Les dejo la continuación!

Esta historia es sin fines de lucro, siendo mi única ganancia el placer de escribir. Los personajes de Ranma 1/2 son propiedad de Rumiko Takahashi.


RESCATA MI CORAZÓN

Cap 2: Pasos

-Saotome, Ranma Saotome, ¿eres tú, no?

Dijo retirando la llave que había insertado en la cerradura de su casa.

-Lo soy… Tendo Akane _confirmó con una gran sonrisa al escucharla decir su nombre completo.

¡Lo recordaba! ¡Por dios que lo recordaba!

-¿Qué… qué haces aquí? Digo, a esta hora... ¿Vives en el barrio? Nunca te había visto por aquí o…

Entró en pánico. ¿Acaso creerá que es una clase de stalker?

-¡No! _gritó asustándola_. No, yo. Disculpa, hoy te vi, es decir, te acabo de ver en el colectivo. Subiste y te reconocí, y después bajaste y no te vi porque le alcancé la tarjeta de transporte a una chica que había tirado, no la chica, su tarjeta, tiró su tarjeta o se le cayó, mejor dicho. Bueno y cuando me di cuenta ya estabas bajando, así que bajé tres cuadras atrás, doblé a la derecha y luego te vi bailando y cantando….

Y se dio cuenta del sonrojo en su cara ante sus palabras y creyó que no podría ser más hermosa. Y él.. él no podría ser más torpe.

-Que bueno que decidiste buscarme, bueno venir hasta aquí _atinó a responder halagada de alguna forma ante la pequeña odisea que había atravesado su ex compañero sólo para hablarle.

Se sintió un tonto, un tonto muy feliz, porque ella se lo había agradecido.

-Yo también me alegro.

Se quedaron en silencio un minuto, sin saber cómo continuar.

-¡Me preguntaba! _exclamó demasiado fuerte y exhaltado_. Me preguntaba si tal vez tú, algún día quizás, bueno, tú y yo podríamos-

-¿Akane? ¿eres tú? _preguntó de repente una voz masculina a través de la ventana que daba al exterior de la casa.

-¡Sí, soy yo papá! _respondió girando en dirección a la abertura_. ¡Ya voy!

Ranma no logró ver con claridad al hombre que de todas formas permaneció de pie observandolos detrás de las cortinas blancas. Pero la palabra "papá " había sonado casi tan bien como su nombre deslizándose por sus labios.

-Debo entrar. Me están esperando _susurró.

-Oh, si, si, claro. Ya es muy tarde.

Otra vez se quedaron en silencio, tímidamente mirándose de reojo.

-Bueno, ha sido muy bueno encontrarte Ranma _dijo, volteandose nuevamente en dirección al portón, con la clara intención de ingresar por fin a su casa.

-Ha sido realmente bueno encontrarte Akane _atinó a decir con un repentino nudo en su garganta al verla despedirse de él.

Sacando valentía de donde desconocía, avanzó hasta ella y le dijo:

-¿Puedes darme tu teléfono? Bueno, no tu teléfono, tu número de teléfono en realidad, si quieres, claro.

Akane le sonrió, encontrando adorable su torpeza, y asintió enfáticamente.

¡No lo podía creer! ¡Iba a tener su número! Podría escribirle, tal vez llamarla, ¿por qué no?

Así que sacó el celular con el mismo nerviosismo que esta noche se había apoderado de cada uno de sus movimientos, y puso el teclado numérico en la pantalla.

Los números comenzaron a almacenarse, uno tras otro.

"Nuevo Contacto".

Ingresó en el casillero aquel nombre tan conocido y ajeno al mismo tiempo, ese tan cargado de anhelo y admiración como ninguna otra palabra que su boca pudiera pronunciar: Akane Tendo.

No pudo evitar sonreír al ver aparecer su nombre ahora en su corta lista de contactos.

-Enviame un mensaje… cuando puedas, así te agendo _dijo la muchacha abriendo el portón.

-¡Lo haré! _dijo demasiado entusiasmado otra vez.

-Bueno, espero verte pronto, Ranma. Cuidate.

Solo pudo asentir y saludar con su mano, mientras ella cerraba la puerta de su casa, perdiéndose en su interior.

Miró su teléfono una vez más, y entonces comenzó a caminar... mejor dicho a saltar, brincando como una cabra de felicidad, o como un adolescente enamorado.

Seguramente ya no quedaban más colectivos por circular. ¡No importaba! No importaba más nada. Pediría un Uber. Ni siquiera le importaba pagar la tarifa elevada por la hora y la demanda. O tener que esperar solo esa fría medianoche de invierno.

Todo había valido la pena.

Por primera vez había sido valiente y logró lo que quería.

Al llegar, todavía sintiendo la adrenalina corriendo por sus venas, se despojó de las capas de ropas de invierno y encendió la calefacción. Buscó en la heladera las porciones de pizza y las puso de inmediato a calentar en el horno. Solo entonces se sentó con el teléfono entre sus manos debatiendo si era muy pronto para escribirle.

Miró la hora, 00:56. Casi la una de la mañana.

Es super tarde, se dijo a sí mismo.

Así que optó por abrir su red social e hizo algo que en todos estos años no se había atrevido a hacer. Es que esta noche se sentía más valiente que nunca, y envió su solicitud de amistad.

