N/A: ¡Gracias a todos los que continúan leyendo esta historia! A quienes la siguen con un favorito o follow, y especialmente a Evasis y a Sangito por sus reseñas en el capítulo anterior. Son las mejores lectoras y me alegro que les haya gustado, ¡un abrazo! Ahora subo este nuevo capítulo rápidamente porque ya lo tenía terminado hace tiempo. La verdad es que incluso pensé en subir el 3 y el 4 al mismo tiempo, ya que el 3 fue un poco de relleno y poco de puente... No me decidí a tiempo. En fin, espero que les guste.
4
Una velada con hombres lobo
Las campanadas de un reloj en la lejanía anunciaron que era medianoche. El vapor que salía de la boca de Remus con cada respiración se confundía con la niebla densa entre las paredes de ladrillo descolorido en el estrecho callejón de mala muerte de George Yard mientras un fuerte olor a orina impregnaba el lugar. A ratos la escasa iluminación artificial muggle comenzaba a parpadear, dejándolo completamente a oscuras.
No se escuchaba nada más que sus propias pisadas contra el suelo de cemento irregular. En realidad era el lugar perfecto para que lo asesinaran. No solo los hombres lobo, sino cualquier persona, incluyendo drogadictos o delincuentes muggles. Si no hubiese sido porque a la vez entendía que una comunidad de sub-humanos quisiera reunirse de manera secreta en un lugar como ese, jamás hubiera consentido en ir ahí, y mucho menos solo.
Se detuvo frente a una puerta de madera podrida con el número 108. Solo un 8 de metal oxidado se mantenía en su lugar, pero el 10 colgaba boca abajo desde un tornillo mientras su silueta continuaba marcada en la madera gracias al paso del tiempo. Se quedó de pie, allí, decidiéndose a tocar esa misma puerta o no, porque una vez que lo hiciera no habría marcha atrás.
Aquel plan se les había ocurrido a James y a él ese día en la lechucería. No, en realidad simplemente se le había ocurrido a él. Ya habían pasado dos semanas desde que el quinto año de Hogwarts había llegado a su fin, y finalmente se llevaría a cabo. Tenía sentido hacerlo y era lo correcto, pero esa idea no era suficientemente poderosa por sí sola como para que no estuviera muerto de miedo y con el corazón latiéndole a mil por hora.
- ¿Qué idea? – le preguntó James aquella mañana. La luz solar de aquel día de casi verano entraba a raudales por las ventanas de la lechucería, provocando una luminosidad que llegaba a ser algo molesta.
Remus caminó hacia el umbral de piedra y miró hacia abajo. No había nadie subiendo por la escalera, ni tampoco se veía a ningún alumno caminando hacia allá a la distancia así que tendrían la privacidad que buscaba. No quería que nadie escuchara por casualidad todas las ideas locas que se le habían ocurrido los últimos días, y sobretodo, aquella mañana.
- ¿Para qué marcharme por el verano a donde dice Dumbledore, cuando podría ver qué es lo que quieren conmigo?
- ¿Qué?
- Tú sabes a lo que me refiero – dijo acercándose a él -. Me atrevería a decir que se te ha ocurrido la misma idea más de una vez. Después de todo, me estaban invitando.
- Ya, sí, pero fue solo una idea que se me pasó por la mente alguna vez – reconoció algo contrariado. ¿Quién en su sano juicio tomaría en serio una idea tan arriesgada a esa edad? -. Sería demasiado peligroso y además—.
- Pero sería muy útil – murmuró, interrumpiéndolo.
- ¿Estás hablando en serio? ¿No será que todo esto de Alden te afectó y ahora no estás pensando con claridad?
- Por supuesto que me afectó, pero sabes que tengo razón. Anoche fui a hablar con Dumbledore porque me estaba preguntando algo hacía mucho tiempo… Greyback sabe quién soy yo. A diferencia de otros chicos a los que ha mordido, yo fui su blanco porque quería vengarse de mi padre. Sabe que Remus Lupin es hijo de Lyall Lupin, y sabe que Remus Lupin estudia en Hogwarts.
- ¿De acuerdo? – respondió el chico de gafas, algo confundido. No entendía para dónde iba la conversación.
