Los nombres de los personajes son los siquientes:
Chequia - Jan
Eslovaquia - Ľudmila

El español no es mi lengua materna y por eso es possible que hay errores.


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Las campanas en toda la república empezaron a sonar. El reloj dio la medianoche.

El cielo se brilló en todas las colores – rojo, azul, verde, oro y violeta.

La gente celebró la llegada del año nuevo.

La noche sonaba del tintineo de los vasos, las explosiones de los fuegos artificiales y petardos y los gritos omnipresentes de ¡Salud! y ¡Feliz Año Nuevo!.

De los radios y televisores se esparcieron los tonos bajados del himno nacional checo.

Jan sonrió amargamente y vació el vaso del slivovice de un trago.

En las noches como esta la tuve entre mis brazos.

Cuarenta y seis años. Cuarenta y seis Noche Viejas que habían pasado juntos con Ľudmila. Juntos en este piso de Praga, con el balcón con la vista hermosa al Castillo de Praga.

Jan había supuesto que esta Noche Vieja no habrá sido excepción. Pero él estuvo mal. Ľudmila había decidio que quería vivir sóla. Entonces la eslovaca recogió todas sus cosas y partió a su país natal para que pudiera celebrar la venida del Año nuevo en su propio capital.

Para Jan esto significó el fin de sus celebraciones tradicionales de la Noche Vieja. Se apoyó en la barandilla del balcón u acordaba cómo había sido su última entrada al Año nuevo.

Empezaron con, usualmente ya con algún alcohol en su sangre, contar los segundos que quedaban a la medianoche. Durante esto el checo abrió la botella del vino espumoso mientras que Ľudmila cogió los vasos en las sirvió el vino. A las doce brindaron y se desearon lo mejor al año nuevo. Cuando el himno nacional de Checoslovaquia sonió en la radio, ninguno de los dos no vacilaron en cantar. No importaba cuánto alcohol tuvieron en su sangro su voy siempre sonaba digna y orgulla. Durante esto miraban cómo el Castillo de Praga se iluminó con las luces de los fuegos artificiales.

Aunque miraban los fuegos artificiales desde el balcón cada año, Ľudmila siempre olvidó vestirse apropiadamente y por eso desupés de un tiempo empezó a temblarse del frío. Jan se quejó, pero él siempre la rodeó con su bufanda, la acercó y abrazó. Después de los fuegos artificiales generalmente acabaron acurrucados en la sofá en el salón, con la televisión cómo la música al fondo y bebieron el resto del vino espumoso hasta ambos se durmieron. El día siguiente solían despertarse con el dolor de la cabeza en el tiempo del almuerzo.

Pero esta Noche Vieja fue diferente.

Disgustado, Jan cerró la puerta del balcón y apagó el radio durante el camino a la sofá.

A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Jan fue casi cierto cómo era el Año Nuevo de Ľudmila. Fue casi como pudiera verla con sus ojos propios. Supuso que ella corría por las calles de Bratislava, porque es cierto que en un día tan importante ella está en su capital, en el centro de los eventos. Jan apostaría que ella estaría en la plaza de Bratislava, justo en frente del ayuntamiento, animaría todos al cantar el himno eslovaco y al encontrar levantaría el vaso con el vino espumoso con las palabras ¡Viva la Eslovaquia independiente!. A Jan no le sorprendería si Ľudmila tenía una cinta tricolora o bandera eslovaca.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

Jan cerró los ojos y negó la cabeza. No quería pensar en esto. No quería pensar a la traición de Ľudmila.

Cogió la botella de slivovice y bebió. Viva la pena, pensó, mientra que sentió el quemazón ardiente del alcohol.

Quería olvidar a la eslovaca.

Olvidar que su habitación en su piso, que ya pertenece sólo a Jan, es vacío de repente, porque ella está en Bratislava y no volveré nunca a Praga, a él, como ella le había dicho. Que sus desayunos juntos son definitivamente el pasado. Sus peleas sobre el cuarto de baño y sobre otras cosas irrelevantes. Su pinchazo, no siempre inocente, que no se ahorraron ni en los momentos más inconvenientes, para el disgusto de sus superiores. Provocaciónes enfrente la tele. Las noches pasadas en el abrazo. Bromas durante los reuniones infinitamente largas y aburridas, que desde ahora Jan tendrá que soportar solo. Sin embargo con un sentimiento de satisfacción él se da cuenta que Ľudmila tendrá que sobrellevar con misma problema.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Pero lo principal, Jan quería olvidar que la República Federal Checa y Eslovaca ya no existe.

Era el primero de enero del año 1993 y Ľudmila celebró con entusiasmo, junto con muchos eslovacos, el establecimiento de la República Eslovaca independiente, mientras que Jan lamentó de la Checoslovaquia disuelta y su única compañía fue la botella medio vacía de slivovice de Moravia.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Lo único que siguió igual después de cuarenta y siete vez fue la resaca de Jan con la que se despertó después del mediodía junto con el humor muy mal en la nuevamente formada República Checa.

A distinción de él, Ľudmila se despertó con el humor muy bien porque para su estado empezó una nueva etapa llamada la independecn.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.


1. 1. 1993 – La República Federal Checa y Eslovaca fue disuelta y se forman dos países nuevos, completamente independietes, uno de estos dos es la República Checa y el otro es la República Eslovaca. La disolución es a veces llamada Divorcio del Tercipleo (una referencia a la Revolución del Tercipleo) que significa que la disolución fue pacífica. La gente de Checoslovaquia no votó ni tuvo la oportunidad de expresar su opinión a la disolución, todo fue decidido por los políticos. En general se dice que los eslovacos querían separarse mientras que los checos querían mantener el estado, sin embargo la mayoría de la populación de toda la Checoslovaquia no estaba de acuerdo con la disolución.

Partes escritas en cursiva son del poema Poema XX del poeta chileno Pablo Neruda.