Parte uno.
Después de conocidas las identidades de los campeones, las conversaciones mutaron hacia las suposiciones de a lo que deberían enfrentarse en la primera prueba del torneo. Dumbledore había dicho que serían situaciones peligrosísimas de las que solo podrían desenvolverse usando magia avanzada y, aunque sus palabras son serias, Hermione cree que los rumores que se han creado a partir de ellas son poco más que descabellados.
Por ejemplo, no puede contener la risa cuando alguien sugiere que los campeones tendrían que enfrentarse a un basilisco en la primera prueba.
—No los van a entregar en bandeja para matarlos, Seamus. El juego terminaría pronto y sin supervivientes —dice Hermione con una sonrisa divertida.
El muchacho tuerce los labios y se vuelve hacia Dean, quién intenta disimular la risa con una mano. Por suerte, el profesor Flitwick está hablando con el grupo de Ravenclaw y no les presta atención.
—Pero ya lo hicieron antes —murmura Neville desde la mesa de atrás. Hermione y Ron, aprovechando la distracción del profesor, se giran para mirarlo. Harry, al lado de Neville, tamborilea los dedos sobre su pupitre.
—Sí, pero el Ministerio no lo permitiría. Se tomaron medidas para asegurarse de que no hubiera ningún muerto en esta ocasión, por eso prohibieron a los menores de edad de participar, ¿no es así?
Neville ladea la cabeza, resignado.
—Entonces, ¿qué creen que podría ser?
—Todavía podrían lanzarlos a los escregutos de cola explosiva —sugiere Harry—, seguro que eso entra en la categoría de pruebas peligrosas. Casi nos hicieron perder los dedos en cuarto año.
—O hacer que se enfrenten a las acromantulas del bosque prohibido, estoy seguro de que ellos encontraran la experiencia de lo más satisfactoria.
—O algún otro bicho del que no tenemos idea, estoy seguro de que Hagrid tiene algunas buenas opciones que dar a los organizadores. Ellos estarán más que encantados.
—O podría ser algo más ingenioso. —Ron se serena en su asiento con los ojos resplandecientes de emoción—. ¿Te imaginas una especie de carrera en la que tengan que abrirse paso por diferentes peligros, como un trol de las montañas, un perro gigante de tres cabezas, un juego de ajedrez gigante que intente matarlos o algún tipo de acertijo con pociones con las que podrían acabar envenenados?
—O al final si podrían intentar decapitar a un basilisco ciego con esa espada que Dumbledore tiene en su despacho…
—¡Dementores! Podrían hacerlos luchar contra un centenar de dementores para proteger a alguien que esté en peligro, así se aseguran de que ninguno renuncie sin intentarlo primero.
—Me parece que le están dando demasiada rienda a su imaginación —dice Hermione.
—Coincido con usted, señorita Granger.
La aguda voz de Flitwick hace que todos den un respingo en sus asientos. Hermione se gira con lentitud para enfrentar al pequeño profesor de Encantamientos. Él no se ve enfadado —lo que no es ninguna sorpresa porque Flitwick no parece conocer la ira—, pero el brillo en sus ojos les asegura que no saldrán impunes.
Por fortuna, es Flitwick, así que el castigo no será demasiado rudo.
—Diez puntos menos para Gryffindor, señores y señorita —dice él, ganándose un gemido angustiado de los cuatro estudiantes. El profesor les sonríe y luego se aleja hasta volver al frente del salón—. Ahora, les ruego que me presten atención. Hoy practicaremos con los hechizos…
Como espera —y cómo previó, aunque Harry y Ron se mostraron reacios a creerle al principio— las clases de EXTASIS suponen un esfuerzo y concentración mucho mayor al que utilizaron en años anteriores. Los hechizos son complicados, sobre todo porque todos los profesores de todas las asignaturas se han propuesto a educarlos con la magia no verbal. Flitwick, aunque flexible y comprensivo, no ha sido la excepción.