Sonrió felicitándose a sí mismo, y justo cuando estaba por dejar a un lado el teléfono para sacar las pizzas del horno una notificación apareció en la pantalla.

"Akane Tendo ha aceptado tu solicitud de amistad".

Abrió la boca ahogando un grito de dicha, no pudiendo creer que ella lo había aceptado de inmediato.

Con una sonrisa todavía decorando su cara concluyó: Debe estar despierta.

Así que detenido frente al horno todavía encendido, con el teléfono entre sus manos sudorosas, decidió enviarle un mensaje de texto.

¿Qué le pongo?, pensó para sí mismo.

"Hola Akane, soy Ranma este es mi número", finalmente escribió luego de haber borrado quince veces el mensaje.

Envió un segundo, solo para estar seguro.

"Saotome, Ranma Saotome".

Dejó el teléfono sobre la mesa del comedor todavía nervioso y se dispuso a ingerir su cena.

La primera porción desapareció inadvertidamente, toda su atención estaba puesta en la pantalla. Tal era así que cuando la misma se iluminó de repente casi se atraganta con el último bocado.

Lo leyó varias veces, todavía no podía creerlo: "Hola Ranma, gracias por escribirme. ¿Llegaste bien?"

Contestó de inmediato, olvidando por completo su cena que estaba fría nuevamente.

"Sí! Pedí un uber y llegué rápido".

"Dónde vives?

"A unas quince cuadras de tu casa, de hecho".

"Somos vecinos!".

"Sí… el mundo es un pañuelo, no es cierto?"

"Lo es. Bueno, de nuevo… me ha encantado volver a verte. Supongo que seguiremos en contacto, no?"

"Definitivamente".

"Buenas noches Ranma".

"Buenas Noches Akane".

No tenía hambre, no tenía sed, no tenía sueño, ni cansancio.

Simplemente estaba asombrado de su suerte. De qué el universo una vez en su vida estuviese de su lado. Y eso lo hacía sentir raro, ¿o acaso feliz? Felicidad, ¿así se sentía?

¿Qué hacer ahora? Ella dijo que seguirían en contacto.

¿Era muy pronto invitarla mañana a tomar algo? Sí, definitivamente. ¿Pero cómo continuar? Nunca había estado en una relación seria. ¡Un momento! ¿Apenas la había vuelto a encontrar y ya estaba pensando en tener una relación seria? Bueno, no era tan así, solo que nunca estuvo tan entusiasmado por ver a alguien. Nunca tan deseoso de que las cosas funcionarán, sea lo que fuere que podrían llegar a ser. Amigos, por ejemplo, podrían ser amigos, sí. Por lo menos en un principio. Y luego ver qué acontecía. Todavía no estaba seguro si estaba soltera, así que amigos por ahora estaba más que bien. Tampoco significaba que semejante mujer, por más soltera que fuera, le daría una oportunidad más allá de la amistad.

Con la cabeza llena de conjunciones, planes y entusiasmo concilió el sueño apenas un par de horas antes de ir a trabajar.

Y aunque prácticamente no había dormido, se levantó enérgico y entusiasmado como nunca. Está de más decir que ir a trabajar no era aquello que lo entusiasmaba.

Porque era un trabajo en el que se sentía estancado, así como en su vida en general. Fue uno de sus primeros empleos, al que logró ingresar gracias a la amistad de su padre con el dueño de la pequeña empresa. La paga no era muy buena, nunca lo fue, pero por lo menos lo consolaba el hecho de adquirir experiencia en administración, coincidentemente con la carrera que acaba de iniciar un año después de terminar la escuela secundaria. Sin embargo los años pasaron, él seguía en el mismo puesto de trabajo y así como en lo laboral su carrera también se había estancado y Ranma todavía seguía estudiando, por demás atrasado en el plan de estudio estipulado.

No hacía nada al respecto, seguía en aquella empresa, seguía estudiado esa carrera que desde hacía muchos, muchos años no lo entusiasmaba, tal vez nunca lo hizo. Y asi como aceptó la propuesta de su actual jefe, impulsado por su padre, de igual forma había elegido la licenciatura en administración de empresas porque era, según su progenitor y otros adultos más, "la mejor elección". Y él era conformista, prefería que los demás tomen decisiones por él, que las cosas sucedan porque sí y no como efecto de su esfuerzo o su lucha, y de esa misma forma la había dejado ir hace diez años de la mano de otro hombre que suponía mejor para ella.

Empero, esa mañana se sentía diferente, vivo, con entusiasmo y más decidido que nunca a tomar el control de su vida.

Gracias a ella, probablemente. No, inevitablemente era por ella. Ella, quien lo había despertado a la vida, porque por primera vez en años tenía ganas de algo.

Por eso desde que despertó esa mañana, y ahora mismo mientras viajaba en el colectivo, se debatía mentalmente si escribirle lo haría parecer ante sus ojos como un pesado, ansioso y desesperado.

Desesperado, temía que ella lo definiera así, un hombre desesperado y cargoso, arrepintiéndose por haberle dado su número, muriendo por prontamente sacárselo de encima.

