N/A: ¡Gracias a todos los que continúan leyendo y siguiendo esta historia! Evasis: Sobre Yaxley, exacto… No le han pillado, y además, creo que después fue jefe de otro departamento más importante (?) Aunque no lo recuerdo. Sobre las Reliquias de la Muerte, se me hace que no hay certeza total, pero James podría tener la sospecha. Antes, en el quinto año, Remus ya había hablado de que la capa podría ser la de Peverell jiji Gracias por comentar, como siempre! No pude responderte por privado porque tuve unas semanas DE LOCOS, pero ya espero ponerme al día con Cartas Entrelazadas y retomar la lectura. Sangito: Me alegro que te haya gustado! Ya que hablamos por privado, no me queda más que decir que espero que disfrutes este capi ^^
7
Reencuentro
Remus sintió la luminosidad de una nueva mañana en su rostro y abrió los ojos, despertando a una hora que sabía que era demasiado temprana, lamentándose de que no hubiera cortinas. Recién amanecía. Al otro lado de la pequeña ventana rectangular se dejaba ver un cielo de color damasco pálido, difuminado entre la misma niebla que no se iba hacía meses. Más arriba, un redondo sol de un naranjo intenso, que por esa misma niebla se veía más agudo y vivo de lo que debía, reflectaba sus rayos por el vidrio hacia su cara y le hacía entrecerrar sus ojos con molestia.
Miró a su lado en la cama. Laurian dormía a su lado, con su cabello rosado fuerte pulcramente desparramado hacia él, y haciendo un enorme contraste con las sábanas blancas de la cama de aquella pensión de mala muerte que habían tenido que improvisar la noche anterior. Se había acostado con ella después de haber fantaseado mucho tiempo con hacerlo, desde que la había conocido.
Prácticamente podía escuchar la voz de Sirius en su oído diciéndole "¡Pero, Remus, no te quedas ahí después de que duermes con una chica! Te vas para que no se haga ideas de que quieres algo serio". Pero lo cierto era que en este caso, era al revés. Estaba bastante seguro de que era ella la que no quería nada serio, pese a que él si se había hecho hartas ideas de lo contrario. Era un tonto… Sabía que ella gozaba de una especie de libertad e independencia que él ni siquiera podía dimensionar.
Y aun así no había nada que pudiera hacer para evitar sentir lo que sentía. Le gustaba mucho y sentía cosas por ella desde que la había conocido, de entrada. Incluso antes de conocerla en un modo personal, su solo aspecto físico ya le había encantado. Su aura indiferente. Y luego de conocerla, la sensación había empeorado. Pero el hecho de saber que no tenía opción alguna de que se convirtieran en una pareja común y corriente, romántica, lo mantenía a línea y evitaba que se enamorara por completo. Al menos eso le gustaba creer.
La noche anterior habían viajado a York por una misión de su organización. Cuando tenían un dato de algún hombre lobo (o mujer lobo) en el Reino Unido, iban por él e intentaban reclutarlo antes de que lo hiciera Voldemort. Finalmente de eso se trataba todo: De quién llegaba primero. En eso se había entretenido todo ese tiempo junto a ellos, además de afianzar sus lazos con las personas que había conocido.
Habían tomado un tren, buscado alojamiento y se habían acomodado antes de hacerle la visita a un chico que tenía la misma edad que ellos y que, a diferencia de Remus, no asistía a Hogwarts ni a ningún colegio, y que tan pronto como escuchó el motivo por el que habían ido a visitarlo, se había cerrado por completo a la posibilidad de si quiera escucharlos. Incluso, se había puesto violento y tuvieron que admitir la derrota en vez de continuar insistiendo.
Remus y Laurian ya habían ido antes a prestarles visitas a hombres lobo en ese breve tiempo, pero ninguno le había causado la impresión que este último había dejado en él.
Era un chico de su edad. Tras el portazo que había recibido, no había tardado nada en darse cuenta de que si él no hubiese asistido a Hogwarts y hubiese conocido a sus amigos, hubiera crecido para convertirse en ese mismo chico amargado, violento y resentido que acababa de ver. Y ese pequeño momento había bastado para que sintiera una renovada sensación de agradecimiento hacia sus padres y hacia Dumbledore por haber continuado intentando que llevara una vida normal y no tuviese que dejar sus estudios. Más agradecido todavía estaba con sus amigos, por no haberle dado la espalda sino todo lo contrario, ¡se habían convertido en animagos por él!
Reconocía que Laurian probablemente tenía mucho que ver en el hecho de que había disfrutado increíblemente aquel tiempo escondido en la acogedora guarida de los hombres lobo. O tal vez fuera el hecho de que por primera vez desde que era un niño había vivido cada minuto sin ninguna presión o preocupación sobre que alguien pudiera descubrirlo o juzgarlo por su condición. Era como si hubiese respirado por primera vez en mucho tiempo.
Se dio cuenta de que hasta él mismo se había hecho prejuicios contra los de su especie creyendo que era el único, o uno de muy pocos que no querían estar de parte de Voldemort. Finalmente había descubierto un lugar en donde podía ser él mismo y sentirse cómodo con eso. Toda la rabia que había acumulado en esos cinco años y que casi lo hacía explotar al final del semestre anterior se había evaporado y por primera vez en muchísimo tiempo, se sentía sano… Pero ya no podía continuar ahí, como si nada, sin aparecerse. Era ingrato hacia su familia y sus mejores amigos continuar virtualmente desaparecido.
