N/A ¡Sí, años! Pero aquí esta el nuevo cap, he contestado todos los reviews acumulados por privado y por mail, si alguien no lo ha recibido por favor que me avise. Espero que lo disfruteis.

Capitulo 3 Arte doloroso

Draco se encontraba en su cama la noche siguiente al cóctel. Estaba tumbado bocarriba con los brazos cruzados sobre el pecho y el rostro cejudo, miró hacia un rincón de su habitación donde se encontraba su escritorio. Reparó en el tintero y las hojas de pergamino meticulosamente ordenadas a un lado, sujetas todas juntas con fino cordel escarlata.

El joven Malfoy volvió de nuevo su vista al techo y resopló. No quería volver a escuchar aquella frase tan ridícula y amanerada en su mente, por muy cierta que fuera. Intentó en vano sacudirsela de la cabeza, cerró fuertemente los ojos ojos y masculló entre dientes.

Ella ha parado el tiempo por mí.

-¡joder¡basta! –exclamó en el silencio de la noche –no la debo nada… nada…

Se dio la vuelta y hundió la cara en la almohada, lo cierto era es que gracias a ella se encontraba tranquilo y sosegado, sabiendo que sus padres habían quedado satisfechos acerca de la apariencia del Weasley, porque lo más impresionante que Hermione hizo aquella noche, no fue parar el tiempo, sino ahorrarle a Malfoy una horrorosa tortura. Hermione había convocado un complicado hechizo optico sobre su amigo Ronald Weasley, y durante toda la noche había aparecido amoratado y contusionado, esto conllevó a graves rumoreos entre la facción pobretona de la fiesta, y el Weasley se encontró muy contrariado porque de repente diera la impresión de haberse golpeado contra las paredes, finalmente Hermione y los demás se habían marchado pronto de la fiesta porque el padre de Weasley creía que su hijo sufría una extraña reacción alérgica.

Mientras se dirigían al ascensor que conducía a pisos inferiores hacia la salida del Ministerio, Draco había observado la expresión del rostro de Hermione, parecía afligida y cansada, probablemente le estuviera doliendo en el alma sacrificar a sus mejores amigos y al padre de uno de ellos por una persona despota y repulsiva como era él, como era Malfoy.

-Yo no te lo pedí Granger… -se lamentó el rubio, que ahora había contraído una deuda con la bruja, y aunque no le importaba para nada el carácter moral de la misma (o así quería el verlo) si bien era cierto que tenía orgullo y honor, y por eso tenía, de alguna manera, que devolver aquello, sobre todo para deshacerse del peso de un favor no correspondido. Por otra parte… ¿desde cuando él tenía escrúpulos?

Finalmente, abatido y endiablado, se levantó de la cama. Estaba semidesnudo, pues aquella era una noche pegajosa y tórrida. Encendiendo la llama de un cincel se acercó hacia el escritorio y desató el cordel escarlata que mantenía los pergaminos en orden, cogió uno de ellos entre sus delgados y pálidos dedos y se dispuso el tintero y la pluma para escribir una escueta carta. Sabía que sino le era respondida iba a sentarle muy mal, pero casi prefería que Hermione rechazara el cumplido que él quería ofrecer.

"Erbans and Glourte; pasteleria de la esquina 15 en Taste Halley, dos calles más abajo de la galería muggle que conduce a Diagon; el día que prefieras."

El muchacho dobló el pergamino, lo metió en un sobre sellado con cera y después colocó, con la actitud pausada que la caracterizaba, las cosas tal y como estaban antes.

Salió con sigilo de su habitación y llego al cuarto de correo personal del que los Malfoy disponían en su Mansión, eligió un carabo pequeño y le anudó la correspondencia.

Después de aquello consiguió dormir de un tirón hasta la mañana siguiente, y tras recibir la contestación de Hermione: "día 24 a las 18:00" todavía sus noches fueron más relajadas y paciosas, estaba a punto de acordar como se desharia de la incomodidad de deberle la vida a alguien que detestas por tu propia naturaleza.

