N/A: ¡Gracias a todos los que leen y siguen la historia^^! Sangito: Tu mente y tu corazón han traicionado a Sirius con Rivaille, y siento que todo empeoró desde que te dije lo de Levi jaja Definitivamente es un personaje que no pasará desapercibido. En cuanto a Sirius x Regulus, habrá más novedades en el siguiente capítulo (no este) ¡Gracias por el review como siempre! Tú ahora conoces el más grande secreto y spoiler de este ff. Eva: En primer lugar, no te preocupes por tardarte, mujer! Y gracias por todo el apoyo a Chile * inserte corazón * Rivaille es aquel personaje secundario cool que se roba la película, debo reconocerlo (y eso que es difícil quitarle pantalla a Los Merodeadores, pero él se las arregla). Quedé en shock con lo que dijiste de que la clase de Rivaille se parece a lo que Lily hizo para salvar a Harry. No lo había pensado, pero tienes razón al punto de que podría utilizar tal idea en el futuro XD Si no me cobras derechos de autoría, claro. También amo la relación de Sirius X Regulus, pero no se puede negar que aquella fue una relación trágica, y tranquilidad con lo de James X Lily. Sobre la teoría, debo decir que hay otro motivo por el que James se ha mantenido "humilde". Es algo más profundo. ¡Gracias por el review!

10

Luna de sangre

La Sala Común de Gryffindor se había convertido en la sede de una espontánea fiesta el viernes por la noche, y a penas McGonagall había desaparecido tras el retrato de la Dama Gorda para irse a dormir, los alumnos más grandes habían sacado las bebidas y encendido los cigarrillos para comenzar los festejos. La casa escarlata consideraba que había que celebrar que la primera semana escolar hubiera terminado bien, y claro, que fuese uno de sus alumnos el que estuviese en consideración para entrar a la selección nacional de Quidditch.

- No se habla de otra cosa en este castillo – le dijo Daniel Strummer, un petulante chico del séptimo año que recientemente intentaba meterle conversación cada vez que podía.

- Los Slytherin están de muerte. Te odian más que nunca – dijo Hanna Hucknall, una de las cazadoras del equipo -. Y, James, ¿sabes quién más está enfurecida con la noticia? Amy Vane.

El moreno sonrió tras escuchar eso. La capitana del equipo Ravenclaw realmente lo había colocado en una mala situación el año anterior, queriendo destruirlo a toda costa en el campo de Quidditch. Casi lo logra, por cierto… En cinco años, nunca había pasado por una situación deportiva más riesgosa, pero por suerte había logrado salir airoso y su equipo se había llevado la copa del torneo después de una impresionante victoria.

James se paseaba de a un lado a otro intentando cumplir con todos quienes querían hablar con él. Sirius le seguía de atrás, cual guardaespaldas, silencioso y medio borracho. Remus y Peter ya se habían adueñado del sillón frente a la chimenea y observaban diferentes situaciones, muertos de la risa. Les gustaba mucho más reírse de la gente desde un rincón que participar activamente en ese tipo de fiestas.

- ¿Y entonces? – Sirius le susurró a James por sobre el hombro -. ¿Un clavo saca a otro clavo?

- ¿Ahora?

- ¿Tienes algún compromiso previo? – replicó con arrogancia. Y luego, sin darle tiempo para prepararse, gritó -: ¡Patricia! ¡James tiene algo que decirte!

- ¿Qué? ¡Sirius, yo ni siquiera…! – comentó a decir el de gafas, pero tuvo que detenerse cuando vio que la chica aludida, de quinto año, se acercaba cada vez más a donde estaba.

- ¿Sí?

Patricia McLaggen era una bruja de sangre pura, de una familia relativamente influyente en el Ministerio de Magia. Era alta, esbelta y bastante guapa, con su cabello largo y castaño oscuro. A gusto de Sirius, era una de las Gryffindor más guapas, y hasta hubiese querido ser él quien coqueteara con ella, pero teniendo sus ojos puestos en McKinnon, sabía que era James quien debía seducirla y salir de su ridículo enamoramiento con Céline.

Al de gafas no le quedó de otra que sonreír y entablar conversación con la chica.

Al mismo tiempo, en el sillón, el licántropo que se había estado riendo no hacía mucho, se había quedado en silencio y con la mirada perdida tras recordar la carta de Laurian, que había leído no mucho antes cuando había encontrado algo de privacidad en la habitación. Su contenido distaba mucho de lo que hubiese esperado… Y aunque prefería fingir que no estaba preocupado frente al resto, no podía fingir lo mismo consigo.

