Parte cuatro.

A pesar del sinfín de deberes que les habían puesto a los de sexto para Navidad, a nadie le apetecía ponerse a trabajar. En el castillo prima el ambiente de ocio y despreocupación, el mismo que se expande rápidamente por todos los rincones.

Incluso Hermione ha desistido de avanzar con sus deberes. Pasa los días conversando junto a Harry, Ron y Ginny en la Sala Común, visitando a Hagrid o contemplando a sus amigos jugar improvisados partidos de quidditch en el campo. Ellos lamentan más que nadie que se haya cancelado la copa ese curso, aunque no se quejan demasiado puesto que también están disfrutando del Torneo.

—¿Y con quién irás al baile, Hermione? —Desde que les contó que ya tiene pareja para el baile, Ron le hace esa pregunta en los momentos menos pensados, como si esperara que confesara la verdad al ser tomada de sorpresa.

—No voy a decírtelo. Te reirías de mí.

Ron hace expresión ofendida.

—Por supuesto que no. ¿Quién es?

—No la molestes —farfulla Ginny mientras acaricia a Crookshanks, sentado en su regazo. Se las arreglaron para conseguir asientos libres junto a la chimenea en la abarrotada Sala Común, aunque Ginny eligió voluntariamente sentarse encima de la alfombra, apoyando la espalda en las piernas de Harry.

—Solo tengo curiosidad —dice Ron, mirando al vacío—. ¿Quién es, Neville?

—Neville va con Hannah —responde Harry distraídamente.

—Por supuesto. ¿Dean, Seamus o…?

—Dean va con Parvati y Seamus con Lavender.

—¿Ernie, tal vez?

—No le perdono a Ernie el haber llegado tarde a clase de Pociones —contesta Hermione medio en broma.

—Por supuesto, en tu lugar le retiraría la palabra para siempre porque ahora te tienes que sentar con Black por lo que resta del curso… Que desgracia…

—¡Serás hipócrita! —dice Ginny a su hermano, riéndose—. ¡Pero si eres tú el que quería pedirle un autógrafo!

—El que quiere —corrige Harry en un silbido.

—¡Eso no es cierto! —dice Ron, poniéndose colorado.

Pero todos saben que está mintiendo.

—No te preocupes, se lo pediré por ti —dice Hermione con seriedad, solo para ver como el rostro de Ron se pone más y más rojo.

Ron está tan avergonzado que no vuelve a hablarles hasta que les llega el momento de cenar y tienen que bajar al Gran Comedor.

Hogwarts se encuentra más abarrotado que nunca en vacaciones, así que las cuatro largas mesas de las casas están llenas de estudiantes animados que conversan y ríen mientras devoran la cena. Han decorado el Gran Comedor para las fiestas con media docena de pinos que se encuentran en diferentes rincones y que fueron adornados con pequeñas hadas y figuras de Papa Noel.

Los chicos rápidamente encuentran un espacio libre y se sientan.

—Se están luciendo este año —exclama Harry mirando a su alrededor—, muero por ver la decoración del baile. Seguro que será espectacular.

—Se rumorea que Dumbledore ha contratado a las Brujas de Macbeth —dice Ginny mientras toma un plato vacío y se sirve piernas de pollo—, pero como lo he oído de Smith no creo que sea cierto…

—¿A quienes creen que llevaran los campeones al baile? —pregunta Ron tan de repente que Hermione se atora con la comida. Harry le da palmaditas en la espalda y Neville le extiende una copa de zumo de calabaza.

Ginny la mira de reojo para asegurarse de que está bien y luego vuelve la atención a su comida. Por supuesto, ella ha sido la única a la que tuvo la valentía de confesarle quién la había invitado y, tal como esperaba, no se rio de ella.

—Pues… no lo sé —murmura Harry con aire pensativo—, pero supongo que ya lo deben tener resuelto porque el baile es dentro de dos días y ellos serán el centro de atención así que ir solos sería muy humillante… Es demasiada presión.

Mantiene la cabeza agachada mientras toma otra cucharada de su comida. No quiere meterse en esa confirmación porque teme que le fallen los nervios.

Se pregunta, mientras come y escucha a sus amigos discutir sobre las posibles parejas de los campeones, si Bellatrix consiguió a alguien con quien ir al baile. Imagina que sí, está obligada a hacerlo, los profesores —y todos los alumnos en realidad— se disgustarían bastante si se presentara sola y dejara mal parado al colegio. Últimamente todo se siente como una competencia.

