N/A: ¡Hola a todos! No tengo excusa que valga ni justificación alguna para explicar mi demora. Solo queda pedir las disculpas pertinentes… Y agradecer, si es que aún hay alguien aquí leyendo este fanfic largo y demoroso! Por su paciencia y el apoyo^^ Bienvenida Mika Azu, y gracias por leer y comentar! Me alegro que te guste la historia hasta ahora! Gracias también a Sangito, Maki y Javi, por apañar siempre. ¡Espero que a todos les guste el capítulo!

Por último, pero no menos importante, estoy subiendo esto a ao3 (archive of our own) Sé que esta plataforma no es popular en lectores de habla hispana, pero la verdad se me hace muy cómoda y temo que este sitio (fanfiction) morirá en cualquier momento. Por si prefieren leer allá, cosa que me alegraría mucho, mi cuenta es bakuguito.

22

Malas decisiones

Alrededor de un veinte por ciento de los alumnos que estudiaban en Hogwarts eran hijos de padres muggles o provenientes de una familia esencialmente muggle, y de hecho, aquellos magos y brujas eran más que esos que provenían de una familia de sangre completamente pura, pero de alguna forma habían sido atacados por ser considerados parte de una "minoría".

Ni siquiera la llegada de Dumbledore había sido capaz de dar solución a lo que estaba ocurriendo.

En palabras de Hassel Rivaille, se había tratado de magia oscura para nada compleja, pero altamente efectiva y lamentablemente, incapaz de ser revertida. James casi se había ahogado con su propia saliva al escuchar, por casualidad, cómo su profesor de Defensa contra las Artes Oscuras le susurraba a Dumbledore en el oído que era exactamente el mismo tipo de maldición que ocupaba Voldemort con sus mortífagos para grabar su marca tenebrosa.

Era tan grave que había provocado que Sirius se callara por primera vez en su vida, viendo como todo el plantel del profesorado corría de un lado a otro. El profesor Slughorn tiraba ideas al azar de lo que se podía hacer, alguna poción sobre la que había escuchado que había tenido efectos positivos en un caso similar en la República de Malí; la profesora Sprout creía haber leído sobre un moho mucilaginoso que crecía en Finlandia y que podía ayudar a limpiar la piel de toda magia oscura.

- No hay nada peor que esto – comentó Peter mirando a su alrededor entre confundido e impresionado, con la sensación de inseguridad creciendo y asentándose de forma angustiosa en su pecho.

Era la primera vez que veía que una acción tan terrible como esa quedaba tan irrevocablemente impune, aun frente los ojos de los magos y brujas más poderosos que existían en el Reino Unido. Le hizo preguntarse cuánto más podía pasar, cuánto más podía hacer Voldemort y sus seguidores, sin que aquellos adultos en los que siempre creyó pudieran protegerlos efectivamente.

La triste verdad era que no había nada que hacer para oponerse: Una hora después, tras haber sido revisados y atendidos uno por uno por Madame Pomfrey, se determinó que las marcas serían permanentes, y Dumbledore ordenó que todos los estudiantes afectados pasaran la noche en la enfermería para mantenerse en observación, mientras el resto de los profesores procedían a iniciar la investigación para encontrar al culpable.

Todos en el castillo regresaron a sus habitaciones completamente frustrados y rendidos, y los merodeadores no eran la excepción.

Remus ni siquiera tenía ganas de pelear por quién iba a usar la única cama buena que quedaba en pie en la habitación, dejándose caer directamente en uno de los colchones sucios y destartalados que había en el suelo. No se podía quitar la imagen de esa estúpida marca en la piel de Lily, la expresión de la chica, la expresión de Mary y de los demás. Sabía que era terrible y que esta vez habían ido demasiado lejos, pero, creyendo hasta el último momento en que se iba a poder arreglar de alguna manera, no lo asimiló del todo hasta que no vio la derrota en la cara de Dumbledore.

- Necesito decirles algo – dijo James, también recostado en un colchón, sobre su estómago. Sus otros tres amigos lo miraron expectantes y callados, así que continuó -: En la fiesta de Slughorn por Noche de Brujas… Aquella noche seguí a Mulciber, a Quejicus y a Rosier cuando se fueron del Gran Comedor.