La mujer lobo lo había puesto al día con todo lo que acontecía afuera y especialmente, en la organización secreta de hombres lobo. Silas, uno de sus integrantes, había logrado reclutar a un tipo irlandés llamado Logan O'Donovan a unírseles, insistiendo en que era una buena adición para ellos, pero Laurian no estaba segura de eso. Ella había escuchado, tiempo atrás, sobre un licántropo irlandés bastante similar a Greyback que se dedicaba a morder gente apropósito para contagiarlos, y disfrutaba especialmente mordiendo a los niños. Ese hombre había escapado de Irlanda después de que se había dado su orden de captura y no se había sabido nada más de su paradero.

La misma chica reconocía que era un poco extremista identificar a cualquier hombre lobo irlandés con ese tipo, porque no tenía ninguna prueba al respecto; admitía en la carta que seguramente veía cosas donde no las había. Pero su instinto y su inteligencia le hacían desconfiar del hombre de una manera inexplicable por la lógica, sobre todo porque éste no había sido capaz de convencerla al respecto de su historia pasada. Algo no calzaba del todo.

- Mira. – Peter le dio un codazo y lo sacó de su ensimismamiento.

En tiempo record, James y Patricia salían de la mano y con harto apuro por el túnel que daba hacia el retrato de la Dama Gorda. Sin duda, la extrema popularidad del jugador de Quidditch le había mejorado todas las probabilidades con las chicas. Luego, otro codazo y el rubio volvió a apuntar hacia otro lado de la Sala Común: Sirius y Allie Hamond se besaban a tal punto que costaba distinguir quien era quién en ese mamarracho de cuerpos humanos. Sonrió aliviado sabiendo que ahora no se le ocurriría a James meterse con ella, pero cuando continuó examinando la habitación, como quien no quiere la cosa, no pudo evitar notar que Lily (que en ese momento estaba junto a Batsheda) no lucía demasiado contenta.

&.&.&

El cambio en el tiempo comenzó a notarse a la semana siguiente. El día miércoles precisamente, a media semana, los días ya no estaban tan excesivamente calurosos como antes y a la hora del atardecer, ya comenzaba a correr una brisa más fresca. Eran los últimos días del verano y los alumnos aprovechaban metiendo sus pies al lago, jugando con el gran calamar, porque ya no quedaban demasiados momentos para hacerlo.

Pero ese día miércoles también ocurriría la primera luna llena de aquel año escolar, y Los Merodeadores se habían preocupado de trazar una ruta por el Bosque Prohibido. La idea, obviamente, era aprovechar sus energías recargadas para recorrer un lugar nuevo que no hubiesen explorado el año anterior. El bosque era tan inmenso que eso no era demasiado difícil de lograr, pudiendo dejar planeada una nueva ruta para cada mes…

- Lo siento. – Sirius miró a Remus con una expresión muy conmovida.

- ¿Por qué?

- Que solo te acompañarán tus aburridos amigos animagos esta noche, y no una mujer lobo como en las vacaciones.

- No seas idiota.

- Los hombres lobos se pueden aparear en las noches de luna llena, ¿verdad? – lo provocó con expresión lasciva, e inmediatamente recibió un puñetazo en el brazo por la sugerencia. El castaño se había puesto rojo hasta las orejas, entre avergonzado e incómodo, y no le ayudaba escuchar a James intentando ahogar su risa a un costado a la habitación.

- No lo molestes – lo defendió Peter.

- Son bromas, lunita de mi alma – le dijo el moreno mientras le guiñaba un ojo.

Remus se dirigió al Sauce Boxeador, acompañado por Madame Pomfrey, a la hora del atardecer. La sanadora le hizo saber su consternación; no lograba entender por qué Remus, de un mes para otro, había dejado de ir a la enfermería de la escuela para recuperarse de manera privada de sus noches de transformación (así había sido durante casi cinco años completos). Hasta podía decir que extrañaba a los ruidosos chicos que iban a visitarlo desde el tercer año, pese a que le hartaban la paciencia y siempre terminaba por echarlos.

La de veces que había atendido a alguno de ellos. O se caían y lastimaban haciendo cosas arriesgadas, o se habían enfrentado en duelo con un Slytherin, y habían llegado heridos. Incluso los tuvo varias veces en cuarto año, cuando les había dado por vender sortilegios y objetos peligrosos, y no habían encontrado nada mejor que probar los efectos sobre ellos mismos, cual conejillos de indias.

- Estoy más grande y puedo resistir mejor – mintió el chico.

- Los cuatro se han calmado bastante en sus travesuras.

- Sí, hemos madurado.