- ¿Vas a seguir mirando el techo mucho rato más? – preguntó la chica junto a él, sobresaltándolo. No se había movido de su posición original, así que no se había dado cuenta de que había despertado. Tras decir eso se giró para mirarlo -. Remus Lupin, siempre tan reflexivo.
- No, no siempre – contravino suavemente.
- Espero que no hayas estado pensando en el chico de anoche – dijo, mientras se ponía de pie y buscaba su ropa desparramada por el suelo para comenzar a vestirse.
- En realidad pensaba en mí.
- ¡¿En ti?! – preguntó sorprendida -. Tú pensando en ti en vez de pensar en el resto, eso sí que es nuevo.
Sonrió. Tenía que reconocer que para conocerse hacía tan poco tiempo, la chica le había sacado la película completa y había descifrado su personalidad sin ningún problema. Él no podía jactarse de haber hecho lo mismo… Laurian todavía era un misterio para él. Todavía decía cosas que lo descolocaban y lo intrigaban. Cuando creía conocerla, aparecía con algo nuevo que lo desconcertaba.
- Mañana saldrá el tren a Hogwarts y… Pensaba que probablemente sea hora de irme.
- Probablemente – repitió con gracia -. ¡Por supuesto que es hora de irte, Remus!
Se sentó en la cama sintiéndose un poco rechazado por la animosa declaración de la chica, pero antes de que se comenzara a sentir ofendido, ella se sentó junto a él, y le dio una mirada muy comprensiva, antes de explicarle lo que había querido decir.
- No tienes idea de lo afortunado que eres. Yo sinceramente no sé qué estás haciendo aquí con nosotros – confesó, mientras comenzaba a colocarse sus aretes. Remus la escuchaba con atención para ver a dónde iba la cosa -. Supuse que era alguna fase rebelde tuya, que habías peleado con tus padres o algo por el estilo, y que solo te duraría unos cuantos días.
- ¿De qué estás hablando?
- De que estás de vacaciones y has desaprovechado cada minuto de ellas estando con nosotros en vez hacerlo en la gente que realmente importa – respondió en un tono obvio -: Tienes una familia que te ama, amigos, la posibilidad de educarte en Hogwarts. ¿Sabes lo que yo daría por tener todo eso?
El comentario le provocó un repentino retorcijón en el estómago, similar al miedo, o a la incomodidad que se siente cada vez que uno se da cuenta de que ha hecho algo que no ha debido. A la vergüenza también… Justo había pensado en eso minutos antes de que ella despertara, pero nunca se le había ocurrido verlo desde otro punto de vista que no fuera el de él. Laurian había sido abandonada cruelmente por su familia por ser una mujer lobo, y la única educación que había recibido, había sido de parte de Alden.
- Sí… - replicó después de unos incómodos segundos de silencio -. Lo siento. La verdad es que estaba pensando en eso hace un rato… De lo egoísta que he sido.
- Egoísta no creo – dijo ella, sonriéndole de manera cálida mientras le pasaba una mano por su desordenado flequillo para peinarlo -. Estás haciendo algo bueno y arriesgado con nosotros después de todo. Pero… No sé si esta vida sea para ti.
- Claro que lo es. Estamos en medio de una guerra. No puedo cerrar los ojos y hacerme el tonto por siempre.
- Pero querer ayudar no puede significar que le cierres los ojos y te hagas el tonto con la otra parte de tu vida.
- Lo sé – reconoció -. Pero necesitaba este tiempo para aclarar mi mente.
- Lo entiendo – dijo la chica mirando la hora desde su reloj de mano -. El tren saldrá a Londres dentro de un par de horas. Creo que sería bueno si no regresas conmigo a George Yard y pasas tu último día de vacaciones con tu familia. No es que intente deshacerme de ti – aclaró rápidamente, con una sonrisa -. Porque después de anoche, me gustaría hacer justamente lo contrario, si sabes a lo que me refiero.
El licántropo comenzó a ponerse colorado y a sentirse abochornado con gran rapidez después del cumplido, pero en ese corto tiempo también había aprendido que Laurian tenía la lengua suelta y no le daba vergüenza hacer ese tipo de comentarios directos; intentó reponerse lo más rápido que pudo y salir del paso de manera genial y digna, pero había sido demasiado obvio que estaba avergonzado.
- Bueno, sobre eso, no sé si sea bueno… - confesó, mirándose las manos apoyadas en las sábanas -. No lo tomes mal, pero… - Vaciló, pero prefería decirlo y ser sincero -: Si seguimos con esto, no me cabe la menor duda de que voy a terminar sintiendo cosas por ti, y no tengo ningún interés en salir mal parado de nuevo.
- ¡¿De nuevo?! – preguntó ella con un repentino interés -. ¿Ya te han lastimado, Remus? Vaya, ¿quién fue la idiota?