Pero aunque Malfoy desdeñará a Hermione con todas sus fuerzas, lo cierto es que durante varias noches había soñado con la luz de la luna en el ático del ministerio, brillando sobre la ropa celeste de ella, y con su gesto firme al coger la varita y hacer que los minutos quedarán suspendidos en la nada, suspendidos por él. Draco no recordó por la mañana que había soñado, en ningún momento, pero la sensación de plenitud era algo que creía no haber sentido desde hacía mucho tiempo, o quizás no la había conocido jamás; y es que a veces hay despertares especialmente agradables, y la razón se encuentra precisamente en la horas de inconsciencia, pues era allí donde la verdad le era revelada al joven Malfoy, desde la más dolorosa, hasta la más dulce de sus emociones, aunque hiciera años que el dolor las hubiera enterrado en aquel nivel.


-Muy bien, pideme lo que quieras.

Malfoy se llevó un bombón de licor a los labios, lo saboreó con delicadeza mientras miraba distraídamente hacia una galería de arte del otro lado de la calle. Había pasado muchas veces con sus padres, pero ellos solo lo hacían para darse un aire refinado y culto en el estrato social en el que eran altamente reconocidos.

El mago se había asegurado de encontrarse con ella en un lugar que hacía años que no visitaba. Tras la quiebra de la galería, y de los locales refinados de aquel lugar, nadie que pudiera conocerle paseaba por allí, por lo que nadie podía verle con Hermione. Aunque, de todas formas¿quién iba a conocer a una mestiza cualquiera del mundo mágico? Tampoco Malfoy pensó que Hermione fuera conocida simplemente por ser la mejor amiga de Harry Potter, así que se mostró tranquilo durante toda la tarde, acordando consigo mismo, eso sí, que la próxima vez que se vieran sería en un lugar menos familiarizado con él. Un momento¿es que iba a haber proxima vez?

-Así que por eso estamos aquí, para poder quitarte una losa de encima, el hecho de que yo te he salvado. –Malfoy la miró, Hermione esperaba desdén, incluso el esperaba ese gesto de sí mismo, pero, asombrosamente, no ocurrió así, aunque su expresión no fuera exactamente amable, parecía a medio camino de algo… de algo no bueno, pero por lo menos no ruín.

-Qué esperabas, Hermione –dijo el rubio a su interlocutora.

-No lo se, Draco –el joven rubio se llevó otro bombón a los labios, mientras Hermione percibía el olor a licor de su aliento y del interior de los bombones, ella no había probado ni uno solo, en realidad preferia pasteles de nata, o trufas de chocolate, pero no quiso decir nada cuando Malfoy se sentó a la mesa de la pastelería y ella dejó a su elección que tomar.

La joven observaba su perfil, perlado bajo la luz natural que entraba por la ventana, a través de la cual él miraba con el paisaje exterior reflejandose en sus ojos glaciares, y su nariz afilida, proporcionada y armoniosa con todas sus facciones. Ahora que parecía cómodo, que parecía una persona normal, ahora que era Draco, y no Malfoy, su aspecto era a la vez distinto y a la vez familiar, mostrando un matiz de humanidad, de alma, de espiritu, de emotividad.

Malfoy estaba ensimismado en aquella vieja Galeria de Arte que se dejaba vislumbrar al otro lado, y a Hermione le hubiera gustado saber que pasaba por su mente, cuando de repente todo en él pareció volverse mustio.

-El mentón alto, el mentón alto –había dicho Lucius dandole dos palmadas en la espalda con disimulo, mientras de tanto en tanto lanzaba una sonrisa farsa a algun conocido visitante de la exposición.

-Haz caso a tu padre, y deja de juguetear con los gemelos, son de rubí ¿sabes lo que es el rubí, verdad? –el joven Malfoy tenía unos doce años en aquellos tiempos, no era todavía más que un chiquillo, pero no era tan imbécil como para no saber que era un rubí, y miró a su madre con rabia. –No me mires así…

-Sé lo que es un rubí –había masticado entre dientes, y acto seguido sintió un ardor fuerte en el brazo y observó que la mano de su padre lo oprimia con un resplandor rojizo. El muchacho gimió, pero tuvo que contenerse.