Tal vez exageraba. Él solía hacer eso todo el tiempo, pensar demasiado las cosas, dar mas vueltas que un carrusel antes de tomar decisiones y por esas vueltas mismas, mareado, cansado y temeroso, dejaba que las cosas simplemente pasen o se agoten espontáneamente.

Ya no quería que eso sucediera, no con ella. ¡Basta de esa actitud!, se reprendió a si mismo hablando por lo bajo como un loco alucinando. Así concluyó que podría ser peor si no tomaba la iniciativa y le escribía de una vez. Akane podría llegar a pensar que no le interesaba, que solo estaba jugando con ella.

¿Acaso no lo estaba? ¡No! ¡De ninguna manera! Akane siempre fue un asunto serio en su vida. Además él nunca jugaba con las personas. Su problema era ese, que nunca pudo siquiera pasarla bien con alguien que estuviese buscando algo eventual y sin compromisos. No sabía seducir, no sabía coquetear. No entendía asi mismo las indirectas de sus partners en aquellas citas, por sobretodo le desagradaban las expresiones más explícitas y desinhibidas. Rápidamente perdía el entusiasmo, y el tiempo se encargaba de culminar las cosas.

Era un tipo complicado, lo sabía. O simplemente no había llegado la indicada, como solía decirle su abuela.

¿Akane lo era? La única forma de saberlo era arriesgándose. No podía dejar que el tiempo hiciera su trabajo con ella.

Ya lo había hecho una vez y pasaron diez años.

Así que horrorizado ante su pensamiento escribió un "Buen día, Akane. Soy Ranma Saotome. ¿Dormiste bien?"

Su corazón parecía haber corrido una maratón, y casi se desvaneció cuando llegó su respuesta instantáneamente.

"Buen día Ranma. Dormí muy bien, ¿y tú? Por cierto, ya te agendé así que no hace falta que me digas que eres tú… ya lo sé".

Golpeó su frente al darse cuenta de lo tonto que fue al escribir el mensaje presentándose de vuelta. Pero lo que importaba al fin de cuentas era el hecho de que ella había respondido.

Le contó que había dormido muy bien, que estaba camino a su trabajo y deseaba saber qué estaba haciendo ella.

Para ese entonces ya había llegado a su destino, pero la respuesta de Akane no lo había hecho. Entonces pensó que hizo algo mal, pero no sabía qué.

Antes de desesperar se concentró recordándote a si mismo que la gente tiene una vida más allá del teléfono y que tal vez su clavado de visto se debía a que estaba ocupada y no a que lo odiaba, algo que confirmó cuando ya estaba instalado frente a su monitor con un repentino muy mal humor .

"Estoy preparando mi ropa para ir a trabajar en un rato. Hoy es un día largo. Por cierto, ¿a qué te dedicas?"

El aire volvió a sus pulmones, así como la tonta sonrisa a sus labios. Le contó sobre su aburrido trabajo y agregó que tiene planes de buscar algo mejor apenas se reciba de la universidad. No quería que supiera que era un perdedor conformista.

Ella lo felicitó y le contó lo que Ranma ya sabía, que era chef en un restaurante en pleno centro y que amaba su trabajo aunque la paga no era la mejor.

Haciéndose el sorprendido la felicitó y prometió ir a cenar un día que ella estuviera allí para probar sus platos.

Allí se detuvo el intercambio otra vez. Otra vez tuvo que autoconvencerse que no era su culpa. Pero la convicción que había actuado precipitadamente al invitarse solo a cenar se instaló en su mente, con una gran pancarta que decía: "Lo arruinaste de nuevo, imbecil".

Y luego de una breve melodía que notificaba la llegada de un nuevo mensaje, leyó unas cuantas palabras que no podía creer.

"Puedes venir esta noche, si quieres. Prometo cocinar algo delicioso".

"¡Sí quiero!", respondió de inmediato, como el maldito desesperado perro abandonado que era.

"Perfecto! Te estaré esperando. Ahora tengo que dejarte porque ya debo partir".

"Allí estaré", prometió, y luego de releer la conversación unas cinco o nueve veces, comenzó a trabajar.

El día se hizo sumamente largo. Quizás ello tendría que ver con la insoportable espera a que su jornada laboral terminara. Es que después de mucho, mucho tiempo tenía algo que hacer al dejar la oficina. Y ese algo involucraba a alguien muy importante para él.

Tal vez fue por eso que; luego de pasar por el baño para arreglar su ropa, ponerse perfume, renovar su desodorante y retocar su cabello; por primera vez en sus años de trabajo en esa empresa de porquería le dijo a su jefe que no podía quedarse horas extras ese día. Y para su sorpresa éste lo acató. Obviamente que el enojo del hombrecillo se notó en su expresión. Pero no importaba porque en realidad nunca correspondió que él se hiciera cargo del trabajo de otros. Solo que esta vez Ranma defendió sus derechos laborales sin temor a las consecuencias.

Orgullo de sí mismo dejó su inmunda oficina y se dirigió hacia la calle con destino al restaurante.

El lugar era medianamente grande. Nada muy lujoso, tampoco muy corriente. Se sentó en una mesa para dos cerca de la enorme ventana que daba a la vía pública y sin discreción alguna comenzó a inspeccionar cada rincón del lugar buscando por ella.

