisión, leyendo la lista de alumnos -. ¡Qué gusto tenerlo!
- ¿Eh?
- Por favor, envíele muchos saludos a su padre cuando lo vea. Estaba seguro de que él no estaba implicado con ese ridículo asunto de los Maloney.
- Ah, sí – respondió sonriendo -. En su nombre, señora Marchbanks.
Miró de reojo. Snape no había cruzado palabra con su examinador y parecía que al menos en cuanto a primeras impresiones, el hombre del Ministerio no estaba demasiado contento con su alumno. Pero dejó de preocuparse con él y procedió a concentrarse en su propio examen que consistía en diferentes pruebas.
- No puedo creer lo sencillo que ha sido… - dijo Peter, que por fin lucía relajado -. ¡Tenías razón! ¡Levitar un huevo! ¡Qué estupidez!
- A Mulciber le ha ido horrible – comentó Remus con una sonrisita -. Intentó provocarme con lo de Mary para que perdiera la concentración pero, al final soltó su huevo y se rompió justo sobre los zapatos de la examinadora. No estaba nada contenta, ¿saben? Sería un milagro si no lo reprueban.
- Yo también me distraje un poco con mi examen – reconoció Sirius -. O sea, lo he hecho excelente, pero si hubieran visto el examen de Evans… Creo que si pudieran, le colocarían doble «Excelente».
Antes de que se oscureciera, los cuatro regresaron a la habitación a repasar un poco más, pues sabían que el examen de Transformaciones sería el más difícil de todos. Remus se enfrascó en la lectura de su libro y a ratos compartía algunos comentarios con Peter. James y Sirius, por su parte, no hicieron más que pasar el rato intentando adivinar qué cosas les podrían preguntar y fumando un cigarrillo.
El martes por la mañana se llevó a cabo el examen teórico de Transformación sin mayores cambios en relación al del día anterior. En la tarde, tras almorzar, hubo una nueva ronda de exámenes prácticos. Siendo animagos creyeron que probablemente no les traería grandes problemas transformar una que otra cosa en otra, y tuvieron razón. Parecía ser que los exámenes de la profesora McGonagall en un año normal eran mucho más exigentes que lo que el Ministerio esperaba. Incluso Peter estaba satisfecho con su desempeño.
Ya para el miércoles los cuatro habían perdido todo respeto por los exámenes. Botánica sin duda no podía ser más difícil que los dos anteriores, así que volvieron a bromear y a reír como si no estuvieran en medio de la semana más estresante de su año. A ratos crispaban los nervios de los demás compañeros de casa, y de otras casas.
El jueves se llevaría a cabo el examen que más anticipaban: Defensa Contra las Artes Oscuras, el ramo favorito de los cuatro. El profesor Flitwick tomó el examen teórico, en remplazo de su colega Adam Belby (que todavía no regresaba a Hogwarts desde el imprevisto con la Marca Tenebrosa), supervisando tranquilamente desde el pupitre, junto al enorme reloj de arena que era más alto que él.
James terminó bastante rápido así que se entretuvo mirando a su alrededor de tanto en tanto, y de forma prudente (no quería levantar sospechas infundadas sobre estar copiando). Entraba muchísima luz por las ventanas y la habitación entera estaba cálida. El brillo de la ventana que tenía más cerca le mostraba el polvillo y los ácaros que flotaban cerca de él.
Se giró y le sonrió arrogantemente a Sirius, quien le hizo una seña con sus pulgares. Se balanceaba tanto que parecía que en cualquier momento se iba a caer, e intentó no reír imaginándose una situación como aquella. Justo detrás de él, Columba Beaufort le estaba dando unas sugerentes miradas al moreno de rulos.
Finalmente terminó aburrido esperando que el tiempo pasara rápido. El reloj no se movía… El profesor Flitwick parecía más aburrido que él… Miró hacia atrás nuevamente, pero esta vez divisó a Lily. No estaba concentrada en su examen… De seguro también ya había terminado. Ella, sintiendo la mirada de alguien más sobre ella, giró su cabeza y lo vio. Moduló, sin decir nada, "Date vuelta, Potter". Le leyó los labios a la distancia, sonrió y obedeció.
