N/A: ¡Hola a todos! ¡Y gracias, como siempre, por leer! Son lo máximo. Un saludo especial de bienvenida a Juampi Fiuza por unirse ^^ SerenaMileto: ¡Muchas gracias! Me alegro que te haya gustado. A continuación, puedes ver lo que ocurrió esa noche con James y Lily… Espero que el próx cap te guste (: Sangito: Classic Sirius siendo una bombita de tiempo a punto de estallar jajajajaja sé que lo amas, pero también sé que lo traicionas con Rivaille. Sinceramente ya no sé ni qué pensar… A veces pienso que Rivaille te gusta más, alta traición. Bueh, ya te leíste este capítulo así que no hay demasiado más que decir jajaajajaja Maki: yapo amiga, ponte al día jajaja te amo fea Evasis: ¡Estuviste en Londres! Wow, que genial! Envidia sana, espero que lo hayas pasado INCREÍBLE. Por favor, no te disculpes! Es cada vez más duro encontrar tiempo para escribir / leer fics… La vida adulta no es nada bonita ): Deberías tomar partido por Lily. Solo está haciendo lo que alguna vez hicimos todos cuando éramos adolescentes irreflexivos. Ser la madre del niño que vivió no la hace perfecta jajaja ¡Un abrazo! ¡Y por ahí te dejé dos reviews también en Cartas Entrelazadas! Para que cuando puedas, les des un vistazo
Capítulo 13
El nuevo director
Aquella tarde caía un aguacero mientras el equipo de Gryffindor realizaba su entrenamiento en el estadio de Quidditch, empapados y tiritando de frío. La lluvia y el mal tiempo no habían ahuyentado a la fanaticada de James, que sagradamente concurría a ver sus prácticas, esta vez tiñendo las graderías con los colores de varios paraguas abiertos.
Llevaban tres días seguidos de entrenamientos porque aquel día sábado, por fin, se llevaría a cabo el partido inaugural de la temporada de Quidditch entre las dos casas cuya rivalidad era la más reconocida, tanto dentro como fuera del campo deportivo: Gryffindor contra Slytherin.
El ambiente había cambiado entre el alumnado a medida que se acercaba el esperado enfrentamiento. La antesala del partido había provocado esa emoción propia y prácticamente palpable de la previa de cada partido en donde los ánimos se caldeaban, comenzaban las provocaciones entre las distintas casas, los cánticos contra sus jugadores, las apuestas y hasta una que otra amenaza o discusión acalorada por los pasillos. Pero también, la pasión por el deporte que muchos consideraban el mejor del mundo.
Hasta el capitán del equipo se había emocionado lo suficiente como para dejar de pensar, aunque fuese por un momento, en cierta pelirroja que recientemente se le había metido con más fuerzas que nunca en la cabeza. Todo había sido culpa de lo que Remus le había dicho durante el baile de Noche de Brujas que había organizado el profesor Slughorn el fin de semana anterior.
Esa noche, después de tener una interesante conversación con su amigo, James había caminado hacia donde se encontraban Lily y Dave, quienes habían dejado de bailar momentáneamente y conversaban en un rincón junto a la mesa de los brebajes. James estaba evidentemente borracho, pero aun así no pudo dejar de notar que la colorina lucía algo aburrida mientras hablaba con el Ravenclaw, y la lógica se quiso imponer por un segundo a su torpe optimismo causado por el alcohol: ¿Y arruinaba aún más las cosas por hablarle en ese momento y en ese estado?
Justo mientras tenía esa pequeña reflexión, sintió que alguien pasó junto a él y le dio un fuerte golpe de hombro contra hombro, pasándolo a llevar sin siquiera pedirle perdón. No le pareció nada de raro cuando se dio cuenta de que se trataba de Mulciber, que avanzaba hacia la puerta a toda velocidad, seguido muy de cerca por Snape y Rosier (los únicos alumnos hombres de ese curso de Slytherin que estaban dentro del Club Slug).
- Vaya, vaya. ¿Vamos a algún lado tan apurados?
- Cállate, Potter. - Tras ese breve intercambio, los tres muchachos continuaron su camino sin darle mayor atención.
James los conocía lo suficientemente bien como para saber que estaban tramando algo y eso era algo que él no podía dejar a medias. No después del año anterior, no después de lo de Escorpión, o de la broma que Mulciber le había hecho a Mary en la Torre de Astronomía, no después de que habían demostrado lo peligrosos que eran. Se dio media vuelta para seguirlos desde atrás al mismo tiempo que Lily fijaba la vista en él, creyendo por un segundo que su compañero iba a montarle una escena o algo. Comprobó que estaba equivocada cuando lo vio marcharse como si nada, y se recordó a sí misma que James había dejado ese tipo de actitudes con ella desde que habían regresado a Hogwarts.
El esbelto chico de cabello azabache salió del Gran Comedor intentando ser silencioso. A penas cerró la puerta tras de él, el bullicio de la fiesta cesó como si el enorme salón fuera hermético. Los pasillos estaban oscuros y se sentía el sonar del viento y de la lluvia dando contra los ventanales, a fuera. No debía estar ahí a esa hora, solo tenía permitido estar fuera de su habitación para estar en la fiesta…
Divisó a lo lejos a los tres Slytherin perdiéndose a la vuelta de un corredor, manteniendo la misma actitud sospechosa, y partió sigilosamente tras de ellos para ver qué se tramaban.
- ¿Lo vas a hacer de verdad?
- Cuando descubra como – dijo Mulciber. James deseaba tener la capa de invisibilidad en ese momento para poder acercarse y escuchar con más atención lo que estaban hablando, pero tenía que conformarse con guardar una distancia apropiada. El eco de los pasillos vacíos le hacía el favor de amplificar las voces de los tres chicos.
- No creo que sea buena idea – le advirtió Snape.
- ¡Tú nunca crees que nada es buena idea! ¡Ni siquiera sé por qué estás con nosotros!
- No te sirve de nada planear estupideces si no eres inteligente a la hora de llevarlos a cabo – continuó el chico sin dejarse amedrentar -. Y sabes muy bien que sin mí jamás vas a poder lograrlo.
- Bien – respondió después de un rato de silencio.
