N/A: Capítulo re-subido. Me acabo de dar cuenta de que el que había subido antes estaba MAL, de hecho faltaba como la mitad en el medio (No sé cómo pudieron entender si quiera las personas que lo leyeron) ¡Perdón! Vergüenza para mí y toda mi familia. Este SÍ es el correcto jeje.

Segunda Parte

"El Canto del Fénix"

1

La Orden del Fénix

James Potter tenía la mirada perdida a la altura de su copa de hidromiel a medio beber. Había perdido la noción del tiempo quedándose atrapado en sus pensamientos, y sin darse cuenta, incluso se había hundido en su propia silla, adoptando una posición desgarbada pese a encontrarse vestido en su mejor túnica de gala. Ni siquiera los sonidos del salón principal del hogar, estando atestado de magos y brujas bailando y divirtiéndose, lo podían devolver a la realidad. Después de todo, ¿cómo podían estar pasándolo bien? Si esa misma mañana había aparecido en la portada de El Profeta la terrible noticia sobre una familia de muggles que había sido asesinada en la estación de King Cross por mortífagos, en plena hora punta.

La guerra había empeorado con una velocidad alarmante. Los ataques a familias de muggles se habían duplicado en el último mes, y el Ministerio de la Magia estaba haciendo agua por todas partes; No podían mantener el orden y el control en la comunidad mágica, y mucho menos detener la fuga de información desde dentro. Los funcionarios corrían en círculos intentando borrar memorias para mantener una apariencia de que todo estaba bien, pero hasta los muggles sospechaban que algo inusual estaba ocurriendo.

Se trataba del peor verano que James había pasado en su vida. Para empezar, de verano no tenía nada, salvo la fecha, porque hacía frío todo el tiempo y todo Londres estaba cubierto por una neblina densa y helada. Los muggles se preguntaban con extrañeza a qué se debían esas condiciones, culpando inevitablemente al cambio climático que comenzaba a volverse un tema muy conversado. Solo la comunidad mágica sabía la verdad: Que una vez más, los dementores se habían desatado, dejando la prisión.

La prensa muggle había comenzado a hablar de una extraña enfermedad de la que ya había seis casos conocidos en tan solo un mes. Sin saberlo, se referían al ataque que los dementores habían llevado a cabo a personas comunes y corrientes, desafortunadas, que sin tener idea de lo que les ocurría, se habían visto rodeados de oscuridad y frío, terminando por caer en una depresión profunda que los llevaba a la irremediable locura. A todos les habían succionado su alma y habían quedado como envases corpóreos sin posibilidad de sentir emociones ni nada, por el resto de su vida.

Pero además de todo eso, había sido uno de los meses más solitarios de su vida. No había visto a sus mejores amigos durante todas las vacaciones; Los padres de Peter se comportaban todavía peor que los de él, completamente paranoicos; no había tenido una sola noticia de Remus (aunque se hacía una idea del por qué); y de Sirius ni hablar. De seguro sus terribles padres lo habían castigado a penas puso un pie en el Grimmauld Place por lo que James y él hicieron el año anterior. De alguna forma se las habían ingeniado para involucrar a Rita Skeeter, el diario El Profeta, a Bellatrix Lestrange y a su elfo doméstico en una misma jugarreta.

Debido a la creciente violencia del mundo mágico, junto con la bullada muerte de su profesor de Defensa contra las Artes Oscuras, Adam Belby, tan solo el mes anterior, sus padres se volvieron muy aprehensivos, sin dejarlo salir por las noches. Podía llegar a entender algo así, sin embargo, sus padres solo eran recelosos con él. Ellos no tenían ningún problema en seguir haciendo su vida como si nada, fingiendo que no escuchaban ni veían lo que ocurría con Voldemort. Era como si no les importase que todos los días hubiese noticias terribles, o que el Ministerio tomara decisiones cuestionables o injustas. ¡Se habían dedicado a organizar banquetes y eventos sociales con más frecuencia que en tiempos de paz!