- Y a su vez, Greyback debe frecuentar a muchas familias mágicas, ¿no? El mismo Sirius lo dijo cuando estuvo en la reunión de mortífagos. Greyback estaba ahí, estaba junto a personas que son padres de alumnos que están estudiando aquí, ahora mismo – explicó con toda calma -. Correr la voz sobre mi condición de licantropía le sería sencillo… ¿Te imaginas? Mulciber, Avery, cualquiera de ellos podría saberlo el día de mañana.
- Pues… No lo sé – respondió analizándolo, mientras se encogía de hombros -. Tal vez sí se lo dijo a alguien… O lo hará en el futuro.
- Cuando me llegó la amenaza a nuestra habitación, en vacaciones, asumí que quizás Greyback tenía un informante dentro de Hogwarts. Un alumno que le dijera que yo me quedé en el castillo, que le dijera en qué torre dormía – le contó -. Pero Dumbledore me aseguró que los mortífagos no escuchan a los hombres lobo. Dijo que los consideran en un nivel incluso más abajo que los sangre impura o los muggles. Voldemort no quiere ofender a los hombres lobo porque los utiliza como un arma. No le convendría hacerlos enojar, así que lo deja participar a él en las reuniones como si fuera una especie de representante. Pero de ahí a esperar que las familias más puras del Reino Unido se lo tomen en serio…
- ¿Entonces crees que Greyback no lo dirá jamás?
- Creo que si hubiese querido o hubiese podido, ya lo hubiera hecho. Pero, al mismo tiempo si se lo dice a algún Slytherin… Todo el castillo lo hubiera sabido. ¿Te imaginas si Mulciber o Rosier supieran algo así? ¿Crees que se lo guardarían para ellos?
- Sí, en realidad se hubiesen regocijado arruinándote – coincidió James -. Pero Greyback igual te mandó un mensaje. Igual sabía que te quedaste aquí en vacaciones. Entonces… Si no tiene a un alumno como espía, ¿dónde lo tiene? ¿En el Ministerio?
- Eso es lo que pienso, y debe ser otro hombre lobo. Alguien que sí lo escucha. Deben estar reclutando juntos… Greyback, por una parte, sabe a quiénes ha mordido así que pueden hacerles un seguimiento a todas esas personas. Y el otro tipo que lo esté ayudando probablemente trabaje en el departamento de mi padre y puede acceder a los registros.
Escuchando la teoría de Remus, James se hacía una idea más clara de lo que se le había metido en la cabeza a su amigo.
- Déjame adivinar. Quieres aceptar la invitación y unirte a los hombres lobo para descubrir quiénes están infiltrados dentro del Ministerio y desenmascararlo frente a tu padre.
- En primera instancia, sí. Luego… quién sabe.
James no sabía si sentir un respeto reverencial por su amigo y todo lo que estaba diciendo, o si pavor de que lo estuviera considerando en serio. Pero tenía que reconocer que tenía un buen punto: Remus podía ser no solo importante, sino que invaluable. Podía descubrir cosas que nadie más conseguiría, y ser útil tanto para su padre como para Dumbledore… Pero a cambio de pasar por un peligro terrible.
- Pero te mandaron dos mensajes y nunca les contestaste. ¿No sería un poco sospechoso si ahora, de la nada, lo haces?
- Verás, todo esto ya se me había ocurrido antes pero no había querido hacer nada por lo mismo. Podía ser sospechoso que repentinamente haya cambiado de parecer y además, se puede averiguar con facilidad que siempre me he opuesto a Voldemort. Soy hijo de un buen tipo, tengo una madre que es muggle. – Luego le sonrió de manera cómplice y sin vergüenza -: Mi grupo de amigos son renombrados rebeldes de familias puras…
- Claro, eso mismo pensaba – le contestó con una sonrisa igual de brabucona y algo de orgullo.
- Pero ahora que asesinaron a Alden, tengo la excusa perfecta. Todo el mundo tiene derecho a tener miedo, ¿no? Yo puedo fingir que esto me dio un escarmiento. Los cobardes siempre se esconden en nidos de traidores.
