N/A: ¡Hola a todos! Como siempre, muchisisisisimas gracias a todos los que leen este fanfic y colaboran con un fav o follow. ¡Abrazos a todos! Ahora, gracias Maki y Javi por todo el apoyo siempre :') Son lo más. Sangito: También gracias por todo el apoyo al fanfic en el último año (y más!) me alegro demasiado que te haya gustado el capítulo anterior y yo tampoco sé qué pensar de Rivaille jajajajaja es de esos personajes que se gobiernan solos. Gracias de nuevo! Benwall: Bienvenida y gracias por leer! Vaya, de verdad te lo devoraste? Si es larguísimo! Jeje que solo la primera parte son casi 400 páginas. Wow, muchas gracias! Espero que te guste el siguiente capítulo. Eva: DIOS, que preocupada me has tenido mujer. Te he escrito por interno incluso y ni me respondiste. Obviamente estaba aterrada, con todo esto del covid-19! Así que si lees rápido o lento, no me importa! Simplemente agradezco ver que estás aquí de nuevo! Un abrazo gigante!
17
Cercanía
La última semana de clases antes de navidad terminó después de una ronda de exámenes de medio año. Los resultados fueron publicados el día viernes en el panel de la sala común de cada casa, a vista y paciencia de todos, pero en el caso de los Merodeadores no tenían que preocuparse demasiado por hacer el ridículo o recibir burlas del resto porque habían aprobado todo. De hecho, habían sido uno de los pocos en pasar el examen de Defensa contra las Artes Oscuras, y la gente seguía hablando de la hazaña sangrienta de Sirius.
- Pero este hijo de puta me tiene nervioso – le comentó Sirius a sus amigos -. ¿Hasta cuándo va a estar haciendo preguntitas sobre Remus?
- Da igual, sacrificaste tu lengua por no responderle y sabemos lo mucho que aprecias tu lengua – dijo James con sarcasmo, provocando que el moreno le sacara la lengua lascivamente como respuesta.
Remus estaba genuinamente agradecido ante la muestra de lealtad de Sirius con el veritaserum; nunca se le había pasado por la cabeza dudar de alguno de sus amigos, pero ver hasta dónde estaban dispuestos a llegar por proteger su secreto era algo que nunca dejaba de sorprenderlo. Sin embargo, había un pequeño problema que no había querido mencionar con la finalidad de no menospreciar el valiente acto de su amigo y era que, en la intensidad de Sirius por no responder, había demostrado precisamente que había un secreto muy importante que tapar, y eso solo avivaría los deseos de Snape por saber.
El sábado por la mañana centenares de alumnos repletaron la estación de Hogsmeade para abordar el expreso de Hogwarts y así, regresar a sus hogares para pasar las vacaciones de navidad junto a sus familias. Esta sería otra festividad que los Merodeadores pasarían algo separados, pues cada uno tenía sus propios planes y cosas que hacer; James ya iba lo suficiente nervioso en el compartimento por llevar el expediente en su bolso, pensando en cómo se las iba a ingeniar para deshacerse de él e inculpar a Greengrass en tan poco tiempo.
Por su parte, Sirius iba a hacerle una visita a su tío Alphard para preguntarle si podía vivir con él y así dejar de poner a los Potter en situaciones incómodas (o lisa y llanamente, en peligro) debido a las influencias de los Black. Estaba seguro de que su tío favorito no le pondría mayores problemas, considerando que siempre lo había ayudado en el pasado y eran dos hombres cortados por la misma tijera.
Remus no sabía qué hacer y llevaba la última semana pensando en eso algo afligido. Quería acercarse a los hombres lobo de nuevo, pero Laurian le había advertido que no lo hiciera y si desobedecía, aunque fuese justamente por estar preocupado por ella, podría ponerla en riesgo o hacerle entender que no se tomaba en serio sus cartas y lo que estaba haciendo ella por protegerlo. Su intención no era ofenderla, así que tenía que encontrar otra forma de verse con la licántropa y quizás, descubrir juntos qué estaba pasando con los nuevos tipos que habían ingresado a la organización.