Comenzaron a bajar por una escalera amplia y descubierta de camino hacia las mazmorras. James sabía que había llegado hasta ahí… Si se aproximaba más iba a dejarse al descubierto, y si esperaba un rato para guardar la distancia, los iba a perder. Así que simplemente se dio media vuelta frustrado y se fue de regreso a la Torre de Gryffindor, sin haber logrado escuchar nada importante, pero comprobando su sospecha de que el grupito planeaba algo y de seguro, no era nada bueno.
- ¡POTTER!
El chico volvió a la realidad. Estaba volando y anotando tantos por inercia en medio del entrenamiento mientras recordaba la noche de la fiesta, pero en ese momento vio a la profesora McGonagall que entraba a paso decidido y caminaba en medio del barro con expresión de disgusto. Era difícil saber si estaba enojada por el hecho de tener que caminar y enterrar los tacos de sus zapatos en el barro, o si estaba molesta por otro motivo que lo involucraba a él.
James descendió suavemente mientras el resto de su equipo lo seguía, paralizando la práctica. Cuando llegó abajo se sacudió el cabello mojado con la mano y se acercó a la jefa de la casa Gryffindor, que mantenía su expresión estricta y lo miraba con ojos entornados.
- Potter, tengo noticias.
- ¿Malas?
- Eso depende. – Le extendió un pergamino que estaba doblado como un pequeño tubo y amarrado con una cinta de color verde oscuro -. El profesor Slughorn me ha entregado esto.
El capitán del equipo desenrolló el papel, que inmediatamente comenzó a mojarse con las gruesas gotas de agua que caían desde el cielo y de su cabello mojado, y vio con un pequeño horror que Slytherin estaba informando que no jugarían el partido de aquel sábado. En su lugar jugaría Hufflepuff. Lo habían decidido ya los capitanes de ambas casas por motivos de fuerza mayor: El buscador de Slytherin estaba muy enfermo.
- Maldito cobarde – murmuró mientras arrugaba el pergamino en su mano. Era obvio que Regulus mentía. - ¡Esto tenían que preguntármelo a mí primero! ¡Y a Vane! ¡Todos los capitanes debemos estar de acuerdo antes de hacer un cambio así!
- Alguien de arriba tomó la decisión. Mira quién firmó la autorización – respondió McGonagall igual de enfadada que él. James volvió a estirar el documento solo para darse cuenta de que quien firmaba era Caecilia Greengrass.
- ¡Y qué me importa a mí esta señora! ¡Este papel no significa nada! ¡Solo Dumbledore o los jefes de las casas—!
Se quedó en silencio al ver la cara que colocó la profesora McGonagall, llena de incomodidad, y supo que algo muy malo había ocurrido. Su equipo estaba impaciente detrás de él, así que con un gesto de apuro les pasó el papel (escuchó la soez palabrota de Sirius al darse cuenta de que no podría desquitarse con su hermano en ese partido como lo había planeado) y emprendió camino de regreso al castillo con la subdirectora, adelantándose para que el resto no los escuchara.
- ¿Pasó algo?
- El profesor Dumbledore ha tenido que dejar el castillo temporalmente – respondió sin mirarlo, saliendo con toda rapidez del campo de Quidditch en medio de la lluvia que había menguado un poco y pasaba a ser llovizna.
- ¿Por qué? - La profesora lo miró en forma reprobatoria para darle a entender que se estaba pasando de listo con tantas preguntas sobre algo que a él no le incumbía.
- Bastará con que te diga que se anunciará durante la cena de esta noche.
- ¡Pero, profe! No me diga que Greengrass quedó como…
- Sí – contestó, esta vez mirándolo con complicidad. Se notaba que estaba preocupada -. Esa mujer ha quedado como directora subrogante y estoy segura de que el Quidditch es solo una de las muchas cosas en las que inmiscuirá sus narices.
La bruja comenzó a caminar más rápido y lo dejó atrás apropósito, de pie y derrotado tras escuchar las verdaderas malas noticias. Sintió como su equipo se les acercaba a unos cuantos metros de distancia, diciendo palabrotas al aire contra Slytherin y Regulus, especialmente a Sirius, a quien – por cómo se escuchaba – se le había colocado un ánimo de perros.
Esa misma noche, durante la cena, los alumnos habían reaccionado sorprendidos cuando se anunció el cambio de equipos en el partido inaugural con tan poco tiempo de aviso, pero todo aquello quedó minimizado cuando se informó que el profesor Dumbledore había tenido que dejar el castillo para "atender asuntos personales en Londres durante un tiempo indefinido" y que en su lugar quedaría Caecilia Greengrass como directora subrogante. Tal noticia había levantado la curiosidad de la mayoría, pues nadie entendía qué podía ser tan importante para que el director se fuera, sobre todo, dejando a aquella mujer en su cargo.
- Este fue su plan todo el tiempo – comentó el de gafas a sus amigos durante la cena, bajando la voz para que nadie más oyera -. Solo vino aquí para sacar a Dumbledore del camino y poder controlarnos.
- Quiero verla intentando controlarnos – dijo Sirius de manera arrogante y despreocupada, pues tendía a menospreciar a la autoridad en cualquier caso.
- En este caso, Sirius, por mucho que quieras desafiarla… No podemos dejar de lado que ella tiene el poder ahora – le recordó Remus -. Y ya sabemos lo que opina de ciertos alumnos.
James asintió, temiendo lo peor. No quería ni pensar cómo se debían sentir en ese momento alumnos que eran hijos de muggles, si él que no lo era, estaba asustado pensando en lo que Greengrass podía hacer con los estudiantes y con Hogwarts. Era peligroso, pero entendía que era el curso normal de las cosas bajo el régimen de Voldemort… Si bien, el Ministerio no estaba tomado por la fuerza por los partidarios de la sangre limpia, ideológicamente muchos departamentos estaban comprometidos y con la excusa de la maldición Imperio, era imposible saber quién creía qué hasta que era demasiado tarde. El Ministro de Magia, por su parte, había perdido completamente el control de la situación y pocas veces daba la cara; cuando lo hacía era solo para anunciar medidas que estaban lejos de contribuir y tendían a empeorarlo todo.
Miró de reojo a Lily, que estaba a varios puestos de distancia de ellos, y que en ese momento cuchicheaba con dos de sus amigas, Batsheba Prince y Allie Hamond, con expresión preocupada por el nombramiento de aquella mujer como directora. Nadie estaba particularmente muy contento ya fuera por motivos políticos o porque Greengrass era completamente desagradable e incompetente. Pero como siempre, una buena parte de los estudiantes de Slytherin lucían entretenidos con lo que estaba ocurriendo, sobre todo Violenta Greengrass que lucía radiante.
