Al sabor de lo Agridulce
Los viajes son agotadores y pesados,
pero no hay momento igual para descubrir la naturaleza humana.
La Fortaleza Asediada - Qian Zhongshu
II. Una diplomacia fallida
—Sakura, si aceptaras el dinero que las personas quieren darte, en lugar de sonrisas y agradecimientos, ya serías una mujer rica.
A pesar de no detentar el título de Hokage, Sasuke aún disfrutaba de sermonearla como si fuese su subalterna. Además, provocar su ira explosiva, era una distracción que lo mantenía entretenido. Y a veces, también, un jueguito que ambos usaban en la intimidad.
—¿Qué dices? ¡La medicina no es una mercancía! —Ella respondía atropelladamente, con las aletas de su nariz abriéndose, indignadas, ante su comentario.
Sasuke siempre había estado orgulloso de tener a esa chica como su compañera de equipo. Siempre supo que tenía todo el potencial para convertirse en la jounin de élite que hoy era. Cuando recorrían los poblados y las zonas de conflicto pre acordadas en su agenda, los lugareños los recibían con cálidas palabras y los colmaban de atenciones. Sasuke había terminado por acostumbrarse al trato cordial que la presencia de Sakura les aseguraba.
Algo le decía, que allí no ocurriría lo mismo.
Levantó los cuerpos de dos adolescentes inconscientes: uno se lo echó al hombro, y al otro lo acomodó bajo el ángulo de su brazo. Con el brazo que le quedaba libre, obligó al hombre a ponerse de pie. Seguramente debía ser el padre de ese mocoso; tenía la mirada perdida pero aún respiraba. Apenas quedaba oxígeno ahí adentro; si hubiesen llegado apenas unos minutos más tarde, su intervención habría servido solo para retirar sus cadáveres.
De un salto los llevó a todos a la superficie, y a pesar del crepitar del bosque ardiendo, pudo escuchar el alud de chillidos y gritos ahogados que su aparición motivó. Una turba de aldeanos lo estaba esperando, blandiendo herramientas de trabajo cual armas improvisadas. Vio sus mandíbulas tensas, rechinantes de rencor y temor. Era el mismo mensaje con el que Konoha lo había recibido, al regresar a la aldea: "Aquí no eres bienvenido". Sabía que, para ellos, siempre sería el ninja desertor, quien se había unido a los enemigos de su pueblo natal, y que había puesto en peligro la vida de sus seres queridos. Sin importar su corta labor como Hokage, o todo aquello que hacía, y continuaba haciendo, por ellos. Para todo el mundo, el continuaría siendo un criminal.
Solo cuando Sakura salió cargando con la niña, se dio cuenta que todo ese resentimiento no estaba dirigido solo a él.
Iba también hacia Sakura.
—¡Suéltenlos! —Un hombre blandía una horca, pero por la forma en que temblaban sus rodillas, Sasuke supo que no pasaría más de allí— ¡No se los llevarán!
Dejó sobre el suelo a los dos jóvenes. El hombre adulto cayó de rodillas, con la cabeza entre las manos, mareado y en aparente estado de shock. La mano del Susanoo continuaba crepitando, y creyó conveniente no desactivarlo. El chakra de esos aldeanos era bajo e insignificante, no representaban ninguna amenaza. Sin embargo, si la forma espectral del jutsu los mantenía a raya y alejados de Sakura, quien estaba ocupada salvando las vidas de esa familia, era un buen trato.
Sakura dejó a la niña por un momento, su condición era estable y estaba abriendo los ojos. Se arrodilló frente a los dos muchachos y chequeó su condición. Uno de ellos tenía una herida sangrante en el torso, pero el otro había dejado de respirar. Miró por un segundo a Sasuke: estaba de pie frente a ella, dándole la espalda. Sakura no necesitaba verlo de frente para saber el tipo de mirada, calculadora y fría, que Sasuke debía portar en su rostro.
Debía dejarle esta situación a él.
Sakura descubrió el pecho del muchacho y comenzó a aplicar presiones en el esternón, usando la reanimación cardiopulmonar. Sentía los ojos de las personas fijos en ella, con una carga de odio difícil de explicar.
«¡Por kami!¿Qué diablos ocurre con esta gente?», pensó.
El rabillo de su ojo la alertó de un movimiento, demasiado predecible para sus reflejos de jounin. Un hombre saltó hacia ella blandiendo un hacha, pero la figura de Sasuke se interpuso, y para evitar más heridos, aprovechó su torpeza y le quitó el arma de las manos, arrojándolo a un costado. El hombre cayó sobre sus nalgas y reculó arrastrándose en la tierra.
—¡Qué más quieren de nosotros! —les gritó— ¡Endemoniados shinobis, déjennos en paz!