Y lo que más le molestaba era que, de un minuto a otro, pasaron de consentirlo y decirle que sí a todo, a tratarlo como a un niño. Antes siempre confiaban en él para hablar cosas de adultos, pero ahora, cada vez que James mencionaba o preguntaba algo relacionado con la guerra, se cerraban automáticamente. Había salido del quinto año en Hogwarts con muchísimas dudas tras descubrir que su profesor, a quien habían asesinado, había estado involucrado en una especie de misión para una organización secreta contra Voldemort.

- ¡Ah, papá, casi lo olvidaba! – comentó casualmente durante la primera cena que pasó en casa junto a sus padres.

- Dime, hijo – contestó su padre, Fleamont Potter.

- ¿Sabes algo sobre una supuesta organización secreta que tiene Dumbledore para combatir a Voldemort de manera subterránea? Escuché que no trabajan con el Ministerio y—.

- No lo sé – lo interrumpió su padre, rápidamente, con una mueca incómoda -. Y si supiera algo, tampoco te lo diría, hijo. Estás hablando de las ligas mayores, no de cualquier cosa.

- ¡Es obvio que sabes algo!

- No se hable más del tema, James – lo calló su padre, levantando la voz por primera vez en tanto tiempo, que James ni siquiera podía recordar cuándo había sido la última vez.

- No lo entiendo, siempre me cuentas todo – reclamó.

- ¡Pero si no sé nada! – repitió algo exasperado, pero intentando sonar casual y no enojado. Luego suspiró y adoptó una expresión más suave -: Mira, hijo, yo también he escuchado esos rumores, ¿de acuerdo? Pero no sé nada concreto, y si supiera algo, no andaría por la vida diciéndolo. Ese tipo de organizaciones se juegan mucho, ¡se juegan el pellejo! Y a veces uno cree que cuenta información inofensiva, pero podría equivaler a la vida de alguien.

- Ya, pero yo sé guardar un secreto cuando me lo piden. No sé por qué te pones así. Si me dijeras que no le cuente a nadie, ni siquiera le contaría a Sirius. – El chico había continuado insistiendo porque sabía que su padre no estaba siendo del todo honesto y porque nunca le habían negado nada -. Sé que sabes algo y no quieres decírmelo.

- Estas no son preguntas para gente de tu edad, James Charlus – se metió esta vez su madre, Euphemia Potter, hablando en tono severo.

James suspiró indignado. No estaba acostumbrado a no conseguir lo que quería y para peor, estaba seguro de que sus padres sabían todo acerca aquella organización secreta, y que el motivo por el que se esforzaban tanto en que no preguntara cosas era justamente porque no confiaban en él. Conociendo a sus padres, de seguro temían que se le ocurriría una idea alocada como intentar meterse en esa organización o algo por el estilo. ¿Estaban locos? Una cosa era admirar y querer saber, otra muy diferente era hacer algo él mismo. Ya una vez que terminara Hogwarts planeaba estudiar para ser auror, y entraría a la guerra entonces, cuando correspondía.

- No soy tan joven – les recordó de cualquier forma -. Ustedes me subestiman.

- Lo que menos hemos hecho en la vida es subestimarte, cielo – replicó la señora Potter, regresando a su tono querendón habitual (y algo condescendiente).

Conversaciones de ese tipo habían continuado durante las primeras semanas de sus vacaciones, y para distraerlo, su padre le había regalado una nueva escoba de carreras. Se trataba de la última edición de la Thunderbolt, hecha de madera de nogal, rápida y aerodinámica, bastante mejor que su escoba anterior. Sin embargo, la felicidad de haberla recibido no era suficiente para contra restar la escaza presencia de sus amigos, ni mucho menos para matar el aburrimiento.

Se había vuelto aficionado a leer entre líneas en los distintos periódicos mágicos (ya no podía confiar exclusivamente en El Profeta, tenía que leer otras fuentes…). Especialmente, se había obsesionado con las noticias de dos magos jóvenes llamados Frank y Alice Longbottom, aurores del Ministerio que se metían en problemas, aventuras y toda clase de peripecias admirables en su trabajo deteniendo mortífagos. ¿La más reciente? Habían desbaratado una red de magos y brujas que traficaban varitas robadas a sus dueños (por ser considerados "impostores" o "falsos magos" por los puristas de sangre).