- McGonagall debe saber por qué se fue Dumbledore – les dijo James a sus amigos esa noche, cuando ya habían regresado a su habitación.
- ¿Crees que sea algo malo? – le preguntó Peter.
- Pienso que está involucrado el Ministerio.
Sus tres amigos, que estaban ordenando sus cosas para el día siguiente, se giraron a verlo. Algunos más incrédulos que otros.
- No vas a empezar – pidió Sirius rodando los ojos con aburrimiento.
- A ver, Sirius, ¿quién siempre ha sido la vicerrectora de esta escuela?
- Tiene razón – admitió Remus, mirando a Sirius y dándole el punto a favor a James -. McGonagall debió quedar como directora subrogante. El Ministerio tuvo que haber metido sus manos.
- Tenemos que averiguar por qué se ha ido Dumbledore – volvió a insistir el de gafas -. Y traerlo de regreso antes de que sea tarde.
El entrenamiento de Quidditch del día jueves fue el más importante, ya que era el último antes del gran partido, y debían planear una estrategia de último minuto porque el equipo de Hufflepuff jugaba muy distinto al de Slytherin. De cualquier forma, James no perdía su confianza; De las cuatro casas, Hufflepuff era la más débil y él tenía una escoba nueva que volaba más rápido que cualquier otra. Lo único que le preocupaba un poco era el desempeño de su nueva buscadora, porque no sabía si jugaría bien bajo presión, pero era la preocupación que tenía todos los años al colocar a un nuevo alumno en el equipo.
De todas formas, no lograba concentrarse ni aún en las clases que más le gustaban. A la mañana siguiente, en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, tuvo que esforzarse por prestar atención. El profesor Rivaille estaba decepcionado con todos los alumnos porque casi ninguno había hecho avances significativos con el veritaserum en lo que iba del año, así que anunció que continuarían con el currículo de la clase.
- Vamos a continuar resistiendo la maldición Imperio. Curiosamente, es más fácil resistir una maldición imperio que una poción de veritaserum. ¿Alguien sabe por qué? - Lily levantó suavemente su mano -. Dime, Evans.
- Todo hechizo, conjuro o maldición tendrá diferente intensidad según la experticia del mago o bruja que la realiza. Una poción en cambio, no tiene punto medio: Si queda bien, es infalible. De lo contrario, no producirá efecto alguno o producirá un efecto indeseado.
- Bien, Evans. El profesor Slughorn estaría llorando de emoción si estuviera aquí – le dijo con una sonrisa algo fanfarrona -. Diez puntos para Gryffindor.
Se comenzó a pasear por el salón con autosuficiencia mientras los alumnos se miraban entre ellos, algunos emocionados y otros nerviosos, porque tendrían que recibir y soportar una maldición Imperio. Lo hacían todos los años, todos tenían claridad de que ningún alumno era autorizado para lanzar una maldición imperdonable bajo ninguna circunstancia, pero los profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras sí contaban con una autorización especial del Ministerio de Magia para hacer demostraciones educativas.
En ese momento, el Rivaille les avisó la única cosa que podía espantarlos más que Caecilia Greengrass como directora:
- De todas formas tendrán que continuar estudiando y practicando como resistirse al veritaserum – les advirtió el atractivo profesor -. Porque será la parte práctica del examen de final de trimestre y esta vez, yo escogeré las parejas. A ver si de esa forma se lo toman en serio.
El aviso provocó una oleada de pánico y murmullos en la sala. A su vez, fue exitoso en lograr que el sexto curso dejara de pensar en Quidditch y se enfocara en la clase. James, Sirius, Remus y Peter no tuvieron que hablarse para entender lo que estaba pensando el otro. Bastó una mirada nerviosa para saber que todos temían lo mismo: A cualquier alumno le podían revelar un secreto lo suficientemente importante como para que los expulsaran de la escuela, el peor de todos era sin duda, que eran animagos ilegales. En el caso de Remus, también podía revelar que era un hombre lobo, suficiente preocupación como para perder el sueño hasta el día del examen, que sería recién en diciembre.
- Rivaille no debe saber de tu pequeño problema peludo. Habla con él, entenderá lo que está en juego, y de seguro te emparejará con alguno de nosotros apropósito – le aconsejó Peter, mientras se encaminaban hacia las escaleras movedizas, esa tarde.
- Supongo que sí…
- Ya, ¿y cómo solucionamos lo de nuestro pequeño problema peludo? – se metió Sirius.
- Vamos a tener que practicar entre nosotros hasta que nos podamos resistir – dijo James negando con la cabeza -. Será la única opción.
- ¡Qué desagrado! Este tipo cree que el peor secreto que tenemos es que nos guste una chica o algo… - comenzó a quejarse el rubio.
- Yo lo defiendo. En el mundo real sí podrían hacer que bebamos esa estúpida poción y más nos vale estar preparados – respondió Sirius -. ¿Acaso crees que no te hacen beber esa estupidez en cada organización a la que alguien quiera entrar?
- ¿Estás pensando en entrar a alguna organización? – le preguntó el de gafas, repentinamente sonriente e interesado.
- Es un caso hipotético.
Remus se quedó pensando en las palabras de Sirius, dándose cuenta rápidamente de que tenía razón. Si algún día empezaba a considerar en serio la idea de infiltrarse entre los hombres lobo que trabajaban para Voldemort bajo las órdenes de Greyback, lo más seguro era que tuviera que probar su lealtad y el veritaserum parecía la manera más fácil y rápida de conseguirlo. Y en tal caso, no existiría un Rivaille que manipulara su examen para no ponerlo en la posición incómoda de revelar sus secretos…
- Definitivamente tenemos que practicar – dijo después de pensarlo.
James divisó a Regulus saliendo hacia el patio de la Torre del Reloj con dos de sus fornidos amigotes y luciendo bastante sano. Quería seguirlo y encararlo por haber mentido para cambiar el partido inaugural de la temporada de Quidditch, pero, sabiendo como se ponía Sirius con cualquier cosa relacionada con su hermano, lo mejor era hacerlo solo o la discusión podía salirse totalmente de control.
- Ehm, chicos, adelántense, ¿sí? Yo tengo que ir a hablar una palabrita con Vane.