- ¿A ustedes qué les pasa? – preguntó Peter.
Debía ser la primera vez desde el primer año que el compartimento del tren iba tan silencioso, lo que viniendo de ellos no era nunca una buena señal. Los tres chicos tenían muchas cosas en sus cabezas, y por primera vez, habían preferido mantenerlas ahí que ventilarlas al resto, en parte para no preocupar más al otro y en parte, porque cada uno tenía sus propios miedos que les avergonzaba decir en voz alta.
- Nada, estoy ansioso por llegar – dijo James esbozando una pequeña sonrisa -. Estaba pensando en el asado de carne con patatas que siempre cocina mamá cuando vuelvo del castillo.
- Ah, sí. Eso es bueno. El asado de carne con patatas es uno de mis favoritos – corroboró Peter, asintiendo -. Mi mamá sigue con todas esas estupideces de comer más sano, así que seguramente me va a tener un plato de frijoles de hace dos días.
- No vamos a hacer nada durante las vacaciones, ¿verdad? – preguntó Sirius.
- No. Al menos, no lo creo – contestó Remus encogiéndose de hombros -. Los ánimos no están para salir a beber.
- Los ánimos siempre están para salir a beber – dijo poniéndose de pie, animado -. Si ustedes no quieren salir, iré a conseguirme una cita con McKinnon. – Y guiñando el ojo con descaro, salió del compartimento.
- ¿Creen que gane la apuesta?
- Ya ni me acuerdo qué apostaron, para ser honestos – confesó Remus.
- Nah. McKinnon es demasiado inteligente como para que la haga caer con las mismas estupideces de siempre – respondió James mientras jugaba distraídamente con uno de sus desordenados mechones de cabello.
- A menos que use estupideces distintas…
La conversación continuó vacía y distante por las horas que duró el viaje, interrumpida de tanto en tanto solo por la señora del carrito que venía a ofrecerles golosinas y tartas de melaza para que llenaran sus estómagos y pudieran combatir el frío (mientras James animosamente concordaba con ella y le contaba que ya ni sentía sus pelotas de tanto frío que tenía). Aquella noche, los cuatro se despidieron en la estación de King's Cross para dirigirse a sus casas.
&.&.&
James y Sirius subieron a su habitación con sus barrigas llenas después de devorar el prometido asado de carne y patatas de la señora Potter. La conversación de la sobremesa se había extendido por casi tres horas, pues ambos chicos tenían mucho que contarle al señor Fleamont y a la señora Euphemia sobre la escuela, al mismo tiempo que ellos los ponían al día sobre las noticias más recientes e importantes de la comunidad mágica.
El moreno de cabello revuelto encendió la radio al mismo tiempo que su mejor amigo se recostaba en la cama de enfrente, con la intención de relajarse un rato escuchando música.
- …Pero la economía se está yendo a la mierda. La inflación se fue a la mierda. La industria se fue a la mierda, recién nos estamos empezando a recuperar de eso, hay huelgas y motines por todas partes y un aumento explosivo en la violencia. Los laboristas no tienen idea lo que están haciendo con los irlandeses…
- El partido conservador y el partido laborista solamente se dedican a volverse cada vez más extremistas, mientras Margaret Tatcher tiene cada vez más poder entre la opinión pública. Es una locura…
- Parece que los muggles también la están pasando mal – comentó James tras escuchar, pero no tenía ganas de continuar sintonizando aquella señal. Ya era suficiente con lo que pasaba en el mundo mágico como para preocuparse de la economía de los muggles. Giró la perilla, y una melodía relajada inundó la habitación -. ¡Hey, me gusta esta! But I fooled around and fell in loveeeee, yes I did.
Sirius sonrió, recostado en su cama. No pudo evitar pensar que iba a extrañar que James colocara música a todo volumen y cantara a todo pulmón, desafinadamente, cuando se fuese a vivir con su tío Al.
