30
Cuatro menos uno.
- ¡¿Qué?! – preguntó Remus, sorprendido -. ¿Cómo que murió?
Los cuatro recibieron la noticia con mucho impacto y pesar, especialmente Remus a quien Belby le caía muy bien desde que había comenzado a escoltarlo hacia el Sauce Boxeador cada mes. A pesar de que ninguno de ellos era particularmente cercano al profesor, no había que serlo para lamentar su muerte. El simple hecho de ver a alguien constantemente, un adulto y autoridad que supone ser fuerte e intocable, y saber que ha muerto repentinamente fue suficiente para que los cuatro chicos se sintieran igual de devastados que la colorina y su acompañante.
- El profesor Slughorn le contó a los prefectos de Slytherin y se corrió la voz, pero no hay mayor información al respecto. Supongo que para mañana se sabrá algo más – explicó Lily.
- No es posible que haya muerto. Estaba sano. Lo asesinaron – comentó James con seguridad.
- No todo es una conspiración, Potter – interrumpió Stahl con rudeza -. Lo más probable es que haya sido un accidente. O incluso una enfermedad agresiva. Tú intentas convertir cada suceso en una ocasión para ser un héroe, pero la vida real es bastante ordinaria, ¿sabes? – James iba a comenzar a responder, algo aturdido por lo inesperado del ataque, cuando el chico prosiguió -: ¿Vamos, Lily?
- Claro – respondió algo contrariada. Parecía que no apoyaba lo que su novio acababa de decirle al chico, pero seguía tan enojada por lo de Snape que no iba a defenderlo tampoco.
Continuaron su patrullaje por el pasillo mientras los otros cuatro iban a los terrenos del castillo. Brillaba el sol y corría una brisa cálida. Era un maravilloso y caluroso día de finales de primavera, y el calamar incluso se había medio varado con la mitad de su cuerpo fuera del lago, como si él también quisiera tomar algo de sol aquella mañana.
- ¿Qué demonios le ha pasado a Stahl? ¿Sigue molesto por la final de Quidditch?
- No. Simplemente descubrió que no eres gay y que, de hecho, le has pedido una cita a su novia la semana pasada al frente de todo el colegio.
- Ah, cierto.
Se había esforzado tanto por no rememorar la pelea que había tenido con Snape después del examen de Defensa contra las Artes Oscuras, que había olvidado por completo que le había dicho a Lily que dejaría de molestar a Snape si ella aceptaba a salir con él… Y más había olvidado la parte en que alumnos de todo el colegio lo habían escuchado…
- Vamos a volver al tema – los animó Sirius -. Lo de Belby está raro, ¿no? Primero, asesinan a su familia… Él se va a hacerse cargo de todo ese asunto, ¿y ahora está muerto? Stahl tiene que ser idiota para creer que realmente ha sido un accidente o una enfermedad.
- Voldemort debió matarlo. Si nos sentamos a analizarlo… Belby era un experto en Artes Oscuras. Al aceptar el puesto de profesor en Hogwarts, estaba haciendo una declaración abierta de que estaba de lado de Dumbledore, ¿no?
- Será conflictivo, entonces – continuó el licántropo -. Ningún profesor querrá aceptar este puesto de trabajo si sabe que podría ser la última cosa que haga… Pero a la vez, es imposible aceptarlo y fingir que no se está colocando de lado de Dumbledore.
- Incluso si Voldemort no quiere a esa persona de su lado, tampoco va a permitir que esté de lado de Dumbledore, ¿no lo crees? Estamos hablando de Artes Oscuras…
- ¿No se aburren de meterse en donde no los llaman? – comentó Peter, entrando a la conversación por primera vez -. Mortífagos, asesinatos, elfos domésticos y Vol… El que no debe ser nombrado… ¿No han tenido suficiente ya? Quizás Dave tiene razón. Quizás ha sido un accidente. O quizás realmente lo han asesinado, ¿y eso qué? ¿No deberíamos simplemente estar tristes y rezar por su alma?
Los tres se miraron sin decir nada. El miedo de Peter hacia Voldemort crecía con el paso de los días y no valía la pena tener una discusión en ese momento, minutos después de enterarse de la muerte del profesor. Molestar a Peter o ponerse a discutir por algo tan ridículo no era la mejor forma de honrar su memoria.
Pero no tuvieron que esperar a que llegara el diario El Profeta a la mañana siguiente con una exclusiva sobre la muerte del profesor Belby (si es que iba a haber una), ya que la noticia era demasiado importante como para que los demás profesores, y en especial el director, hicieran oídos sordos y no dijeran nada sobre lo que ocurría…
Cuando comenzaba a caer la noche y los alumnos entraron al Gran Comedor para la cena, se encontraron con banderines negros decorando el enorme salón en señal de luto. Incluso el cielo que remplazaba el techo estaba más oscuro que como lucía realmente en las afueras, sin estrellas. El bullicio estudiantil había sido remplazado por cuchicheos y un silencio respetuoso hasta de parte de los peores alumnos bromistas, o de la pandilla de Mulciber…
- Esta mañana nos hemos enterado de la más terrible noticia – anunció Dumbledore, de pie en su pedestal mientras miraba a todo el alumnado. Sus palabras eran tan esperadas que todos se mantenían en un silencio avasallador. Tras una pausa continuó -: El profesor Adam Belby ha muerto.
La primera confirmación oficial levantó una ola de murmullos que se apagó tan pronto como el anciano mago abrió su boca para continuar.