Sin que sospecharan nada, los tres chicos siguieron su camino por el corredor mientras él se apuraba por alcanzar a Regulus. Cuando salió del castillo, la fría lluvia de otoño le dio en la cara, junto con el olor a humedad del pasto y la tierra mojada. El buscador del equipo rival y sus dos compañeros iban bajando por el sendero que se dirigía hacia la cabaña de Hagrid y no se habían percatado de que James los seguía.
Cuando finalmente llegó hasta él, lo tomó del hombro y lo giró bruscamente.
- ¿Qué te pasa, Potter? – dijo sin poder esconder su sorpresa.
- Con que enfermo, ¿eh? Yo te veo muy sano.
- Ah, es eso – sonrió, burlesco -. Las ventajas de que Greengrass sea íntima amiga de mi madre.
- Puedes cambiar el partido las veces que quieras. De cualquier forma, te destrozaremos cuando tengamos que jugar.
- No lo creo. He apostado mucho de mi preciado dinero y me encargaré de no perderlo – el chico de quinto año le guiñó un ojo con la soberbia y la elegancia tan propia de los Black.
- ¿Ese es el motivo por el que quieres ganar? ¿Dinero? - En vez de conseguir enojar a James, éste sonrió despreocupado pensando lo mucho que distaba Regulus de su hermano mayor, a quien el dinero no le importaba nada.
- Soy el mejor buscador en este puto castillo y ya va siendo hora de que me lo reconozcan – explicó con aburrimiento mientras se encogía de hombros -. Ah, y otra cosa, Potter. En realidad, el motivo principal por el que quiero ganar… Es para que ese estúpido tipo que vendrá a verte se dé cuenta de que en realidad no eres más que un jugador de segunda que solo consigue lo que quiere porque es popular.
Sus dos amigos rieron como bravucones ante el cometario mientras Regulus se inflaba cada vez más con autosuficiencia, contento con la reacción que había provocado en los dos chicos. James, por su parte, estaba tan seguro de lo excelente jugador que era, que no se tomó en serio aquella burla. Miró con desdén a los otros dos alumnos que reían de cada broma aburrida de su líder, y se preguntó si entre ellos lograrían armar una sola neurona bien pensante.
- Vaya, Regulus, tú hablando de méritos – soltó con una risita -. Tú, que has conseguido absolutamente todo gracias a tu familia. Eso sí que es tener agallas.
- ¿Ya has conseguido nuevo buscador? – le preguntó sin darle importancia al último comentario. Fingía desinterés, pero el moreno sabía que Regulus ya estaba al tanto de todos los cambios en el equipo de Gryffindor.
- Así es.
- ¿Sangre pura?
- No lo sé. A diferencia tuya, no es algo que me importe a la hora de decidir quién jugará en mi equipo.
- Tranquilo, Potter – dijo sonriéndole con una mueca de falsa inocencia -. Solo pregunto porque todavía recuerdo lo que le pasó a tu antiguo bateador. Es una lástima que no haya podido regresar, ¿no es cierto?
James sabía que Regulus quería provocarlo, pero no lo iba a conseguir. Seguro se acordaba, pensó, pues prácticamente había participado en el ataque del elfo Escorpión a su ex bateador, durante el año anterior. ¿Acaso era una amenaza contra su nueva buscadora o contra otro miembro de su equipo? Se preguntó si el Slytherin estaría dispuesto a llegar tan lejos para ganar la copa de Quidditch y cuidar su preciado dinero…
- Lo lamentable es que este castillo sea un peligro para él debido a gente como tú. Lo lamentable es que haya tenido que regresar a una escuela muggle para que no lo asesinen solo por ser diferente.
- ¿Una escuela muggle? - Regulus soltó una atronadora carcajada, la que fue secundada por los compañeros a su lado -. ¿Esa es la versión que le han dicho a todos? -. La cara de confusión de James debió ser demasiado notoria, puesto a que los tres Slytherin se miraron entre ellos con expresión triunfante al darse cuenta de que sabían algo que el otro no -. Ese chico sigue en San Mungo, Potter. Sigue sin despertar y ya todos saben que no lo hará, solo que no quieren decirlo.
- ¡Claro que no!
- ¡Claro que sí, imbécil! Quien sea que te haya dicho lo contrario, te mintió.
- ¡Para qué iban a mentir con eso!
- ¿De verdad no se te ocurre? – preguntó con una mueca total de victoria -. Déjame ver. Al Ministerio y al viejo chiflado de Dumbledore no les conviene que la comunidad internacional sepa que un alumno casi muere bajo sus narices, que algo así de grave pudo pasar en un colegio. Así que le hacen creer a todos que fue un accidente que ya pasó, y ya.
- No te creo nada – replicó mientras Regulus se le acercaba solo para provocarlo.
- Pues es la verdad. Y tú te las diste de héroe e impediste que muriera, Potter. Y le diste un destino mucho peor que la muerte – sonrió nuevamente, como si todo lo que estaba diciendo fuera gracioso -. Ahora tiene incluso menos valor que cuando era un sangre sucia.
¡PAF!
James le estampó los nudillos en la cara sin siquiera detenerse a pensarlo por un segundo, víctima de una oleada de furia que lo había embargado por completo. Y parecía que hasta Regulus había entendido que había ido demasiado lejos y que merecía ese golpe, porque después de que se recuperó de la sorpresa y del dolor que éste le provocó, lo miró con asco, se dio media vuelta y simplemente se fue.
La sala común de Gryffindor estaba a todo reventar. La lluvia torrencial de otoño había empujado a todos los alumnos dentro del castillo, y por la hora, ya no quedaba tanto más que hacer aquella tarde que esperar a bajar al Gran Comedor a cenar. Algunos jugaban ajedrez mágico, otros snap explosivo, y otros con sortilegios que habían comprado en Zonko el fin de semana anterior, durante la primera ida a Hogsmeade. Pequeños grupos escuchaban música, otros conversaban y cuchicheaban, pero en medio de la sala, resaltaba un grupo ruidoso: Sirius y Peter estaban acompañados de los chicos de quinto año, a quienes hacían reír con algún chiste picante.
- Es imposible concentrarse así, por Merlín – se quejó Lily sobándose los ojos mientras escuchaba las estridentes risas tras de ella -. ¿Estás bien? Te noto raro.
- Estoy bien, pero obviamente lo del examen de Defensa Contra las Artes Oscuras me dejó preocupado – le respondió Remus.