- ¿Por qué? – preguntó Peter.

- Me parecía que andaban en algo sospechoso y quería corroborar – explicó rápidamente, esperando que ninguno de los chicos que tenía enfrente desestimara la acusación que estaba por hacer solo porque parecía otro episodio de James-conspiranóico-Potter -. Mulciber les estaba diciendo que quería hacer algo y Quejicus le advirtió que no sería buena idea.

- Podrían ser un montón de cosas – hizo notar Remus.

- Es cierto, pero luego Quejicus le dijo que nunca iba a poder lograrlo sin su ayuda. No puedes negar que es sospechoso.

- Snape no tuvo ningún problema en inventar esa maldición de magia oscura que casi mata a James el año pasado – agregó Sirius -. Ya demostró que está dispuesto a ir así de lejos.

- No – replicó Remus tajantemente -. Snape no es capaz de hacer algo así.

- Ah, claro, pero llenar a Prongs de cortes y laceraciones sí puede hacerlo perfectamente bien, ¿no es así? – preguntó el crespo a la defensiva.

- Esto es totalmente diferente, eso fue un ataque visceral, una forma desproporcionada de defenderse contra una persona a la que resiente y odia hace años. Fue un impulso de rabia – expuso con toda paciencia, pues estaba completamente seguro de que Snape era incapaz de llegar tan lejos -. Lo de hoy fue planeado y abarcó a demasiada gente—.

- Snape cree en la pureza de la sangre – le recordó Peter.

- Puede creer lo que quiera, pero arriesgarse a hacer algo así es una cosa muy diferente. Lo de hoy fue demasiado frontal, algo de una persona mucho más "comprometida".

- Te engañas a ti mismo – le recriminó el de gafas.

- Snape… ¡Snape es un cobarde! – declaró, perdiendo la paciencia -. Jamás se atrevería y lo sabes. Tú estás siendo subjetivo.

- ¿Yo estoy siendo subjetivo? – preguntó en tono amenazante - ¡Toda la vida has defendido a Snape porque te sientes culpable de no intervenir cada vez que con Sirius le hacemos algo! – Estalló ante la más mínima provocación.

James reconocía que uno de sus puntos débiles era justamente ese, querer tener la razón siempre y ofuscarse cuando alguien desestimaba sus opiniones, pero en este caso no creía estar equivocado. Era común en Remus siempre ponerse del lado del más débil, y eso estaba bien, pero no cuando se trataba de Snape. No cuando hacer la vista gorda podía significar un peligro a futuro, ¡porque Snape podía ser un peligro si no se tomaba en serio!

- Me alegra saber que eso es lo que piensas de mí – le dijo Remus aparentando tranquilidad.

- Ya, ya, ya – interrumpió Sirius, antes de que los dos jóvenes se acaloraran y comenzaran a discutir. Lo que menos necesitaban en ese momento en que los ánimos estaban por el suelo, era empeorar todo con una pelea -. Lo que tenemos que hacer es averiguar sobre esto antes de sacar conclusiones.

Pero, Sirius mentía para poner paños fríos a la situación. Miró a James de reojo, y el moreno supo inmediatamente que su mejor amigo le creía en sus sospechas. La complicidad que ambos chicos habían alcanzado era suficiente como para poder tener ese tipo de comunicación escueta a través de miradas y expresiones faciales. Es más, el de gafas podía estar seguro de que Sirius no solo le creía, sino que su cerbero ya estaba maquinando algún tipo de venganza o castigo para el Slytherin. Si Sirius era capaz de jugarle bromas pesadas porque sí, hubiese sido completamente irrisorio creer que le iba a dejar pasar un ataque de ese tipo como si nada.

- Como quieran – murmuró Remus, acomodándose para dormir notoriamente sentido.

- Lo único que importa es que Dumbledore volvió y esa vieja loca se va a ir – comentó James entre dientes, también girándose en su lugar para dormir, demasiado orgulloso para pedir disculpas.

Y así, bajo un pesado silencio incómodo, los cuatro chicos se quedaron dormidos intranquilos y ansiosos.

.

.

