N/A: ¡Hola a todos! Gracias a todos quienes continúan leyendo esta historia, que no puedo creer que ya va en el cap. 35… A mis fieles lectoras y comentadoras, Sangito: Claro, nada de Greyback… POR AHORA (Spoiler alert!) Me había demorado mucho en incluir a Remus para crear expectativas jajaja es complicado esto de que estén todos separados en sus vacaciones, y por el momento, no confirmo ni niego nada sobre un romance, tendrás que continuar leyendo jijiji Gracias! Como siempre. Evasis: Bueno… Ya lo hablamos todo por vía interna, sobretodo nuestras apreciaciones sobre la relación RemusXTonks. Gracias por continuar leyéndome siempre :) ¡Espero que les guste!

5

Wilberforce, el Trol y la pelirroja

James y Sirius habían sobrevolado Londres maravillados por la visión de la ciudad expandiéndose sin límites a sus pies. Estaban lo suficientemente altos como para que no fuera fácil que alguien los viera, y lo suficientemente bajos para que ellos pudieran ver todo con lujo de detalle y sentirse afortunados. Era uno de los pocos días despejados que habían tenido en muchísimo tiempo, lo que les dio la ventaja de seguir volando sin rumbo por varias horas hasta que sus estómagos rugieron de hambre.

A medida que se ponía sobrio, James comenzaba a considerar que todo aquello era una idea terrible y sugirió regresar, pero Sirius no estaba de acuerdo con volver hasta el final del verano para asegurarse de que ningún funcionario del Ministerio – o peor, sus padres – fuese a buscarlo. En el mejor de los casos, si se tardaban lo suficiente en regresar, los Black se darían por vencidos y se olvidarían de él.

- ¿Y qué pretendes hacer?

- Volemos al continente. Vamos a Francia.

- ¿Te has vuelto loco? – preguntó James riendo de manera incrédula -. ¡Nos vamos a perder cruzando el mar! Quieres hacer que nos matemos.

- Bien, entonces vámonos por calle hasta un puerto y crucemos en un ferry – dijo el otro como si fuera una solución muy sencilla. Su amigo iba a ponerse a replicar, cuando Sirius continuó -: ¿No que esa tipa de Beauxbatons te había invitado a Los Alpes a una temporada de Quidditch de nieve? ¿Por qué no vamos hasta allá?

La cara de James se iluminó por completo con la sola idea de pasarse el verano jugando Quidditch con un montón de aficionados de su deporte favorito, entre bellas montañas nevadas y sobre bastos lagos de aguas color turquesa. Sirius le insistió en que tenía muchos galeones gracias a un dinero que le había dado su tío y que podían pasar el siguiente mes con toda calma dándose la vida de gamberros, y con eso… Ya lo habían convencido.

Un mes había pasado en un abrir y cerrar de ojos en el bello pueblo mágico de Orell, en Los Alpes. James no podía creer que había perdido semanas de su verano atrapado en el frío y grisáceo Londres en guerra, cuando pudo haber disfrutado de la temporada completa jugando Quidditch con puros jóvenes como él, en ese hermoso pueblo lleno de encantadoras casitas de madera y estrechas calles de adoquines.

Además de encontrarse en un lugar de ensueño, se había divertido jugando Quidditch de nieve casi todos los días; los aros del campo de juego salían desde las laderas de las montañas del sector, se volaba con la dificultad de tener el gélido viento lleno de hielo molido en contra, pero tenía la ventaja de que la nieve tierna y recién caída amortiguaba un poco las caídas si no eran desde altura considerable.

Estaba rodeado de gente que apreciaba el deporte tanto como él, y sobretodo, gente a la que no le importaba Voldemort. Se había sentido como en otro mundo, un mundo en donde no había guerra, ni mortífagos, ni paranoia. Donde no había noticias trágicas en los diarios cada día ni una niebla llena de dementores cubría el lugar. Un mundo mucho mejor que el que acostumbraba a vivir y que fue el argumento perfecto para que sus padres dejaran de estar furiosos con él (y con Sirius) por haberse fugado sin dar noticias.