- Eso creo… Pero es muy peligroso. Si este supuesto infiltrado en el Ministerio es un hombre lobo, es obvio que nadie lo sabe. Si su condición se supiera, la gente decente jamás le habría dado un puesto de trabajo.
- Gracias, amigo – replicó con ironía.
- Lo siento, pero entiendes lo que quiero decir. Probablemente él sí se codee con magos de sangre pura, probablemente él sí asista a reuniones de mortífagos. Él sí se puede topar con alguno de nuestros queridos amigos de Slytherin, y preguntarles muy casualmente, "Remus Lupin se unió a nosotros". Si eso llegara a los oídos de, no lo sé, supongamos Mulciber, él le va a advertir que no debe confiar en ti. Que de seguro te uniste por otra causa.
- Lo sé, pero—.
- Tarde o temprano van a descubrir tus verdaderos motivos para unírteles – dijo levantando la voz para hacerse escuchar -. Tarde o temprano sabrá que eres amigo mío y de Sirius. Mi familia es abiertamente opositora de Voldemort y Sirius es abiertamente opositor a su familia. – Negó con la cabeza mientras pensaba que todo aquello sería demasiado problemático -. Y cuando duden de tus lealtades, se vengará, revelando tu secreto a todos.
Se apoyó, cruzado de brazos, en la pared en donde se encontraba el umbral de la puerta. El plan de Remus tenía demasiadas fallas obvias y podía terminar mal de muchas maneras diferentes. El licántropo pareció tomar en consideración las palabras de su amigo mientras se paseaba, reflexivo, por la enorme pajarera. Eventualmente se detuvo y acarició la cabeza de una lechuza que se encontraba mirando todo silenciosamente, y habló:
- Si se descubre o no mi secreto por fuera es algo para lo que siempre he tenido que estar preparado – reconoció, fingiendo más templanza de la que sentía realmente -. Quisiera que no fuera así… Pero siempre he sabido que Greyback podría revelarlo si quisiera. No lo ha hecho en estos casi once años, así que supongo que realmente no le interesa. Pero si lo hiciera este otro tipo, el infiltrado…
- Tendrías que dejar Hogwarts.
- Sí, tendría que irme… Aunque, como te dije anoche, estoy un poco aburrido de vivir mi vida escondido. Es lo que me empuja a querer hacer algo y llegar al fondo del asunto aunque eso me ponga en peligro… ¿Tiene sentido para ti?
- Sí… - reconoció, sintiéndose triste por la injusta situación de su amigo una vez más –. Pero, seguirá siendo sospechoso que te unas a ellos y sigas siendo amigo nuestro.
- Entonces tendremos que dejar de ser amigos.
- ¡¿Qué?! – preguntó, abriendo sus ojos de par en par.
- Si efectivamente tengo que aparentar lealtad hacia ellos, podemos fingir que ya no somos amigos.
El moreno de gafas comenzó a reír pensando que se trataba de una broma, pero cuando se dio cuenta de que su amigo no le respondió con una carcajada, se dio cuenta de que estaba hablando enserio. Y para peor, él también empezó a considerar la idea…
Si fingían una pelea en público los rumores se esparcirían por sí solos. Probablemente no llegaría a necesitarse, pero valía la pena estar preparados, por si acaso, y tener una coartada creíble que pudiera ayudar a Remus si su lealtad era puesta en duda entre los hombres lobos. Todo sería más verosímil si el chico era asilado públicamente: ¿Quién no iba a buscar refugio entre los de su clase, si todos los demás le fallaban?
Suspiró aceptando que no iba a lograr hacerlo cambiar de parecer, y que lo ayudaría a llevar a cabo su plan.
- Si me estás pidiendo que te golpee, déjame decirte que puedo ser muy convincente.
- Entonces… ¿De verdad vamos a hacerlo?
- Si es lo que quieres, Remus… Pero es peligroso.
- Lo sé.
- Arriesgado.
- Lo sé.
Pareció reflexionarlo un rato, pero luego sonrió.
- Me encantaría ser yo quien lo hiciera.
- También lo sé – dijo, devolviéndole la sonrisa.
