Hola a todos! Mil gracias por todos sus reviews! Ya los iré respondiendo, lo prometo. Quería compartirles un nuevo capítulo. Aguardaré sus mensajes con ansias!Un enorme abrazo.

Esta historia es sin fines de lucro, siendo mi única ganancia el placer de escribir. Los personajes de Ranma 1/2 son propiedad de Rumiko Takahashi.


RESCATA MI CORAZÓN

Cap 3: Había una vez una plincesa

-Ella es Ai, Ranma. Mí hija.

Su visión se tornó borrosa tan pronto aquellas palabras salieron de su boca.

No quería que se enterase así.

No quería que lo supiera.

No estaba lista.

Era egoísta, lo sabía. Por eso mismo intentó poner distancia entre ambos. Porque no quería ver su cara de susto, repudio o decepción una vez que lo supiera.

Saldría herida y Akane no quería sufrir. No otra vez.

Y estaba más que segura que su rechazo marcaría su existencia… una vez más.

Porque ya había vivido esa experiencia muchas otras veces. Otros hombres que intentaban cortejarla, que le prometían el oro y el moro y planificaban una vida a su lado. Esos mismos hombres que expresaron sin tapujos su desagrado al saber que tenía una hija. No lo decían directamente con palabras, por supuesto, pero sus sentimientos y prejuicios se evidenciaban de inmediato en sus expresiones faciales, en el sudor de sus frentes y sus manierismos nerviosos y errantes. Finalmente en sus ausencias, palabras rudas y hasta bloqueos en redes sociales.

Akane solo podía suspirar sin sorpresa alguna o verdadero lamento, porque tampoco estaba interesada en empezar una relación. Dudaba, sinceramente, si había logrado olvidar al padre de su adorada hija.

Pero aún así dolía.

Porque Ai era su orgullo y jamás había escondido el hecho de que tenía a su pequeña. Ellos simplemente se enteraban de su existencia por casualidad. La joven madre tomaba recaudos para proteger su imagen en redes sociales, así como todo tipo de noticias o información sobre ella por razones muy importantes. Pero ellas no se debían de ninguna manera a su afán de atraer hombres y conseguir un nuevo amante, nada más lejano.

Por eso luego de cada relación frustrada simplemente siguió trabajando, cuidando de su pequeña y de su casa como siempre lo había hecho, hasta que una fría noche de invierno su nombre fue pronunciado por los labios masculinos que ahora estaban entreabiertos a medio metro de ella, como si las palabras se hubieran congelado en algún rincón de esa boca que había deseado sentir sobre la propia desde que lo reencontró.

¡Maldito reencuentro! ¿Por qué tuvo que cruzar su camino nuevamente?

No iba a negar el entusiasmo que sintió al verlo aquel día. Tampoco las cosquillas que aparecieron en su estómago como miles de mariposas revoloteando entusiastas luego de despertar de un largo sueño. Así se sentía ella, porque ese día se encendió en su corazón ese fuego que creía profundamente dormido, casi extinto.

Sin embargo intentó ser racional y disfrutar del reencuentro con su apuesto compañero del secundario como algo no romántico, sino casual y amistoso.

Se llevaron bien de inmediato. Sus personalidades encajaban como piezas de un rompecabezas. Sus intereses eran similares así como su humor, valores morales y políticos, incluso coincidían en ser fans del mismo club de futbol. Por lo tanto sus charlas, por más triviales que pudieran ser, simplemente eran estimulantes, divertidas, cálidas, amorosas.

Y así fue como se enamoró de él.

Por más que intentó ser solamente su amiga, y por dios que se había esforzado, Akane terminó admitiendo, más temprano que tarde, que había caído por él desde el minuto uno que compartieron el mismo oxígeno en el radio de metro y medio que abarcaba la vereda de su humilde casita.

Y fue esa misma noche, en la que admitió para sí misma que lo deseaba como una mujer desea a un hombre, que también se dio cuenta que nunca había hablado de ella. Jamás la mencionó, ni siquiera pensó en la pequeña en cada encuentro que tenía con él. La pasaba tan bien junto a Ranma que simplemente el tiempo transcurría sin registro, y volvía a ser una adolescente de quince años, sin responsabilidades ni lamentos. Él la hacía sentir así, y ella no opuso resistencia.

