N/A: ¡Bienvenidas Kiza-Namikaze y AraminaCarstairs! Gracias por leer este fanfic ^^ Espero que les haya gustado hasta ahora. Evasis: Me alegra que te haya gustado el capítulo anterior y sip, yo también me imagino a Remus así, con barbita y aspecto varonil y… En mi mente no se ven como de 16 años jajaja Tengo que pedirte perdón, todavía no he podido retomar Cartas Entrelazadas. He estado super ocupada u.u Me he tardado un montón en escribir este capítulo, y no creo que sea mi mejor trabajo… Espero que te guste, y juro que como sea me pondré al día con tu fanfic. Promesa de merodeadora (y esa sí que no se puede incumplir). Sangito: No sé como interpretar tu "que no lo haga sufrir! No quiero verlo sufrir!", siento que me podrías estar diciendo todo lo contrario (con lo mucho que amamos el sufrimiento y la vulnerabilidad merodeadora xDD) Sirius recién está empezando en eso de ser idiota, yo solo diré eso. Espero que te guste el prox capi c:

8

Hassel Rivaille

Era la sexta vez que los Merodeadores hacían la 'primera entrada del año' al Gran Comedor para disfrutar de la ceremonia de selección y el posterior banquete de inicio del año escolar, y aun así… No había forma de acostumbrarse a esa sensación sobrecogedora de regresar a Hogwarts y a la oleada de nostalgia que hacía que su piel se erizara de la emoción cada vez que avanzaban entre las largas mesas, recordando lo que habían sentido la primera vez, cuando solo eran unos niños pequeños. Después de todo, Hogwarts era el mejor lugar del mundo, el escenario que representaba una nueva oportunidad de tener aventuras y travesuras que aún ni se les ocurrían.

Avanzaron en fila entre alumnos y alumnas de distintas edades y alturas mientras examinaban todo con la mirada. La profesora McGonagall no se veía por ninguna parte, así que de seguro se encontraba con los de primer año en la escalinata para darles las instrucciones pertinentes para la ceremonia de selección. En realidad, todos miraban a la mesa de los profesores por otro motivo: La curiosidad por saber quién era el profesor de Defensa contra las Artes Oscuras, que cambiaba cada año.

Remus le dio un suave codazo a James para llamar su atención, y luego apuntó hacia el final del Gran Comedor con un sutil gesto de cabeza; había una mujer de unos cincuenta años, alta y delgada, con una expresión muy seria y amenazadora, sentada en primer lugar a la derecha justo al lado de Slughorn. Parecía estar haciendo una inspección de todo el lugar y del personal con la mirada, y los alumnos que se habían percatado asumían que de seguro sería una profesora muy dura y desagradable…

- ¿La conocemos de algún lado? – preguntó el moreno de gafas.

- Se ve encantadora – comentó Peter en tono irónico.

- No, pero en serio, me parece conocida de alguna parte…

- Si entrecierras un poco los ojos, es como la versión femenina de Quejicus – opinó Sirius al mismo tiempo que se sentaban en un espacio lo suficientemente vacío para que cupieran los cuatro sin problema, en la mesa de Gryffindor.

En el taburete del lado contrario, a escasos centímetros, estaba Lily Evans sentada en medio de sus compañeras de generación, Allie Hamond y Batsheba Prince. James no pudo evitar notar que la bella colorina tenía los ojos un poco rojos e hinchados, como si hubiese estado llorando. Ella no se dio cuenta de la atención que le dedicaba el chico, armándose una trenza de lado con la mirada perdida en un punto lejano de la mesa, hasta que Sirius soltó un ruidoso silbido.

- Hamond, vaya. Te ha hecho bien el verano – comentó mirándola sugerentemente. La chica le devolvió el "cumplido" rodando los ojos, pero no pudo esconder que sus mejillas se habían puesto coloradas.

- ¿Qué hay, Lily? – Interrumpió Remus, saludándola con una enorme sonrisa, y antes de darle tiempo para replicar algo, se inclinó hacia ella y le susurró -: Por favor, discúlpame por no haberte acompañado hoy en los deberes de prefecto. Juro que tengo una muy buena excusa. - La pelirroja lo entendería todo cuando él le contara que estuvo lejos todo el verano por entrar en una organización secreta, y lo mucho que necesitaba ponerse al día con sus amigos durante ese viaje (Y hasta enterarse del resultado de sus T.I.M.O.), pero no podía evitar sentirse algo culpable.

- ¡Remus! – dijo con sorpresa, como recién dándose cuenta de quiénes se habían sentado frente a ella. Sonrió genuinamente tras verlo por primera vez después de ese par de meses de ausencia, y terminó por reconocer algo complicada -: Vaya, yo pensé que tú… Estem… Es que yo tampoco realicé mis deberes de prefecta.

- ¿Ah, no?

- No, después te explico – respondió haciéndose la que no quiere la cosa.

Quizás a los demás no les interesaba lo suficiente como para sacar conclusión, pero James estaba seguro de que todo había sido culpa de Dave Stahl. Claro, después de haberlo alejado de ella en el andén 9 y ¾, lo más seguro era que el tipo la hubiese vuelto a abordar dentro del tren, arruinando su patrullaje de prefecta y siendo la causa de las lágrimas de la chica. Nunca le había caído demasiado bien, pero ahora había decidido que el Ravenclaw era sus alumnos menos preferidos dentro del castillo…

- Evans – llamó muy serio, haciéndose tronar los dedos -. Si me lo pides, le saco la mierda ahora mismo.

La chica puso una falsa expresión de molestia ante el hecho de que el muchacho sacara el tema de su ex novio y llamara la atención de los demás, pero sin poder evitarlo, terminó por reír un poco ante el comentario. No podía negar que la idea de que Dave obtuviera su merecido era atractiva, y James sugiriéndolo, era bastante tierno…

- No te preocupes, Potter.

- Ah, claro, eres una prefecta y se podría ver feo si me pidieras algo así, pero no tienes que decirlo directamente. Parpadea una vez y lo hago – le susurró el chico, guiñándole un ojo.

- ¿No crees que es demasiado ir a golpearlo frente a todos los profesores? Digo, incluso para ti.