Transformar el vinagre en vino supone todo un reto para la clase y, como todos esperan, Hermione lo consigue primero, recuperando además los puntos de la casa que perdió minutos antes. Se pasa el resto de la clase ayudando a Ron hasta que el chico lo consigue también. Neville no tiene la misma suerte y congela la copa en la que está trabajando.
Él se pasa decaído el resto de la clase, incluso cuando esta termina y los cuatro muchachos salen del aula para encaminarse a los salones en los que se imparten sus siguientes asignaturas.
Llegan a los pies de las escaleras movibles y se miran. Harry suelta un suspiro resignado y deja caer sus hombros. Neville se anima un poco.
—Ánimo, les irá bien —dice él.
—A veces lamento haberme presentado al TIMO de Pociones el año pasado —admite Harry.
—Lily te mataría si supiera que te saltaste un examen —le recuerda Ron, apretando su hombro. Él se ve igual de desanimado que Harry—, pero… Bueno, vayamos de una vez. No quiero darle una excusa para que nos castigue.
Neville se despide y trepa en una escalera que va hacia los pisos de arriba. Él no consiguió el TIMO de Pociones, así que tiene esas horas libres para hacer lo que le plazca. Harry, Ron y Hermione son otra historia y ahora tienen que bajar hacia las mazmorras, los dominios de Severus Snape.
Retrasan su destino cuánto pueden, pero su llegada al salón de Pociones es inevitable. Cuando pasan por el marco de la puerta, tras cuatro bulliciosos estudiantes de Ravenclaw, Snape los recibe con una enorme sonrisa. Harry, quién lidera el camino, se vuelve hacia atrás para hacerles una mueca a sus amigos.
Últimamente, Snape está más contento de lo usual. Hermione presume que se debe al hecho de que es una estudiante de su casa la que representa al colegio en el Torneo de los Tres Magos, lo que provoca un orgullo y felicidad que siempre se pensó inconcebible en el siempre malhumorado profesor. Mientras camina hacia una de las mesas libres, no puede evitar preguntarse si Snape está teniendo esa misma actitud en la sala de profesores, junto al resto de sus colegas. Es muy probable que lo haga, piensa Hermione, después de las continúas derrotas que ha sufrido la casa de Slytherin en la Copa de Quidditch y la Copa de las Casas —todas por parte de Gryffindor—, no es descabellado imaginar que Snape está presumiendo de su logro con el resto de Jefes de las Casas.
Suspira y se dispone a sentarse junto a Harry y Ron, pero se detiene cuando una palmada rebota por las paredes del salón. Todos los ojos se vuelven hacia el profesor de Pociones.
—Fórmense en parejas —dice Snape y el descontento es total, pero él no se inmuta, lo que es una reacción totalmente inesperada—. Parejas. Enseguida.
Harry y Ron tienen la decencia de lanzarle idénticas miradas de disculpas. Hermione declina la cabeza hacia un lado y se desplaza hacia la mesa de atrás; los estudiantes de Ravenclaw se han agrupado entre sí, no hay rastro de Ernie Macmillan por ninguna parte y ella ignora a propósito la solitaria presencia de Theodore Nott en una esquina, no tiene ninguna intención de hacer equipo con un estudiante de Slytherin.
Así que se sienta sola y pone su ejemplar de Elaboración de pociones avanzadas sobre la mesa. Espera que Ernie se dé prisa.
Se escucha el sonido de un derrape en la puerta y Hermione —y todo el que está dentro del salón— levantan la cabeza para averiguar de quién se trata. Las esperanzas de Hermione se precipitan hasta el fondo cuando ve que no es Ernie quién está parado bajo el marco de la puerta.
