Parte cinco.
Bellatrix no le dirige la palabra desde el baile de Navidad.
La ignora en clases, ya no se sienta junto a ella en la biblioteca y finge que no existe cuando se cruzan por los pasillos del colegio. A Hermione le irrita su actitud inmadura, pero no piensa hacer nada al respecto porque sabe que no tiene la culpa. Bellatrix le dio razones para estar molesta y estallar a mitad de la fiesta, así que no puede quejarse de nada.
Lamentablemente, su discusión fue presenciada por la mitad del colegio y eso dio pie a que se crearan los chismes más extravagantes. Si Hermione pensó que los rumores se acabarían después del baile, cuando todos descubrieran la verdad, estaba completamente equivocada: ahora son mucho peores y la persiguen hacia dónde quiera que va. Ni siquiera puede ir a los baños tranquila porque siempre hay un grupo de chicas que le preguntan sobre su supuesta relación con Bellatrix Black.
Está cansada de explicar que es un malentendido porque nadie —a excepción de sus amigos— la escucha. Está harta y solo quiere que todo se detenga, que consigan algo nuevo en lo que entretenerse, pero sus ruegos no dan frutos. Solo espera que la segunda prueba del torneo llegue pronto para que todos concentren su atención en la competencia y la dejen en paz.
—Se van a aburrir pronto —le dice Ginny dos semanas después del baile, cuando entran en el vestíbulo del colegio y todas las miradas se detienen en ellas.
Malfoy y sus dos compinches las adelantan y luego él mira a Hermione por encima del hombro, tiene un brillo malvado en sus ojos que conserva mientras susurra algo —sin duda desagradable— a Crabbe y Goyle. Los tres entran riéndose a carcajadas al Gran Comedor.
—No les hagas caso —dice Ginny, tomándola delicadamente por el brazo y llevándola hacia la mesa de Gryffindor.
Hermione suspira mientras deja que su amiga la conduzca a sus lugares. Camina con la cabeza gacha en un intento por ignorar las miradas curiosas, pero no puede hacer nada para dejar de oír los cuchicheos desvergonzados que resuenan por todo el Gran Comedor.
Se sienta en la larga mesa y toma una tostada sin muchos ánimos. No tiene ni un poco de hambre, pero es consciente de que sería irresponsable de su parte dejarse morir por inanición. Suspira con resignación y le da un gran mordisco a la tostada.
…
El tiempo pasa con tortuosa lentitud, dando la impresión de que cada día es interminable. Ya no soporta esa situación y quiere ponerle fin, pero no sabe cómo y eso la frustra y la enfurece a niveles inimaginables. Está tan irritable que sus amigos tienen que tratarla con mucho cuidado para no hacerla estallar.
A Bellatrix, por otro lado, no parecen afectarle los comentarios que se cuecen sobre ella. En realidad, da la impresión de que a Bellatrix no le importan los rumores, aunque, de todas formas, Hermione ha notado que todos mantienen un respetuoso silencio cada vez que la ven acercarse. Hermione la envidia, le gustaría que le temieran para que así también se resistieran de cuchichear cuando está cerca.
Sin embargo, no puede ignorar que Bellatrix se ve un poco angustiada. Ha perdido su actitud arrogante y ya no camina por el colegio con su altivez característica, se ve desesperada y un poco enferma. Tiene profundas ojeras bajo los ojos y está más pálida que de costumbre.
Y Hermione sabe que no debe alegrarse por eso, pero, después de casi dos semanas, cuando el aspecto enfermizo de Bellatrix ya no puede ser pasado por alto, los temas de conversación de los pasillos se centran únicamente en ella. Ahora todos hablan sobre Bellatrix, pero ya no alaban su actuación en la primera prueba, si no se preguntan con preocupación si todavía estará en condiciones de seguir compitiendo.
—Dicen que puede haber contraído viruela de dragón —susurra Harry en tono confidencial después de que Bellatrix pasara por su lado dando grandes zancadas.
—No puede ser, la viruela de dragón es muy contagiosa, no la dejarían ir a clases si de verdad estuviera enferma. Además, sabríamos si verdad tuviera viruela de dragón —responde Ron con tranquilidad.
—¿Por qué?
Ron hace una mueca.
—La piel se pone verde y la cara se llena de granos. Es desagradable, sobre todo la parte en la que empiezas a echar chispas cada vez que estornudas.
Hermione observa a la silueta de Bellatrix desaparecer tras el hueco de la puerta que los lleva al vestíbulo.
—Y tampoco hay vacunas —murmura Hermione distraídamente. Ron la mira sin comprender y Hermione se apresura a decir—: Cosas de la medicina muggle para prevenir enfermedades; te pinchan con una aguja en el hombro y estás mágicamente inmunizado. Sería útil que los sanadores empezaran a estudiarlas.
Ron parece aterrado con la idea y Harry se ríe en voz baja, aunque la alegría se acaba en cuestión de segundos.
—¿Creen que pueda competir en el torneo?