- Nadie – se apresuró a decir, nuevamente sintiéndose avergonzado -. Una chica que no tuvo los cojones para estar conmigo – respondió, repitiendo inconscientemente las palabras que Sirius le había dicho después de que Mary terminara con él.
Esa frase pareció caerle de maravillas a la chica, que comenzó a reírse, pero no porque lo encontrara ridículo en lo absoluto, sino porque le había parecido gracioso la forma en la que Remus lo había dicho. Inesperado y algo grosero. Para ella, y aunque Remus no lo supiera, él también era misterioso y desconcertante. Y también le gustaba mucho, pero a la vez, entendía perfectamente lo que le estaba tratando de decir.
- Pues, que mal por ella – replicó con honestidad -. Nadie debería lastimar a alguien tan genial como tú, ¿sabes? Y es por eso mismo, que creo que tienes razón. Será mejor si tú y yo no seguimos con esto.
Remus asintió en silencio. Sabía que la chica tenía razón, pero escucharlo de su propia boca de igual forma lo hizo sentir un poquito miserable, aunque intentó que no se le notara y cambió el tema antes de darle pie para que siguiera hablando de eso.
- Entonces… ¿Podrías decirle a los demás que me fui? Es solo temporal – aclaró -. Si necesitan de mí, siempre voy a estar disponible para ayudarlos… Cuando no esté en Hogwarts, claro – volvió a aclarar.
De cierta manera, se sentía algo triste por tener que despedirse y ante la incertidumbre de no volver a ver a la chica en un tiempo. La verdad es que no sentía tanto apego hacia la organización de hombres lobo y hacia las misiones como lo hacía con ella. Era como si no quisiera separarse de ella nunca, porque de una forma u otra, cada rato que pasaba junto a ella era entretenido y especial.
- Yo les diré. Y no te preocupes de nada, que estoy segura que opinan exactamente igual que yo – lo tranquilizó, sonriéndole -. De cualquier forma, ¿te puedo escribir?
- ¡Por supuesto!
- Será distinto sin ti, pero tarde o temprano te tenías que ir.
- También será distinto sin ti. No hay chicas como tú en Hogwarts.
- ¿Chicas de cabello rosado y con una argolla en su nariz? – preguntó riendo.
- Que sean tan valientes y geniales a la vez - corrigió.
- No me tengas en tan alta estima, Remus – le advirtió con una mirada algo compasiva -. No me gustaría decepcionarte.
Asintió algo quedo, y luego ella volvió a hablar…
- Aunque… No estaría nada mal vernos una vez más antes de que tomes el expreso de Hogwarts.
Un nuevo año, y una nueva mañana de pie en la estación 9 y ¾, ya en el otro lado de la pared de ladrillos con el expreso detenido frente a un tumulto de magos, brujas, lechuzas, sapos y maletas de todos tamaños y colores. Una pintoresca postal que marcaba el inicio de otro año escolar en la escuela de magia y hechicería del Reino Unido.
James y Sirius se encontraron con Peter a la hora acordada. Los primeros habían llegado usando la moto de Sirius, por lo que venían con el cabello desordenado tras haberlo tenido un buen rato al viento. Llamaron la atención de inmediato pues, como buenos magos de familias completamente mágicas, la mejor idea que tenían sobre cómo vestirse como muggles era imitando a alguna celebridad o estrella de rock, creyendo que eso era lo normal. Y como si realmente lo fueran, se llevaron las miradas de un buen puñado de chicas y adolescentes cuando comenzaron a pasearse por el andén.
- ¿Qué pasa si no viene? – preguntó Sirius como por octava vez esa mañana.
Remus seguía sin dar señales de vida y lo habían entendido en un comienzo, pero ya era ridículo. Su sexto año de clases comenzaría en nada y tenían que cargar con la incertidumbre de saber si su amigo se aparecería o no. Si no fuese porque sabían que estaba vivo y bien (Los señores Lupin al menos lo habían visto esporádicamente cada semana), hubieran cedido al pánico mucho antes.
- Va a venir. Tiene que venir. Y si no viene, le partiré la cara de nuevo y lo traeré a la fuerza.
- ¡Hey, mira quién está ahí!
James fijó la mirada en un punto más distante, viendo a Snape arrastrando sus baúles con dificultad entre medio de un cúmulo de gente, sus carritos y lechuzas. Tiraba y tiraba hasta que uno de sus baúles rodó y cayó, abriéndose estrepitosamente y llamando la atención de todos en un radio cercano. Sus prendas, antes dobladas, se esparramaron por el suelo sucio del andén, mientras Sirius soltaba una estridente carcajada apropósito para burlarse de él, que era seguida inmediatamente por Peter.
El patético chico de piel cetrina y cabello negro azabache miró de reojo a sus enemigos mientras hacía como que no le importaba y se apresuraba a recoger todo para echarlo dentro de su maleta antes de continuar llamando la atención, pero no obtuvo muchos resultados.
- Espero que este año Quejicus deje tranquilo a Remus, o me veré obligado a… - Comenzó a decir el mayor de los chicos con una sugerente sonrisa.
- Tendremos que enseñarle una lección – apoyó Peter, siguiéndole el juego a su amigo.