- Y esta noticia la entrego con profundo pesar, pues Adam Belby no solo era un buen profesor y colega, sino un excelente mago y ser humano, y mi amigo. – Su voz, sin quebrarse, sonaba más apagada que nunca -. Una promesa en el mundo mágico que tenía toda la vida por delante. Eso pareció ser suficiente para amenazar a quienes, hoy por hoy, buscan desestabilizar nuestro mundo y sumirlo en terror, pánico y oscuridad.
El profesor pareció adivinar que aquellas palabras iban a ocasionar un nuevo levantamiento de susurros, así que guardó una pausa dándoles tiempo a los alumnos de que sacaran sus propias conclusiones. Algunos, se mostraron impactados. James, Sirius, Remus y Peter se miraron sin decir nada, sabiendo que todas las teorías que habían hablado durante la tarde eran reales y que el profesor había sido asesinado. Pero otros no se mostraron muy contentos ante los comentarios del director, pues aún pensaban que era completamente inapropiado que Dumbledore se tomara la atribución de hablar de ese tipo de cosas en la escuela.
- No sé si el Ministerio querría que les dijera que su profesor de Defensa contra las Artes Oscuras ha sido asesinado, o si el periódico lo mencionará en algún artículo amarillista mañana. El profesor Adam Belby fue atacado por un grupo de hombres lobo bajo las órdenes de Lord Voldemort.
La mitad de los alumnos sentados, e incluso un par de profesores, dieron un respingo en su asiento ante la mención del nombre del mago tenebroso. Remus había sentido que alguien le daba una patada en el estómago tras escuchar que habían sido los hombres lobo, los de su calaña, y los mismos que lo habían amenazado ese año, los que habían matado a su profesor…
- Me parece que sería una falta de respeto a la memoria del profesor Belby, y un insulto a la inteligencia de todos ustedes no decirles la verdad respecto a lo que ocurrió realmente. – El director tomó otra pausa, mirando a todos sus alumnos antes de continuar -. Todos ustedes, al igual que los profesores y yo, tuvimos el privilegio de conocer al profesor Belby este año. Su trabajo como mentor y guía será recordado por siempre en la historia de Hogwarts, y sobre todo, en nuestros corazones.
Tras terminar el discurso, los prefectos de cada casa comenzaron a llamar a los alumnos para volver a las habitaciones. James dio una larga mirada a la mesa de los profesores y notó a la profesora Sprout derramando lágrimas, siendo consolada (de manera algo fría) por la profesora McGonagall.
- ¿Qué piensas? – le preguntó Sirius a Remus, una vez que ya habían llegado a su habitación en la noche.
- Si ya me sentía horrible con la muerte del profesor Belby, ahora me siento casi que responsable—.
- No digas tonterías, Remus – lo interrumpió James -. Deja de sentirte culpable por lo que ellos hacen. No eres parte de ellos.
- Me gustaría que fuera cierto, Prongs. Pero, lo soy. Soy un hombre lobo.
- ¡No como ellos!
- Y por eso probablemente tenga que irme todo el verano a esconderme como un cobarde – replicó algo irritado.
Quedaban solo días para que terminaran las clases y aunque no habían vuelto a hablarlo, estaba claro que no había ninguna mejoría con respecto al tema de las amenazas de los hombres lobos. Lo único que quedaba era seguir el plan de Dumbledore de irse lejos para protegerse a sí mismo de las represalias por no querer unirse a Voldemort y los mortífagos.
Sentía una injusticia profunda que lo llenaba de rabia. Las amenazas, los mortífagos, Mulciber y lo de Mary… No poder hacer nada para oponerse a lo que ocurría en el mundo mágico, para ayudar a la gente que sufría… Tener que adaptar su vida constantemente y vivir inventando secretos y mentiras. Estaba llegando a un punto en que ya casi no podía soportarlo. Sentía que iba a explotar de la frustración y la desesperación que sentía a veces. Soñaba constantemente que habría su boca para gritar a todo pulmón pero ningún sonido salía.
- Entonces no lo hagas. Quédate en mi casa todo el verano, si quieres.
- ¿Y poner en peligro a tu familia? – dijo incómodo -. No, gracias.
- Creo que deberías hacer lo que dice Dumbledore – sugirió Peter -. Es un hombre sabio. Sus planes siempre son a prueba de fallas… Y aunque no te guste, es la única forma en la que estarás a salvo.
- Sigo pensando que tiene que haber otra manera…
- ¿De qué? – preguntó Sirius.
- De hacer todo… De vivir mi vida – añadió, pensativo -. No me conformo con esto, chicos. Lo siento, pero es así.
- Tranquilízate, Remus. Estás muy afectado por lo que pasó con el profesor Belby.
- Tal vez sea eso, pero creo que iré a ver al profesor Dumbledore.
El castaño se puso de pie y salió de la habitación tan rápido que no les dejó a sus amigos la oportunidad de replicar algo. Pero al menos sabían con certeza de que Dumbledore sabría tranquilizar a Remus mucho mejor de lo que ellos podían… Aunque solo fuese por unas horas, pues lo peor aún estaba por venir…
A la mañana siguiente, durante el desayuno, no fue una sorpresa que los alumnos recibieran más cartas de sus padres y familiares que de costumbre, pues la noticia de la muerte del profesor Belby había golpeado fuerte no solo a los alumnos, sino que a toda la comunidad mágica del Reino Unido. Por lo tanto, el ulular de las aves entrando al Gran Comedor se sintió como un fuerte trueno dentro del castillo, que hizo sobresaltar a muchos.