Así como Frank y Alice Longbottom se habían ganado un puñado de fanáticos que los admiraba y apoyaba en la comunidad mágica, se habían vuelto a la vez, los más buscados y odiados por parte de Voldemort y sus mortífagos. Lo mismo había pasado con un célebre auror del Ministerio, de nombre Alastor Moody, quien ya había metido a varios seguidores del mago tenebroso tras las rejas de Azkaban en el último tiempo.

- ¿Aburrido, Potter?

El chico de gafas y cabello negro azabache revuelto miró junto a él para encontrarse a una chica llamada Violenta Greengrass. Usualmente no se relacionaba con aquella guapa y elegante chica, quien cursaba su mismo año en Slytherin, pero lamentablemente, en eventos sociales de ese tipo era mucho más común encontrarse con gente como ella que con las personas que a él le gustaba frecuentar.

- Síp – respondió de manera lacónica, para darle a entender que no tenía ganas de entablar una conversación con ella. Sin darse por aludida, la chica tomó asiento a su lado, en el espacio vacío que alguno de los comensales había dejado libre para ir a bailar.

- Pensé que te vería con alguno de tus amiguitos estúpidos, pero supongo que la pelea que tuvieron la última semana de clases realmente caló hondo – comentó, cizañera.

James tuvo que hacer un esfuerzo para reprimir una sonrisa irónica tras recordar su fingida pelea pública con Remus durante la última semana de clases del quinto año. Ningún alumno sospechaba que todo había sido una actuación – del primer nivel, por cierto – para lograr que Remus pudiese lograr uno de sus planes más descabellados a la fecha: Infiltrarse entre los hombres lobo, que lo habían estado amenazando a través de mensajes durante todo el año anterior, sin que desconfiaran de su lealtad.

- Iré directo al grano, Potter – continuó la chica, interrumpiendo una vez más sus pensamientos -. ¿Has leído las noticias últimamente? -. James asintió con un gesto de aburrimiento para continuar demostrándole que no le interesaba hablar con ella, y que no tenía ninguna curiosidad por saber hacia dónde se diría esa conversación -. Te darás cuenta de que la balanza parece inclinarse cada vez más hacia el lado de los mortífagos.

- Siempre me ha provocado risa que lo digan así, como si los mortífagos fueran los que están a la cabeza de todo esto – comentó sin sacar la mirada de su copa de hidromiel -. Cuando todos sabemos que simplemente son peones prescindibles de Lord Voldemort.

- Te crees muy valiente por decir su nombre, ¿verdad?

- No me interesa Lord Voldemort ni su nombre – repitió, sabiendo que la irritaba escuchar el nombre del "grandioso" mago desde labios tan indignos como los de él -. Es bastante ridículo. No sé a quién le inspiraría miedo un apodo tan jodidamente cursi e infantil.

- Sé lo que intentas hacer, Potter.

- ¿Crees que lo habrá inventado cuando estaba en segundo año de Hogwarts? ¿O tercero?

- No vas a conseguir que me enoje.

- Además, no es muy creativo. Un lord… ¿Habrá sabido que existen títulos más altos?

Violenta hizo sonar sus dedos en la mesa con impaciencia, a punto de perder los estribos por las constantes interrupciones del muchacho que, hasta el momento no daba señales de estarla tomando en serio. Pero lo haría, tarde o temprano… Porque a Lord Voldemort y a sus mortífagos nadie los miraba en menos.

- Aunque desvíes el tema sabes muy bien de lo que te estoy hablando. ¿Cuánto queda para que esto se termine de decidir? Un par de años, no más. Y si estás del lado incorrecto, morirás. Pero sería una lástima ver tanto talento desperdiciado. Realmente no hay ningún motivo para que alguien como tú se siga juntando con tipos patéticos como Lupin o Pettigrew. Quizás no seas parte de los sagrados veintiocho, pero tu familia es de sangre pura y—.

- ¿Debería juntarme con ustedes? ¿Hacerme mejor amigo de Mulciber?

- Sabes exactamente de qué te estoy hablando, James. Eres inteligente, estás bien conectado y además eres muy diestro.