Ante el fracaso de su pesquisa, decidió escribirle un mensaje anoticiandola que ya estaba allí.

Luego de cinco minutos la cocinera del lugar apareció en el salón principal.

Estaba hermosa, en su uniforme profesional por supuesto, pero Ranma creía que se veía deslumbrante.

Levantó su brazo para que lo viera y ésta, al divisarlo, dirigió sus pasos hacia él.

-Me alegro que hayas podido venir Ranma.

-Me alegro que me hayas invitado, Akane _dijo mirándola fijamente.

Notó que sus mejillas parecían arder, tal como las suyas.

Avergonzados los dos, vaya uno a saber porqué, provocó que el silencio, entre miradas tímidas y sonrisas pícaras, se instalase entre los dos.

-El lugar… es muy lindo _ enunció, rescatando a ambos del nerviosismo.

-Sí, gracias. Yo-

Alguien la llamó en ese instante. Ella tuvo que excusarse, explicándo que tenía que comenzar a cocinar. Prometió entusiasticamente preparar su mejor platillo y él aseguró que estaría esperando con la boca aguada.

Como un idiota no dejaba de sonreír. Especialmente cuando la camarera se acercó para decirle que la chef Tendo prepararía personalmente su comida esa noche por lo que no era necesario tomar su orden.

Se sentía especial. Todo simplemente se sentía irreal.

De a poco el restaurante comenzó a llenarse. Los comensales parecían satisfechos de estar allí, así que risas contagiosas, conversaciones acaloradas y buena música de ambiente hacían de aquella velada una noche muy especial.

Entonces un cliente llamó su atención porque claramente lo escuchó preguntar por su dulce compañera de secundaria.

No pasó desapercibida para el azabache la expresión de incomodidad que portaba la joven camarera, al confirmar con un leve asentimiento de cabeza, que la chef Tendo se encontraba esa noche dirigiendo la cocina.

No le gustó para nada la expresión satisfecha que puso el susodicho ante tal confirmación.

¿Celos?, ¿ Tristeza?, ¿Curiosidad? Probablemente todos ellos, indudablemente infundados pues ¿quién era él para atribuirse tales sentimientos respecto a la mujer que hace solo unas horas había reencontrado?

La camarera llegó a su mesa interrumpiendo su miseria con una copa de vino blanco dulce y una apetitosa entrada que consistía en un vistoso gazpacho. Sin tardar un minuto más, tomó la cuchara y la sumergió en la sustancia rojiza, llevándola a continuación a su boca que aguardaba ansiosa por entrar en contacto con el aperitivo.

Simplemente rico, riquísimo. No es que él supiera mucho sobre comida. Él era un tipo simple. Vivía solo y no tenía tiempo ni ganas de invertir sus horas libres en la cocina. La mayor parte de sus comidas eran provistas por el delivery: tartas, pizzas, empanadas, de vez en cuando hamburguesas y papas fritas. A veces se aventuraba en cocinar arroz, o algún pedazo de carne a la plancha. Así que sí, ¡esta comida era deliciosa! Estaba seguro que cualquier experto coincidiría con su paladar.

Se preguntó, entre sorbo y sorbo, si Akane cocinaba en su casa también. Entonces imágenes donde la encontraba cocinado al llegar a su casa luego de un día extenuante de trabajo, sobresaltó su corazón, calentó sus mejillas y lo hizo sonreír como un idiota porque parece que ya ninguna sonrisa podría lucir normal en sus labios.

¡Basta Ranma!, se reprimía al percibir lo que su imaginación estaba haciendo. ¡Pareces un adolescente, hombre!, se retó por lo bajo. La chica te invitó a probar su comida porque es su trabajo ¡Y tú ya te la imaginas cocinando en casa para ti!, continuó murmurando.

Casi sin darse cuenta terminó el platillo. Dejándolo a un lado, tomó la copa y bebió un sorbo largo. Si ésta había sido la entrada solo podía esperar aún más expectante el plato principal.

Mientras aguardaba no pudo evitar llevar sus ojos de nuevo al tipejo sentado a pocos metros de él, quien insistentemente dirigía su mirada a la entrada de la cocina donde ella estaba trabajando, relamiendo sus labios una y otra vez. Le causó repugnancia.

Definitivamente no le gustaba. Y no eran sus celos impropios los que hablaban. Algo tenía ese tipo que lo incomodaba. Más temprano que tarde lo confirmó cuando lo vio ponerse de pie al verla aparecer en el salón con un plato de comida entre sus manos.

-¡Akane! _ exclamó haciéndole señas.

El rostro de la chef se transformó al verlo, reemplazando su sonrisa orgullosa por una cara seria y distante.

Detuvo sus pasos unos instantes, haciendo una leve reverencia en su dirección y luego cambió la ruta de su caminar, seleccionando las mesas más lejanas a él, para llegar nuevamente entusiasmada a la mesa de su compañero de escuela.

-¡Aquí tienes! _ le dijo depositando el plato ante Ranma.

-Se ve... impresionante _expresó más entusiasmado de lo que quisiera.

-Perdiz a la vinagreta. ¡Una de mis especialidades! _describió con aires de orgullo.