- Ahora, Sirius no va a ser convincente – le advirtió –. Es un pésimo actor. Le va a dar risa.
- Inventaré algo que lo haga enojar de verdad. Podemos fingir que nuestra pelea es real con Sirius y Peter. No me gusta la idea… Pero necesitamos que Sirius se comporte como un hijo de puta conmigo, idealmente frente a toda la escuela. Puedo decirles la verdad antes de que volvamos a Londres, cuando ya nadie esté chismeando.
- ¿Qué le dirás?
- Quizás le diga que renuncio a todo. Que quiero irme con los hombres lobo, de verdad. Que quiero dejar Hogwarts y todo eso. Con lo dramático que es… - esbozó una sonrisa entretenida y algo culposa -. Probablemente quiera golpearme.
- Quizás llore.
- No vayamos tan lejos – dijo riendo -. ¡Vamos! ¿Estás listo?
- ¿Qué? ¿Ahora?
- Por supuesto. ¡Vamos!
Desde ahí, todo había sido sencillo. La pelea pública efectivamente había provocado que los rumores se expandieran como pólvora encendida, y Sirius y Peter, sin darse cuenta de que todo había sido planeado, se mostraron fríos con Remus hasta el momento mismo en que les reveló la verdad, justo antes de tomar el tren. Inicialmente Sirius no se lo había tomado demasiado bien, desatando su dramatismo y hablando de que se sentía traicionado por sus mejores amigos. Pero a la vez estaba tan aliviado de saber la verdad, que no se tardó en ponerse de su lado e incluso sugerir ideas para su infiltración entre los hombres lobo. Peter, en cambio, estaba aterrado ante la idea.
Entrar en contacto con los hombres lobo no fue difícil, ya que en el pasado habían interceptado y tomado a su lechuza, Grey. Tras escribir su mensaje para ellos, de manera tan escueta como los que él había recibido antes, acarició la cabeza del ave y le preguntó si sabía el camino hacia ellos. Grey ululó con fuerzas en señal afirmativa y él le amarró el pedazo de pergamino en la pata. "Considérenme dentro" era lo único que decía.
Pero luego de eso había pasado una semana completa sin respuesta. Y lo que era peor, sus padres lo asediaban de preguntas queriendo saber por qué no había viajado a esconderse al lugar que Dumbledore había preparado, tal y como habían planeado todos. No podía decirles la verdad, obviamente… Sus padres no lo encontrarían emocionante como sus amigos. No entenderían sus motivos nobles de ayuda a la causa. Solo se preocuparían y se mantendrían histéricos ante la idea de que algo pudiera ocurrirle a su hijo. Así que no dijo nada y se mostró huraño con ellos.
Cuando ya había perdido por completo la esperanza de recibir una respuesta por parte de los hombres lobo, una lechuza enorme y de color oscuro picoteó su ventana una noche a las tres de la madrugada. No le extrañó demasiado que, una vez más, supieran exactamente dónde se encontraba o dónde quedaba la residencia de los Lupin. Su teoría de que todo se trataba de un infiltrado en la oficina de su padre tomaba más forma. El mensaje decía, "No tan rápido, Lupin. Nos vemos mañana por la medianoche en el 108, George Yard".
Después de sufrir de dolores de estómago y nervios sensibles durante todo el día, finalmente había llegado el momento… Era su última oportunidad para arrepentirse, pero la presión de lo que pensarían sus amigos si salía escapando a la primera era más fuerte. La idea había sido de él después de todo, y la había defendido convenciendo a sus amigos de que era lo correcto.
Levantó la mano para tocar la puerta cuando sintió la punta de una varita clavándose entre sus costillas, y una mano le tapó la boca antes de que pudiera si quiera reaccionar, espantado por el miedo y la sorpresa. No lo vio venir ni escuchó sus pasos. Quien quiera que estuviera detrás de él, amenazándolo, había sido muy sigiloso.
- Regla número uno, Lupin. Las direcciones reales nunca se darían por mensajería – le susurró la voz en el oído. Era rasposa y Remus estaba seguro de que ya la había escuchado antes, pero no podía asimilarla a un rostro específico -. Regla número dos. No deberías bajar la guardia en ningún momento.