—Tiene que poder, se ha metido en eso voluntariamente —masculla Hermione con un dejo de amargura, acaba de recordar cuan enfadada está con ella.
Harry parece lamentar haber abierto la boca y Ron mira a propósito a otro lado. La conversación muere en ese instante.
…
El 24 de febrero, el día de la segunda prueba, se acerca cada vez más, encendiendo el entusiasmo y reanimando la rivalidad en el castillo. Y todos están emocionados por ver a los campeones lidiar con un nuevo y peligroso obstáculo en el torneo, todos excepto Bellatrix.
Se ve mucho peor ahora, como si fuera a desmayarse en cualquier momento, y Hermione está tan preocupada que se plantea seriamente en romper la barrera invisible que hay entre ellas. Quiere hablarle, preguntarle que le pasa, saber si hay algo que pueda hacer para ayudarla, pero antes de que pueda pronunciar su nombre, recuerda las palabras que le dijo la noche de la fiesta y se contiene. Calla y aparta la mirada, intentando convencerse de que lo que pasa con Bellatrix no es asunto suyo.
Pero su resolución vacila cada vez que la ve y no entiende por qué. No eran amigas, nunca lo fueron, así que no consigue comprender por qué se preocupa tanto por ella. Suspira y…
—Granger.
Casi deja caer los libros que tiene en la mano al escuchar esa voz. Se serena en su lugar y busca con la mirada a quién la llamó. Sus ojos no demoran en detenerse en Pansy Parkinson y Blaise Zabini. Ellos la miran con altivez y Hermione endurece el gesto, decidida a no dejarse intimidar.
—¿Qué? —pregunta.
Es la hora del almuerzo y el vestíbulo está lleno de estudiantes que caminan hacia el Gran Comedor. Todos ellos los miran, expectantes, como si estuvieran a punto de presenciar una prometedora pelea.
—¿Terminaste con tu novia en San Valentín?
Hermione rueda los ojos, cansada, y Pansy se ríe. Entonces, la muchacha toma a Zabini por el brazo y los dos se preparan para irse —para desilusión del público—, pero Pansy se detiene en el último instante y vuelve a mirarla.
—Está en el lago, me parece que quiere ahogarse. ¿En serio fuiste tan cruel de terminar con ella hoy?
Pansy y Blaise se alejan con sonrisas idénticas en el rostro y Hermione se queda en su lugar. Supone que debe seguir su camino al Gran Comedor para no parecer una estúpida que se ha quedado plantada en medio del vestíbulo, pero se le ha quitado el hambre como por arte de magia.
Bellatrix está en el lago. ¿Por qué está Bellatrix en el lago y no en el Gran Comedor, como el resto del colegio? Piensa, aunque no en la respuesta a esa pregunta, si no en la idea que ha creado su mente y que cada vez la convence más. Piensa, suspira, maldice y se da media vuelta.
Guarda los libros en el bolso mientras camina a toda velocidad a la puerta de salida, recibiendo varias miradas curiosas con cada paso que da. Pero no le importa, no le podría importar menos. El único pensamiento en su mente es ir tras Bellatrix, aunque no sabe que hará una vez que esté con ella.
Abandona del castillo y se dirige hacia el lago. Hay varias parejas de estudiantes repartidas en los terrenos del colegio y Hermione no está sorprendida en lo absoluto. Es San Valentín y, aunque el colegio no ha preparado ninguna celebración, cena o fiesta a pesar de la festividad, los alumnos han decidido aprovechar el día para profesarse su amor.
Está parada en la orilla del lago pocos segundos después y busca a Bellatrix con la mirada. Sus ojos no demoran en encontrarla sentada bajo uno de los enormes arboles que bordean el lago. Bellatrix tiene las piernas extendidas en el suelo y la mirada perdida al frente, el huevo dorado descansa en el pasto, a su lado.
Hermione respira profundo para armarse de valor y camina silenciosamente hacia ella.
—Black —dice cuando está a un escaso metro de distancia, en un tono suficientemente alto para ser escuchada con claridad. Bellatrix da un respingo y voltea la cabeza con tanta brusquedad que Hermione piensa que se ha hecho daño en el cuello.
—Granger —responde Bellatrix después de unos segundos, frunciendo el ceño mientras sus ojos la examinan con avidez—. ¿Qué haces aquí?
Se acerca más hacia Bellatrix y ella recoge sus piernas, pero no se levanta. Hermione lo toma como una señal de que puede sentarse.
Piensa un momento antes de responder. Duda que a Bellatrix le agrade escuchar lo que Pansy le dijo, así que busca una excusa creíble.
—Quería hablar contigo. —No es exactamente una mentira, aunque no está muy feliz de admitirlo en voz alta.
Los ojos de Bellatrix se abren de sorpresa y su expresión se relaja un poco. Ahora que la muchacha no está enfurruñada y no le esquiva la mirada, Hermione nota con mayor claridad su aspecto demacrado. Da la impresión de que no ha dormido bien y que tampoco ha tenido una comida decente en días.