Ranma no sabía qué era una perdiz, la palabra vinagreta le sonaba a vinagre y no entendía muy bien cómo podían combinarse ambas cosas. Pero sí sabía que lo había hecho ella, así que sin dudas tomó los cubiertos listo para atacar.

Akane lo observaba con muchos nervios, como si aquel muchacho fuese un chef de renombre que había llegado esa noche a evaluar su trabajo.

Tal vez era simplemente alguien a quien, sin aún saberlo, quería sorprender.

Masticó ese primer bocado con suma dedicación y no pudo evitar decir un: ¡Mmmm, dios que rico!

Y la bella chef no pudo evitar sonreír en todo su esplendor, totalmente complacida por la expresión de satisfacción que emanaba de su comensal, aparentemente, predilecto.

-Bueno, te dejo comer. Debo seguir trabajando.

-Te veré más tarde, ¿verdad? _dijo tragando apresurado.

-Claro, todavía no has probado mí postre.

-No puedo esperar_ lanzó espontáneamente.

Akane se despidió con la mano, ignorando al molesto cliente que a unas mesas de distancia la volvía a convocar con insistencia.

Está vez Ranma se tomó su tiempo para saborear aquel platillo. Quería disfrutar cada parte del mismo. No sabía, al fin y al cabo, cuando tendría el placer de volver a probar semejante exquisitez.

Justo a tiempo, cuando finalizó el plato principal, apareció la chef ante él con el postre que fue presentado como "tarta de queso con mermelada de mango".

Para él, que solía consumir alguna que otra fruta o como mucho helado cuando tenía ganas de algo dulce, aquello era totalmente exótico pues esos sabores Ranma jamás en su vida había probado, a pesar de que Akane aseguró que era un platillo básico y común.

Al recibir sus felicitaciones y demás halagos por parte de su viejo compañero escolar, Akane se retiró del salón ignorando una vez más el llamado de aquel tipo cuyas intenciones para ese entonces eran muy claras ante los ojos de Ranma.

Más tarde, ya terminada la cena, la chef volvió ante él para preguntarle cómo la había pasado. Así que luego de llenarla nuevamente de cumplidos y agradecerle eternamente por semejante invitación, aprovechó para sacarse las dudas sobre su relación con ese hombre que no apartaba su mirada de los dos.

-Akane… ¿conoces a ese tipo?

-¿Eh?, ¿Cuál tipo? _dijo distraída.

-Ese _indicó discretamente con la mirada.

El rostro de Akane se endureció al dar con el tipejo que los observaba atento con un dejo de molestia.

-Es un cliente… pesado, no le hagas caso _intentó desestimar.

-¿Pesado? ¿Qué quiere de ti? _ insistió.

Akane permaneció en silencio, analizando las palabras a decir.

Las intenciones de ese hombre eran más que claras, porque desde el primer día que arribó a su restaurante se encargó de que así fuese.

Pero ella realmente no quería hablar de él con Ranma. Suficientes noches había arruinado. Pero ésta no se lo permitiría.

-Él quiere hablar conmigo, ya sabes. Pero le he dicho muchas veces que no tengo intención de corresponder… su invitación.

-No me gusta como te mira, Akane _se atrevió a decir.

Akane abrió sus ojos como platos ante lo dicho y Ranma rápidamente se corrigió

-¡Perdón! Yo no tengo derecho a decirte nada, o a meterme en tu vida. Es solo que … no me gusta…

De inmediato su semblante cambió. Ternura destellaban sus ojos.

¿Hace cuánto no se sentía así? … protegida.

-¡No me molesta! _exclamó_. Él… él sí me molesta y mucho_ se animó a confesar_. Pero tú no. Gracias por preocuparte.

Un sentimiento cálido invadió sus respectivos pechos. Ambos desconocían, por supuesto, que el otro experimentaba la misma emoción. Así que solo se quedaron silenciados, observándose mutuamente, tímidamente, afectados secretamente por las palabras del otro.

-¿A qué hora terminas?

-En media hora _informó luego de chequear su reloj.

-¿Puedo llevarte a casa? _inquirió con una seguridad descomunal.

-No es necesario_ dijo muerta de vergüenza.

-No, no lo es, pero es lo que quiero…

-Está bien, en media hora nos vamos _terminó accediendo.

Al fin y al cabo era lo que ella tmb quería.

-Te estaré esperando _enfatizó al verla irse.

Akane asintió entusiasmada, volviendo a la cocina.

Ranma agradeció a la camarera que lo atendió y se despidió no sin antes dedicarle una mirada intimidante al hombre que había perseguido a Akane toda la noche, quien no dudó en corresponder su gesto de igual forma.

La esperó nervioso fuera del restaurante. Caminaba sin parar de un lado a otro desgastando las suelas de sus zapatos y la saliva en su boca, murmurando para sí mismo una posible conversación que lograse impresionarla y no develar lo inexperto que podía ser ante la mujer que le gustaba.

Entonces su teléfono sonó. Su jefe. ¡Claro, no podía terminar el día sin que éste lo jodiera de alguna forma u otra!

Caminó unos metros tomando distancia de la entrada del restaurante, pues el bullicio que provenía del interior impedía escuchar con claridad.

El desgraciado lo molestaba a esas horas solo para recordarle los pendientes del próximo día, de los cuales, por supuesto, él "no podría ocuparse", recayendo una vez más en Ranma el trabajo que él no realizaría.