- ¡Notas! – anunció el profesor Hassel Rivaille con una sonrisa perversa aquella mañana de martes -. Dejando de lado el espectáculo sangriento del señor Black, debo decir que no muchos tuvieron éxito en pasar la prueba del veritaserum.

El joven docente se paseó banco por banco entregando una plantilla con calificaciones que provocaba uno que otro "¡Oh, no!" a su paso, porque el examen había sido un baño de sangre, y fuera de los merodeadores no muchos alumnos habían logrado pasar. La mayoría tendría que contentarse con la idea de esforzarse al doble para el siguiente examen y promediar algo decente para pasar el curso.

James estaba ilusionado mirando su A+ cuando sintió que una bola de papel le golpeó en la cabeza para luego verla rebotar directo sobre su banco. Tras estirar el papel se dio cuenta de que la caligrafía era de Lily Evans, y leyó el mensaje con una sonrisa en el rostro: "¡No puedo creer que de verdad le mentiste!".

El de gafas se dio vuelta en su silla para buscar a la pelirroja entre los alumnos, quien lo estaba mirando fijamente: Sí, Lily no había sido capaz de resistir los efectos de la poción de la verdad en ninguna de las preguntas, por lo que debería haber reprobado, pero James había informado a Rivaille aquella tarde que su compañera había podido evadir una de las preguntas (suficiente requisito para aprobar). Desde la distancia, la colorina moduló en silencio las palabras "¡Estás loco!", a lo que James simplemente respondió encogiéndose de hombros. Era casi lo mismo que aprobar un examen copiando y si el profesor los descubría quizás los reprobaría a los dos, pero a James no le importaba engañar a Rivaille, un tonto mortífago encubierto.

- Uhm, veo que la señorita Scott-Thomas no asistió a clases – comentó el profesor de pie frente a un banco vacío. Luego dirigió su mirada a Amy Vane, su compañera de casa y generación -. ¿Está enferma, señorita Vane?

- No, profesor. Olivia se fue del colegio.

Un murmullo generalizado se extendió por el salón de clases, mientras el profesor Rivaille continuó mirando a Amy Vane impertérrito.

- Ya veo.

Era bastante claro que el motivo de su partida estaba relacionado con el ataque y "la marca", como todos habían comenzado a decirle a aquel aterrador tatuaje que había aparecido en la muñeca de todos los estudiantes que eran hijos de muggles. Tristemente, era probable que la chica de Ravenclaw no sería la última en irse de Hogwarts.

A Sirius le pareció que aquel momento era la oportunidad precisa para mirar quién lucía incómodo, así que le dio un codazo a Remus (sentado junto a él) y apuntó disimuladamente al grupo de Slytherin en los cuales recaía la sospecha de James: Snape tenía la vista clavada al suelo y su expresión amargada de siempre no variaba demasiado; Rosier se veía efectivamente nervioso, como quien se obliga a poner una cara despreocupada de forma forzada y no natural; y Mulciber estaba literalmente riéndose, según notó también Rivaille.

- ¿Le parece gracioso, señor Mulciber? – preguntó Rivaille.

- No – mintió abiertamente.

- Señorita Vane, cuando termine la clase, ¿sería tan amable de pasar a mi despacho?

- Sí, claro – dijo la chica confundida.

- Y usted, señor Mulciber, con esa nota no debería reírse tanto – dijo apuntando la plantilla del adolescente -. ¡Bien, ahora vamos a continuar con la clase!

El profesor caminó con paso firme hacia el pizarrón para continuar con la materia que estaban viendo en la actualidad, pero Sirius no era capaz de prestar atención. La sonrisa arrogante de Mulciber lo desconcentraba y lo hacía sentir irracionalmente furioso, ya fuese porque James tenía razón y él estaba detrás de todo, o por el simple hecho de que el malvado Slytherin estaba disfrutando lo que había pasado.