El tiempo pasaba más lento aún… Comenzó a garabatear en la esquina de su pergamino un dibujo de una Snitch voladora… ¡Ah, pero si la andaba trayendo en su bolso justo ahora! No la había retirado desde la última vez que la había guardado ahí. Tras terminar su dibujo, el recuerdo de Lily diciéndole que se girara pasó fugaz e involuntariamente por su cabeza. Escribió sus iniciales, «L.E» y justo entonces el profesor anunciaba el término del examen.
Se dirigieron hacia el lago riendo despreocupadamente de las preguntas del examen. No solo eran muy fáciles, sino que una en particular había llamado la atención de los cuatro: "¿Cómo reconocer a un hombre lobo?". Remus bromeaba con ello, pero se veía bastante fatigado y pálido, justamente debido a la proximidad de la luna llena.
Se recostaron sobre el césped bajo el mismo árbol de siempre, teniendo una visión estratégica sobre los terrenos y el castillo, y especialmente el grupo de chicas de quinto mojando sus pies a orillas del lago… Sacó la Snitch dorada de su bolso y comenzó a atraparla mientras Remus volvía a sacar un libro…
Y entonces se desató el infierno.
James por fin había tenido la oportunidad que tanto había buscado de vengarse de Snape. No contento con hacerle daño, y aprovechando que todo el mundo estaba viendo, decidió humillarlo públicamente con la ayuda de su buen amigo, Sirius, que también sintió un repentino deseo de vengarse por lo ocurrido tiempo atrás con la maldición Sectusempra. Así que lo levitaron de cabeza, cual examen de Encantamientos, y le bajaron los pantalones…
Ya era de noche y los cuatro estaban en la habitación cuando pudieron hablar bien de lo que había ocurrido… No fue necesario sacar el tema. Remus miraba a sus dos amigos con suficiente severidad para que ellos supieran de inmediato que se les había pasado la mano. No lo iban a admitir en público, claro, pero incluso antes de que pudieran reunirse, James había tenido esa incómoda sensación de intranquilidad que no lo abandonaba. Era molesto. Sabía que había llegado demasiado lejos con Snape…
Y lo que era peor, con Lily.
- De acuerdo – admitió, viendo la expresión de su amigo licántropo -. No tienes que mirarme así, Remus. Quizás… Probablemente me comporté como un pendejo. ¡Pero es que Quejicus…! ¡Es tan desagradable y yo…! Sabes que se las había llevado muy fácil después de que literalmente casi me mata el otro día.
- ¿Estás seguro que no estás exagerando con eso de que casi te ha matado? – preguntó Remus, con suspicacia.
Él no estaba ahí cuando ocurrió todo, y no hubiese preguntado si no fuera porque tanto James como Sirius tenían una predisposición innata a la exageración y al dramatismo. Pero, parte ofendido y parte ansioso por demostrar que tenía razón, el moreno de gafas comenzó a sacarse la camisa de su uniforme y dejó a relucir unas lindas cicatrices con formas de cortes limpios en su torso, y luego se dio media vuelta para mostrarles las de su espalda.
- Sí, claro… Exagerando… - murmuró con amargura, lanzando la camisa al suelo y buscando la de su pijama -. ¿No me crees cuando te digo que casi me desangro?
- Pero la otra vez no las tenías y—.
- Las tenía, pero estaban como neblinosas. Se han ido marcando más y más con el paso de los días. No sé si algún día se irán y no me importa… Probablemente va a ser bastante agradable cuando mi mamá se dé cuenta y se escandalice preguntándome qué demonios me ha ocurrido – comentó sombrío.
- No entiendo por qué no le has dicho a la profesora McGonagall acerca de esto en primer lugar. Si el colegio se enterara—.
- Sí. Eso es justamente lo que quiero, Remus. Andar acusando gente como un cobarde en vez de arreglármelas yo solito.
- Bueno, es mejor que quedar como un idiota vil y cruel que se merece el infierno por humillar a un tipo sacándole los pantalones, mientras el otro pasa por una víctima que anda literalmente lanzando maldiciones oscuras.
- Ya está hecho.
- Además – apoyó el moreno de rulos -. Para variar nos andaba siguiendo. Creo que nos escuchó hablando de los hombres lobo tras el examen… ¡Al menos ahora lo pensará dos veces antes de seguirte, Moony!
- Es cierto… Quiere joderte a ti, y yo no voy a dejar que eso suceda así como si nada. No, señor.