- Veo que te está tentando la idea, Evans – dijo sonriendo satisfecho -. ¡Porque voy, en serio! Y le doy un espectáculo del primer nivel a todo el Gran Comedor.

- No voy a negar que se lo merece – contestó la chica en un tono casi inaudible.

Remus, que no había tenido idea de que esos dos hubiesen estado peleados, se sorprendió. Algo muy grave debía haber pasado entre ellos, considerando que durante el quinto año nunca habían tenido ningún problema como pareja (que él supiera, al menos) y se andaban juntos para arriba y para abajo.

- Quiero comer, quiero comer, quiero comeeeeeeer – interrumpió Sirius golpeando la mesa con sus cubiertos, con la impaciencia y el hambre propia de los efectos de haber fumado horas antes.

Justo en ese momento, las enormes puertas de madera maciza que daban hacia el Gran Comedor, se abrieron de par en par con un fuerte sonido que atrajo la atención de los presentes. Cientos de alumnos giraron sus cabezas para mirar como entraba un grupo de niños pequeños con expresiones de asombro ante el impactante cielo estrellado, y otros con sus rostros temerosos ante la expectativa de ser sorteados. El taburete en donde descansaba el Sombrero Seleccionador se encontraba justo en frente de la mesa de profesores.

Casi una hora después, la mayoría de los alumnos ya habían perdido por completo la atención de lo que estaba ocurriendo con los estudiantes nuevos e intentaban que no se notaran los rugidos de sus estómagos vacíos. El silencio que había cubierto el lugar mucho antes había sido remplazado por el zumbido generalizado de los susurros que venían de las cuatro mesas. Sirius hizo una imitación de Filch que hasta les había sacado una sonrisa a Lily y un par de carcajadas a sus amigos. La profesora McGonagall, aun de pie junto al taburete (y con un pergamino estirado en las manos) les había mirado con total severidad desde lejos.

James se había dado cuenta de que ese año no podría hacer demasiadas travesuras ni aunque quisiera. Sabía que su comportamiento tendría que ser más o menos ejemplar, porque una vez que todos se enteraran de lo que estaba en juego con el cazador de talentos, la profesora McGonagall y los demás maestros lo castigarían con prohibirle jugar Quidditch en caso de que se portara mal. No podía dar motivos para arriesgarse a tener "un pie fuera" del colegio teniendo un objetivo tan claro como lo era impresionar a Pipel.

- ¡Ravenclaw!

Hubo un estruendo de aplausos de parte de la mesa que recibía a un muchacho bajito de cabello rubio, el último en ser sorteado durante esa ceremonia. La profesora McGonagall caminó en dirección hacia la mesa de profesores al mismo tiempo que Dumbledore se ponía de pie para acercarse al pedestal desde donde daría el discurso anual, y Filch se llevaba el taburete y el remendado sombrero de color café trotando por el pasillo de manera algo ridícula.

- ¡Unas breves palabras de bienvenida! – exclamó el director, Albus Dumbledore, como ya era tradición, mientras todos esperaban a ver cuáles serían las palabras de ese año: - ¡Sitares, bombillas, paracaídas, albaricoques! – Sonrió, satisfecho de sí mismo, escuchando uno que otro aplauso en la lejanía.

Los cuatro chicos (y la mayoría de los presentes) volvieron a prestar atención, muy interesados en saber quién era esa seria mujer que se veía colmando la mesa de los profesores. Claro, no había que ser un genio para deducir que el único puesto bacante era el de Defensa contra las Artes Oscuras, porque todos los años era igual, pero sí llamaba la atención de todos que se tratara de una mujer, pues, sería la primera vez en más de seis años que no veían a un hombre en ese puesto.

- ¡Bienvenidos a un nuevo año en Hogwarts! – saludó el director con sus brazos alzados hacia el alumnado, antes de bajarlos y continuar: - Antes de proceder a llenar nuestras barrigas con un delicioso banquete, debo señalar algunas cosas puntuales. En primer lugar, nuestro celador, el señor Filch, me ha pedido recordarles que todo cohete o artefacto explosivo de Zonko o similares está estrictamente prohibido, especialmente aquellos que lanzan serpentinas durante veinte minutos seguidos. – Miró fijamente a James y a sus amigos, quienes pusieron sus mejores sonrisas inocentes.

El anciano mago continuó hablando y repitiendo las reglas usuales del castillo sobre qué pasillo estaba prohibido y cuál no, sobre cómo nadie podía entrar al Bosque Prohibido bajo ninguna circunstancia (Remus creyó ver que el director volvía a mirarlos de reojo), al igual que acercarse al Sauce Boxeador debido a su peligrosidad, y tantas otras cosas que ya se sabían de memoria pese a que la mayoría del alumnado no siempre cumplía estrictamente con las normas…

- Bien, ahora que hemos repasado lo principal, permítanme anunciarles que este año contaremos con las esporádicas visitas de dos personas muy importantes - informó con una sonrisa, y luego realizó una pequeña pausa para crear un poco más de expectativa entre sus oyentes -. En primer lugar, nos visitará el señor Wilberforce Pipel, cazador de talentos de la selección nacional de Quidditch, para observar jugar a nuestro talento local, el señor James Potter.

El mencionado chico, tras ser pillado completamente desprevenido por el anuncio, se encogió ligeramente en su lugar cuando un atronador aplauso general inundó el Gran Comedor. Bueno, no precisamente general porque en la mesa de Slytherin casi nadie lo hizo. Sirius y Remus aplaudían felices mientras Peter celebraba deleitándose por la situación más de lo que el mismísimo James lo hacía. Más de algún compañero de Gryffindor sentado cerca de él le levantaba los pulgares o le decía alguna cosa para felicitarlo.

Lily, en cambio, lo miraba con total sorpresa. Le llamaba la atención, sobre todo, que James no hubiese saltado a contárselo a todo el mundo y hubiese alardeado sobre eso en el expreso de Hogwarts. Normalmente el viaje de Londres a Hogwarts bastaba para que el líder del popular grupo de chicos le hiciera saber a todos alguna cosa ridículamente fantástica que había hecho durante el verano (Como aquel año en que se celebró el mundial de Quidditch, cuando se encargó de contarle a todos cómo una Quaffle había caído directamente en sus manos mientras él se encontraba en el público, y cómo Ludo Bagman se la había autografiado por su buena suerte).

