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Lily se entera de todo (Parte 1)

Hogwarts acababa de terminar la primera semana de clases del nuevo trimestre ante una inesperada tranquilidad que nadie se imaginaba después de escuchar el aterrador anuncio que la directora había hecho durante el banquete. Tras haberse pasado los primeros días en ascuas esperando entrevistas al estilo de la inquisición española, los días pasaron sin que Greengrass llamara a nadie y no se realizara ninguna entrevista, por lo que todos se relajaron y bajaron la guardia.

Una de esas personas fue Sirius, y Remus no podía evitar sentirse inquieto viendo como toda la motivación inicial de su mejor amigo por detener a Greengrass y sacarla del castillo se había evaporado por completo para dar paso a… Otra cosa. El castaño no tenía idea qué le había pasado a Sirius durante las vacaciones de navidad y prefería no preguntar, sabiendo lo complejo que era para el moreno hablar de sus sentimientos, pero en cosa de siete días ya se había peleado con dos alumnos de otras casas (más bien, los había golpeado unilateralmente y sin mediar provocación) y lo habían expulsado de la clase de Transformaciones.

James le había dicho que algo había pasado con su tío Alphard, pero no tenía demasiados detalles. Lo único que sabía era que Sirius se había ido a vivir con su tío y había regresado ese mismo día, melancólico y callado. Todos habían creído que saliendo con Marlene McKinnon iba a calmarse un poco, pero era más bien lo contrario, y a Remus le daba la impresión de que su amigo estaba con la rubia solo porque sí, a fin de ganar algo, ya fuese la apuesta a James, enseñarle una lección a Fabian Prewett, o por el simple hecho de recibir todo el cariño que le faltaba de la forma más fácil posible.

La única persona con la que Sirius no había cambiado, era con ellos tres. Las conversaciones, las bromas, todo seguía exactamente igual entre los Merodeadores. Fuera de ellos, Sirius ya no respetaba a nadie, ni siquiera a McGonagall, y Remus temía que tarde o temprano sus actitudes le jugarían en contra. Por un lado, siempre estaba el temor de que lo expulsaran, pero por otro lado… El licántropo comenzaba a preguntarse si eventualmente el moreno haría algo realmente estúpido de lo que podría arrepentirse.

- Concéntrese, señor Lupin – pidió el profesor Rivaille mientras contaba alguna historia espeluznante sobre la maldición cruciatus.

Después del artículo de Skeeter, se habían dado vuelta las tablas. Los alumnos de Slytherin que no soportaban al hombre ahora escuchaban su clase mirando al joven profesor con total admiración, mientras los demás alumnos tomaban apuntes dudosos e intranquilos. Demás está decir que ese tono oscuro y provocador con el que el hombre hacía sus clases y que, con anterioridad les sacaba una risa a todos, ahora tenía a todos los estudiantes nerviosos y sumidos en silencio.

James se preguntaba quién era más descarado, si Rivaille o él, por seguir fingiendo que nada había pasado durante las vacaciones de navidad mientras estaban juntos bajo el mismo techo, en clases. Su profesor era un excelente actor que no lo miraba diferente, ni lo ignoraba en comparación a otros, ni le hacía más preguntas que a los otros; en definitiva, no demostraba sentirse nervioso por lo que había pasado, no demostraba estar bajo presión, nada. Lo trataba como siempre y como a cualquier otro.

Terminada la clase de Defensa contra las Artes Oscuras, los de Gryffindor tuvieron dos bloques de Encantamientos junto a los de Ravenclaw con el profesor Flitwick, que volvió a darles la lata con lo poco que estaban avanzando con los hechizos no verbales y los puso a practicar en parejas en vez de enseñar un encantamiento o hechizo nuevo. Luego, los cuatro amigos se dirigieron al Gran Comedor para almorzar.

- ¡Es oficial! – reclamó Peter revisando el Profeta – Una semana y dos días, y nada. Skeeter definitivamente no va a escribir nada sobre el expediente.

- Lo sé – contestó James. El tema todavía lo hacía ver rojo de rabia.

No podía entender como una mujer ambiciosa y oportunista como Rita Skeeter había preferido sacar otro artículo de chismes sobre una persona que aprovechar la ventaja de sacar semejante notifica en el periódico. Un artículo sobre el expediente iba a catapultar su carrera de periodista, ¡tal y como ella quería! ¿O las pretensiones de la mujer por ascender también habían sido una mentira?

