N/A: ¡Hola a todos! Primero que nada, la disculpa porque tarde demasiado en actualizar (sequía creativa). Segundo, muchas gracias a quienes leen la historia hasta ahora, y especialmente a quienes se han unido recientemente con un follow o un fav! Bienvenid s, Let Us Die Young, Magra, Maki Argandoña, Lelela y nattcydonia. A quienes me dejaron reviews: Sangito: Gracias por siempre apañarme, tener la paciencia de que te hable todo el día de HP sin hacer sentadillas jajaja y darme tus opiniones sinceras. No te enamores de James! Eva: Creo que ya te lo he dicho por PM, pero me causa gracia que quieras a Peter en mi fic (aunque sea un poquititito), espero te guste este capítulo ya que avanza un poco más en lo relativo a la relación James X Lily. Como siempre, ¡gracias por ser una de mis lectoras y comentadoras más leales! Serena Mileto: ¡Bienvenida! Muchas gracias por tu review! Me alegra que te guste mi historia y espero, de todo corazón, que también te guste este siguiente capítulo. ¡Un abrazo!

12

Noche de Brujas

- Dejen de mirarme como si fuera patético, ¿quieren? – pidió Sirius durante el desayuno al día siguiente.

Los tres asintieron rápidamente sintiéndose incómodos y fijando la mirada en sus platos de cereal Cheeri Owls con leche. Era poco común que ellos se encontraran presentes a la hora del desayuno, siendo que siempre llegaban hacia el final, atrasados y destartalados, a robar las sobras de comida que habían dejado los demás alumnos. Pero la noche anterior, en particular, ninguno había dormido demasiado bien y para cuando había sonado la alarma, ya estaban totalmente despiertos pensando en cierta lechuza muerta...

- Además, no me importa – continuó resuelto –. Era solo una lechuza después de todo.

- ¿De qué hablas? – preguntó James extrañado. Sabía que Sirius no había dejado de pensar en Keith en todo el verano, y que se hubiese tragado su orgullo para hablar con Regulus en la primera semana de clases demostraba lo mucho que le importaba.

- De que tuve una reacción desmedida para tratarse de un simple animal – contestó encogiéndose de hombros.

- ¿A quién quieres engañar?

- Estoy hablando en serio – dijo fulminándolo con la mirada, advirtiéndole que no volviera a contradecirlo -. Regulus se merece que lo golpee porque es una mierda, pero seré inteligente y lo haré en el partido de Quidditch. ¡Así que vamos a lo que sigue! - James tomó un trago de leche algo incómodo y cruzó una mirada aprehensiva con Remus, que estaba sentado frente a él y que parecía estar pensando en algo similar a él. ¿Acaso Sirius nunca se daría cuenta de que sentir tristeza o sensibilidad no tenía nada de malo?

- ¿Entonces te comprarás una nueva lechuza? – se aventuró a preguntar el más pequeño de los cuatro.

- No, Peter. He estado pensando mucho… - dijo con mucha seriedad -. Y me he dado cuenta de que hay lugares en este castillo en los que ni siquiera he tenido sexo todavía.

James y Peter rieron ante el despreocupado comentario y se relajaron un poco. James se desperezó hacia atrás, algo cansado por haber dormido tan mal, y se percató de que todas las chicas de la mesa de al frente le estaban mirando y cuchicheando entre ellas. Cuando hizo contacto visual, ellas soltaron unas risitas tímidas, se levantaron y se fueron hablando en secretos.

Sonrió, algo divertido. No pensaba que pudiera volverse todavía más popular de lo que ya era, sobre todo habiendo dejado la vara tan alta tras ganarle a Ravenclaw durante el quinto año, pero desde el anuncio de Wilberforce Pipel, todo el mundo parecía estar pendiente de él. Desde la noche del gran banquete de bienvenida, las miradas lo acompañaban constantemente; la mayoría eran de admiración, y otras pocas de envidia, pero sea como fuese, todos lo miraban.

Volvió a tomar un trago de leche mientras bajaba la mirada a la mesa en un acto inconsciente, y reposaba sus ojos sobre un ejemplar del diario El Profeta que algún alumno había dejado allí la noche anterior. De pronto, se atoró y comenzó a toser de manera poco sutil, haciendo que los pocos alumnos que no le estaban mirando con anterioridad, se unieran al resto para observarlo sin disimulo.

- ¿Estás bien? – preguntó Peter.

- Sí – replicó con la voz rasposa mientras se daba un golpe con el puño en el pecho. Un par de lágrimas le corrían por las mejillas. Se aclaró la garganta sonoramente y luego continuó con voz de ultratumba -: Padfoot, necesito hablar contigo, ahora -. Tomó el periódico de la mesa y se puso de pie ante la mirada interrogante de Remus y Peter que se quedaron sentados desayunando.

- ¿Qué ocurre? No me vas a seguir dando la lata con lo de Keith, ¿verdad? – le preguntó Sirius mientras salían por el Gran Comedor hacia el vestíbulo. La luz que provenía desde fuera les dio en la cara tras acercarse a la puerta de entrada del castillo, que estaba abierta.

- ¡No, no! ¡Mira esto! – respondió acercándole el periódico.

LUCIUS MALFOY INVESTIGADO

Según se ha comunicado por un representante oficial, el Ministerio de la Magia confirmó que se está llevando a cabo una investigación dentro del Departamento de Cooperación Mágica Internacional en contra del señor Lucius Malfoy, después de reportarse que hubo un allanamiento de personal ajeno a la oficina principal el día en que se realizaron las protestas del sindicado, a finales del mes pasado.

«Es solo una investigación de rutina. Es verdad que el señor Malfoy entró a la oficina, un encantamiento de detección sencilla demostró que ingresó utilizando un simple Alohomora, pero de seguro se trata solo de un malentendido. Lo importante es que ningún objeto o documento ha sido robado» señaló el jefe del departamento, Corban Yaxley. Sin embargo, el auror Frank Longbottom, quien inició el caso, considera que se debe llegar al fondo del asunto y no descarta interponer acciones legales.

Sirius levantó la vista desde el papel y miró a James con expresión vacía. Estaba tan acostumbrado a salirse con la suya, a que jugarretas como la que habían hecho durante la pascua en las oficinas del diario El Profeta salieran impunes, que nunca creyó que se llevaría a cabo una investigación por el expediente que habían robado durante los últimos días de vacaciones.

- Bueno, parece que el tal Yaxley no está muy preocupado – comentó después de un rato.

- ¿Y eso no te parece raro? Dice que no robaron nada y eso es mentira – señaló el muchacho -. No quiere que la prensa lo sepa.