Al chico de gafas no le dio risa. Más bien, sintió una oleada de intranquilidad desagradable que le recordó muy vívidamente cierto suceso del año anterior. James todavía no se sacudía la sensación de haber hecho algo muy malo cuando lo humilló frente a la escuela entera tras el T.I.M.O. de Defensa Contra las Artes Oscuras. Si bien seguía cayéndole pésimo, dudaba llegar a tales extremos de nuevo…
Vio otra cara conocida abriéndose paso entre el tumulto de gente, esta vez uno mucho más hermoso; se trataba de un rostro blanco como la nieve enmarcada de cabello liso y anaranjado. Lily Evans batallaba por pasar entre las personas a varios metros de distancia llevando su lechuza blanca en sus brazos y con el carrito siguiéndola tras su espalda muy de cerca, siendo arrastrado por magia, por supuesto.
Se dio cuenta de que al verla sintió una sensación de felicidad y cariño, pero nada más… Ningún disparo de adrenalina en su corazón. Ningún vuelco en su estómago, ni nerviosismos estúpidos. Finalmente había logrado no tener sentimientos románticos por la chica.
Pero entonces vio que Dave Stahl se le acercaba desde un lado con gran rapidez y la giraba, tomándola desde el brazo con fuerza. La colorina se sorprendió, y luego, frunciendo el entrecejo con molestia, intentó sacudírselo y continuar su camino con mayor rapidez aún. El Ravenclaw la seguía, hablándole e intentando detenerla, pero Lily claramente rehusaba a hablar con él.
Quizás ya no sintiera nada romántico por Lily, pero no iba a permitir que un idiota arrogante como ese la molestara. Avanzó a paso decidido hasta ellos, dejando a sus amigos atrás hablando sobre las cosas que le harían a Snape durante el año escolar, sintiendo una fuerte necesidad de sacar a su compañera de curso del aparente apuro.
- ¡Hola Lily! – saludó, y luego miró al novio de la chica de arriba abajo -. ¿Está todo bien?
- ¡No te metas, Potter!
- No estoy hablando contigo Stahl. – Su dura mirada cambió a una más dulce cuando la bajó para encontrarse con los ojos de la chica, que se veía un poco asustada -. ¿Este idiota te está molestando?
- Está todo bien, James – respondió de modo conciliador -. Dave ya se iba. ¿Cierto, Dave?
- ¡Yo no me voy a ninguna parte hasta que tú y yo hablemos! - El chico lucía molesto y acalorado, y sobre todo con James habiendo irrumpido en sus asuntos.
- ¿Te has vuelto loco? – le susurró la chica, avergonzada del escándalo que estaba por armar el adolescente de cabello oscuro en medio de un lugar público y concurrido -. Ya te dije que no queda nada más que hablar entre tú y yo. Se acabó, Dave.
- ¡Pero si ni siquiera me has escuchado! – exclamó Dave, desesperado, mientras volvía a tomarla de la muñeca.
Esta vez a James no le hizo ninguna gracia y actuó, dándole un empujón y parándose entre ambos. Quizás estaba yendo demasiado lejos y ciertamente, nadie le había pedido que se fuera a meter ahí, pero Lily estaba asustada e incómoda y él no podía quedarse de brazos cruzados ante una situación así a menos que la colorina se lo pidiera directamente.
- Me parece que Evans fue clara – advirtió con voz de ultratumba.
- ¡Y a mí me parece que Lily no necesita un guardaespaldas, Potter!
- Dave, por favor – rogó ella, cada vez más nerviosa ante la expectativa de que se formara un alboroto a vista y paciencia de todo el alumnado y los padres de estos.
Volvió a darle una amenazadora y terrorífica mirada a Dave a modo de advertencia, quien completamente irritado se dio media vuelta para irse sabiendo que no iba a conseguir lo que quería mientras James estuviese allí. Luego, le sonrió a Lily y se fue hacia donde se encontraban Sirius y Peter en la lejanía.
Lily lo vio alejándose de regreso a donde se encontraban Sirius y Peter con algo de sorpresa porque jamás, en toda su vida, se hubiese imaginado que la intrusión de James iba a ser tan breve y desinteresada, considerando su historial anterior y su gran disposición para pelear y para molestarla a ella fingiendo que estaba enamorado y que quería una cita. Era un cambio demasiado raro como para ser cierto, así que de seguro James estaba tramando algo más elaborado…
El fuerte silbido de la máquina anunció que era hora de abordar el tren, interrumpiendo sus pensamientos. Alumnos de diversas edades se despidieron rápidamente de sus familias y comenzaron a subir, relajados ante la expectativa de tener todo un viaje por delante en el que podrían ponerse al día sobre el verano de cada uno, pero no era el caso de James, Sirius y Peter, que se miraron con expresiones de pánico porque Remus todavía no llegaba…
Subieron, colgándose de las escaleras para abordar, dando una última mirada a su alrededor por encima de todas las cabezas, pero no había rastro de él. El tren comenzó a ponerse en marcha de manera lenta, y no les quedó de otra que entrar aunque estuvieran preocupados.