-Respeto –gruñó su padre –que esa palabra no se te olvide jamás

-¿Quieres ir allí? –Malfoy dio un respingo.

-¿Qué?

-La galería¿quieres que echemos un vistazo? Antes he observado que ni siquiera quitaron los cuadros al cerrarla.

-No, no lo hicieron, abandonaron todo.

-¿Y bien? –cuestionó la bruja, llevaba su cabello frondoso recogido a una altura media sobre su nuca, y algun que otro mechón se había escapado rozando sus mejillas y jugando a combinar con el color castaño brillante y otoñal de sus ojos.

-¿Y bien qué? –Hermione se levantó y se acercó al mostrador para pagar los bombones, Malfoy se sintió ofendido pero no pudo evitar que la cobraran, así que lo compensó comprando varias cajitas de trufas y dos cestas de bombones surtidos. -¿no te gusta que pague una mujer?

-No me gusta que nadie me pague nada, que sea una mujer no cambia eso.

Malfoy no quería ir a la galeria, pero en menos de lo que pudo apreciar ya estaba allí dentro, perdiendose en las oscuras pintadas de aquellos cuadros polvorientos, algunos de ellos eran especialmente impresionantes, como aquel en el que estaba representada una sombra bebiendo sangre de un unicornio asesinado. Hermione se había mordido el labio al contemplar ese cuadro, y con un estremecimiento había abandonado aquel pasillo y había visitado una sala circular coronada por una cupula ambarina que filtraba la luz del sol por sus ocres ópalos, dando un aspecto envejecido y extraño a toda la habitación. Cuando Malfoy piso aquella sala su cuerpo fue recorrido por un súbito frío, despues por calor y unas leves nauses, y en último lugar aprensión, sintió exactamente lo que se siente cuando ul mal recuerdo te acecha tras la esquina del lugar donde te ocurrió aquella mala experiencia, sabiendo que dar un paso más supone un avance para el fantasma, y un retroceso para ti.

-Son cuadros muy tristes, las pinturas de esta sala son… melancolicas, llenas de miseria… ¿no te lo parece? –Draco había caminado de manera autómata hacia el mismo lugar en el que se encontraba Hermione, observando la misma obra, la magestría con la que su autor había conseguido reproducir las lagrimas en el rostro del retrato. Sin percatarse se había puesto muy cerca de la bruja, tanto que su camisa impecable rozaba los hombros desnudos de Hermione, que llevaba una bonita blusa sin mangas ajustada a la cintura y cayendo ondulada sobre su fino pantalón de verano. -¿Draco?

El joven Malfoy había extendido la yema de los dedos y toco la superficie del óleo ¿habría sido ese un retrato de una persona real¿por qué estaría llorando? Pero había algo más inquietante en todo aquello, pues recordaba perfectamente que estaba ocurriendo cuando él había visto por primera vez ese cuadro.

-Ella es Pansy Parkinson¡que bonita está! –había exclamado Narcisa Malfoy con una sonrisa hueca en sus labios carmesí, Pansy Parkinson tenía las manos cruzadas sobre el abdomen y lucia un horrible y pomposo vestido a juego con la cinta del pelo, sonreía como una niña bien, y dedicaba una estúpida mirada a los Malfoy con su cara de caballo. Pronto los Malfoy y los Parkinson comenzaron a charlar en uno de los pasillos de la galería y el joven Draco sintió la mirada de la niña.

-¿Por qué no vais a echar un vistazo? –dijo el Sr Parkinson.

-Draco ya conoce la galería, podría enseñarsela a Pansy¿verdad, cielo? –Draco sintió un escalofrío cuando escucho la pronunciación de cada una de las letras de aquella ultima palabra. Le hubiera gustado negarse.

-Claro…

-Y si quereis pasar un ratito jugando… -conjugó la voz aspera de su progenitor -…podeis ir a la sala de la cupula, nunca hay nadie. –Malfoy frunció el ceño, habia un resquicio, un erbor en las palabras de su padre, un mal presagio.

Malfoy le enseñó a Pansy la galería, con paciencia y educación le explico algunas cosas sobre las pinturas, aplicando los conocimientos que el mismo habia adquirido, y llegando incluso a dejarse llevar por su propio sentir artístico, hasta olvidar que aquella chica no estaba interesada en sus palabras, ni en las obras, sino en él.