- Obviamente… ¿Cómo crees que se pondrá la gente si sabe que los aurores de otros países que trae el Ministerio se andan cambiando de bando? ¡Habría pánico!

Sirius dio un argumento completamente razonable a su preocupación, pero no era suficiente para calmar las sospechas de James, quien porfiadamente estaba seguro de que había algo raro en todo aquello. En relación al Ministerio, su corta experiencia de vida le había enseñado que las cosas siempre iban más allá de lo que todos veían a simple vista, y le irritaba un poco cuando sus padres o sus mejores amigos no lo veían o eran incapaces de tomarse en serio sus teorías.

- A mí me suena como que ese Yaxley es muy amiguito de Malfoy y le está salvando el pellejo – replicó, tozudo -. Recuerda que el Ministerio estaba siguiendo a Dumbledore y no les conviene que eso se sepa. ¿No lo ves? ¡Esto es serio! ¿Y si Yaxley es un mortífago?

- Sí, pero Prongs… - lo detuvo el moreno, luciendo algo aburrido con todo el tema -. Tú sabes que el Ministerio nunca se ha llevado bien con Dumbledore… Siempre lo vigilan, siempre están pendientes de lo que hace. Y te recuerdo que ese expediente lo devolviste a la gaveta.

- Malfoy debió decirle todo, que nos vio allí y que teníamos esa información en la mano, solo que… - dijo James, ignorando la reflexión de su amigo para continuar armando la teoría conspirativa -: No tiene como probarlo, así que la versión de Malfoy no puede salir a la luz pública. Y a Yaxley le conviene decir que fue un malentendido antes de que se sepa que seguían a Dumbledore.

- Es lo que nos conviene a nosotros también – le recordó Sirius, encogiéndose de hombros -. No tengo que recordarte todos los problemas en los que nos podríamos meter si se sabe que nos metimos a la mala a la oficina, ¿no?

- Sí, pero…

Sirius se restregó los ojos algo impaciente. Casi no había pegado un ojo en toda la noche pensando en lo de Keith e intentando calmar su rabia hacia Regulus, y cuando finalmente se había dormido un rato, tuvo un sueño extraño en donde aparecía Voldemort, y Greyback cubierto de sangre, como lo había visto alguna vez hacía mucho tiempo y eso lo había dejado algo intranquilo. ¿Acaso lo de Keith le había revuelto esos recuerdos que tanto se había esforzado por reprimir el semestre anterior…? Tenía suficientes cosas en mente como para enfrascarse en una suposición de lealtades entre personas del Ministerio que no le interesaban, pero no quería ofender a su mejor amigo.

- Prongs, sé que quieres participar en esto, pero no te pongas conspirativo. Simplemente entrégale ese expediente a Dumbledore y lo estarás ayudando.

- ¡Claro que no! – El muchacho de lentes se dio cuenta de que incluso ahí no podía escapar de las miraditas de los demás alumnos, así que le acercó para hablar más bajo y así impedir que alguien le escuchara -. Si es que tengo razón, Malfoy le habrá contado sus sospechas. Él creyó que nosotros estábamos ahí por orden de Dumbledore. – Sirius lo miró y pestañó dos veces, sin decirle nada -. Sin expediente, no hay delito. Imagina que investiguen a Dumbledore por culpa nuestra… Creo que lo esconderé en la Sala de Menesteres.

- Está bien, tienes razón… - respondió de manera conciliadora para dar por terminada la conversación.

El tiempo voló entre más clases, deberes y una luna llena que esta vez no terminó con nadie ensangrentado. James se mantenía más popular que nunca, con una gran fanaticada de chicas menores que no se perdían los entrenamientos de Quidditch, y por su influencia, también recibían esa atención sus tres mejores amigos, que no se quejaban y aprovechaban las ventajas que podía traerles estar en el centro de atención.

Los últimos días de verano fueron dando paso a un clima otoñal, frío y ventoso, y las lluvias ocasionales provocaban un agradable y fresco olor a tierra húmeda en los terrenos que se filtraba por las ventanas del castillo. Eso dificultaba los entrenamientos de Quidditch y, sobre todo, dificultaría el primer partido que se llevaría a cabo a inicios de noviembre, entre Gryffindor y Slytherin.

Caecilia Greengrass continuaba con sus visitas a las distintas clases para observarlas y hacer comentarios y observaciones que a veces sacaban de quicio a los profesores, sin embargo, ninguna había terminado tan mal como aquella primera vez en Transformaciones. En la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, el profesor Rivaille le señaló que solo la dejaría entrar al salón si, al igual que todos los alumnos, tomaba veritaserum y hacía pareja con él para someterse a un interrogatorio. Ofendida, había tomado sus cosas para marcharse rápidamente diciendo que le informaría al Ministerio sobre sus cuestionables métodos de enseñanza.

De esta forma, no se dieron ni cuenta cuando llegó el final de octubre, y con ello, una invitación a la fiesta de Noche de Brujas del Club Slug, que sería en parejas. Se llevaría a cabo el último sábado de octubre, el mismo día en que se realizaría la primera visita del año a Hogsmeade, pero tal paseo escolar estaba peligrando para Los Merodeadores que, como nunca, se habían metido en un problema de manera inocente y no planificado más temprano aquella semana cuando Sirius había sacado un juego de Snap Explosivo que había comprado en Orell…

- Ah, ¿eso hacías cuando desaparecías en Orell? ¿Comprar juegos de mesa? – se burló el de gafas.

- Este no es cualquier juego de mesa, Potter – respondió el aludido, dándole un codazo -. Las cartas explotan de verdad.

- ¿De verdad? – preguntó un interesado Peter.

- ¿Cuál es el rango de explosión? – continuó inquiriendo Remus -. Digo, no quisiera morir jugando.

- No lo sé. – Sirius se encogió de hombros y abrió la caja, que además de las cartas traía antiparras protectoras, guantes gruesos de cuero y un casco.

Tales implementos anti-explosiones, lejos de desalentarlos y volverlos más cuidadosos, los animó a sentarse inmediatamente a jugar en medio de la habitación y ver hasta qué punto podían explotar las cartas. Y claro, les daba curiosidad saber a quién le explotaría, considerando que era totalmente al azar…

¿El resultado? Gran parte de la pieza quedó en ruinas. Tres de las cuatro camas (excluyendo la de Peter) estaban chamuscadas y negras, mientras salía humo de lo que quedaba de las cortinas de las mismas. Una enorme mancha negra se extendía por las tablas del suelo, en donde había un gran agujero al medio desde donde se podía ver la habitación de los alumnos de quinto año.