Sirius y él habían encajado como anillo al dedo entre los demás turistas, haciendo amigos rápidamente. Había que reconocerlo, ambos eran excelentes jugadores y por sobretodo, chicos guapos y carismáticos. Habían llamado la atención de toda la muchachada del sector y se habían vuelto tan populares como lo eran en Hogwarts, James como jugador estrella pese a su corta edad y Sirius llamado la atención por ser escandaloso.

Fue tras uno de esos partidos que llegaron a su hotel y se encontraron en el vestíbulo con un grupo de cinco chicas rodeadas por sus valijas y bolsos de mano. Céline, la alumna de Beauxbatons que habían conocido durante el Baile de Navidad realizado en Hogwarts el año anterior, se encontraba con su escoba voladora colgada al hombro con una correa al igual que las otras chicas, todas tan bonitas y deportistas como ella.

- Me voy a tirar a la primera que pueda – le había susurrado Sirius al oído antes de lanzarse al grupo de chicas como un sabueso a una bandada de pájaros.

Así las cosas, no pasó mucho tiempo antes de que todo comenzaran a ocurrir. James se sorprendió de lo rápido que se enamoró de Céline y de lo perfecto que se daba la relación con ella, enamorado hasta el punto de sentirse y comportarse como un idiota. James y Céline encajaban de manera natural y obvia. Se habían pasado juntos cada momento, y pese a que el chico continuaba pagando su habitación en un hotel, había terminado durmiendo cada noche en la habitación de ella.

- Estoy completamente abandonado – le reclamó Sirius molesto, un día que James había pasado a su pieza a buscar algo de ropa limpia -. Te dije que no quería Yokos en la banda, Prongs. Y ahora me tienes haciendo de tercera rueda.

Pero finalmente él también se había entretenido. Se había acostado para ese entonces con dos de las amigas de Céline y a ratos se perdía por días enteros (Ni James sabía a dónde iba). Cuando se aparecía volvía a jugar Quidditch, pero se notaba que no le interesaba demasiado porque era la primera vez que la audiencia veía a un bateador con un cigarrillo en la boca por todo lo que duraba el partido…

Cuando ya no quedaba demasiado para que la temporada terminara y ambos tuvieran que regresar a Londres, pasó algo que tomó a James totalmente por sorpresa. Él, Céline, Sirius y una chica llamada Roxanne se encontraban bebiendo algo en la terraza de un pub al atardecer cuando se les acercó un nombre.

- ¿Señor James Potter? – Un hombre de unos cuarenta años, inglés (por el idioma en el que hablaba y su acento), se les acercó luciendo con expresión seria. Era la primera vez en todo el tiempo que llevaban ahí que veían a alguien vestido de traje.

- ¿Sí?

- Que gusto conocerlo. – Le estiró la mano, y James se la estrechó sin saber quién era -. Soy Wilberforce Pipel, un veedor o cazador de talento, como le dicen vulgarmente -. Sirius hizo un sonido intentando aguantar la risa por el nombre del tipo y Céline le dio un codazo, pero James ya estaba comenzando a sonreír también.

- Sé quién es usted – respondió intentando ignorar la gracia que le hacía que se llamara Wilberforce.

Aunque se estuviese por reír, estaba muy impresionado por estar en presencia de aquel sujeto. Ese hombre había sido el responsable por descubrir a Ludo Bagman. Buscaba nuevos talentos en eventos como esos, y si creía que alguien prometía, era la puerta de entrada al mismísimo equipo nacional de Quidditch. ¡No daba crédito a lo que estaba viendo y escuchando! ¿Acaso ese hombre creía que él tenía el talento suficiente como para ofrecerle esa oportunidad?

- Te he visto jugando estos últimos días y creo que tienes talento. Mucho. – Luego miró a Céline y añadió: - También usted, por cierto. – Ignoró completamente a Sirius, que se mordía el labio de abajo para no reír, y a Roxanne que estaba visiblemente ofendida por no recibir un cumplido.

Céline sonrió y contestó la cortesía del hombre con un agraciado y elegante gesto de cabeza que le daba a entender que estaba agradecida, pero que a la vez entendía que esa conversación no se trataba de ella, sino de su novio. Wilberforce volvió a enfocar su vista en James, y esta vez hizo aparecer una blanca tarjeta con un movimiento de varita.