Al menos Snape y Rosier tenían la cortesía de fingir, pensó, al mismo tiempo que se cruzó de brazos y fijó su vista encima del tipo. Le dañaba el orgullo reconocer que alguien bruto y estúpido como Mulciber fuera lo suficientemente inteligente como para diseñar una maldición así de poderosa y salirse con la suya… Antes que reconocer algo así, era más fácil asumir que alguien como Snape lo había ayudado…

La sugerencia de James no era difícil de creer. Siendo completamente sincero, no entendía por qué Remus la había desechado tan rápido cuando era tan obvio: Sí, tal vez Snape nunca se atrevería a algo tan drástico porque le faltaban huevos y convicciones. Incluso si era un simpatizante de los mortífagos, no era tan fanático como Mulciber… Pero, solo bastaba con que diseñara una forma para que otro lo hiciera, y en el transcurso de los últimos años estaba más que claro que Mulciber siempre encontraba a alguien que ejecutara sus órdenes. Él, personalmente, nunca se ensuciaba las manos cuando podía mandar a alguien más a hacerlo.

Así que, en base a lo que James había escuchado después de la fiesta de Halloween, su teoría era que Mulciber había planeado por lo menos la idea general del ataque, Snape había creado la maldición (porque, descontándose a Lily, él y a sus amigos, era el único alumno en todo el castillo con el cerebro para hacerlo), probablemente a regañadientes y sintiéndose obligado por el primero, pero lo había ayudado de igual forma. Y, quien había lo llevado a cabo tenía que ser…

Evan Rosier.

El chico de piel pálida, cabello negro azabache y ojos claros era su propio primo, por lo que pensar en que él había sido el actor ejecutante del ataque lo hacía sentir tan enojado como nauseabundo (como todo lo relacionado a su familia). Pero, era justamente por eso que estaba seguro de que había sido Rosier: Porque sabía cómo actuaba su familia, lo lejos que solían llegar en todo sentido, y lo manipulables que eran los adolescentes por sus padres o influencias cercanas.

Cuando sonó la campana y se terminó la clase, se puso de pie antes de que alguno de sus amigos pudiera abordarlo (especialmente Remus, porque no tenía ganas de discutir con el castaño al igual que James), dispuesto a seguir a los Slytherin para obtener alguna pista que lo encausara hacia la verdad. Si nadie más lo hacía, él iba a llegar al fondo del asunto.

.

.

- ¡Hey, Evans! – James apuró el paso para alcanzar a la chica a la salida de la clase de Defensa contra las Artes oscuras.

Había divisado a su compañera a unos metros de distancia, quien se había llevado ambas manos juntas a la boca para exhalar algo de calor contra ellas, pues era un perfecto día invernal de viento gélido que solo empeoraba entre las paredes frías de piedra del castillo.

- Le mentiste al profesor Rivaille – acusó haciéndose la molesta, pero no hablaba en serio.

- Bueno, se lo merece por ser un hijo de puta.

- ¿Eh…? – preguntó confundida -. Oh, lo dices por ese reporte de Rita Skeeter sobre su supuesto pasado, ¿no? Pero nada de lo que escribe esa mujer es verdad, tú deberías saberlo más que nadie.

James rodó los ojos, odiando que no pudiera contarle la verdad a Lily. El mismo Rivaille le había reconocido en su despacho que todo lo que había escrito Rita Skeeter era verídico, pero seguramente la amenaza de muerte que le había dado su profesor también se extendía a revelarle eso a alguno de sus amigos. Se contentó con morder su lengua y encogerse de hombros.

- Oye, Evans, hablando en serio… Quería saber si estás bien después de… Ya sabes.

- No me importa demasiado.

- No tienes que fingir conmigo, ¿de acuerdo? Lo que pasó fue horrible y estarías en tu derecho si estás triste o enojada o asustada. Después de lo de Olivia, supongo que más alumnos tienen pensado dejar el colegio y—.

- Pero estoy hablando en serio, James – rebatió Lily suavemente. La chica levantó su manga ligeramente, mostrando la marca con forma de gota ennegrecida -. Obviamente no me gusta ni estoy feliz al respecto. Si hubiese querido hacerme un tatuaje, hubiera preferido algo más bonito… Y va a ser un dolor en el trasero explicarle esto a mis padres, pero… En general pienso que… Estoy muy orgullosa de lo que soy y esta marca no es algo que me avergüence o me haga sentir mal.