- ¡La habitación completa, destruida! – gritaba la profesora McGonagall, más furiosa de lo que nunca la habían visto los últimos seis años, mientras miraba los restos de lo que solía ser la cama de Remus.

- Profesora… - intentó interrumpir James, con su cara cubierta de hollín y el cabello más revuelto que de costumbre. La bruja lo calló con una mirada terrorífica.

- Cállate, Potter. Quiero saber lo que ocurrió aquí inmediatamente.

- Un Snap Explosivo muy violento – dijo Sirius.

James comenzó a moverse involuntariamente aguantando la risa mientras Sirius, a su lado, se esforzaba por no contagiarse. Remus le dio un codazo al moreno de rulos para que se comportara y su amigo se lo devolvió. Parecía que en cualquier momento la jefa de la casa Gryffindor terminaría por hartarse de ellos, tras años aguantándolos con una paciencia casi admirable, y los expulsaría de una vez del castillo.

- ¡No me trate de idiota, señor Black!

- ¡Jamás podría! – respondió él, haciéndose el ofendido -. ¡Le compré el juego a un tipo en los Alpes! Y entre nosotros, profe, no se veía demasiado decente…

- Black – advirtió.

- Cuando me dijo que explotaba de verdad, creí que exageraba. ¡Debí sospechar algo cuando vi que la caja traía guantes protectores! – A esa altura, James había comenzado a reír audiblemente.

- ¡Black, una palabra más y te juro que no volverás a tener un minuto libre en lo que queda del año escolar!

Sirius se calló súbitamente, mordiendo su labio inferior con fuerzas para aguantarse la risa, mientras la jefa de la casa se comenzaba a pasear por toda la habitación con el rosto teñido de indignación. Los cuatro chicos podían sentir las risitas de los alumnos de quinto año que se encontraban debajo de ellos, observándolos por el agujero que había dejado la explosión.

- Me duele decirlo, señores, pero serán 100 puntos menos para Gryffindor.

- ¡Pero profe! – reclamó Peter, que con suerte podía escuchar algo más allá del agudo pitido que sentía retumbando dentro de su cabeza.

- ¡Silencio! – lo calló rápidamente -. Van a dormir en el suelo hasta que encuentren la forma de arreglar esto, por sí solos. Tal vez eso les enseñará a comportarse de manera decente.

- ¿Y si me lesiono la espalda justo antes del partido de Quidditch?

- ¡SEÑOR POTTER, DEBERÍA AGRADECER QUE NO LO CASTIGO SACÁNDOLO DEL EQUIPO! – La profesora levantó tanto la voz que por primera vez los puso nerviosos y se dieron cuenta de que estaba hablando en serio. Hasta los chicos de quinto dejaron de curiosear y se fueron -. Si no lo hago es exclusivamente por el resto del equipo y de la casa Gryffindor, que no tiene la culpa de su estupidez.

- Lo sentimos, profesora. Pero es verdad que no fue apropósito – comenzó a excusarse Remus por primera vez durante toda la reprimenda.

- Lupin, estoy muy decepcionada de ti. - Con ese sencillo comentario, Remus acababa de llevarse la peor parte del reto de McGonagall -. Y limpiarán los urinales de la enfermería el próximo sábado—.

- ¡Pero ese día es la ida a Hogsmeade! – reclamó Sirius.

- ¿Y usted cree que van a ir a Hogsmeade después de esto? – preguntó la profesora con sarcasmo -. ¡Ja!

- ¡El año pasado tampoco nos dejó ir! – protestó Peter recordando aquella ocasión en la que Peeves había obstaculizado su tarea de limpiar trofeos lanzando barro, que les costó una prohibición para ir al pueblito mágico durante todo el quinto año.

- No quiero ver a ninguno en Hogsmeade ese día, ¿ha quedado claro? Y en cuanto a usted, señor Black… - La jefa de la casa se giró hacia el chico para mirarlo fijamente -. Sus padres, quienes continúan siendo sus tutores legales, enviaron una carta a inicios del año escolar diciendo que usted no tiene permitido salir del castillo bajo ninguna circunstancia, así que me temo que no podrá ir a Hogsmeade en lo que resta del año.

- ¡Pero voy a cumplir 17 años en unos días!

- Mientras usted siga en Hogwarts necesita de un tutor legal, aunque tenga mayoría de edad. Es la política de la escuela.

Era la primera vez desde que Sirius se iba de su casa que comenzaba a sopesar las desventajas de lo que había hecho. Inicialmente, había creído que cumplir 17 años le traería la libertad para hacer lo que quisiera, pero ahora se enteraba de que quedaban casi dos años completos de escuela antes de poder mandarse solo y decidir… Dos años enteros en los que sus padres todavía podían meterse con él, aunque fuera tomando decisiones en lo académico…

- Profesora, mire… - comenzó a explicarle el moreno de rulos de forma muy calmada -. Podemos hacer esto por las buenas o por las malas: Usted me prohíbe ir, yo me las ingenio para ir igual, usted se entera y me castiga… O, dejamos de pretender que mis padres tienen alguna autoridad sobre mí y me da permiso para ir al pueblo.

En vez de darle una colosal reprimenda, la profesora McGonagall se le quedó mirando, medio amenazante y medio pasmada, boqueando como un pececito fuera del agua. Por un segundo, James y Peter creyeron que Sirius se saldría con la suya (Remus seguía medio frustrado por lo que le había dicho la profesora antes), cuando un atronador grito los hizo saltar en su propio lugar.

- ¡¿QUÉ SE HA IMAGINADO PONIÉNDOME CONDICIONES?! – gritó con las venas de su cuello completamente marcadas por la rabia -, ¡usted está completamente fuera de control, señor Black! ¡Completamente! ¡Estará en detención por un mes!

- ¡¿Un mes?!

- ¡Y ustedes tres! ¡Más les vale que los vea el sábado por la tarde limpiando esos urinales en la enfermería, antes de que los deje en detención por un mes también! - Los tres chicos que, durante todo el último momento se habían mantenido en silencio, se miraron desconcertados y algo ofendidos ante la injusta reacción final de la jefa de la casa Gryffindor por incluirlos a ellos en el mismo saco que a Sirius, siendo que aparte de volar la mitad de la habitación con una explosión, no habían hecho nada más…

Esa misma noche, casi todos los miraron con expresiones burlescas y entretenidas cuando se aparecieron por la Sala Común, pues la historia de la explosión se había viralizado por todo el castillo y no quedaba nadie que no supiera acerca de la jugarreta y la posterior ira de McGonagall. Los mismos alumnos de quinto año, que habían visto la reprimenda personalmente, se habían encargado de contarles a todos sobre los muchos castigos que habían recibido sus compañeros del curso superior (y por supuesto, también se preocuparon de contar las despreocupadas y, hasta insolentes, respuestas de los chicos cada vez que McGonagall les decía algo).