Se esforzó por no reír mientras esas palabras salían de su boca, pues, no había mayor mentira. Sus amigos habían dejado de ir a la enfermería a medida que se metían en cosas más arriesgadas, cosas que podían merecerles castigo y que era mejor callar. James, Sirius y él tampoco padecían mucho de hipocondría. Incluso si estaban desangrándose, era más probable que siguieran con sus vidas como si nada antes de ir a la enfermería. Había una cosa de ego, de masculinidad de por medio. Sus inmaduros amigos veían algo así como una debilidad, motivo por el que el año anterior, tras recibir la maldición sectusempra, James no había querido hacer mayor alboroto y prefirió soportarlo en silencio.

Él también había dejado de ir a la enfermería desde que había comenzado a pasar sus transformaciones acompañado, junto a ellos, y no se mordía y arañaba así mismo como lo hacía en el pasado. El cambio, obviamente, había sido en ciento ochenta grados… Tanto, que había pasado de odiar la luna llena, a estar emocionado por verla…

Tan solo unas horas más tardes, el lobo había logrado reunirse con sus viejos amigos. Un elegante ciervo se habría paso entre los árboles, seguido por un enorme perro negro y una rata gris que se perdía entre el pasto alto y las hojas caídas que cubrían el suelo lleno de raíces. Jugaron un rato, con la inocencia propia de animales, y tras liberar un poco de energía física acumulada por meses, retomaron un poco de su antigua cordura humana. La consciencia de James se impuso y les guio en la dirección que ellos mismos habían decidido antes, hacia un lado inexplorado del Bosque Prohibido.

Caminaron durante horas, a ratos, incluso corrieron. La luna sobre ellos cambiaba de posición a medida que las horas pasaban y se hacía más de madrugada, y escuchaban a las lechuzas ululando entre árboles cercanos, además de un esporádico aullido lejano… Y de pronto, también el sonido de pisadas acercándose y quebrando las hojas en el suelo.

Los cuatro se giraron inmediatamente y vieron, sorprendidos, a una inmensa manada de centauros entre los troncos de los árboles, apuntándolos con sus arcos y flechas, con expresiones amenazantes. Era la primera vez que cualquiera de ellos veía a los centauros y sabían, por lo que habían aprendido en clase de Cuidados de Criaturas Mágicas, no eran para nada amigables con otras especies, en especial los humanos.

- Estos son nuestros dominios – dijo un centauro de ojos amarillos. Por la posición en la que se encontraba, adelante, parecía el líder -. Humanos.

Pero se habían equivocado. En ese grupo, había solo tres humanos. El otro era un medio hombre, y en el estado de licantropía en el que se encontraba, tampoco era amigable con las otras criaturas… El lobo perdió el control y saltó al cuello de uno de los centauros en un impulso que sus amigos animales no pudieron detener, que ninguna de las criaturas presentes pudo anticipar, y al primer alarido del centauro líder, el resto de la manada atacó y se le tiró encima, provocando que también se involucraran el ciervo, el perro y la rata.

El silencio de la noche se rompió abruptamente con el primer alarido, al que le siguieron varios otros; luego, el sonido de una estampida y las flechas cortando el aire en dirección hacia a ellos en un caos de cuerpos semi humanos peleando y golpeándose. El gruñido perruno de Padfoot era el único sonido constante entre tanto chillido lleno de dolor.

Hasta que en algún momento el lobo aprovechó una oportunidad de salir corriendo hasta perderse de vista en la lejanía, y la mayoría de los centauros le salió persiguiendo. La silueta del ciervo que estaba, a duras penas dando cornadas a sus rivales, comenzó a cambiar su tamaño, a uno más humano, más frágil y más pequeño, y James quedó tirado en el suelo, inconsciente, siendo pisoteado por todos los centauros. Al ver esto, Padfoot se transformó en humano. De Peter, no había rastro.

- ¡Alto! – pidió, levantando sus brazos -. ¡Basta!

- ¡Ustedes nos atacaron!

- ¡Es un licántropo! – gritó, apuntando hacia la dirección en la que Remus se había ido corriendo -. ¡No puede controlar su instinto!

- ¡Pero ustedes no debieron venir aquí en primer lugar! ¡Estos son nuestros dominios! – gritó uno de los semi humanos.

- Calma, Bane. – Otro centauro se abrió paso entre los que quedaban, y quedó frente a frente con Sirius. Sobresalía notablemente entre el resto por tener el cabello largo y rubio, y unos ojos azules impactantes -. Toma a tu herido y llévatelo, pero nunca, nunca regresen aquí.

El chico de cabello oscuro se quedó mirándole, con la respiración agitada y la rabia contenida por el ataque masivo que acababan de sufrir. Los rulos le caían desordenadamente por la frente sudada. Sus oponentes no se encontraban mucho mejor que él, aun furiosos y mirándolo con arrogancia. Nadie dijo nada por varios segundos, muy tensos, hasta que el centauro de cabello rubio le hizo un gesto al resto de los de su especie, y todos se fueron cabalgando hacia dentro del bosque.