Fue en medio del pasillo del Expreso de Hogwarts que los tres chicos se encontraron, prácticamente por casualidad, con un chico alto, desgarbado y de cabello castaño que venía totalmente desconcentrado y con el pelo más revuelto que el del propio James. El licántropo no se dio cuenta de la presencia de sus entretenidos amigos hasta que casi chocó de frente con ellos.
- Pero señor prefecto, mire donde nos venimos a encontrar – dijo James sonriendo abiertamente.
- ¡Chicos, hola! – musitó sorprendido y también sonriente -. ¡No los había visto! ¿Cómo han estado? ¿Ya tienen un compartimento?
Sirius lo miró de arriba abajo y soltó un instigador silbido.
- Por cómo te ves, pareciera que te estabas dando el lote con alguien – lo molestó el chico.
- ¡¿Yo?! No. Claro que no.
- ¡Por Merlín, le he dado en el clavo! ¡Te conozco!
- ¡Sirius, yo no…!
- ¡¿Con quién ha sido?! – preguntó el de gafas, muerto de risa.
Un carraspeo tras de ellos irrumpió la conversación. Los tres se hicieron a un lado para dejar de taparle el camino a quien fuese que estaba ahí, haciendo sonar su garganta apropósito, y medio palidecieron al encontrar a Mary McDonald con cara de pocos amigos, luciendo amarga por haberlos escuchado hablar de su ex con otra chica.
- Hola Mary – saludaron los cuatro al mismo tiempo. Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas, dio media vuelta y echó a correr por el mismo pasillo por el que venía.
- Les digo que Remus es un donjuán – musitó Sirius mirando como la alumna de Gryffindor desaparecía tras pasar por un cúmulo de alumnos.
- ¿Creen que deba ir tras ella? – preguntó el licántropo sintiéndose algo culpable.
- Nah, vamos a entrar a un compartimento antes de que se acaben todos – respondió Peter.
Se pusieron a caminar por el pasillo, saludando de tanto en tanto a amigos y alumnos que les eran conocidos, emocionados de haberse encontrado a Remus y la expectativa de ponerse al día sobre todo lo que había hecho el chico durante su verano. Es más, no podían esperar, impacientes, revisando cada compartimento, pero todos estaban ocupados y ellos necesitaban conversar en completa privacidad.
Fue recién en ese momento que el licántropo le dio un buen vistazo a sus amigos: James y Sirius estaban muy cambiados. El primero estaba más bronceado que nunca y lucía muy en forma también, pese a que su cara no había cambiado tanto… Y Sirius llevaba el cabello exactamente igual que el de un rockero cualquiera, había sacado cuerpo y lucía como un matón típico dentro de la familia Black. Peter estaba más o menos igual.
Caminaron un poco más hasta que finalmente dieron con un compartimento que estaba vacío en la zona C del tren. Pese al frío que hacía en las afueras, los vagones estaban calurosos debido a todo el encierro y tenían un olor extraño. Los cuatro alumnos se sentaron en las butacas tan pronto como terminaron de colocar sus bolsos y maletas en las rejillas sobre los asientos.
- ¡Jodido Remus Lupin! – exclamó James una vez que estuvieron a solas, dando rienda suelta a su felicidad -. ¿Se puede saber dónde has estado todo este tiempo sin decir una sola palabra? Maldito malagradecido, estábamos tan preocupados por ti.
- ¡Caramba, Remus! – contraatacó Peter, sin darle tiempo para responder a la primera pregunta. El rubio miraba al licántropo de pies a cabeza, como si fuera la primera vez que lo veía -. Te ves atractivo. Quizás demasiado atractivo. Ahora debo verme como el más feo de los cuatro – reflexionó.
- Mierda, Colagusano se ha enamorado de Moony – dijo Sirius, fingiendo preocupación, y luego le dio una sugerente mirada a Remus, como para corroborar que el comentario de Peter tenía una base fundada.
El licántropo estaba mucho más alto y flaco que en cualquier otro momento. Finalmente había sobrepasado a Sirius para convertirse en el más alto de los cuatro amigos. Pero, además del cambio en su porte, su rostro se enmarcaba por una corta barba castaña de unos pocos días que le daba un aspecto mucho más maduro. En adición a sus nuevas cicatrices, sin duda se veía más varonil.
- Basta ya – pidió el chico, riendo, algo sonrojado -. No exageren.
- Oye, adonis, pero hablando en serio. ¿Dónde estuviste todo este tiempo? – retomó el de gafas, presa de su curiosidad -. ¿Te infiltraste con los hombres lobo? ¿Ha sido arriesgado? – preguntó sin fingir la emoción que sentía en vez de mostrarse preocupado, como hubiese debido.
- ¿Viste al que no debe ser nombrado? – preguntó Peter, algo temeroso.
- ¿O a Greyback? – volvió a preguntar James mientras ofrecía un cigarrillo a todos los presentes desde su cajetilla.
Remus miró hacia fuera de la puerta del carrito para asegurarse que no hubiese nadie al otro lado que pudiera oír algo de lo que les quería contar; que la agrupación de hombres lobo en la que había entrado quizás no era lo que ellos habían pensado inicialmente, pero era algo secreto después de todo. De todas formas, James había estado practicando el encantamiento de impasibilidad durante el verano (para cuidar su intimidad con Céline en la pieza del hotel donde dormían) y se le daba bastante bien. Un movimiento de varita, y la habitación quedó completamente resguardada de que alguien escuchara lo que ocurría dentro.