- ¿Qué hay de Sirius? ¿También quieres invitarlo a unirse a la pandilla de Mulciber? Digo, tiene muchas conexiones también. Mejor que las mías, probablemente. Más oscuras. - Violenta soltó una risita aguda muy falsa y detestable para llamar su atención -. ¿Te pasa algo?

- ¡Ay, no lo sabes! Creí que como su mejor amigo ya te habías enterado.

James era demasiado orgulloso como para preguntarle de qué estaba hablando, pese a morirse de la curiosidad por saber qué ocurría con Sirius, que ya llevaba dos semanas sin dar señales de vida. Él y su mejor amigo habían ido demasiado lejos el año anterior, utilizando la Capa de Invisibilidad para entrar a la mala en las oficinas de El Profeta y hacerle unos sutiles cambios a un artículo para dar a entender que Bellatrix Lestrange era culpable de un casi homicidio. Los padres de Sirius se habían enterado de aquella pequeña travesura y desde que se habían despedido en la estación King Cross, no había sabido más de él…

- ¿Qué es exactamente lo que crees que no sé?

- Ah, es una noticia demasiado importante. Te la tiene que contar el mismo. – La morena le guiñó un ojo, entre satisfecha y coqueta -. Aunque, sinceramente… Quizás lo veas primero en El Profeta.

¿Por qué Violenta Greengrass sabía lo que ocurría con Sirius y él no? ¿Era un secreto a voces entre las familias puristas del Reino Unido? Claro, cuando Lord Voldemort declaró la guerra abierta contra los "sangre sucia", todas las familias de sangre pura con intereses en la limpieza de sangre se unificaron como si se hubiese tratado del llamado de un rey a sus leales. Sonrió con amargura pensando que tal vez el nombre de "Lord" era más bien adecuado, pese a sus burlas anteriores.

La mente de James comenzó a divagar barajando diferentes posibilidades. Era obvio que los padres de Sirius lo habían castigado, pero, ¿qué tipo de castigo se publicaba como noticia en el diario de la comunidad mágica? Había algo que no cuadraba del todo, pero no quería darle en el gusto y demostrar su ignorancia sobre el tema, así que se encogió de hombros y se bebió de un solo golpe el resto de hidromiel que le quedaba en el vaso. Sintió como el licor le quemaba ligeramente la garganta mientras iba bajando, al mismo tiempo que la chica se levantó con una expresión de triunfo.

- Piensa en lo que te digo, Potter. Quizás te arrepientas cuando empieces a ver cómo la gente a tu alrededor se muere por estar en el bando equivocado – dijo antes de irse. Él no se tomó en serio la amenaza porque estaba acostumbrado a lidiar con ese tipo de comentarios a diario en Hogwarts, discutiendo con Mulciber y toda aquella pandilla. Pero Violenta sí logró irritarlo.

Se levantó de la mesa, hastiado y repentinamente molesto y se puso a dar vueltas por su mansión. La gente bailaba, reía, conversaba y bebía como si nada pasara. ¡Ni siquiera tenía ganas de emborracharse bajo esas circunstancias? Algo que solía ser su actividad favorita en cualquier otro momento, ¿de qué servía si estaba solo y sin sus amigos? Pero se le ocurrió que podía ir a la cocina a robarse algunos postres para subir finalmente a su pieza y dar por finalizada aquella velada siútica. Nadie lo extrañaría.

Iba pasando cerca de una de las oficinas de la planta principal cuando se dio cuenta de que dentro, completamente a oscuras, se distinguía la silueta de su padre junto a la de un hombre más alto y más delgado (y al parecer, con una profusa barba). Hablaban en susurros y, por la escaza iluminación, se notaba que no querían que nadie los viera o escuchara, pero James no pudo evitarlo. Se quedó de pie, escondido tras la pared y mirando sigilosamente por el espacio que dejaba la puerta entre abierta.

- Es terrible, Fleamont. La delegación completa de Rusia se ha cambiado a su lado.

- Habla más bajo – pidió el hombre, mirando con nerviosismo hacia el pasillo. James se removió para taparse aún más con la pared que lo escondía -. ¿Qué opina Dumbledore sobre esto?

