¿Qué es Hanagaki Takemichi?

La pregunta se desliza por sus dedos, se escapa hacia afuera y se vuelve tangible. Esa misma cuestión ha estado sobresaltando su mente con una impetuosa insistencia mucho tiempo antes. Ken considera su reflexión innecesaria, puesto que no hay nada en Takemichi que parezca salirse de la norma.

Es como todos: un joven estudiante, algunas veces responsable con sus estudios, otras tantas no. Enamoradizo, como cualquier adolescente. Tonto, bromista, impulsivo, desesperante.

Aquella respuesta momentánea burbujea en el aire circundante, y Draken sabe que, de ninguna forma, Takemitchy puede ser solo eso. Hay mucho más en él, en sus pestañas que se abren como flores, en los azulinos ojos que destilan bondad, en sus cabellos rubios que se mezclan con el aire de primavera. Una trémula sonrisa que brota de sus labios rosados, el sonrojo juvenil, la risa deslumbrante.

Draken observa los edificios alejarse por la calle que transita, con su motocicleta que deja todo atrás. Respira el aire de la mañana, mira a la gente reunida como un conjunto de insectos al rededor de un poco de luz, los semáforos, los anuncios de las tiendas que lo rodean. Esto es lo que él tiene, una vida sin garantías de nada. Sin estudios, sin futuro, solo el momento.

Piensa en ello detenidamente a veces, que su vida, probablemente, no tiene remedio. Puede morir mañana, puede perder a alguien importante, puede fastidiar su vida y la de sus amigos, puede que sus amigos se corrompan. Hay tantas posibilidades y solo puede permitirse vivir el ahora, porque luego no hay más y ya no importa. Eso solía creer.

Aumenta la velocidad, porque las personas en las calles lo distraen con su vida cotidiana. Y él no tiene nada más que sangre en las manos, heridas que aún no se cierran, cicatrices, golpes marcados con colores brillantes como si estuviesen espolvoreados por su blanca piel.

El cielo es claro, con unas nubes esponjosas que se encuentran todavía muy lejos, y el sol brilla por todo lo alto. Ken disfruta la brisa, sus mejillas enrojecen por la calidez solar, sus manos sudan por el contacto persistente que ejerce sobre su motocicleta.

¿Qué es Hanagaki Takemichi?

La pregunta se repite, como si se le hubiese enroscado en la mente, estática.

Suspira, el aire que se le escapa se va con sus dudas, y él agradece. Tiene la mente clara de tanto andar, y piensa, piensa en Takemitchy. En lo que es.

¿Qué es?

No es solo el chico bonito y bondadoso, no, es mucho más. Es una mirada desbordante de determinación, unas manos llenas de cicatrices de tanto proteger, es un rostro que exuda preocupación, aun cuando su estado es el peor de todos.

A diferencia de él, Takemichi pelea para proteger. Proteger de verdad, no hiriendo sino sanando. Porque, aunque cualquiera podría criticar su exceso de bondad, no dejará jamás de intentar ayudar a los demás. Incluso si eso solo significa que a él le dolerá mucho más, aun así.

Takemitchy, él es un chico normal, que siente como todos, puede que incluso más. Llora por ti si no puedes hacerlo, llora contigo, llora cuando piensa que algo malo va a ocurrirte, cuando está feliz por ti, cuando te extraña, cuando te ve, él simplemente es tan extraño. Siempre llorando, afirma Ken, con una sonrisa que se desprende de sus labios.

El esmalte negro en sus uñas se ve desgastado, sus dedos largos envuelven su cabello y lo libera contra el viento. Todavía no sabe a dónde ir, porque su respuesta definitiva escapa a sus sentidos. Solo sabe que el viaje es largo, que sus deseos crecen a medida que crecen sus certezas y se despejan las dudas.

Sonríe y acelera, una vieja sensación, como cuando era más joven y la adrenalina era una emoción nueva y exuberante. Se volvió una adicción con el tiempo, pero ahora, ahora eso no le satisface por completo. Es como si hubiera algo más allá afuera que lo llenara de verdad, una forma que se esparce por sus párpados y él siempre se ha rehusado a ver, por temor.

Solía creer que la vida era solo el ahora, que el después era relativo y absurdo, que quemarse los sesos por pensar en lo que ocurriría luego no tenía razón de ser ni fundamento. Pero ahora la duda anidaba en su pecho, creciendo como un parásito, y le hacía preguntarse sobre lo que sucedería en el futuro.

¿Qué es Hanagaki Takemichi?

Esa pregunta estaba, sin dudas, ligada a su futuro, porque ha sido él quien le ha hecho cambiar de parecer, y es por eso que debe responderse. Lo que sea que signifique su respuesta, eso definirá su rumbo.

Él lo sabe, por eso sus extremidades tiemblan como gelatina, porque nunca antes ha sido importante para él el después, y ahora solo puede pensar en una respuesta que arrastre a Takemitchy a su lado por el resto de su vida. Eso es, solo eso.

Hanagaki Takemichi es un joven normal, enamoradizo, tonto, impulsivo, es un frasco de sonrisas, un mar de lágrimas, es una cicatriz que se extiende por su mano trayendo consigo recuerdos que Ken no piensa olvidar jamás.

Takemitchy, él es la única persona que le trae de vuelta, es quien puede hacer que su camino no se nuble ni se distorsione.

¿Quién es Hanagaki Takemichi?

Draken expulsa el aire pesado de su pecho, libera las últimas dudas que pesaban en su estómago, y por fin lo sabe. Su rumbo está decidido, piensa, mientras recuerda las manos de Takemitchy envolviendo las suyas, el tacto de sus labios sobre esas suaves manos tan determinadas como sus brillantes ojos. Una promesa nunca dicha en voz alta, un gracias que descansa en sus ojos cada vez que ve al joven de orbes azules.

Takemitchy es su salvador, a quien él ha jurado proteger en consecuencia, es a quien le agradece cada día y con quien se disculpa silenciosamente cuando debe gritarle por ir contra las órdenes de Mikey, es a quien le pide perdón con tactos discretos cada vez que no puede cuidarlo de los golpes que recibe. No es solo eso, sin embargo.

Acelera nuevamente, con el viento que sacude su pelo, el sol que le pinta las mejillas (¿o es a causa de Takemichi?), y sabe que la sensación de ahora, la adrenalina y las ansias no son producto de la emoción del viaje en motocicleta ni de una futura pelea. No, ahora es distinto, porque ahora hay una forma completa que sus ojos persiguen, que tiene nombre y apellido, y es todo lo que él quiere para siempre.

—Es todo lo que quiero —afirma, mientras ve a Takemichi sonreír cuando lo ve acercarse—. Lo que quiero para mi futuro.

—Eso es todo —y es tan fácil decirlo ahora.