Sin embargo, había un puñado de alumnos que no estaba contento de que Gryffindor hubiese perdido cien puntos completos, porque eso había dejado a la casa dorada y escarlata automáticamente en el cuarto lugar. Claro, era un poco temprano para que la Copa de las Casas estuviese decidida, pero desde que Los Merodeadores habían entrado a Hogwarts, siempre habían quedado en el cuarto lugar. Ante eso, James solía excusarse diciendo que al menos, gracias a él, ganaban la Copa de Quidditch para compensar. Ese argumento solía bastar con la mayoría…

Se sentaron en una mesita junto a la ventana ya que el sillón principal frente a la chimenea estaba tomado, y se pusieron a hacer los deberes de Pociones que debían entregar al día siguiente, como siempre, empezándolos a última hora. No quedaban demasiados días para la fiesta del Club Slug; James y Remus todavía no habían invitado a alguien a la velada, así que ese pequeño problema les estaba robando el poco de concentración que les quedaba.

- ¿A quiénes invitarán a la fiesta de Slughorn? – preguntó Peter a los únicos que habían recibido una invitación.

- No sé… Parece que ya nadie hace una fiesta que no sea con una cita – se quejó el moreno de gafas -. Es un dolor en el trasero… ¿Tú ya sabes a quién vas a invitar, Remus?

El licántropo no pudo pensar en nadie más que no fuera Laurian, pero ella estaba a miles de kilómetros, lejos de la idea de algo tan banal como asistir a una fiesta, trabajando duro por su organización de hombres lobo. Le fue inevitable pensar en Mary también, aunque no de manera romántica, sino por ser la única chica con la que había tenido algo dentro de Hogwarts. Todavía no lograba topársela en el pasillo sin que ella desviara la mirada y apurara el paso.

Se encogió de hombros a modo de respuesta y miró a James para saber si él tenía a alguien en mente.

- No sé a quién invitaré, pero tengo claro a quien no: A ninguna capitana de Quidditch.

- Seguro te topas a Amy Vane en la fiesta, en todo caso – dijo Sirius.

- Yo pensé que alguno de ustedes invitaría a Lily – sugirió el rubio -. Como ahora se lleva bien con James…

- ¡Tienes razón! – dijeron James y Remus simultáneamente, y luego se miraron el uno al otro.

- ¿Quieres invitarla tú? – le dijo el licántropo a su amigo -. Yo puedo arreglármelas.

No era una mala idea, de hecho, James se alegraba de tener una amiga mujer en Hogwarts, por primera vez en la vida. De esa manera, sería más fácil salir del paso cada vez que hubiera una actividad que fuese con cita o pareja, sin que fuera para nada incómodo y, sobre todo, sin que la chica creyera que él quería algo más y se malinterpretara, como en el caso de Patricia McLaggen. Además, con Lily siempre pasaría un rato agradable porque era lista y graciosa…

Inmediatamente al día siguiente, después de clases de Herbología, el moreno decidió ponerse en acción y aprovechar la oportunidad apenas pudo. Se apresuró a la salida del invernadero para alcanzarla, pero iba caminando muy animada junto a una prefecta de Ravenclaw, así que no quiso insistir. Luego, por suerte para él, volvió a divisar su largo cabello anaranjado ondulando en uno de los corredores camino hacia la Torre de Gryffindor y se le acercó casi corriendo. A esa hora y en esa fecha, ya estaba relativamente oscuro así que las antorchas de las paredes estaban encendidas y brillando enérgicamente.

- ¡Lil! – llamó. La chica, que llevaba sus cuadernos y libros entre sus brazos, se giró en medio del pasillo de roca. El fuego de la antorcha más cercana se reflejó en su rostro, iluminando mejor esa sonrisa que ella colocó inmediatamente al verlo.

- ¡Hola, James! ¿Cómo estás?

- Bien, ¿y tú?

- Bien, gracias.

- Oye, me estaba preguntando – dijo apoyándose de lado contra la pared, manos en los bolsillos, y con una radiante sonrisa -. Vas a la fiesta de Slughorn, ¿no?

- Sí, claro – replicó ella. No pudo evitar quedarse mirando al chico en aquella posición tan despreocupada… James Potter tenía la mejor sonrisa en todo Hogwarts. Creía que esa era su mayor característica física y su mayor encanto.

- ¿Vamos juntos? – preguntó como si nada. Luego añadió -: Como amigos nada más, lo prometo. Ya sé que te di la lata el año pasado, pero…

- Ay. Es que… - suspiró y dejó caer los hombros, decepcionada -. Ya tengo pareja.

- ¿En serio? ¿Con quién irás?

- Pues… Dave.

- ¿Dave? ¿Dave Stahl? – preguntó, poniéndose derecho. Toda sonrisa desapareció de su rostro y fue remplazada por una expresión molesta -. ¡Lily! ¡Ese tipo te trató mal! – El chico sacudió la cabeza como un animalito confundido -. ¿Estás pensando en volver con él?

- Estamos… En proceso – reconoció, incómoda y nerviosa.

James soltó un bufido. Ni sabía por qué, pero la noticia le había caído como un balde de agua frío encima de la cabeza. Dave Stahl era, probablemente, el peor alumno en Hogwarts, ¡incluso peor que Snape! Remus le había contado lo que le había hecho a Lily, así que sabía que había tenido la razón cuando le había sacado la película: Era un maldito cobarde, cómodo, hipócrita. ¿Por qué Lily quería volver con él? ¡No tenía sentido! Ella era inteligente, hermosa, simpática, valiente… Se merecía a alguien mucho mejor, alguien distinto que la quisiera de verdad y diera todo por ella, que no fuera un poca cosa como ese…

- ¿Tanto lo quieres para dejar todo eso de lado? – preguntó con voz de ultratumba.

- Algo así – respondió complicada. La idea no le encantaba, obviamente. Pero, por un lado, los sentimientos que tenía hacia el Ravenclaw no habían desaparecido de la noche a la mañana y, por otro lado, era mejor que sentir cosas por alguien que solo la vería como una amiga, como James...