Bellatrix no responde, Hermione lo agradece.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta Hermione, aunque tiene una vaga idea de cuál será su respuesta.
Bellatrix suspira con desanimo.
—Se supone que no tengo que hablar de eso.
—Adivinaré. ¿Ya sabes cuál será el reto en la segunda prueba?
Comprueba que sus sospechas son acertadas en el momento que ve como los hombros de Bellatrix caen.
—¿Es tan complicado?
—Averígualo por ti misma. —Bellatrix toma el huevo dorado y se lo entrega a Hermione, que lo sostiene con cuidado entre sus manos.
Hermione examina el huevo con cuidado, buscando runas o cualquier pista que la ayude a resolver el acertijo. Se siente tentada a tomar su varita e intentar con algunos hechizos reveladores, pero Bellatrix la detiene antes de que pudiera meter la mano en su túnica.
—Ábrelo —le dice, señalando las bisagras que hay encima del huevo.
Hermione no lo piensa dos veces; hunde las uñas en las ranuras y tira de ellas.
El huevo está hueco y completamente vacío. Pero, cuando Hermione lo abre, el más horrible de los ruidos, una especie de lamento chirriante y estrepitoso, golpea sus oídos. Suelta el huevo y se cubre las orejas; el huevo rueda por el suelo y Bellatrix se apresura a cerrarlo.
—¿Qué es eso?
—Probablemente el sonido de alguien que está experimentando una muerte lenta y dolorosa —responde Bellatrix mientras pone el huevo dorado a un lado—. Lo he estado pensando y quizá se trate de la maldición cruciatus, me parece lo más sensato.
—No seas idiota, es ilegal —dice Hermione en un arranque. Bellatrix eleva las cejas y Hermione se arrepiente de inmediato de sus palabras, no ha querido insultarla, pero simplemente se encuentra tan aturdida que le es imposible pensar en las cosas antes de decirlas.
—¿Para qué viniste, Granger? —pregunta Bellatrix por segunda vez, aunque con mucha más hostilidad que antes.
De hecho, su tono es muy parecido al que usó en el baile de Navidad, así que Hermione no puede evitar enfadarse un poco. Sin embargo, se recuerda que tiene que mantener las cosas en paz, aunque Bellatrix no quiera poner de su parte.
Ahora sabe lo que la tiene tan angustiada: faltan menos de diez días para la segunda prueba y a pesar de que han pasado más de dos meses, ella no ha hecho ningún avance con el enigma del huevo. Está claro que Bellatrix está desesperada y aterrada de que llegue el día y no tenga idea de qué hacer. Hermione solo puede imaginar la presión que carga sobre sus hombros.
Suspira.
—Estaba preocupada.
—¿Preocupada?
—Por el prestigio del colegio —se apresura a añadir Hermione. Bellatrix bufa—. Ya te había dicho que no puedes dejar el nombre de Hogwarts por los suelos haciendo otro espectáculo, así que…
A juzgar por la forma en la que Bellatrix le esquiva la mirada, Hermione juzga que ha comprendido a lo que se refería. No quiere tocar directamente el tema del baile —porque voluntariamente decidió que no iba a pensar demasiado en ello—, pero espera una disculpa de todas formas. Por supuesto, lo correcto habría sido que Bellatrix la buscara para ofrecérsela, pero…
No tiene un pero. Dejó que su orgullo y buen juicio fueran nublados por la preocupación, pero sorprendentemente no está muy arrepentida por eso.
—Claro… Supongo que te debo una disculpa…
—¿Supones?
—Sé que te debo una disculpa —se corrige Bellatrix—. Lo siento, ¿está bien?
No es lo que Hermione esperaba, pero supone que, viniendo de Bellatrix, es un gran gesto.
Bellatrix se ha puesto colorada y Hermione decide de inmediato que es mejor cambiar de tema. No quiere pensar demasiado en lo que pasó esa noche y mucho menos en los motivos reales tras la actitud de Bellatrix; así como tampoco quiere pensar en lo que dijo, dando a entender que, si Bellatrix le hubiera pedido ir al baile antes que Viktor, ella habría aceptado enseguida.
Agradece que Bellatrix se esmere en no mirarla porque puede sentir al sonrojo escocerle las mejillas.
—¿A qué te recuerda este sonido? —pregunta Hermione.
—A alguien a quién están matando —responde Bellatrix con la vista clavada en el extenso lago—, pero no consigo encontrar una manera suficientemente cruel para hacer sufrir a alguien de esa forma. La maldición cruciatus era una opción, pero es ilegal. Entonces… he pensado que podría ser una banshee, pero no me convence demasiado. ¿Y tú tienes alguna idea en mente?
Ha oído antes un sonido semejante, pero no cree que tanga nada que ver con el Torneo de los Tres Magos.
—Sí —dice Hermione y el rostro de Bellatrix se ilumina—, en el cumpleaños de muerte de Nick Casi Decapitado, él invitó a Harry, Ron y a mí. Había una orquesta fantasma que tocaba sierras musicales, fue espantoso.