- ¿Te interesaría una carrera en el Quidditch?

- ¿Qué? – replicó, sonriendo con sorpresa y algo de desconfianza.

- Si es algo que tienes en mente, me gustaría observarte jugar Quidditch en Hogwarts, una vez que comiencen los partidos de la Copa de Quidditch de las Casas. – James abrió la boca para decir algo, pero todavía no lograba salir de su impresión, así que la volvió a cerrar y dejó que el veedor continuara: - Si tu temporada de Quidditch en Hogwarts resulta ser tan brillante como lo que he visto estos días, me gustaría ofrecerte un contrato para que juegues en la selección nacional de Quidditch.

Sintió que las últimas palabras lo habían aturdido por un segundo, y lo único que lo trajo de regreso al mundo real fue el revuelo que provocaron los otros chicos en la mesa. Céline lo abrazó tras escuchar la noticia mientras Sirius le daba un manotazo en su espalda tan fuerte que casi lo dejó sin aire. Todos estaban impresionados por la oferta que Pipel acababa de hacerle pero nadie más que él, que tuvo que obligarse a recobrar la compostura para poder responder algo con una enorme sonrisa.

- Muchas gracias, señor Pipel. Me alegra que me considere. – Tomó la tarjeta y la guardó en su bolsillo -. Por supuesto que sería un honor para mí si va a verme jugar a Hogwarts.

- ¡Bien! Entonces… ¡Supongo que nos veremos en la segunda semana de noviembre! - Se despidió y se marchó.

James intentó guardar la compostura hasta ver que el hombre desapareciera del espacio cercano antes de ponerse a saltar y a gritar como loco por lo que acababa de pasar, pero sus amigos no habían tenido la misma idea y ya se encontraban festejando y vitoreando. ¡Le acababan de hacer una oferta única en la vida! Jugar Quidditch de manera profesional.

Era un sueño. Su más grande deseo. Una oportunidad única en la vida…

- ¡Quiero hacer un brindis por James Potter y su prometedora carrera en el Quidditch profesional! – dijo Sirius guiñándole un ojo a su amigo, al mismo tiempo que alzaba su vaso de cerveza en el aire -. Y por Wilberforce, por tener la valentía de presentarse con su nombre completo. ¡Salud!

- ¡Salud! – dijeron todos.

Pero, pese a todo, incluso lo bueno llegaba a su fin. James y Céline decidieron que lo mejor era terminar esa relación como amigos y recordarlo como un tiempo perfecto, en vez de continuar a larga distancia, mandándose cartas, y terminar dañando la relación con el paso del tiempo. El moreno de gafas, que se encontraba más bronceado que nunca antes en su vida gracias al reflejo del sol en la nieve, fingió que se encontraba de lo más bien mientras terminaba, pero casi lloró cuando vio que la chica y su grupo de amigas se subían a un tren de la estación para marcharse.

Ni siquiera podía encontrarse en las nubes por la oferta de Pipel porque lo único que podía sentir era su corazón roto por primera vez en su vida. Claro… Había pasado por algo similar con Lily Evans, pero ese era un amor más bien unilateral. Era diferente ahora que había estado en su primera relación con alguien. Ahora entendía bien a Remus… Cuando su amigo licántropo había terminado con Mary McDonald ellos lo habían visto deambular cabizbajo por los pasillos, sin darle mayor importancia. Pero ahora sabía que no era ninguna broma tener un quiebre amoroso.

Mientras pensaba en todo aquello, asumiendo que de seguro se le pasaría un poco cuando volviera a Hogwarts y Pipel lo viera jugar en serio, sintió que la punta de una varita se le clavaba entre los omoplatos de su espalda y casi se le para el corazón. Asustado, levantó las manos pensando que estaba siendo víctima de un ataque cuando de pronto sintió una carcajada y se giró, entre aliviado e indignado para encontrarse con Sirius Black, muerto de la risa.