Los lentes de James estaban a varios metros de distancia de donde se encontraba su dueño, medio enterrados en el barro dentro de la forma de la pisada de una pesuña, además de torcidos y trizados. Sirius los recogió guardó en el bolsillo para arreglarlos luego, mirando con pavor lo malherido que se encontraba su mejor amigo.

- ¡Prongs! – Le dio una palmadita en la cara, pero no obtuvo respuesta.

Miró a su alrededor una vez más, pero estaba completamente solo.

Remus se había perdido de vista, siendo perseguido por un tumulto de centauros con flechas; sabía que su amigo, en su forma de lobo, era ágil y rápido. Calculaba que podría perderlos con facilidad, así que iba a colocar aquel problema al final de sus preocupaciones para darle prioridad a las siguientes.

- ¡Peter! – llamó. Buscó por todo el sector, entornando los ojos, esforzándose por divisar a una pequeña ratita herida o aplastada (ese pensamiento le provocó un escalofrío, de pronto asumiendo que Peter era el más vulnerable de los cuatro). No vio nada y chasqueó la lengua con fuerza.

Le angustiaba pensar en Peter. Por el más pequeño de ellos no podía fingir que no estaba preocupado; Remus, pese a verse débil en el exterior, había pasado por más cosas que cualquiera de ellos desde que era un pequeño, volviéndose fuerte, inteligente, hábil, duro… Sabía que, en el peor de los casos, el licántropo se la podía arreglar bien solo. Pero en el caso del rubio, no era tan así, siempre había dependido mucho de sus tres amigos y ellos lo habían acostumbrado a ser sobreprotegido…

Negó con la cabeza recordándose que no podía hacer más por ninguno de sus dos amigos, solo por James, que estaba junto a él en ese minuto con heridas que no se veían nada superficiales. No sabía exactamente qué hacer; estaba lejos del castillo y no podía ir con Madame Pomfrey, porque la enfermera sabría de inmediato que se trataba de un ataque de centauros y eso no solo los pondría en riesgo de expulsión por estar en el Bosque Prohibido de noche, sino que, en caso de hacerse una investigación, las criaturas podrían revelar con demasiada facilidad que cuando comenzaron a atacarlos, ellos estaban convertidos en verdaderos animales. Ser animagos ilegales, como ellos, era un motivo no solo de expulsión, sino que incluso de cárcel.

Una opción era ir con Hagrid, que se encontraba a menor distancia que el castillo. Podía reconocerle la verdad al medio gigante, quien, seguramente, no les haría demasiadas preguntas. El problema era que, sin querer ser ofensivo hacia el guardabosques… No creía que realmente tuviera conocimientos suficientes ni en magia ni en medicina como para poder ayudarlo con su mejor amigo.

- ¡Mobilicorpus!

El cuerpo de James se levantó como si una fuerza invisible acabase de tomarlo por debajo de sus axilas para impulsarlo hacia arriba, quedando erguido y levitando a medio metro del suelo con su cabeza gacha y sus brazos inertes rebotando contra su propio cuerpo. Un hilo de sangre comenzó a correr desde el lado izquierdo de su cabeza, aumentando la preocupación y ansiedad que sentía Sirius por regresar al castillo.

Tenía que pensar más rápido.

- ¡Accio Capa de Invisibilidad!

Esperó a que la sedosa capa volara, literalmente por los aires, desde la Casa de los Gritos hasta donde se encontraba él, y una vez que llegó a sus manos, se la arrojó encima a James con fuerza y rabia por toda la impotencia que sentía de encontrarse en aquella situación desesperada y apremiante. Estaba nervioso y le urgía ayudarlo rápido, así que no perdió más tiempo y comenzó a guiar su cuerpo desmayado (y ahora invisible) de regreso al castillo.

No tuvo demasiadas dificultades volviendo al castillo, pues, el camino hasta el enorme colegio estaba despejado desde el bosque. Apuró el paso – prácticamente corrió – rogando internamente que, a esa hora de la madrugada, nadie lo viera caminando por los terrenos, muy al descubierto. Y una vez ya dentro del castillo, con la ayuda del Mapa del Merodeador en mano, no se encontró con mayor problema al movilizar a James hasta que llegó al túnel que iba hacia la sala común tras pasar por el retrato de la Dama Gorda. Hizo su mayor esfuerzo para que su mejor amigo no golpeara su cabeza contra el techo de piedra dura del estrecho pasillo, pero no estuvo seguro de haberlo conseguido con éxito.

Esperaba encontrarse con la sala común desierta a esa hora, pero tuvo la sorpresa de toparse con un chico y una chica de séptimo año, dándose el lote de manera no muy sutil sobre el sillón frente a la chimenea, quienes juraban que a esa hora ya nadie los importunaría. Sirius carraspeó para interrumpirlos apropósito, algo entretenido pese a su situación, provocando que ambos se sobresaltaran e intentaran recuperar la compostura sin mucho éxito.