—Lo imagino —resopla Bellatrix, desanimada—. Supongo que para la segunda prueba tendré que robarle el instrumento a alguno de esos… o sobrevivir a diez de sus canciones. No creo que se haya hecho antes… Están siendo bastante innovadores este año, ¿no lo crees?
Pero Hermione no la está escuchando. Su mirada se encuentra fija en el lago, contemplando absorta el agua oscura mientras recuerda el cuadro de una criatura bastante llamativa a la que le gusta pavonearse. Tiene una idea en la cabeza, sin embargo…
—Tengo que comprobar algo —dice Hermione, levantándose abruptamente.
—¿Qué? ¿Qué cosa?
—Se me ocurrió algo, tengo que comprobarlo. Me voy a la biblioteca. —Toma su bolso y se lo cuelga en uno de sus hombros, Bellatrix continúa mirándola con extrañeza—. ¿Conoces el baño de prefectos del quinto piso? Es la cuarta puerta a la izquierda de esa estatua de Boris el Desconcertado. La contraseña es «Frescura de pino». ¿Crees que puedas arreglártelas para ir esta noche? A las nueve, lleva el huevo contigo. ¿Crees que puedes hacerlo?
Bellatrix asiente con lentitud y Hermione le sonríe antes de caminar hacia el castillo a toda velocidad.
…
Le pidió prestada la capa invisible a Harry, así como también el Mapa del Merodeador. Por supuesto, su amigo hizo muchas preguntas al respecto, pero afortunadamente no se resistió a entregarle sus valiosísimas posesiones. Hermione siempre ha desaprobado esos objetos porque fueron creados para romper las reglas —cosa que James, Sirius, Peter y Remus, muy para su pesar, han aceptado—, pero debe admitir que son muy útiles en ocasiones como esa.
Consulta su reloj de pulsera y se da cuenta que aún tiene quince minutos de ventaja. Es una suerte que no tenga que hacer guardia por los pasillos esa noche, no le gusta la idea de mentirle a la profesora McGonagall para saltarse sus responsabilidades de prefecta. «Aunque, de todas formas —piensa mientras comprueba el mapa para asegurarse de que el quinto piso está vacío—, McGonagall no estaría muy feliz si la descubriera en ese momento».
A Hermione le resulta increíble que su deseo por ayudar a Bellatrix la empuje a romper algo tan sagrado para ella como lo son las reglas del colegio. Solo espera no estar equivocada con sus suposiciones.
Llega a la puerta del baño de prefectos y susurra la contraseña. La puerta se abre al escuchar su voz y Hermione se apresura a entrar en el hueco. Pone el cerrojo y, cuando se prepara a quitarse la capa, se da cuenta que alguien adentro, apuntándola con una varita.
Bellatrix parece que se pondrá a maldecirla en cualquier momento.
—Soy yo, soy yo —dice Hermione mientras deja caer la capa invisible.
La expresión horrorizada de Bellatrix se desvanece al tiempo que baja la varita. Hermione se lleva una fuerte impresión al comprobar que está en ropa interior.
—¿Por qué…? —Es complicado para Hermione pronunciar una oración decente cuando sus mejillas arden como si estuvieran siendo quemadas por hierro al rojo vivo—. ¿Por qué estás…? ¡Ponte algo de ropa, una toalla o cualquier cosa! ¿Y por qué no pusiste el cerrojo? ¡Alguien más podría haber entrado!
Parece que Bellatrix apenas ha caído en eso, porque su rostro se pone colorado mientras mantiene los labios fuertemente apretados. Después de darle una rápida mirada, Bellatrix deja la varita junto al huevo dorado, en el borde de la enorme tina, y vuelve a sumergirse en el agua.
—¡Deberías tener más cuidado la próxima vez!
—Oh… ¿Eso significa que puedo usar este baño cuando me plazca, me darás ese permiso? —pregunta Bellatrix, sonriendo de forma ladina.
Es su turno de quedarse callada. Toma la capa y se mete el mapa en la túnica mientras se acerca hacia la piscina. Bellatrix no le quita los ojos de encima en ningún momento.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Bellatrix lo piensa por unos segundos antes de responder.
—Treinta minutos.
Hermione eleva las cejas, impresionada. La puntualidad no es la mejor cualidad de Bellatrix.
—Creo que vale la pena hacerse prefecto —murmura Bellatrix agitando los brazos bajo el agua llena de burbujas—. Esto me recuerda un poco a casa. Cissy estaría encantada de venir aquí, siempre está quejándose de lo ridículamente corrientes que son las bañeras del colegio —añade, imitando la expresión enfurruñada de su hermana menor. Hermione no puede evitar sonreír—. De todas formas, Granger… ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué tiene que ver esto con el huevo?