Ambos chicos estaban terminando un pergamino sobre las propiedades del asfódelo y en qué pociones se utiliza como ingrediente, el que debían entregar a la semana siguiente. Debían ser los únicos dos que estaban haciendo deberes durante una tarde de viernes, y especialmente, cuando todos estaban preocupados por el Quidditch.
- ¿Irás a ver el partido mañana? – le preguntó el castaño.
- Sí, pero iré al lado de Ravenclaw. Dave quiere que me siente con él.
- Lily, ¿por qué volviste con Dave?
- Todavía no he vuelto con él –. La colorina no quería mentirle a su amigo, y mucho menos reconocerle que era por una crisis inexplicable de celos por James, así que optó por evadir la pregunta cambiando el tema -. Por cierto, ¿dónde está James? Es raro que no se esté matando de risa con esos dos – apuntó con la mandíbula hacia el sillón, en donde Sirius había comenzado a contarle a los de quinto sus aventuras y conquistas durante el verano en los Alpes.
- Dijo que iría a hablar con Amy Vane, pero se ha tardado un montón. Quizás terminaron dándose el lote en el baño de prefectos como la última vez – se le escapó casi por costumbre. Estaba tan acostumbrado a hablar de esa forma con sus amigos, que, si no hubiera sido por la expresión de irritada de Lily, ni se hubiera percatado que habló de más -. No tengo idea – aseguró rápidamente -. En realidad, dudo demasiado que esté con Vane.
- Así que ahí es donde Potter lleva a sus conquistas.
- Olvida que dije eso, ¿sí?
El licántropo ya estaba empezando a ponerse nervioso cuando vio que desde el túnel que conectaba con el retrato de la Dama Gorda, acababa de aparecerse James, que venía con una expresión en blanco y muy sumido en sus pensamientos. Caminó varios pasos antes de darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor, pero finalmente lo vio a él, a quien saludó con la mano, y luego divisó a Sirius y a Peter, yendo al sillón junto a ellos y los de quinto.
- ¿Ves? No se ve como si hubiese estado con Vane – zanjó el tema.
- De hecho, no se ve muy bien – dijo la pelirroja -. ¿Seguro que no le pasa nada?
- Debe estar bien, Lily. La única cosa que le causa preocupación en la vida es el Quidditch, y la temporada está por comenzar. Además, ¿desde cuándo te importa tanto si está bien o no? – Intentó no reírse al preguntar.
- No me importa – se apresuró a aclarar la chica -. Pero no quiero que perdamos mañana, eso es todo.
- Ya ni siquiera te esfuerzas por inventar buenas excusas – dijo esta vez riendo -. Todos saben que no te interesa el Quidditch.
La colorina le sacó la lengua mientras se esforzaba por no sonrojarse. Valía la pena seguir fingiendo y haciéndose la tonta, pero sabía que ya no engañaba a Remus hacía mucho tiempo con respecto a sus sentimientos. Era como patinar en hielo delgado; Remus era muy leal y buen amigo con ella, pero también lo era hacia James, así que lamentablemente, tenía que seguir mintiendo hasta el final con respecto a esto…
Por su parte, el moreno de gafas se había dejado caer en el sillón frente a la chimenea, sintiendo como inmediatamente su cabello y su piel mojada por la lluvia comenzaba a secarse con la intensidad del fuego. Después de lo que había ocurrido con Regulus, se había quedado un buen rato dando botes por el patio, pensando antes de regresar al castillo y a la torre.
El muy idiota había conseguido exactamente lo que había querido al decirle lo de Michael, dejarlo totalmente intranquilo y abatido antes del primer partido al que Wilberforce Pipel iría a verlo. Sabía que lo había hecho apropósito para hacerlo perder, y que no debía dejarse afectar, pero no podía evitarlo… ¿Era verdad si quiera? ¿O solo era una jugarreta sucia para desconcentrarlo?
Por suerte, los compañeros de curso del ex bateador se encontraban justo ahí y podía preguntarles. Ahora que Michael Miller no estaba, eran solo cuatro alumnos, al igual que ellos, que alguna vez habían sido cinco. Tan solo el segundo día de clases del primer año, a la mañana siguiente de la ceremonia de selección que había juntado a los cuatro merodeadores, un chico de color llamado Bleiz Turner se había tenido que retirar de la escuela porque sus padres y su hermano menor habían sido asesinados por Voldemort. Nunca habían vuelto a saber de él.
- Oye, Romer.
Los cuatro Gryffindor de quinto año, además de Sirius y Peter, lo miraron con cara de pocos amigos por la interrupción. James no se había dado cuenta de que acababa de meterse en la mitad de la historia de la chica punk que había chocado la moto de Sirius contra un portón después de un concierto, porque estaba demasiado ensimismado pensando en lo propio.
- Lo siento. Es que, quería saber… ¿Hay noticias de Michael?
- Ah, eso. No mucho – respondió el chico.
- Sus papas no quisieron hablar con nosotros – continuó Sherwood, otro de sus compañeros y también bateador en Gryffindor -. Es como si le hubieran agarrado un odio terrible a todo lo relacionado con la magia.
- Ya, pero, ¿qué es lo último que supieron? – volvió a preguntar el de cabello negro azabache, cada vez más desesperado y convenciéndose de que lo que Regulus le dijo era real.
- No demasiado… Lo que sabemos es más bien porque lo leímos en la prensa durante las vacaciones – añadió un chico de ascendencia japonesa, llamado David Kohama -. Que se fue a un colegio muggle.
James se reclinó en el sillón sin decir nada, comprendiendo que era verdad. Su ex bateador no había salido sano del ataque del año anterior… Y él, al intervenir, ¿había hecho bien o mal? Ya no lo sabía. Había evitado que muriera, pero Regulus tenía razón… Quizás había condenado a su familia a una vida completa de sufrimiento, viendo a su hijo así, día tras día, en vez de haber tenido una muerte limpia. ¿Era todo culpa suya?
Pero era tan injusto pensar en ese momento ahora. Cuando Michael fue atacado frente a él, no podía simplemente quedarse parado mirando y sin hacer nada mientras el estudiante sufría frente a él. Había actuado por impulso aquel día, sin siquiera saber lo que estaba haciendo. Nunca hubiese podido darse cuenta de la gravedad del ataque en ese momento, y ciertamente nunca imaginó hasta esa mismísima tarde las secuelas que podía dejar…
¿La familia de Michael lo odiaría a él tanto como odiaba al mundo mágico? ¿O se sentirían agradecidos?