Con esa noticia, los aplausos habían sido seguidos de murmullos y cuchicheos por todo el salón y el chico de cabello revuelto pasó a ser el centro de atención de todo el mundo, excepto en la mesa de los de Slytherin, en donde el ambiente entre los de sexto era fatal. Si las miradas pudieran matar, ya hubiese recibido cinco estocadas fatales. Snape llegaba a tener la piel cetrina, como si la sola noticia le hubiese dado nauseas. Un poco más allá, Regulus también miraba con odio contenido, aunque podía ser tanto para él como para Sirius.

- Sí, sí, muy bien, señor Potter – continuó Dumbledore con una sonrisa cómplice, y luego levantó un poco la voz para hacerse notar entre la bulla y retomar las riendas de su discurso: - Y en segundo lugar, nos acompañará Caecilia Greengrass, secretaria del Ministro de Magia. - Hizo un gesto para presentar a aquella mujer severa y estirada, de piel blanca y cabello negro azabache recogido en un moño.

James palideció, pues tras escuchar el nombre finalmente había sabido de dónde se le hacía conocida esa mujer: Era la madre de Violenta Greengrass, que ese mismo verano había asistido a la reunión social en su casa la noche en la que su padre había sido atacado. Sabía que aquella mujer, al igual que toda su familia, era una purista de la sangre y no podía creer que estuviese allí y mucho menos su importante cargo dentro del Ministerio de la Magia.

- ¡¿Esa mujer es secretaria del Ministro?! – preguntó escandalizado, aunque no lo suficientemente fuerte como para que se escuchara fuera de su radio cercano.

- ¿Qué tiene? – preguntó Peter.

- ¡Es la madre de Violenta! - El comentario no pareció llamar la atención de ninguno de sus amigos, pero sí de Lily que lo miró con los ojos entornados y una expresión suspicaz, probablemente temiendo lo mismo que él.

Sin embargo, la atención de la mayoría estaba puesta en otra interrogante: Aclarada la identidad de aquella misteriosa señora, volvía a quedar bacante cierto puesto, y los comentarios no demoraron en hacerse notar.

- Entonces, ¿quién será el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras? – preguntó un chico de quinto año muy cerca de ellos.

- ¿Y si Dumbledore no encontró a nadie después de que asesinaron a Adam Belby? – preguntó Peter.

- ¡Quizás Dumbledore vuelva a hacer clases! – se metió otro alumno de quinto año, de apellido Romer, a quienes los Merodeadores conocían bien -. ¿No creen que sería genial?

- Sí, pero… - Remus miró al director y luego, volvió a mirar hacia Romer -. Ningún profesor dura más de un año en el puesto.

- Podría significar simplemente que volverá a ser director una vez terminado el año - interrumpió una estudiante cuyo nombre no conocían.

- Y ahora, con mucho orgullo, permítanme presentarles a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras… - proclamó una vez más el director, y hasta los Slytherin más desinteresados, le miraron: - ¡El profesor Hassel Rivaille!

En vez de levantarse alguien de la mesa de profesores, como era usual, Dumbledore alzó su mano hacia la puerta principal del Gran Comedor, la que se abrió de par en par dejando entrar a un hombre joven en medio de una oleada de murmullos y comentarios ahogados. Los alumnos de las distintas casas se ponían de pie en sus asientos o se inclinaban en un intento para ver mejor a Hassel Rivaille, pues, no era cualquier mago, sino una especie de leyenda entre el mundo mágico. El hombre caminó a paso decidido hacia la mesa de profesores, sin dejarse amedrentar por toda la atención que estaba recibiendo (o al menos eso aparentaba muy bien).

Mitad búlgaro y mitad francés, a su corta edad de treinta y dos años ya se había hecho la fama de ser una de las personas más diestras en artes oscuras, eso incluyendo al mismo Voldemort. Hasta el año anterior hacía clases de Artes Oscuras en el Instituto Durmstrang, y de tanto en tanto también realizaba trabajos de suma importancia y secretismo para Ministerios de otros países (o al menos eso se rumoreaba entre la comunidad mágica).

Las alumnas también lo miraban con especial atención, y ni siquiera había que preguntarse por qué. El misterioso profesor era muy atractivo; alto y de facciones afiladas, con penetrantes ojos de color esmeralda que contrastaban notablemente su piel mate y cabello dorado. Se notaba que iba a ser el tema principal de conversación de todos durante días…

- ¡Es Hassel Rivaille!

- ¡Esto es increíble!

- ¡Es más poderoso que Voldemort!

- Escuché que fue expulsado de Durmstrang por no poder controlar su magia.

- Yo escuché que él se fue porque lo limitaban demasiado.

Los comentarios resonaban entre las paredes del comedor, al punto de que Dumbledore hizo una pausa consciente para dejar que todos dijeran lo que tenían que decir antes de continuar con su discurso. Fuera como fuese, los Merodeadores estaban encantados de tener un profesor tan competente en su curso favorito, y estaban ansiosos por tener su primera clase.

- ¡Por supuesto! – susurró James para que solo Sirius lo escuchara -. ¡Él debe ser la persona a la que Dumbledore fue a buscar a Rusia! De seguro es parte de la orden.

La voz de Mulciber se hizo notar desde la mesa de Slytherin, justo a sus espaldas.

- Dumbledore trajo a otro fracasado a enseñar a esta escuela. Hassel Rivaille no es ni la sombra de lo que fue alguna vez. ¿No supieron lo que ocurrió realmente en Durmstrang el año pasado?

- ¿Qué? – preguntaba un atento Avery, que a ratos parecía tenerle más admiración a Mulciber que al mismísimo lord Voldemort.

- Rivaille tuvo un duelo con Igor Karkarov y por poco no logra salir con vida. Tuvo que dejar Durmstrang y venir a esconderse debajo del ala de este viejo chiflado.

Algunos alumnos sentados en la mesa de Slytherin le escucharon y parecieron creer automáticamente en la versión del arrogante chico, pero James pensó que había algo más que no estaba contando. Después de todo, Hassel Rivaille tenía una fama espectacular, era casi una legenda viviente, y Karkarov… Bueno, antes de convertirse en profesor de Durmstrang no era nadie conocido en el mundo mágico.