- A lo mejor la detuvo el sentido común – comentó Remus de forma conciliadora -, esa noticia iba a provocar un caos de proporciones. Un terremoto que quizás tendría consecuencias peores…

- Yo antes pensaba igual que tú, Moony, pero ahora pienso que todo el mundo necesita saber lo que está pasando y sacar a Minchum de una patada en las pelotas.

- Eso es porque estás escuchando demasiado a los Sex Pistols.

- No, es porque me parece injusto que se esconda información de la gente y los hagan creer que todo está perfecto cuando todo está como la mierda – dijo encogiéndose de hombros -. Pero es obvio que todo esto fue por culpa de Rivaille.

- Yo también lo creo – corroboró James.

- Entonces, ¿qué mierda esperamos? Si no lo escribe ella, hagámoslo nosotros. Metámonos de nuevo en la oficina del profeta y cambiemos esa mierda de diario de nuevo.

- ¿Qué dijiste?

Cuatro cabezas giraron hacia el lado izquierdo para encontrarse a Lily mirándolos suspicazmente, cayendo en cuenta por primera vez de estaban hablando abiertamente en medio del Gran Comedor. La pelirroja había dejado de untarle mermelada de mora a una dona para mirar a Sirius con atención, quien pestañó dos veces con los ojos muy abiertos.

- ¿Qué? – repitió, haciéndose el tonto.

James le dio una larga mirada a Sirius y a juicio de Remus, era difícil saber si estaba enojado por ese desliz de lengua de su mejor amigo o si, por el contrario, le provocaba felicidad que Lily finalmente se hubiese enterado de que habían sido ellos los que habían estado detrás de la jugarreta del Profeta. Era la única persona que le interesaba que supiera la verdad, y a la vez sabía que podía confiar en que no se lo diría a nadie.

Ante la negativa de Sirius por profundizar en el tema, Lily miró al resto por más información y Peter, que sabía que no era bueno mintiendo, fijó su mirada en su plato esperando no delatarse, al mismo tiempo que Remus miró a su alrededor para verificar que nadie más hubiese escuchado; por suerte, los demás alumnos conversaban animadamente y estaban metidos en sus propios asuntos.

- Dijiste que cambiaron el Profeta – respondió ella, con expresión suspicaz.

- ¿Yo dije eso? ¿Cuándo?

- ¡Por Merlín! Ustedes fueron, ¿verdad? ¡Ustedes lo cambiaron!

- Lily, vamos – se metió el moreno de gafas con una falsa sonrisa despreocupada -, ¿cómo íbamos a ser nosotros? Es un periódico importante, no es llegar y entrar a—.

- No me mientas, James. Escuché bien lo que dijo Sirius, y ahora que lo pienso con mayor detenimiento, ¡todo tiene sentido! – interrumpió la chica - ¡Por eso era que Rita Skeeter se metía con ustedes y los hizo trizas en el artículo sobre el partido de Quidditch! – Lily chasqueó la lengua y se quedó pensando, como si estuviera uniendo todas las piezas de un rompecabezas.

Los cuatro adolescentes se quedaron en silencio tras escuchar la conjetura de la alumna, temiendo hacer contacto visual o hacer cualquier cosa que pudiese confirmarlo o ser usado en contra de ellos. Era demasiado sencillo decir algo que contradijera al otro si no se ponían de acuerdo de antemano, demasiado sencillo quedar al descubierto. Y Lily, al ver esto, sonrió satisfecha y retomó la tarea de untar mermelada a su dona.

- No tienen que preocuparse porque no le diré a nadie, ¿de acuerdo?

Pasaron otros segundos de tenso silencio, hasta que James finalmente habló:

- De acuerdo, fuimos nosotros – reconoció, mientras sus tres amigos seguían compartiendo miradas nerviosas entre ellos.

- ¡No puedo creer que se hayan salido con la suya!

- ¡Yo no me salí con la mía! – replicó Sirius, ofendido - ¡Básicamente por eso terminé fuera de mi casa este verano! - El moreno de rulos se cayó súbitamente cuando vio que Marlene se acercaba a él para abrazarlo por la espalda a modo de saludo -. Ah, eh, hola, Marli – dijo tímidamente.

La rubia le dio un beso en la mejilla, un acto que no pasó desapercibido para los demás presentes que se encontraban desayunando en el Gran Comedor. Había pasado ya una semana y la noticia de que Marlene y Sirius estaban juntos todavía causaba revuelo y llamaba la atención entre el alumnado, especialmente con Fabian Prewett que le lanzaba miradas asesinas desde el otro extremo de la mesa de Gryffindor.