- ¡No te creo!
- Vas a tener que ir con nosotros un día a Londres y te lo demostraré – Sirius le dio un codazo de camarería, sacándolo en su ensimismamiento y le preguntó -: ¿No es así, Prongs?
James asintió completamente perdido. No tenía idea de qué se había tratado la última historia, pero tampoco le importaba. Cualquier cosa que estuviesen hablando no era importante en comparación a sus propios problemas. Si tan solo ellos supieran… Pero ni siquiera sabía si valía la pena contarle a alguien aunque fuese para desahogarse. Él hubiese preferido no saberlo nunca…
- ¿Y a ti que te pasa?
- Nada.
- No me digas que estás pensando en Céline de nuevo.
- Tsk. No – se quejó, y luego vio de reojo como Sirius rodaba los ojos hacia los de quinto. El gesto burlesco le molestó, pero decidió no decir nada. Sabía cómo se ponía su mejor amigo cuando tenía público, escandaloso, infantil… Le encantaba llamar la atención y eso se le hacía fácil gracias al talento nato que tenía para contar historias de modo tal que parecían mucho mejor en sus relatos que lo que habían sido en la vida real.
- ¿Y acaso nos vas a decir cómo te tiraste a la medio veela el año pasado?
Así de lejos llegaron los rumores, pensó el moreno de gafas. Quería saber si Sirius tendría las agallas para admitir que su aventura con la alumna de Durmstrang no había llegado tan lejos y que, muy por el contrario, la chica se había ido sin darle mayor atención mientras él había quedado enamorado como una cría. Le sorprendió ver que Peter lo miraba esperando una respuesta expectante, al igual que los otros chicos de quinto año, pese a que estaba al tanto de la historia completa.
- Todas las mujeres son iguales – respondió encogiéndose de hombros y sin tener que desmentirse directamente -. Hasta las medio veelas.
- Es lo que siempre le digo a Colin – dijo Romer, creyéndose la gran cosa, mientras le daba una mirada egocéntrica a un chico colorín junto a él llamado Colin Brown.
- El punto es que existen categorías – continuó explicando Sirius. Peter, a su lado, le miraba con total atención -. Si tienes el don de categorizarlas correctamente, se te hace bastante fácil saber qué decir para meterte en sus pantalones.
Se escucharon unas risitas y silbidos leves de aprobación en todo el sector del sillón, e incluso alrededor, porque a ese punto, era imposible que alguien no estuviera escuchando lo que decía Sirius, así fuera por entretención o para indignarse. James formaba parte del segundo grupo: La conversación lo hacía sentir incómodo, y lo poco y nada que le quedaba de paciencia después de lo de Regulus se estaba yendo a gran velocidad tras escuchar tanto egocentrismo desmedido.
- Podrías contarles la historia de Elvendork – sugirió, sin pensar, para sabotear a su mejor amigo.
James se dio cuenta de que Remus, desde la mesa que estaba en frente, lo miró algo nervioso. Sin darse cuenta del ambiente, los cuatro alumnos de quinto año de Gryffindor miraron a Sirius expectante, asumiendo que se trataba de otra historia magnífica. Ninguno de ellos notó como el moreno acababa de fulminar a su mejor amigo con la mirada y que Peter de pronto estaba inquieto.
- O no. Probablemente Elvendork no entra en ninguna categoría – continuó, creyendo que eso bastaba como advertencia para que se le bajaran los humos.
- No, tengo una mejor idea – dijo Sirius sonriendo con malicia. Luego miró a los demás chicos en el sillón -. Les voy a dar una lección importante ahora, así que presten atención.
Romer, Sherwood, Brown y Kohama se reacomodaron en sus lugares, a la espera de una buena historia, al mismo tiempo que Peter se relajaba, creyendo que lo de Elvendork había pasado sin mayores problemas. La verdad, James creyó lo mismo, y se volvió a recostar cómodamente, esta vez, prestando atención a la conversación de los Gryffindor para ver qué sarta de tonteras diría Sirius a continuación.
- James Potter – dijo el crespo, indicándolo con su palma extendida -. Se supone que es el alumno más popular de Hogwarts, y está a punto de convertirse en una estrella de Quidditch. ¿No creen que podría tener a la chica que quisiera? – Esta vez hasta los de quinto se notaron incómodos de tener que responder a esa pregunta, dándose cuenta de que el ambiente se había puesto repentinamente tenso.
- Sigue hablando – lo alentó James, comenzando a encolerizarse por segunda vez en el día.
- Pero prefiere estar enamorado de una chica que está en otro país y que ni siquiera le responde sus cartas de amor. – respondió para provocarlo.
El aludido se puso de pie en un abrir y cerrar de ojos, acalorado. No iba a permitir que Sirius se metiera en sus cosas personales y que lo humillara al frente de todos utilizándolo de ejemplo. Para peor, su mejor amigo le respondió mirándolo de arriba a abajo con una mueca burlesca e indiferente, queriendo mantener la falsa imagen genial que le había vendido a los alumnos del curso inferior.
- Tranquilo, Prongs. Admito que Céline estaba buena.
James se le abalanzó para darle un puñetazo a la hora que ya toda la sala común observaba impresionada desde distintos puntos, pero rápidamente los cuatro alumnos de quinto se pusieron de pie para evitar la pelea, tapándole el paso. Entre medio de sus cuerpos vio lo peor que podía haber visto en ese momento: A Sirius, sonriendo con la misma mueca soberbia y elegante que había visto esa misma tarde en su hermano, luciendo en ese momento prácticamente idéntico a Regulus…
Dio media vuelta y avanzó de regreso por donde había llegado minutos antes, sintiendo la imperiosa necesidad de salir de ahí, encaminándose por el túnel hacia el retrato de la Dama Gorda mientras escuchaba a lo lejos que Sirius le gritara que no fuera exagerado.
Remus tuvo que atravesar todo el castillo y los jardines hasta llegar a los vestidores traseros del campo de Quidditch, en donde sabía que se encontraba James, gracias al Mapa del Merodeador. Cuando pasó por debajo de la tela de la carpa, lo encontró repasando una vez más el pizarrón en donde había anotado su estrategia. Pequeños dibujitos con forma de cruces se desplazaban por la pizarra, haciendo formaciones.