- No creo que este año faltemos a ninguna clase de Defensa contra las Artes Oscuras – dijo Sirius con una sonrisa mientras miraba hacia la mesa de profesores.

Dumbledore volvió a alzar la mano para recuperar la atención de los alumnos, y tras conseguirlo retomó su discurso:

- Ahora que todos los anuncios han sido hechos… ¡Que comience el banquete!

A la mañana siguiente, fue un milagro que los cuatro pudieran estar en pie y desayunando algo antes de que empezaran las clases. Como nunca, los platos frente a ellos estaban casi vacíos y Remus acababa de beber su segundo vaso de agua pura de una sola sentada. Peter, a su lado derecho, miraba su vaso de zumo de naranja con recelo, y frente a ellos, James y Sirius parecían algo enfermos.

- Los odio tanto – murmuró Remus, haciendo reír un poco a los dos de enfrente.

- ¿Creíste que te saldrías con la tuya, Moony? – preguntó James con una sonrisa traviesa.

Había comenzado la noche anterior cuando ya todos se habían ido a sus dormitorios. Era, literalmente, la primera noche que pasaban en el castillo y Remus había creído por un segundo que se irían a la cama como si nada para despertar temprano e ir a clases al día siguiente. Ahora que podía analizarlo en retrospectiva, había sido demasiado inocente para esperar que sus amigos no le tendieran una elaborada trampa.

- Si paso por fuera de la Sala de los Menesteres y pienso "necesito dormir", va a aparecer una cama, ¿no? así que no veo por qué no aparecería alcohol y un caño de baile si "necesito tener una fiesta desenfrenada" – razonó Sirius (más serio de lo que alguien podría pensar escuchando esa conversación).

- Primera ley de Gamp, troll estúpido – le replicó tiernamente su mejor amigo -. No puedes hacer aparecer comida de la nada.

- ¡El alcohol es líquido, no comida!

- Estoy bastante seguro de que obedece a la misma regla.

- Pero no lo sabes.

- No lo sé, pero puedo deducirlo.

- Todo el mundo sabe que la única cosa que no proporciona la Sala de Menesteres es comida. Por descarte, debe proporcionar líquido.

- ¡Que no!

- ¡Que sí!

- Ya no seguiré hablando de esto.

- Claro, odias cuando tengo la razón – lo picoteó Sirius.

- Bien, vamos a comprobarlo inmediatamente – contestó James mientras se ponía de pie y se dirigía a su baúl a sacar la Capa de Invisibilidad.

Había reaccionado exactamente como Sirius quería, y pese a que Remus y Peter pusieron un par de peros que consistían en decirles que podían verificar eso al día siguiente, a plena luz del día, sin perder horas de sueño ni arriesgarse tan pronto a que los castigaran, terminaron saliendo los cuatro por el retrato de la Dama Gorda al rato. Y la capa, claramente ya no los cubría a los cuatro a la perfección, así que se aseguraron de no toparse con Filch u otra persona con el Mapa del Merodeador en mano.

En medio de la noche, cuatro pares de pies se encontraban en medio del pasillo del corredor del séptimo piso mientras una enorme puerta de madera comenzaba a dibujarse en la pared. Peter ya había dejado de repetir lo ridículo de la idea porque estaba demasiado intrigado por saber cuál de sus dos amigos tendría la razón, y Remus ya empezaba a contagiarse de la misma curiosidad cuando entraron.

No había nada en la sala. Estaba completamente vacía, salvo por un juego de sillones justo en el centro.

- ¿Cómo formulaste la necesidad? – preguntó Remus entre risueño y confundido.

- Pues, nada, señor prefecto. Teníamos todo esto planeado – le explicó James mientras sacaba su varita y apuntaba a su bolsillo. Una botella de Whisky de Malta y cuatro vasos fueron saltando desde el pantalón del chico como si se tratara de una gran maleta, gracias a un hechizo de extensión indetectable.

- ¿Es broma? – palideció el licántropo. Beber no le hacía gracia. El Whisky de Malta, menos aún.

- Claro que no. Con Prongs estuvimos hablando y decidimos que debes ponerte al día con todo lo que nosotros tres bebimos en el verano, cuando nos abandonaste. ¿Lo recuerdas? .le recriminó Sirius.

- ¡Estaba en misiones de los hombres lobo!

- ¡Estabas feliz de la vida tonteando con una licántropa!

- Sacamos un promedio y era un poco alto, así que te perdonaremos si bebes… - James levantó la botella en el aire y le dio una sugerente mirada -. La mitad.

- ¡¿Qué?! ¡No!

No era cualquier mitad. Era la mitad de la botella de uno de los alcoholes más fuertes del mundo mágico, el mismo que el año anterior le había hecho hacer el ridículo en medio del Baile del Navidad y recibir un reto colosal de la profesora McGonagall… Pero, poner quejas a sus amigos no sirvió demasiado. No terminaba de quejarse cuando ya entre los tres lo estaban sentando en el sillón a la fuerza, y le acercaban un vaso contra su voluntad…

Y en menos tiempo aún, estaban los cuatro felices de la vida bebiendo, conversando, poniéndose al día en todo lo que no habían alcanzado durante el viaje en el tren, porque no había bastado. También habían hablado de su nuevo profesor, Hassel Rivaille, la nueva celebridad en Hogwarts… Hasta que sin darse cuenta, salieron de allí a una hora en la que simplemente era conveniente ir a ducharse, vestirse y volver a salir para tomar desayuno…

- Tenemos que ir al despacho de la profesora McGonagall para arreglar nuestros horarios según los T.I.M.O. – le anunció el licántropo a sus amigos.

Se sentía fatal, pero al menos él siempre podía mentirle a la subdirectora diciéndole que la luna llena estaba cerca (Gracias a Merlín, realmente lo estaba). Los otros tres tendrían que poner su mejor cara durante la reunión para que no fueran a descubrir que estaba con una gran resaca…

- Da igual mientras quedemos en las mismas materias – comentó James.

A eso de las nueve se encontraron en el despacho de la profesora McGonagall junto a sus compañeras de sexto año para verificar sus horarios antes de continuar con las clases de ese curso, ya que ahora pasaban a ser estudiantes de EXTASIS y todos los profesores tenían diferentes criterios para seleccionar a sus alumnos.