- ¡Black! Tú… Eh… - balbuceó la colorina mientras alisaba su falda e intentaba peinar su cabello algo enmarañado -. ¿Qué haces por aquí tan tarde?

- ¿Venías de afuera? ¿A esta hora? – preguntó el tipo, bien fornido y grande, para desviar la atención sobre el hecho de que fueron descubiertos.

- No es de su incumbencia – respondió con una sonrisa falsa -. Pero me alegra encontrarte, Janis. Necesito pedirte un favor enorme. Si me haces ese favor, no le diré a nadie que bajas a besuquearte con Redgrave por las noches.

- ¡¿Quién te crees que eres?! – le espetó el tal Redgrave, comenzando a acalorarse, pero la chica estaba bastante interesada en la propuesta de Sirius.

- ¿Qué necesitas?

- Que vayas a buscar a Lily Evans a su habitación y le digas que vaya a mi habitación de manera urgente. – Ambos se rieron y colocaron sonrisas picaronas tras escuchar la solicitud de Sirius, mal asumiendo una especie de romance entre éste y su compañera -. No tiene nada que ver con lo que están pensando - aclaró.

- Claro, Black. Supongo que a las cuatro de la mañana la necesitas para aclarar una duda sobre Pociones – volvió a meterse Redgrave.

- ¡Solo apresúrate! ¡Y dile que tiene que ir a la habitación lo más rápido posible!

La chica se tomó un momento para reírse de él en vez de tomar su pedido en serio, y luego se despidió efusivamente de su compañero de curso antes de emprender escaleras arriba. Sirius hizo lo mismo, intentando guiar a James de manera disimulada hacia las habitaciones del sexto año, sin que el tipo de séptimo (que seguía ahí, mirándolo triunfal, como si lo hubiese atrapado con las manos en la masa) se diera cuenta de nada.

A penas puso un pie en la habitación y se aseguró de que nadie ajeno lo estuviese mirando, detuvo el hechizo mobilicorpus, retiró la capa de invisibilidady recostó a James sobre su cama. Estaba pálido como la cera, más aún que cuando lo había sacado del bosque, y su ropa estaba cubierta por manchones oscuros de sangre… Intentó animarse pensando que no era peor que cuando Snape le había lanzado la maldición sectusempra el año anterior, y en ese momento había salido perfectamente airoso.

Pero no pudo mantener la calma por mucho más. Una vez que le abrió la camisa a su amigo para verificar el estado de las heridas, sintiéndose algo incómodo, comenzó a ceder al pánico porque no sabía qué demonios hacer para ayudar y Lily se estaba demorando una eternidad en llegar. ¿Qué pasaba si no llegaba? Las manos le sudaban de la ansiedad. Podía ser que Janis ni siquiera había ido a avisarle, o que Lily estuviese tan dormida que no la había escuchado y había preferido seguir durmiendo.

- Prongs – insistió, dándole una pequeña palmadita en la cara. El moreno movió su cara hacia el lado contrario, pero no abrió sus ojos ni dijo nada -. Te estoy desvistiendo de nuevo en menos de un año, Potter. Esto ya se está volviendo extraño – mencionó, buscando alguna reacción, pero nada -. Más encima va a venir Evans y te va a ver medio desnudo—. Tras decir eso, un quejido interrumpió su comentario -. Eso es.

- ¿Dónde estoy? – preguntó abriendo un ojo como para hacerse una idea de lo que había ocurrido -. Merlín, el mundo da vueltas.

- Sí, sobre eso…

- ¿Qué rayos pasó? – preguntó, abriendo lentamente ambos ojos y luciendo más lúcido. Al segundo siguiente colocó una expresión involuntaria de dolor, y volvió a cerrarlos -. ¿Por qué demonios Evans va a verme desnudo ahora? No estoy en mi mejor momento.

- No, precisamente eso – contestó Sirius, mirando hacia la puerta compulsivamente. No se sentían pasos, movimiento, nada…

Él no tenía ni la menor idea de magia medicinal, no era capaz ni de hacer una poción revitalizante decente... El mejor plan que había podido idear bajo presión, básicamente la única solución que veía en ese momento, era que Lily le ayudara. La alumna era una eminencia en magia curativa, alguna vez hasta se habían burlado de ella porque en primer año, cuando la chica aun no hacía demasiados amigos, se pasaba parte de su tiempo libre en la enfermería ayudando a madame Pomfrey…

Sirius, en cambio… A duras penas sabía arreglar una quebradura menor con un episkey.

- ¿Tienes alguna quebradura? – preguntó, esperanzado.