Bellatrix Black mira al profesor Snape con seriedad, aunque tras sus ojos se esconde la expresión suplicante. Snape suspira y hace un movimiento circular con una de sus manos, Bellatrix sonríe fugazmente, entra al salón y cierra la puerta tras de sí. Hermione no puede contener un bufido mientras observa al profesor caminar a la pizarra; tiene la certeza de que él no sería tan clemente si fuera un estudiante de otra casa.
Se encuentra tan ocupada pensando en la displicencia de Snape que no se ha dado cuenta de que ella se ha sentado a su lado. Apenas lo nota cuando ve como una mano pálida desliza hacia el costado su libro de Pociones para colocar su propio bolso encima de la mesa.
Decir que está sorprendida es poco; Hermione creyó hasta hace unos instantes que ella iría a sentarse con Nott, un sangre pura y un estudiante de Slytherin como ella.
Pero no dice nada, aunque la intriga la mata por dentro. Piensa, pero no consigue explicarse porque Bellatrix decidió, de forma tan abrupta, hacer grupo con ella. Aunque cabe la posibilidad de que la muchacha no sepa en lo que se ha metido, que solo se sentó a su lado en la prisa por no presionar la displicencia del profesor, pero que lo lamentará cuando descubra que ahora tiene que hacer grupo con ella: Hermione Granger, una hija de muggles que además es estudiante de Gryffindor. Es la antítesis de Bellatrix.
Casi puede escuchar a sus amigos burlarse de su suerte desde la mesa de enfrente.
Clava los ojos en la pizarra donde Snape escribe, con su letra diminuta y estrecha, el nombre, los ingredientes y la página donde pueden encontrar la preparación de la poción. Lleva varios segundos pensando que «filtro de muertos en vida» es una forma bastante aterradora de llamar a una poción del sueño cuando alguien golpea la puerta de madera. Hermione se gira para ver —como han hecho el profesor y todos sus compañeros— y sus ojos se detienen por un segundo en el perfil de Bellatrix. Nariz respingada, labios gruesos y pestañas largas y ondeadas hacia arriba. Es perfecta.
—Pase —dice Snape con hastío. La sorpresa de saber que Snape está dispuesto a perdonar el retraso de otros estudiantes devuelve a Hermione a la realidad.
El rostro de Ernie Macmillan asoma por la puerta junto al de Daphne Greengrass y otro estudiante de Hufflepuff al que no conoce. Los varones se ven bastante temerosos, pero Daphne, conociendo la inclinación de Snape por favorecer a su casa, se muestra muy confiada, no hay ni un gramo de disculpa en su mirada.
—Llegan tarde.
Por un momento cruza por su mente la idea de que Snape castigará la petulancia de la chica, lo que sin duda será un evento para recordar, pero ese pensamiento se deshace en el momento que el profesor levanta una mano y les hace un gesto tosco a los estudiantes.
—Fórmense en parejas —dice el profesor en voz baja, pero que es perfectamente audible por el silencio del salón. Los estudiantes recién llegados hacen lo que se les ordena; Ernie y su compañero se sientan en una mesa libre y Daphne se une a Nott, ambos se ven felices. Snape señala la pizarra y continúa—: Saquen sus libros y calderos. Pueden empezar.
La clase entera se puso en ello, sacando perezosamente sus calderos e ingredientes de la mochila. Pero Hermione se quedó quieta en su lugar. No termina de comprender porque Snape los ha hecho formarse en parejas y no da indicios de querer que trabajen juntos. Espía a sus compañeros, pero no encuentra una respuesta en ellos y es lo suficientemente inteligente como para no preguntar al malhumorado profesor.
Pero una de las cualidades de Gryffindor es la imprudencia y, aunque se esfuerce por ocultarlo del resto con sus actuaciones serenas y calculadas, ella es imprudente. No lo suficiente para cruzar una raya de edad y ofrecerse como participante para un torneo peligroso, pero lo necesario para enfrentar a quién si tuvo el valor de hacerlo.
—¿Quiere que trabajemos juntas en la poción?