No importa, Ranma. Nada podrá arruinar esta noche, se confortó terminando la llamada.

Pero aquel tipejo sí lo intentaría hasta último momento, porque allí estaba, impidiendo que Akane avanzara en dirección a Ranma, quien apresuró su paso con determinación ante la enfurecedora escena.

-¿Es tu novio? _cuestionó el desvergonzado hombre a la mujer que acorralaba.

-¡No es tu asunto!_ advirtió el oficinista interponiendose entre los dos.

-¿Y quién eres tú para interrumpirnos?

- Por favor señor, ya le dije muchas veces que no tengo interés en nada que me pueda proponer _aclaró Akane asomándose detrás de Ranma.

-¡Toda la noche vi como la acechabas! ¡Toda la noche observé a Akane incomodarse ante tu presencia! ¡Esto se tiene que terminar ahora mismo! _ enfatizó amenazante.

-Ella nunca habló de ti_ dijo en un tono burlón, ignorando por completo lo que el azabache le había dicho_. No eres nadie para entrometerte entre ella yo.

-¡Usted no es nadie para seguir molestándome! ¡El único que sobra aquí es usted! Vámonos Ranma _concluyó tomando su mano, alejándose de su acosador.

-¡Ja! ¡Vamos Akane, dejemos el show! _insistió_. No hace falta hacerme sentir celoso, mucho menos con semejante personaje.

Ranma sintió como la mujer se estremecía al escucharlo, así que la acercó a él y envolviendo su cintura con su brazo izquierdo se dio vuelta en dirección al patético espécimen para dedicarle una última advertencia.

-Deja de molestarla. Entiende de una buena vez que cuando una mujer dice que no, es no.

Avanzaron en dirección a la parada de taxis frente al restaurante, escuchando claramente como el patético hombre reía a todo pulmón.

Subieron al auto, indicando como destino la casa de la chef.

-Perdón Ranma, no quería incomodarte _ susurró avergonzada luego de unos minutos nerviosos dentro del auto.

-Perdóname tú, Akane. No debí meterme. Tal vez te incomodé... ya sabes, sosteniéndote de esa forma. Lo hice sin pensarlo. Si alguien nos hubiera visto, yo... te pude haber metido en problemas con tu novio o marido.

Akane se sonrojó al escucharlo, riendo tímidamente ante lo implícito en aquella disculpa.

-Eso no es posible porque no tengo ni uno ni el otro. Así que no te preocupes por malos entendidos.

Ranma giró su rostro hacía la ventana contraria, porque la enorme sonrisa que apareció en su boca no podía ser disimulada.

-Él lo sabe, por eso no deja de acosarme.

Ranma volteó a verla con preocupación.

Entonces era cierto. Él la acosaba.

-Debes denunciarlo Akane. Ese tipo da miedo.

-No puedo _explicó resignada_. Él nunca me amenazó o intentó propasarse conmigo. Lo averigüé, no me tomarán la denuncia. Hay algunas personas que incluso creen que exagero, que en realidad lo que él hace es romántico y que debería estar halagada.

Ranma sintió su sangre hervir con impotencia. ¿Qué tenía que pasar para que creyeran en ella y la protegieran?

Su rostro y cuerpo demostraron su humor pues la joven mujer apretó su brazo para atraer su atención hacia ella.

-Tranquilo. Ya se cansará, además...con lo que hiciste esta noche tal vez él crea que tú eres... bueno, ya sabes.

-¿Tu novio?

-Sí, eso. Seguro me dejará en paz.

-Tendré… entonces tendré que venir por ti más seguido _dijo por lo bajo.

Akane río tímidamente y respondió.

-Entonces cocinaré para ti como forma de pago.

-Creo que tenemos un trato_ dijo extendiendo el brazo hacia ella.

-Trato hecho entonces_ respondió estrechando su mano.

Nuevamente se quedaron inmóviles, observándose mutuamente, hasta que el taxista anunció que el destino había sido alcanzado.

Se despidieron frente a su puerta. Pero definitivamente aquella no había sido una despedida sino el comienzo de su relación.

Los mensajes comenzaron a circular de inmediato a partir de esa velada. Al finalizar cada día se preguntaban primero si había llegado bien a sus respectivas casas, más tarde deseándose las buenas noches.

Por la mañana no faltaban los "buenos días, ¿cómo dormiste?", seguidos de una respuesta satisfactoria que terminaba con un "¿y tú?"

En algún momento del medio día llegaban los "¿cómo viene tu día?" y entonces ambos pasaban un parte de sus horarios y actividades planificadas.

Pronto acordaron que Ranma pasaría por ella al restaurante aquellas noches que le tocaba trabajar hasta tarde. El efecto en aquel tipo no había sido muy eficiente en principio, pero por lo menos ya no la acechaba a la salida del lugar.

Pero entonces se dieron cuenta que solo tres días ella trabajaba por las noches, así que comenzaron a buscar alguna excusa para verse alguna que otra tarde o los fines de semana.

Los mensajes resultaron insuficientes, así que fueron reemplazos por llamadas que se extendían por largas horas, causando ojeras y bostezos las mañanas posteriores pero por sobre todo, robando sonrisas y suspiros con aires de "te extraño" y "quiero verte".