El cielo, de un color gris brillante, iluminaba la habitación en donde se encontraban los nueve alumnos de sexto año de Gryffindor, sentados uno junto al otro delante del escritorio de la jefa de casa. Remus creyó sentir que la cabeza se le partía a la altura de la mitad cuando abrió la puerta del despacho y esa luminosidad le dio en la cara.

- ¿Sensible a la luz, Lupin? – le había preguntado la jefa de casa con una conmovedora mirada de preocupación y simpatía que casi hizo que a Sirius le diera una carcajada.

- Si supiera, profesora – comentó James poniendo la misma cara -. Nuestro pobre Remus.

Una vez que ya estuvieron todos los alumnos sentados y en silencio, la mujer les dio una larga y silenciosa mirada mientras revolvía lentamente una taza de té con limón y parecía que se preparaba mentalmente para lidiar con sus alumnos más revoltosos. Así que primero, para no perder la paciencia tan rápido, comenzó a entrevistar a las chicas y en cuanto terminaba con alguna, le daba su horario y le pedía que se retirara.

Unos treinta y cinco minutos después, solo quedaba Lily junto a ellos.

- Señorita Evans – dijo por fin -. Desde que tuve a Alice y a Frank Longbottom que no había tenido a un alumno que obtuviera semejantes resultados en sus TIMO. – Una sonrisa orgullosa se dibujó en los labios de la adusta mujer -. ¿Han cambiado tus intereses sobre hacer carrera en el Ministerio de la Magia?

James nunca se había preguntado antes cuál carrera querría seguir Lily. Él siempre la había imaginado más bien como una sanadora, alguien que dedicara su vida a curar al resto porque tenía ese perfil dulce y habilidoso… Pero, a la vez, era tan buena en todo lo que hacía, que podía imaginársela ascendiendo en los puestos del Ministerio a la velocidad del rayo... ¿Pero qué departamento le gustaría más a Lily? Esa sí que era una pregunta que no podía responder…

- No, profesora. Mis intereses siguen igual que siempre.

- Bien, entonces tienes autorización para cursar las mismas asignaturas que ya tenías hasta el año anterior, a menos que quieras dejar alguno de los electivos para tener más tiempo libre – el comentario llevaba una sugerencia oculta en el tono, y Lily pareció darse cuenta porque anunció que dejaría de estudiar Historia de la Magia y Astronomía, para sorpresa de los demás presentes.

McGonagall dio un golpecito a su horario de clases, el que comenzó a cambiar automáticamente, y en cuanto estuvo listo se lo entregó para que se marchara.

- ¿Puedo quedarme? – preguntó -. Si a los chicos no les molesta, quiero esperar a Remus y afuera está haciendo algo de frío.

- Claro – respondieron los cuatro al unísono.

- Pettigrew – continuó la subdirectora mirando al siguiente alumno -. Estos resultados superan con creces cualquier cosa que me hubiera esperado de usted, felicitaciones. Se ha notado mucho el esfuerzo que le puso ese último mes del curso anterior, no crea que no me di cuenta.

- Gracias, profesora.

- Me sorprende sus resultados en Transformaciones y en Pociones – comentó mirando unas anotaciones sobre su escritorio -. Dos supera las expectativas. Y tiene un excelente en Encantamientos… - Luego se dirigió al grupo completo -. Francamente va más allá de mi entendimiento pensar cómo lograron estas notas, considerando que los vi tonteando una y otra vez, consistentemente perdiendo el tiempo en vez de estudiar.

- No copiamos, si eso pregunta – aclaró Sirius -. Estudiamos mucho en realidad, solo que de manera más… Práctica.

Era una forma de ponerlo. Haberse convertido en animagos había involucrado que superaran cualquier conocimiento básico de Transformaciones, Pociones y Herbología. Siempre les había ido bien en Encantamientos también, pero hacer el Mapa del Merodeador en el quinto año, y crear sortilegios durante el cuarto año, los había obligado a superar sus propias habilidades natas con creces. No había tampoco necesidad de haberle puesto mucho empeño a Defensa contra las Artes Oscuras, pues era el ramo favorito de los cuatro…

Así que, dadas las cosas, no era ninguna sorpresa que los peores resultados de los chicos se hubiesen dado en las asignaturas restantes: Astronomía no suponía algo que les rindiera alguna utilidad por el momento, así que no se esforzaban demasiado en esa. Cuidado de Criaturas Mágicas y Estudios Muggles habían sido dos electivos que solo habían elegido por ser los más sencillos – en comparación con Runas Antiguas y Aritmancia, claro -. Sobre Historia de la Magia… La mayoría de los alumnos de quinto buscaban deshacerse de ese ramo a penas pudiesen.

- Sí – reconoció después de un momento. Ni siquiera ella podía negar que los cuatro eran inteligentes y talentosos, porque lo había visto con sus propios ojos… - Felicidades, Lupin. Tus notas también son excelentes. Estoy muy orgullosa de ti.

Remus sonrió algo quedo. Haber obtenido diez asignaturas aprobadas no importaba de nada porque era un hombre lobo. Nunca iba a encontrar un trabajo respetable porque cuando cumpliera la mayoría de edad, entraría al registro de los hombres lobo del Ministerio y con eso, nadie en su sano juicio le daría trabajo. Y si es que lograba encontrar algo sin revelar su identidad, en el mundo muggle, por ejemplo… Eventualmente su estado empezaría a notarse, sus faltas cada mes… Le harían preguntas y tendría que escapar como un fugitivo.

Sintió un ligero retorcijón en su estómago cuando escuchó que la profesora McGonagall le preguntó por sus intereses a futuro, pero Sirius se dio cuenta rápidamente de la situación e interrumpió para ayudarlo.

- Pff, vamos apurando la cosa – añadió mirando su reloj en la muñeca -. Nosotros cuatro vamos a tomar los mismos ramos, ¿sí? -. La profesora le dio una mirada glaciar.

- Señor Black, ¿me puede explicar que significa esa "T" entre sus resultados?

- Significa "Trol".

James y Peter comenzaron a reír, pero a la profesora McGonagall no le hacía ni una gracia. Miraba a Sirius con recelo, como si se tratara de un caso perdido, molesta de que alguien de su casa hubiese sacado semejante nota y dejara a todo Gryffindor en vergüenza, y tras verificar con el resto de los resultados del chico, algo le hacía sentir que Sirius lo había hecho apropósito para hacerse el gracioso con el resto de sus compañeros.