Bellatrix la mira de reojo mientras extrae el libro de Pociones de su bolso. Sus cejas están levemente arqueadas, demostrando que la pregunta de Hermione la ha tomado por completa sorpresa.
O le ha disgustado, Hermione no puede saberlo.
—Tú eres la brillante, Granger —responde Bellatrix pocos segundos después. Su voz es baja y fría, como si apenas se estuviera levantando de un largo sueño—, pero no soy precisamente buena en esto, así que si te ofreces a ayudarme lo consideraría.
Hay algo en la forma en la que ella pronuncia esas palabras que hace a Hermione arrugar el gesto. Engreída, piensa mientras abre su propio bolso.
—Ni lo pienses.
—¿No? —Bellatrix es buena actriz y su tono acongojado logra convencer a Hermione, aunque es solo por unos segundos—. Lástima. Habría beneficiado a tu reputación el ayudar a la campeona del Torneo de los Tres Magos.
—Campeona del colegio —bufa Hermione.
—Del Torneo.
—Ni siquiera ha empezado la primera prueba.
—¿Y? Voy a ganarlo de todas formas.
—Y yo voy a disfrutar viéndote perder —dice Hermione en un arranque. Bellatrix sonríe ampliamente.
—Eso es bastante cruel e hiriente. —Otra vez Bellatrix finge haber sido lastimada por sus palabras, pero Hermione ya no le cree—. No creí que te pondrías del lado de Krum o Delacour. Es bajo incluso para ti.
—No vas a llegar lejos con esa actitud. Podrían patearte el trasero en la primera prueba, ¿lo has pensado? —Aunque molesta, Hermione quiere ofrecer un poco de realidad a Bellatrix. Después de todo, es la campeona de Hogwarts y su actuación dirá mucho del colegio. Hermione no quiere que Hogwarts pierda su prestigio y se convierta en el hazmerreír del continente por culpa de una muchacha con ínfulas de superioridad.
—Lo tengo todo controlado —responde Bellatrix con altivez.
Hermione empieza a pensar que no hay forma de que alguna de sus palabras cale en el duro cráneo de Bellatrix.
—No te va a servir el oro.
—No estoy sobornando a nadie.
—Claro.
—Podrías intentar tener un poco de fe en mí —suspira Bellatrix volviendo la vista hacia sus cosas—, vas a ser desagradable y hasta hipócrita que me apoyes cuando veas que he ganado. —Ella mira a la pizarra y arruga la nariz con desagrado—. Ayúdame con esta cosa y apuesta todos tus ahorros en mí, verás tu oro multiplicado cuando alce esa copa.
—Lo apostaría de todas formas y ganaría sin la necesidad de ayudarte. No creo que pienses autosabotearte.
Bellatrix tuerce el gesto y Hermione sonríe, satisfecha. Se prepara para volver a sus asuntos, pero Bellatrix aprieta los labios como si fuera a decir algo desagradable. Hermione la espera unos segundos, pero al ver que la vacilación de la muchacha no da tregua, dirige sus ojos de vuelta hacia su libro.
Mientras lee la lista de ingredientes que necesita para elaborar la poción, se prepara para ignorar a todos los que están a su alrededor. Como siempre, quiere presentar un trabajo perfecto en el que Snape no encuentre ni el más mínimo error; así que se pone a trabajar en ello.
La clase avanza y el vapor empieza a ascender de los calderos para crear un ambiente agradable. Snape recorre el salón con lentitud, caminando por entre las mesas e inclinándose hacia todos los calderos. A veces, cuando se trata de alguno de los estudiantes de Slytherin, suelta una felicitación en voz alta, pero cuando se trata de un estudiante de otra casa y no encuentra nada que criticar, sigue sin más.