Una hora después, cuando los platos ya están vacíos y las conversaciones se han apagado, Hermione y sus amigos se unen al grupo de estudiantes que abandonan el Gran Comedor. Es entonces cuando alguien dice su nombre y Hermione se detiene a mitad del vestíbulo.

—Granger. —Bellatrix se acerca a ella, dejando rezagada a su hermana pequeña, Narcissa, que tiene el ceño fruncido y los brazos cruzados. Esa niña es bastante aterradora—. ¿Con quién vas al baile?

Siendo sincera consigo misma, Hermione esperaba que Bellatrix le preguntara otra cosa, pero parece ser que la muchacha sigue sin procesar la idea de que ella consiguió pareja para el baile de Navidad.

Bellatrix se detiene, poniendo un escaso metro de distancia entre ambas, y la mira con mucho interés.

—Lo sabrás luego.

—No me gusta esperar. ¿Quién es?

Hermione suspira, harta.

—Luego, Black. Mira, tengo que ir…

—¿De verdad vas con alguien o…?

—¿Es tan sorprendente?

—Bueno, es que…

—¿Te está molestando, Hermione?

Harry se planta a su lado y mira a Bellatrix con dureza. Ron y Ginny también se han acercado y un par de alumnos se detienen para mirarlos con curiosidad, ellos parecen pensar que están a punto de presenciar una pelea.

—Solo estamos hablando —dice Bellatrix, mirándolo con desagrado.

—Ya habíamos terminado —se apresura a decir Hermione, tomando a Harry por el brazo para llevarlo hacia las escaleras.

Pero Ron, que se ha pasado todo el rato intercambiando la mirada de Hermione a Bellatrix y luego de Bellatrix a Hermione, no se mueve de su sitio; por el contrario, la apunta con un dedo y le dice:

—¿Hermione, te vas con Bellatrix al baile?

Hermione quiere reírse junto a Ginny de la expresión estupefacta de Harry, pero se encuentra demasiado aturdida pensando en como diablos hizo Ron para llegar a esa conclusión.

La expresión horrorizada en el rostro de Bellatrix hace pensar a Hermione que la muchacha acaba de encontrarse cara a cara con un boggart y que este la ha hecho revivir sus peores miedos.

Ron está convencido de que Hermione es la pareja de Bellatrix y, a pesar de que Hermione se ha esforzado por hacerlo entrar en razón, no hay nada que lo haga cambiar de opinión. Así que, después de varios intentos en los que solo obtuvo la mirada cargada de reproche de su mejor amigo y una larga perorata en la que dijo estar decepcionado por lo poco que confiaba Hermione en ellos últimamente —todo mientras Harry y Ginny se reían por lo bajo—, ella desistió.

Para su mala suerte, el rumor había sido divulgado por los estudiantes que habían estado con ellos en el vestíbulo esa noche. A Hermione no le hace ninguna gracia ser el centro de discusión en los pasillos y mucho menos que estudiantes con los que apenas había intercambiado palabra se le acerquen para preguntarle si es verdad lo que todos comentan. Ella, por supuesto, les asegura que todo es un malentendido, pero después de comprobar que nadie le cree, decide que lo mejor es quedarse callada. Esa posición la ayuda a sobrellevar los dos días siguientes.

El grito de Lavender la despierta abruptamente el día de Navidad. Hermione toma su varita de la mesa de noche, lucha con las cortinas y, cuando se libra de las telas después de una corta pero angustiante batalla silenciosa, apunta hacia la cama de su compañera de cuarto. Se le cae el alma a los pies cuando descubre que no está en peligro mortal.

—¿Qué pasó? ¿A quién están matando? —pregunta Parvati con voz adormilada, asomando la cabeza por las cortinas.

Lavender tiene la decencia de mostrarse avergonzada.

—Solo acabo de abrir mis regalos —dice ella en tono de disculpa, levantando ligeramente el paquete que tiene entre las manos.

—Oh… ¡Los regalos! —grita Parvati, comprobando la pila de paquetes que está al costado de su cama.

Hermione tira la varita encima de las sabanas y mira tentativamente su propia pila. Decide que, ya que se ha levantado, puede aprovechar el momento para abrir sus regalos. Toma uno envuelto en verde y lo mira con curiosidad, no hay ninguna nota en él.