De pronto, el moreno de gafas no pudo evitarlo más, y explotó, diciendo con amargura:

- ¿Y vas a esperar cinco años a que Stahl te llame sangre sucia igual que Quejicus antes de darte cuenta de que es un idiota? Vamos, Evans. Eres más inteligente que eso. – El chico sabía que había sonado muy arrogante, pese a no haberlo querido. No fue un comentario que pudiese evitar porque estaba furioso, pero se arrepintió en cuanto vio la reacción de Lily.

La pelirroja se hizo para atrás entre sorprendida e indignada por el repentino ataque del chico, y la impresión inicial se convirtió rápidamente en una cólera que le empezó a subir por el cuerpo, acalorándola tanto como lo hacía el fuego de la antorcha que el daba directo en la cara. No podía creer que tan solo minutos antes estuviese contemplando la sonrisa de James, mucho menos que hubiese pensado que ese tipo le gustaba. Se había equivocado demasiado… ¡La gente como él nunca cambiaba!

- ¿Perdón? – replicó, ofendida. De inmediato frunció el ceño, enojada -. ¡Es problema mío con quién me meto y cuándo, Potter!

- ¡Pero ese tipo no te merece!

- ¡Qué te importa! ¡Lamento que mi relación no sea tan idílica como la tuya con Céline! Algunos simplemente tenemos que contentarnos con pelear y reconciliarnos.

- ¿Qué tiene que ver Céline con todo esto?

- Ah, lo siento. ¿Ya la olvidaste por Patricia? ¿O fue por la otra chica de Hufflepuff del otro día? Disculpa, no te he podido seguir el ritmo.

- Lily, no quise atacarte – comenzó a explicarse rápidamente, al ver que la pelirroja tenía su bello rostro rojo de rabia y estaba en camino a terminar peleando en serio con él -. Es que Stahl es un… - se aguantó para no insultar al novio de la chica, mientras empuñaba sus manos -. Simplemente pensé que no volverías con él porque te mereces algo mucho mejor.

- No es de tu incumbencia lo que hago con mi vida, Potter. – Lily se dio media vuelta y se fue, dejando a un James desconcertado y furioso, que seguía sin entender por qué le había afectado tanto la idea de que Lily siguiera de novia con un imbécil.

Y se dio cuenta de que seguía sin pareja para el baile…

Ninguno de los otros merodeadores entendió cuando la antigua relación de amor y odio entre James y Lily volvió en gloria y esplendor, con ambos chicos dedicándose miradas llenas de odio de un lado a otro en la sala común, o en las salas de clases, o en el comedor… Pero, nadie podía negar, que las buenas relaciones entre ellos habían durado demasiado para ser habitual. Había sido una especie de ilusión antes de regresar a la normalidad.

El moreno de gafas había hecho una estupidez, como era natural, y llevado por los celos (Sí, tenía que reconocer que había sentido algo de celos, aunque no entendía por qué), había invitado a Patricia McLaggen a la fiesta aun sabiendo que eso le significaría ponerse en una situación incómoda luego, cuando le tuviera que hacer entender una vez más que no estaba interesado en ella para ser su novio.

O tal vez sí podía interesarse en la idea. Varios de sus compañeros de sexto y séptimo tenían novio, Lily tenía novio, y Remus se carteaba con una chica fuera del castillo… A él claramente no le faltaban pretendientes, en caso de que quisiera hacer lo mismo. ¿Qué tanto podía importar si se ponía de novio con una chica que no le gustaba? Patricia era bonita y simpática. De seguro podía sacar más cosas positivas que negativas de una relación con ella…

- Ni se te ocurra porque te corto las pelotas – le dijo Sirius, a la primera que escuchó a su amigo externalizando su análisis.

- Hm, sí…

- Además, no entiendo esta reacción. Evans volvió con Stahl, ¿y de pronto tienes que encontrar pareja? ¿Sigues enamorado de Evans, o qué?

- ¡Por supuesto que no! – se apresuró a aclarar -. ¿Cómo se te ocurre algo así? Solamente peleamos y me gusta tener la razón y… - Notó que lo que decía no tenía demasiado sentido, así que se corrigió antes de que fuera demasiado tarde -. Lo de Patricia se me ocurrió aparte de lo de Evans. ¿Y tú, Remus? – cambió el tema antes de meterse en problemas -. ¿Ya sabes a quién invitarás al baile?

- Ni idea. En momentos como estos me doy cuenta de lo poco que me relaciono con chicas.

- ¿Qué hay de una prefecta? Patrullas con ellas a veces, ¿no? – sugirió Peter.

- Supongo que podría ser.

- Y hablando de prefectas – continuó el rubio, esta vez dirigiendo su mirada a Sirius -. ¿No habías dicho que conquistarías a McKinnon o algo por el estilo?

- Ya se dio cuenta de que no puede – dijo James para hacer que su amigo se picara.

- ¿Ah, no? ¿Quieres apostar?

- Sirius, no hay forma de que se fije en ti ni siquiera para quitarte puntos.

- ¿Qué quieres apostar? – James rio sin tomar en serio la apuesta, pero al ver que su mejor amigo lo estaba mirando completamente serio y esperaba una respuesta, lo pensó mejor, buscando algo que realmente le doliera a Sirius en caso de perder.

- ¿Me autorizas a revelar tu secreto mejor guardado?

- ¿Que me gusta la música disco?

- No, idiota. Lo de Elvendork.

La apuesta fue seguida de un gran silencio y miradas expectantes de parte de Remus y Peter, mientras Sirius parecía reflexionar con mucha seriedad si valía la pena arriesgarse a tanto… Nadie en Hogwarts sabía sobre eso (a lo más, uno que otro alumno se había contentado con escuchar a James diciendo "Elvendork es unisex" en el pasado, sin explicar el por qué, en una especie de broma interna del grupo) y podía arruinarle la reputación para siempre… Pero, por otro lado, su ego era tan grande que estaba seguro que podía lograr ganar la apuesta.

- Ya – respondió finalmente, estrechando fuertemente la mano de su amigo como señal de apuesta aceptada.

- ¿Seguro? ¿Quieres que el colegio entero se entere de que besaste a un hombre?

- No se enterarán porque estoy seguro de que McKinnon está loca por mí.

- Seguro – respondió el otro con sarcasmo.

Para el día viernes, una vez terminadas las clases de la mañana Peter regresó a la habitación de Gryffindor, pues había perdido de vista a sus amigos. Remus había partido a reunirse con McGonagall por una información que debían darles a los prefectos, Sirius dijo que tenía que enviar un papel importante a alguien así que iría a la lechucería, y James había desaparecido después de la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, diciendo que tenía una idea.