- Tenemos pensado enmarcarlo y colgarlo en la sala común – le comentó James como si nada.

- Claro, señor Potter – respondió ella con ironía -. A usted todo esto debe darle lo mismo, ¿no es así? Ahora que busca una carrera en el Quidditch, las notas le parecen insignificantes.

- No, profesora – dijo a modo más conciliador -. De hecho, todavía mantengo abiertas mis opciones sobre entrar a la academia de aurores y me gustaría tomar los cursos correspondientes. - La mujer lo miró con desconfianza ante esas palabras -. Los cuatro queremos tomar los mismos cursos que llevábamos hasta ahora, menos Historia de la Magia y Cuidado de Criaturas Mágicas.

- ¿Tú también, Lupin? – preguntó la profesora sin mirarlo, volviendo a echar un vistazo a sus anotaciones.

- Sí, claro – replicó pasándose una mano por el cuello -. Me parece sensato seguir tomando las asignaturas más importantes.

- Hay un problema del que deberían saber antes – les advirtió McGonagall. Los cinco, incluyendo a Lily, la miraron con curiosidad para saber de qué se trataba -. Se ha eliminado una de nuestras materias del currículo, por lo que no sé si de cualquier forma quieren dejar de cursar Cuidado de Criaturas Mágicas.

- ¿Qué asignatura? – preguntó el licántropo -. ¿Y por qué?

- El Ministerio de la Magia ha cambiado el reglamento escolar – anunció muy seria e incómoda. Se notaba que lo que decía no le hacía ninguna gracia -. Desde ahora, Estudios Muggles es una asignatura prohibida para ser impartida por cualquier instituto o escuela mágica dentro del Reino Unido.

- ¿Qué? – se metió Lily, furiosa. Hasta el momento se había mantenido callada y muy respetuosa, sabiendo que no debía estar ahí en primer lugar. Pero tras saber esa noticia, los colores se le habían subido a la cara.

- Sí, es muy desafortunado – respondió McGonagall frotándose las manos, incómoda -. Los electivos de Arte muggle y Música muggle también han sido cancelados. El director hizo saber su disconformidad al Departamento de Educación Mágica del Ministerio, pero la decisión estaba tomada.

- ¿Y bajo qué argumento? – inquirió la chica.

- La versión oficial del Ministerio es que es muy peligroso tener una asignatura así en tiempos como estos, de tanta violencia y provocaciones. Según el Ministerio, es una forma de proteger a los estudiantes que son hijos de muggles.

La pelirroja lanzó un insolente bufido tras escuchar eso, y tras darse por terminada la reunión, salió del despacho amurrada y cruzada de brazos. James creyó que nunca la había visto tan enojada en su vida (y eso que él había sido especialista en hacerla enojar un montón de veces en el pasado), pero no podía culparla. Por mucho que el Ministerio se inventara justificaciones, aquella medida era absurda y discriminatoria, y de seguro tenía mucho que ver con que Caecilia Greengrass estuviera en un puesto importante.

La profesora les entregó sus horarios modificados, que, al no haber querido continuar con Cuidado de Criaturas Mágicas de cualquier forma, se habían modificado definitivamente, quedando con varios bloques vacíos durante la semana. Sumado a eso, Peter no pudo tomar Astronomía por haber obtenido un "insuficiente", quedando con solo seis asignaturas; se trataba del mínimo que podía tener un estudiante de EXTASIS.

- ¡Qué sarta de mentiras! – Se quejó James en medio del pasillo, tras salir del despacho de la jefa de la casa -. ¿Qué sigue después de esto?

- El primer paso de la discriminación, es hacer creer que es por el bien de los discriminados – dijo Sirius.

- ¿Cuál es el segundo paso? – preguntó la colorina con enojo.

- ¿Qué?

- ¿Qué sigue?

- Yo que sé… - replicó encogiéndose de hombros -. Esto significa que saben que están haciendo algo malo, por eso lo camuflan. Pero… Eventualmente, podría llegar un momento en que ya no les importe y sean más "abiertos" al respecto.

- Ya, deja – pidió el moreno de gafas dándole un empujón. Miró a Lily de reojo, algo incómodo por cómo se debía estar sintiendo ella tras escuchar todas esas cosas.

La alumna, que llevaba una trenza desordenada de lado, nuevamente estaba desconcentrada y mirando hacia el vacío, atrapada en sus pensamientos. Sus primeras horas en Hogwarts habían sido desastrosas con Sthal molestándola el día anterior, y ahora enterándose de eso. No pudo evitar sentir la necesidad de protegerla de alguna manera…

- Lily, felicidades por tus T.I.M.O. – dijo cambiando el tema apropósito -. La mejor desde Alice y Frank Longbottom, ¿eh? Deben ser geniales.

- Gracias – le sonrió con sinceridad, y luego se dirigió hacia Remus -. ¿Me acompañas? Necesito hablar contigo.

- Claro.

Aprovechando que el primer bloque de Transformaciones de aquella mañana se había cancelado por las entrevistas con la profesora McGonagall, y que tenían que hacer hora, Remus se fue caminando junto a Lily en dirección contraria a la que tomaron el resto de sus amigos. El licántropo suponía que la colorina quería desahogarse un poco porque el inicio escolar había estado lleno de baches, y también ponerse al día con todo lo que había ocurrido en el verano.

De hecho, a Lily le debía aún más explicaciones que las que tuvo que darles a sus amigos en el expreso de Hogwarts, porque no se habían visto en todo el verano. Y era más terrible si consideraba que lo último que había sabido Lily de Remus, era que James le había golpeado un par de veces en la última semana de clases del curso anterior.

- ¿Estás bien después de lo que ha pasado?

- Sí, fue solo la impresión y la rabia inicial – le sonrió para que no se preocupara y el licántropo se dio cuenta de lo mucho que había extrañado a su mejor amiga y esas cálidas sonrisas -. ¿Y tú cómo has estado? ¡Pudiste haber respondido alguna de mis cartas!

- Lo siento Lil, estuve realmente ocupado este verano.

- Sigo esperando una explicación de lo que ocurrió a finales del quinto año.