Pronto se dio su primera salida al cine pues entre tantos mensajes enviados y llamados madrugadores compartidos a lo largo de las semanas descubrieron que tenían muchas cosas en común. Gustos, pasatiempos, sueños, anhelos.

Las salidas rápidamente variaron entre el cine, cafés, almuerzos y caminatas. Todas ellas repletas de risas, chistes y anécdotas. Sin embargo nunca habían hablado de esa noche especial. Ranma intentó sacar el tema varias veces pero su cobardía le impedía hablar temiendo que ella lo hubiera olvidado o por el contrario, que no quisiera hablar del suceso.

A medida que se incrementaba la confianza entre los dos, comenzaron aquellos pequeños intercambios casi inadvertidos. Sus brazos se rozaban constantemente, sus manos se entrelazaban al caminar uno al lado del otro, sus miradas simplemente no podían dejar de corresponderse.

Las despedidas se completaban con besos sonoros en las mejillas y abrazos que se extendían más de lo amistoso, enloqueciendo sus corazones con la proximidad de sus respiraciones.

Los días de Ranma eran gloriosos, y aunque podían tomarlo por patético, el chico despertaba cada mañana para revisar su teléfono y divisar su mensaje de buenos días. Lograba atravesar las miserias de cada jornada porque se encontrarían un ratito siquiera para intercambiar algunas palabras de camino a casa. Y por las noches sus sueños, repletos de ella, lo hacían descansar como nunca lo había logrado.

Estaba enamorado por completo de esa mujer. Y si bien las cosas avanzaban muy rápida y fluidamente entre los dos, todavía no habían cruzado la línea de la amistad.

Pero deseaba hacerlo, oh sí que lo deseaba.

Y planeaba concretarlo muy pronto, porque estaba casi seguro que ella correspondía sus sentimientos, quizás no con la misma intensidad, pero desde que se reencontraron algo emergió entre los dos. Lo sentía.

Como nunca en su vida Ranma estaba decidido a pelear por conquistarla.

Aquella tarde el sol brillaba en todo su esplendor. Ambos querían disfrutar de las vitaminas C ingresando por sus poros, así que decidieron escaparse de sus trabajos para almorzar en un enorme parque que quedaba a mitad de camino entre ambos lugares.

Estaba repleto de gente, parejas, amigos, mascotas y niños correteando de aquí para allá y quizás fue esto último la razón por la que Akane le preguntó de repente.

- ¿Te gustan los niños?

-Mmm, no lo sé. Es decir, no hay niños en mi familia. Nunca estuve cerca de uno por mucho tiempo.

-Cla..claro.

-¿A ti?

-¡Si!, bueno... sí me caen bien, ya sabes, son adorables.

-Hasta que lloran o se hace caca. Y cuando crecen empiezan los berrinches y los pedidos desmedidos. Lo sé porque uno de mis amigos tiene dos hijos ¡y por dios que son mañosos!

-Entonces... supongo que tú no quieres tener hijos, ¿no?

-No… no lo sé. Definitivamente no ahora, todavía soy joven. No quiero cargarme esa responsabilidad sobre mis hombros.

Y no tengo dónde caer muerto, pensó para sus fueros internos.

Akane sonrió extrañamente, y luego un incómodo silencio se extendió entre ambos. Y no era aquella deliciosa tensión ya conocida.

Al percibir la incomodidad entre los dos, Ranma rápidamente expresó que amaba a los gatos, cuando en realidad los odiaba. Pero no podía quedar ante ella como un ogro que odiaba a todo ser que desprende ternura.

Akane coincidió con el comentario pero un dejo de tristeza se instaló en su mirada.

Ese mediodía se despidieron brevemente cuando Ranma la acompañó hasta la puerta del restaurante.

Cuando partió no pudo evitar preocuparse porque se dio cuenta que algo había acontecido entre los dos. Algo muy malo.

Después de ese medio día Akane apenas si respondía sus mensajes. Durante una semana las excusas y disculpas fueron las protagonistas de todas las conversaciones que tuvieron y se limitaron estrictamente al plano escrito.

Ella lo estaba evitando. Y Ranma comenzó a desesperar.

¿Había hecho algo mal? ¿Fue algo que dijo? ¿Algo que no dijo? Él sentía que las cosas entre los dos iban por buen camino. Estuvo incluso a punto de besarla varias veces y podía jurar que ella correspondería su osadía. No estaba tan seguro de sí mismo como para exponer la naturaleza de sus sentimientos por Akane. No quería espantarla al confesar que estaba perdidamente enamorado de ella. Pero juraba que la tensión sexual entre ambos no era un delirio místico unipersonal.

¡Y ahora todo se había ido por la borda!

¿Acaso ella había fingido todo este tiempo?

Antes de enloquecer por completo decidió buscarla la misma noche en que se cumplían dos semanas de haber nacido esa insoportable indiferencia de su parte.

Llegó un poco tarde temeroso de haberla perdido, pero no fue así. Ella estaba en la vereda discutiendo con aquel tipejo que no la dejaba en paz. Cruzó la calle colérico, listo para poner a ese hombre en su lugar.

