Disclaimer: Todo le pertenece a Rumiko Takahashi.
Feminidad.
Después de dejarle un review a «Tú, yo y P-chan» de GabyJA, pensé que estaría interesante tomar la palabra «marimacho» y hacerle algo. Y ya, vayan a leer a GabyJA.
Miró para el cielo por enésima vez aquella noche y sintió cómo una ráfaga de aire movía con fuerza sus cabellos negros. Pestañeó despacio, intentado asimilar el frío que le había dado. Ya de por sí estaba helado, faltaba más que el viento se encargara de provocarle una hipotermia. Resopló cual caballo enojado y no evitó mover la cabeza por la frustración.
El golpe que le había dado Akane con aquella mesa todavía dolía en su cabeza y no iba a negar que parte de su espalda también había sido afectada al caer después de la colisión que casi le quita la memoria. Se había sentido peor que las veces anteriores, peor que cada vez que algo había sido estrellado contra él, se sentía… se sentía lleno de odio. Los ojos de Akane reflejaban un enardecido odio hacia él, lo miró con los orbes inyectados de ira y se notaba, por la forma en la que respiraba, que hasta su corazón se había volcado contra él. Hizo una mueca de desagrado al dejar ir aquella conclusión en sus pensamientos… el corazón de Akane se había volcado contra él cuando, en realidad, lo único que quería era todo lo contrario. Mentía como un bellaco si decía que no le importaba lo que Akane sintiera por él, sería incluso ridículo tratar de ocultárselo a sí mismo.
Si los sentimientos de esa tozuda azabache no remaban para su propio lado, es que todo en su vida estaba mal. ¡Pero es que era tan malhumorada, por el amor de todos los dioses existentes! Siempre tenía algo en las manos para lanzárselo, sacarle una sonrisa era tarea de titanes y a veces tenía la sensación de que no entendía su humor.
«—¡Imbécil, no sabes lo harta que estoy de ti!»
Una vez más había soltado esa broma local de que era un marimacho, que los vestidos le lucían mejor a Ranko y que más fácil que dejara la tarea de ser femenina para mujeres como Kasumi. Así, sin pensar, solo lo había soltado esperando verla exasperada, con ese semblante de cejas fruncidas y un puchero casi adorable que le divertía tanto admirar. Pero eso no había pasado. Sin siquiera un grito previo, sin medirlo, sin que su familia lo advirtiera, ella había tomado la mesa más cercana y la había estampado contra su cabeza respirando errática, dejando salir una especie de frustración muy dentro de ella, había gritado aquello y lo último que había dicho —que él, entre su inconsciencia, alcanzó a oír—, con la voz más fría posible:
«—Estoy… estoy cansada de ti, Ranma».
Sin más, se había retirado de la sala, dejando a los presentes perplejos, mirándola como si jamás hubiera tenido un sobresalto. Era obvio que los sentimientos de Akane habían explotado de forma negativa y por su paso había dejado a todos hecho polvo. Incluso a él.
¿Se había cansado de él?
De la misma forma en la que ella se había ido, silenciosa, él se había incorporado después de poco y antes de que Genma dijera si quiera una palabra, Ranma había alzado la mano en señal de alto y se había ido. Lo primero que hizo al recuperar el equilibrio fue saltar hasta el techo, recuperar algo de estabilidad y quedarse ahí, justo donde había comenzado esta reflexión, a tratar de descifrar lo que había pasado y a digerir ese dolor en el pecho que lo había asaltado progresivamente desde que su mente había descubierto que Akane estaba cansada de él.
Y esta vez, parecía ser en serio.
Su cuerpo entero se puso alerta al escuchar los sollozos, que, claro, desde el lugar en donde estaba, se oían a la perfección: Tendō estaba llorando. Frenó su andar cuando, por inercia, el instinto protector que había desarrollado por ella lo obligaba a saltar hasta su habitación para calmarla. Los nervios le dijeron alto y se sintió terriblemente confuso y nerviosos, como hacía mucho no se sentía, sin embargo, nada nuevo… Akane sí que había sabido sacar cosas de él que ni siquiera sabía que existían: celos, ternura, preocupación, sacrificio, instinto casi primitivo de protección y una necesidad desmedida de luchar para hacer cosas que, si bien aparentaban ser en su propio beneficio, realmente solo buscaban agradarle a ella.
¡¿Por qué no lo entendía?!
Bajo el techo, la joven dejaba escapar sus últimos sollozos sobre los restos de la prenda destrozada. Respiraba hondo y sentía cómo las fuerzas que la ira le había dado, se escapaban por el aire con cada exhalación. Soltó las tijeras y se miró las manos lentamente, enrojecidas por la manipulación anterior. Cerró los dedos en torno a su palma mientras volvía la vista lentamente había su espejo. Secó las últimas lágrimas y se puso de pie con aquella misma quietud, frente a aquel enorme pedazo de cristal reflejante, se sintió tan pequeña como tonta.