El crespo aprovechó el momento para escapar de la situación, llevándose a la Ravenclaw de la mano y dejando a sus amigos para que lidiaran con Lily.

- Sus padres colgaron la cabeza de Escorpión fuera de su habitación a modo de castigo – le explicó Peter de manera más tranquila, una vez que la parejita se fue.

La chica se llevó las manos a la boca, impresionada, mientras la fugaz imagen de una cabeza de elfo embalsamada y colgada en una pared apareció en su cabeza por unos segundos, haciendo que un escalofrío le subiera por la espalda. Si eso por sí solo no era suficiente, saber el contexto tras la ejecución del elfo solo volvía todo aquello aun más macabro.

- ¡Eso es una locura! – exclamó indignada, sin poder dar crédito a sus oídos - ¡¿A quién podría ocurrírsele una barbaridad así?

- A los Black, supongo – dijo Remus.

Lily negó con la cabeza intentando dimensionar la dinámica de locura con la que funcionaban algunas familias de sangre pura del mundo mágico. Agradecía, internamente, tener una familia muggle con tradiciones y costumbres completamente alejadas de ese mundo, y que, si bien su hermana ya no se llevaba bien con ella y la trataba mal, seguía siendo una familia bastante normal.

- Nunca había escuchado de alguien que se atreviera a ir tan lejos de la manera en la que ustedes lo hicieron por una criatura – comentó sonriendo -. ¿Cómo lo hicieron?

- A mí no me mires – dijo Remus negando rápidamente con las manos -. Sirius y James fueron los que se metieron en el despacho. Yo estaba aquí cuando lo hicieron. – La atención de la colorina se giró completamente hacia James, con sus ojos verde manzana brillando en admiración.

- ¿Tus padres también te castigaron mucho, James?

- No, no supieron nunca. En realidad, Sirius se llevó toda la culpa.

La sonrisa y el atisbo de admiración que había en el rostro de la chica desaparecieron por completo.

- ¿Y tú permitiste esto? – preguntó sorprendida.

Ninguno de los cuatro le había dado importancia a que Sirius se llevase los castigos porque estaban acostumbrados a cubrirse la espalda y a que ese tipo de cosas pasaran. Sin embargo, después de ver la expresión de la pelirroja, James se dio cuenta de que algo así podía ser mal visto por el resto; Lily lo miraba como si fuese desleal y cobarde, las dos peores cosas que podía ser un Gryffindor.

- ¡No me mires así! – pidió, sonrojándose -. Sirius tenía asumido desde el primer momento que iba a ser así, porque él fue el que distrajo a Skeeter mientas yo entraba a la sala de edición…

- Es verdad, Lil. Él fue la cara visible, así que era bastante obvio… - apoyó el licántropo.

- ¿La distrajo? ¿Así, sin más? ¿Se descubrió así mismo?

- ¡Sí, exactamente! – respondió James, nervioso – Ya se conocían de antes, desde la fiesta de navidad y… - bebió un poco de zumo tras sentir su garganta ligeramente seca -. Era obvio que una vez que el artículo se revelara, Rita asumiría que había sido él. Claro que Sirius nunca imaginó que ella iba a contarle a sus padres…

- No entiendo. – Lily entrecerró los ojos mientras los imaginaba llevando a cabo ese plan, sin que las cosas le cuadraran bien del todo -. Él distrajo a Skeeter, pero tú… ¿Cómo burlaste todos los hechizos de protección? Cualquier persona hubiese sido detectada tras pasar por el umbral de la puerta.

Remus y Peter compartieron una mirada intranquila, como decidiendo si debían contarle más detalles a la pelirroja, o no, pero al final no dependía de ninguno de ellos hablar sobre los secretos de la Capa de Invisibilidad de James, así que optaron por hacerse los tontos y no participar de aquella conversación que iba directo a terminar tan mal como siempre.

- Eso es algo que no puedo decirte – respondió James.

- ¿Por qué? – volvió a preguntar con desconfianza - ¿Qué clase de magia usaste, Potter?

- Siempre piensas lo peor de mí, Evans – respondió insultado, pero era natural creer que se había valido de algún medio deshonesto para conseguir su cometido sin ser detectado -. No utilicé magia oscura, si eso es lo que estás pensando.