- Una canción de amor – se burló el de rulos.
- ¡Fooled around and fell in love!
- ¡Cállate! – gritó, lanzándole un cojín directo a la cara.
Ya era un clásico. Sirius tenía una puntería perfecta como bateador, así que James ni siquiera se esforzaba en esquivarlo demasiado y más bien se preparaba mentalmente para tener que agacharse a recoger sus gafas, que siempre salían volando después del golpe.
- Me gusta. Me hace pensar… En Lily – reconoció por fin. Sirius era el único de sus tres amigos que no sabía sobre el retorno de su enamoramiento por la colorina.
- Lo sé.
- ¿Lo sabías?
- Eres obvio – comentó mientras se volvía a poner de pie para desempacar y ordenar las cosas que había traído consigo (aunque no sabía para qué, si tendría que volver a empacarlas pronto si se iba donde su tío) -, y creo… Que tú también le gustas a ella.
- ¡¿Qué?! ¡Nada de eso! Lily me odia.
- Ojalá alguien me odiara así – dijo riendo -. De todas formas, no esperes que aguante esa música de mierda todo el tiempo.
- Eres la segunda persona que me dice algo así en el último tiempo. – James se sentó sobre la cama y se llevó una mano a su mentón, pensando seriamente al respecto.
Remus se lo había sugerido en la fiesta de Slughorn y ahora Sirius salía con eso, pero ¿cómo podían confiarse tanto al respecto? Se trataba de Lily, no de cualquier persona. Incluso él, a veces, sentía que la pelirroja le coqueteaba y lo trataba diferente, que otras veces se enojaba por celos, pero luego… Era demasiado complicada de entender, a diferencia de la mayoría de las chicas. Lily lo había rechazado y humillado tanto el año anterior, que tampoco sentía ganas de empezar a confiarse para que le volvieran a romper el corazón de nuevo. ¿Dos veces en un año, contando a Céline? Sería demasiado.
- ¿Será por algo? – dijo con sarcasmo.
- ¡No sé! ¡Porque si le pido una cita, te apuesto a que me va a rechazar! Pero Remus también parece creer que tengo posibilidades o algo así.
- Si lo dijo Moony es porque tiene que ser cierto – replicó encogiéndose de hombros -. Es amigo de Lily, la conoce, y además… Se hace el tonto, pero le va mucho mejor que a nosotros con las mujeres. Te apuesto a que se va a reunir con la mujer lobo en las vacaciones.
- ¿Y tú? ¿Te vas a reunir con McKinnon?
- Sí – dijo con una sonrisa sinvergüenza -, mañana por la noche, iremos a un bar o algo así. Lo siento, Potter, pero creo que ya perdiste esa apuesta.
- Sí, claro.
A día siguiente, tanto James como Sirius salieron hacia distintas direcciones. En el caso de Sirius, éste se dirigió a un sector muy exclusivo de Kensington, donde vivía su tío, para dejar todo listo en cuanto a ir a vivir con él. James en cambio, aprovechó que tenía el día libre para dirigirse al Hospital San Mungo y ver con sus propios ojos, si Michael Miller se encontraba bien.
No le había dicho a nadie que iría a ver a su antiguo bateador. Temía que, si lo que Regulus le había dicho que era cierto, la familia de Michael probablemente lo sacaría a patadas del hospital (eso, si es que todavía se encontraba ahí). Había intentado recopilar algo de información sobre Michael durante su última semana de clases, pero había sido imposible. Los compañeros de curso de Michael sabían tanto o menos que él debido al hermetismo de la familia Miller.
Sería un día duro. Esa misma noche tomaría su Capa de Invisibilidad y cierto expediente para dirigirse a la mansión Lestrange, sabiendo que la fiesta de navidad de los puros se llevaría a cabo esa noche. Todavía no planeaba nada y se sentía nervioso… Era una suerte que las familias de los sagrados veintiocho fueran tan ostentosos y toda la comunidad mágica supiera en dónde quedaban sus gigantescas y opulentas mansiones, o de lo contrario estaría lidiando con el problema de tener que encontrar aquella dirección.