Enterró la varita en sus costillas con más ahínco para hacerlo avanzar y caminaron juntos entre la niebla durante un par de cuadras.
Pensó en intentar pelear contra él, pero era una idea estúpida considerando que su varita estaba en su bolsillo y la de su rival, ya apuntándolo. Entraron por otros callejones aún más estrechos, y se desviaron hasta llegar al pie de una escalera que bajaba a lo que parecía ser un almacén de puerto abandonado y al borde del derrumbe. Una vez que comenzaron a bajar por la escalera, Remus escuchó voces provenientes desde abajo, pero se escuchaban amortiguadas, como si su cabeza estuviera bajo el agua; Supuso que el lugar entero se encontraba con un encantamiento para no ser detectado por muggles o incluso magos que no conocieran su ubicación con exactitud.
Entonces, el tipo lo agarró de su hombro y lo obligó a detenerse en medio de la escalera en la completa oscuridad. Remus se giró y pudo ver, pese a la falta de luz natural, que estaba frente a frente con un funcionario del Ministerio que trabajaba con su padre y a quien claramente conocía, que hasta había ido a tomar el té en su propia casa: Alaster Gillies.
Sintió la indignación corriendo por sus venas y viniendo a él como oleadas que hacían subir su temperatura y le acaloraban. No pudo obligarse a guardar silencio y mantenerse sumiso, aunque lo estuviesen amenazando con una varita.
- ¡Era usted! – gritó, controlándose a tiempo para no empujarlo.
- Tranquilo, Remus. Puedo explicártelo.
- ¡Me amenazó con la varita!
- No, no iba a hacerte nada – explicó con tranquilidad, pero solo en ese momento se le ocurrió bajarla (y no la guardó) -. Imaginaba que podrías sorprenderte si me veías y no necesitaba que hicieras un escándalo en medio de George Yard.
Se trataba de un hombre alto y robusto, de facciones toscas y una barba de unos días que ya tenía algunas canas entre los manchones oscuros. Cuando Remus lo había visto antes siempre había tenido una expresión amable, pero ahora lucía completamente diferente, amenazante y algo intimidante también. Nunca se hubiese imaginado que el infiltrado del departamento de su padre pudiera tratarse de él.
- ¡Usted trabaja con mi padre, mi propio padre! – reclamó enojado -. ¡No lo entiendo! ¡¿Cómo no se ha dado cuenta de que es un hombre lobo todavía?! ¡Él podría reconocerlo con facilidad!
- Ah, verás… Lo que hago dentro del departamento me es bastante útil. Perseguir y cazar Boggarts por todo el Reino Unido. Puedo irme y desaparecer cuando quiera, por los días que quiera – explicó con una sonrisa algo triste -. Tú padre no es un hombres idiota. Lo va a notar tarde o temprano, pero por el momento he tenido buena suerte.
- ¿Y hace cuánto que trabaja con Voldemort? – preguntó esta vez dándole una mirada llena de desdén y asco -. Me imagino que ha de proteger a tantos hombres lobos ilegales ahora, manteniéndoles fuera del registro, como usted mismo.
El hombre le sonrió intentando tranquilizarlo y Remus vislumbró un poco de la amabilidad que recordaba.
- Chico, escúchame – pidió el hombre, colocando su mano sobre el hombro de Remus. Él se hizo a un lado para evitar el contacto -. Yo no estoy de lado del Innombrable. El motivo por el que intentamos reclutarte fue para mantenerte a salvo de Greyback y los demás hombres lobo. No podíamos decírtelo explícitamente, ¿entiendes? Temíamos que le dijeras a Dumbledore o a tu padre.
- ¿De qué rayos está hablando?
- Fue idea de Alden. No todos los hombres lobo están contentos con ser representados por Greyback. Todo lo contrario. Alden quiso armar un grupo que se le opusiera y los desestabilizara. Poder reclutar algunos antes de que lo haga el otro y apoyarlos de esta forma – le explicó con rapidez. Se notaba que el hombre estaba algo nervioso ante la idea de que Remus no le creyera y le contara todo a su padre –. Pero Greyback lo supo. No fueron civiles los que mataron a Alden el mes pasado.