Snape se detiene en la mesa de Harry y Ron y mira con maldad hacia los calderos de los chicos. Hermione ve como la espalda de Harry se tensa e imagina que está preparándose para escuchar las críticas del profesor. Snape nunca dice nada bueno de Harry y todos saben que está disgutado por tener al muchacho en su clase un año más —el curso pasado se la pasó comentando en voz alta de lo seguro que se sentía de que Harry no consiguiera el TIMO en Pociones—, así que los estudiantes los miran y Malfoy y su grupo se ríen en voz baja.
—¿Añadiste las raíces de valeriana, Potter? —pregunta Snape. Harry agita la cabeza lentamente hacia los lados y Ron lo mira de reojo. Una sonrisa asoma bajo el cabello grasoso del profesor—. Como esperaba. Parece que puedes superar la ineptitud de tu padre —añade y los estudiantes de Slytherin se ríen con más fuerza—. Cinco puntos menos para Gryffindor.
Harry no responde, pero aprieta los puños con furia mientras clava la vista en su caldero. Entonces, Snape llega a la mesa de Hermione y asoma la nariz en su caldero. Chasquea la lengua con disgusto cuando no encuentra nada de lo que quejarse y va hacia Bellatrix.
El profesor se esfuerza por contener su expresión decepcionada, pero Hermione la nota de todas formas.
—Aplasta el grano de sopóforo con la daga —dice Snape en voz baja. Hermione finge que no lo oye mientras trabaja en su propia poción, pero cuando está segura de que el profesor se ha ido, espía a Bellatrix.
Sus ojos se abren de sorpresa cuando ve que del grano reseco está saliendo más jugo del que debería. No puede contener a su curiosidad y mucho menos a su boca.
—¿Cómo has hecho eso? —pregunta.
Bellatrix la mira con gesto altivo y una sonrisa engreída en el rostro.
—Aplasté el grano.
—Pero en el libro dice…
—A veces tienes que saltarte las reglas y seguir tus propios instintos, Granger —la interrumpe Bellatrix.
Por supuesto, Bellatrix ignora que Hermione escuchó a Snape sugiriéndoselo y Hermione no puede creer que Bellatrix tenga la desfachatez de hacer suyo ese acierto.
—No entiendo como conseguiste el TIMO de Pociones —masculla Hermione, enfadada.
—Talento natural.
—Claro —responde mientras revuelve el contenido de su caldero con la varita—. Espero que seas mejor bruja que elaborando pociones, de lo contrario, Hogwarts será la burla del Torneo.
Las mejillas de Bellatrix se tiñen de rojo y Hermione sonríe, está mucho más satisfecha que antes.
—¿Quieres comprobarlo? —le pregunta Bellatrix, tomando la varita que descansa en su mesa y apretándola con fuerza. Hermione respira hondo; no quiere pelear, ni siquiera es buena en los duelos, ¿pero no estaría decepcionando los nobles colores de su uniforme si se echara atrás?
—No creo que quieras que Krum y Delacour se enteren que eres una burla, no creo que quieras quedar en ridículo antes de tiempo —replica Hermione con dureza.
—¿Eso crees? —La voz de Bellatrix es un siseo, como si fuera dicho por el bordado de la serpiente que adorna su uniforme. Hermione no se acobarda, no retrocede aunque Bellatrix se acerca, no le rehúye la mirada a esos ojos oscuros y, por supuesto, no se da cuenta que hace tiempo que sus compañeros han dejado de prestar atención a sus calderos para mirarlas con interés.
—Estoy segura.
Y Hermione tampoco se entera que Snape se ha deslizado por el salón y se ha detenido en su mesa hasta que él las llama. Ellas dan un respingo en su lugar y se vuelven hacia el profesor de Pociones. Su rostro no augura buenas noticias, aunque Hermione tiene la esperanza de qué…
—¿Peleando en clase, señoritas? Veinte puntos menos para Gryffindor —dice Snape. Harry y Ron gimen de dolor y es entonces cuando Hermione se da cuenta que todos los estudiantes los están mirando—. Y veinte puntos menos para Slytherin.