- Pues, no lo sé. Puede ser – contestó el chico con sinceridad, sintiendo un dolor generalizado en todo su cuerpo -. Hablando en serio, ¿qué ha ocurrido? ¿El idiota de Quejicus me atacó de nuevo? Porque si es así, voy a matarlo.

- ¿No lo recuerdas?

Ahora entraba a preocuparse genuinamente. ¿Era normal que James no supiera que un grupo de centauros le habían dado patadas en el suelo hasta que volvió a su forma humana? Volvió a mirar desesperado hacia la puerta, y avanzó hasta ella y la abrió con la intención de ir a buscar a cualquiera que pudiera ayudarlo a esa hora. Salió tan apurado y nervioso que no se dio cuenta y terminó por chocar de lleno contra Lily que venía con cara de pocos amigos y usando una no muy halagadora sudadera muggle.

- ¿Se puede saber qué demonios quieres a esta hora? – preguntó entre confundida, adormilada y enojada, mientras lo miraba de arriba a abajo en el umbral de la puerta -. Te juro que si es otra de tus tonterías con la moto, voy a llevarla a una chatarrera.

- Ha habido un pequeño problema – explicó, rascando su cabeza -. Entra y velo por ti mismo, por favor.

- ¡Evans! ¡Ayúdame! – gritó James desde su cama -. ¡Snape me atacó de nuevo!

- No fue Snape – se apresuró a aclarar Sirius, mientras él y la colorina entraban (tras cerrar la puerta) y avanzaban hacia la cama en donde se encontraba el tercer chico, malherido.

- ¿Qué está pasando aquí? – preguntó Lily, acercándose con mayor rapidez una vez que vio el estado en el que se encontraba James, pálido y ensangrentado.

No pudo evitar preocuparse. De hecho, sintió como su corazón y su adrenalina se disparaban al ver al chico en ese estado… Era miedo de verdad. No solo tenía sendos moretones en gran parte de su torso, y parte de su cabello mojado por lo que parecía ser sangre, sino que también tenía unos cuantos cortes pequeños pero profundos a la altura de sus hombros y cerca del pecho. Además, se veía algo atontado, como si estuviese ebrio.

- ¿Qué le pasó? – volvió a preguntar sin poder creer lo que veía. Sus ojos, más abiertos que de costumbre, iban de Sirius a James y de James a Sirius -. ¡Estas heridas son serias! ¡Debería estar en la enfermería, siendo atendido por Madame Pomfrey!

- Ah, sí, verás... Es que nadie puede saber lo que ocurrió.

- ¿Qué fue exactamente lo que ocurrió? – inquirió una vez más, altanera, pero luego se entretuvo mirando el resto de la habitación vacía.

Ya eran más de las cuatro de la mañana y al día siguiente habría clases. Ni Remus ni Peter se encontraban durmiendo plácidamente en sus camas, y James lucía extraños hematomas y cortes que no parecían haber sido provocados ni por magia ni por una pelea física con algún otro compañero. ¿Acaso se trataba de un duelo nocturno que había salido terriblemente?

- ¿Dónde está Remus?

Sirius apuntó la ventana, desde donde se veía una enorme y amarilla luna llena que iluminaba los terrenos del castillo y el Bosque Prohibido en la lejanía. Lily no llevaba bien la cuenta del calendario lunar, pero no necesitó más que eso para entender que Remus estaba viviendo otra noche de transformación en hombre lobo.

- ¿Y Peter?

- No lo sé.

- ¿Cómo que no lo sabes?

- No lo sé, Lily – respondió comenzando a impacientarse, intentando no ceder a la culpa que ya sentía de antes con respecto al paradero y bienestar de sus otros dos amigos -. ¿Puedes ayudar a James o no?

- Ayudaría bastante saber qué tipo de heridas son estas. ¿Qué es? ¿Magia oscura?

- No, no es nada de eso… Esto fue…

- ¡Centauros! – exclamó James de pronto, como si hubiese descubierto algo muy interesante en cualquier otro contexto que no lo involucraba a él herido -. ¡Mierda, ahora lo recuerdo!

- ¿Centauros? – preguntó Lily, confundida. Volvió a mirar las lesiones de James con más detenimiento, mientras todo comenzaba a cuadrarle a la perfección, y terminó llevándose las manos a su boca, horrorizada. Esas marcas, esos moretones, todo tenía sentido, pues no era ni magia oscura ni magia de ningún tipo -: ¡Por Merlín santísimo! ¿Esas son puntas de flecha?

Apuntó los cortes en sus hombros y pecho, al mismo tiempo que el moreno hacía un esfuerzo colosal por estirar su cuello y verse a sí mismo, poco consciente de sus propias heridas. Sin embargo, ese esfuerzo hizo que sintiera una nueva punzada intensa de dolor en su cabeza, y terminó recostándose y cerrando los ojos, con nauseas.