- No se lo esperaba, pero ya sabes como es. Tomará un traslador a Rusia durante la madrugada para buscar nuevas conexiones y estará de regreso mañana, antes de que alguien lo note – explicó el tipo alto e incógnito -. No te voy a mentir, Fleamont. Esto pinta mal.

- ¿Cuántos eran?

- Veintiséis.

- Por Merlín santísimo, Caradoc. ¡¿Veintiséis aurores se han cambiado de bando?! ¿Qué tanto pretende hacer Dumbledore en Rusia?

- Esta vez no le pedirá ayuda a la Monarquía mágica rusa. Buscará ayuda en otra parte.

- ¿Dónde?

El hombre de nombre Caradoc miró de reojo hacia la puerta, tal y como el padre de James había hecho antes, y pese a cerciorarse de que no había nadie espiando (o eso pensaba él), se acercó al oído de Fleamont y le susurró algo. James, frustrado, no pudo escucharlo, pero sabía que no podía hacer más que contentarse. Después de todo, no debía estar escuchando nada de eso en primer lugar…

- Estaré francamente sorprendido si consigue traerlo hasta aquí.

- Bueno, si no lo consigue Dumbledore, nadie lo hará – replicó Caradoc, encogiéndose de hombros -. Ya es hora de que me vaya. Hoy es noche de designación en la Orden del Fénix. Será raro sin Dumbledore.

- Me pregunto a quién dejará a cargo ahora que estará viajando.

- No tendrá necesidad de hacerlo. La Orden fue fundada por él y por Shacklebolt. Lo lógico es que Kingsley quede al mando en la ausencia del otro, y viceversa.

- No lo sabía. Pensé que había sido cosa de Dumbledore nada más.

James abrió los ojos como platos. La organización secreta se llamaba Orden del Fénix y ese tal Caradoc era un miembro de ella. Ya no sentía culpabilidad alguna por estar escuchando esa conversación a escondidas, pues, con todo aquello comprobaba que su padre le había mentido deliberadamente, y eso era algo que le hacía sentir traicionado. ¡Su padre nunca le había mentido antes!

Ahora sabía que Shacklebolt, o como se llamase, había fundado la Orden del Fénix junto a Dumbledore, y que su padre frecuentaba a uno de sus integrantes. Sabía, también, que había una noche de designación. ¿Qué significaba eso? Quizás había que ser un mago o una bruja muy distro para merecer ser un miembro de la Orden del Fénix. A lo mejor había que pasar una prueba dura y ser sometido a una votación de los demás integrantes para ser designado como parte de ellos. ¿Quién sería el afortunado aquella noche?

Tras sentir movimiento, corrió a esconderse al armario de los abrigos que estaba cerca del recibidor, y desde allí vio que su padre encaminaba al misterioso hombre, que ahora lucía como alguien mucho más imponente y heroico para él, hacia la puerta. ¿Sería un auror, o simplemente un forajido dispuesto a jugarse la vida por la guerra? Y lo que más le provocaba curiosidad era el motivo por el que se padre lo conocía… ¿Podría ser su padre también un miembro de la Orden del Fénix y por eso no había querido decirle la verdad? Aunque estuviese ligeramente enfadado hacia él, el pecho se le inflaba de orgullo tan solo de pensar algo así.

- ¡Ah, se me olvidaba! – dijo Caradoc dándose media vuelta en el umbral de la puerta de salida -. Sobre lo otro que hablamos… Ocurrirá hoy, a las dos de la mañana en Calle Beak.

- ¿Quién irá?

- Moody – susurró con seriedad, antes de colocarse un pequeño sombrero púrpura sobre su cabeza y finalmente partir.

¡El famoso auror, Alastor Moody, también estaba en la Orden del Fénix! James había averiguado en ese corto momento más cosas de las que jamás creyó poder sonsacarle a su padre durante la hora del té. Y si bien podía volver a interrogarlo al día siguiente, había una opción que lo emocionaba más… Podía ir a la Calle Beak durante la madrugada para descubrir todo por sí mismo.

