Introducción.

—Tú podrías participar, Hermione.

Varios ojos se detienen en ellos cuando Ron termina de pronunciar esas palabras. Los jadeos ansiosos e ilusionados se escuchan por la mesa, al igual que se puede sentir la emoción creciendo en cada uno de sus compañeros.

—Ni hablar —responde Hermione con calma y un gemido compartido escapa de varias bocas. Los hombros de Ron caen y Harry suelta una risita.

—¿Tienes diecisiete? —pregunta Neville. Hermione asiente mientras muerde un pedazo de tostada.

—Sí, los cumplí en setiembre.

—Son mil galeones en bruto —murmura Ron—, sin mencionar el reconocimiento y la fama por ganar el Torneo después de tantos años de ausencia. Quizá deberíamos intentarlo, ¿tú que piensas, Harry?

Harry no responde enseguida, pero el brillo en su mirada y la tensión en su mandíbula le dicen a Hermione que lo está pensando seriamente.

—Mamá se enfadaría muchísimo —responde el chico y Ron contrae el gesto como si alguien lo hubiera golpeado en las costillas—, pero papá estaría encantado y Sirius lo encontraría muy divertido.

—¿Pero lo harías?

—No lo sé —contesta Harry, encogiéndose de hombros.

—Pues yo no —interviene Neville con mucha tranquilidad—. Mi tío abuelo me contó algunas historias de competiciones pasadas. Algunos campeones murieron en medio de las pruebas por ataques de basiliscos y esas cosas.

—Pero Dumbledore dijo que redoblarían los protocolos de seguridad este año. —A Ron parece decepcionarle que ninguno de sus amigos muestre el mismo interés que él por el Torneo, así que sus ánimos se reducen un poco—. Es una lástima que Fred y George hayan terminado ya el colegio. Ellos habrían participado sin dudar.

Hermione admite que tiene la razón, aunque no se preocupa en decirlo en voz alta. Continúa devorando su tostada mientras mantiene la vista fija en las puertas de entrada al Gran Comedor. No hay en ella ningún interés real por participar en el Torneo de los Tres Magos, pero le es inevitable no fantasear con que su nombre es elegido por el Cáliz de Fuego y se convierte en la campeona de Hogwarts. Sus amigos y compañeros de casa estarían contentísimos, sus padres tan preocupados como orgullosos y lo mismo sucedería con sus maestros. Sin embargo, y aunque las imágenes en su mente son tentadoras, ella no encuentra un atractivo sincero en pararse frente a todo el colegio y enfrentar tres pruebas peligrosísimas —en palabras de magos mucho más expertos que ella— para demostrar su valor.

Entonces, las puertas del Gran Comedor se abren y los aplausos y ovaciones se cuelan por la entrada, llamando la atención de los estudiantes que están en medio de su desayuno. Todos los pares de ojos de la sala se detienen en la figura delgada que camina hacia la mesa de Slytherin y, cuando ella se sienta en su lugar, los cuchicheos empiezan.

Ron y Harry han juntado los hombros mientras susurran a toda velocidad, Seamus se levanta de la mesa para espiar a su alrededor y Neville intenta escuchar lo que una pareja de estudiantes de Hufflepuff dice mientras se dirige hacia su propia mesa. Pero pronto, y por el bien de las ansias de conocimiento de sus amigos, llega Ginny corriendo a su mesa con cara de tener mucho que contar.

Harry le hace espacio a su novia entre él y Ron y Ginny se sienta sin dudar, quedando cara a cara con Hermione. No hay ninguna necesidad de que le hagan preguntas porque la chica no pierde tiempo para confirmar lo que todos llevan rato sospechando.

—Lo hizo, Black lo hizo. Puso su nombre en el Cáliz.

Ron suelta un gemido de dolor.

—¿Tiene diecisiete años?

—Debe ser, de lo contrario le habría salido barba —contesta Ginny con una sonrisa. Al notar que sus amigos no comprenden a lo que se refiere, añade—. Zacharias Smith intentó pasar la raya de edad de Dumbledore, me parece que utilizó una poción envejecedora. Pues bueno, no le funcionó ¡pero sí le creció una barba larga y fea! Dumbledore lo envió donde Pomfrey, me parece que se está divirtiendo bastante con la selección porque Smith no ha sido el único y el director lleva allí bastante rato.