-y si prestas atención a los pequeños detalles, te darás cuenta de que…

-Quiero ir a la sala de la cúpula.

-¿cómo? Ah, si… esa es la única que no hemos visitado. –deshacieron el camino hasta aquella sala semicircular y Malfoy sintió la mirada de su padre y un quemazón en el brazo.

-es una chica muy directa y espabilada para su edad –había escuchado decir a la sra Parkinson.

-una buena pareja para Draco… -el rubio se estremeció y entraron en la sala, pero antes de que hubiera podido hablar Pansy habia estrellado su cuerpo menudo contra la pared y tenía un comportamiento extraño.

-"espejo" –murmuró la muchacha en dirección a la entrada de la sala, Malfoy supo al momento que ahora nadie podía verlos.

El corazón del rubio palpitaba desaforadamente y tenía nauseas, estaba ocurriendo algo que no asimilaba, quizás porque era demasiado joven, quizás porque era antinatural aquella fogosidad.

-Besame –había ordenado Pansy, agarrando el rostro de Draco.

-¿Qué? –sus labios tupidos se acercaban a él –n..no, no. –la muchacha le zarandeó

-¡hazlo¡somos novios!

-Yo no soy tu novio. –la muchacha cogio una de las manos heladas de Malfoy y este se deshizo de ella, entonces repentinamente sintió su antebrazo arder, en el lugar donde antes su padre lo había agarrado. Soltó un grito ahogado y se cogió el brazo. Cada vez quemaba más y más y supo que debía de hacer si quería que aquello parara, así que se inclinó y Pansy Parkinson se avalanzó sobre él, en un principio el penso que sería un inocente choce de sus labios, pero como se equivocó. Jamás se sintio tan violado como aquella vez, cuando la desagradable lengua desconocida se intrometio en su boca y quiso vomitar, intentó zafarse pero ella lo saboreaba, su lengua se retorcía como una lobriz desenterrada sobre la tierra húmeda.

-um…

-¡Basta! –gritó al despegarse, entonces ella hizo algo que lo dejó aun más estupefacto, cogió su mano y la puso sobre uno de sus senos preadolescentes. -¡tienes doce años¡doce años¿qué haces?

-los adultos lo hacen –Malfoy sentía que su estomago se revolvía, y todavía más cuando las manos de ella quisieron tocarle¡era un niño, aunque odiara que lo trataran como tal, quería ser un niño en ese momento más que nunca en su vida.

-¡no me toques¡n-no me toques!

-¿eres mariquita? Si, eres mariquita, todos lo dicen, y ahora yo lo confirmaré –Malfoy tembló, la despiadada arpía abandono la sala y él tenía el sabor rancio de su beso en la boca, se desplomó en una esquina y su estomago se contrajo espasmodicamente, vomitó.

Al incorporarse lo primero que vió fue un cuadro desolador, un retrato que le hizo pensar sino estaría viendo su reflejo, era un niño pálido, de aspecto enfermizo, y sus ojos vidriosos se clavaban en él, por su mejilla escurría una lagrima perfectamente recreada a la que el efecto de la magia hacia caer una y otra vez trazando el mismo camino.

Malfoy se pregunto si ese niño lloraba porque le habían robado su primer contacto íntimo y si porque, quizás, le habían creado un horrible trauma que lo astiaría gravemente durante mucho, mucho tiempo.

-Draco. Draco¿estas bien? –Hermione agitaba suavemente al mago del hombro, estaba totalmente estupefacto.

-¡No me toques¡quitame las manos de encima! –ella le miró confundida¿qué estaba ocurriendo?

-Disculpame –el muchacho temblaba de pies a cabeza y tenía la vista desenfocada –oh… estas… tiritando, qué… Draco… ¿qué ocurre? –Hermione le acarició la mejilla, esperaba que el tuviera los ojos llenos de lágrimas pero, asombrosamente estaban secos, rojos e irritados, pero muy secos.