James llegó rápidamente al centro de Londres para buscar la abandonada tienda de ladrillos muggle, Purge y Dowse S.A., que funcionaba como entrada al hospital. El corazón le latía con fuerzas y sus manos estaban sudorosas ante la expectativa de enfrentarse a los padres de Michael… La pregunta que se hacía desde que había hablado con Regulus todavía no era respondida. ¿Había ayudado a Michael ese día, cuando lo había atacado Escorpión? O simplemente, ¿había empeorado mucho más las cosas?
Hogwarts le había dado un premio por sus actos "heroicos y valientes". Hasta el día de hoy, sus padres mantenían aquel premio en medio de la sala y lo miraban con orgullos. Pero hasta que él no supiera que sus acciones habían sido correctas, no iba a volver a mirar ese estúpido premio sin sentirse culpable. Y lo peor de todo, era que quizás nunca iba a llegar a saber si había ayudado o no.
- Hola, buenas tardes. Necesito ir a… - se detuvo, mientras la señora de la recepción lo miraba como si no tuviera paciencia para esperarlo – Lo siento, no sé si sería Daños Provocados por Hechizos o Heridas Provocadas por Criaturas.
- ¿A quién viene a ver? – preguntó la mujer rodando los ojos.
- Ah, eh, sí. Miller. Michael Miller – respondió, jugando con su cabello, nervioso -. Está aquí desde hace meses, o al menos eso tengo entendido.
- Miller, Miller – repitió mientras buscaba en un directorio y luego leyó -: Atacado por un Elfo Doméstico. Obviamente se trata de Heridas Provocadas por Criaturas, niño.
- Genial, eso es la pri-primera planta…
- Ese paciente ya no se encuentra aquí – le explicó, cerrando el directorio -. Se ha ido hace dos meses.
- Oh.
¿Podía ser posible que sus padres se lo hubiesen llevado a un hospital muggle en medio de la aversión que sentían hacia el mundo mágico? Probablemente… Y aunque podía entender la decisión viniendo de dos personas no-mágicas, Michael nunca iba a tener más posibilidades de mejorar con la medicina normal de los muggles. O tal vez la situación era peor y se lo habían llevado a su casa, pues ninguna medicina podría curarlo.
La expresión que debió tener en ese momento seguramente era muy fatalista, porque la mujer volvió a abrir el libro para buscar más información.
- Comenzó a mejorar.
- ¿Qué? ¿De verdad? – preguntó con una sonrisa enorme. Ella le acercó las anotaciones (muy breves y concisas) para que lo viera por sí mismo.
- Despertó después de varios meses y permitieron hacer el resto de su rehabilitación en casa.
- ¡Sí! – exclamó, mientras leía exactamente lo mismo que estaba escuchando - ¡Entonces está bien!
- Está bien – repitió, volviendo a ponerse seria -. Si no tienes más preguntas, lárgate, niño. Tengo trabajo que hacer. ¡El que sigue!
- Sí, sí – contestó dando torpes pasitos hacia atrás, no siendo capaz de salir de su estado de felicidad total. Se detuvo solo cuando chocó con la persona que venía detrás de él -. ¡Lo siento!
Y por un motivo que ni siquiera podía explicar, salió corriendo a toda velocidad hacia la salida del hospital mientras alguien le gritaba que no podía correr allí. Era cierto, ni siquiera sabía por qué estaba corriendo. ¡Pero Michael estaba vivo, estaba mejorando, y si hablaron de rehabilitación, seguramente volvería a ser el mismo chico de antes! Si Regulus le había mentido deliberadamente o le había dicho información que pensó ser cierta, ni siquiera le importaba. La noticia era demasiado buena como para pensar en ir a pagárselas con el Slytherin por haberlo tenido sufriendo durante semanas, quizás meses. ¡Lo único que importaba es que Michael estaba bien!