- ¿Nervioso por mañana?
- No realmente. ¿Y tú? Nunca te había visto aquí – le sonrió.
- Quería saber si estaba todo bien después de lo que ocurrió en la Sala Común.
- Ah, eso… Estoy acostumbrado al carácter de Sirius cuando se las está dando de humorista con alguien – respondió con tranquilidad -. Es solo que nunca me había ocupado a mí de ejemplo para sus bromitas estúpidas.
- Estoy seguro de que te pedirá perdón apenas te vea.
- Me da lo mismo, Remus – dijo cansado. Ese había sido el peor día en lo que iba del año, y una pelea ridícula como esa era la última de sus preocupaciones -. Bastará con que juegue bien mañana.
- Algo te pasa.
- Tengo mucho en mi cabeza. Mañana vendrá a verme ese tipo – mintió -. Además, discutí con Regulus y… Lo último que quería era llegar a la Sala Común a discutir con Sirius también.
- Bueno, si hay algo más que quieras decirme… - dijo mientras tomaba asiento en una banca de madera destartalada -. Estoy aquí.
- Está todo bien – dijo sentándose a su lado y encendiendo un cigarrillo -. Bienvenido a los vestidores de Gryffindor.
- Muy bonitos. Y bastante más decentes que la Casa de los Gritos.
Ambos rieron un poco y compartieron el cigarro mientras sentían el incesante sonido de miles de gotas cayendo sobre sus cabezas y dándole al techo de la carpa. James prefirió no decirle nada a Remus sobre sus problemas; decidió dejar de pensar en Michael Miller y en el escabroso parecido que había visto entre Sirius y Regulus, hasta después del partido o de lo contrario se volvería loco.
A la mañana siguiente, todo el castillo se despertó temprano y lleno de ánimo para bajar a desayunar y partir al campo de Quidditch para ver el partido inaugural entre Gryffindor y Hufflepuff. Todos los alumnos llevaban gorros, guantes y bufandas con los colores de sus casas, así que el Gran Comedor se había teñido de amarillo y negro, hacia un lado, y de escarlata y dorado en el otro. Pese a que todavía no existía ninguna casa en ventaja o en desventaja, sin mayores novedades, Ravenclaw y Slytherin estaban apoyando a Hufflepuff en aquel partido.
- ¿Estás enojado conmigo? – le preguntó Sirius a James durante el desayuno.
- ¿Tú qué crees? – respondió con la boca llena de tostadas con huevo.
- Voy a jugar bien y seguiré todas tus instrucciones.
- ¿Esa es tu forma de pedirme disculpas? – No pudo evitarlo y comenzó a reírse -. Más te vale que sigas mis instrucciones, mira que desde ayer que quedé con ganas de partirte la madre.
- Hey, como si pudieras partirme la madre – respondió sonriendo -. Disculp—.
- ¡James! – Peter, a su lado, pegó un grito y le dio un manotazo. Luego apuntó hacia la puerta del Gran Comedor, por donde estaba entrando Wilberforce Pipel junto a Caecilia Greengrass y la profesora McGonagall -. ¡Mira, James! ¡Es él! ¡Es Pipel!
- Ya lo sé, Peter.
Se hizo el despreocupado, pero las tostadas y el huevo que acababa de tragar, amenazaron con devolverse. Su estómago sintió un retorcijón y su corazón comenzó a latir más rápido por la expectativa. Era una buena sensación, en todo caso, porque le daban más ganas aun de salir a darlo todo y demostrar por qué era el mejor jugador de Quidditch en todo Hogwarts.
- Ya tienen que irse, chicos. Queda solo media hora – les recordó Remus, mientras miraba su reloj.
Treinta minutos más tarde, se abrieron los pórticos de Gryffindor y Hufflepuff en el campo de Quidditch. Llovía torrencialmente y había mucho viento, lo que dificultaría escuchar las instrucciones que se dieran entre ellos al volar. La voz de la comentadora, Olivia Griezman, sonaba disminuida pese al hechizo altoparlante. Ambos equipos escucharon el pitido del silbato de madame Hooch como si estuviera muy lejos, y salieron volando en formación al centro de la cancha.
- ¡Bienvenidos al primer partido de Quidditch de la Copa 1976-1977 de Hogwarts! – relató la emocionada alumna de Slytherin -. Nos acompañan desde el palco, la subdirectora subrogante, Caecilia Greengrass y los cuatro jefes de casa. Además, quien está en boca de todos, ¡el señor Wilberforce Pipel!
Se escucharon unos cuantos aplausos repartidos por el estadio. Casi todos giraron sus cabezas para ver al hombre de traje que, con su rostro inexpresivo, observaba todo en silencio y muy serio desde el palco en donde se encontraba Olivia. La profesora McGonagall, justo a su lado, de tanto en tanto le hacía un par de comentarios al oído y parecía nerviosa, como si el destino de James le importara más a ella que a su mismísimo alumno.
- ¡Hufflepuff entra a la cancha! ¡El buscador y capitán, Alex Coxon, seguido por los tres cazadores, Rose Taylor, Damon Murphy y Gunner Bones! Tras de ellos, los bateadores Holden Taylor y Scarlett Berryman, la única mujer bateadora en Hogwarts… ¡Y finalmente, la mejor guardián que se ha visto en décadas, Sophia Diggory!
El público gritó atronadoramente para recibir y celebrar al equipo del tejón en las tres cuartas partes de las gradas del estadio. Por ser la casa que llevaba la copa, y por las reconocidas habilidades que tenían los jugadores del equipo de Gryffindor, no era anormal que todos se aliaran en contra por motivos estratégicos. Nadie se lo tomaba como algo personal.
Debido a la incesante lluvia, todo el ruido provocado por la audiencia quedaba como un bullicio lejano y sin sentido.
- Ahora el equipo de Gryffindor hace su entrada… El equipo de Gryffindor es, por cierto, el actual campeón de la copa habiendo ganado los últimos dos años – recordó la chica entre medio de algunos abucheos -. ¡El capitán, James Potter, ingresa con las cazadoras, Hanna Hucknall y Amanda Myles! Los bateadores, Sirius Black y Chris Sherwood ingresan después, para finalizar con Paul Basil, el guardián, y la nueva adición de este año, ¡la buscadora Dominique Guffey!