James recibió una carta de su padre aquella mañana. Sirius recibió una copia del panfleto El Veritas y Remus del diario El Profeta, al que continuaba suscrito más por costumbre que por querer estarlo realmente. Se puso a ojearlo sin mucho ánimo. La atención de los chicos estaba puesta en la carta del señor Fleamont, que no se comunicaba con James a menos que tuviera algo muy importante o jugoso que contarle. Y esta no era la excepción a la regla.
- Oh, no.
- "Oh, no", ¿qué? – preguntó Sirius. Los tres miraban al moreno de gafas con toda expectación.
- Esto es muy grave – susurró James, haciéndose hacia delante sobre la mesa para que solo sus amigos pudieran escucharlo -. Mi padre dice que Belby no murió exactamente como dijo Dumbledore.
- ¿Qué? No puede ser – reclamó Peter – Dumbledore jamás nos mentiría.
- Dice que Belby fue atacado por mortífagos en extrañas circunstancias y que fue llevado al hospital San Mungo a curar heridas de "menor consideración" – dijo mientras leía la carta -. Y aquí viene lo grave, chicos.
- ¿Qué? – preguntó Remus con intriga.
- "Sin que se les presentara ninguna oposición y sin que nadie registrara su visita en la mesada de atención, un grupo de cinco hombres lobo entraron al hospital San Mungo y fueron directamente hacia la habitación en donde Belby se encontraba. Las investigaciones de los aurores señalan que estuvieron por lo menos una hora dentro, intentando sacarle información a Belby antes de asesinarlo" – leyó en un susurro, deteniéndose solo para compartir una mirada algo nerviosa con sus amigos -. "Y lo más sospechoso es que durante esa hora que estuvieron dentro, uno de los sanadores debió hacer la última ronda. Pero no la hizo. Hijo, esta es la información oficial que maneja el Ministerio, pero no la que quieren publicar a la comunidad, así que te pido que no lo divulgues".
Terminó de leer y como si tuviera un documento prohibido en sus manos, dobló el pergamino en cuatro y lo metió dentro de uno de sus bolsillos. Todo aquello levantaba varias interrogantes… En primer lugar, ¿cuáles eran esas extrañas circunstancias en las que había sido atacado Belby antes de terminar en el hospital? Y, ¿por qué les había resultado tan fácil a los hombres pasearse por el hospital sin que la seguridad hiciera nada?
- Significa lo peor – concluyó Remus. Su teoría era pesimista, pero sabía que era cierta -: Voldemort se ha tomado San Mungo.
- Lo mismo pienso – corroboró James -. Hubiese sido difícil hacerle un maldición imperius a absolutamente a todos los trabajadores para que no estuvieran ahí… Es más fácil que la administración del hospital esté bajo el poder de Voldemort y le hayan dado al profesor Belby en bandeja.
- Pudieron haberlos amenazado a todos de muerte – dijo Peter -. La gente con miedo es capaz de hacer cosas horribles.
- Sí, pero si sucumbieron al miedo una vez, lo harán de nuevo. Y eso es lo mismo que decir que Voldemort tiene San Mungo en su poder. Es perfecto. Tienes enemigos que ahora no tendrán a donde ir en caso de pasarles algo… Si lo piensas fríamente, hasta es un paso obvio a dar en una guerra como esta – comentó el licántropo.
- La pregunta aquí es, ¿a qué se refiere mi padre cuando dice que Belby fue atacado por mortífagos en extrañas circunstancias? Quiero decir… Son mortífagos. No atacan a la gente por circunstancias justificadas.
- Por esto – dijo Sirius lanzando su ejemplar de El Veritas en el centro de la mesa -. Aquí está la razón. Y la razón por la que Dumbledore medio mintió ayer y no les dijo a todos la verdad.
El panfleto El Veritas era considerando por la mayoría de la gente como un periódico insurrecto y que prácticamente solo se fundaba en conspiraciones. Había surgido para decir todo aquello que El Profeta se callaba, pero la mayoría de la comunidad mágica lo había tachado de ser demasiado sensacionalista. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba, más y más gente se daba cuenta de que no decía ninguna mentira y que todo lo que solía aparecer ahí, tarde o temprano se cumplía.
Un artículo sobre la muerte del profesor Belby señalaba que el mago había estado en una especie de misión encubierta para una posible organización secreta anti-Voldemort fundada por Dumbledore cuando fue atacado cobardemente por un grupo de mortífagos. Habiéndose defendido diestramente, había escapado con heridas importantes pero que no comprometían su vida. Se habría reunido con Dumbledore aquella misma noche para luego ir al hospital San Mungo a curarse en lo que se suponía, iba a ser una estadía muy breve antes de que le dieran el alta. Pero no lo había logrado.
- Una organización secreta anti Voldemort – repitió James en voz baja, pero sin ser capaz de controlar su emoción -. ¡Liderada por Dumbledore! ¿Quiénes estarían allí? ¿Y qué creen que hagan? Quizás hacen cosas geniales como desbaratar los planes de Voldemort… ¡O quizás capturan mortífagos!
- En serio, Potter, acaba de morir uno de tus profesores trabajando en esa supuesta organización y, ¿eso es lo que te preocupa? – dijo Sirius, dándole una mordida a su salchicha -. Además, las organizaciones secretas son como de espionaje. No tienen tanta acción como uno creería… Arriesgan el pellejo recuperando información y pasándola a las autoridades.
- Entonces… ¡Entonces eso fue lo que hizo Belby! El Veritas dice que primero se reunió con Dumbledore y luego fue al hospital, ¿no? Tuvo que haber sido información muy importante, que no podía esperar. Quizás sabía que lo atacarían y puso la información a salvo… Antes de morir.