- ¡Hubieras visto tu cara! – dijo, mientras se partía de risa. James le dio un fuerte puñetazo en el hombro, pero luego le sonrió más relajado.

- Pedazo de imbécil.

- Te asusté, ¿eh?

- Solo me tomaste por sorpresa porque… Céline se ha ido – anunció.

- Y ya es hora de que nos vayamos también – respondió dejando caer un montón de bolsos en el sidecar de su moto (Sí, ahora tenía un sidecar) -. Solo quedan unos días para que terminen las vacaciones y tenemos que comprar todas las imbecilidades de la lista de útiles.

James asintió algo quedo sabiendo que Sirius no le había dado luz verde para que se desahogara con sus penas de amor, pero en realidad no se había esperado algo diferente. No había nada que incomodara más a su mejor amigo que hablar de amor o de sentimientos… Tendría que contentarse con esperar hasta llegar a Londres y contárselo todo a Peter, que lo escucharía pero no tendría una sola palabra de consuelo para él…

El silbido del tren, seguido por el estridente ruido del motor al encenderse le hizo sentir una nueva clavada de dolor. En cosa de segundos se puso en marcha y partió con dirección hacia Francia, mientras él miraba por última vez hacia las ventanas de los compartimentos con la esperanza de ver por última vez a su ex novia. Pero, no vio nada…

- Quizás Remus ya ha regresado para cuando lleguemos – intentó animarlo Sirius dándole un coscorrón en la cabeza -. Hey, alégrate, ¿quieres? Te la pasaste jugando Quidditch y teniendo sexo. ¿Piensas que hay algo mejor que eso?

- Deja de pegarme – le respondió, dándole un coscorrón exactamente igual -. Vamos por Remus.

- ¡Eso es!

Fleamont y Euphemia Potter querían hacer una enorme fiesta de bienvenida para felicitar públicamente a su hijo ante la noticia de que le habían ofrecido una oportunidad única en el Quidditch. Sirius estaba de acuerdo con la idea porque eso significaba alcohol y chicas, y Peter (que en los últimos días se la pasaba metido en la mansión Potter) estaba en las nubes, como si fuese él mismo al que irían a ver jugar Quidditch a Hogwarts.

Pero James no quiso hacer nada porque estaba desanimado. Ya habría tiempo para que todos se enteraran de lo que Pipel le había dicho cuando estuviera en Hogwarts – Y sí que se iba a regocijar viendo la cara de Snape y los demás Slytherin – pero por el momento, quería pasar los últimos días del verano en paz y tranquilidad.

No era exclusivamente que estuviese semi depresivo por haber roto con Céline (o al menos eso se decía a sí mismo), sino que toda forma de hacer contacto con Remus había sido imposible. Y para peor, cuando Sirius y él habían ido a la casa de Remus una mañana a preguntarles al señor y la señora Lupin si tenían alguna idea de dónde estaba, le respondieron que pensaban que estaba con él.

- No, claro, está con nosotros – se apresuró a decir Sirius para salir del paso -. Es que pensamos que iba a venir a buscar, ehm… Algo.

- Ropa. Ropa limpia – apoyó James -. Seguro que cambió de opinión y quizás está en el…

- Callejón Diagon – completó su amigo, pensando que lo mejor era si dejaban de hablar -. Comprando los libros de este año. ¡Bueno, hasta luego señor y señora Lupin!

Ambos adultos miraron a los amigos de su hijo completamente desconcertados, pero no estaban preocupados porque Remus sí se había aparecía por lo menos una vez a la semana en su casa, se quedaba a dormir y conversaba con ellos como si nada de alguna anécdota (de Hogwarts, pero él inventaba que acababa de ocurrir). Luego fingía que tenía alguna fiesta con James y desaparecía de nuevo. Aquello no era propio de Remus, que se sentía culpable y desagradecido cada vez que lo hacía, pero… Al menos era mejor a que supieran la verdad y de cierta forma, los estaba protegiendo.

- ¡Ah, James! – llamó la señora Lupin cuando los chicos ya se habían dado media vuelta para irse -. La carta con los resultados de los T.I.M.O llegaron justo hace un rato. ¿Podrías entregársela a Remus cuando lo veas?