- Nada de eso – respondió finalmente, algo entretenido -. No ocurrió nada de lo que creen. La organización que me estaba mandando esas cartas no estaba de parte de Voldemort ni de los mortífagos. No era lo que nosotros pensábamos.
- ¿Ah, no? – preguntó decepcionado.
Los tres estaban confundidos, así que el chico no perdió más tiempo y comenzó a contarles todo lo que había vivido ese verano con lujo de detalles. Había partido por relatarles sobre aquella noche en la que, sin saber con qué se encontraría, fue al encuentro en un pasaje de mala muerte de George Yard y terminó por descubrir que había un grupo de hombres lobo que pensaban como él, y que habían sido reunidos por Alden.
Les contó también sobre lo que lo había mantenido tan ocupado durante ese verano y de qué se trataban sus misiones: Buscar y seguirle la pista a hombres lobo que no estuviesen en el registro (la enorme mayoría de ellos), para convencerlos de unírseles a ellos en vez de a Voldemort y los mortífagos. No era nada demasiado glamoroso.
- Solo yo fui a ver a cuatro – contó -. Te cierran la puerta en la cara. A la mayoría les preocupa más que alguien sepa de su condición de licántropo que la guerra en sí... En este tiempo que estuve con ello solo se nos unió un tipo, y creo que fue porque conocía a Silas de antemano…
- Pero suena genial – replicó James, genuinamente interesado en el tema y algo envidioso de que su amigo hubiese estado haciendo algo tan entretenido durante sus vacaciones -. ¿Te das cuenta de que estás haciendo algo realmente importante en medio de la guerra?
- Es como una especie de sabotaje anticipado, supongo – reconoció el chico.
- Es arriesgado – se metió Peter, algo irritado. Parecía que le ponía de mal humor que sus amigos celebraran algo así -: ¿No lo escucharon? A Alden lo mataron los mortífagos porque sabían que estaba en esa organización. ¿De verdad creen que es genial que Remus se esté jugando el pellejo de esa manera?
Nadie dijo nada, porque el chico tenía razón. Remus también lo había pensado y sabía que lo que hacía era en extremo arriesgado… Pero, ¿qué opciones tenía en ese momento? Sin esperarse demasiado, ayudar en ese grupo secreto aunque le trajera miles de frustraciones por no obtener resultados, también le había dado una enorme satisfacción.
- La verdad es que no tengo como rebatirlo – confesó, encogiéndose de hombros -. Pero, por una vez, me gusta sentirme orgulloso de ser un hombre lobo en vez de sentir culpa o vergüenza, para variar.
- No quise decir eso… - se excusó el rubio.
- Lo sé. Solamente digo – replicó, tranquilo. Luego miró a Sirius -: ¿Y tú no me vas a decir nada? Estás actuando muy raro, ¿estás borracho?
- No. Pero accidentalmente me fumé un porro antes de venir a la estación esta mañana.
- ¡Qué va!
- Es verdad si quitas la parte de "accidentalmente" – corroboró James con una expresión perezosa, como si ya estuviera cansado de las estupideces de su mejor amigo -. Le dije que no era buena idea, pero nooooo… "Es mi última oportunidad antes de ir a Hogwarts" – dijo poniendo una voz falsa y aguda.
- Igual escuché todo – se defendió el aludido mientras se daba una sonora palmada en la cara - ¿Lo ves? Estoy despierto. Y hay algo que me interesa sobre toda esta historia, mucho.
- ¿Qué? – preguntó con algo de gracia.
- Esa chica que mencionaste, Laurian o como sea que se llame… - Fue lo primero que atinó a decir, mientras veía como Remus se ponía incómodo automáticamente -. Te gusta, ¿verdad?
- ¿Eso es lo único que te importa? – le recriminó James, algo entretenido, mirando al castaño para tantear su reacción ante la pregunta.
- ¡Pregunto para que Colagusano no se haga ilusiones con Lunático antes de tiempo!
- No me gusta – se apresuró a contestar el chico, mintiendo –. Colagusano, tienes el camino despejado a mi corazón, si eso quieres.
- ¡Yo no…! – empezó a replicar el más bajo de los cuatro, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que le estaba siguiendo el juego a sus amigos, justo como querían.
Entonces, zanjado el tema del corazón de Remus, James urgió a sus amigos para retomar el tema principal, intentando ahondar en el asunto de los hombres lobo sin más distracciones. Había algo que quería saber puntualmente y se relacionaba con el estado de animo de su amigo licántropo, considerando lo mal que lo había visto dos meses atrás en la lechucería de Hogwarts…
- ¿Se podría decir que todo esto fue una experiencia positiva para ti, Moony? ¿Estás seguro de que puedes confiar en ellos después de esas cartas que te enviaron en Hogwarts?