- Lo agradezco – replicó el chico con cara de pocos amigos -. Pero hubiese querido que no lo hicieras… Ya no tiene que ver con que si se lo merecía o no. Has quedado como un patán frente a la escuela entera.
- Lo reconozco… Y me avergüenza un poco… Sé que me comporté como un idiota, pero al menos ya no nos va a andar siguiendo y lo sabes.
- Te ganaste su odio más profundo – dijo Peter, también algo afligido. Había sido quien más se había reído durante la situación misma, pero Remus tenía un punto importante… -. ¿Y si ahora te vuelve a lanzar esa estúpida maldición? ¿Y si te lanza algo peor?
- Pues… Supongo que seré más inteligente que él esta vez, y buscaré una forma de hacer que no quede como una víctima.
- También te ganaste el odio de Evans – le recordó Sirius.
- ¡No me importa que Lily me odie! – replicó orgulloso, aunque no era verdad en lo más mínimo –. ¡Todo esto ha servido para que ella se dé cuenta de cómo es! ¡La llamó sangre sucia y se suponía que era su mejor amigo o algo así! ¡Sangre sucia! ¿Cómo se atreve?
- No era problema tuyo, amigo.
- ¡Algo bueno que salga de todo esto! ¿Qué clase de mejor amigo trata así a alguien? Es que me supera. De verdad… ¡Me indigna! Y además, ¿quién se cree que es? ¡Es un fanático de la raza pura y su padre es un muggle! ¡No tiene sentido!
- Todos vamos a olvidarnos del asunto por ahora, ¿sí? – pidió el licántropo -. ¡Porque hasta yo me siento culpable por lo que ocurrió!
- Pero si tú no hiciste nada—.
- Exacto. No hice nada – dijo colocándose su pijama sintiéndose frustrado -. Pude haberlos detenido a ambos… Pude haber dicho algo, pude haber evitado que todo ese caos ocurriera y no hice nada.
- ¿Soy el único al que no le importa? – preguntó Sirius, ya acostado sobre su cama -. ¡No sean cínicos! Si no hubiese visto todo el mundo, si Evans no hubiese estado ahí, ¿te sentirías tan culpable? No lo creo. Sabes que Quejicus se lo buscó.
- Tiene razón… - corroboró Peter desde su cama.
- Miren, lo mejor será que durmamos – terminó de decir James, algo hastiado del tema -. Mañana tenemos el examen de Estudios Muggles, y a ese iremos con nada más que la personalidad…
Esa misma noche Snape fue a la torre de Gryffindor y se plantó fuera del retrato de la Dama Gorda hasta que pudo hablar con algún alumno que fuera a buscar a Lily… Necesitaba pedirle perdón por lo que le había dicho… Necesitaba hacerle saber que ella era su mejor amiga y que no quería dañarla, pero en ese momento estaba bajo demasiada presión por culpa de sus brabucones compañeros…
Tras varios minutos de espera, lo logró, y la pelirroja apareció tras el retrato usando su bata de dormir. Lucía furiosa, y cruzada de brazos escuchó todo lo que tuvo que decir, pero su respuesta lo dejó helado. Lily no quería seguir siendo su amiga por sus nuevas amistades y recientes intereses oscuros… Lily no podía perdonarlo porque no le creía. Le dijo que solo le pedía perdón porque era ella, pero con cualquier otra persona que tuviera ese estado de sangre, impuro, no sería igual… Y era cierto.
Así que su disculpa no sirvió de nada y amargado, regresó a las mazmorras, junto a sus compañeros y amigos de Slytherin, sabiendo que había perdido para siempre a la única persona que lo hacía feliz en su vida.
A la mañana siguiente los alumnos se prepararon para dar sus exámenes de Runas Antiguas o de Estudios Muggles, según fuese su elección, y por la tarde el examen práctico. Siendo que los exámenes que se venían la semana siguiente eran igual de exigentes, la mayoría de los alumnos de quinto se mantuvo estudiando en la biblioteca o la sala común, pero Los Merodeadores se prepararon para una nueva transformación de Remus, la noche del sábado.
El domingo y sin ganas de nada, Remus se pasó el día acostado y con las cortinas de su cama cerradas, aprovechando que era domingo, para reponerse al máximo de su palidez post transformación. El único que le dio una repasada a Pociones fue Peter, mientras los otros dos se dedicaban a perder el tiempo de una u otra forma.