- Sí, por supuesto. – Fingió la mejor de sus sonrisas mientras tomó el sobre. Temía que el pobre Remus se iba a enterar de sus notas durante el primer día de clases en Hogwarts…

Al mismo tiempo, eso significaba que sus propias cartas también habían llegado mientras habían salido a buscar a Remus, y seguramente sus resultados estaban esperando tranquilamente por que ellos volvieran.

Una hora después, ambos chicos se encontraban en la cocina sosteniendo el sobre con el brillante logo de Hogwarts, más relajados que la mayoría de sus compañeros de generación y sobretodo, más relajados que la señora Euphemia que les lanzaba miradas impacientes por saber cómo les había ido en sus T.I.M.O.

James era más del tipo que prefería sacar la bandita de un solo tirón, que alargar innecesariamente el momento de saber la verdad, así que fue el primero en abrir su carta. Se tenía demasiada confianza como para estar nervioso; sabía que su nivel de magia estaba por sobre lo evaluado en casi todos los ramos y, si es que fallaba alguno, de seguro no sería uno de los ramos importantes.

TÍTULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA

APROBADOS: Extraordinario (E)

Supera las expectativas (S)

Aceptable (A)

REPROBADOS: Insatisfactorio (I)

Desastroso (D)

Trol (T)

RESULTADOS DE JAMES CHARLUS POTTER

Astronomía: S

Cuidado de Criaturas Mágicas: S

Encantamientos: E

Defensa Contra las Artes Oscuras: E

Estudios Muggles: A

Herbología: S

Historia de la Magia: A

Pociones: E

Transformaciones: E

Pese a toda su confianza, James estaba algo sorprendido por lo que veía: No había ningún ramo con una nota reprobada, y había obtenido cuatro resultados aprobados con nota "Excelente" justo en las materias más importantes si quería entrar en la Academia de Aurores algún día… Claro que esa idea nunca iba a ser posible en el caso de que obtuviera un contrato de Quidditch para la selección nacional. De hecho, ni haber dado los exámenes ni obtener esos resultados tan sobresalientes importaría demasiado si se decidía por una carrera deportiva…

- ¿Cómo te fue, hijo? – preguntó Euphemia, ansiosa, tras varios segundos de silencio.

- Me ha ido excelente – respondió sin una pizca de humildad.

- ¿De verdad? ¿No has reprobado nada? – preguntó Sirius con curiosidad.

- Velo por ti mismo – dijo con una sonrisa, entregándole el pergamino.

No era ninguna sorpresa considerando que, intentando hacer una que otra travesura en Hogwarts, los cuatro Merodeadores habían sobrepasado el nivel mágico del quinto año con creces. El sólo hecho de haberse transformado en animagos el año anterior le había significado aprender mucho de Encantamientos, Transformaciones, Herbología y Pociones, y alguna vez la profesora McGonagall le había dicho que sus notas y su calidad como estudiante compensaba todas las faltas que tenía con su comportamiento de niño rebelde y matón.

Por supuesto que sus padres se acercaron para felicitarlo y llenarlo de besos de manera efusiva, orgullosos por sus logros (aunque de igual forma lo hubieran hecho incluso si James hubiese fallado en todo). Pero justo en ese momento, su padre se disculpó por tener que marcharse en medio de las buenas noticias porque tenía una reunión urgente de negocios en el Ministerio, y salió como un torbellino de la sala.

- ¿Y tú, mi niño? – le preguntó la señora Potter a Sirius, que aun jugaba con el sobre en su mano.

Sirius no tenía pensado estudiar nada una vez que terminara sus siete cursos obligatorios de enseñanza básica en Hogwarts, pero esperaba que sus T.I.M.O fueran igual de buenos para poder seguir a James en sus clases y tomar los mismos cursos, o de lo contrario sería un sexto año muy aburrido. También abrió su sobre con desinterés, y allí vio las notas:

TÍTULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA

APROBADOS: Extraordinario (E)

Supera las expectativas (S)

Aceptable (A)

REPROBADOS: Insatisfactorio (I)

Desastroso (D)

Trol (T)

RESULTADOS DE SIRIUS ORION BLACK

Astronomía: A

Cuidado de Criaturas Mágicas: A

Encantamientos: E

Defensa Contra las Artes Oscuras: E

Estudios Muggles: S

Herbología: S

Historia de la Magia: T

Pociones: S

Transformaciones: E

- ¿Y bien? – preguntó James.