- Los amigos pelean a veces - respondió.

Pero no lograba engañarla. La colorina chasqueó la lengua mientras negaba con la cabeza, dándole a entender que sabía que algo más ocurría. Claro, él no estaba al tanto de que ella había captado esas miradas cómplices entre los Merodeadores cuando subían al expreso de Hogwarts para volver a Londres, meses antes.

- Sé que algo estaban tramando en conjunto.

Remus se acercó aún más a ella, y tras corroborar que nadie los miraba ni escuchaba, le explicó rápidamente de qué se había tratado toda aquella farsa que habían montado con James con lo de la pelea, y su finalidad. Por supuesto, le contó cómo aquello estaba ligado la organización secreta de hombres lobo de la que ahora formaba parte, y omitió convenientemente la parte en donde se liaba con una mujer lobo (Ya había tenido suficiente con que Sirius lo molestara).

Lily escuchó todo el relato entre emocionada y asustada, pues tanto su lado aprehensivo como su lado más aventurero estaban procesando la información por partes. Nunca jamás se hubiese imaginado que Remus iba a hacer aquello en ese verano… Cuando ella le había pedido que no pensara en esas cosas, el licántropo siempre le respondía que eran casos hipotéticos, ideas para un futuro muy lejano…

Después de todo, sus temores no habían sido infundados. Remus siempre estuvo demasiado dispuesto a arriesgarse entre hombres lobos.

- Me dijiste que no te infiltrarías – dijo con un tono recriminatorio.

- En el bando de Voldemort – puntualizó, robándole un poco de la sinvergüenzura sello a sus amigos.

- ¡Remus! – reclamó la chica dándole un suave manotazo en el hombro -. No te lo tomes a la ligera, por favor, que es algo muy serio, ¿no te das cuenta? Tú mismo dijiste que ese tipo Alden, o como se llame, fue asesinado por participar en esta organización.

- Lily, vamos. Estoy aquí, vivito y coleando, y ahora me la pasaré en Hogwarts completamente a salvo.

- Sí, pero… - La chica se mordió el labio de abajo, en un gesto de preocupación que a Remus siempre le había parecido tiernísimo en su amiga -. ¿Tienes pensado hacer cosas más arriesgadas luego?

- No lo sé – respondió encogiéndose de hombros.

- Remus, sabes que esto me preocupa… Tú me preocupas. No sería nada si simplemente fuera una guerra de dos bandos donde unos intentan matar a otros y ya…

- Ah, ¿no es eso lo que está pasando aquí? – preguntó entretenido.

- No, esta guerra es asquerosa. Es todo lo contrario, los bandos no están claros, la gente se traiciona, todos juegan a dos bandos… - dijo algo desesperada -. Sabes que tengo razón. Aquí no, porque aun somos alumnos… Pero ya sabes lo que dicen allá afuera, no se puede confiar en nadie, el Ministerio está comprometido, la maldición imperio se ha convertido en la excusa de todos para—.

- Lo sé, lo sé – se apresuró a decir para calmarla.

Había estado tan ocupado intentando reclutar hombres lobo durante el verano, que nunca se había planteado la posibilidad de que en el futuro terminase haciendo algo peor. Dedujo que la preocupación de Lily nacía a partir del hecho de que, si era capaz de infiltrarse entre un bando a tan temprana edad, seguramente no tendría problema con tomar desafíos aún más arriesgados cuando saliera de Hogwarts.

Sí. A Lily le preocupaba que Remus, tarde o temprano, terminara metido en un lío grande, pero… ¿Por quién lo tomaba? Él no era ni James, ni Sirius, que estaban locos de remate y les encantaba la adrenalina. ¿Acaso creía que él tendría las agallas de infiltrarse en el otro bando y encontrarse frente a frente con Greyback? Era un poco descabellado pensar algo así…

- No haré nada más arriesgado que esto. – Cambió su respuesta para darle más seguridad a la chica que lo miraba como impaciencia -. Todo estará bien. Y ahora, dime, ¿qué tanto me escribiste en el verano?

- Nada importante. Problemas que al lado de lo tuyo se ven ridículos.

- Ningún problema es ridículo. Menos si se trata de ti.

Lily lo miró agradecida por el comentario. Ella tampoco se había dado cuenta lo mucho que había extrañado a su amigo Remus.

Para esas alturas ya habían llegado al pequeño patio interior que estaba bajo la torre del reloj, que por lejos era el lugar favorito de ambos en el castillo. Habían terminado ahí tras caminar por inercia, dejándose de llevar… Hacía frío, así que no se veían demasiados alumnos en las afueras del castillo y mucho menos allí, en ese lugar que recibía tanto viento por encontrarse algo alto y sin resguardo.

- Ha sido Dave. Hemos roto y desde entonces no me deja tranquila.

- Sí, me imaginé que habían terminado, pero… ¿Por qué?

- Verás… Stahl es una persona demasiado pragmática. No lo verás haciendo o pensando lo correcto, sino lo que le traerá más utilidad al corto o largo plazo. Eso, a decir verdad, no va para nada bien conmigo.

- Lo lamento mucho – atinó a decir para darle ánimo, pero la verdad es que no le sorprendía en demasía, pues, esa era una característica que aparecía con frecuencia entre algunos Ravenclaw.

- Yo no lo lamento tanto, me alegra alejarme de ese tipo de personas. Ciertamente me equivocaba sobre él, y este es un pésimo momento para equivocarse sobre las personas.

- Pero… ¿Qué ha pasado exactamente?

- No lo creerías si te lo digo. – La voz de la bruja cambió inmediatamente a un tono severo, y Remus se dio cuenta de que había sido algo grave. No quiso insistir, pero la colorina continuó de cualquier forma -: Estaba en su casa un día (Fui varias veces durante el verano) y después de cenar me levanté para ir al baño – le contó con toda calma. - Cuando regresé escuché que su familia le animaba a dejarme. Le decían que yo era una chica genial, inteligente y encantadora, pero una sangre sucia después de todo.

- ¿La familia de Dave es purista? Vaya, quién lo hubiese dicho.

- No creo que sea purista... – murmuró reflexionando como para sí misma –. Diría que son cobardes. Oí cómo le decían que hace unos años atrás no hubiese importado, pero que ahora era peligroso, que él debía ser más inteligente y buscarse a alguien mejor.