Duda un momento, notando que sus compañeras le echan miradas de reojo, advirtiendo su indecisión, y rasga el envoltorio sin mayores ceremonias. Se le cae el alma a los pies cuando descubre de que se trata y, aunque intenta ocultarlo bajo las sábanas, Parvati ya ha soltado un grito de admiración.

—Entonces es cierto… —farfulla la muchacha, mirando fijamente la prenda que Hermione tiene en las manos—. ¡Vas al baile con Bellatrix Black! ¿Qué es eso, el vestido?

—Hermione… —suspira Lavender, mirándola con los ojos desorbitados—. ¿Cómo…? ¿Cómo es qué…?

—Es un ma-malentendido.

—¿Qué es eso que tienes ahí? —insiste Parvati.

Las palabras se le quedan atoradas en la garganta, incapaz de revelar la parte del trato que tiene que cumplir en la segunda prueba porque prefiere ahorrarse las risas para cuando el día llegue. Traga saliva, se levanta de la cama y guarda sus camisas y regalos sin abrir en el baul.

Se marcha dos minutos después, completamente vestida y sin haber respondido ninguna de las preguntas que le hicieron sus compañeras. No va a sorprenderle que el rumor tome fuerza a partir de ahora y que ahora el castillo por entero susurre su nombre con más ahínco que antes.

Odia a Bellatrix por ser tan imprudente, ella le había dicho que le entregaría la camiseta después de Navidad, ¿por qué diablos cambio de opinión tan repentinamente? Si le hubiera avisado, si la hubiera prevenido de que esa mañana tendría un regalo extra, Hermione habría tomado precauciones para ahorrarse esas molestias.

Lo positivo, piensa con amargura mientras baja por las escaleras de su dormitorio, es que Bellatrix no está tan molesta con ella. Si Hermione hubiera sabido que iba a recibir un paquete de la muchacha, habría estado convencida de que sería —como mínimo— una maldición por correo.

No le sorprende encontrar la Sala Común vacía, así que va hacia el hueco del retrato y la Señora Gorda le susurra un «Feliz Navidad» cuando la ve salir. Hermione supone que ha estado celebrando la noche anterior con su amiga Violeta a juzgar por las botellas vacías que se encuentran a sus faldas.

Son pocos los estudiantes madrugadores que se encuentran sentados en las cuatro largas mesas del Gran Comedor y absolutamente todos tienen caras de sueño. Las conversaciones son perezosas y apagadas, y Hermione se adentra sin muchos ánimos.

Para su sorpresa, Bellatrix ya está sentada en la mesa de Slytherin junto a un pequeño grupo de estudiantes. Reconoce fácilmente a su otra hermana, Andrómeda, quién es casi idéntica a Bellatrix, y a Rodolphus Lestrange, un muchacho que va en su mismo año y representa todo lo que Hermione odia. Rodolphus es tan desagradable como Crabbe y Goyle y eso es decir poco.

Algunos giran la cabeza cuando escuchan los débiles pasos de Hermione resonar por el salón. Sin embargo, en la única que Hermione repara con genuino interés es la de Bellatrix Black. La muchacha se ha quedado con la cuchara a medio camino de su boca mientras la mira y sonríe. Hermione no sabe cómo interpretar el gesto, lleva los dos últimos días creyendo que Bellatrix la mataría si se cruzaran en los pasillos para acabar con los rumores que se divulgan sobre ellas, así que esa repentina e inquietante amabilidad…

Suspira y continúa con su camino, apartando la vista de la mesa de Slytherin y de todos sus ocupantes. Llega hasta su propia mesa y se deja caer en una de las sillas de madera, alejada de sus compañeros de casa e ignorando voluntariamente a Colin Creevey.

Lo que menos quiere en ese momento es que el muchachito le tome mil fotos mientras la mira con fascinación.

No tiene hambre, pero toma una tostada de la fuente y le da un mordisco mientras mira al cielo. Aún es muy temprano para que las lechuzas hagan su ingreso, llevando el correo, así que no puede contar con leer El Profeta para distraerse.

Baja la cabeza y sus ojos viajan sin proponérselo por el Gran Comedor, deteniéndose nuevamente en la mesa de Slytherin. Encuentra a Bellatrix con una velocidad tan aterradora como el hecho de descubrir que ella también la está mirando.