Sirius tuvo una genuina risita viendo su flamante "Trol" en el listado de notas. Claro, no le sorprendía en lo más mínimo haber reprobado, ya que nunca en su vida estudiantil había prestado algo de atención en Historia de la Magia y esa asignatura requería memorizar cosas, no solo tener habilidades y suerte. Para él, ya había sido suficiente logro no haberse dormido cada vez que el profesor Binns comenzaba sus largos discursos sobre alguna revuelta de duendes en Irlanda.

- ¿Qué? – insistió el chico.

- Tuve un "Trol" – dijo entregándole su carta, tratando de ponerse serio. James miró el papel y soltó una atronadora carcajada, haciendo que Sirius se contagiara y riera aún más fuerte, y de pronto solo quedaron dos chicos muertos de la risa en medio de la mesa.

La señora Euphemia estaba preocupada y no lograba dimensionar qué podía ser tan gracioso en sacar un "Trol" y reprobar una asignatura, pero parecía hacerle mucha gracia al par de adolescentes porque, justo cuando ya comenzaban a calmarse, uno balbuceaba algo ininteligible y el otro comenzaba a partirse de la risa de nuevo, mientras se daban manotazos y empujones.

- Ay – se quejó Sirius mientras se limpiaba las lágrimas de sus ojos con una mano y con la otra sostenía su barriga -. Hasta nunca, señor Binns.

- Si tú no lo tomas, yo no pienso tomarlo.

- Lo dices como si tuviera opción. Reprobé con "Trol" – le recordó.

Otro manotazo, más risas. James sugirió enmarcar la carta de Sirius y colgarla en la habitación de Gryffindor, y la señora Euphemia decidió rendirse. Exasperada, dejó la cocina esperando que las notas de su hijo y de su nuevo hijo putativo no cayeran nunca, porque en ese caso el colegio estaría feliz de no tener que seguir haciendo la vista gorda y tendrían por fin una excusa para expulsarlos.

Al otro lado de la ciudad, una chica del cabello anaranjado y vivo como el fuego dejaba un pergamino abierto sobre su escritorio mientras esbozaba una sonrisa de felicidad y orgullo tras ver sus propios logros inmortalizados en papel. Las letras en tinta negra y brillante resaltaban y se reflejaban en el vidrio de la ventana de su habitación.

TÍTULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA

APROBADOS: Extraordinario (E)

Supera las expectativas (S)

Aceptable (A)

REPROBADOS: Insatisfactorio (I)

Desastroso (D)

Trol (T)

RESULTADOS DE LILY JASMINE EVANS

Astronomía: S

Runas Antiguas: S

Encantamientos: E

Defensa Contra las Artes Oscuras: E

Aritmancia: E

Herbología: E

Historia de la Magia: E

Pociones: E

Transformaciones: E

Había obtenido siete "Excelentes" y dos "Supera las expectativas", un resultado que sobrepasaba las ideas que se había hecho tras dar los diferentes exámenes durante el año escolar anterior. Estaba tan feliz… Cada vez que alguien la discriminaba y la hacía sentir mal por haber nacido en una familia muggle, solo atacaba de vuelta esforzándose más para demostrar lo equivocados que estaban sobre ella y sobre sus orígenes. Sobre cómo no importaba en lo más mínimo, porque ella valía tanto como los demás magos y brujas…

Lo único que empañaba los resultados de los que acababa de enterarse, era que no podría compartirlos con nadie en su familia porque sus padres jamás la entenderían, ¿y su hermana? Ni hablar…

Para Lily Evans el verano tampoco estaba resultando del todo espectacular. Su hermana, Petunia, había venido de visita desde Londres, en donde se encontraba trabajando como secretaria en una empresa de taladros, y no había dejado de hablar por un segundo de su nuevo novio, que a la vez era su jefe: Un muggle muy corriente llamado Vernon Dursley que, para peor, había invitado a cenar esa misma noche.