Los rostros alegres de Malfoy y sus amigos se desinflan. Ellos no esperaban que eso sucediera e incluso Hermione está sorprendida, es notorio que la indulgencia de Snape ha llegado al límite por esa clase.
—Y tienen detención conmigo, las quiero ver mañana a las ocho de la noche en mi despacho —añade Snape antes dar media vuelta y volver hacia la pizarra.
Por la mirada que le lanza Bellatrix, Hermione piensa que está lista para matarla y que de hecho lo hará cuando abandonen el salón y Snape ya no esté cerca para detener la bronca. Pero cuando la campana suena y los estudiantes comienzan a guardar sus cosas, Bellatrix vacía su caldero, mete su libro en el bolso y se larga, no sin antes echarle una mirada cargada de rabia a Hermione.
Probablemente Hermione exageró con sus dichos, pero no lo lamenta en lo absoluto.
Harry y Ron abandonan el salón segundos después y Hermione piensa que se le han adelantado de camino al Gran Comedor, pero comprueba que se equivoca cuando cruza la puerta y se los encuentra en el pasillo. Los dos se ven ansiosos e interesados.
—¿Qué le dijiste?
Hermione respira hondo. Mentiría si dijera que no quiere hablar de eso porque en realidad tiene ganas de escupir todo lo que está pensando. Pero debe contenerse, aun están en los territorios de Snape y no quiere incrementar su castigo por ser escuchada despotricando contra la nueva favorita del profesor.
—La verdad.
Por supuesto, la curiosidad de ninguno de los chicos es satisfecha con esa respuesta floja. Es Harry el que la presiona:
—Ya. Pero, ¿qué?
La luz del vestíbulo se cuela por la puerta del fondo, casi están fuera de las mazmorras.
—¿No lo dijimos lo suficientemente alto?
—No, estaban susurrando. ¿Qué te dijo y que le dijiste? —insiste Ron.
—Que iba a quedar en ridículo en el Torneo.
—Pues no es tan horrible como esperaba.
—Pero le tocó un punto sensible, Bellatrix se debe estar muriendo de nervios por la primera prueba —razona Harry—. Tiene toda la presión del mundo sobre los hombros. Primero el colegio, luego su familia, y los medios… No creo que Rita Skeeter desaproveche la oportunidad para hacerle una bonita nota en El Profeta si la ve haciendo el ridículo.
Ron se estremece.
—Sí, bueno. —Él la mira con reproche. Hermione arquea una ceja—. ¿Sabes? Deberíamos odiarte por desmoralizar a nuestra campeona.
—¿Ahora la apoyas?
—¿Tengo otra opción? —pregunta Ron con aspecto indignado.
Hermione suelta un bufido, Harry se ríe en voz baja y Ron niega con la cabeza.
Pronto llegan al Gran Comedor y se sientan en la mesa de Gryffindor. Hermione tiene el presentimiento de que sus amigos planean comentarle al resto de sus compañeros lo que pasó en el aula de Pociones, pero, por fortuna, Ginny llega a la mesa y besa a Harry de una forma tan entusiasta que Ron aparta la vista —haciendo una mueca de asco— y se centra en su comida.
No ocurre ningún suceso extraordinario las clases siguientes y tampoco vuelven a cruzarse con los estudiantes de Slytherin, así que el resto de la tarde es bastante normal y aburrida. Salvo por el hecho de que Bellatrix no le ha quitado los ojos de encima en la cena, lo que es algo bastante complicado de lograr considerando que las mesas de Slytherin y Gryffindor están en cada extremo del salón. Hermione tiene que admitir que es terrorífico, pero no se inmuta.
Aunque no puede hacer nada contra el miedo que se cuece en su interior. Bellatrix quiere matarla y probablemente encuentre su oportunidad en la mazmorra de Snape, mañana por la noche.