James sabía que estaba diciendo la verdad porque no había una pisca de rabia ni de dolor en su rostro, sino la expresión desafiante que Lily había empezado a adquirir recientemente y que a él tanto le gustaba. Así era difícil no sentir algo revoloteando en su estómago y era casi imposible seguir reprimiendo las ganas de decirle que…

La amaba.

- ¿Todo bien, James? Te ves raro.

- ¿Yo? Sí, perfecto – balbuceó.

Amaba a Lily Evans. Ya sabía que estaba enamorado de ella, pero ahora se sentía mucho más fuerte e intenso, como si prácticamente no pudiese mantenerlo en secreto y callado, como si quisiera gritárselo en la cara porque de cierta forma se sentía completamente orgulloso de amar a alguien como ella… ¿Cómo demonios no se había dado cuenta antes?

- Bueno, como te estaba diciendo, no te preocupes por mí.

- Sería genial si los demás pudieran verlo como tú… Le quitaría todo su poder a los imbéciles que hicieron esto.

- Lo sé. Me dio pena lo de Olivia, pero no puedo juzgarla.

- Yo tampoco – admitió -. ¿Vamos? Encantamientos comenzará pronto.

- Está bien – dijo sonriendo.

El resto de la mañana transcurrió tranquila con dos bloques de Encantamientos. Sirius no se apareció durante la clase, pero no le llamó demasiado la atención en consideración a que era normal que el chico (y cualquiera de ellos, en realidad) se saltara una clase de vez en cuando. Ya que James y Remus seguían actuando incómodos cuando estaban juntos, con la pelea de la noche anterior demasiado fresca como para dejarla pasar como si nada, se sentó junto a Lily (por primera vez en los seis años que llevaban en Hogwarts) y Remus se sentó junto a Peter.

Sin embargo, después de que Sirius tampoco se apareció para la hora de almuerzo y durante la clase de Transformaciones, el moreno comenzó a preocuparse, y para cuando se hizo de noche y vio que Remus y Peter llegaron a la habitación sin su cuarto amigo, tuvo que tragarse su orgullo y acercarse al licántropo aunque le doliera ser quien diera el primer paso.

- Remus, ¿sabes dónde está Sirius?

- No… Pero, pasó algo.

- ¿Qué?

- La reunión de los prefectos con los delegados estuvo algo tensa.

- ¿Tensa cómo?

- Tensa como que parece que Marlene terminó con Sirius – le explicó Peter.

- Bueno, eso fue rápido – dijo James intentando no reír -. Entonces debe andar desaparecido por eso.

- Fabian le contó de la apuesta que hicieron Sirius y tú a Marlene – dijo el más alto de los tres -. No tengo idea cómo mierda se enteró, pero comprenderás que no estaba muy contenta.

- Sí, no te rías tanto. Todo el mundo cree que ambos son una mierda por hacer apuestas de ese tenor – le advirtió Peter.

- ¿Todos los prefectos se enteraron? – preguntó con cara de pocos amigos.

Eso significaría que Lily también había oído la noticia y seguramente lo estaría juzgando por ser un patán al igual que el resto por haber participado de esa apuesta. Siempre que empezaban a llevarse bien y podían relacionarse sin discutir, James encontraba la forma de arruinar todo. Seguramente ahora la colorina iba a alejarse de él de nuevo.

- Ya lo sabe todo el colegio. ¿Crees que Fabián se iba a perder esa oportunidad de alejarlos? Mejor para él si todo el mundo odia a Sirius.

- No sé por qué me meten a mí en estas estupideces – reclamó el de gafas, haciéndose el tonto.

En realidad, no le importaba mucho lo que creyeran de él, así como tampoco le había importado en el pasado que lo juzgaran por molestar a alumnos menores o hacerle bromas pesadas a los de Slytherin, especialmente a Snape. Lo único que le importaba era cómo iba a afectar esto su relación con Lily por culpa del entrometido de Fabián Prewett.

- ¿Deberíamos ir a buscar a Sirius? – preguntó. Al igual que como se sentía él, dudaba demasiado que el crespo estuviera interesado en lo que opinara el resto de él, y le constaba que no estaba enamorado de Marlene McKinnon ni mucho menos, pero no estaba demás ir a buscarlo y asegurarse…

- Ni aunque quisiéramos podríamos – respondió Remus -. Le pasamos el Mapa del Merodeador a Peeves. Puede estar en cualquier parte.