Sintió los pasos de su padre regresando al gran salón, y esperó a que pasara y se fuera para salir del armario.

Unos treinta minutos más tarde había reconsiderado su posición anterior sobre embriagarse y permanecer en la fiesta, con toda la información que le había caído encima de la nada. Era emocionante, pese a que se encontraba ligeramente irritado con la sensación de traición. Su cuerpo vibraba con la sensación de que podía hacer incluso más para averiguarlo todo sobre la Orden del Fénix. Había escuchado que se reunirían en la Calle Beak y la hora. Era una pista generosa, y sabía que si no aprovechaba aquella oportunidad, no volvería a conseguir algo así.

Pero, por otro lado… Violenta Greengrass había cumplido con su cometido de alertarlo y dejarlo preocupado con la conversación. Su mirada y sonrisa de triunfo al referirse a Sirius le hacían pensar que éste se encontraba realmente en peligro o una situación desfavorable, y sentía que si no iba esa misma noche al Grimmauld Place, podría terminar lamentándolo. No tenía idea de que se trataba el castigo de Sirius, pero deseaba a ayudarlo a escapar y quizás, pasar el resto del verano, juntos en su mansión, averiguando aún más cosas sobre héroes y organizaciones secretas.

De pronto, la música se detuvo y con ello se escucharon más fuerte las risas y los comentarios de algunos invitados que estaban un poco exaltados por el licor y el baile. Quizás alguien había bebido demasiado; Desde la terraza interior que estaba entre el salón principal y el jardín, en donde se encontraban algunos invitados tomando brandy, se escuchaba un bullicio que comenzó de la nada y aumentó rápidamente. Casi estaba por dejar de prestar atención al alboroto, cuando un grito agudo de una mujer rompió el aire y llevó la mirada de todas las cabezas del lugar hacia allá. James, inconscientemente, se detuvo en la mitad de su camino, asustado. Luego, sintió el sonido de cristal rompiéndose en mil pedazos.

¿Qué estaba ocurriendo?

- ¡Auxilio! – gritó alguien.

El chico no se demoró más en reaccionar y corrió hacia la terraza interior de su casa viendo, con horror, a su padre tendido en el suelo, herido y sangrante, mientras que de pie junto a él se encontraba uno de sus amigos más antiguos, John Twycross, con la varita en la mano y en una actitud muy violenta. Levantaba la varita a los demás presentes, especialmente cualquiera que se acercara a socorrer a su padre, que seguía ahí, quejándose de dolor.

- ¡Fleamont! – gritó su madre, intentando abrirse paso, pero Twycross también intentó atacarla a ella.

La mirada de James iba de un lado hacia el otro, sintiendo como se paralizaba por la desesperación y sobretodo, la incertidumbre de no saber qué tan herido estaba su padre. Parecía que su cabeza no lograba entender y procesar lo que sus ojos estaban viendo, así que solo se quedó pasmado contemplando, como en shock, sintiendo muchísimo temor de que su padre estuviera grave y que su madre fuera a correr el mismo camino…

- ¡Desmaius!

Otro de los invitados reaccionó más rápido que todos los presentes, logrando que el atacante, Twycross, cayera al suelo tras un par de minutos que se sintieron más largos que de costumbre. Fue recién en ese momento que James se dio cuenta de todo lo que estaba ocurriendo: Su padre había sido víctima de un ataque en su propia casa, a manos de su propio amigo. Y nadie, incluyéndolo a él, había sido capaz de reaccionar a tiempo para detenerlo. Se había comportado como un completo inútil y jamás se lo perdonaría…

Horas más tarde, James se encontraba en la sala de espera del Hospital San Mungo junto a su madre, esperando noticias de su padre. Ambos estaban silenciosos y pálidos, pensando sin parar y en lo que había ocurrido. El chico de lentes aún estaba en su túnica de gala, sentado contra una pared tan blanca que llegaba a brillar, mientras jugueteaba con su cabello desordenado de manera inconsciente. La culpa le llegaba en oleadas… Sentía mucho miedo de que su padre estuviese mal… Su padre que era su principal héroe…

Varios invitados habían maniatado a Twycross una vez que había sido desmayado y la cosa se había calmado un poco. Fleamont estaba malherido pero consciente, lo que había facilitado su traslado hacia el hospital. Al mismo tiempo, una brigada del Ministerio se había apersonado en la mansión para ver qué había ocurrido, y descubrieron que el mago atacante había sido una víctima también; alguien le había realizado una maldición Imperio y le había ordenado que agrediera (quizás matara) al anfitrión del evento. El hombre se deshacía en disculpas, mortificado, pero no era capaz de recordar quién lo había hechizado en primer lugar y eso era aún más inquietante.