A pesar de su descubrimiento, Akane siguió sin nombrar a Ai. Ya no por olvido, sino por terror. Porque el rostro de aquellos hombres se vinieron a su cabeza y por primera vez temió el efecto que tendría en su compañero si supiera que era madre soltera.

Así que siguió en silencio, atormentada y culpable, mientras sus sentimientos por él se incrementaban y se salían de su control como arena escurriendo entre sus dedos, como el calor de una tarde de verano, como el agua rebalsando de un vaso por mas repleto.

Hasta ese mediodía en el parque, donde los pensamientos de Ranma pusieron punto final a sus fantasías y sueños diurnos junto a él. Porque en ellos no habría espacio para su hija.

Y Ai era su prioridad.

Esa noche esperó a que su princesa se durmiera, y entonces lloró como hacía años no lloraba, como lo hizo aquel inolvidable día en que él se fue de sus vidas.

Esa noche también se despidió de él, y cubrió de hielo su corazón.

No contaba con que a pesar de su decisión radical los mensajes de Ranma seguían llegando. Es que el muchacho ignoraba su resolución y hacía suya la falta. Así que esquivando los claros indicios que Akane creía estar dando, él seguía insistiendo. Porque ella también desconocía que lo había cautivado profundamente, y que por primera vez en su vida no quería darse por vencido.

Y cuando pensó que el tiempo haría lo suyo con su amor frustrado, agotando las lágrimas en sus ojos y aburriendo a su ex compañero hasta el hartazgo, el susodicho llegó a rescatarla del desagradable cliente, quien desde el momento que puso sus ojos en ella se obsesionó en tenerla.

No sabe como lo hizo, pero averiguó que tenía una pequeña hija y que estaba sola con ella. Muy por el contrario a todos los demás, él expresó su encanto ante tal noticia, pidiendo contraer nupcias de inmediato pues su situación era "urgente", según él refería, seguro al cien por ciento que ninguna madre soltera desaprovecharía tal oferta.

"Cuidaré de tu hija como si fuera mía", "le daré todo lo que necesita y que tú no puedes darle", "nunca más volverás a trabajar porque vivirás como una reina", "no hare diferencia alguna entre tu hija y los nuestros". Akane estaba asqueada con sus palabras y sin reserva alguna se lo hizo saber. Ello solo hizo que el hombre se encaprichara más en hacerse con ella, ya que una mujer desinteresada en el dinero y el poder no se encontraba todos los días.

Cansada de rechazarlo de una y mil maneras, optó simplemente por ignorarlo. Pensaba que tarde o temprano se hartaría de su maltrato e indiferencia. Pero el tipo parecía haberse puesto como meta medir su virilidad logrando conquistar a la deslumbrante chef de aquel mediocre restaurante.

Akane no entendía cómo llegó aquel extraño, que denotaba estar forrado en dinero, a su restaurante de dos estrellas. Muchos menos entendía la obsesión con su persona. Ella sabía que podría ser considerada una mujer linda, tal vez tendría cierto atractivo sus ojos o su sonrisa, pero nada más.

No pensaba que llegaría tan lejos en su terquedad como para llegar a amenazarla con develar ante Ranma que tenía una hija. Al escucharlo su mundo se estremeció como aquel día que recibió la peor noticia de su vida.

Ranma no cayó en la trampa. La que puso su acechador, tampoco la que puso ella.

Y ahora estaba allí, y Akane ya no podía escapar.

Tampoco quería mirarlo a los ojos y confirmar que todo se había acabado.

"Valió la pena", pensó. Porque los días que compartió junto a él fueron los más brillantes que había tenido en mucho, mucho tiempo.

Suspiró profundamente, llenando sus pulmones de aire y una pizca de valentía, antes de concluir que era hora de terminar con el hechizo.

-¿Eres amigo de mi mami? _ inquirió la pequeña parándose curiosa frente a él.

Ranma tragó fuertemente, humedeciendo su desértica garganta arrasada por la noticia brindada.