El chico asintió y les explicó rápidamente la discusión que había tenido con Alaster cuando había descubierto que siempre se había tratado de él. Sus sospechas y desconfianzas iniciales, y cómo lo había convencido de que estaban del mismo lado. No entró en mayores detalles para no alargar demasiado la conversación y aburrirlos con el tema, pero quería hacerles saber a sus amigos que había conocido bien a esas personas durante el tiempo que estuvo con ellos, y lo cómodo que se sentía junto a ellos.
- Si soy sincero… Inicialmente me sentí muy a gusto al estar con gente como yo… Me sentí muy libre, y aprendí mucho sobre mí mismo… - comentó sintiéndose ligeramente avergonzado por estar revelando cosas tan serias e íntimas sobre él -. Pero, finalmente, me di cuenta de que necesitaba volver al verdadero lugar en el que me siento a gusto conmigo mismo. Con ustedes.
Ninguno de los tres pudo evitar sonreír ante el sentimental comentario, aunque tras bajar la guardia por ese corto segundo, vinieron las bromas y golpes amistosos en las costillas. Todo eso que, justamente, Remus había extrañado durante ese verano. Todos, en sus diferentes situaciones lo habían hecho.
- Mierda, no me había preparado para algo tan profundo – comentó Sirius en tono reflexivo.
- Me alegra que la experiencia te haya servido para poner tu cabeza en orden, Remus – le dijo James -. Ignora a este pedazo de imbécil que no tiene idea ni siquiera de dónde estamos en este minuto.
- Viajando a Escocia en el expreso de Hogwarts – replicó Sirius -. Y todavía quiero saber sobre esa chica. ¿Te liaste con ella, o no?
- Bueno, sí… - comentó algo tenso. No sabía si quería contarles lo que había pasado con ella, así que mientras lo decidía, se mantuvo bastante escueto y misterioso -. Es que… No es como una relación, ni nada. Solo me acosté con ella.
- Vaya, ¿en serio? – preguntó Peter.
Para él era extraño escuchar a Remus hablando de esa forma. Siempre se había acostumbrado a que el licántropo y él fueran los tranquilos de ese cuarteto en donde James y Sirius se llevaban todas las aventuras alocadas, pero ahora parecía que solo él era un adolescente común y hasta aburrido, que se había quedado en casa durante sus vacaciones, haciendo cosas normales mientras los otros se iban de viaje o se infiltraban en organizaciones secretas… No sabía cómo sentirse al respecto.
Si pensaba en el Peter de dos meses antes, antes de salir de Hogwarts, no había habido ningún cambio sustancial ni en su personalidad, ni en su madurez, ni tampoco en su físico. Pero sus amigos parecían haber cambiado un buen tanto y ser completamente diferentes en un periodo muy corto de tiempo. James parecía más maduro, a diferencia de Sirius que había ido para atrás. ¿Y Remus? Estaba más enigmático que nunca.
- La verdad es que no quiero volver a pasar por lo mismo que pasé con Mary… - añadió el licántropo, sincerándose.
Ahora, James lo entendía perfectamente. Un corazón roto no era nada entretenido… Todavía no se encontraba plenamente recuperado de su propia historia de amor de verano, pero sabía que si lo decía en voz alta solo iba a conseguir que Sirius se burlara de él.
- Oye, Remus. No es que no esté disfrutando de tus historias, pero… ¿No deberías ir con Lily a patrullar los pasillos o algo así? – le preguntó Peter a su amigo con recelo.
- Bueno, debería – admitió -. Mi comportamiento como prefecto del año pasado dejó mucho que desear, pero me quedaré con ustedes. Sé que Lily entenderá si la dejo sola por hoy.
James aprovechó el momento para continuar con las confesiones y puso al día a Remus sobre su temporada de Quidditch en Orell junto a Céline y sobretodo, la noticia de que le habían ofrecido un importante trato para, eventualmente, formar parte de la selección de Quidditch nacional.
- ¡No te lo puedo creer! – dijo sonriendo con fascinación, completamente orgulloso y genuinamente feliz por la fortuna de uno de sus mejores amigos -. ¡Felicidades, James! Te lo mereces.
- ¡La selección nacional de Quidditch! – dijo un emocionado Peter, que todavía no dejaba de estar impresionado. Vivía su vida soñada a través de James.
- Sí, en noviembre llegará Pipel a verme jugar – corroboró el moreno.
- Wilberforce – corrigió Sirius, riendo.
- Wilberforce – repitió James, quien sabía que se venía aquel comentario.
- ¡Espera a que Snape lo sepa! – gritó Peter, sobándose las manos con malicia.
Siguieron conversando sobre todo lo que hicieron en las vacaciones y el tiempo pasó volando. James y Sirius le contaron a Remus la macabra velada que habían tenido con el señor y la señora Black antes de escapar de su casa. El licántropo estaba sorprendido, por supuesto, pero en el fondo sabía que los Black eran capaces de hacer cosas así de terribles.
Finalmente habían tocado el tema de Céline cuando ya había anochecido, pero para mala fortuna de James, justo en ese momento la puerta de su compartimento se abrió y aparecieron dos chicas al otro lado. Parecía que no se habían dado cuenta de que en el carro iban Los Merodeadores y no cuatro chicos cualesquiera, porque cuando lo notaron compartieron una mirada y risitas coquetas. Se trataba de dos chicas de quinto año de Hufflepuff, llamadas Anne Kepner y Miranda Warren.