Remus asintió en silencio. La carta del padre de James, el panfleto de Sirius y el hecho de que Dumbledore hubiese contado solo una mitad de la historia, parecían unirse para formar una sola historia muy coherente sobre cómo habían ocurrido las cosas. Muy pocos, y prácticamente nadie dentro de la escuela se darían cuenta de todo ello si no tenían todas las piezas de información. La mayoría, de hecho, solo leía El Profeta durante esa mañana.
Buscó la copia de El Profeta para ponerse a leerlo también, en caso de que algún artículo tuviera un pedazo de información que le diera más peso a todo aquello. Mientras, escuchaba como James, Sirius y Peter se enfrascaban en una apasionada discusión sobre la muerte de Belby y la organización secreta de Dumbledore.
- ¡No le puedes creer al Veritas! – dijo Peter en un tono algo burlesco -. "Una organización secreta anti-Voldemort". ¿Ves que sí suena a conspiración? Como todo lo que aparece ahí.
- ¡Quizás sea porque efectivamente hay un mago perverso y loco conspirando allá fuera, Colagusano! – le respondió James.
Sirius se rio por la conversación de sus dos amigos mientras daba un trago a su zumo de naranja cuando, tras un par de minutos leyendo el diario en completo silencio, Remus se puso de pie de golpe y miró a sus amigos luciendo algo descompuesto, pero solo él lo notó.
- Yo… Necesito ir a la lechucería – mintió, para salir rápidamente del lugar.
Sirius iba a replicar cuando James lo interrumpió.
- ¡Vamos juntos! Tengo que responderle esta carta a mi padre cuanto antes – dijo, también poniéndose de pie. Y a Remus no le quedó otra aceptar su compañía…
Salió a paso decidido del Gran Comedor, dejando atrás a su amigo que trotó un poco para alcanzarlo mientras silbaba una canción despreocupadamente sin darse cuenta que Remus iba hirviendo de rabia a su lado, con la mente a mil por hora, pensando toda clase de ideas alocadas que aparecían en su cabeza como una lluvia imparable. Ideas que en realidad, ya habían aparecido fugazmente antes, pero que había desechado antes de considerarlas bien…
- ¡No me demoraré nada! – le dijo el moreno de gafas mientras se ponía a escribir apoyado en una pared de piedra -. Es que mi padre… ¿Remus? ¿Estás bien?
Fue como el puntapié final para explotar.
- ¡No, no estoy bien! – gritó furioso, dándole una patada a una piedra en la que se paraban las lechuzas dentro de la lechucería, y que estaba completamente llena de excrementos de lechuza.
Se arrepintió de inmediato de haber hecho eso. La roca estaba dura y fría, y él acababa de casi arrancarse un dedo dentro de su zapato. Pero estaba furioso y no quería demostrar dolor frente a su amigo, ni verse ridículo por patear una roca y luego lloriquear de dolor. Así que se puso más rojo aun… Ahora de rabia y de dolor.
- ¿Qué te sucede? – preguntó sorprendido.
- ¡Que no quería venir a la lechucería! ¡Solo necesitaba salir de ahí!
- Pero, ¿entonces por qué…?
- Da lo mismo, James. No quería que me empezaran a hacer preguntas sobre qué me pasaba y todo eso – dijo, mientras respiraba profundo e intentaba calmarse.
- ¿Qué te pasó? – insistió su amigo.
- ¡Accio El Profeta!
Ambos se quedaron de pie en medio de la lechucería en silencio durante varios segundos incómodos hasta que el ejemplar que Remus había estado leyendo sobre la mesa durante el desayuno entró volando por la ventana y fue a aterrizar en las manos de su dueño. Entonces, Remus ojeó el periódico con rabia y tras encontrar una página en particular, le tendió el diario a su amigo. James miró el papel con recelo hasta que leyó el titular de una noticia sobre la muerte de un hombre lobo llamado Alden Raine. En la foto aparecía un hombre (presumiblemente) sentado en el suelo contra una pared, con la cabeza caída y dentro de un saco manchado con lo que parecía ser sangre.
- ¡Vaya! ¿Qué creen que hacen colocando una imagen así en medio del periódico? ¡Es muy fuerte! – reclamó, sorprendido -. Pero, Remus, no creo que tengas que preocuparte de—.
- Lee la noticia, James – pidió Remus con tanta rabia que comenzaba a apretar sus dientes -. En voz alta.
Su amigo lo miró confundido. Pensó en llevarle la contraria pero Remus no se veía muy amigable en ese minuto, así que decidió que lo mejor era hacerle caso aunque no supiera a dónde quería llegar con todo eso, y qué era lo que lo enojaba tanto en relación a aquella noticia.
- "Alden Raine se ha convertido en el primer licántropo que ha sufrido una detención ciudadana". – leyó con cautela -. "Indignados por el triste y repentino fallecimiento del profesor de Defensa contra las Artes Oscuras hace dos noches atrás, magos y brujas en las afueras de Londres dieron con el paradero de un hombre lobo y decidieron cobrar justicia con sus propias manos ayer por la tarde. Sin embargo, no hay ninguna prueba que señale que Raine fue uno de los cinco hombres lobo que participó del asesinato de Belby".
- Sigue leyendo. La mejor parte viene a continuación.
- "Nuestro corresponsal le preguntó a los involucrados si tenían alguna prueba de que habían atrapado a uno de los culpables de la muerte de Belby, pero la opinión en común que compartieron, y que a la vez comparte gran parte de la comunidad mágica, es que—".