-Sí… sí, soy amigo de… tu mami.

La niña sonrió con entusiasmo y Ranma reconoció la pequeña sonrisa como una clara herencia obtenida de su progenitora.

Solo atinó a sonreírle de vuelta, porque parecía ser que aquella sonrisa tenía ese efecto en él, independientemente de cuál de las dos féminas la evocara.

-Ranma, yo…

-¿Akane? _interrumpió un hombre de largo cabello negro con matices grises y frondoso bigote.

Tenía también una katana de madera en su mano derecha y ahora avanzaba con semblante intimidante hacia su hija, su nietita y aquel muchacho cabelludo que estaba molestándola.

-¿Es él, hija? ¿Es el tipo que te molesta? _preguntó sin duda, preparándose para darle la paliza de su vida al maldito acosador.

Ranma sintió su sangre helarse. Primero, por el gran porte del hombre que avanzaba amenazantemente hacia él. Segundo, porque aparentemente Akane le había mencionado su existencia a su padre, pero de una forma por demás negativa. Su corazón se oprimió entendiendo por fin la razón detrás de la distancia que Akane había puesto entre los dos: lo consideraba una molestia, un acosador, un estropajo. ¡Justo como lo imaginaba! Empero, en el preciso momento que sentía su corazón rompiéndose en mil pedazos, una manito se envolvió en la suya. Percibió, a continuación, como una presencia se ocultó tras su pierna izquierda, y pudo jurar que en ese instante, cuando estaba a punto de caer derrotado, fue rescatado de toda miseria por la pequeña niña que buscó en él resguardo ante su atemorizante abuelo.

Cómo si fuera el hombre más fuerte del mundo, como si confiara plenamente en él.

Jamás se sintió tan poderoso, tan valioso.

Ranma la observó con atención. Sus ojitos estaban cerrados, su frente permanecía apoyada contra su pierna, su manito lo agarraba fuertemente, y entonces con la fortaleza de un titán no pudo más que corresponder el gesto confiado a su persona, confirmando que él la cuidaría.

-¡Espera papá! _ gritó Akane, interponiéndose entre Ranma y su hija que estaba escondida tras él_ . ¡No es él! Él es Ranma, papá. Ranma Saotome, de quién te hablé, ¿recuerdas?

Como si le cayera un balde de agua fría encima se detuvo, su rostro se relajó y su katana cayó a un lado. Pero a pesar de haber detenido su ataque, los ojos del hombre maduro estaban clavados en su compañero. Ahora su padre parecía sorprendido, borrando automáticamente todo el enojo que se había apoderado de su ser hace unos segundos atrás. Al ver el estupor en el que había caído su papá, Akane volteó en dirección a Ranma y entendiendo la causa del estado del patriarca de su familia.

Su niña estaba siendo resguardada por su compañero de la secundaria, quien la tomaba fuertemente de la mano con una expresión seria, y un tanto desafiante, dirigida, claramente, a la figura de su padre.

-¡Ai!, ¡perdona a tu abuelo, mi niña! _sollozó el adulto mayor cayendo sobre sus rodillas, mientras rompía en llanto al darse cuenta que había asustado a su nietita.

La pequeña cambió su actitud temerosa de inmediato, saliendo por completo detrás del amigo de su mamá, pero sin desprenderse de su mano.

Con el ceño fruncido, puso su manito libre sobre su cintura y, mirando fijamente a su abuelo, le dijo:

-¡Abuelo malo! ¡Asustastes a Ai y al amiguito de mami!

-¡Sí! ¡El abuelo es muy malo! ¡Malo, malo! _ enunció el hombre golpeándose el pecho en señal de arrepentimiento.

La pequeñita, ya acostumbrada a los lamentos de su abuelito, se acercó hacia él tirando de la mano al alto hombre que seguía sus pasos sin cuestionar, acarició el rostro empapado del anciano y dejó un beso sonoro en su mejilla antes de decirle:

-¡Ya está! ¡ya no eres malito! Ahora debes deci peldón al amiguito de mami y ya está.