- ¿Qué prueba tiene?
- Ninguna, supongo. Alden te quería a ti, él comenzó a mandarte mensajes a Hogwarts pero necesitaba matar dos pájaros de un tiro: Primero, saber que no eras del tipo que se uniría a Greyback. Para eso, escribió los mensajes en forma de amenazas. Si te asustaba y te hacía creer que era Greyback, y aun así tú no te les unías, era suficiente para saber que eres valiente y que no sucumbirías al pánico. Segundo, no dejarnos al descubierto rápido, por si se lo decías a tu padre. No nos conviene que sepa esto, y sobretodo… Es verdad. No estoy en el registro, muchos no lo están y queremos que se quede de esa forma.
- Alden sabía que Greyback me mordió – respondió con desconfianza -. ¿Por qué creería que yo sería capaz de unirme a él?
- Quizás para ti ese sea motivo suficiente, Remus, pero no lo es para la mayoría de la gente. Una parte muy ínfima de los seguidores del Innombrable están con él porque quieren. La mayoría está por miedo o por interés.
- Pues yo no tengo ni miedo ni interés.
- Entonces, ¿por qué respondiste el mensaje? ¿Por qué escribiste "Considérenme dentro"?
Remus sonrió con irritación, dándose cuenta de que toda la situación podía parecer sospechosa tanto para Alaster Gillies como para él, y que efectivamente podrían estar en el mismo lado aunque las circunstancias no los acompañaran. Pero al mismo tiempo, no podía bajar la guardia. Todo podía tratarse de una redada y a lo mejor nada de lo que le había dicho era cierto.
¿Qué tenía que hacer? ¿Continuar desconfiando y responder con evasivas? ¿O decir la verdad y esperar a ver si con eso se salvaba?
- Desde los mensajes imaginé que había un infiltrado de Greyback en el Ministerio – reconoció. Luego vaciló un poco, y terminó por admitir -: Quería infiltrarme… Y descubrir quién era.
El hombre asintió frenéticamente, como si acabase de escuchar lo que estaba esperando oír. De igual forma se apresuró en contestarle al chico.
- Pero verás, realmente no soy un infiltrado. El único motivo por el que no estoy en el registro y por el que tu padre no sabe de mi condición de hombre lobo, es porque necesito continuar con mi reputación intacta para estar en el Ministerio. Nosotros lo necesitamos tanto como lo necesita el que no debe ser nombrado. ¡No puedo ayudar a nadie de forma contraria! Para hacer lo que queremos tenemos que ser una organización secreta y mantener nuestra verdadera identidad para nosotros – explicó convincentemente -. Alden se dejó ver demasiado, y ahora está muerto. Tienes que creer en mí. ¿Me crees, Remus?
- ¿Por qué estamos aquí?
Miró los pocos escalones que quedaban para llegar abajo desde donde, todavía, provenían voces apagadas que no alcanzaba a entender. No podía nada más confiar en la palabra de ese hombre, aunque lo conociera. La única cosa a favor de toda aquella historia era que sabía, en su interior, que Alden era perfectamente capaz de crear esa organización secreta. Pero ya no estaba vivo para corroborarlo.
- Iba a presentarte a los demás… Si quisieras.
- ¡Qué gran idea! – le espetó con sarcasmo -. ¡Qué mejor que ir a conocer a un montón de gente que podría estar preparada y dispuesta para matarme!
- Escucha, Remus. Sé que no tengo cómo convencerte de lo que digo. La única forma es que tú seas la mejor persona aquí, me des un voto de confianza y decidas verlo por ti mismo.
El licántropo lo quedó mirando un rato, sabiendo que el hombre tenía la razón. No era una situación que pudiera demostrarse así que solo tenía dos opciones: Confiar o largarse de ahí. El corazón le latía deprisa, galopante, pero pese a la desconfianza natural que sentía, algo en su interior le decía que tenía que comprobarlo y llegar hasta el fondo del asunto.
Miró escaleras abajo. No quedaban demasiados escalones, pero daba la impresión de que quedaba a un mundo de distancia gracias a ese encantamiento de aislamiento que provocaba que todos los sonidos llegaran amortiguados. No sabía si abajo había una persona, quince o treinta. La curiosidad lo estaba matando.