- ¡Pisotadas! – continuó la pelirroja, entre preocupada y molesta -. Pero, ¿en qué demonios…? ¿En qué estaban pensando para ir a meterse al Bosque Prohibido?

- Es bonito, Evans – comentó el herido en una especie de quejido -. La otra vez hasta vimos unicornios.

- ¡Cállate, James! – pidió Sirius, rodando los ojos. Por suerte para ellos, parecía que Lily se había perdido esos dos últimos comentarios tras poner toda su atención en examinarle la herida de la cabeza a James (con una tierna expresión de nervios y asco) -. Horrible, ¿verdad? Ese sí que fue un pezuñazo bien dado. Ese tipo, Bane, no me cayó muy bien.

- ¿Bane? – preguntó interesado.

- Bueno, en realidad nuestro bando tiró la primera piedra - reflexionó.

Lily no podía creer que siguieran hablando de eso como si nada…

- ¿Cómo es que si quiera estás vivo? – preguntó examinándolo. ¡No entendía nada de lo que estaba pasando!

La chica sacó su varita y se acercó ligeramente hacia James para mirar sus heridas con mejor atención. La punta del liso y anaranjado cabello le hizo cosquillas en su torzo, dándole un imperceptible escalofrío. Pese a su precaria situación, el chico recostado en la cama se tensó y se puso bastante nervioso por la avasalladora presencia de Lily. Se dio cuenta de que se le había acelerado el corazón e hizo enormes esfuerzos por mantener su respiración tranquila, esperando que nadie se diera cuenta del efecto que provocaba ella en él aun cuando ya no la quería de esa manera...

- ¡No deberías estar vivo! – volvió a decir, mirándolo con más suspicacia aún -. ¿Qué eres, Potter? ¿De qué me estoy perdiendo?

- ¿Có-co-como que qué soy? – preguntó con un pequeño tartamudeo provocado por el nerviosismo que le provocaba la cercanía con ella.

- ¡Sirius, explícame lo que está pasando! – le pidió al moreno, viendo que no obtenía una respuesta más contundente del herido.

Nada de lo que estaba pasando tenía sentido. No era normal que James, o cualquier persona humana, hubiese podido recibir todas esas pisotadas, entre medio de flechazos, y su cuerpo lo hubiese soportado al punto de estar ahí, como si nada, simplemente recostado y algo adolorido. ¡Algo no calzaba! Cualquier otra persona hubiese quedado, por lo menos, en un estado de cercanía a la muerte.

- James es así. – Sirius se encogió de hombros sin dar más detalles.

Lily volvió a negar con la cabeza, pero esta vez con exasperación porque sabía que los dos chicos le estaban mintiendo y le estaban ocultando parte de la información que podía ser relevante para ayudarlo y curarlo… Pero no podía seguir insistiendo. Quizás se lo contarían luego; habría tiempo para conversar una vez que James estuviese mejor de sus heridas.

Comenzó a recitar un antiguo conjuro en latín, mientras pasaba la punta de la varita con extrema delicadeza sobre los cortes. Una tenue luz azulada brilló desde la punta, y al segundo siguiente las heridas comenzaron a cerrarse como si la piel se estirara para unirse de nuevo.

No pudo dejar de notar que James ya tenía otras cicatrices por todo lo que lograba ver de su cuerpo, y que parecían ser de un tiempo anterior, rosadas y blanquecinas. Recordó aquella tarde, durante el año escolar anterior, en que lo encontró en medio de un charco de sangre en un pasillo del castillo, por un supuesto ataque de Severus…

Ese día había preferido creerle a Snape por sobre él y ahora, pese a que Potter no le caía mucho mejor que en el pasado, sabía que estaba equivocada y que había hecho la vista gorda durante mucho tiempo con su antiguo mejor amigo… Si la maldición de Snape le había dejado semejantes cicatrices a James, entonces definitivamente se había tratado de magia negra. Pero prefirió no decir nada al respecto en ese momento.