-No... no es necesario _expresó Ranma consternado ante la imagen maltrecha del hombre arrodillado ante él.

¿Quién hubiese imaginado que el samurái se convertiría en ancianito indefenso?

El abuelo se puso de pie y se disculpó haciendo una pronunciada reverencia a la que Ranma correspondió de inmediato, insistiendo nuevamente que no era necesario tal gesto.

Akane enmudeció por la extraña escena que se desplegaba ante sus ojos, así que lo único que pudo hacer fue contemplarla con atención.

-¡Ahora vamos a tomal chocolate! _ exclamó con alegría la menor de los cuatro.

Y avanzando con Ranma de la mano, dirigió sus piecitos hacia la casa.

-¡Ai, espera! _alertó Akane saliendo de su estupor_ ¡No puedes llevar a Ranma así! ¡Es muy tarde, hija!

-Pero vamos a tomal chocolate, mami _explicó con normalidad.

-Hija, no puedes hacer eso.

-Está… está bien Akane, yo quiero tomar algo caliente… y hablar.

-Ranma, no es necesario _insistió notando el ceño fruncido de la pequeña al ver su invitación siendo saboteada por su madre.

-Lo es. Claro que si no quieres recibirme, lo entenderé _afirmó suavemente.

-¡Mami! ¡no seas malita! _ reprendió la niña.

Akane no sabía qué hacer o decir.

Solo pudo dejar que las cosas sucedieran.

-Entonces … pasa por favor.

Ranma le dedicó una breve sonrisa, justo antes de ser tironeado al interior de su hogar.

Akane permaneció en el pequeño jardín de su casa, intentando ordenar sus turbulentos pensamientos. Fue recién cuando sintió a su papá llamando su atención, apretando cariñosamente su hombro, que logró salir de sus profundas cavilaciones.

-¿Es él? ¿El muchacho con el que has estado saliendo?

Akane solo pudo asentir, completamente ruborizada.

Su papá sabía algo sobre Ranma, muy poco y lo necesario. Es que últimamente su hija le pedía cuidar de Ai para poder salir un ratito, y un par de veces dijo su nombre acompañado, justo como ahora, de un notable rubor en sus mejillas que delataban sus sentimientos.

Él estaba contento con ello, pues luego de muchos años la veía nuevamente cantando alegremente antes de ir a trabajar y bailando de forma ridícula mientras limpiaba su casa. Volvió incluso a maquillarse, a comprarse ropa y pintarse las uñas, consultando: "¿me veo bien, pa?", antes de salir a su encuentro. La veía sonreír con vergüenza mientras observaba la pantalla de su teléfono, apurada por contestar de inmediato cada vez que sonaba esa melodía en particular. Y si algo deseaba fervientemente Soun era la felicidad de su pequeña.

-Parece una buena persona.

-Lo es.

Soun se acercó hasta su progenie, y dejó un beso en su frente.

-Me voy a casa. Mañana nos vemos.

Y con ello se despidió de la muchacha que luego de inspirar profundamente ingresó a su casa por fin.

Akane avanzó lentamente. El ambiente permanecía tenue y cálido. La luz más brillante provenía de su cocina. Desde allí también llegaba a sus oídos esa conocida vocecita que no cesaba ni un por momento. Así que avanzó sigilosamente en su dirección.

Ranma se había sentado en la silla que usualmente usaba su hija. Atento, observaba el derrotero emprendido por la pequeña entre el bajo mesada y la mesa, llevando cucharas, servilletas, azúcar y tazas, explicando una serie de cosas que Akane no lograba distinguir. Ignoraba si Ranma comprendía el sentido de sus palabras, pero lo veía asentir a casa cosa que ella decía, acompañado de un "oh", "claro" o "ya veo".

Invadida por la curiosidad se acercó unos pasos con inmensa sutileza. Es que por alguna razón la escena entre los dos parecía mágica, y no quería interrumpir de ninguna manera. No todavía.

-Esta es mi taza de flousen. Te la voy a plestar a ti polque eres mi amigo.

-Entendido. Es una taza muy linda, como tú.