—¿Smith? ¿Ese cobarde? —pregunta Harry sin poder contenerse. Hermione piensa que su amigo debe ser prudente al hablar de la gente que no le agrada, pero no puede evitar estar un poco de acuerdo con él, así que no le dice nada.

—Sí. Incluso los de Hufflepuff lo encuentran decepcionante.

Le dan la razón a Ginny con un movimiento silencioso de la cabeza.

—Entonces —continúa su amiga con el tono de siempre—, Black ha puesto su nombre en el Cáliz de Fuego y tengo que decir que es la única candidata decente que se ha presentado hasta el momento. Así que al menos que no se presente otro que valga la pena…

—Te lo digo en serio, Hermione, mete tu nombre en el Cáliz, será pan comido y ganarás por amplia diferencia. Tienes que salvar el buen nombre del colegio. —Ron habla con la misma solemnidad con la que alguien habría comunicado la muerte de un familiar y sus amigos se ríen.

Aunque pretende aparentar seriedad, Hermione no puede contener la risa por más tiempo y se une a ellos. El resto de sus compañeros los miran con curiosidad.

—Ténganle un poco de fe, seguro que lo hace bien. No creo que quiera ponerse en ridículo frente a tres colegios, la prensa y la mitad del mundo mágico.

—Me parece que nos estamos resignando demasiado pronto —jadea Ron.

—Pues corre el rumor de que Warrington también ha puesto su nombre en el Cáliz de Fuego —comenta Ginny, haciendo una mueca de desagrado que es inmediatamente imitada por sus amigos.

—¿Y ninguno de los nuestros se ha dignado a presentarse?

—Pues también escuché que McLaggen está presumiendo en la Sala Común junto a todos sus amigotes —murmura su hermana.

Ron hace un gesto de profundo asco.

—Godric Gryffindor estaría muy decepcionado de ver en lo que se ha convertido su casa.

—No seas exagerado, Ron.

Cualquier intento de Ron por refutar las palabras de Harry es silenciado por una chica nerviosa que llega a la mesa de Gryffindor y se sienta entre silbidos y aplausos. El rumor se expande de inmediato entre los estudiantes y, cuando Hermione se da cuenta, ya está extendiendo sus felicitaciones a Katie Bell.

—¿Pusiste tu nombre en el Cáliz? ¡Es genial!

—Espero que quedes tú, Katie.

—Sí, de verdad. ¡Espero que sea alguien de Gryffindor!

Las mejillas de Katie no demoran en pintarse de escarlata mientras sus compañeros explotan en vítores y palabras de aliento.

Hermione y sus amigos terminan el desayuno poco tiempo después, pero ninguno muestra interés por levantarse y abandonar el comedor. Es inevitable no contagiarse con la emoción que despierta el Torneo de los Tres Magos, así como fingir indiferencia con las conversaciones sobre los posibles campeones del colegio. Hermione solo espera que sea alguien que realmente valga la pena; no se imagina teniendo que apoyar a algún bruto como Warrington o a un cobarde que se echará para atrás en la primera prueba.

Si las opciones son tan limitadas y pobres, piensa sin mucha emoción, Bellatrix Black es una de las mejores participantes. Solo espera que la chica sepa en lo que se está metiendo.

Varias horas después, llega el momento de Albus Dumbledore anuncie las elecciones del Cáliz de Fuego ante el ante el público expectante. Alumnos, profesores, fantasmas y demás organizadores esperan ansiosos por conocer la identidad de los participantes y, cuando el primer nombre es pronunciado, todos estallan en aplausos.

Viktor Krum es el campeón de Durmstrang, Fleur Delacour es la campeona de Beaubatonx y —el colegio entero contiene la respiración— Bellatrix Black es la campeona de Hogwarts.

Las primeras reacciones están divididas por las cuatro largas mesas, pero al final, cuando la idea es procesada en su totalidad, todos se unen en un aplauso que hace temblar —aunque cabe la posibilidad de que no sea más que una ilusión producto del jaleo— las velas que cuelgan del techo encantado.

—¡No nos hagas quedar mal! —grita Ron mientras aplaude con fuerza.

Harry se ríe de sus palabras y Hermione niega con la cabeza sin dejar de mirar a la delgada figura que ahora está recibiendo un apretón de manos de parte del profesor Dumbledore.