- No conozco ninguna magia regular que sirva para burlar protecciones como las que, de seguro, tiene el Profeta. Además, es un poco sospechoso si dices que no puedes decírmelo.

- No ando jugando con magia oscura como tu ex amiguito de Slytherin – contraatacó, demasiado orgulloso como para tomárselo a la ligera en vez de hacer un alboroto ante la acusación. Y con eso, Remus y Peter ya sabían que el desayuno acababa de entrar en su fase final -. Lo que Sirius y yo hicimos fue jodidamente arriesgado, pero en vez de pensar que hicimos algo genial, prefieres pensar lo peor de nosotros.

- No puedo felicitarte por hacer algo bueno, si para lograrlo primero hiciste algo malo.

- ¡No hice nada malo! – se defendió, molesto -. ¡Y a diferencia tuya, al menos intento hacer algo!

Esta vez fue el muchacho quien se puso de pie para marcharse, y Peter lo siguió, dejando a Remus a solas con la pelirroja.

El castaño bien sabía que la discusión iba a terminar en eso, pero no pudo evitar sentir lástima de que James siempre fuera mal juzgado por Lily, incluso cuando hacía cosas buenas, o cuando hacía esas cosas sin esperar reconocimiento o retribuciones a cambio, como era el caso. Al contrario, cuando James y Sirius habían decidido cambiar el Profeta, lo habían hecho sabiendo que nadie se enteraría, sin ninguna intención de vanagloriarse… Pero, sin saber sobre la existencia de la capa de invisibilidad, era difícil demostrarle a la colorina que no habían utilizado magia oscura para entrar al despacho del importante periódico…

- ¿Usó magia oscura? – le preguntó la chica con voz bajita.

- James jamás usaría magia oscura.

- ¿Cómo demonios lo consiguió? Te juro que James hace que mi cabeza tenga cortocircuitos. –

Remus se encogió de hombros para evitar responder cualquier cosa que continuara esa conversación, cuando James claramente no había querido referirse a la Capa de Invisibilidad a riesgo de que lo creyeran mago de artes oscuras. ¿Algún día Lily se enteraría de todas las cosas que hacía el moreno sin que nadie se enterara? A Remus le daba la impresión de que, en su afán de proteger a sus amigos, seguramente había cosas que James había hecho de las cuales ni siquiera él sabía.

Era cierto que en los primeros cinco años de Hogwarts James se había hecho una fama como villano bastante potente, que ni siquiera se podía justificar ya que el chico realmente se había comportado como un idiota abusador durante años, pero al mismo tiempo, a medida que maduraba, se arriesgaba constantemente por defender ideales y valores en una sociedad de la que ni siquiera era víctima, sino que lo hacía desinteresadamente por otros. Por Lily y quienes eran como ella.

Remus lo admiraba cada vez más, aunque a veces se mostrara en desacuerdo con las formas en las que hacía las cosas, o en su impulsividad e inocencia para ver las cosas como si se tratara de una película de héroes más que la vida real, pero a final de cuentas, tenía que reconocer que las personas como James Potter aparecían una vez en un millón.

Lamentablemente, esa personalidad heroica y valiente le traía más problemas y enemigos que cosas buenas, y justo aquella tarde, James se lo demostró cuando Caecilia Greengrass entró al aula de Transformaciones para llevarse a la primera persona a ser interrogada: El alumno de apellido Stebbins, de la casa Hufflepuff. Parecía que la directora había escogido la clase de Transformaciones intencionalmente para interrumpir, exclusivamente para matar dos pájaros de un tiro y hacer que McGonagall se indignara.

- Le agradecería que espere a que mi cátedra termine, Caecilia – dijo la profesora intentando sonar calma.

- Me temo que no puede esperar, Minerva, tengo cosas más importantes que hacer luego – fue toda la respuesta que obtuvo de la directora.

Stebbins se puso de pie ruidosamente y con cara de pocos amigos, haciendo su caminata hacia la puerta de forma lenta como si se trata de un hombre que caminaba por última vez antes de ser ejecutado. James sintió como la sangre le ardía por dentro de su cuerpo, sin poder sacudirse la sensación de que estaba presenciando algo realmente injusto y terrible, y no pudo evitarlo. También ruidosamente, empujó su banca y se puso de pie empuñando sus manos por la rabia.

Todos lo miraron de inmediato, sus compañeros sorprendidos y nerviosos, McGonagall especialmente, implorándole con la mirada que no hiciera una escena, por mucho que ella lo apoyara, porque como le había advertido antes, podían expulsarlo. Y Caecilia Greengrass, que lo miró furiosa.