- "Es más seguro para nuestros hijos si todos los hombres están muertos" – completó el castaño con un tono melancólico.
James miró a su amigo reprimiendo con todas sus ganas abrazarlo y hasta largarse a llorar. Ni siquiera entendía por qué, pero tras leer lo último se había sentido conmovido y no solo entendía por qué Remus estaba tan enojado y frustrado, sino que él podía sentirlo en carne propia a la vez. La desesperación y la injusticia. La amenaza que se cernía para toda la gente como él, solo por ser de una condición diferente y por el estigma que algunos habían provocado…
- Conocía a Alden – confesó.
- ¿De verdad?
- Trabajaba con mi padre y era un gran hombre. Gracias a él comencé a pensar que no todos los hombres lobos eran terribles cuando era un niño.
- Pensé que tu padre—.
- Mi padre aborrecía a los hombres lobo – lo interrumpió, asintiendo -. Pero cuando yo fui mordido no le quedó otra que abrir su mente, e intentar ser menos duro con ellos. Cuando conoció a Alden, yo llevaba alrededor de un año como hombre lobo… En esa época todavía no salía de mi casa, de mi habitación… Me la pasaba todo el día tirado en la cama, mirando el techo, pensando que hubiese preferido que Greyback me matara. Pero Alden convenció a mi padre de lo contrario. Trabajaba por lograr cambios culturales y sociales con respecto a los hombres lobo para que fuéramos más aceptados - le contó con ojos soñadores -. Cuando yo estaba completamente desesperanzado, él fue a casa a verme y a hablar conmigo… Me convenció de que incluso podía venir a Hogwarts si me lo proponía… Que esto no tenía por qué ser el fin de mi vida…
- Ya veo…
- Era amigo de Dumbledore, ¿sabes? Buenos amigos. Me atrevería a pensar incluso que Alden intentaba crear otra especie de falange de hombres lobo. Una que se le opusiera a Voldemort. Lo que hacía Alden era peligroso, pero… Es irónico y triste. No fue Voldemort ni sus mortífagos los que lo asesinaron. Ni siquiera fueron los otros hombres lobos. No fueron aurores… ¡Fueron personas comunes y corrientes!
El moreno bajó su mirada al suelo. No quería encontrarse con el rostro triste de su amigo, porque no sabía ni siquiera qué decirle o cómo apoyarlo. No existían palabras de ánimo suficientes para hacerle creer a Remus que la comunidad mágica alguna vez lo iba a respetar, lo iba a querer… Cada día, parecía lo contrario. Que nunca iba a tener lugar ahí. Que era mejor si no lo seguía intentando. Que era, literalmente, un peligro para él seguir ahí.
- El único crimen de Alden fue ser diferente. Un híbrido al que no dudaron en matar en medio de la calle – continuó con la voz quebrada – Era una buena persona y nadie lo sabe, porque nadie quiso conocerlo.
- ¡Pero, Remus! ¡Tú y tu padre pueden limpiar su nombre! – intentó animarlo, pero su comentario fue recibido con un bufido frío lleno de amargura.
- ¿Limpiar su nombre? ¿No te das cuenta, James? – preguntó, con una expresión de profunda rendición y cinismo -. ¡Eso no importa! No importa ser bueno. No importa tener un nombre limpio. No importa si haces lo correcto… ¡Mírame a mí! Te amenazan de muerte si no te unes a los mortífagos… Y crees que ellos son los peores… Pero, decides hacer lo correcto, y te matan también.
- Pero, Moony… Esto fue un caso aislado – intentó razonar.
- ¡La gente odia a la gente como yo, James! – replicó furioso y cansado -. ¡Mataron a un hombre bueno! ¡A alguien a quien yo admiraba! ¿Qué crees que harán conmigo? Todo esto empeora día a día con todo el miedo y el odio que hay por culpa de la guerra. ¿De qué sirve rechazar las invitaciones de los hombres lobo a unirme a Voldemort si me pueden matar igual?
- Oye, espera – dijo preocupado -. ¿De qué estás hablando? Sea lo que sea, nosotros podríamos ayudarte. Nosotros siempre vamos a estar contigo. Lo sabes, ¿verdad? No importa qué tan mala se ponga la cosa… Yo te voy a ayudar.
Remus pareció reflexionar las palabras de su amigo por un segundo, y luego dio un largo suspiro como si se desinflara.
- ¿De verdad lo dices? ¿Me ayudarías con lo que sea?
- Por supuesto – respondió su amigo sin vacilar.
- Bien… Entonces… - murmuró, al principio algo dubitativo, y luego más seguro -. Entonces no me trates de detener con esta idea.
Sirius y Peter tomaban sol recostados bajo el sauce cerca del lago. Después de agotar el tema que ya venían hablando desde el desayuno, Sirius le confesaba la tristeza que sentía por tener que regresar con su oscura familia una vez más. Los veranos cada vez se volvían más largos en aquella casa del mal… ¿Y ahora? Ahora que sabía acerca de las andanzas de su hermano con los mortífagos… Era peor. Le daba asco si quiera compartir su casa con alguien como ellos…
- Voy a dejar la moto aquí – le contaba Sirius a Peter -. Me duele tener que hacerlo, pero al menos estará a salvo, ¿sabes? Temo que mis padres intenten darme una lección este verano, y no les daré la moto en bandeja.
- ¡Préstamela!
- ¡¿Estás loco?! – preguntó dándole un manotazo en la cabeza -. No te ofendas, Colagusano. Es que no se la prestaría ni a James, ¿entiendes? A nadie.