Hermione le devuelve el gesto con timidez y Bellatrix le hace un sutil movimiento con la mano, mirando a las puertas de salida. Ella le está pidiendo salir del Gran Comedor y Hermione no sabe qué hacer, ¿sería una buena idea o una más de sus imprudencias? ¿Para qué la querría Bellatrix? Se hace una idea y las ganas de levantarse de la silla se deshacen, sin embargo…

Mierda. Hermione usa el uniforme escarlata y tiene grabado al noble león en la túnica. Hermione es una estudiante de Gryffindor. Hermione tiene derecho a ser imprudente.

Toma un par de tostadas de la bandeja, da un gran trago a su taza de zumo y se pone de pie. Bellatrix también lo hace y Andrómeda exhala mientras pasa los ojos de su hermana a Hermione.

Empieza a caminar hacia la salida y se detiene en el solitario vestíbulo.

—Granger —dice Bellatrix pocos segundos después, alcanzándola.

—Black —contesta Hermione con voz impasible—. ¿Qué querías?

—Feliz Navidad, Granger. ¿Recibiste mi regalo?

Hermione aprieta los labios y sus mejillas se sonrojan inevitablemente. Traga saliva y, después de unos pocos segundos de vacilación, dice:

—Debiste avisarme que lo mandarías, porque ahora creen… ahora creen que estamos saliendo.

Le sorprende descubrir que ella no está molesta; siempre ha creído que Bellatrix, la hija mayor de la más noble y antigua casa Black, encontraría de lo más humillante —por decir lo menos— que la relacionaran con una hija de muggles. Sin embargo, su actitud ahora es… desconcertante.

—Sí, escuché algo.

Las palabras de Bellatrix dan a entender que nadie ha tenido la osadía de preguntárselo directamente, a Hermione no le sorprende.

—Lógico. Todos están hablando de eso —contesta, haciendo énfasis en la última oración.

—Por supuesto, pero estoy acostumbrada a que todos hablen de mí —responde Bellatrix.

Hermione piensa que es engreída, pero como está decidida a mantener la conversación en paz, no lo dice.

—¿Y no te molesta?

Ella sonríe y se encoge de hombros.

—No es tan horrible como lo imaginé —dice Bellatrix sin perder la sonrisa— y hasta lo estoy disfrutando. Ahora hay mucha expectativa por el baile, así que… —La mira fijamente—. ¿Con quién vas? —Cada palabra es pronunciada con mucha dificultad, como si tuviera algo en la boca que la privara de hablar con normalidad. Ha perdido su confianza, aunque se esmera en fingir que está tan despreocupada como siempre.

—Lo sabrás esta noche —responde Hermione con tranquilidad.

—¿Entonces sí estás yendo con alguien? —Bellatrix se ve decepcionada, aunque Hermione se convence de que solo se lo está imaginando—. ¿Quién es?

—También lo sabrás esta noche. —Dos muchachos de Ravenclaw entran al vestíbulo y no demoran en mirarlas con los ojos desenfocados. Hermione se aclara la garganta y da un paso hacia atrás, procurando marcar distancia—. Yo… tengo que irme ahora, tengo que ver a… Nos vemos luego, ¿sí?

Le parece que Bellatrix quiere decir algo más, pero se marcha antes de que pueda pronunciar palabra alguna.

Todos se quedan sin habla cuando la ven entrar al Gran Comedor del brazo de Viktor Krum. El Gran Comedor está irreconocible, han recubierto sus muros de escarcha con destellos de plata, y cientos de guirnaldas de muérdago y hiedra cruzan el techo negro lleno de estrellas. En lugar de las habituales mesas de las casas hay un centenar de mesas pequeñas, alumbradas con farolillos, cada una con capacidad para doce personas.

Ellos se dirigen hacia una amplía mesa redonda ubicada en el extremo del salón, donde se hallan sentados todos los miembros del tribunal. Llegan a la mesa del tribunal y ellos los reciben con aplausos mientras les indican con la mirada que ocupen los asientos correspondientes.

La cena empieza y todos los presentes se concentran en sus platos y en las conversaciones emocionadas que nacen a su alrededor.

Después de una hora de dar vueltas sin parar en medio de la pista de baile, Viktor la aparta del gentío para decirle que irá a buscar algo de beber. Hermione asiente y él se marcha hasta el frente del salón.

Hermione quiere sentarse, así que observa a su alrededor y sonríe cuando encuentra a Bellatrix sentada en una mesa. No ha tenido oportunidad de saludarla en toda la noche, principalmente porque no quiere acercarse a Rodolphus, así que decide acercarse a ella.