-Lo sé. Mi mamá dice que soy una plincesa. Elsa tamben es una plincesa. Pero yo no tengo corona _comentó con un puchero en sus labios_. ¡Oh! ¡pero tengo una vincha! _ exclamó antes de salir corriendo hacia su habitación, saludando a su mamá que estaba en su camino.

Ranma la divisó de pie, a un par de metros de distancia.

Identificó la mirada avergonzada y perpleja de su compañera de secundaria, y como si las fichas comenzarán a caer en su lugar entendió un poco más su extraña actitud durante las últimas semanas.

Se puso de pie, caminó hacia ella y le dijo que Ai era hermosa, tal como ella.

Akane se quebró, sintiendo como sus ojos se inundaban y su torso se impulsaba hacia adelante expulsando un sollozo que fue cubierto instintivamente por sus temblorosas manos. No podía creer lo que había escuchado.

Y mientras Ranma acortaba toda distancia entre los dos, la mujer pensaba lo inesperado que había resultado todo, porque cuando esperaba oír de su boca excusas para irse en ese mismo instante o insultos por haberle mentido todo ese tiempo, solo recibió el calor de sus brazos, que la consolaron cálidamente, mientras susurraba a su oído, con esa voz tan suave y confortante, que todo estaba bien.

Hasta que un "aquí está, amigo" y apresurados pasos tronando en su dirección hicieron que los dos se separaran, no sin que antes el hombre limpiara las lágrimas del rostro de la chef y reafirmarse, con otro beso en su frente, un "de verdad está todo más que bien, Akane".

La niña encontró a ambos adultos de pie y no dudó un instante en agarrar la mano del muchacho, tirando de ella hacia su asiento nuevamente.

-¡Siéntate, amigo!

-¡Ai! Él no es tu amigo, ten respeto con los adultos, por favor. Ya te lo he dicho cientos de veces _ corrigió la madre, terminando de borrar la humedad de su rostro.

La niña no respondió. Estaba demasiado entusiasmada. Así que solo atinó a acercarse un poco más al amigo de su madre, acomodando la brillante tiara de acrílico y piedras preciosamente plásticas, sobre la cabeza del señor adulto.

-¡Te la plesto, amigo! Pero debes cuidala _ advirtió con completa seriedad.

-¡Ai! ¿Qué estás haciendo? _ reprendió la madre caminando en dirección al par_ ¡Eso no se hace!

La niña la observó con ojos abiertos y confundidos. Su mamá siempre le decía que debía compartir sus juguetes con sus amigos.

Cuando Akane intentó retirar la tiara de la cabeza de Ranma, con la mejor expresión sería que pudo encontrar -pues realmente la tiara en la cabeza del azabache representaba una escena más que cómica- él la detuvo y le dijo.

-¡No! ¡Ai me la prestó! Yo quiero usarla, o no estaré listo por completo para beber de esta noble taza de princesa, ¿no es verdad, Ai?

La niña asintió sonriendo ampliamente ante lo dicho por su amigo, regocijándose, además, por haberle ganado a su madre.

Explicó, a continuación, que las princesas tienen corona y que si él deseaba beber de su taza de Frozen, era completamente indispensable completar el atuendo correspondiente.

Akane observó a los dos complotando, y su corazón vibró emocionado ante tal treta.

Y a pesar de saber que no debía ilusionarse, no pudo evitar creer, muy en lo profundo de su mente, que por fin su hija tendría a alguien más a quien amar en su vida.

Al ver a su mamá perdiendo tiempo y, lo más importante, interrumpiendo su interacción con su nueva amistad, tomó el toro por las astas, o en este caso, a su madre de la mano, y la llevó hacia la cocina indicándo que prepare de una vez por todas el chocolate prometido a su visitante y a ella misma, por supuesto.

Akane la miró seriamente. La pequeña estaba aprovechando la visita para salirse con las suyas. Empero, al ver el entusiasmo con el que su hija volvía junto a Ranma, se dispuso a preparar la bebida solicitada.

