La sala de profesores estaba vacía. Nadeshiko llegó tarde después de la clase de gimnasia y no pudo entregarle su trabajo al profesor Yuuhi. Fue a la sala de profesores con la esperanza de que estuviera ahí o que al menos, viera su portafolios y pudiera colarlo discretamente entre sus cosas. Ya demasiado mal le iba en gimnasia como para tener que preocuparse de matemáticas.
La muchacha entró agachada, esperando que nadie llegara y la delatara, así, se movió hasta el escritorio del profesor con el folio en mano. Estaba tan nerviosa que no se dio cuenta de que su magia estaba manifestándose.
—Mi taza está levitando… —dijo el profesor Kinomoto al entrar a la habitación y ver varias cosas en el aire. Él había dejado su taza de café y salido a buscar unos legajos cuando volvió y vio todo.
Ella, apenas escuchó la voz ajena, cayó al suelo en un esfuerzo inútil por esconderse y todo se desmoronó. El sonido de la porcelana fue el más fuerte al impactar con el suelo y sin quererlo, se había salpicado ella de café caliente por estar cerca. Se quejó por la quemadura en su mano y al darse cuenta, el profesor Kinomoto estaba frente a ella, ofreciéndole un pañuelo para su mano.
—¿Te hiciste daño? Iré a buscar algo frío —se preocupó él tendiéndole la mano para que se levantara. Ella aceptó y se sentó en la silla y de repente, recordó el motivo por el que estaba ahí ¡Su tarea! Miró el folio y quiso llorar al ver que se había manchado con el café.
—¡No! Ahora sí reprobaré —dijo con pena mirando el folio que escurría café.
—Encontraremos una solución —le dijo con calma y le pidió que lo esperase.
Quedó sola en un silencio que la abrumaría en otro momento, pero ahora, la calma de Kinomoto la relajaba. Los ojos castaños la miraron con tanta sinceridad y ternura que sintió a todo su cuerpo ceder y serenarse, como si no existiera problema alguno. Miró su mano y cómo había quedado todo desordenado por su culpa. Su abuelo la regañaría de enterarse, el consejo también. Como bruja que era, mantener la magia controlada era algo básico, tan básico que era ridículo hacer una escena. Pero Nadeshiko era especial, no solo porque era torpe para controlar todo ese flujo de poder, sino porque ella no deseaba ser una bruja.
Sus padres insistieron toda su vida porque era un honor en la familia. Su abuelo era más flexible, pero aún así, seguía siendo un Amamiya y nada cambiaba en lo absoluto.
—Regresé —Fujitaka la sacó de su ensoñación y le mostró una bolsa que traía. La dejó en su escritorio y sacó una lata de café frío y con cuidado, tomó la mano de ella retirando el pañuelo y se la puso— no conseguí hielo, pero servirá. Mantenlo así —pidió y se agachó a recoger los restos de porcelana.
—¡Ah! ¡Lo ayudaré! —exclamó poniéndose de pie o al menos, intentándolo. Sus pies se enredaron y tropezó cayendo encima del profesor que se vio de espaldas al suelo. Los fragmentos que había recogido salieron volando y algunos se clavaron en su brazo.
Nadeshiko palideció al ver que se había lastimado y por un momento, se arrepintió de brindar su ayuda, ¡Debía saber que iba a terminar así!
—Lo siento. Lo siento. Ah —miró el brazo del profesor agitando sus manos y se levantó rápido—iré por el botiquín.
Fujitaka quiso detenerla, pero la rapidez de esa mujer era tan única como su torpeza. Aunque cuando la vio trastabillar y pensó que aún con los vidrios en su piel, era más seguro que fuera él. Se sentó y apoyó el brazo en escritorio sacando los fragmentos más fáciles de extraer. Algunas astillas iban a ser complicadas, pero estaba bien. No era grave, podía seguir usando el brazo y el daño más fuerte era la sangre en su camisa, nada de qué preocuparse. Más llegaba a preocuparle su estudiante y esperaba, que no se cruzara con nada raro en el camino o iba a tardar en regresar.
Sin preocuparse mucho de su brazo, Fujitaka quiso hacer algo de tiempo y empezó a recoger algunas cosas que habían quedado tiradas en el suelo. Aunque usaba sólo su brazo sano para que no se incrustaran más profundas las astillas y de paso, ganar tiempo. No quería ver la oficina así de desordenada ni tampoco pretendía irse demasiado tarde… al principio. Algo le decía que se iba a retrasar más de lo que él mismo se había imaginado.
Al rato, Nadeshiko volvió, agitada, pero alzando, con una sonrisa alegre, la caja pequeña que era el botiquín. Su expresión decía "lo conseguí" por todos lados, a pesar de haberse demorado un poco para llegar pues, no tenía idea donde habían guardado el botiquín y la enfermera ya no se encontraba en ese momento y no había ningún profesor cerca que pudiera ayudarla. Así, ella tenía mas posibilidades de llevarlo al hospital que de regresar rápido. Pero tuvo suerte y gracias a la cortina que se elevó por el viento, pudo verlo en una mesita contra la pared. Nadeshiko lo agarró agradeciendo a los cielos y salió corriendo hacia la sala de profesores una vez más.