Marimacho…
No era la primera vez que Ranma le decía así y, aunque pareciera que ya se había acostumbrado a eso, se preguntaba cuándo sería el día en el que él empezaría a mirarla como lo que era: una mujer. Quería dejar de ser tratada como a un amigo o compañero de combate, ella también era una chica, claro que ruda y que sabía pelear muy bien, pero eso no le quitaba en nada su naturaleza, no borraba sus curvas, no omitía sus pechos firmes, sus piernas largas, no eliminaba su feminidad. Que tuviera toda la fuerza del mundo no significaba que no era digna de ser vista como alguien a quien se pueda amar, como un ser importante con el que puedes compartir la vida alguna vez.
Lentamente, las manos bajaron por su cuello y por el pecho, el viaje fue inestable. Se detuvo de pronto en su vientre y observó las líneas que el entrenamiento le había dejado… ¿Era eso? ¿Ranma siempre la vería como a un chico por el único hecho de pelear? Sus palabras parecían haber denotado sus verdaderos deseos cuando había soltado que las cosas femeninas se las dejara a Kasumi.
¿Era acaso que tenía que ser como su hermana? ¿Siempre debía ser así? ¿Toda persona en la que ella se fijara prefería a Kasumi porque era la mujer perfecta? Negó rápidamente con la cabeza y las lágrimas volvieron a asaltarla, por lo que tuvo que llevar el dorso de sus manos a los ojos para frenarlas. Se negaba, se negaba por completo a imitar a Kasumi para gustarle al imbécil de Ranma. No lo preferiría a él por sobre ella.
Por supuesto que había alguien que la querría por como era, que no esperaría que cambie, solo… solo fluiría y no la tendría vuelta loca cada vez que soltara un comentario estúpido sobre ella.
Iba a quitarse el broche del brasier cuando el sonido de la puerta llamó su atención.
—¡Akane, ¿estás bien?! —Era Kasumi.
La aludida miró al suelo y se sintió terriblemente por lo que había pensado minutos antes, llevándosela en contra de su hermana mayor como si ella tuviera la culpa. Después de todo, aquella chica era como su madre… se sintió una completa patética.
—¡S-sí, hermana! Bajaré pronto.
Del otro lado, justo junto a la ventana, Ranma se llevó la mano al pecho cuando el corazón quiso saltarle por los nervios. Kasumi había llegado justo a tiempo antes de que Akane se desvistiera por completo y eso fue un alivio para él.
Juraba por todos los cielos que había intentado no mirarla semidesnuda, pero cuando se dio cuenta de que lloraba tan lastimera, sintió el pecho apretarse fuerte y tuvo insanas ganas de irrumpir por la maldita ventana e ir por ella para evitar que derramara una sola lágrima más. Quería que, incluso si le costaba, de alguna forma arreglaran aquello, no quería saberla odiándolo y mucho menos cansada de él, porque estaba claro que era una realidad para la que Ranma Saotome no estaba preparado y mucho menos dispuesto a aceptar.
Sus pupilas saltaron cuando la conversación de las chicas se terminó y la mayor se alejó. Tuvo más miedo de lo que Akane diría o haría después de eso, que de caer al vacío. ¿Y si dejaba las disculpas para después? Otra ráfaga de viento casi le quita el equilibrio y las manos le hincaron cuando su vista periférica captó la cortina moverse por entre la ventana abierta. ¡Maldito fuera el momento en el que se le ocurrió provocar toda esa mierda! Tenía miedo de que ella se asomara, lo tomara por pervertido y todo se fuera al carajo, que empeorara aún más. No podía permitirse algo como eso.
—Nuestro compromiso fue algo que nuestros padres decidieron —la oyó decir e inmediatamente se quedó quieto y pareció que hasta el viento se interrumpió para escucharla. No era la primera vez que ella decía eso, porque era verdad y hasta él mismo lo había expresado, sin embargo…—. Pero yo… no puedo ser la prometida de alguien que… —la voz de la chica tembló y Ranma apretó los dedos contra la pared cuando temió lo que ese diálogo quería decir— que no me desea…
—¡¿Quién diablos te dijo que yo no…?!
Como si del asalto de un meteorito se tratase, Akane observó en cámara lenta cómo el cuerpo de la causa de todos sus males entraba por su ventana, aterrizando ágilmente a un metro de ella, sin precio aviso y sin advertir que estaba semidesnuda.