La niña siguió entreteniendo al muchacho, catalogando los demás objetos y ropajes que debía tener para ser una verdadera "plincesa". Una capa, un vestido celeste o violeta, un collar de perlas junto con anillos y pulseras brillantes, y por supuesto hermosos zapatos que hicieran ruido al caminar, terminando de combinar con todo lo demás. También le explicó que ella solo tenía algunas joyas, que no buscaría en ese momento porque no sabía dónde estaban tiradas, faltando lamentablemente los demás artículos del atuendo real porque eran pobres.

Su mamá nuevamente la retó, ya por tercera vez esa noche, explicándole que ellas no eran pobres, que ella era una niña afortunada por tener un techo, comida y muchos juguetes mientras otros niños no los tenían. La niña escuchó a medias lo que su mamá decía, porque estaba muy entretenida acomodando mejor la tiara sobre la cabeza del hombre que la observaba con curiosidad y otra serie de sentimientos confusos que todavía no lograba descifrar.

Terminó de ingresar el líquido caliente en un termo y se acercó a la mesa instruyendo a cada uno tomar su lugar, sentándose derechito y esperando con las manos a los costados a que la bebida llenará todas las tazas por igual.

-Ya podemos empezar _ anunció la dueña de la casa al terminar su tarea.

Los tres comenzaron a beber la deliciosa infusión acompañada por vainillas caseras blanditas y fresquitas, horneadas esa misma mañana por la chef. De inmediato llegaron las respectivas felicitaciones a la talentosa cocinera por tan asombrosa comida antes de ir a dormir.

Ranma se dispuso a preguntar a la pequeña cuántos años tenía, cuándo era su cumpleaños, a qué escuela iba y cuántos amigos tenía. La niña respondió lo que sabía, buscando la ayuda de su mamá con aquellos datos que todavía no lograba entender o memorizar por ser muy joven todavía.

Prontamente Ai le preguntó a Ranma sus datos: edad, dónde vivía, a qué escuela iba y si tenía novia.

Ante la última pregunta Ranma no pudo evitar dirigir sus ojos a la madre de Ai. Ella estaba sonrojada hasta las orejas, evitando a toda costa despegar su atención del chocolate que despedía todavía su característico aroma. El hombre sonrió enternecido hasta los huesos y respondió a la niña que todavía no tenía una novia, pero que sí había una chica que le gustaba mucho, muchiiiiisimo.

-Mi mami tampoco tene novlio. Solo papi _explicó dejando anonadados a los adultos presentes.

Ranma caía en cuenta sobre ese pequeño gran detalle.

¿Akane era soltera? ¡Debía serlo o no hubiera salido con él!

Bueno, podría ser una aventura, aunque esa palabra era demasiado grande para describir lo que había entre ellos. No era como si hubiesen dormido juntos, ¡Por dios, ni siquiera la había besado! Eran amigos, eso eran.

Pero ella confesó que gustaba de él hace solo una hora. ¿O había entendido mal?

Lo peor de todo fue cuando cayó en cuenta que estaba en su casa, a media noche y sin la compañía de su atemorizante padre. ¿Y si su esposo estaba durmiendo? Aquella puerta estaba cerrada, por lo que tranquilamente podría ser el dormitorio matrimonial. O tal vez estaba ausente por trabajo o por alguna emergencia familiar, y por eso no estaba junto a ellos degustando del aperitivo antes de descansar.

La cara consternada de Ranma fue leída claramente por Akane, quien sabía que tenía muchas cosas que explicar, pero no estaba segura si Ranma querría escucharla luego de lo ocurrido esta noche.

-Ai. Lávate los dientes y ponte tu pijama. Ya es hora de dormir.

- Mañana no hay jaldin _dijo entretenida con la galleta que todavía tenía en su manito.

-Jardín, se dice jardín _corrigió enfatizando la consonante errada.

-Eso_ respondió concentrada en su labor.

-Eso no tiene nada que ver. Ya es tu hora de dormir. ¡Vamos! _exclamó poniéndose de pie.

-¿Te vas a dolmi aquí, amigo?

-No, aquí no. Pero tu mamá tiene razón, hay que ir a dormir.

-¿Tu mami tamben te leta?

-¡Ai! Eso no se pregunta_ reprendió nerviosa ya que Ranma no tenía a su mamá con vida.