Llega pocos segundos después y Bellatrix, percatándose de su presencia, le lanza una mirada frívola antes de clavar los ojos de vuelta en la gente que baila en el centro del salón. Hermione frunce el entrecejo mientras se pregunta qué diablos le hizo ahora el idiota de Lestrange.

—Hola —dice, sentándose a su lado.

Bellatrix no le responde, solo aprieta los labios hasta convertirlos en una fina blanca.

—¿Te sientes bien? —pregunta Hermione, girándose para mirarla fijamente.

Ella continúa rehuyéndole la mirada y Hermione suspira, comprendiendo que Bellatrix no quiere dirigirle la palabra. Hace el amago de levantarse, pero la muchacha se voltea y clava sus ojos negros en Hermione, quién se siente inmediatamente desarmada por esa mirada.

—¿Krum era tu pareja? —inquiere Bellatrix con la voz ronca. Las piezas de oro que adornan su cabello, cuello y orejas no demoran en cegar a Hermione.

—Sí… él me lo pidió.

—Te lo pidió, ¿cuándo?

Bellatrix se ve realmente enfadada y Hermione no lo comprende.

—Una noche saliendo de la biblioteca, dijo que llevaba tiempo reuniendo valor para preguntarme si quería ir con él…

—Fantástico.

También está empezando a molestarle la forma en como la trata Bellatrix. No comprende porqué está así, pero no puede permitir que libere su ira con ella.

—¿Qué te pasa?

—Si no lo sabes, no te lo voy a explicar.

—Black…

Ella la mira más ferozmente que antes y sus mejillas se pintan de rojo.

—¡Es de Durmstramg! —suelta Bellatrix, enfadada—. ¡Compite contra Hogwarts, contra mí! Tú, tú estás… ¡Seguro… seguro que quiere usarte para que le ayudes a resolver el enigma del huevo!

Se queda boquiabierta.

—¡Él no me ha pedido nada de eso!

—¡Pero seguro que lo intentará pronto, sabe que eres brillante y te usará para ganar el maldito torneo!

Su mano tiembla. Tiene ganas de pegarle una bofetada a Bellatrix.

—¡Él no me ha pedido nada de eso! —repite, furiosa. Nota que algunos las miran con interés y murmuran en su dirección, pero no le importa en lo absoluto. Bellatrix continúa mirándola con fiereza—. ¡Y si lo hiciera, no lo ayudaría! ¡Aunque no me lo creas y aunque no te lo merezcas, yo quiero que el torneo lo ganes tú!

Las dos se han levantado de sus asientos sin pensarlo y a pesar de que Hermione está usando tacos altos, Bellatrix sigue sacándole varios centímetros de diferencia.

La mandíbula de Bellatrix se tensa y Hermione se pregunta si no haría bien en sacar la varita antes de que las cosas pasen a mayores.

—No puedo creer que de todas las personas… decidieras venir con Krum…

La comprensión la alcanza de repente y comprende al fin porque Bellatrix está tan enfadada, el porqué de sus preguntas y su vacilación constante cuando el tema del baile salía a relucir. Llena a sus pulmones de aire y da un tentativo paso al frente, los murmullos se duplican y oye pasos acercarse, pero Hermione ya no puede preocuparse por eso.

—Pues si no te gusta, si lo odias tanto… podrías ser más valiente para la próxima e invitarme antes que ningún otro.

Los hombros de Bellatrix caen, sus ojos le rehúyen y su rostro se pinta de un rojo mucho más intenso. Ella abre la boca para replicar, pero sus labios no consiguen crear más que balbuceos sin sentido.

Está echando chispas, pero la conmoción de Bellatrix ha extendido un satisfactorio sentimiento por su cuerpo, haciéndola sentir más alta de lo que en realidad es.

Y Bellatrix vuelve a mirarla y Hermione tiene el presentimiento de que va a maldecirla, pero antes de que pudiera poner un dedo sobre su varita… Bellatrix se da la vuelta y se aleja dando grandes zancadas, apartando sin ceremonias a todo el que se interpone en su camino.

Ve que Andrómeda se separa de un muchacho rubio y va tras su hermana. Andrómeda consigue tomarla del brazo, pero no logra que Bellatrix se detenga. Las dos desaparecen por las puertas del Gran Comedor ante la atenta mirada de todos los presentes.