—¡Kinomoto-sensei! Siéntese, está herido y no debe hacer esos esfuerzos —dijo en cuanto lo vio recogiendo las cosas.
Fujitaka le dedicó una sonrisa dejando las cosas en el escritorio y yendo hasta la silla cerca de ella. Su estudiante abrió la caja y buscó las pinzas, lista para hacer ella la tarea de enfermera.
—Parece que estamos destinados a encontrarnos así —dijo Fujitaka mientras la observaba con sigilo buscar la punta de las astillas y quitarlas de su piel para dejarlas en un papel que había colocado justo a su lado.
—Eso parece —respondió ella y lo miró de reojo antes de atreverse a levantar la vista, deteniendo su trabajo de un momento a otro. Él había quedado un poco perdido por su reacción— salgamos —la seguridad que escuchó de ella no la había visto momentos antes y lo dejó más desorientado que antes.
—¿Salir? —Intentó disipar cualquier malinterpretación que pudiera haber de aquella palabra.
—Sí, salir. Kinomoto-sensei y yo, en una cita. Como pareja —explicó ella con una sonrisa y se acercó un poco más, quedando a centímetros de su rostro. Los ojos verdes se veían a la perfección en los ojos cafés, incluso a través del grueso vidrio de sus gafas.
La misma sensación de emoción y ansiedad que tenían aquel día que se vieron bajo el árbol volvió a ellos. Era el sonido de sus corazones latiendo en sus oídos, la respiración acelerada, aquella mirada que sólo se podían dar entre ellos dos, ¡era obvio que ambos querían! Pero uno de los dos tenía que dar el primer paso.
—Kinomo…
—¡Amamiya! —La llamó el profesor Yuuhi apenas entró y los vio a los dos de aquella manera, rompiendo su precioso momento en un solo segundo.
—¡Yuuhi-sensei! —se incorporó de golpe, recordando su tarea y todo lo que había pasado por culpa de ese estúpido folio. Nadeshiko se dio un ligero golpecito en la cabeza, con una mirada inocente, junto sus manos y cerró los ojos, era su ultima oportunidad— necesito más tiempo para entregar la tarea. La tenía hecha, pero por mi culpa, Kinomoto-sensei se lastimó y se manchó con café —buscó rápido el folio en la mesa y se lo mostró ¡Aún escurrían algunas gotas! Pero al profesor poco le importó la tarea, pensó en la herida de su compañero primero.
Cuando Yuuhi se cercioró de que no era nada y terminó de manera mucho más rápida la curación, olvidándose de que ella estaba ahí por un momento.
Nadeshiko miraba curiosa por encima del hombro del profesor.
—Amamiya —la llamó y ella quedó inclinada, en la misma postura con la que curioseaba antes. El profesor se frotó la frente mientras que Fujitaka sólo sonreía— vete a casa. Luego hablaremos de tu trabajo.
—¿Y Kinomoto-sensei?
—Estoy bien, Amamiya-san. Ve a casa antes de que se haga más tarde —intervino Fujitaka poniéndose de pie, entonces, pudo ver la venda que cubría casi todo su brazo, sintiéndose mal por eso.
—Pero… —dudó con su dedo índice contra su mentón, se quedó viendo el brazo del profesor.
—Amamiya, vete a casa o te reprobaré —amenazó Yuuhi con mal humor estirando su brazo mientras señalaba la puerta.
—¡Sí! Pero vendré a verlo mañana —dijo sonriendo agarrando sus cosas y llegando hasta la puerta— hasta mañana. Cuídese, Kinomoto-sensei. Oh, mañana puedo…
—¡Largo!
—Como usted diga, Yuuhi-sensei —la joven saludó y salió corriendo, sintiendo un estrepitoso golpe en el pasillo. Ambos profesores se asomaron y vieron a la muchacha levantándose del suelo.
—No vayas, o demorará horas —le advirtió a Kinomoto— esa muchacha es un peligro para sí misma— Yuuhi se frotó la sien cerrando los ojos y luego, fue a buscar el botiquín y a llevarlo a la enfermería— tú también deberías irte a casa. Yo terminaré de ordenar.
—Puedo ayudarlo.
—Kinomoto, no actúes como Amamiya o te sacaré de aquí de una patada en el trasero —advirtió. Yuuhi quería terminar pronto e irse a casa, discutir y mediar formalidades nunca había sido lo suyo y nunca lo sería.
—Está bien. Me iré temprano —respondió con su amabilidad característica, recogió sus cosas y lo vio trabajar— no te esfuerces demasiado.
—Hasta mañana.
—Hasta mañana.