Pasaban la menor cantidad de tiempo en la pieza después de que la habían destruido, ya que todavía no hallaban la forma de regresarla a la normalidad y comenzaban a temer que no lo lograrían. Los cuatro continuaban durmiendo en el suelo en sacos de dormir, y cada noche jugaban piedra, papel, tijeras para turnarse y dormir en la única cama que había resistido (la de él). No le hacía demasiada gracia… La espalda comenzaba a dolerle, pese al encantamiento que volvía el duro suelo de madera más esponjoso.

Creyó que estaba solo, cuando escuchó a alguien toser desde el baño y se acercó a tocar la puerta.

- James, ¿eres tú?

La puerta se entreabrió un poco y se asomó la cabeza del moreno, que estaba sudando como si hubiese entrado vestido a un nido de salamandras de fuego, con la cara roja y su flequillo goteando. Se le notaba un poco complicado de que lo hubieran descubierto haciendo "algo", pero finalmente le abrió la puerta a Peter y éste pudo ver que sobre el escusado había un caldero burbujeante con un líquido de un desagradable color verde brillante que olía muy mal. El baño estaba a una temperatura altísima.

- ¿Qué haces?

- Me deshago de Stahl – respondió sin mirarlo, volviendo a trabajar en su poción. Peter le dio un segundo vistazo al caldero y se dio cuenta de que James trabajaba en una poción laxante. En segundo año habían puesto unas gotitas en todos los platos que irían a la mesa de Slytherin, desde las cocinas, y eso les había valido un castigo magistral.

- ¿Dave? ¿Por qué?

James levantó la vista. Llevaba al menos una hora haciéndose la misma pregunta. Desde que se había enterado de que el Ravenclaw estaba "en proceso" de regresar a ser el novio de Lily no había podido dejar de pensar en otra cosa… Y eso no tenía el menor sentido, porque estaba bastante seguro de que él ya no sentía cosas por la pelirroja, sino por Céline, su ex…

Probablemente fuese porque el prefecto le desagradaba mucho, tanto o más que Snape.

En ese momento recordó que uno de los grandes motivos por el que se había fijado en Snape para molestarlo, desde un comienzo, había sido su amistad con Lily... Parecía haber un patrón común a la hora de escoger a las víctimas de sus bromas…

- Para no tener que ver su horrible cara durante la cena de Slughorn – contestó, revolviendo y volviendo a fijar su vista en la poción apropósito para no tener que mirar al rubio -. No le digas a Sirius ni a Remus, ¿está bien?

- ¿Te gusta Lily?

- ¡Claro que no!

Peter se encogió de hombros y dejó el baño antes de que el olor vomitivo de la poción le afectara, cerrando la puerta y yendo a dormir algo de siesta en su cama, aprovechando que ninguno de sus amigos estaba ahí para hacerlo jugar piedra, papel, tijeras y quitársela. Necesitaba descansar un poco… Cerró los ojos por fin, y se durmió.

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El sábado por la mañana, la Sala Común de Gryffindor estaba llena de alumnos que se alistaban para partir a Hogsmeade. Los estudiantes de tercer año estaban particularmente emocionados, ya que era la primera vez que irían. Cuando James, Sirius, Remus y Peter bajaron, no podían creer que nuevamente no pudiesen ir al bello pueblito mágico. La última vez que no habían estado castigados para asistir a la excursión escolar, había sido en cuarto año. Bueno. En realidad, habían ido varias veces después de eso, pero no de manera oficial ni permitida, sino como animagos por sus paseos nocturnos cada noche de luna llena, o bajo la Capa de Invisibilidad.

No les quedó de otra que cumplir con su castigo, limpiando los sucios y olorosos urinales de la enfermería, pero de tanto en tanto, la tierna madame Pomfrey les llevaba malvaviscos y chocolate caliente porque le provocaba tristeza ver que los chicos pasaran su tarde de sábado allí, en ese clima tan helado, en vez de estar en Hogsmeade con el resto de los chicos y chicas de su edad.

- No me malinterpreten, madame Pomfrey es un encanto, pero preferiría estar tomándome una cerveza de mantequilla en la barra de Rosmerta que bebiendo chocolate caliente – comentó Sirius.

- Yo no sé cómo puedes beber si quiera – dijo Peter con una expresión de asco. El olor de los urinales no le dejaba acercarse si quiera a su tazón de chocolate caliente.

- ¿Vieron como los de Slytherin nos miraron cuando se dieron cuenta de que no iríamos a Hogsmeade? – preguntó James -. Han estado demasiado tranquilos este año…

- Anoche, una de las prefectas de Slytherin me dijo que tienen un pozo en medio de su Sala Común, en donde apuestan en contra de diferentes alumnos – dijo Remus algo entretenido -. Adivinen quién encabeza la lista de apuestas en contra.

- ¿Qué tipo de apuestas?

- Miembros del equipo de Quidditch que apuestan a que te pueden votar de tu escoba en el siguiente partido y cosas así. Algunos han apostado para hacer que te castiguen de alguna forma para que no puedas jugar el siguiente partido. Regulus hizo la apuesta más grande, apostó cien galeones a que Slytherin ganará la Copa de Quidditch este año.

- Potter, desde ahora iré a todos los entrenamientos de Quidditch que pongas – dijo Sirius con decisión.

James rio un poco, más fascinado que enojado tras enterarse de la atención que le prestaban los alumnos de la otra casa y lo envidiosos que debían estar al ver que Wilberforce Pipel iría a verlo, como para hacer algo así de infantil. No quedaba demasiado para el primer partido de la temporada, que justo sería Gryffindor contra Slytherin, y ahora que tenía una nueva escoba, sabía que no le sería tan difícil ganar. Pero no podía confiarse, porque Regulus era un buscador muy bueno.

- ¿Y tú por qué hablas con alumnos de Slytherin? – le preguntó el moreno a Remus.

- Fenella es agradable y bastante diferente a la mayoría de los Slytherin – respondió encogiéndose de hombros -. Y me cuenta cosas interesantes sobre nuestros queridos "amiguitos".

- No te confíes demasiado con esa tipa.

Ya era completamente de noche cuando terminaron de limpiar todos los urinales de la enfermería. Madame Pomfrey les hizo un encantamiento para que sus manos no olieran mal, especialmente considerando que James y Remus tenían que alistarse para la fiesta de Slughorn, a la que tenían que ir vestidos de cierta formalidad, y estaban llegando bastante atrasados porque había comenzado a eso de las ocho de la noche, y eran pasadas las nueve.