-¿Piensas que ese muerto de hambre te aceptará? _lo escuchó decir_. Apenas lo sepa desaparecerá porque jamás se hará cargo de ella.

-¡Ese no es su problema! _gritó Akane al borde de las lágrimas.

Ese hombre se creía autorizado a decirle aquellas palabras que tanto la lastimaban.

-¡Akane! _la llamó Ranma llegando súbitamente a su lado.

Ella lo miró asombrada, con sus ojos completamente inundados, de miedo e impotencia.

-¿Qué haces aquí? _indagó secándose las lágrimas con el revés de su mano.

No quería que la vea así. Por eso mismo se había distanciado.

-¿Este tipo te está molestando otra vez?

-No Ranma, mejor vam-

-¿Por qué no te sacas las dudas de una vez? _interrumpió el aludido_ ¡Vamos, dile!

-¡Ese no es tu asunto! _advirtió colérica.

Ranma se interpuso entre el hombre y Akane.

-Tú no tienes nada que decirme. Si ella quiere hablar conmigo ella lo decidirá, así como ha decidido que no quiere saber nada contigo. El único que debe escucharla eres tú _sentenció empujándolo levemente para poner distancia de la angustiada chef_. Así que entiende de una vez que el que no tiene lugar en la vida de Akane eres tú.

Dicho eso, tomó a Akane de mano y la llevó consigo en dirección a la parada de taxis.

-¡Dícelo Akane, verás que tengo razón… en todo!_vociferó a sus espaldas.

Ranma sintió cómo Akane se sintió afectaba ante sus dichos, limpiando nerviosamente sus ojitos tristes.

Subieron al taxi en silencio, con destino a su casa.

Al llegar, Akane de inmediato bajó del vehículo buscando con apremio las llaves de su casa.

Ranma, al darse cuenta como ésta huía de él, pagó rápidamente el taxi y bajó justo a tiempo para frustrar su ingreso a la adorable casita.

-¡Espera! ¿Por qué me estás evitando, Akane?

-Ranma, ¿podemos hablar otro día por favor? _pidió intentando soltarse.

-¡No! ¿No te das cuenta que me estás hiriendo? ¿Acaso no te importan mis sentimientos por ti?

Akane lo miró en ese momento. No era su intención, al contrario, quería protegerlo, a él y a ella misma. Protegerlos antes de que todo sea más doloroso y .

-Simplemente... lo mejor es no vernos más por un tiempo, Ranma.

-¿Por qué? _ indagó dolorido_. ¿Acaso dije algo que te molestara, Akane?

-¡No Ranma!, tú has sido… maravilloso.

-¿Entonces? _inquirió completamente confundido.

-Es que yo ... tengo sentimientos por ti, yo…

Ranma sintió su corazón estremecerse ante su confesión. ¡Ella también sentía algo por él!

No perdió más tiempo.

Avanzó hasta ella y tomó sus manos.

-Me gustas Akane Tendo, ¡mucho!, ¡demasiado! _enunció con total sinceridad.

Akane no pudo evitar emocionarse profundamente al escuchar su declaración.

-Tú… tú también me gustas _terminó por corresponder.

Ranma se acercó aún más a ella, haciendo que sus frentes entren en contacto entre si. Ambos cerraron los ojos instintivamente ante el contacto tan íntimo que estaban compartiendo, conteniendo el mar de sentimientos que los inundaban.

-¿Entonces? _ preguntó susurrando a centímetros de sus labios_ ¿Porque me evitas? Este es el momento para estar juntos, por fin Akane.

-No podemos, Ranma _respondió apartándose de él.

-¿Por qué Akane? Sé que soy un perdedor pero… pero haré mi mejor esfuerzo por ser digno de tí.

-¡No! ¡No es eso, eres… increíble!... No eres tú, soy yo.

-¿Cómo puedes ser tú, Akane? _cuestionó, eliminando la distancia entre ambos nuevamente_ Si eres perfecta. Eres todo lo que siempre quise.

-Es que hay algo que no sabes _dijo en voz baja_. Y cuando lo sepas, me odiarás.

-¿Qué es? ¿Qué me estás ocultando Akane? _suplicó saber.

Entonces la aludida vio de reojo como la luz de su casa se encendía.

-Tengo que irme _avisó retrocediendo _. Hablaremos mañana _prometió abriendo el portón de su vivienda.

Pero Ranma la detuvo agarrándola del brazo.

-Espera, ¿qué es lo -

Entonces la puerta de entrada se abrió.

Unos pasos acelerados se aproximaron en dirección a la pareja.

Y unos pequeños bracitos envolvieron las piernas de la mujer.

-¡Mami, mami, mami! _gritó una voz inmadura.

Los adultos se quedaron inmóviles, dirigiendo su atención a aquel cuerpito de tupido pelo azabache y unos enormes ojos azules.

-¿Quién eres tú? _interrogó al hombre que todavía sostenía a su madre del brazo.

-Ran… Ranma _respondió soltando a la mujer.

-Yo soy Ai _se presentó la pequeña soltando a su mamá para acercarse curiosa al extraño muchacho.

-Hola, mucho... mucho gusto _dijo automáticamente.

Akane emitió un sonoro suspiro y tomando coraje los presentó.

-Ella es Ai, Ranma. Mí hija.