- Ya pueden pasar – anunció una enfermera tras un rato que pareció eterno.

La señora Euphemia Potter se levantó de su asiento y entró tan rápido como pudo sin perder la elegancia de alguien de su altura, y tan pronto como vio a su esposo recostado sobre una de las pulcras camas blancas, se abalanzó sobre él. Fleamont se encontraba bien y ya había recuperado los colores. Sonreía bonachón como si nada malo le hubiese pasado tan solo una hora antes.

- Oh, Fleamont – susurró la señora Potter mientras lo abrazaba. Lágrimas caían por su cara.

- Tranquilízate, mujer, estoy bien – le sonrió el hombre mientras la abrazaba.

- ¿De verdad? – preguntó James mientras se acercaba a la cama, sintiéndose torpe y todavía culpable.

Solo minutos antes al ataque había estado sintiendo que su padre lo había traicionado y lo había juzgado por algo tan infantil como creer que le mentía. Su papá le había advertido que la cosa era seria pero nunca pensó lo involucrado que estaba… ¿Organizaría esos eventos sociales con la finalidad de reunirse con otros de manera menos sospechosa? Quizás, no era nada anormal que su padre se reuniera con otros magos y brujas en cuartos oscuros para darse un poco de información sobre la guerra. Su padre era valiente y admirable… ¿Qué hubiese hecho él, si esa noche lo hubiera pedido?

- ¡Tu padre está bien! – El accidentado volvió a insistir sintiendo algo de lástima por su hijo, que se notaba muy afligido -. Fue solo un susto, te lo juro. El pobre Twycross se siente terrible, pero solo fue víctima de una maldición Imperius, ¿qué es le va a hacer? Estas cosas pasan.

- Vamos a duplicar las medidas de seguridad en casa – replicó su esposa con total aprehensión -. Y no más eventos sociales. ¡Se acabó!

- ¿ Tienen alguna idea de quién le lanzó una maldición a Twycross? – preguntó James -. Tuvo que ser uno de sus propios invitados…

- Los aurores ya están investigando pero no han dado con nada. Este tipo de ataques se ha vuelto muy común en el último tiempo, hijo. El Ministerio debiese poder detectarlas, pero cada vez es más complicado ya que hay gente que está infiltrada y dispuesta a borrar cualquier registro.

- ¿Ah, sí? – Sintió una sensación de injusticia recorriendo todo su cuerpo al escuchar eso, pues quizás nunca darían con quien intentó matar a su padre -. ¿No será que Minchum está de lado de Vol—?

- Nada de eso – respondió el hombre rápidamente (demasiado rápido para gusto de James), mientras hacía un gesto con su mano para restarle importancia. Luego, se quejó e hizo una mueca de dolor por el movimiento -. Minchum peca de idiota, pero no de malo. Me temo que con cualquier otro en su lugar, sería igual. Esto ya se ha salido de las manos.

Pero James, a diferencia de sus padres, de Twycross y de los aurores del Ministerio, sí tenía una idea de quién pudo haberlo atacado. Alguien que había hablado con él sobre cómo podía morir si no se cambiaba de bando, que abiertamente había declarado su lealtad hacia Voldemort esa noche. Él se había burlado de Violenta Greengrass… ¿Podía ser posible que ella hubiese maldecido a Twycross y provocado todo aquello como una advertencia para él?

- Apuesto que fue Violenta Greengrass – dijo con seguridad. Sus padres lo miraron nuevamente como quien ve a un niño muy infantil al que no debe ser tomado en serio -. ¡Me amenazó!