- ¿Alguien mejor que tú?

- Ajá. ¿Y sabes lo que Dave respondió?

Remus negó con la cabeza, dividido entre la incertidumbre por saber el final de aquella historia, y por otra parte, sin ganas de querer oír lo que probablemente sería una cruel respuesta de un niño tonto y manipulable.

- Que era solo una diversión pasajera, que una sangre sucia como yo no cuadraba con ninguno de sus planes.

- Vaya…

- ¡Es un cerdo!

- Pero Lily… ¿Y si dijo esas cosas solo para dejar tranquila a su familia? Quizás no las crea realmente.

- Eso es lo que él me dice – replicó, cruzándose de brazos ofuscada -. Pero a mí no me interesa. Quiero un chico que esté orgulloso de estar conmigo, ¿me entiendes? No todo lo contrario.

- Sí, lo entiendo plenamente. Si crees que es la mejor decisión, está bien.

- Pero Dave no me deja tranquila un solo minuto. Y lo que es peor, se ha puesto muy raro. Ayer en la estación, hasta Potter tuvo que meterse.

- ¿Sí? No me contó nada.

- Es muy extraño – dijo la chica asintiendo -. Cuando lo vi aparecer a ayudarme, creí que se iba a quedar dándome la lata, pidiéndome una cita y todo eso, pero nada. Ahuyentó a Dave y luego simplemente se fue – le contó con una expresión suspicaz -. ¿Sabes si está tramando algo nuevo? Alguna estrategia ridícula que todavía no ha puesto en marcha...

El castaño no sabía si su amiga se iba a tomar demasiado bien la noticia de que James actuara así porque la había olvidado… Después de todo, hasta ella (que supuestamente odiaba al chico) se debía de haber acostumbrado a la idea de tener a un tipo siguiéndola día y noche, y ahora eso se iría al mismo tiempo que se iba su novio.

- Verás, Lil, no es tan extraño – comentó algo nervioso por la reacción que iba a tener -. James se ha pasado el verano de novio con otra chica, y está enamorado de ella.

- Bromeas.

- No, es cierto. ¡Ah, pero sí quizás la recuerdes! Era esa chica de Beauxbatons. Céline. – En cuanto terminó de decir ese nombre, deseó nunca haber pronunciado palabra. Una expresión de profundo desprecio había aparecido en el blanco rostro de la chica.

- ¿Céline? – preguntó, arreglándoselas para sonar lo más despreocupada posible -. ¿La chica de la apuesta?

- Síp, esa misma – respondió haciéndose el tonto, mientras se llevaba una mano al cuello, incómodo.

Había sido ella misma quién le había apostado a James que no podía conseguir seducirla, y luego todo había terminado terriblemente mal durante el Baile de Navidad cuando, de hecho, el moreno de gafas se había peleado con Lily y había terminado perdiéndose la noche completa con Céline, ganando la apuesta.

En ese sentido, podía entender que la pelirroja se sintiera ligeramente ofendida…

- Pero si le ves el lado bueno, significa que James por fin te dejará en paz y no te seguirá molestando – siguió intentando ponerle paños fríos al asunto -. Lo que has querido durante los últimos cinco años, ¿no?

- Sí – reconoció tras un par de segundos en silencio -. Eso es lo que siempre he querido…

Al mismo tiempo, James, Sirius y Peter estudiaban su nuevo horario de clases en la sala común, sentados en el sillón frente a la chimenea, con sus tres pares de piernas estiradas sobre la mesa, escuchando un vinilo de Led Zeppelin a todo volumen. Varios alumnos de diferentes años se habían acercado ya a felicitar a James por haber logrado que un caza talentos tan importante fuera a Hogwarts a verlo y no lo dejaban concentrarse en sus asignaturas.

- Un asco – le resumió Sirius mientras arrugaba su horario hasta convertirlo en una bola de papel, y luego lo lanzaba hacia un basurero.

- No lo vi tan pesado – dijo Peter.

- No está pesado, pero ahora que somos estudiantes de EXTASIS, tenemos que compartir todas las asignaturas con las demás casas. Siempre estaremos con los de Slytherin. – Fingió que hacía una arcada.

- Y ese bloque vacío que tenemos los lunes será ocupado cuando tomemos clases de aparición – dijo Peter.

- Yo ya sé aparecerme – dijo Sirius.

- ¡Están cobrando doce galeones! ¡Están locos de remate! – reclamó el más pequeño -. ¿Qué no han visto cómo está la economía?

- Yo te puedo prestar si necesitas – le aseguró James con una sonrisa. Peter sabía que su mejor amigo tenía muy buenas intenciones, pero se sentía un poco disminuido cuando le ofrecían dinero…

La sala común de Gryffindor estaba a todo reventar, llena de alumnos de diferentes generaciones conversando, animados, de cómo iba su primera mañana de clases hasta el momento.

A pocos centímetros de ellos estaban todas las chicas de su mismo año, con excepción de Lily. James había notado que Allie había regresado muy bonita, al igual que una compañera del curso más bajo, Patricia. Su corazón roto por Céline no iba a impedir que se divirtiera coqueteando un poco con ellas, es más, era su plan para olvidar definitivamente a la francesa.

En ese momento, Fabián Prewett pasó caminando justo detrás de ellos, con su insignia de delegado brillando sobre el pecho, y en cuanto vio a los tres chicos se paró y se acercó a ellos para decirle a James lo contento que estaba de ver que alguien de su casa pudiese tener un puesto en la selección nacional de Quidditch, felicitándolo antes de irse.

- Qué presumido – dijo el de gafas, que no le había creído nada el gesto al delegado y sabía que simplemente estaba siendo zalamero.

- Yo pensé que ha sido muy agradable – puntualizó Peter.

- ¿Qué? – James miraba como Sirius seguía a Prewett con la mirada, escaleras arriba, mientras colocaba una sonrisa bastante maliciosa en la cara -. No seguirás pensando en eso de quitarle a McKinnon, ¿no? ¡No te va a dar bola!

- De aquí a que termine el año tendré a McKinnon comiendo de la palma de mi mano – le contestó el moreno de rulos con soberbia -. Y le enseñaré una lección a Prewett.