El día estaba muy agradable y el año académico estaba cerrado, por lo que todos los alumnos de cualquier año se divertían en los terrenos del castillo. Hacía calor, pero no se trataba de una temperatura abrumadora. Muchos alumnos iban a refrescarse al lago o simplemente se recostaban sobre el césped para tomar algo de sol, como ellos dos…
En ese momento vieron en el horizonte cercano a James, caminando a paso decidido hacia ellos y siendo seguido por Remus. Venían de la lechucería. Ninguno de los dos se veía particularmente contento pero aun así fue una sorpresa cuando el primero se giró en su eje, aparentemente furioso, y le propinó un fuerte golpe en la nariz al otro, a vista y paciencia de todos los que se encontraban en el jardín.
Sirius y Peter creyeron que habían visto mal, pues nunca ni en un millón de años se les hubiese pasado por la cabeza que dos miembros de su grupo iban a terminar peleándose como muggles. Mucho menos, James y Remus. Se pararon rápidamente, intentando recuperarse de la impresión, para ir hasta donde estaban ellos. Para cuando llegaron, James le daba un segundo manotazo al castaño, y la gente ya comenzaba a agruparse para mirar y escuchar.
- ¡Basta! – gritó Sirius, enojado, aun sin saber qué ocurría exactamente -. ¡Basta ya!
James lo ignoró y fue por el tercer puñetazo sin que el otro pusiera mayor resistencia. Para ese entonces, Remus ya sangraba profusamente de su nariz, la que se encontraba ligeramente chueca.
- ¡DETENTE, JAMES! – volvió a gritar, colocándose al medio de ambos -. ¡¿Pero qué demonios está ocurriendo aquí?!
- ¡No te metas! – le gritó, dándole un empujón. Claro que a diferencia de Remus, Sirius de inmediato colocó una expresión amenazadora que le advertía que con él no podía jugar.
- ¡Exijo que me digan qué está pasando!
- ¿Sabes qué? Hazlo a tu manera – dijo enojado. Nadie entendía nada -. Quizás a ti te escuche, después de todo. Siempre tu opinión le ha importado más que la mía o la de Peter.
Sirius y Peter nunca habían visto a James así. Antes de ese momento, el chico de gafas y su amigo ni siquiera habían discutido de palabra, ¿y ahora escogían la mitad del patio central para darse puñetazos? Para más remate se notaba furioso, como fuera de sí, mientras Remus no hacía nada más que permanecer en silencio, con expresión lastimera.
Y si no era suficiente con la pelea, la mitad del colegio se las estaba dando de curiosos y observaban de qué se trataba todo ese escándalo. Era cosa de minutos para que llegara la profesora McGonagall o cualquier otro profesor a castigarlos y restarles puntos, justo antes de que se entregara la Copa de las Casas.
- Moony, ¿qué sucede? – volvió a preguntar Sirius con toda tranquilidad y suavidad.
James rodó los ojos. "Moony". Sirius le preguntaba cariñosamente a Remus, mientras a él lo gritoneaba. Al otro trataba de apaciguarlo, de ser su cómplice como en muchas otras veces. ¡Lo conocía tanto que sabía que llamarle así era su forma de hacerle saber que estaba de su lado! Y ni siquiera podía culparlo realmente… Porque entre James y Remus, nadie en su sano juicio creería que el culpable de una pelea sería el maduro, el justo, al amable y bueno de Remus.
- ¿No le vas a decir lo que ocurre? – lo tentó el de gafas, usando un tono sarcástico. Todo el mundo miraba expectante, pues a esas alturas todo el mundo quería saber qué había ocurrido entre ambos -. ¡¿Quieres que se lo diga yo?!
- James, cállate, por la mierda – pidió exasperado el mayor de los cuatro.
Entonces pareció ser que Remus por fin caía en cuenta de la cantidad de personas que estaban mirándolos en ese momento.
- Este no es el lugar para hablar de todo esto… - dijo mirando de reojo a todos los presentes.
- Eso. Vamos a la habitación… Y conversemos como la gente civilizada y—.
- ¡Yo ya no tengo absolutamente nada más que hablar con ese traidor!
James se fue caminando a paso firme en dirección a la cabaña de Hagrid mientras Remus hacia lo mismo pero en dirección al castillo. Peter pareció debatirse sobre a quién seguir, como si aquella decisión fuera a determinar en qué bando se iba a quedar si es que el grupo se dividía en dos para siempre. Por lo tanto siguió a James.
Y Sirius… Ya hablaría con James. Ya reconciliaría a ambos y todo volvería a la normalidad… Lo que necesitaba ahora era seguir a Remus y preguntarle qué había pasado entre ellos que fuera tan grave como para pelearse de aquella manera, así que lo siguió de regreso a la habitación en donde podrían hablar en privado y aclarar todo…
- ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué te hizo James? – preguntó curioso y aun impactado.
- En realidad la culpa no ha sido de James – reconoció -. Ha sido mía.
- ¿Qué podrías haber hecho tú para que…? – volvió a preguntar, abriendo los ojos como platos.
Entonces, con mucha paciencia, Remus le mostró la noticia del diario El Profeta y le explicó nuevamente todo lo que le había explicado a James sobre Alden Raiden. Su historia con él y la indignación que sentía por esta supuesta detención ciudadana. Sus inseguridades y lo decepcionado que estaba…
- Ya. Pero eso todavía no explica por qué cuernitos te empezó a dar golpes en medio del patio.
- ¡Porque le dije la verdad! ¡Y ya sabes lo que hace James con la verdad cuando no le gusta!
- ¿Qué… verdad? – preguntó confundido.