- Eso es imposible, cielo. Los Greengrass se fueron mucho antes, cuando Twycross todavía actuaba con toda normalidad – dijo su madre colocando su mano sobre su hombro -. Violenta es solo una niña, sería incapaz de hacer algo así.

No sabía por qué, pero estaba seguro de que había sido ella. Y lo que era peor, cuando le dio la advertencia durante la cena, lo había considerado como una amenaza vacía como la que le hubiese hecho antes cualquiera de los Slytherin, pero en realidad las cosas habían cambiado demasiado. Sí, tal vez en cuarto año los Slytherin hacían jugarretas y amenazas inocentes. Pero, ¿durante el quinto año? Mulciber, Regulus Snape, todos ellos habían empezado a hacer cosas realmente macabras.

No había sido una amenaza vacía cuando Mulciber había atacado a Mary McDonald, ni cuando Regulus claramente se había involucrado en el intento de asesinato contra Michael, ni cuando Snape había ocupado esa estúpida maldición, Sectusempra, contra él. Así que, si Violenta era igual de peligrosa y había lanzado la maldición imperio a alguien… Entonces la amenaza de nunca volver a ver Sirius quizás también era real. Y tenía que hacer algo para ayudarlo pronto, o quizás se volvería realidad.

- Tiene mi edad – dijo algo molesto por el comentario -. Y dijo muchas cosas esta noche. Ustedes no tienen idea de… - Se detuvo. Quería restregarles en la cara que el otro bando lo consideraba lo suficientemente talentoso y hábil como para querer reclutarlo, pero al mismo tiempo, era una preocupación demasiado grande que darles a sus padres… Sobre todo, en ese momento.

- De seguro lo dijo solo para preocuparte, y está claro que lo logro.

- ¿Ustedes no saben nada sobre Sirius, verdad? – recordó de pronto.

- ¿Algo como qué?

- Algo que saldrá en El Profeta.

Fleamont y Euphemia se miraron confusos antes de negar con la cabeza.

- Es que… Me temo que está en peligro – se sinceró. Era cierto, lo había sentido durante todo el verano y con lo que Violenta le había dicho, la corazonada había empeorado.

- Walburga y Orión son terribles, pero no le harían nada a su hijo – le dijo su padre.

- No, papá, creo que esta vez puede estar en problemas serios.

- Nos guste o no nos guste, nadie puede meterse en las formas de criar que tienen otros padres, otras familias, ¿entiendes?

- ¡Ustedes creen que se trata solo de un castigo severo, y no es así! ¡Los padres de Sirius son tan crueles como lo es el maldito Voldemort! – Su padre apretó los dientes al escuchar el nombre del mago tenebroso.

- No digas su nombre. No aquí, en medio del hospital. Por Merlín, James, no sé qué te está pasando, pero ya basta de estar peleando con todo el mundo y especialmente con nosotros. No hay nada que puedas hacer ni para ayudar en esta guerra, ni para ayudar a Sirius. Concéntrate en tu escoba y en el Quidditch por lo que resta del verano y ya está.

Así era como lo veían muchas personas en Hogwarts también. Como James Potter, el jugador de Quidditch estrella que solo se preocupaba de escobas voladoras y sus músculos. Que conseguía todo lo que quería y sus notas por su popularidad, por suerte o porque su familia era rica y tenía conexiones. Todos lo subestimaban, ¡incluso sus padres! Toda la reflexión y culpabilidad que había sentido antes se había ido nuevamente.

- James – continuó su padre con paciencia -. ¿Qué pretendes hacer? ¿Acaso crees que puedes ir y tocarle la puerta a los Black como si nada? Lo más seguro es que Sirius está más que bien y simplemente le han prohibido cartearse contigo.

- Pues si ese es el caso realmente, prefiero verlo con mis propios ojos y asegurarme.

El chico salió rápidamente para no darles tiempo de replicar o hacer algo en contra, decidido a ir a ayudar a Sirius en el Grimmauld Place y no dejar que le ocurriera algo como sí le había pasado a su padre. Y quizás no podía tocarle la puerta a los Black como si nada, pero si era necesario… Iba a derribar hasta las paredes para conseguir su cometido.