-¡He dicho que no me toques¡No quiero que nadie me toque, jamás! –sus palabras salían de sus labios abruptamente, daba la impresión de que se estaba axfisiando de la ansiedad, él caminó hacia atrás hasta que su espalda dio con la pared y resbalo hasta quedarse sentado, se abrazó las rodillas, el aire no le llegaba a los pulmones y estaba atrapado en la agonía por intentar respirar.

-Tranquilo… -Hermione se inclinó frente a él y escuchó el sonido silbante del oxigeno insistiendo por llegar a sus pulmones, estaba impresionada, gravemente impresionada, y a su vez horrorizada¿Qué habría pasado por la mente de Draco¿Qué horrible vida vivía y había vivido¿qué tenía ese cuadro¿perdonaría alguna vez que se apiadara de él?

Decidió no tocar a Malfoy y, en su lugar, respirar profundamente de manera que él escuchara con claridad cada exalación y cada expiración, pronto Draco la imitó sin tan siquiera percatarse, hasta que su respiración se acompasó.

Llegó un momento en que el rubio se destapó la cara y sus ojos coincidieron con los de ella, Hermione se mordía el labio y el miraba aquel gesto con extrema conmoción, era bonita, su boca era bonita y estaba orientada a él, y ella había estado en silencio durante todo ese tiempo y no había tratado de volverle a tocar.

-perdona Draco, lo siento mucho, tendría que haberme ido o… sé que te odiaras por esto. Pero te juro que nunca diré nada, haré como sino hubiera pasado… pero si alguna vez –la bruja se mordió con más fuerza el labio, Malfoy estaba de repente muy cansado. –si alguna vez necesitas contarlo, yo… estoy dispuesta… ¡no es lastima, te lo aseguro! Solo quiero una oportunidad de entender… de entender al Malfoy para conocer a Draco. –Draco recostó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos –sé lo que quiero de ti, Draco. –el muchacho la miró entre las pestañas platinas que casi se rozaban. –Quiero que me dejes saber quien eres.

El rubio se inclinó con el ceño fruncido y las pupilas clavandose en ella, la manera en que ella lo miraba era desconocida, y eso le confundía y por otra parte le instaba hacer algo, algo que nunca antes había hecho voluntariamente, pero la imagen de Pansy, la sensación aspera y nauseabunda pareció golpearle en el pecho y recostó su cabeza entre el hombro y la mejilla de ella.

-no… -musitó coincidiendo con el momento en que Hermione extendía una mano hacia su cabello, como si lo hibiera presentido –no hagas nada, no… no, por favor, no lo hagas.


Malfoy no recordaba ninguna otra vez que hubiera llegado más mustio a su casa, en ella su voz hizo eco cuando preguntó por su padre y por su madre, tres de sus doce elfos domésticos (adquiridos tras Dobby y tratados con especial crueldad, como si ellos fueran doce Dobbies que merecieran castigo) aparecieron en el hall informandole de que sus padre habían salido a un festival conmemorativo, lo que en realidad significaba que habían ido a una de esas reuniones innombrables con personajes oscuros, con familias con un apellido que escondia un pasado, un presente y un futuro mortifago, el mismo que él compartiría algún día. Aquello muchas veces la había hecho sentir poder, fuerza, claridad, saber que su destino estaba marcado y que el no tenía que hacer nada más que dejarse llevar, a veces le habían brillado los ojos con la idea de dar muerte, de tener una capacidad tan divina como decidir quien podía morir y quien podía vivir, ser un Dios poderoso, una figura venerable. Aquella fantasía le había hecho en infinidad de ocasiones expulsar una sonrisa a su boca, una carcajada muda que flotaba en el aire y se quedaba allí, socarrona y altanera, haciendole sentir que ya estaba acariciando, amasando, ese gran poder.

Pero parecía que desde aquellos días hasta ese mismo momento habían pasado siglos, a pesar de que no era así. Tenía la sensación que desde aquel ultimo día de clases en la cual metió las manos en uno bolsillos llenos de vómito, y corrió por todo el Gran Comedor, hasta aquel momento, había un extraño muro divisorio, y él había perdido algo al otro lado, y ganado algo en la nueva posición, se sentía vacilante, sin saber si cruzar la barrera y recuperar aquello que se había dejado, sintiendo que cada vez oscilaba más entre un lado u otro, que a veces no había muro, y que otras sí.