Cuando terminaron de arreglarse, bajaron al Gran Comedor como indicaba la invitación, y se dieron cuenta de que éste había sido cerrado especialmente para ellos y achicado con un encantamiento, para dar una sensación más acogedora. Las grandes mesas largas de las cuatro casas habían sido remplazadas por varias mesitas redondas de cuatro personas, para quienes quisieran sentarse a conversar en vez de bailar. Todo el espacio había sido decorado con cientos de calabazas, telarañas y velas flotantes, mientras que una bandada de pequeños murciélagos revoloteaba por el lugar.

Patricia McLaggen no se veía muy feliz de que James estuviese entrando recién a esa hora, pero se le pasó una vez que supo que había sido por un castigo de McGonagall. De manera poco sutil procedió a colgarse del cuello del muchacho para darle un tierno beso en los labios, que James recibió con una sonrisa forzada. Ahora estaba totalmente seguro: Patricia definitivamente había malinterpretado su invitación al baile y ahora creía que eran pareja.

Mientras tanto, Remus fue a reunirse con una prefecta de Hufflepuff llamada Rose Taylor, a quien había invitado durante la semana luego de conversar sobre unas instrucciones que les habían dado como prefectos. Era agradable y tenían algunas cosas en común, así que el licántropo creyó que no podría pasar un rato agradable junto a ella sin mayores problemas.

Slughorn no solo se había encargado de que hubiese una buena cantidad de comida y bebestibles sobre una mesa larga en el fondo del Gran Comedor (había ponche, cerveza de mantequilla, ron de Grosellas y más), sino que también había contratado a una buena banda de brujos músicos. El profesor de pociones, como nunca, había invitado también a otros profesores e incluso a los fantasmas para que se divirtieran, así que el ambiente era uno de los mejores que los chicos pudiesen recordar de ese tipo de reuniones. Todos los alumnos bailaban animadamente junto a sus parejas, incluyendo a Lily con Dave Stahl.

Alrededor de una hora después, Remus estaba acalorado de tanto bailar y se dirigió a la mesa a servirse algo de ponche, cuando vio a James algo cabizbajo, sirviéndose una cantidad no muy decente de whisky de fuego, que de seguro le traería consecuencias luego. Además, se demoraba una eternidad en servirse; Remus se dio cuenta de que James se demoraba apropósito para no volver con su cita, Patricia, que lo esperaba en una de las mesas mientras se miraba las uñas, aburrida.

- ¿Sabes? Peter me dijo algo muy interesante hoy día. – Remus se le acercó, le quitó el vaso de las manos y vertió la mitad de su contenido en el propio para que su mejor amigo no hiciera una tontería.

- ¿Qué? – preguntó sin interés, mientras volvía a rellenárselo.

- Que ayer estabas preparando una poción laxante para darle a Stahl… - Dejó una pausa para ver si el acusado decía algo, sin embargo, éste continuó mirando su vaso con una expresión apática -. Pero veo que Dave está muy bien, supongo que algo ha salido mal. ¿No pudiste dársela? – preguntó haciéndose el tonto.

- Me arrepentí – admitió rápidamente. No tenía caso fingir otra cosa.

- ¿Y eso? – preguntó sonriendo.

- Evans ya no me importa, ¿no? Así que no tenía ningún motivo para arruinarle la cita.

- ¿Sabes lo que pienso? – se le acercó y dijo más despacio para que nadie del gentío oyera -. Que Lily te importa demasiado, y tú has madurado.

- A mí no me gusta Evans.

- Claro – respondió guiñándole un ojo para provocarlo.

- Estoy hablando en serio.

- Ah, bueno. Qué lástima en ese caso… Porque te iba a decir que Dave es un reverendo imbécil, y hubiese sido bueno que alguien intercediera para evitar que le vuelva a hacer daño. Alguien como tú.

- ¿Yo? – preguntó algo más interesado -. Pero si Evans me odia, ¿por qué pensarías en mí para eso?

- Era solo un pensamiento – dijo encogiéndose de hombros. Tomó su ponche, y volvió junto a su pareja sabiendo que le había implantado una inquietud a James que no lo dejaría continuar el baile tranquilo.

Y así fue, después de unos cuarenta minutos de baile y de una conversación bastante interesante junto a su pareja, James volvió hasta donde estaban él y Rose.

- Remus, ¿hay algo que quieras decirme? – El muchacho de gafas ya estaba comenzando a arrastrar las palabras por el alcohol.

- Que deberías dejar de beber antes de que hagas una estupidez.

- No, tú sabes exactamente lo que quiero decir – continuó, entrecerrando los ojos con suspicacia -. ¿Crees que tengo alguna oportunidad con Evans?

Remus tuvo que esforzarse por demostrar seriedad y no reír ante el comentario. Sabía que James se iba a enojar con él si no lo tomaba en serio, sobre todo porque solía ponerse solemne y dramático cuando estaba borracho, pero era gracioso escucharlo volver a hablar de Lily en ese aspecto romántico considerando que había negado que le gustara solo unos minutos antes. Había extrañado escuchar a James hablando de Lily.

- Bueno, no hoy, no así como estás – dijo algo aprehensivo -. Pero en otro momento…

- ¡Moony, por qué no me dijiste esto antes!

- ¡No estoy diciendo nada! – se apresuró a decir el licántropo, mientras Rose miraba a ambos con expresión confundida -. Solo creo que no es una idea tan descabellada.

- ¡Por Merlín, tienes toda la razón del mundo! – exclamó como si se acabara de dar cuenta de una gran verdad universal que él no había visto hasta entonces. Y también, con una teatralidad digna de su estado de ebriedad -. Debí haber evitado que volviera con Stahl siendo agradable con ella ahora que éramos amigos, pero al insultarla solo conseguí el efecto contrario.

- Entonces… ¿Estamos admitiendo que te gusta Lily, o…?

- No, no, no. Primero, tú dime si crees que yo tenía opción con Evans cuando dejamos de pelear. – Se tapó el rostro de manera exagerada -. ¡No! No me digas que lo arruiné de nuevo.

- Bien, supongo que eso es como admitirlo – reflexionó el licántropo en voz alta, y James lo miró detenidamente, como si tuviese decidiendo sus propios sentimientos, y más que nada, como si debiese admitir algo para él antes que con sus amigos.

- No se lo digas a Sirius – terminó por decir -. Iré a hablar con Evans.

- ¡No, no ahora! – pidió el castaño, pero era demasiado tarde.

El célebre adolescente partió su travesía, abriéndose paso entre todos los alumnos, profesores y fantasmas que bailaban y se divertían en la pista de baile, a ratos chocando contra algunos de ellos, visiblemente ebrio, y abandonando a su propia pareja que lo observaba desde una mesa lejana, furiosa, al ver que se encaminaba hacia Lily Evans, la chica que le gustaba a James según sabía todo Hogwarts, que siempre le había rechazado y que, más encima, en ese momento estaba nada más ni nada menos que junto a su novio.