- ¡De que quizás he sido un idiota pensando que puedo hacer mi vida con total normalidad! – le espetó con fuerzas, perdiendo la calma de nuevo – De que es obvio para estas alturas que la comunidad mágica jamás aceptará a los hombres lobo. ¡Jamás me aceptará a mí!
- Creí que eso no te importaba tanto.
- ¡Por supuesto que me importa! – dijo perdiendo la paciencia -. ¿Sabes lo que siento, Sirius? Siento que quizás me he equivocado con venir a Hogwarts, ¿sabes?
- ¡Pero, Moony! ¡No puedes decir algo así! – reclamó, intentando calmarlo. Sin embargo, Remus no lo dejaba hablar sin interrumpirlo.
- ¡Siempre he sentido que no pertenezco a la comunidad mágica! Y creía que tampoco pertenecía a los hombres lobo, con sus costumbres asquerosas y sanguinarias, pero tal vez me he equivocado.
- No, no, no, no, no.
- ¡Sabes que tengo razón! No importa lo duro que trabaje, nunca voy a pertenecer a la comunidad de magos.
- ¿Has estado hablando con alguien? – preguntó preocupado.
- ¡¿Por qué?! – gritó enojado -. ¡¿Acaso no crees que tengo mente propia?! ¿Qué no se me pueden ocurrir a mí mis propias ideas? No. Ya he tenido estas ideas antes. No es algo que se me haya ocurrido de la nada ni algo que me esté tomando a la ligera. Escúchame. Eres inteligente, Sirius. Ya viste lo que le hicieron a Alden… ¡No se lo merecía!
- ¡No significa que esto te pasará a ti, Remus! Ya termina con esto.
- ¡Esto no es porque tenga miedo de que me maten! – dijo tajante –. En esa época nos van a cazar y a matar, de un lado o de otro. Y me siento como el más patético de todos creyendo que puedo luchar contra eso. No lo sé. Quizás ahora odio a la comunidad mágica y ya no quiero ser parte de ellos. Se lo merecen. Se merecen mi odio - Sirius soltó una especie de gruñido -. Al menos si me uniera a ellos… Estaré protegido y no me sentiré como una criatura asquerosa que no se merece una vida normal.
- Cállate ya – pidió desesperado por el tono de esa conversación y hacia donde iban todas aquellas ideas –. No estás pensando con la cabeza—.
- Quizás renegar de ellos ha sido el verdadero error. Finalmente pueda sentirme como parte de algo.
- ¡Creí que te sentías parte de algo! ¡Pensé que eso éramos Los Merodeadores para ti! – replicó, furioso y algo resentido.
- No lo tomes personal. Es algo que tengo que hacer… Tengo que… Ya sabes…
- Por favor – rogó como un niño pequeño, cada vez más desesperado y triste por lo que escuchaba -. Por favor, Remus… Deja que nosotros te ayudemos. No tiene por qué ser así. Tú sabes que nosotros podemos cuidar mejor de ti que esos malditos hombres lobos…
- Eso es lo que no entiendes, Padfoot. No quiero que alguien siga cuidando de mí. No quiero que mis padres, ustedes o Dumbledore sigan pasando por molestias para ayudarme. Es hora de valerme por mí mismo.
- ¡Nadie puede valerse por sí mismo en este mundo! ¡Todos necesitan ayuda a veces!
- Esto es algo que tengo que hacer y lo sabes – dijo mirándolo con tristeza – Al menos tengo que intentarlo. Tengo que dejar Hogwarts. Es mi última palabra.
Sirius parecía tener un colapso mental en ese momento. Abría y cerraba la boca varias veces, intentando replicar sin poder encontrar las palabras. Por una parte, entendió a James y quiso darle puñetazos hasta hacerlo entrar en razón. Otra parte de él quería abrazarlo para hacerlo sentir apoyado… Pero, era un Black. Y la sangre pesaba más que todo eso. Y cuando la impresión inicial terminó, no quedó nada más que una amargura y frialdad dura que habló por él.
- Bien, si eso quieres – comentó en un tono neutral, encogiéndose de hombros – Tú y yo ya no volveremos a ser amigos.
Al mismo tiempo, James y Peter llegaban a la sala común de Gryffindor. El moreno había puesto al menor de los cuatro amigos al tanto de la situación. Era un afortunado, pues era uno de los pocos que sabía qué había ocurrido, mientras al resto le quedaba continuar preguntándose e inventando todo tipo de rumores sobre la pelea entre James y Remus.
Entonces, Lily, teniendo que dejar de lado todas sus ganas de no volver a hablarle nunca más a James, se acercó de brazos cruzados a donde se encontraban ambos chicos. Ella no había visto la pelea, ¡por suerte! Pero ya se había enterado que ahora el ruin y cruel James Potter no había sido capaz de controlarse ni siquiera con un amigo. ¡Su amigo! El bueno de Remus…
- ¡Potter! – llamó, enojada -. ¡Dime que es mentira! Dime que no te has atrevido a golpear a Remus, como todos dicen. Porque si me entero que le has hecho algo, juro que—.
Peter se levantó y se fue sin decir nada. Quería salir de ahí antes de que explotara una nueva discusión y el terminara atrapado en el fuego cruzado de esos dos. Pero James, en cambio, con suerte levantó la mirada, intentando parecer lo más indiferente posible.
- ¿Ahora me hablas de nuevo, Evans?
- Si le hiciste algo a Remus—.
- Lo hice. Lo golpeé tres veces – murmuró con toda tranquilidad -. Y creo que le he roto la nariz.