Nuevamente se escucharon gritos, esta vez desde el sector más pequeño y humilde del estadio, la casa Gryffindor que se encontraba bajo paraguas que provocaban un manto de color rojo escarlata. Las catorce escobas que sobre volaban al centro del campo vieron como madame Hooch se abría camino trayendo el baúl con las pelotas de juego.
- ¡Capitanes, dense la mano! - James se acercó al capitán de Hufflepuff de séptimo año, Alex Coxon, quien le dio la mano con parsimonia -. ¡Ahora! ¡3… 2… 1!
El silbato volvió a sonar al mismo tiempo que las pelotas se elevaban en el aire y las escobas salían disparadas en todas direcciones para atraparlas y comenzar el juego en medio de la lluvia. Por suerte, debido a que aún era temprano por la mañana, no había demasiada niebla pese al mal tiempo; el cielo estaba gris y brillante, pero sin nubes ni neblina que empañara la visibilidad de los jugadores.
- ¡Y allá van! ¡Myles atrapa la quaffle en el aire y arranca hacia los aros rivales! - gritó Olivia -. El año pasado tuvimos una final de Quidditch bastante interesante. Gryffindor dio vuelta un resultado prácticamente asegurado. ¿Podrán hacer lo mismo este año? ¡Myles lanza y…! Diggory, por supuesto, ha atajado. ¡Qué excelente es esta chica! ¡Tiene el mismo talento de su hermano Amos! Ajá, ahora la pelota está en manos de Bones, ¡quien se dirige a toda velocidad a los aros…! ¡Y…! ¡Anota! Diez a cero, Hufflepuff se pone a la cabeza.
James, que no se encontraba demasiado lejos, aprovechó esa ocasión y partió como un rayo hacia los aros para atajar la quaffle que acababa de pasársele a Basil, siendo seguido por dos de los cazadores de Hufflepuff. Ninguno pudo pararlo, porque su escoba nueva era demasiado veloz. Una vez con la pelota en las manos, partió rápidamente a marcar un tanto que igualara las cosas, pero decidió hacer un par de piruetas en el aire para contribuir a su propia causa y dejar que Pipel lo viera.
- Potter tiene la quaffle. Potter está haciendo un rizo en el aire y vuela de cabeza. Sabe, señor Pipel, a Potter le encanta alardear incluso cuando usted no está – el comentario de la chica provocó algunas risas en el público. Incluso James, volando al revés, sonrió -. Mantiene excelente velocidad con la última edición de la Thunderbolt. ¡Va a lanzar! – James sabía que el guardián de Hufflepuff era demasiado bueno, así que para engañarlo lanzó la quaffle con la mano y luego, giró su escoba con fuerzas para golpearla y desviarla con el tronco hacia el aro de al lado -. ¡Guau! ¡Potter anota el diez a diez!
A la media hora de partido, Gryffindor ganaba por sesenta a diez, con un imparable James que había anotado cinco de los seis tantos y hubieran sido muchos más si el guardián de Hufflepuff no hubiese sido tan diestro. Giraba en el aire, hacía trompos, empujaba su propia escoba a velocidades que excedían las expectativas de todo el mundo… Nadie en el equipo del león podía recriminarle que se estuviera mostrando con tantas ganas; muy por el contrario, estaban felices de comenzar la temporada ganando por una fuerte diferencia.
Cuando Olivia, que además de ser la relatora del partido, era de la casa Slytherin, comenzó a ver que al equipo rival le estaba yendo demasiado bien, dejó de lado los comentarios inocentes y tuvo la osadía de comenzar a burlarse de James en frente de Pipel. Sirius tuvo la deferencia de desviar una bludger directo hacia ella, y si la chica no se agacha, le vuela la cabeza.
- ¡Fue sin querer! – se excusó el moreno, mientras madame Hooch le cobraba un penalti. Hufflepuff metió el segundo tanto, pero a juicio de James, había valido totalmente la pena.
En los quince minutos siguientes, la cosa se empezó a caldear cuando Gryffindor metió otro tanto, y los bateadores de Hufflepuff derribaron a Hanna de su escoba lanzándole las dos bludgers al mismo tiempo. Una tras otra, le dieron de lleno en el estómago. Había sido una jugada válida, así que madame Hooch no cobró nada.
- Solo quedan dos cazadores en Gryffindor. Guffey y Coxon buscan la snitch por todo el campo, sin encontrarla. Natural con esta lluvia, podríamos estar aquí toda la mañana. Potter, una vez más, tiene la quaffle… - comentó con altivez -. ¡Le da un pase a Myles, que anota!
Olivia tenía razón. Pasaron treinta minutos más, y ninguno de los buscadores daba con la snitch dorada. Los jugadores ya estaban calados hasta los huesos por la fría lluvia, y a medida que pasaba el tiempo, una niebla espesa comenzaba a bajar cada vez más, dificultando la visión de todos para continuar jugando. El marcador iba sesenta a ciento veinte a favor de Gryffindor.
James dejó completamente de lado las jugadas increíbles y las piruetas arriesgas, para comenzar a jugar de verdad. No lo hizo apropósito, sino que durante el juego comenzó a concentrarse cada vez más en el partido y en retomar su posición de capitán, hasta que olvidó por completo que alguien lo estaba observando en ese instante. Se acercó a sus jugadores para gritarles instrucciones en medio del viento y de la lluvia, y en una ocasión, por poco fue derribado por una bludger.
Para Sirius la cosa no iba mucho mejor. La niebla se había puesto tan espesa, que cuando veía las bludger aparecer, estaban demasiado encima y tenía poco tiempo para reaccionar y golpearlas. Eso dificultaba su puntería… El rango visual estaba tan acotado que, si no tenía a nadie de Hufflepuff cerca, tenía que golpearlas para desviarlas y rezar porque no le dieran a alguien de su equipo o del público.
Hubo un fuerte resplandor, y segundos después el sonido de un atronador trueno anunció el comienzo de una tormenta eléctrica.
- ¡Guffey ha visto la snitch! – el grito de Olivia provocó una oleada de gritos por parte del público, que a esa altura se enteraba de lo que ocurría en el partido gracias a la comentarista. No era diferente para el resto de los jugadores, que se enteraban de lo que ocurría por lo que escuchaban -. ¡Va como un rayo y Coxon la persigue por todo el campo! Están a la par… ¡Ambos estiran sus brazos! ¡Guffey ha atrapado la snitch dorada! ¡Gryffindor ha ganado el juego!