Remus miró como su amigo se alejaba, cruzando los dedos porque todo aquello no terminara en una pelea colosal con el Ravenclaw y el desdén total de la colorina… Entre lo que le había dicho McGonagall a mitad de semana, y lo que acababa de provocar, el licántropo pensó por primera vez que quizás se estaba comportando como todo un idiota.

Varias horas después, al mismo tiempo que se celebraba la fiesta de Noche de Brujas del profesor Slughorn en el Gran Comedor, Sirius se encontraba muy lejos de allí, en el quinto piso del castillo, aburrido y expectante. Se paseaba lentamente, en círculos, simplemente haciendo tiempo y esperando a ver si todo salía exactamente de acuerdo con lo planeado. De pronto sintió pasos, y vio de reojo que a medida que éstos se acercaban, también lo hacía la tenue luz de un encantamiento lumus aproximándose justo donde estaba él. Se escondió tras una estatua y esperó.

- ¿Black? – La dubitativa voz suave y femenina de una chica resonó en el pasillo. Luego, volvió a llamar, intentando sonar más confiada -. Black, vamos. Sé que estás ahí, puedes dejar de hacerme perder el tiempo.

- Buenas noches, McKinnon. – Sirius se asomó con una enorme sonrisa despreocupada y algo engreída, tan típica de él que no le sorprendió demasiado.

El castillo ya estaba completamente en la oscuridad, pues a esa hora no había una sola antorcha o farol encendido. Nadie debía estar allí a esas horas. Por la ventana no entraba ni un mísero rayo de luz natural, pues no había luna, y el viento y la lluvia golpeaban con fuerzas las ventanas. La chica había sido valiente al haber ido sola a cumplir con sus deberes de delegada.

- Sabes que está prohibido deambular por el castillo a esta hora, ¿no? – le preguntó la Ravenclaw con aprehensión, más molesta aun al verlo sonreír así -. No sé qué te traes entre manos, pero deberías agradecer que haya sido yo quien recibió esto y no McGonagall.

La preciosa rubia se acercó más a él para mostrarle un papel en donde alguien delataba que Sirius estaría allí ese día y a esa hora. Ambos estaban ahora a solo centímetros de distancia aprovechando la misma luz que emanaba desde la varita de Marlene, y tras unos segundos hicieron contacto visual.

- Entonces… ¿Me vas a quitar puntos o me vas a castigar? – El muchacho se recostó de lado sobre uno de los pilares, manteniendo esa actitud despreocupada y odiosa, mientras encendía un cigarrillo.

- ¡Por supuesto que te voy a quitar puntos! – dijo la chica enojada, intentando quitarle el cigarro, pero él lo levantó sobre sus cabezas con una sonrisa hasta que ella renunció a la idea, indignada. Bufó y se llevó las manos a la cadera -. Me estás tentando.

- ¿Cuántos puntos me vas a quitar? ¿50? ¿100? - Sirius aspiró y exhaló el humo del cigarrillo cerca del rostro de Marlene apropósito, pero antes de desatar la furia de la delegada, le sonrió esta vez mucho más travieso y hasta tierno -. ¿Cuánto me va a costar este rato a solas contigo?

- ¿Qué? – preguntó ella, confundida.

- Ese papelito que tienes ahí… Lo escribí yo.

- No – dijo negando con la cabeza -. Bromeas.

- ¿Es tan difícil de creer? – dijo riendo y volviendo a darle una calada a su cigarrillo -. No, quería un momento a solas contigo y era algo difícil acercarme a ti, siendo que siempre estar tan rodeada de personas, y de Prewett, más específicamente… - Le quitó el papelito de las manos con delicadeza y se lo guardó en el bolsillo -. Pero supuse que, como responsable delegada, no dejarías esta advertencia de lado ni me dejarías romper las reglas… - Volvió a sonreír amplia e inocentemente, como un niño pequeño que está orgulloso de algo que hizo -. Y veo que supuse bien.

- Sirius, eso no tiene ningún sentido… - respondió nerviosa, repentinamente olvidando el motivo por el que llegó allí en primer lugar -. ¿Por qué querrías…?

La respuesta era sencilla. Sirius acababa de saber con toda certeza que Marlene tenía que estar interesada en él, aunque estuviera muy a la defensiva y fingiendo que no le creía nada, o que estaba irritada por toda esa situación. ¿Por qué? Porque ella también había sido invitada a la fiesta del Club Slug, y según había averiguado antes, Prewett le había pedido ser su pareja… Pero ella había preferido ir a un inútil encuentro con él. Sí, tal vez para atraparlo, pero aun así... Hasta el momento no le había quitado ningún punto.

- ¿Hablar contigo a solas? Tú dímelo – dijo acercándose un poco más a ella, con expresión seria y sugerente.

Estaban tan cerca que podía escuchar la respiración algo agitada de la chica y adivinar que la había descolocado y puesto nerviosa de verdad, pero no quería continuar acercándose. Él ya había hecho suficiente mostrando su interés, así que le encantó ver que ella acortara aún más la distancia hasta él, lentamente, mientras sus redondos ojos azules le miraban como reflexionando muy bien que hacer a continuación. Ya casi estaban por besarse, cuando…

- 50 puntos menos para Gryffindor – le dijo Marlene con una sonrisa triunfal, prácticamente con su rostro pegado al de él. Gracias a esa cercanía, también le quitó el cigarrillo, lo botó al suelo y lo pisó para apagarlo -. Y como te vea fumando de nuevo en el castillo, serán 100.

- ¡Hey! – reclamó algo sorprendido por la mala respuesta de la rubia. La delegada se dio media vuelta y se fue por el pasillo en la dirección opuesta a él, dirigiendo su varita y su luz hacia el otro lado y dejando a Sirius completamente en la oscuridad -. ¡McKinnon! ¿Quieres salir conmigo un día de estos? -. Al no obtener respuesta alguna, insistió -: ¡Estaré de cumpleaños!

Pero no hubo caso. Marlene desapareció tras doblar a la derecha en el final del pasillo sin responderle nada, dejándolo algo desconcertado pero, por sobre todo, entretenido y con su espíritu no derrotado. Muy por el contrario, nunca pensó que podía ganar esa apuesta tan fácil y James le había dicho que McKinnon no se fijaría en él ni para quitarle puntos.

Bueno, al menos eso, lo acababa de conseguir.