- ¿Podemos sentarnos aquí? Estábamos en el comedor y llegaron esos idiotas de Slytherin.
- ¿Quiénes? – preguntó Sirius. James aprovechó la oportunidad para darle un improvisado manotazo, lo que en idioma de merodeador significaba que se comportara como la gente decente y no dejara que se le notara que estaba colocado.
- Mulciber y esos tipos horrorosos – dijo Miranda.
- Claro, quédense aquí – dijo Remus haciéndole espacio a las chicas, que volvieron a mirarse emocionadas. Podía entender a la perfección que cualquier persona cuerda no quisiera compartir el aire con Mulciber y su pandilla.
- ¡Me muero de hambre! Ojalá haya papas asadas en el banquete de esta noche – comentó Peter, mientras se desperezaba en su lugar.
- Seguro que sí.
James desordenó su cabello apropósito mientras intuía que no quedaba demasiado para llegar a Hogsmeade, así que tampoco había mucho tiempo si quería volver a fumar un cigarro. Abrió una cajetilla y volvió a ofrecerle un cigarro a todos los presentes, incluyendo a las dos chicas de Hufflepuff, siendo rechazado por todos menos Sirius. Colocó un cigarro en su boca.
- Escuché que Marlene McKinnon fue elegida delegada este año. – Una de las chicas le comentó a la otra en un susurro, la que asintió ya al tanto de la noticia.
- Junto con Fabián Prewett.
- ¿Ah, sí? – se metió Sirius, no muy educadamente -. ¿Prewett?
Fabián y Gideon Prewett eran dos gemelos que acababan de pasar al último año, en Gryffindor. No se llevaban demasiado bien con Los Merodeadores: Eran guapos, simpáticos, populares y demasiado correctos, a gusto de ellos. Eran algo así como su competencia más directa con el alumnado, los profesores, y sobre todo, con las chicas.
James miró hacia un punto lejano con hastío. Ya había tenido un percance con Gideon un par de años atrás: Estaba en cuarto año y acababa de ser nombrado Capitán del equipo de Quidditch de Gryffindor. Gideon Prewett era un bateador del equipo con anterioridad, y no le pareció nada de bien tener que presentarse a las pruebas como cualquier otro. Le gustó aún menos cuando su nuevo capitán le informó que colocaría a Sirius Black en su posición.
- No era tan buen jugador, Sirius era mucho mejor – comentó mientras le daba una calada profunda a su cigarro. Las dos chicas de Hufflepuff parecía encantadas de poder escuchar todo aquello de primera fuente -. No tuvo nada que ver con que fuera mi mejor amigo, pero aun así el idiota me hizo mala fama en todo el castillo.
- También se las pagaron contigo, ¿no, Sirius? – añadió Peter con una risita. Tras lo ocurrido, Fabián Prewett repentinamente se había interesado en la misma chica que Sirius estaba intentando cortejar y había conseguido enamorarla primero.
- Algo así.
- Pues, escuché que Fabián está perdidamente enamorado de Marlene, y que intentó enamorarla durante todo el verano. Sus familias son amigas y se pasaron todas las vacaciones juntos – continuó cuchicheando Miranda, viendo que sus chismes eran bien recibidos -. Sin embargo, ella no lo tomó muy en cuenta.
- Espera, ¿Prewett está enamorado de Marlene? – preguntó Sirius, colocando una enorme y pícara sonrisa.
- Cuidado con lo que estás pensando, Padfoot – pidió Remus, que conocía demasiado bien a su amigo como para saber que se iba a empecinar en quitarle a la chica y vengarse por algo que había pasado hacía dos años atrás.
El breve viaje continuó como si nada y en un abrir y cerrar de ojos habían llegado a la estación de Hogsmeade en donde un mar de alumnos usando capas negras repletaron la estación. Hagrid se abrió paso llamando a los chicos de primer año para llevárselos a dar un paseo en bote. Bastaba solo una mirada para darse cuenta de lo cambiado que estaba Hogsmeade por la guerra… Como si se tratara de un pueblo fantasma.
Los cuatro chicos se alejaron de la estación para dirigirse a uno de los carritos que año a año los llevaban hasta las puertas de Hogwarts. A penas Peter se sentó junto a James, éste saltó en su asiento como si acabase de picarlo una víbora en el trasero, recordando repentinamente algo muy importante.
- ¡Mierda, Remus, casi me olvidaba!
- ¿Qué?
El moreno rebuscó algo en los bolsillos de sus pantalones, palpando rápidamente en diferentes partes, hasta que finalmente dio con algo. Sacó un arrugado sobre de papel gastado y se lo estiró a su amigo, haciéndole entrega tardía de los resultados de sus T.I.M.O., colocando una inocente sonrisa de arrepentimiento por no haberse acordado antes.
Remus se puso tan ansioso por saber sus resultados que no tuvo tiempo de recriminarle la tardanza, abriendo la carta a toda velocidad para ver sus resultados, y una vez que los supo, miró a sus amigos con sorpresa.
- ¿Y bien? – preguntó Peter, nervioso.
- He aprobado todo – anunció con una enorme sonrisa.