—Se me ocurrió algo —empieza Hermione, quitándose la túnica y dejándola al lado del uniforme de Bellatrix. Los vapores que exhuma la tina y las burbujas de colores son demasiado tentadoras como para pensar en resistirse a meterse al agua—. Se me ocurrió algo, fui a comprobarlo en la biblioteca y creo que tengo la razón, pero eso solo lo sabremos…
—¿Qué cosa?
—Creo que no es el sonido de las sierras musicales lo que sale del huevo, es un idioma —continúa Hermione mientras deja caer la falda al suelo. Sus manos viajan hasta los botones de su camisa—. Es sirenio. La descripción de los libros me recuerda mucho a lo que oí cuando abrí el huevo.
—¿Y cómo vamos…?
—Abriendo el huevo debajo del agua. —Dobla su camisa sin ningún cuidado y la deposita junto al resto. Luego, y con las mejillas ardiendo, se mete lentamente en la tina. Bellatrix no deja de mirarla.
—¿Y sabremos lo que dice cuando abramos el huevo bajo el agua?
—Estoy casi segura.
—Espero que tengas razón, Granger.
Hermione traga saliva.
—Yo también.
Bellatrix asiente con lentitud y luego pasa demasiado cerca de Hermione, rozando sus extremidades bajo el agua. Pero son apenas unos segundos y ellas están alejadas de nuevo.
Hermione se gira, buscando —anhelando— a Bellatrix, y la encuentra en el borde de la tina, sosteniendo el huevo dorado con ambas manos. Sus miradas se encuentran.
Segundos después, ambas están cara a cara, con el agua casi cubriéndoles los hombros. Hermione asiente sin pensar y Bellatrix aprieta los labios antes de sumergir el huevo y jalar las bisagras.
No se oyen los alaridos de dolor, si no una especie de canto muy bajo compuesto por gorgoritos. Sin embargo, son incapaces de apreciar las palabras.
—Creo que… tenemos que meternos también —indica Hermione.
—Bien.
Se lanzan una última mirada fugaz antes de tomar aire y sumergirse bajo el agua.
Es entonces cuando oyen un coro de voces misteriosas que cantan desde el huevo abierto:
Donde nuestras voces suenan, ven a buscarnos, que sobre la tierra no se oyen nuestros cantos.
Y estas palabras medita mientras tanto, pues son importantes, ¡no sabes cuánto!: Nos hemos llevado lo que más valoras, y para encontrarlo tienes una hora.
Pasado este tiempo ¡negras perspectivas! demasiado tarde, ya no habrá salida.
Se impulsaron hacia arriba, rompiendo la superficie de espuma y apartándose el cabello mojado de la cara.
—¿Lo has oído? —pregunta Hermione.
—Sí… «Donde nuestras voces suenan, ven a buscarnos…» No sé si me convencen… Espera, quiero escuchar de nuevo. —Y Bellatrix vuelve a sumergirse.
Hermione la imita y repiten ese procedimiento tres veces para memorizar la canción. Luego, se quedan un rato flotando en sus lugares, pensando en silencio.
—El lago negro —susurra Bellatrix después de un tiempo. Hermione asiente, es lo mismo en lo que está pensando—. ¿Hay sirenas en el lago negro?
—Sirenas, tritones, gridylows y el calamar gigante —responde, recordando la información que leyó en Historia de Hogwarts.
—Genial —dice Bellatrix, aunque Hermione puede ver en su rostro que la idea no le fascina en lo absoluto—. Entonces en eso consiste la segunda prueba: tengo que bajar al lago negro y… «recuperar lo que más valoras» de las sirenas. ¿Qué diablos significa eso?
—Me parece que te quitarán algo y lo llevarán hasta el fondo del lago, donde las sirenas, para que vayas a recuperarlo.
Ella arruga la nariz.
—Estupendo. ¿Tienes alguna idea (un hechizo, poción, lo que sea) que me ayude a aguantar la respiración por una hora antes de que esos peces atontados se queden con mi posesión más valiosa?
—No son peces atontados, son sirenas. Te aconsejaría que cuides tu lenguaje o ellos podrían traspasarte con sus tridentes, no me parece que sean muy amables contigo si los insultas de esa forma.
—No estaba pidiendo lecciones de modales, Granger.
Hermione suspira. A veces, es imposible tratar con Bellatrix.
Aunque no puede evitar notar que hay una nota de pánico colándose por su voz, como si tuviera miedo por la segunda prueba. Eso explicaría porque parece tan desesperada en discutir los posibles medios que podría utilizar para respirar bajo el agua por una hora.
Lamentablemente, Hermione no tiene una respuesta para su pregunta.
—No se me ocurre nada —admite—, pero supongo que debe haber una manera… solo… tenemos que encontrarla. Debe haber algo útil en la biblioteca.
—Me parece que la improvisación no me servirá esta vez.
—¿El vuelo con el dragón fue una improvisación?
Bellatrix frunce el ceño.