Bajó a la cocina a ver si podía contarle algo a su madre, que dentro de todo siempre era feliz de escucharla aunque la magia y los sistemas de la comunidad mágica estuvieran fuera de su alcance y entendimiento, y la encontró cocinando con esmero para que todo saliera bien esa noche. Cuando la vio entrar, le recordó que no fuese a hacer magia frente al prometido de Petunia por nada en el mundo.

- No puedo hacer magia fuera de Hogwarts – le recordó. Era una de las tantas veces que le repetía esa regla, pero no parecía recordarlo.

- Tu hermana está muy emocionada, linda – le dijo su madre -. No queremos arruinarle su gran noche con tu pequeño secreto. Ya sabes lo que piensa ella de tu magia.

De su madre, Lily había sacado la contextura y el cabello rojizo. También las pecas. Sin embargo, había sacado los ojos verdes de su padre, un hombre alto, estirado y con cara de caballo, muy parecido a Petunia. Sus padres no compartían los pensamientos de Petunia en cuanto a la magia, sino que muy por el contrario, los hacía sentir orgullosos de su hija menor.

Pero Lily concordaba con ellos en que era mejor si por esa noche lo mantenían en pleno secreto.

- ¿Y qué debería decirle? ¿Qué voy a esa escuela horrible que está en la otra manzana?

- No. No, Dios lo quiera – replicó riendo -. Tu hermana ya se ha encargado de eso. Le dijo que estudiabas en un internado en Birmingham.

- ¡¿Birmingham?! - Por supuesto, pensó. Era alejado de Londres, una excusa ideal que tenía su hermana para mantenerla alejada cuando no quisiera invitarla a algún evento familiar -. Bien, supongo que tendré que hablar con ella para ver qué decir, y todo eso…

La idea no la llenaba de alegría, pero era mejor que arruinar casualmente en una cena tan importante como esa. Quería mantener la paz con su hermana mayor, a pesar de que eso se estaba volviendo cada vez más difícil de lograr. Fingir una historia no era tan terrible. De paso, necesitaba unificar todas las excusas y mentiras que había contado los años anteriores con otras personas de la familia, además de los amigos de sus padres…

- Hija, ¿podrías llevarle esto a Eileen Snape? – preguntó su madre, entregándole una bandeja con tartas de carne y cebolla tapadas bajo un paño de cuadros -. Serían cuatro libras.

- No – pidió, angustiada -. No, no, no, no, no. Mamá, ya no soy amiga de Severus.

- ¡Tonterías! – exclamó, restándole importancia -. ¿Por qué discutieron? ¡Ya lo solucionarán! Pero necesito que vayas a dejarle esto a Eileen. Yo no puedo, tengo que vigilar el estofado.

- ¡Yo puedo vigilar el estofado! – se ofreció.

- Lily, por favor. Ya sabes que no me siento bien con este clima tan frío. Anda tú. Probablemente ni siquiera veas a Severus.

Sin decir más, le abrió la puerta trasera que se encontraba en la cocina para indicarle donde estaba la salida. Y la chica, con cara de pocos amigos, se dispuso a salir llevando la bandeja con comida, y avanzó por el jardín hacia la calle de Spinner's End. El barrio industrial de Cokeworth ya era terrible en cualquier época del año, con sus chimeneas de fábricas lanzando humo, pero era aún peor cuando ese humo se confundía con neblina fría y oscura.

En el tiempo que llevaba ahí ya había visto a Snape un par de veces. Habían cruzado miradas. Por educación, se habían saludado cordialmente, sin cruzar mayores palabras. Esperaba que el chico no se encontrara en su casa, porque si era así, Eileen, su madre, la invitaría a pasar. Sería muy insistente, prácticamente la obligaría. Y en ese caso, ¿qué debía hacer? Si le decía que ya no era amiga de Snape, quizás se molestaría con el chico y eso podría traerle más problemas de los que ya tenía. Además, tampoco quería entrar en detalles con la mujer.