- Debo ser un idiota por decir que sí, pero… Está bien.
Alaster se adelantó, pasando junto a él, para bajar primero dejando que Remus lo siguiera. El castaño lo siguió de cerca sintiendo mucho nerviosismo, pero en cosa de segundos todos sus temores se disiparon cuando llegaron a la única habitación a la que conducían esas escaleras. Un sótano o subterráneo con ventanas empavonadas en la parte alta que daban directo hacia la calle por la que habían pasado junto antes de entrar.
La destartalada fachada del almacén que se encontraba a punto de caer por el pésimo estado de la construcción no era más que una tapadera para un lugar que no se veía de la misma forma por dentro. En efecto, Remus llegó al pie de la escalera para ver lo que parecía ser una guarida bastante decente y hasta acogedora, en donde se encontraban algunas personas (todas de aspecto presentable, a su juicio).
Había una mesa de madera en un rincón bajo una de las ventanas, desde donde recibía una buena cantidad de luz natural. Sobre ella habían papeles y lo que parecían ser planos, un lugar en donde planear estrategias. Era el único sector de aquella sala que calzaba con toda la idea que Remus se había hecho de lo que era un grupo que trabajaba en secreto, pues, el resto del lugar se componía de una enorme chimenea de ladrillos viejos encendida, varios sillones que a todas luces no pertenecían a un mismo juego, una pequeña mesa de madera en frente llena de tazas con té, y una radio desde donde sonaba "Starman" de David Bowie.
No pudo evitar sonreír recordando la Sala Común de Gryffindor atestada de alumnos en un día cualquiera de invierno, solo que esta vez no estaba realmente llena de gente… Tres hombres estaban desparramados por los sillones. Uno de ellos parecía ser realmente bajito y ni siquiera pudo ver un poco de su cara o cabello, pues se encontraba casi escondido detrás de un enorme periódico muggle.
Alaster carraspeó para llamar la atención, y recién entonces los demás repararon en su presencia. Definitivamente no parecía estar bajo peligro de muerte, así que se relajó.
- ¡Alaster! – exclamó un hombre mientras se ponía de pie de un salto desde el sillón, luciendo como emocionado -. ¡Has traído al chico!
Se le acercó y le tendió la mano. De re ojo vio que el otro hombre también se ponía de pie y se dirigía hacia él con una gran sonrisa. El primero era flaco, alto y desgarbado, con cara de despistado. Remus calculaba que debía de tener unos cuarenta años, pero era difícil saberlo, pues, los hombres lobo tendían a verse mucho más viejos de lo que realmente eran. El segundo hombre se veía de una edad similar, aunque físicamente era completamente diferente. Bajo, robusto, de rostro afable y colorado con una gran nariz aplastada.
- Remus Lupin – se presentó mientras le estrechaba la mano.
- Soy Dan Salmond. Pensé que no vendrías, pero es un placer conocerte al fin. Alden nos habló mucho de ti y de tu padre. Los tenía en alta estima. Siempre hablaba de traerte aquí. Es una lástima lo que le ocurrió. Una lástima.
- Sí, también lo creo… - murmuró.
- Yo soy Silas Marnoch – se presentó en el hombre rechoncho, y también le estrechó la mano. Claramente no era el líder de aquella banda, pues tras presentarse dio media vuelta sobre su eje y volvió a su sillón.
Remus se percató de que la tercera persona (la que había estado escondida tras el periódico) se había puesto de pie y también se dirigía a él para saludarlo, solo que no era alguien mayor como todos los demás, sino alguien de su edad. Tampoco se trataba de un hombre, sino de una chica menuda y pequeña, aunque de aspecto más rudo y rebelde que todos los anteriores. Era bastante parecida a las muggles que solía frecuentar Sirius cuando salía de fiesta a Londres, con el cabello rosado y aros en sus orejas y nariz.
- ¿Qué tal, Remus Lupin? – saludó sonriéndole algo coqueta -. Soy Laurian Rowle.
- ¿Rowle? – preguntó confundido. Era una de las familias más puras y antiguas del Reino Unido.