Ranma rió divertido y respondió:

-Mi mamá no, pero mí papá sí. Si llego tarde me golpeara con su chancleta.

La niña exclamó un "¡oh, no!", se puso de pie y se acercó a su amigo sumamente preocupada.

-¡Dile a tu papito que no hay que pegal. ¡A los niños no se pega!... ¡Oh! Pero tú ya eres viejo, ¿a los viejos tampoco se les pega, mami?

-¡Ahora si que ya me cansaste!

Akane tomó en sus brazos a la niña, mientras Ranma, poniéndose de pie, contenía la carcajada que insistía en develarse.

-Despídete de Ranma.

La niña abrió sus brazos hacia el hombre.

-No Ai, solo dile adiós _ explicó la joven progenitora completamente avergonzada por la actitud de su hija.

Pero antes de poder reaccionar, sintió como el peso de sus brazos se liberaba, observando a continuación como el muchacho sostenía a la pequeña contra su pecho, quién lo abrazó de inmediato y luego dejó un beso en su mejilla.

-¿Pol qué pica tu cachete?

Se tomó unos segundos para entender la referencia y explicó:

-Porque está saliendo mí barba.

-¡Oh! ¿Cómo el papá de Sumi? _inquirió en dirección a su mamá.

-Sí, cariño. Como el papá de Sumi _ respondió Akane, tomándola nuevamente.

-¿Todos los papás tienen balba, mami?

-No, no todos los papis, mí vida. Tu papá no.

La niña la miró confundida y removiendose entre sus brazos exigió ser liberada. Corrió a otra habitación de la casa, por fuera de la visión del confundido hombre, para luego volver junto a ellos antes de que Akane pudiera si quiera explicar alguna de las decenas de dudas que flotasban a su alrededor.

-¡Es veldad! ¡Papi no tene balba!

Akane percibió a Ranma notablemente incómodo, así que luego de llevar a Ai al baño, dejando todo listo para que la pequeña comenzará a prepararse para dormir, acompañó a su amigo hasta la salida de su pequeño y confuso hogar.

-Ya está por llegar mí Uber. Gracias Akane…

- ¿Qué agradeces? Soy yo quien debe agradecer tu gentileza conmigo y sobre todo con mí hija. Ella es lo más importante de mí vida, no tiene la culpa de nada, yo…

Entonces la bocina de un auto se pronunció y ambos quedaron en silencio, víctimas de una despedida angustiante y eternamente extensa.

-Mañana hablaremos _sentenció finalmente el azabache.

- No es necesario, comprendo si no deseas volver a verme.

-¡Mañana hablaremos, Akane! _ exclamó con determinación_. ¡Deja de decidir por mí, por favor!

Se acercó a la mujer que temblaba consternada por todo lo acontecido esa noche y dejó un cálido beso en su mejilla antes de desaparecer en el interior del vehículo que impacientemente lo esperaba.

Esa noche no concilió el sueño, ni ella, ni él.

Ambos dos con sus respectivos fantasmas, miedos y anhelos.


Ella no creía que fuese a escribirle. Pero ahí estaba su mensaje a primera hora de aquella mañana de sábado.

"Dime a qué hora y en qué lugar puedo verte hoy, y estaré allí sin falta".

Seguro para terminar las cosas formal y definitivamente, pensó. Tal vez todavía podrían ser amigos. No es como si hubiesen dejado de serlo. Solo aclararían los términos de su relación, renunciando a cualquier escenario amoroso.

¿Acaso podría? Porque en ese momento no lo creía posible. ¡Si su corazón se desbocaba con solo leer su nombre en la pantalla! Lo sabía, ese hombre ya había hecho estragos en su cabeza y en su cuerpo.

Por eso la distancia definitivamente era lo mejor. Por lo menos terminarían de una forma cordial, tan diferente a todas las veces anteriores.

Aunque quizás podría evitarlo. Simplemente ignorarlo. Ser grosera e indiferente, como muchas veces lo había sido, hasta que simplemente dejara de insistir.

Pero él no se lo merecía. Y ella tampoco.