—¡Por supuesto, y fue espectacular! —exclama ella, emocionada—. Cuando Bagman nos dijo que la primera prueba eran dragones, me sentía perdida. Los dragones son bestias muy duras a las que la magia no le afecta por sus escamas, ¿qué podía hacer? No se me ocurría nada y el tiempo iba pasando hasta que me llegó el momento de salir (tampoco fue placentero quedarme en la tienda escuchando a Bagman narrar como los dragones intentaban matar a Krum y Delacour). Y cuando salí y vi a mi dragón y sus enormes alas… no sé, solo se me ocurrió que querría poder volar para largarme de allí. La inspiración llegó después de eso.
Hermione tiene que admitir que está impresionada por su rápido actuar y capacidad de mantener la compostura. Ella, en su lugar, estando cara a cara con el dragón, probablemente se hubiera rendido al torneo.
—Genial —dice, asintiendo lentamente con la cabeza—, pero tenemos que pensar en algo. No creo que el encantamiento convocador te sea útil en esta ocasión, los organizadores se deben haber encargado de eso.
Bellatrix gruñe para mostrarse de acuerdo.
—Entonces debemos encontrar una manera, algún otro hechizo que te sea de ayuda…
Se quedan calladas, pensando mientras las burbujas explotan a su alrededor.
Después de un rato de silenciosa reflexión, que no arrojó ningún resultado positivo, Hermione dice:
—¿Podrías hacerte animaga?
—Oh, no. Ni lo pienses.
—¿Por qué no? Me parece un plan excelente —miente Hermione—, inténtalo y a lo mejor acabas convirtiéndote en rana…
—¡No soy una rana! —la corta Bellatrix, airada. Sus mejillas se han pintado de rojo, lo que a Hermione le resulta adorable, aunque no va a admitirlo en voz alta.
—¿No? ¿Cómo lo sabes?
Bellatrix bufa, se cruza de brazos y se queda en completo silencio. Hermione siente un extraño cosquilleo en el estómago cuando sus ojos traicioneros se detienen en las clavículas de Bellatrix.
—Bueno, estoy en blanco —dice mientras aparta la mirada—, pero sé que podremos encontrar algo en la biblioteca.
—Faltan diez días para la segunda prueba.
—Tenemos que empezar cuanto antes —resuelve Hermione.
—¿Tenemos?
—Quiero ayudarte, pero si no quieres…
—Creo que estaríamos rompiendo un par de reglas del torneo y haciendo trampa —suelta Bellatrix—, pero también estoy segura de que Krum y Delacour están recibiendo mucha ayuda de Karkarov y Maxime, ellos quieren demostrar que son mejores que Dumbledore. Entonces está bien, Granger, pero mantengamos esto en secreto. No dudo que me penalicen y te castiguen si descubren que me estás ayudando.
Hermione asiente.
—Tienes razón. Tenemos que tener mucho cuidado.
…
Hermione y Bellatrix pasan cada hora libre en un rincón apartado y medio escondido de la biblioteca, sentadas en una mesa repleta de pilas y pilas de libros. Son libros de Encantamientos, Transformaciones, Pociones e incluso hurgando ejemplares del tipo de Magia disparatada para magos disparatados, o en Los espantosos moradores de las profundidades y mucho menos en Poderes que no sabías que tenías y lo que puedes hacer con ellos ahora que te has enterado.
El tiempo avanza y la emoción por la segunda prueba llega consigo. Bellatrix se pone cada vez más nerviosa y angustiada, y a Hermione le asusta el no encontrar nada en la biblioteca. Para ella, los libros siempre han sido su mejor fuente de conocimiento, los objetos donde puede encontrar las respuestas a todas sus preguntas; pero se está llevando una decepción impresionante al ver que no está haciendo ningún tipo de avance.
—Creo que es imposible —dice Bellatrix el sábado por la noche, cuando todos los alumnos se preparan para abandonar la biblioteca, siendo observados por la señora Pince—, creo que no hay manera de aguantar la respiración por una hora… El lunes solo tengo que bajar y decirles a todos que no puedo…
—Te vas a convertir en el hazmerreír del colegio —murmura Hermione mientras guarda algunos libros pesados en su mochila. Luego, levanta la cabeza y mira a Bellatrix—. Volvamos mañana. Te veo aquí después del desayuno, ¿está bien?
—Faltan menos de dos días, Granger, no creo que consigamos nada.
—Esas no son las palabras que esperaría escuchar de la mujer que me aseguró que me golpearía con la copa del Torneo de los Tres Magos. ¿Dónde se fue toda tu confianza, Black? ¿No que ibas a barrer el suelo con Krum y Delacour? No te puedes dar por vencida, la vergüenza… las burlas que aguantaría el colegio si te echas atrás justo ahora… Nadie te lo perdonaría y tampoco te dejarían olvidarlo jamás, te lo juro. El torneo es famoso, tu familia es famosa hasta en el extranjero; a ellos no les va a gustar que te rindas.
Espera que Bellatrix se reanime con sus palabras, pero ella mantiene los hombros caídos y la expresión deprimida.