- Si buscamos a Peeves podríamos pedirle que revise el mapa y nos diga en donde está – sugirió Peter.

- Pero sin el mapa va a ser imposible encontrar a Peeves – dijo Remus.

- Nos acostumbramos demasiado a depender del mapa… - se quejó el de moreno -. Como sea, ya irá a aparecerse. Debe estar haciéndose el dramático para inspirarle lástima a McKinnon y ya.

- No me extrañaría – apoyó Peter.

- Remus… Lo siento mucho por lo de anoche, ¿sí? No quise decir lo que dije.

- Yo también, supongo… - reconoció, rascándose el cabeza -. Además, tengo que reconocer que hoy día esos tres estaban actuando muy extraño durante Defensa contra las Artes Oscuras.

- Y después no se aparecieron más – añadió Peter.

- ¿No fueron? Ni me fijé.

- No, ¿no se dieron cuenta? No llegaron ni a Encantamientos ni a Transformaciones…

James y Remus se miraron automáticamente, recordando que Sirius se había ido sin decirles palabra una vez que había terminado la clase de Defensa contra las Artes Oscuras, y Marlene McKinnon o no, era sospechoso que el trío de Slytherin también se hubiese ausentado de las clases posteriores…

¡Seguramente Sirius había ido a enfrentarlos!

- ¿Qué? – preguntó Peter al ver la expresión de sus dos amigos.

- ¡Vamos! – dijo Remus, encaminándose hacia la puerta de la habitación.

- ¿A dónde?

- ¡A buscar a Sirius antes de que haga una tontería! – respondió James.

.

.

En general, Sirius creía que su sexto año en Hogwarts había sido una verdadera mierda. Si ponderaba desde el verano, reconocía que tal vez se había buscado el castigo con lo del elfo doméstico y el diario El Profeta. Sí. Era justo decir que creciendo en una familia como la suya, algo así era por lo menos esperable. Pero, ¿todo lo que había ocurrido después? Era basura tras basura, el destino o Dios, si es que existía, poniéndolo a prueba y reventándole las pelotas.

Lo de Keith, por ejemplo: Su pobre lechuza que había muerto por culpa del sociópata de su hermano. ¡Ese había sido un golpe bajo! No solo porque habían matado a su mascota, sino por la traición de su hermano como tal después de que él había confiado en él. ¿Y luego? ¿Su tío Alphard dejándolo a un lado cuando más lo había necesitado? ¡Y después la gente se enojaba con él cuando reaccionaba de vuelta! Era ridículo.

Pero aquella tarde, cuando sintió un escupitajo llegándole directo en el rostro y no pudo hacer nada para evitarlo, supo que había tocado fondo. Recibió una última patada en la zona de sus costillas mientras se preguntaba si había alguna forma de romper con el ciclo de mala suerte en el que de alguna forma se había metido y quedado estancado, mientras veía dos pares de pies alejándose por el pasillo con obvia dirección hacia las mazmorras.

Genial, pensó con sarcasmo. Uno se había quedado.

Pelear él solo contra tres normalmente era su especialidad y en cualquier otra ocasión estaba seguro de que hubiese sido lo suficientemente habilidoso y rápido como para enfrentarse a Mulciber, Rosier y Snape por sí solo sin derramar una gota de sudor. Hechizo defensivo, hechizo ofensivo, hechizo defensivo, hechizo ofensivo. La secuencia era pan comido para él, tan sencillo como respirar o volar por el aire con su moto.

Pero aquella tarde cuando se había dispuesto a seguir al trío de Slytherin, no había alcanzado a llegar al vestíbulo después de la clase de Encantamientos cuando alguien había decido importunarlo y coronar lo que había sido sin lugar a dudas, el peor año de su jodida existencia: Fabián Prewett. El maldito intruso que, en el nombre del amor y la falta de dignidad, le había ido con el chisme a Marlene McKinnon sobre la apuesta que había hecho con James.