Por alguna razón empezó a recorrer la mansión, cada sala, cada habitación, cada uno de los cuartos de baño, las cocinas, la bilioteca, la sala dedicada a la practica de pociones y de magia en general (a veces su padre había conseguido que Malfoy pudiera hacer magia en verano, aunque Malfoy nunca supo porque medios) y por último la sala más siniestra de toda la casa, y la más amplia, allí estaban todos esos artilujios maquiavélicos, con formas raras, y proyectando sombras cambiantes, allí Malfoy sabía que no era innerte todo lo que podía encontrarse, pues tambien habían seres demoniacos, torturadores, espeluznantes. Malfoy ya había entrado allí otras veces y su padre le había mostrado orgulloso algunos recuerdos especialmente sanguinarios de los días de poder del Señor Oscuro, él se imaginó muchas veces trantando mano a mano con el Señor Tenebroso, y en su fantasía una alegría venenosa le intoxicaba, haciendole creer que eso era lo mejor que podía ocurrirle en la vida, ser como su padre, un hombre irrefutable.

Con un estremecimiento se alejó de la sala, se colocó la túnica de color verde esmeralda, alzó el mentón y siguió caminando altivo por toda la Mansión, aunque en las profundidades de su ser esa figura no fuera compartida.

Pronto aquel paseo dejo de servirle para olvidar lo que había ocurrido un par de horas atrás, pues vino a su mente con una fuerza tal que pareció empujar cualquiero otro inquilino de su memoria, así que corrió a la sala de practicas y cogiendo un enorme libro de pociones eligió una de las más complicadas con más tiempo de elaboración y comenzó cuidadosamente a prepararla. Inmerso en aquella actividad casi artesanal consiguió lo que, con el mismo método, ya había conseguido otras veces: descansar, evadirse, sentir que hacia algo bien, perfectamente bien, sin ayuda de nadie, una actividad que le hacía sentirse fuerte y seguro en soledad, porque la elaboración de pociones, un arte como mucho otros, requería la máxima concentración y era una tarea estrictamente individual. Satisfecho, comenzó a separar una serie de hierbas e ingredientes de olores diversos y agradables, y puso el caldero al fuego mágico.


Hermione se había desechó el bonito recogido de camino a su casa en un tren muggle, había mirado su reflejo en el cristal y se había fijado en los capilares rojizos que resaltaban en sus ojos, había llorado como una idiota caminando por un parque tras la cita con el Slytherin, y lo había hecho porque se sentía muy mal, siempre había sido una idiota sensiblera, una defensora de las causas pérdidas que podía pasar una semana entera sumida en la miseria tras ver una noticia especialmente escabrosa sobre la muerte de un niño o la tragedia de una familia campesina a la que una riada había dejado sin nada. Siempre había sido así, una joven emocional que no reprimía sus lágrimas porque no tenía fuerza para soportar la quemazón que provoca un llanto frustrado y, de cualquier forma, aunque una parte de sí misma se preguntaba si quizás hubiera vivido mejor siendo más insensible o inmadura, otra parte de su ser con un brillo luminoso, se sentía orgulloso de aquello.

-"no hay mucha gente como tú, cariño"

Sus padres solían repetirla muchas veces aquello, y Hermione quería creer de todo corazón que eso era bueno, y quería creer que algún día el mundo se daría cuenta de ello, y que sus amigos dejarían de pensar que Hermione era una idealista que haría mejor en resignarse a que ciertas cosas no tienen razón de ser, a que ciertas cosas no se pueden cambiar por horribles que parezcan, y ellos siempre habían estado convencidos de que Malfoy era el mejor ejemplo de algo malo que lo es por propia voluntad y que no merece lástima, hasta ella había llegado a pensarlo.