Con eso, se había sacado un enorme peso de encima.
Miró el reloj. Eran casi las cinco de la tarde y lo mejor sería regresar cuanto antes a su casa para planear cómo meterse en la mansión Lestrange sin que nadie lo descubriera, porque sus amigos habían tenido razón: No iba a poder seguir saliéndose con la suya para siempre, y depender exclusivamente de su buena suerte y su Capa de Invisibilidad no era suficiente para garantizar su seguridad o el éxito de sus planes locos…
&.&.&
Ya había oscurecido. Dos siluetas se paseaban tranquilamente entre los pomposos setos de un amplio jardín poco iluminado, al que exclusivamente le llegaba la luz de la luna. Hacía tanto frío que salía vapor de sus bocas, pese a estar abrigados, pero no podía ser diferente tratándose de pleno invierno. No se escuchaba nada salvo el sonido de sus pisadas, al menos hasta que Sirius rompió el silencio antes de que se volviera algo incómodo.
- Tu casa es bonita. Y tu familia es genial, ¿sabes?
- Supongo que sí – contestó una voz femenina -, lo sé. Tengo una familia increíble.
Y amplia, pensó Sirius. En aquella agradable tarde en casa de los McKinnon, no solo había conocido a los padres de Marlene, sino también a sus otros cuatro hermanos. Ella era la menor, y la última que quedaba en Hogwarts. Le seguían Cate, luego Joan, y los mayores, Jacob y Olivia. Y aunque quería tener algo malo que decir sobre ellos, no había nada. Los McKinnon realmente era una familia perfecta.
- Sabes, cuando me preguntaste si quería hacer algo contigo durante las vacaciones, nunca pensé que te referías a venir a tomar el té a mi casa, ni conocer a mi familia – confesó Marlene con honestidad -. Pensé… En un bar de mala muerte en el centro. Y claro, en intensiones algo dudosas de tu parte – agregó riendo, a modo de broma.
- ¿Sí? – preguntó sin mucho ánimo.
Marlene no se equivocaba realmente, esas hubiesen sido sus intenciones normales, pero… Después de lo que había ocurrido con su tío Al más temprano aquel día, Sirius simplemente necesitaba ver a otra familia de sangre pura y responder algunas dudas… ¿Eran todas las familias de los sagrados veintiocho iguales? No, por supuesto que no… ¿Por qué la familia Black no podía ser como la familia McKinnon o la familia Prewett? ¿Por qué ellos no estaban obsesionados con el linaje de sangre, como su familia? Si ellos también se remontaban a la edad media… No entendía a qué se debía la diferencia.
¿Por qué nadie era expulsado de la familia McKinnon o la familia Prewett por ser diferente? ¿Por qué nadie en esas familias quería unirse a Voldemort y ser un mortífago? Si lo tenían todo para ser reconocidos e importantes para el mago tenebroso, para tener vidas más sencillas… ¿Por qué querían pelear contra Voldemort activamente, teniendo todo para estar seguros durante la guerra? ¿Por qué él no podía nacer en una familia como esa? ¿Por qué?
Esa era la única cosa que continuaba apareciendo en su cabeza, una misma pregunta sonando una y otra vez como un disco rayado, "¿por qué?". ¿Por qué nadie en su familia lo amaba? Había estado seguro de que no le importaba, pero su tío Alphard, su idolatrado y admirado tío, finalmente había terminado por darle la estocada final aquella tarde, cuando Sirius le había preguntado si podía vivir con él.
- No – balbuceó con una sonrisa nerviosa -, tú sabes lo que pienso de eso. Tú sabes que te estimo mucho, Sirius, eres mi sobrino favorito. Pero… soy un hombre adulto, un hombre soltero. Vivir contigo no encaja con mi estilo de vida, ¿me entiendes? No te lo tomes mal, es que no sé cómo algo así podría funcionar. Pero puedo seguir dándote dinero para que subsistas, no tengo problemas. Sabes que me sobra.