A Sirius recién se le había ocurrido pensar que pronto tendría que volver a su casa y llevarse la moto de la Sala de Menesteres… ¿O quizás era más seguro dejarla en Hogwarts hasta el año entrante? Si su madre o su padre le descubrían la moto, la harían pedacitos… Pero por otro lado, si se la llevaba podía usarla durante todo el verano para ir y venir…
James, en tanto, no dejaba de pensar en lo de Snape y la sensación constante de intranquilidad lo tenía francamente histérico. Por la noche, le costaba quedarse dormido pensando en ello, repitiendo el momento una y otra vez. ¿Era como Sirius decía? ¿Era un cínico? Si Lily no hubiese visto todo… ¿Estaría tan arrepentido?
Lo peor era que la pelirroja estaba tan furiosa con él como con Snape. No tenía idea, pues no hablaba con ella como para preguntarle, pero parecía ser que la chica no iba a dar pie atrás con eso de volver a ser amiga del chico de Slytherin. ¿Y él? Lily y él nunca se habían llevado bien antes, pero por lo menos podían hablar. Ahora, ni eso. La chica lo aborrecía… Era cosa de que lo viera para desviar su mirada o de lleno irse del lugar. Y sus esperanzas con ella… Ya no solo estaban muertas, sino que sepultadas.
Entonces vino la siguiente tanda de exámenes; Pociones el lunes, Cuidado de Criaturas Mágicas el martes, Astronomía el miércoles, y Adivinación o Aritmancia el jueves, según fuera el caso, para finalizar el viernes con Historia de la Magia, que no tenía examen práctico por lo que se llevaba a cabo nada más en la tarde.
A juicio de Los Merodeadores, Pociones fue un examen bastante extraño, pasando de preguntas básicas que hasta niños de primero podrían resolver, a cosas tan difíciles que ni siquiera se habían molestado en intentar responderlas… Y, por otra parte, ya que jamás habían prestado demasiada atención en Historia de la Magia, ninguno de los cuatro se tenía demasiada fe y estarían muy sorprendidos si alcanzaban a sacar un «Aceptable».
- Es una lástima que solo quede una semana de clases, ¿verdad? – preguntó Peter mirando los verdes terrenos desde la ventana de la Sala Común.
- Ni lo menciones, que me empieza a venir depresión… - comentó Sirius.
Hablaba en serio. La expectativa de volver al Grimmauld Place con su adorable familia y el aún más adorable elfo doméstico no le provocaba alegría en lo absoluto… Y todavía no había podido decidir qué hacer con su motocicleta. Sin duda estaría más a salvo en Hogwarts… ¡Pero claro, la idea también era usarla! Aunque, por otro lado… No había conseguido volverla invisible, y eso significaba que solo podía utilizarla como una motocicleta común y corriente, sin volar.
- Puedes irte a mi casa por todo el verano – dijo James. Todos ustedes pueden.
- Uhm, me encantaría pero no lo sé…
Después de lo que Rita Skeeter le había dicho, no estaba seguro de que iba a poder salir ese verano…
- ¡Hey, miren esto! – interrumpió Remus poniéndose de pie rápidamente y yendo hacia ellos.
Tenía el Mapa del Merodeador en sus manos y les mostró que los cinco Slytherin de quinto año, además de Flint e Icky de sexto año, y Regulus Black, de cuarto año, estaban reunidos en las mazmorras. Podía no significar nada, como también podía significar que estaban planeando algo… Especialmente considerando que no quedaba demasiado tiempo de clases.
- Mejor vamos a darle un vistazo – sugirió James.
Sin embargo, mientras iban escaleras debajo de camino hacia las mazmorras, vieron que todos los alumnos estaban en actitudes sospechosas. Todos estaban en grupos, cuchicheando y susurrando por los rincones, con sus cabezas gachas. Todos tenían caras de pocos amigos, como si les hubiesen dado la noticia de que los exámenes de fin de año se repetirían o algo por el estilo.
Remus divisó a Lily y a Stahl, caminando de la mano por uno de los corredores del piso inferior, y les llamó para preguntarles qué ocurría.
- ¿No se han enterado? – preguntó Stahl de manera sombría.
Entonces James se dio cuenta de que Lily tenía lágrimas en los ojos, y comenzó a preocuparse enserio.
- Es el profesor Belby – dijo la chica, con pesar -. Está… muerto.