Y con la mirada de Marlene McKinnon supo inmediatamente que todo estaba perdido, después de todo, él era Sirius Black y su reputación lo precedía. ¿Quién le iba a creer cualquier intento de excusa? Ya fuese mentir derechamente y decir que no era cierto, a una justificación estúpida como "No quería lastimarte" o el cliché de "Fue cierto en un principio, pero me enamoré". Sirius se las sabía por libro, pero Marlene merecía algo más. Harto más.

En el poco tiempo que estuvo junto a ella se dio cuenta de que era una chica genial, agradable, inteligente y buena. Por eso mismo, la mirada triste y humillada de Marlene lo hizo sentir horrible… Porque acababa de hacerle daño a una persona que no se lo merecía, como un villano. Pero, bueno. Sabiendo que su comportamiento hacia ella no era nada nuevo, todo parecía indicar que él era ese tipo de persona.

Había sido tan repentino y lo había dejado tan descolocado, habiendo estado tan determinado a seguir a sus compañeros de la casa rival solo segundos antes, que con suerte había alcanzado a balbucear un "lo siento" antes de que McKinnon le estampara una cachetada en la mejilla. Parecía que estaba esperando otra cosa por parte de él, tal vez que negara la acusación. No un "lo siento" que lo confirmara. Luego vinieron las amenazas de Prewett que se escucharon como un zumbido lejano, y más lejanos aún cuando Sirius divisó que los tres Slytherin se le estaban escapando por un pasillo y los iba a perder de vista.

Parecía estúpido que su prioridad continuara siendo seguir a los tres alumnos de la casa verde y plateada cuando todo se estaba desmoronando al lado de él y Marlene estaba literalmente sollozando. En retrospectiva había sido estúpido, pero en ese momento había ignorado todo a su alrededor para ir detrás de ellos con una sensación rendida y apática de qué más da y ya nada puede salir peor.

Pero, siempre podía salir peor.

De regreso en el presente, el de rulos miró hacia arriba y vio que el Slytherin que se había quedado a deleitarse viéndolo en el suelo derrotado, era Snape. Y no era que estuviese mal ni tan herido, simplemente habían sido más rápidos que él y habían logrado aturdirlo para luego atacarlo entre tres con patadas y puños (nada terrible, él sabía bien como aguantar una paliza). Lo que estaba herido era su orgullo porque hasta esa fecha nunca había perdido.

Aunque eso no era del todo cierto. Ese año había perdido, una y otra vez.

- ¿Qué pasó, Black? ¿No tan increíble sin la ayuda de Potter?

- Solo un mal día – replicó, intentando fingir que perder patéticamente no era nada. Pero, no era un mal día, se volvió a recordar. Era un pésimo día y un pésimo año y si seguía así, eventualmente se transformaría en una pésima vida.

Se limpió la mejilla con la manga de su túnica y se puso de pie con dificultad. La cabeza todavía le estaba dando vueltas después de ese estúpido hechizo aturdidor que había nublado su cabeza, sus sentidos y su experticia con la varita. Estaba tan mareado que veía a Snape doble en frente de él, como si con una versión no bastara. La mueca arrogante en el chico de piel letrina y cabello negro lo hacía sentir aún más enfurecido.

- ¿Por qué nos estabas siguiendo en primer lugar, cerdo?

- Tranquilo con los ataques personales. Y no te sulfures, no queremos que te dé una hemorragia nasal – respondió, siempre sarcástico aún pese a las circunstancias -. Sé tu secreto.

- No tengo ningún secreto.

- Sí, claro. Todos sabemos que al pequeño Quejicus le gusta jugar con magia oscura. Después de todo te vi con mis propios ojos atacando a James el año pasado – respondió, recuperando la seguridad en sí mismo -. Y estoy seguro de que tú eres el único en este castillo lo suficientemente capaz como para crear la maldición con la que atacaron el otro día.

- Estás completamente loco.

- La mayoría del tiempo, sí, pero ahora creo que estoy pensando con la cabeza bastante fría. , tú fuiste el que atacó a los nacidos de muggle.

- No lo hice – contravino tranquilamente, cruzándose de brazos -. Y debes tener una forma de probar una acusación tan seria. Estoy seguro de que no tienes cómo.

