Nota: Fuera de personajeeee, lo usual acá. Porque el autor no se arrepiente de ello.


No se sorprendió en absoluto ante el sonido de la ventana abriéndose y cerrándose así como también, del nuevo peso extra en su cama a su lado; ni se inmutó ante la sensación de ser observado pese a tener los ojos cerrados.

No lo hizo y no lo haría. Conocía perfectamente a la persona en cuestión y de antemano, sus intenciones. Porque había aprendido a leerla, a predecirla y en ocasiones, a sorprenderse cuando llanamente ella se salía de sus parámetros.

(Era como haberla estudiado y analizado a detalle, a profundidad y seriamente).

- ¿…Has estado durmiendo bien?

-… Si con dormir bien te refieres a esto, entonces sí, perfectamente – respondió burlón, con una sonrisita a la vez que abría lentamente sus ojos para hallarse con los suyos detrás del antifaz moteado –. Y yo debería ser quien te preguntara eso a ti, Marinette.

El hecho de que ella estuviera quedándose con su tía en Inglaterra no era más que una vil excusa para ir a verlo, los dos lo sabían –aunque Marinette no quisiera admitirlo tan abiertamente y él la molestara por eso–.

Las mejillas se le sonrosaron bajo el antifaz y el impulso de negarlo fue tan natural –. Por supuesto que sí.

- Marinette, llevas tres noches colándote en mi habitación. Lo que me hace pensar que no puedes dormir, me extrañas o tienes otro tipo de intenciones.

- ¡Y-Yo…! – Félix la silenció poniendo su índice en sus labios con un semblante aburrido.

- Sí, sí, sí. La grandiosa heroína de París no es una pervertida, pero a veces me haces pensar lo contrario – apartó su dedo, sentándose en el colchón para sonreír y mirarla divertido –. Pero ya dime.

- ¿Qué cosa? – preguntó con recelo, frunciendo ligeramente el ceño. Lo cual sólo acrecentó la sonrisa en el rubio que a todas luces decía: Tú sabes de lo que estoy hablando; Marinette le sostuvo la mirada hasta finalmente suspirar y darle la espalda –… Te vas a reír.

- ¿Me ves riendo?

- Sé que lo vas a hacer, Félix. Así que olvídalo.

Félix borró su sonrisa, apoyando un brazo sobre su pierna flexionada mientras recargaba su mejilla en su palma reprimiendo un bufido. Así fue por unos segundos hasta que se acercó más a la chica, picándole suavemente la mejilla.

- Si no me lo dices, para la próxima no te dejo entrar.

Ladybug lo miró de reojo, entrecerrando los ojos con desconfianza. Félix mantuvo su rostro parco –. He estado dejando la ventana sin seguro a propósito, aunque eso ya lo sabes.

-… Te he extrañado mucho – se sinceró, desviando la mirada, en voz baja –. Yo… te necesito a mi lado. Y es extraño porque antes te odiaba y ahora… ahora pareces alguien indispensable para mí – un suspiro tembloroso brotó de sus labios –. Es tan difícil y pesada esta carga que, me cuesta admitir que yo… yo no lo puedo todo y, mucho menos, sola.

(Eres mi refugio).

- Soy orgullosa, terca, hiriente también. Y aunque trato de ser buena, ser humilde o positiva, la verdad es que muchas de las cosas que hago son para mi propia satisfacción… soy tan egoísta. No debería ser así, ¿Verdad?

- Te diría , después de todo, eres una figura pública y debes dar el ejemplo. Pero al final del día, sólo eres Marinette Dupain-Cheng, una chica que no está segura de muchas cosas o de lo que quiere hacer porque está creciendo – deshizo sus coletas, dejándola con el cabello suelto –. ¿Sabes? Has madurado un poco comparado a antes, donde no admitías que podía existir el gris y no sólo blanco o negro… Estoy orgulloso de ti, en ese aspecto.

Nuevamente las mejillas volvieron a colorarse junto a los latidos de un atolondrado corazón –. Odio que sepas leerme tan bien… ni siquiera Ayla, mis amigas o mis padres logran hacerlo como tú.

- Eso es porque yo no soy Ayla, tus amigas o tus padres… Y porque de alguna manera, me di la oportunidad de conocerte y tú también lo permitiste – sonrió con simpleza, sin burla.

- Sonará extraño pero, no me arrepiento de haberte conocido Félix… Es decir, sí me sacaste de quicio la primera vez pero luego de eso, ya sabes, de alguna forma, pudimos congeniar.

(La frase que les definía mejor era que nadie elige de quién enamorarse).

- Bueno, es que molestarte es divertido aunque… también eres molesta.

- ¡Hey!

-… A veces.

Marinette terminó por acorralarlo contra la cabecera con el ceño ligeramente fruncido mientras Félix sonreía triunfante, no inmutándose por cómo se habían dado las cosas.

- Retira lo que dijiste.

- No lo haré – tomó sus mejillas, inclinándose ligeramente hacia ella con una pequeña sonrisa –, lo sabes.

-… Eres tan odioso, Félix Graham de Vanily.

- Y así me quieres.

No hubo espacio para nada más, pues sus labios en un beso era todo lo necesario para decir todo y nada a la vez.

(Así se querían, y estaban bien con ello).


- El día de hoy se estará integrando con nosotros alguien nuevo – anunció Miss Bustier, sonriente mientras miraba a todos sus alumnos antes de dirigir su mirada a la entrada del aula –, por favor, pasa.

Y la persona en cuestión no era nadie más que Félix, quien miró con diversión la expresión de incredulidad de Marinette y a la cual, saludó.

- ¿Lo conoces, Mari? – le preguntó curiosa y pícara Ayla, en un no tan disimulado susurro. Aunque esto era en vano, porque Marinette estaba en trance.

Realmente no se esperaba que –su novio– Félix hiciera acto de presencia.

(Eso le pasaba por desvergonzada en su estadía allá en Inglaterra).