- ¿Algún problema, señor Potter?

- Por supuesto, señora directora. Tengo un problema con la forma en la que está dirigiendo esta escuela.

- Quejarse de mi dirección es lo mismo que quejarse sobre las políticas implementadas por el Ministerio—.

- Oh, no me haga hablar sobre eso, que tengo mucho que decir – la interrumpió el adolescente, provocador -. Si cree que se va a salir con la suya para siempre, está muy equivocada. En este castillo somos más quienes apoyamos la permanencia de nuestros compañeros, en vez de hacer la vista gorda sobre toda esta historia ridícula de "los impostores".

- ¿Me está amenazando?

- No, es un hecho. Ya lo verá usted, más temprano que tarde.

Ella sonrió, entonces, de forma maliciosa y entretenida.

- Su abuelo era exactamente igual, ¿lo sabía, señor Potter? Un discurso como ese, con sus problemáticas visiones pro-Muggle, le valieron a su familia la expulsión del directorio de los Sagrados Veintiocho.

- Una expulsión de la que estamos bastante orgullosos – contestó el de gafas, desafiantes.

- Tenga cuidado. Su falta de respeto difícilmente será enaltecida como ocurrió con su abuelo, que tuvo la suerte de que había un puñado de aurores lo suficientemente estúpidos como para seguirlo a la Primera Guerra Mundial – lo amenazó la directora -, y en su caso, sus visiones podrían costarle algo más que la salida de los Sagrados Veintiocho.

Sin decir más, la estirada mujer tomó a Stebbins del brazo y se lo llevó a paso decidido fuera del despacho de Transformaciones, dejando el salón en un tenso y frío silencio, asimilando el pequeño intercambio de palabras que acababa de ocurrir y en parte sorprendidos de que Greengrass no hubiese expulsado a James por su atrevimiento, aunque aliviados de que así fuese. No había nadie más aliviado que el mismo James, sus amigos y, claro está, McGonagall, que le dio una mirada reprobatoria pero llena de cariño desde su escritorio.

Cuando los cuatro Gryffindor regresaron a la Sala Común aquella tarde, más de alguna persona se le acercó a James para hacerle algún comentario de lo que había ocurrido, algunos felicitándolo por su coraje, otros para preguntarle si se había vuelto loco. A veces James creía que sí se volvía loco momentáneamente cuando hacía esas cosas, sin medir consecuencias, sin pensar demasiado dejando que sus emociones tomaran el control total de su cuerpo. Se preguntaba hasta cuándo se saldría con la suya.

- James, ¿podemos hablar?

El moreno se giró y vio a Lily Evans.

- ¿Qué quieres? – preguntó, aun sentido por la acusación de que había utilizado magia oscura para entrar a la oficina del profeta.

- Disculparme por lo de hoy a la hora de almuerzo. Estuve fuera de lugar.

- Pues, sí, Evans, lo estuviste – reconoció -, pensé que ya tenías claro que no soy ese tipo de persona, pero me equivoqué. De verdad crees que iba a ser capaz de usar magia oscura, ¿no es cierto? Que para mí el fin justificaría los medios y todo eso.

- No, ese es el punto. Realmente no lo creo – dijo la chica con honestidad y avergonzada -, no sé por qué lo dije esta tarde, pero lo pensé mejor y… Tenías razón sobre lo que dijiste. Hiciste algo genial y valiente, y simplemente debí agradecértelo, igual a como hiciste hoy en Transformaciones.

- Está bien – dijo asintiendo –. No te preocupes.

- ¡Me preocupo de cualquier forma, tonto! – dijo tomándolo de las manos. James de pronto olvidó todo el enojo que sentía, al mismo tiempo que su estómago se ponía a bailar y sentía sus mejillas encender ante el hecho de que la colorina acababa de tomar sus manos -. James, ¿no lo entiendes? Todo lo que haces está bien… Está más que bien, de hecho, es… Yo te admiro – admitió sonrojándose también -, pero son ellos los que tienen el control.

- ¿Y por eso debería dejar de hacerlo? ¿Por miedo? – La chica negó con la cabeza, algo desesperada por no ser entendida.

- ¿No viste el rostro de McGonagall hoy en el salón? Es como nos sentimos todos sobre ti, James. Preocupados de que alguien te haga daño por ser tan valiente como eres.