- Ah, Lily, que bien que llegas. Estaba esperando las tartas hace varios minutos ya – dijo, una vez que abrió la puerta. Lucía tan apagada y ojerosa como de costumbre -. Pasa a dejarlo a la cocina, por favor. Tengo las manos sucias.

Partió con el pie equivocado, pensó, mientras entraba contra su voluntad a la casa de Snape. Cruzó toda la sala, y luego el comedor, sin toparse con él. Entró a la cocina, depositando la bandeja de comida en la mesada, y suspiró aliviada de que tampoco estuviera allí. Quizás tenía buena suerte, y justo en ese día, el muchacho de cabello negro azabache no se encontraba en casa.

- ¿Está Severus? – preguntó por modales .

- No está. Salió con un amigo. Quizás tú lo conozcas también, se llama Evan.

- Ah, sí – dijo sin interés -. Evan.

No le sorprendía. Snape continuaba profundizando en sus amistades negativas, prospectos de mortífagos. Agradeció, en todo caso, que no se encontrara en la casa y se apresuró a salir rápido para regresar a su hogar.

Cuando iba cruzando la calle, divisó a lo lejos a Snape y a Evan Rosier caminando por la misma dirección que tomaban ellos dos cuando eran tan solo niños, antes de ir a Hogwarts. Iban de camino al sauce en donde Severus y ella se recostaban a hablar de la magia, mucho antes de saber que habría un Voldemort, y que habría odio y discriminación, y ataques contra las personas como ella.

Simplemente no pudo evitarlo. Decidió seguir a ambos chicos, guardando una distancia apropiada para que no la descubrieran, y escuchar alguna cosa interesante sobre Voldemort o la guerra. La espesa y tupida niebla, en conjunto con el humo, le ayudaba a pasar desapercibida. Cuando había acortado un poco la distancia, alcanzó a escuchar lo que hablaban.

- ¿Seguro que no quieres ir? Regulus dijo que nos hacía entrar fácil.

- Regulus se intenta dar aires de grandeza que no tiene – contravino Snape con una sonrisa burlesca -. Intenta dar la impresión de ser importante. No lo es.

- Yo creo que tienes miedo de ir.

- ¿Por qué tendría miedo de ir?

- Porque no habrá vuelta atrás.

- ¿Y tú vas a ir?

Evan guardó silencio y pareció pensar muy bien su respuesta antes de decirla en voz alta. Lily tenía mucha curiosidad, aunque en realidad no le importaba lo que él hiciera con su vida. Quien sí le importaba, aún, muy a su pesar, era Severus. Celebró internamente que el chico todavía parecía aplazar su encuentro con ese lado tenebroso de Voldemort… Tal vez por miedo o quizás porque todavía quedaban valores dentro de él.

- Creo que tengo que ir. Mi papá, mi mamá y mi hermana irán – respondió, encogiéndose de hombros.

- ¿De verdad irás? – preguntó Snape, sorprendido.

- ¿Cuánto tiempo más lo puedo seguir aplazando?

Lily no se esperaba esa confesión. Había asumido de manera errónea que todos ellos estaban ansiosos por ir a un encuentro con Voldemort o sus mortífagos pero, ahora se daba cuenta de que, de hecho, estaban dudosos y hasta asustados. Tenía sentido… Después de todo, eran adolescentes tontos e inmaduros que no tenían idea con lo que estaban jugando.

- Supongo que no mucho… Ni yo tampoco – reconoció –. Es cosa de tiempo para que vaya.

La chica se apoyó contra una de las frías y sucias paredes de ladrillo de la calle. Ya no quería continuar siguiéndolos, porque no quería seguir escuchando. Todavía quería mucho a su ex mejor amigo… Todavía le dolía lo que él le había dicho ese día, frente al lago de Hogwarts. Y no se conformaba con la idea de verlo desperdiciar su vida de esa forma, tomando pésimas decisiones… Se sentía impotente y desesperada de no haberlo podido detener. De no haber sido suficiente, ni ella ni su amistad, para mantenerlo encausado en el lado correcto…

¿Había sido culpa de ella? ¿Pudo haber hecho algo más? Quizás aún no era tarde para hacer algo…