—Todavía puedo bajar y pedirles a esos atontados que me devuelvan lo que me robaron —farfulla Bellatrix después de unos segundos de incómodo silencio.
Hermione suspira.
—Te vas a ver muy estúpida gritándole insultos al lago.
—¿Tienes alguna otra idea?
Se pone de pie y se cuelga las tiras del bolso por los hombros. Le hace una seña a Bellatrix para que también se levante; la señora Pince no deja de mirarlas con los ojos entrecerrados.
—Regresar mañana —dice con calma— y continuar con esto. Vamos a encontrar algo, ¿bien? Solo ten… solo ten un poco de confianza. Lo resolveremos. Yo tampoco quiero que Hogwarts se convierta en la burla del continente. —Y tampoco quiere que los pasillos hiervan en insultos dirigidos hacia Bellatrix, pero no lo dice en voz alta.
Bellatrix se levanta con aire deprimido y toma algunos otros libros de la mesa.
—Bien —masculla la muchacha.
…
Tiene la nariz metida en un libro antiguo y bastante macabro. Escanea sus páginas amarillas en busca de la respuesta que lleva días buscando con desesperación, pero lo único que encuentra es una descripción bastante detallada de un encantamiento desagradable que le revuelve las tripas. Lo cierra de golpe y luego lo deja en una de las pilas.
—Tengo hambre —murmura Bellatrix, mirando a Hermione directamente a los ojos—. Deja eso y vamos a cenar.
—Van a cerrar la biblioteca en unas horas, no creo que debamos…
—Son las cinco, Granger, y el toque de queda empieza a las nueve, Todavía tenemos mucho tiempo, aunque yo no tengo ninguna esperanza —añade Bellatrix, abatida.
—Tenemos que seguir buscando…
—No vamos a encontrar nada.
—Mira, tenemos que se…
Bellatrix se levanta.
—Me rindo —dice ella—, no vamos a encontrar nada. Ahora, te pido que me disculpes y me permitas que me vaya de aquí para encerrarme en mi habitación por el resto del año…
Y da media vuelta, sortea las mesas e ignora las miradas emocionadas de los pocos alumnos que están allí, y va hacia la puerta. Hermione se apresura a ir tras ella, llamando mucho la atención de los estudiantes quienes de inmediato se ponen a cuchichear.
—¡Black! —llama cuando está fuera de la biblioteca. Bellatrix, bastantes metros más adelante, se vuelve a regañadientes.
—¡Me rindo!
—¡Es muy pronto, todavía podemos…!
—¡Ni hablar, no quiero saber nada! ¡No vamos a conseguir nada, es una total pérdida de tiempo y yo elijo terminar con esa tontería aquí y ahora!
Hermione agradece que el pasillo esté vacío, sabe que la conversación que están teniendo puede ser fácilmente malinterpretada.
—¡Black!
Bellatrix no se da la vuelta esa vez.
—Me voy.
Hermione la sigue de cerca e intenta convencerla de regresar a sus investigaciones, pero Bellatrix es implacable.
Empieza a pensar que todo es una pérdida de tiempo y que lo mejor es rendirse de una vez y resignarse a presenciar la humillación a Hogwarts en primera fila el día siguiente…
Y llegan al vestíbulo y Neville Longbottom asoma por una de las puertas aledañas. Él les da una rápida mirada y luego gira la cabeza, y es entonces cuando Hermione, desesperada, lo llama.
Bellatrix observa horrorizada como Neville —con expresión confundida— se acerca hacia ellas. Las dos se quedan plantadas en medio del vacío vestíbulo.
—Hola, Hermione —dice él y luego sonríe fugazmente a Bellatrix—. ¿Qué pasa?
—Tengo una pregunta y creo que tú podrías ayudarme —responde Hermione con rapidez mientras se encomienda a todo el que esté arriba y pueda escucharla, está completamente desesperada. Neville asiente lentamente—. ¿Tienes idea de cómo…? ¿Se te ocurre alguna manera con la que alguien pueda respirar bajo el agua?
Para su entera sorpresa, el rostro de Neville se ilumina. Él sabe.
—Branquialgas —contesta Neville—. Te salen agallas y membranas cuando te las comes, con eso puedes respirar bajo el agua por al menos una hora. Son muy útiles. ¿Por qué…?
Pero no termina de hablar porque Hermione toma su mano y la estrecha efusivamente.
—Gracias, Neville, muchas gracias.
El muchacho se queda de un palmo mientras la observa alejarse de allí, tirando de una Bellatrix bastante pálida por el brazo.
Se meten en una puerta adyacente al vestíbulo, la misma que las conduce a las oscuras mazmorras. Hermione no puede contener más su sorpresa y, después de asegurarse que no hay nadie cerca, suelta:
—¡Branquialgas! ¿Por qué no se me ocurrió antes?
Bellatrix se encoge de hombros.
—Tampoco se me ocurrió.
Se siente estúpida por haber desperdiciado tanto tiempo cuando la respuesta siempre fue tan simple. Suspira para tranquilizarse.