- ¡¿Pero qué demonios…?! – preguntó escandalizada. No sabía si llorar, golpearlo, sacar su varita o quitarle puntos… Porque nada, ningún castigo era suficiente. Remus era una de las mejores personas que ella conocía en el mundo. ¡¿Cómo alguien podría hacerle daño?!
- Se lo merecía.
- ¡Te has vuelto loco por completo!
Estaba demasiado impactada como para si quiera poder decir algo más. Por su mente corrían toda clase de pensamientos… James se había salido de control. Ya no se conformaba con usar a sus enemigos de Slytherin como sacos de boxeo, sino que ahora empezaba con sus propios amigos. Y claro, Remus era el más fácil de los cuatro. El más flaquito. El más débil… Pero ni siquiera Potter podía ser tan malo… Algo no cuadraba. No podía ser así.
- ¡Lo haría de nuevo si ayudara a hacerlo entrar en razón! – le susurró para que nadie más oyera, pero con vehemencia -. Y sé que tú harías lo mismo que yo, Evans.
- ¿De qué estás hablando?
- Nuestro amiguito peludo finalmente se ha rendido. Quiere dejar Hogwarts e ir a jugar con los otros lobitos – dijo con un tono palpable de resentimiento -. ¡Y yo no iba a aceptar eso así como así!
Lily esbozó una sonrisa fría llena de incredulidad.
- Eso es imposible, Potter. No me mientas.
James iba a replicar, pero no fue necesario. Justo en ese momento se escuchó un fuerte portazo y Sirius bajó como un huracán enfurecido por las escaleras hasta la sala común, sin la intención de quedarse a charlar con nadie.
- ¿Cómo te fue, Sirius? – preguntó James.
- ¡NO QUIERO HABLAR CON NADIE! – rugió, sin detenerse en su camino hacia el túnel que daba al retrato de la Dama Gorda.
Se fue. Y Lily miró a James, conmocionada.
- Te lo dije, Evans… - su expresión resentida cambió a una melancólica y muy sincera, y Lily entendió que el chico decía la verdad -. Creo que hemos perdido a Remus.
Los últimos días de clase pasaron volando. La atención de todos se volvió hacia ellos cuando en vez de cuatro, pasaron a ser tres, y Remus andaba completamente solo por los pasillos abocado a sus tareas de prefecto. Ni siquiera Lily lo acompañaba demasiado porque se pasaba su tiempo libre con su novio, y además porque había intentado hablar con él muchas veces, pero él la había rechazado.
Sin mayores sorpresas, Dumbledore entregó la Copa de las Casas a Ravenclaw, que había ganado aquel año con la asombrosa cantidad de quinientos tres puntos. Gryffindor había quedado en cuarto lugar, como todos los años desde que Los Merodeadores habían entrado a Hogwarts, sin siquiera alcanzar a llegar a los cuatrocientos puntos.
Por fin se iban de vacaciones a tener un merecido descanso después de haber sufrido tanto con los T.I.M.O., pero era un final de año agridulce para todos. A algunos aun los afectaba la muerte del profesor Belby. A Los Merodeadores les dolía lo que había ocurrido con Remus. Sirius todavía no podía hacerse la idea de volver a casa con sus padres, y estaba aterrorizado después de todo lo que le había dicho Rita Skeeter.
- No puede ser peor que ese verano en que no te dejaron salir – lo animó James, mientras iban de camino a Hogsmeade para tomar el tren.
- Hm… Sí – murmuró sin dar demasiados detalles.
No le había contado ni a James ni a Peter lo que le había dicho Rita Skeeter. Las amenazas, lo de la cabeza de Escorpión… Ni siquiera sabía por qué. Simplemente sentía que sus problemas con la familia debían quedar ahí… Pues ninguno de sus amigos lo entendería por completo. Pero al menos había decidido que lo mejor era que James se llevara su moto, encogida como un juguete dentro de su cajita metálica.
- Yo intentaré salir lo más rápido de mi casa e irme a pasar el resto del verano contigo. Pero, Potter… Júrame que no vas a usarla. Ni siquiera vas a agrandarla. Se quedará como un juguete en tu armario hasta que yo llegue.
- Pero mi papá querrá verla y—.
- ¡No!
Llegaban frente al expreso de Hogwarts, que ya tenía su motor andando y echaba vapor blanco desde su chimenea. La pequeña estación del pueblo mágico estaba atochada de alumnos y alumnas que llegaban e intentaban subir en orden al tren. Entre medio de toda esa turba de gente, Lily y Remus, junto a los prefectos de sexto, intentaban darles un orden. Y así subieron los de primero, segundo, tercero, cuarto... Hasta el incómodo momento en que los de quinto año se vieron reunidos, y Los Merodeadores cruzaron una mirada por primera vez.
Lily apoyó un pie sobre el escalón para subir al tren y antes de terminar de subir, se asomó por última vez pues creyó haber visto algo. Miró, y se aseguró de que lo que había visto era cierto: Antes de que Remus se alejara de los otros tres Gryffindor con cara de pocos amigos, en menos de un segundo de tiempo, le había guiñado el ojo a Sirius y éste, y James, habían sonreído de manera cómplice antes de volver a poner un semblante serio y subir al tren de manera separada.
Negó con la cabeza, no sabiendo si debía sentirse indignada o entretenida. ¿Acaso toda aquella pelea de los últimos días se había tratado de un plan? ¿Toda esa enemistad no era más que una actuación? Otra más de Los Merodeadores, pensó, sonriendo para sus adentros y conformándose con esperar a ver de qué se trataba todo eso en el siguiente año escolar.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