—¡Solo queremos ayudar! —gritó Sakura. El adolescente ya había recuperado la respiración, y ahora tenía ambas manos ocupadas, curando simultáneamente las heridas de los hermanos.
Apenas había terminado de defenderse, que un crujido vibrante se escuchó, y todos gritaron cuando un enorme árbol prendido fuego, osciló peligrosamente y comenzó a caer hacia ellos. Corrieron despavoridos ante la inmensa bola de fuego que amenazaba con aplastarlos. El brazo del Susanoo se desplazó dejando una estela violeta, y atajó la caída, con las ramas prendidas fuego a escasos centímetros de las cabezas de las personas, quienes se habían tirado al suelo esperando el peor de los desenlaces. La mano del Susanoo se elevó un poco, y los hombres y mujeres se arrastraron, siendo apenas alcanzados por algunas chispas que quemaron sus ropas, pero que pudieron apagar enseguida.
El sujeto que había intentado atacar a Sakura lo observó, sobrecogido.
—Si realmente quisiéramos matarlos, podría soltar el árbol y dejar que estas personas mueran calcinadas. —deslizó, con una entonación que era todo, menos amistosa. Activó su Sharingan y volvió sus ojos fríos hacia los lugareños. Todos retrocedieron, no sabiendo si aquello era una explicación, o una amenaza.
—¡Sasuke, basta!
Sasuke trasladó la atención a Sakura. Con solo ver su entrecejo fruncido, entendió que se estaba excediendo. A ella no le gustaba cuando él dejaba salir su costado más oscuro de shinobi. Sasuke chistó y, antes de desactivar el espíritu del Susanoo, hizo que este llevara el árbol prendido fuego, a un lugar más seguro. Sakura se puso en pie y con un simple sello, convocó a uno de sus elementos naturales.
—¡Suiton! —gritó. Sin alejarse de sus pacientes inconscientes, de su boca emergió un chorro de agua dirigida, que fue apagando ese foco de incendio, antes de que se propagara.
A partir de allí, mujeres, niños y ancianos comenzaron a salir de sus escondites. Sasuke no necesitó contarlos, había allí unas doscientas personas de un chakra inofensivo.
—Aún puedo ver en mis pesadillas esos ojos —Una voz avanzó entre las personas. Todas se abrieron para dejar paso a una anciana pequeña, que andaba sosteniéndose de un bastón, y del brazo de una jovencita. Se sacudió la mano de esta, y decidió caminar sola, orgullosa, hasta quedar justo debajo de Sasuke. La diferencia de alturas entre ellos era casi chistosa, pero la anciana elevó orgullosamente el mentón, mirándolo directamente a los ojos. Sasuke se vio obligado a desactivar el Sharingan, y su ojo al descubierto volvió a ser negro—. Han pasado más de cincuenta años, y jamás podré olvidar esos ojos. Cuando desperté, mi esposo y mis hijos ya estaban muertos. ¿Por qué están aquí? ¿Qué buscan de nosotros?
Sasuke frunció el entrecejo. Sakura llegó hasta él restregándose, en el pantalón, las manos cubiertas de sangre. Él la observó de reojo, y ella cabeceó, dándole a entender que la familia del niño ya estaba a salvo.
—Sakura, convocaré a Garuda y nos iremos de aquí —informó, en un tono de voz lo suficientemente bajo para que solo ella lo escuchara. No estaba dispuesto a averiguar la razón de tanto odio y desconfianza. Por su anterior posición de Hokage, Sasuke sabía bien qué peligros podía entrañar infiltrarse en un poblado, al que el país no había dado expreso permiso de permanecer y trabajar. Si algo malo ocurría por su culpa, además de dar por finalizada la misión, provocaría un desastre diplomático entre el País del Fuego y el País de la Tierra.
Y no estaba dispuesto a tener que escuchar las reprimendas de Naruto. De su Hokage. Antes muerto que darle ese placer.
—No —Ella sacudió la cabeza. Sasuke rodó los ojos, sabiendo cuán terca podía ser—. ¿No lo sientes? Hay chakras demasiados débiles. Si no intervengo, morirán.
Sasuke suspiró impaciente y resignado, y se dispuso a ser él quien dejara los puntos claros, pero Sakura le puso la mano en el hombro, pidiéndole que dejara en sus manos la situación.
—Mi nombre es Sakura. Sakura Haruno. Soy ninja médico de la aldea de Konoha. Y él es Sasuke Uchiha. Nos encontramos en una misión de… paz. Sí, una misión de paz —Sakura decidió utilizar esa palabra, porque era lo más cercano a lo que estaban haciendo. Pero fue ignorada por completo: el apellido Uchiha se hizo un eco contagioso, al recorrer las bocas de los aldeanos.
—Es Uchiha…
—¿Dijo Uchiha?