Caminaba por la acera en la que se alzaban casitas modestas de dos pisos y un garaje, con un jardín mas o menos cuidado en cada una de ellas. La colonia en que vivía estaba compuesta por unas cuantas familias dedicadas a alguna profesión más o menos remunerada. Se podía decir que todos gozaban de una favorable posición económica, aunque sabían perfectamente que a veces era muy necesario ajustar sus sueldos y cuidar de el empleo que les daban, por tanto, ninguno de sus vecinos ni su propia familia, tenía una condición de despreocupacion sobre el dinero, sino la obligación de control, organización y cuidado meticuloso. Con toda aquella elucubración Hermione llegaba a la conclusión de que ella era una joven de un estrato social acomodado, y aunque no tenía los lujos de Malfoy pensaba que no había nada mejor que gozar del punto justo de las cosas.

Cruzó el jardín y llegó a la puerta de su casa, cogió aire y se preparó para fingir que estaba de maravilla, y entonces tocó el timbre, se escuchó la voz acogedora de su madre, con aquella nota firme pero cariñosa que la caracterizaba, y pronto fue su padre quien abrió, la dio un beso en la frente y ella supo que habían buenas noticias.

Su madre estaba sentada en un sillón y se mordía el labio, Hermione pensó que tenía algo especial que la hacía más bonita, y corrió para abrazarla, estaba desolada y sabía que su madre en algún momento se daría cuenta.

-¿es lo que yo creo? –preguntó Hermione con los ojos brillantes

-sí, cariño –contestó ella

-¡pero no te pongas a llorar como una magdalena! –bromeó su padre quien, sin embargo, tenía los ojos más brillantes que nunca y las patas de gallo más acentuadas que en toda su vida, su sonrisa era brillante y cansada, como lo había sido siempre, pero su actitud renovada le confería un brillo especial, su padre gozaba ahora de una energía casi juvenil.

-¡oh…! –Hermione no pudo evitarlo el labio la tembló y todas las ilusiones acerca de esa idea que sus padre le aconsejaron que no tuviera para evitarse una decepcion, se agolparon en su alma en un bulllicio festivo -¡sabía que lo conseguiriamos!

Los tres se abrazaron en el sillón, su madre era el eje central, pronto empezaron a reir y a hacer llamadas aquí y alla.

El Sr Granger tenía cara de creer que todo aquello de informar a la familia era demasiado precipitado, pero las dos mujeres más importantes de su vida parecían extasiadas en esa tarea, así que no quiso agüar la fiesta.

Cuando Hermione fue a coger pergamino y pluma para hacerles llegar la noticia a sus dos mejores amigos, algo extraño la ocurrió, quiso decirselo tambien a alguien más, aunque a él no le importara.


"Voy a tener un hermano. A las 18:30 en zona muggle, como tu dijiste"

Habían pasado cinco semanas desde la última vez que se vieron, Draco Malfoy había estado de vacaciones en un islote que su padre adquirió tiempo atrás después de dejar sin trabajo y hogar a su pequeña población de habitantes muggles a los que había borrado por completo la memoria y el sentido de sus vidas.

Acababa de salir de la ducha y caminaba completamente desnudo por la habitación, algo que siempre le había gustado hacer, había visto al carabo con la correspondencia por el reflejo del espejo, mientras observaba el mate de su piel, tan lejano a un bronceado pero que, por lo menos, le daba algo de tonalidad.

Antes de leerla se había secado el pelo con una toalla, y se había vestido con una blusa muy cómoda, elegante, tenía gemelos de oro blanco, los pantalones eran de lino muy suaves e igual de cómodos, de un color beige claro, habían costado muy caros porque eran importados de Italia. Como sus padres, para variar, no estaban en casa, decidió que aquel día no se echaría gomina en el pelo ni lo peinaría meticulosamente hacia atrás. Hacía poco que se lo había cortado en una peluquería cara y llevarlo suelto y natural le hacia sentirse como con una nueva experiencia.

Entonces se acercó al quicio de la ventana, cogió la correspondencia y trato de ignorar el hecho de que se había sentido bien al observar la cuidada y dinamica caligrafia de Hermione, tan diferente a la suya de estilizada y barrocas letras. Por un momento pensó por qué razón le había dicho que iba a tener un hermano, pero no queriendo darle importancia se limito a hacer volar hacia el sol de la mañana una sola palabra: "bien"