Nunca se había imaginado, hasta ese momento, a una mujer lobo. Claro que podían existir, solamente que no se había representado la idea de que las chicas también pudieran ser mordidas por un hombre lobo, y mucho menos una de sangre pura. Laurian era bonita de una manera bastante sencilla. Su presentación, en general, era lo opuesto al tipo de chicas que a él le gustaban. Lo opuesto a Mary, fue lo que pensó inmediatamente, pero aun así había algo en ella le atraía.
- Sí, Rowle, la familia de los Sagrados Veintiocho – corroboró como si estuviera acostumbrada a responder el mismo discurso memorizado cada vez que se presentaba y le decía su apellido a los demás -. Tras recibir mi mordida, a los ocho, me dejaron en un hogar de niños muggles. Una gran idea como podrás imaginar, especialmente cuando ataqué a la niña pequeña que compartía la habitación conmigo – dijo, colocando una sonrisa cínica y muy fría -. Si te lo preguntas, sí, murió.
- Vaya. – Fue lo único que consiguió decir el licántropo. Y él pensaba que tenía una vida difícil. Por lo menos no tenía que cargar con la muerte de nadie… Aún.
Parecía que los demás hombres lobos del lugar se deleitaban cada vez que Laurian contaba la trágica historia de su licantropía e infancia, pero a él le erizaba los pelos y le ponía la piel de gallina pensar que una familia pudiera ser tan cruel como para abandonar a un hijo solo por haber sido mordido por un hombre lobo, y peor, hacerlo en un lugar muggle sin avisarles de la situación…
- Personalmente odio el apellido, pero me lo dejé una vez que salí del orfanato para molestarlos – dijo guiñándole el ojo.
Remus comenzó a preguntarse si la chica estaba flirteando con él o esa era su forma natural de ser. Fuese como fuese, agradecía haber encontrado a alguien como ella en un lugar así e inesperadamente, sintió fuertes deseos de continuar conversando con ella y conociéndola, pero lamentablemente el aparente líder del grupo tenía otros planes para él y volvió a hablarle.
- Fue un gran escándalo, como imaginarás. El Ministerio tuvo que cambiar algunas memorias y fingir que había sido otro tipo de accidente… Se llevaron a Laurie sin saber qué hacer con ella. La familia Rowle pasó mucho dinero para que nada se supiera, y eventualmente…
- Alden se hizo cargo de ella y consiguió este lugar – terminó por explicar Alister, dando un vistazo a la habitación, como si fuera la primera vez que lo hacía -. Hay otro cuarto igual de grande que este al lado, completamente resguardado y con un encantamiento a prueba de sonidos, como quizás ya te has dado cuenta. Si te aburres de poner en peligro a tu familia una vez al mes, puedes venir a transformarte aquí…
- Los meses en que dejes de ser un señorito letrado que se educa en Hogwarts, claro – dijo la chica con una sonrisa provocadora.
Justamente aquel domingo le tocaba una transformación y a diferencia de los meses anteriores, ya no tendría a sus amigos para calmarse y dejar de arañarse a sí mismo, mucho menos para salir a estirar las patas y gastar toda su energía corriendo por el Bosque Prohibido. No, ahora le tocaba transformarse de nuevo en su propia casa, destrozar sus muebles y paredes, y probablemente poner en peligro a su propia familia y a los vecinos más cercanos…
- Eso me encantaría – admitió.
- Supongo que nos veremos este domingo, entonces – dijo Dan -. Y después de la luna llena, ya hablaremos de los detalles de nuestra pequeña organización… De lo que hacemos, de lo que pensamos hacer, lo que esperamos conseguir y sobre todo… Los peligros que representa.
El castaño asintió algo quedo ante el último comentario, pero ya estaba ahí y no había nada que hacer. Todos le daban confianza (tenía que reconocer que Laurian lo hacía sentir bastante atraído) y le habían caído bien de entrada. Quizás se pasaría el verano ahí y así evitaría las preguntas incómodas de sus padres… No sonaba como un mal plan en absoluto.
Sin darse ni cuenta, de pronto era parte de una organización secreta.