—¡Estamos perdidos!
Sakura golpeó, mentalmente, su frente. ¿Por qué debió citar sus apellidos? Su compañero aún suscitaba esa clase de reacciones.
—¿Misión de paz? —La anciana dio una carcajada sarcástica—. Muchachita, jamás he visto que la palabra paz y shinobi convivieran en armonía. Les vuelvo a preguntar, ¿qué es lo que quieren de nosotros?
Antes de que Sakura pudiese responder, Khalan reapareció, y se puso a su lado. Hizo una reverencia a la anciana, y habló mirando a sus pies. Claramente, la señora era quien detentaba el liderazgo entre todos ellos.
—Chakwan —dijo el niño hablando con voz clara y fuerte. Sasuke supuso que ese no era su nombre, sino el equivalente a la palabra "Hokage": un apelativo para dirigirse a ella como su líder comunal—. Quebré las reglas. Fui en busca de ayuda siguiendo el curso del río, pero casi me ahogo. Este señor me rescató —dijo, señalando a Sasuke, pero sin levantar la cabeza. Luego, señaló también a Sakura—. Y ella curó mis heridas, además de salvar a mi familia.
—Chakwan, escuche a mi hijo por favor.
Una voz a sus espaldas acaparó la atención. Era el padre del niño, quien ya había recobrado la consciencia y caminaba con dificultad hacia ellos. Sakura corrió a ayudarlo, y lo tomó del brazo, dejando que se apuntalara contra ella. El hombre la miró a los ojos, aprensivo, y Sakura le sonrió con amabilidad.
Fueron apenas unos breves segundos, pero Sasuke atrapó el brillo repentino que cubrió los ojos de ese hombre, y su estómago se retorció.
«No es el momento, idiota», se regañó a sí mismo, poniéndole una cota a sus celos.
Con la luz verde del chakra curando una herida en su cabeza, el hombre hizo una reverencia a su líder, pero levantó la mirada para hablar.
—Chakwan, ellos han salvado la vida de mis hijos y mi vida, y este hombre evitó que ese árbol nos aplastara. Usted siempre procura que todas las voces sean escuchadas. ¿No deberíamos escucharlos a ellos también?
Las arrugas de la anciana se marcaron con más fuerza cuando frunció el entrecejo. Todos esperaron en silencio el veredicto.
—Niña, tú. Te llamas Sakura, ¿verdad?
Sakura cabeceó con energía. No era su Hokage ni mucho menos, pero su forma resolutiva de hablar inspiraba respeto, a pesar de medir apenas un metro de altura.
—Tenemos muchos heridos, ¿eres capaz de curar a más personas?
Sasuke chistó, en algo parecido a una risa despectiva. Sakura tuvo ganas de aporrearlo, pero lo miró poniendo ojos de huevo, y pidiéndole, sin palabras, que por una vez contuviera esas ínfulas de engreído. Sasuke rodó los ojos y decidió no intervenir más.
—Sí, chak… chak… —Sakura intentó llamarla de la misma manera que los demás aldeanos, pero se sintió estúpida al intentarlo, y solo asintió con la cabeza—. Y mi compañero también puede curar heridas leves.
—Bien. Los heridos menores pueden esperar. Necesitamos contener el fuego antes de que se siga extendiendo. ¿Puedes hacer eso muchacho?
—¿Muchacho…? —dijo Sasuke, ofendido por el tratamiento. Sakura volvió a mirarlo con advertencia.
—Colabora por favor —le siseó, entre dientes. Sasuke tomó una profunda inhalación llena de la paciencia que no tenía, y caminó en dirección a uno de los focos de incendio.
—Hombres, ayúdenlo —ordenó la anciana. A pesar del recelo evidente que le tenían, los hombres lo siguieron. Sasuke miró una última vez hacia Sakura, quien, igual de perdida y confundida que él, lo saludó con la mano, para comenzar a atender al primer herido que le llevaron. Ella procuró poner una sonrisa suave y cálida en su boca, para inspirar confianza y seguridad.
Pero él no hacía esas cosas. Sasuke marchó a través de los hombres, oliendo su miedo.
Controlarían los incendios, curarían a los heridos, y se largarían de allí.
¿Podría haber hecho algo distinto, si alguien le hubiese advertido, que sus siguientes dos años los viviría allí?
Mayo 2020 - Notas de la autora:
Era realmente imposible continuar escribiendo esto como un simple epílogo de "La Fragilidad…". Cuando algo te motiva, hay que dejarse llevar.
Por cierto, "Chakwan" significa "Señora mayor", o "Anciana" en Quechua. Cuando viajé a Cusco y mis oídos se llenaron de esta lengua, quedé enamorada de su vocalidad.
Muchas gracias por leer. Abrazos a todos.
Nadesiko-san