- Apuesto que ya eres un asqueroso mortífago.

- ¿Y tú qué? ¿Te sientes como un jodido héroe solo por estar en la vereda contraria?

- Déjame ser claro sobre esto. Si de verdad fuiste tú, me voy a asegurar de arruinarte la vida.

- ¿Qué? ¿Atacarme como ya lo has hecho los últimos seis años? Deja de hacerte la víctima, maldito imbécil consentido y cínico.

Snape se acercó desafiante al moreno de rulos. Un cambio notable para la dinámica de ambos chicos cuando, por lo general, Sirius acostumbraba a ser el amenazante. Sirius suponía que era el mal empoderamiento generalizado que sentían los de Slytherin ahora, escudados por una sociedad dominada por la misma ideología que ellos tenían y que los protegía.

- Siempre pavoneándote, creyéndote genial y saliéndote con la suya jugando el rol de víctima porque tu familia no te quiere. ¿Adivina qué? Nadie podría querer a un pedazo de mierda como tú, a excepción de los pocos amigos que tienes. Y solo te llevas bien con ellos porque son una mierda también. – Sirius lo fulminó con la mirada, dispuesto a sacar su varita para iniciar una nueva pelea, pero Snape no había terminado -. Si piensas que puedes seguir usándome como saco de boxeo, te advierto: Tengo un arsenal de nuevas maldiciones y me muero por probarlas. ¿Y sabes qué más tengo? El secreto de amiguito… "Moony". Si es que es lo que creo que es… No creo que la comunidad mágica esté muy contenta cuando lo sepan.

Sirius palideció ante la implicancia… Pero, sabía gracias a Lily que Snape tenía esa misma sospecha desde el año anterior y alguna vez, el Slytherin también se lo había hecho saber a Remus. Probablemente nada había cambiado y el tipo no había confirmado la suposición, mencionando el 'secreto' de Remus para molestarlo. De cualquier forma era suficiente para que temiera y la sangre le hirviera de rabia. Más rabia de la que podía contener.

Agarró al muchacho desde el cuello de su túnica y lo empujó violentamente contra la fría pared de piedra. Podía escuchar su propia respiración agitada y desigual, y sentir su cara roja y caliente debido a su presión disparándose rápidamente, así que intentó serenarse para no dejarse al descubierto y continuar aquella conversación en control.

- No tienes idea sobre Moony. Lo que sea que crees saber… Estoy seguro de que estás equivocado, pero de cualquier forma ten cuidado… Si antes te dije que te arruinaría la vida, acércate a Moony de nuevo y voy a quemar este puto castillo hasta las raíces contigo adentro, ¿me escuchaste?

- Qué romántico – se burló.

Sin permitir que la discusión se alargara mucho más y dándose cuenta de la reacción que había conseguido en el moreno, Snape se alejó caminando tranquilamente con una sonrisa bravucona en el rostro. ¿Y Sirius? Sabía que estaba exaltado. Probablemente era la primera vez que perdía la calma con Quejicus de esa manera. Normalmente hubiese tenido el sartén por el mango y dominado la conversación, pero esta vez tenía que admitir que no había sido capaz de pensar con claridad y gracias a eso, había quedado como un tonto.

Para peor sabía que lo que había gatillado que perdiera el control de esa manera había sido la tonta mención acerca de su familia. ¿Hasta cuando iba a actuar como un maldito imbécil por culpa de su familia? ¿Hasta cuando iba a dejar que ese tema lo afectara como si todavía fuera un crío?

Se golpeó la cabeza con las manos un par de veces como si eso fuese a sacarlo de su estancamiento emocional, y emprendió el camino de regreso al Gran Comedor, sintiéndose más encabronado que nunca. Desde ese minuto iba a ponerle un alto a todo ese estúpido ciclo de malas decisiones y actos patéticos. Iba a volver a ser lo que siempre había sido, un descarado con suerte que siempre se salía con la suya, así tuviera que pasar a llevar a todo el mundo para conseguirlo, no iba a volver a permitir que su familia tuviera algo que ver en su estado de ánimo ni en que tomara malas decisiones de nuevo, y se iba a encargar de Snape para siempre.