Escribió un mensaje a su papá para ver si podía cuidar a su hija esa mañana. De inmediato su respuesta llegó abortando cualquier excusa que podría llegar a poner.

"Te espero en el café de siempre, a las 11:00"

Su respuesta no tardó en llegar.

" Te estaré esperando"

Se levantó y se dispuso a bañarse. Una ducha larga en la que repasó mentalmente lo que diría, lo que omitiría, recitando respuestas a preguntas no formuladas y por sobre todo imaginando, fantaseando cientos de desenlaces, de caras y silencios. Estaba tan nerviosa como el día en que rindió el último examen de biología, cuando tuvo su primera vez, cuando rompió bolsa o leyó el resultado de la resonancia. Y por más que pensó lo ridículo que era ello, luego de tantas cosas que había pasado en su vida, muchas de ellas incluso más dolorosas o determinantes, los molestos nervios estaban ahí, mientras peinaba sus cabellos procurando verse bien. "Al mal tiempo, buena cara", solía decirle Nabiki, quien siempre le insistía a cara de perro, que jamás debía demostrar su tristeza a nadie, mucho menos a los hombres. Por eso buscó sus mejores ropas y se puso aquel perfume que usaba solo en ocasiones especiales porque era de esas fragancias caras, importadas quien sabe de qué lugar del globo. O por lo menos era lo que él le había dicho, y Akane confiaba en él. Todavía recordaba con claridad el enojo que sintió cuando supo del valor de aquel frasquito. "Con esa plata podemos comer más de un mes", le gritó. Y cuando él confesó, en un intento de calmarla, el origen de aquel dinero terminó por enfurecerla, poniéndose el abrigo de inmediato, lista para devolverlo y solicitar el reembolso. "Solo quería regalarte algo precioso, como tú", le dijo al borde de las lágrimas. Porque aquel perfume era algo inalcanzable para sus salarios apretados. Pero lo habían prometido, que vivirían de su propio esfuerzo. "No lo volveré a hacer, mí amor. Solo acéptalo. Solo está vez", le suplicó. Y ella terminó cediendo, porque no quería decepcionarlo, mucho menos lastimarlo.

Despejando los recuerdos de su conciencia, se vio al espejo una última vez y decidió que estaba lista. Su papá acababa de entrar. Así que le dio un beso a su pequeña que aún dormía y salió de la casa con su corazón en la mano. Su padre solo le dedicó una breve sonrisa y un leve asentimiento que decía tantas cosas, que sintió sus energías recargarse por completo. Él era su roca, siempre lo había sido desde muy pequeña cuando le tocó cuidar de ella y sus dos hermanas mayores al fallecer su mamá. Ahora que ya era una mujer, que era incluso una madre, él seguía velando por ella. El gran hombre de su vida, Soun Tendo.

Tomó el colectivo rápidamente, como nunca, y siguió cavilando lo que duró el viaje, intentando controlar los nervios que la atacaban nuevamente conforme se acercaba a su destino.

Respiró profundo y se dirigió a la puerta acomodando sus ropas antes de tocar el timbre.

La cálida brisa acarició su rostro recordando que los fríos días de invierno ya se estaban acabando, dando la bienvenida a una primavera impaciente por debutar.

Llegó al modesto café dónde tantas veces lo había encontrado, y como de costumbre lo vislumbró a través del ventanal, sentado junto a la mesita que solían ocupar en cada ocasión como si ya les perteneciera.

Se detuvo unos segundos antes de ingresar intentando controlar sus piernas que estaban listas para tomarla de imprevisto y salir corriendo del lugar.

"¡Vamos Akane, tú puedes!", se alentó a sí misma. "¡Es él el tonto si te rechaza por tu pequeña, no tú!", se recordó una vez más.

Caminó orgullosa hacia Ranma, como la madre soltera que era. Su porte seguro y lo bien arreglada que estaba, hizo que al verla llegar Ranma sintiera su piel erizarse, mientras se ponía de pie sin lograr esconder su expresión cautivada por lo bella que estaba esa mañana.

Entonces ambos, parados a un lado de la mesita de madera de pino color caoba, se miraron fijamente.

-Ranma…

-Akane...