—Ya está, ahora… ¿cómo la conseguimos?
—Estoy segura de que Snape tiene un poco en su armario privado —responde Bellatrix.
—Pero él debe saber en que consiste la segunda prueba y no puede arriesgarse a ser atrapado ayudándote, así que…
—Podríamos robársela.
—¡No vamos a robarle a Snape!
—¿No? Yo me siento capaz de hacer cualquier cosa —murmura Bellatrix, dando una rápida mirada al pasillo oscuro y vacío—. Escucha, él debe estar cenando junto al resto de profesores, así que su despacho debe estar solo…
—Es muy optimista de tu parte el pensar que Snape dejaría su despacho desprotegido. Estoy segura de que tiene miles de maleficios para defenderla de intrusos y ladrones… y no quiero que me expulsen, sinceramente. Tenemos que pensar en otra forma de conseguir las branquialgas, porque yo quiero ayudarte, pero no voy a robarle a un profesor.
Bellatrix se pasa los siguientes cinco minutos convenciéndola de que es la única manera, pero Hermione se mantiene impasible y Bellatrix tiene que ceder después de un rato.
—Si hacemos el pedido ahora, tal vez te estaría llegando mañana a la hora del desayuno… —murmura Hermione, pensativa. Se está exprimiendo el cerebro en busca de maneras de hacerse con un puñado de branquialgas.
Para su sorpresa, Bellatrix agita la cabeza hacia los costados.
—Enviaré una carta a casa —dice ella—. Estoy segura de que papá se las arreglará para conseguir las branquialgas y si le digo que es urgente… Sí, es seguro que las tenga para mañana.
—Perfecto, hazlo ahora. Te acompaño a la lechuceria.
Habla sin pensar, así que espera que Bellatrix se niegue y la deje atrás. Sin embargo, la muchacha asiente mientras la mira.
—Vamos.
Van a toda velocidad hacia la lechuceria, corriendo por los pasillos y moviendo las piernas con impaciencia mientras subían por las escaleras movibles. Las dos están bastante agitadas cuando llegan a su destino.
Bellatrix sostiene en su mano un pedazo de pergamino y una pluma que Hermione le prestó, ha estado escribiendo sobre el papel durante todo el camino y, a juzgar por su expresión satisfecha, parece que al fin ha terminado su carta.
Entran a la lechuceria y las recibe el salón lleno de paja, excrementos y esqueletos de ratones. Bellatrix arruga la nariz con desagrado, pero sorprendentemente no hace ningún comentario al respecto. Buscan por unos segundos por los alrededores —aunque Hermione no tiene idea de qué ni a quién está buscando— y, pasados unos segundos, Bellatrix da un pequeño grito de alegría.
Un búho pardo va volando hacia ella y se posiciona en su brazo extendido, como si se tratara de una percha. Bellatrix le acaricia la cabeza con la mano en la que sostiene la carta.
—Es de nuestra casa —explica Bellatrix a Hermione—. Él llevará la carta. ¿Me ayudas a atarle el sobre?
Hermione lo hace y, en cuestión de minutos, ambas muchachas están contemplando el anochecer desde una de las ventanas de la torre.
—Ahora tenemos que esperar.
—Tenemos que esperar —repite Hermione—. Todo saldrá bien, no te preocupes. Ahora, vamos al Gran Comedor, vas a necesitar fuerzas para la segunda prueba…
Bellatrix traga saliva.
—Por supuesto. Vámonos.
Abandonan la sala en silencio, cruzan por los pasillos solitarios y bajan por las escaleras.
Se cruzan con Ginny cuando se proponen bajar hasta el segundo piso. Ella no les quita la mirada de encima en ningún momento.
—Oye, Hermione… Oh, hola, Black —saluda Ginny a Bellatrix con una sonrisa demasiado entusiasta. Hermione quiere desaparecer.
—¿Qué pasa? —pregunta, moderando su tono de voz.
A Ginny le cuesta dejar de mirar a Bellatrix, quien se está poniendo muy roja de la nada.
—La profesora McGonagall quiere que vayas a su despacho.
Su estómago da un vuelco.
—¿Por qué?
—No lo sé, solo quiere que vayas… parece muy seria.
¿Se habría enterado la profesora McGonagall de la ayuda que está brindándole a Bellatrix y ahora quiere echarle una reprimenda por eso? Es lo más lógico.
Mira a Bellatrix y se da cuenta que ella está pensando lo mismo, por eso tiene una expresión ligeramente apenada en el rostro y es incapaz de mirarla a los ojos. Hermione suspira.
—Bien. Te veo luego… —murmura Hermione, haciéndole a Bellatrix un torpe gesto de despedida con las manos.
—Por supuesto —responde ella, incómoda.
Ginny no dice nada hasta que está segura de que Bellatrix no puede oírlas, es entonces cuando atropella a Hermione con preguntas.
Y Hermione decide fingir que no las escucha, aunque le es imposible controlar el sonrojo que continúa extendiéndose por sus mejillas.