- No – respondió secamente, orgulloso -. Me las puedo arreglar perfectamente bien solo.
Así que Sirius no encajaba en el estilo de vida de su tío. ¿Por qué se lo había tomado tan mal? No había sido ofensivo ni cruel… Pero al final, se había dado cuenta de que su tío Alphard era otra persona más que solucionaba cualquier problema con dinero. "No puedes vivir conmigo, pero puedo darte dinero" sonaba igual que el resto de su vida, en donde lo habían criado en base a prometerle acceso a alguna herencia, en donde cualquier cosa se podía suplir con galeones de oro, incluyendo la falta de afecto. Pero ¿por qué seguía pasando eso? ¿Había algo mal con él? ¿De alguna forma era su culpa? Se preguntaba si, quizás, hubiese hecho alguna cosa diferente en algún momento de su vida, cambiando algo, aunque fuese lo más mínimo, habría tenido una vida diferente.
Era estúpido. Desde siempre, era un chico seguro y confiado, un idiota descarado y atrevido. Pero ahora, después de esa estúpida conversación con su tío (que solo había empeorado después de que éste le recordó que necesitaba su dinero porque no sabía hacer nada ni mantenerse solo en el mundo real), toda esa seguridad se había hecho pedazos. Y por supuesto, no quería molestar a James con ese tipo de cosas. Ni a Remus, ni a Peter. Porque, ¿por cuántos años iba a seguir quejándose por culpa de su estúpida familia? ¡Era ridículo! Ya debería haberlo superado.
Así que, pese a que invitó a McKinnon con intenciones deshonestas, terminó enviándole una carta para preguntarle si podía ir a visitarla a su casa. Sí, se autoinvitó a una casa ajena… Era patético.
- Oye… - Marlene detuvo su caminata para pararse frente a él, mirándolo a los ojos y tomando sus manos en las de ella -. ¿Estás bien? Digo… No estás actuando como… Lo haces normalmente.
No quería a llorar pese al nudo que sentía en su garganta ni tampoco iba a hacerlo. Porque prefería morir antes que alguien lo viera llorar (especialmente, una chica), pero estaba bastante claro para esas alturas, que no podía esconder la tristeza en su mirada ni en su expresión, y Marlene se había dado cuenta. Así que se reclinó suavemente hacia ella para apoyar su frente en el hombro de la chica y exhaló, intentando contenerse.
La compañía era buena. La cercanía era buena. Y necesitaba ambas cosas en ese momento.
- Tengo un par de cosas en mente – murmuró, manteniendo aquella posición, y sintió la mano de Marlene acariciándole el cabello.
A él no le gustaba Marlene McKinnon. De verdad, no era más que por una apuesta con James. Así que, era el hombre más egoísta del mundo… Una mala persona, probablemente. Como cualquier otro Black. Y así, iba a herirla, eventualmente. Definitivamente.
¿Por qué seguía haciéndolo? ¿Para qué iba a lastimar a alguien por culpa de una apuesta? Podía cancelarla. Podía dejar que James ganara y aceptar sus burlas, que no serían la gran cosa, o simplemente explicarle lo que estaba ocurriendo y como se sentía al respecto, y James iba a entenderlo.
- Si quieres puedes decirme – le dijo con una sonrisa cálida -. ¿Quieres hablar sobre eso? – Sintió que las manos de la chica alcanzaban su cara y lo separaban de su hombro suavemente, para mirarlo con ternura.
Ella ya se estaba enamorando de él, por supuesto. Sirius realmente nunca dudó que eso iba a pasar, tarde o temprano. Y él tenía que cancelar la apuesta rápido y dejar de hacer estupideces, porque no quería una relación seria. No tenía intenciones de enamorarse.
Pero la besó. Se acercó para besarla sin decir nada, y esta vez, a diferencia de lo que había ocurrido aquella madrugada en un corredor de Hogwarts, ella también se acercó a él y para besarlo de regreso. Con dulzura, con afecto… Con preocupación.
Y la cercanía era buena.