Viendo que James estaba en buenas manos y ya sanando, Sirius se relajó un poco y encendió un cigarrillo, se colocó en la ventana para fumar y dejar salir el humo. La luna llena brillaba, más enorme que nunca, con su luz sobre las copas de los árboles del bosque a la distancia… Quería que Remus y Peter estuvieran bien, lo quería con toda su alma. Si no sabía de ellos a una hora prudente, iba a ir a buscarlos al mismo lugar y pelear de nuevo contra los centauros si era necesario…

- Tienes estas pisotadas marcadas en el pecho, Potter. – Lily hablaba con la misma severidad con la que McGonagall hubiese hablado si lo hubiera atrapado copiando durante un examen -. Con la intensidad que te golpearon, debiste haber perdido el aire y morir ahogado. Ni siquiera tengo que ser una sanadora para saberlo. No hay forma de que hubieses podido resistirlo... Los cuerpos humanos son tan frágiles, y a tu edad…

Lily comenzaba a acercarse peligrosamente a la verdad cuando justo se abrió la puerta de la habitación, y entró Peter convertido en un huracán, refunfuñando y diciendo palabrotas al aire. Venía completamente despeinado y algo herido, aunque solo fuesen moretones de baja gravedad, y estaba cubierto en barro como si se hubiese revolcado en la tierra por minutos completos (y así había sido).

- ¡Tragué barro, barro, barro y más barro! ¡Quiero vomitar barro! – gritó mientras entraba, caminando hacia su cama y sin darse cuenta de la presencia de la pelirroja - ¡Hijos de puta! ¡¿Quién se creen que son?! Uy, sí, leemos el futuro. Somos más inteligentes que los humanos -. Imitó en una voz mística, y luego lanzó un bufido -. ¡Si Dumbledore no los saca de aquí, lo haré yo!

- Buenas noches, Peter – saludó Lily, interrumpiendo su monólogo.

- ¡Lily! Tú… ¿Qué haces aquí?

- No se me ocurrió una mejor idea. Madame Promfrey haría preguntas – aclaró Sirius.

- ¿O sea que le contaron que nosotros…?

- ¡No! – se apresuraron a gritar James y Sirius al unísono.

Lily los miró con desconfianza, haciendo un esfuerzo sobre humano por entender qué podía ser toda esa intriga del bosque prohibido y los centauros. Estaba segura, completamente segura, de que había algo más, un secreto importante que no le estaban contando. Y también estaba claro que no se lo iban a decir, así que no siguió insistiendo con eso… Tendría que averiguarla por sí sola en otro momento…

Continuó encargándose de las heridas de James con delicadeza hasta que la habitación comenzó a aclarar, mientras afuera amanecía, pero no pudo hacer demasiado por las pisotadas. Esas estaban marcadas en feos cardenales y no iban a desaparecer en al menos una semana… En cuanto a la herida de la cabeza, hizo un trabajo bastante decente a juicio de ella misma. Quedó bastante sorprendida con el resultado una vez que terminó.

- Pero sigo mareado.

- ¡Por supuesto que sigues mareado! – reclamó la chica, entre bostezos -. ¡Te pisoteó la cabeza un centauro! ¿Qué pensabas?

- ¡Bien, ya es hora de ir a clases! – anunció Sirius con un sonoro aplauso -. Se hizo tarde y tenemos que irnos.

- ¿Estás loco? ¡James no puede ir a clases así, tiene que guardar reposo! Y tú, y Peter… Ustedes también están magullados.

- Lo que Sirius quiere decir es que tenemos que ir a ver que Remus esté bien – replicó James, intentando incorporarse. Luego, miró a su amigo -. No tienes que fingir con Lily.

- La fuerza de la costumbre. ¡Vamos!

- James no puede ir – volvió a decir, más severa. Esta vez se puso de pie y se llevó las manos a la cadera -. ¡No está bien!

- Estaré bien – rebatió el aludido una vez que se puso de pie, luciendo como si fuera a desplomarse por agotamiento en cualquier momento -. Después de todo hiciste un buen trabajo conmigo. Muchas gracias, Evans, te debo una.

- Sí, sí, sí. ¡Vamos por Remus! – gritó Sirius desde la puerta para apurarlo.

Lily los vio marcharse y luego sintió sus pisadas en la escalera, adivinando que iban corriendo hacia abajo… Heridos, sin dormir nada… Le fue inevitable recordar todas esas veces en las que Remus le había dicho que tenía a los mejores amigos del mundo, cómo los defendía una y otra vez, aun ante las peores atrocidades, como ponía las manos al fuego por sus amigos sin importar el argumento que ella colocara en contra. Era casi conmovedor que salieran corriendo tan apresurados a ver si se encontraba bien después de una noche de transformación…

Pero no podía evitar seguir sintiéndose preocupada por James. Y francamente, también muy intrigada… Era inteligente, era popular, era un excelente jugador de Quidditch, pero nada de eso explicaba que hubiese podido recibir tantos golpes como si nada… ¿Cuál era la explicación? ¿Por qué no podía verlo? Normalmente descifraba hasta los más difíciles enigmas, pero todavía no podía descifrar a James, ni a nadie en ese grupo de amigos, a decir verdad…

Decidió que lo mejor era dejar de perder el tiempo con ellos, porque de cualquier forma ya no le quedaba demasiado tiempo para ir a ducharse y arreglarse para ir a sus clases.