—Ra-Ranma… —sus enormes ojos marrones vibraron inquietos al observar la imponente figura de su prometido, con una seriedad sin precedentes. Aunque se había quedado ligeramente paralizado y con las mejillas rojas, su semblante parecía decidido y ahora nada sonaba a que se avecinaba una broma de mal gusto. La azabache se había llevado instintivamente los brazos al pecho para cubrirse y sintió la cara arder de inmediato.
—A-Akane, antes de que quieras echarme de aquí —se apresuró en hablar, dejándola imposibilitada para moverse con aquella orden—, lo que pasó hoy, yo… —tragó duro y sintió que las fuerzas comenzaban a abandonarlo. Era una situación difícil y el cuerpo descubierto de la joven no le estaba ayudando en nada. Era poco posible concentrarse.
¿Por qué Akane no entendía lo que estaba sucediendo? Por mucho que él dijera esas estupideces, era claro que sus ojos bien habían admirado su belleza femenina, que tenía grabada en la mente su silueta delicada y que por supuesto que era fascinante que una chica tan sensible como ella tuviera la fuerza suficiente para mandar a volar a cualquier persona imbécil que se acercara más de lo debido a ella, que fuera tan independiente y aguerrida; claro que ninguna de esas cualidades fuertes le quitaban feminidad y por supuesto que nunca había sido su intención hacerla sentir menos mujer, menos femenina, menos deseada…
Porque solo sabían los dioses que Ranma tenía pasión por Akane. Y se extendía más allá del cuerpo.
»—Me gusta… —movió los labios como mecánicamente, con la mente dando vueltas en lo mucho que necesitaba aclararle las cosas, en quitarle esa expresión de pena en su rostro y dejar de ser un prometido idiota que aparentemente no la merecía. Y vaya que Ryōga se lo había mencionado tantas veces—, me gusta tu feminidad.
El corazón de ambos parecía querer explotar por la adrenalina que aquella confesión inesperada les había provocado. Por varios segundos, ninguno dijo nada más. Akane se había quedado helada, con la mirada avellana prendada de la azul, leyendo esa verdad tan genuina que había salido de Ranma, procesando sus palabras que parecían haberle leído el pensamiento, preguntándose si aquello era un sueño loco de aquellos en los que su prometido demostraba sentir algo por ella… por otro lado, Saotome, cuyos nervios le habían provocado un incesante calor en el cuerpo, sentía las gotas de sudor rodar por sus sienes. No estaba esperando que su prometida le dijera algo, de hecho, ni siquiera estaba esperando que lo perdonara.
—Ranma… —susurró, con los ojos cristalizados por las nuevas sensaciones reconfortantes que empezaban a invadirla.
Asustado por esa bomba invisible de emociones que estaba amenazando con explotar en su pecho, Ranma retrocedió un par de pasos.
—La-lamento haber estrado así y —casi se ahoga con su propia respiración— sobre lo que te dije abajo… realmente lo lamento, Akane —no dejó de verla un segundo, quería que le quedara claro que todo eso era la más pura verdad que había dicho.
—Yo… —agachó la mirada cuando no pudo sostenerla más y apretó más las manos contra sí misma, intentando aferrarse a algo que le diera fuerzas para procesar aquel momento tan importante que estaba sucediendo. La alertó el sonido de él saltando al filo de la ventana, listo para desaparecer—. ¡Espera, Ranma! —Estiró un brazo por inercia para intentar detenerlo.
—Hablaremos luego —dijo él, mirando hacia la fresca noche que parecía ser más acogedora que antes, con el cuerpo ligero como una pluma—, solo, por favor… —la vio de reojo con su expresión confundida, pero definitivamente hermosa, sin esa cortina de decepción que poco antes la cubría y con las mejillas pintadas de un rojo intenso—, no te canses de mí.
La aludida lo vio saltar y desaparecer de su campo visual en un segundo, con aquella última frase martillado en su cabeza como si hiciera eco incesante. Después de un par de minutos de permanecer en esa misa posición, tocó su rostro con delicadeza, se giró para verse nuevamente al espejo y lo que observó frente a ella la hizo sonreír.
No iba a cansarse de él, aquello parecía ser imposible. Ranma definitivamente iba a volverla loca, pero de seguro que estaba feliz con saber que él sería el motivo.
Y aquello era todo lo que necesitaba.
Suscribe Feminidad ǀ a Ranma fanfic.
Bogaboo, gracias por inspirarme a escribir de Ranma, siento que haces 99% parte de esto y 1% mi musa XDDDD. Qué sé yo, escuchaba Psycho de Red Velvet cuando se me vino esto a la mente y acá está. Gracias por leer.