Las clases tardarían en comenzar. Los chicos iban llegando a pesar del día lluvioso y recorriendo el instituto, todavía tenían media hora antes de que llegara el profesor, así que Nadeshiko se dispuso a ir a ver a su profesor antes de clase. Ella, sacó de su bolso dos bento bien adornados, llamando la atención de Sonomi.
—¿Ya tienes hambre? ¿No desayunaste?
—¡Claro que sí! Mamá hizo un pastel de queso con frutos rojos y té negro. Estaba tan rico que comí tres porciones. Y podría haber comido cuatro de no llegar tarde.
Sonomi se rascó la mejilla avergonzada. Nadeshiko tenía un apetito voraz y era mucho mayor si se trataba de dulces. Sus padres habían vivido mucho tiempo en Inglaterra y adoptaron las costumbres de ahí. Ella, no tenía problema alguno. Si algo había que amaba eran los dulces y cambiar el desayuno salado por postres no era ningún problema para ella. Aunque si había desayuno salado, tampoco se preocupaba. Lejos de las ideas que podía dar Nadeshiko por ser tan delgada, era de muy buen comer.
—Entonces…
—¿Quieres ir a casa a comer pastel? —preguntó distraída, olvidándose de lo que iba a hacer.
—¡Eso no! —respondió Sonomi, a veces su prima agotaba su paciencia— los bentos. Tienes dos.
—¡Ah, sí! Uno es para Kinomoto-sensei —apenas escuchó ese nombre, Sonomi arrugó el ceño y todo su buen humor se esfumó— y otro es para Yuuhi-sensei.
Eso tomó a su prima por sorpresa. Odiaba que Nadeshiko estuviera interesada en Kinomoto, pero lo entendía. Que hubiera preparado un almuerzo para otro profesor era una sorpresa enorme.
—¿Por qué a Yuuhi-sensei?
—Necesito una prórroga para mí tarea —contó feliz ella y Sonomi cayó de frente al escritorio. Solo ella podía ser tan inocente.
—Dime que lo hizo tu madre.
—Nop. Los hice yo —sonrió atesorando la comida entre sus brazos con la alegría desbordando en todo su rostro mientras iba fuera del aula. Sonomi la alcanzó en el pasillo. No quería ver a Kinomoto desde tan temprano, pero no iba a dejar sola a Nadeshiko.
Desde pequeña, se había propuesto proteger a su prima a toda costa y eso no iba a cambiar, aunque fuera una tarea tan simple como regalar un almuerzo. Un peligroso almuerzo.
La sala de profesores estaba concurrida, pero pudo ver entre todos a Kinomoto y Yuuhi. Emocionada, la muchacha entró mientras Sonomi seguía sus pasos.
—Buenos días —saludó sonriente— ¿Está mejor, Kinomoto-sensei?
—Buenos días —respondió con su mismo entusiasmo— estoy mejor. Gracias por preguntar. ¿Qué las trae por aquí?
—Vine a dejarles el almuerzo —dijo mostrando las dos cajitas mientras Sonomi se tapaba los ojos.
—No te confíes. Es una trampa —dijo Yuuhi y le quitó de las manos el bento a Fujitaka— una vez comí uno de estos y por poco no sobrevivo —miró la cajita y Sonomi casi juró que se estaba poniendo azul tan solo de mirar el bento.
Ella lo comprendía.
—Con té sienta muy bien —respondió Nadeshiko sin siquiera inmutarse por los comentarios de Yuuhi. Parecía imposible de tirar abajo en ocasiones.
—Estoy seguro de que estará sabroso —Fujitaka tomó el bento que quedaba en manos de Nadeshiko— gracias.
—Cada quien elige con qué matarse —dijo Yuuhi agarrando sus cosas y despidiéndose, pidiéndole a las chicas que fueran al aula antes de que comiencen las clases.
Fujitaka todavía no sabía que Nadeshiko era una pésima cocinera y lo aprendería de pésima manera.
Discretamente, ella posó su mano en el escritorio y le dejó una notita al lado el bento. Fujitaka la vio y sin alarde de ella, la guardó en su bolsillo. Luego, se despidieron para ir a clases mientras Sonomi se detenía un momento antes de alejarse de la puerta para ver al profesor de historia leer el pequeño trozo de papel y sonreír como si hubiese ganado la lotería.
¡Hola, gente linda! ¿Cómo están? Esto iba para el fictober, pero dije que iba a terminarlo a mi ritmo y aquí voy, poco a poco. La historia va a ser larguita, no tanto como para superar los diez capítulos, quizá con menos ando joyita.
Tenía esta idea con Nadeshiko desde el año pasado, ella siendo una hechicera poderosa y oponiéndose a todo por ser una mujer normal. Aish, tenía que escribirlo, pero lo postegué y aquí estamos.
El prompt era "Mi taza está levitando..."
Espero que les guste.
¡Un abrazo!