Una oleada de calidez expandiéndose por todo su cuerpo tras escuchar esas palabras, intentando mantener a raya su egocentrismo para no arruinar aquel momento tan inusual, intentando no sonreírse de forma arrogante como lo hubiera hecho en cualquier otro momento, esforzándose por no contestarle con algún comentario fanfarrón como "Tranquila Evans, soy un chico grande, me puedo cuidar yo solito" ni guiñarle un ojo a la pelirroja.

- Ven – dijo tomando una de las manos de la chica con aun más fuerza para llevarla escaleras arriba (por supuesto que se escuchó uno que otro silbido por parte de sus compañeros en la Sala Común), y pese a la sorpresa, la pelirroja lo siguió sin resistirse.

James la llevó a la habitación de los chicos de sexto año pensando en la mejor forma que tenía para agradecerle la confianza que le había dado la pelirroja al decirle todo aquello, sin sonar como un fanfarrón egocéntrico: Decirle la verdad y confiar en ella también. Se acercó hasta el baúl en los pies de su cama para buscar y levantar en el aire su Capa de Invisibilidad.

- ¿Qué es eso?

- Esta es el motivo por el que entré a la oficina del Profeta sin problemas, y el motivo por el que me salgo con la mía en tantas cosas – contestó arrojándole la sedosa capa a las manos -. Por favor, no le digas a nadie sobre esto.

- No comprendo… - murmuró la pelirroja estirando la capa frente a ella para mirarla – Quiero decir, es muy bonita, pero—.

- Colócatela – sugirió el moreno.

Lily hizo lo que le dijeron, confundida, y aunque la seda de la capa se sentía muy bien en su piel, todavía no lograba entender cómo esa prenda de vestuario había jugado un papel en la travesura de James. ¿Acaso la había usado para hacerse pasar por un señorito de la elite y gracias a eso había conseguido entrar a la oficina? ¿Podía tratarse de algo tan sencillo?

- Ahora mira hacia abajo – dijo divertido.

La chica bajo su mirada hacia los pies, mientras James esperó por una reacción. El cuerpo de Lily ya no estaba ahí, solo su cabeza, como flotando en el aire, y la pelirroja que era inteligente no tardó en darse cuenta de lo que estaba ocurriendo y lo miró tan impresionada como fascinada.

- ¡Una Capa de Invisibilidad! – exclamó corriendo hacia el espejo tras la puerta para mirar su cuerpo invisible -. ¡Vaya, increíble!

- No es como las típicas. No pierde su efecto nunca y no puede ser detectada en ninguna parte.

- Bueno, imagino que en algunos lugares—.

- No. Con Sirius entramos al Ministerio de la Magia usándola y nada. Ni en el Profeta, ni en Hogwarts, ni en la casa de los Lestrange… - comenzó a enumerar todos los lugares donde lo había usado.

Lily realmente comenzaba a preguntarse cuánto sabía acerca de James y el resto de los Merodeadores. ¿Exactamente de cuántas de sus travesuras se había enterado? Porque parecía que solo conocía una parte ínfima de la historia mientras escuchaba a su compañero comentando casualmente como servía para salir del castillo por la noche sin problemas, o incluso ir a Hogsmeade fuera del horario de las visitas escolares.

De pronto la cara de la chica se iluminó como si acabase de tener la mejor idea del mundo, y miró a James con una radiante sonrisa.

- ¡James!

- ¿Qué?

- ¿Me la prestarías? ¡Por favor! – rogó - ¡Hay algo que necesito hacer hace tiempo y con esto…! ¡Con esto podría!

- ¿Qué? Supongo que no será para ir a encontrarte con un chico – dijo bromeando, pero la chica inmediatamente adoptó una actitud más tensa, que le hizo pensar que le había dado en el clavo.

- Ehm, bueno… Algo así – reconoció la pelirroja.

James sintió algo ardiendo dentro de él, un arranque de celos estúpidos mezclados con el enojo de que Lily le estuviese pidiendo su capa para algo como eso. Inmediatamente tuvo los deseos de negarse, prácticamente gritarle un "¡Nunca!", pero de alguna forma sus temores del último tiempo se confirmaban cada vez más: Respecto a Lily, se había vuelto un debilucho (aunque Remus insistiera con que eso era madurar) que, para peor, ya tenía asumido que no tenía ninguna posibilidad con respecto a la colorina.

Así que, ¿qué importaba?

– Bueno – aceptó, rendido -. Cuídala, Evans.

- ¡Gracias, James!