Al Sabor de lo Agridulce
Sabemos el tamaño de nuestro desafío,
pero es menor al tamaño de nuestra esperanza
Jorge Luis Borges
VI. No fue en vano
Entrenado desde niño para permanecer en alerta; un crujido desconocido, lo despertó. Por reflejo arrastró la manta sobre ellos, pero al hacerlo, advirtió que en el camastro solo quedaba él.
—No abriría esta puerta si supiera que tu esposa está aún aquí.
Sasuke se reincorporó y se quitó las lagañas de los ojos. Emeka le hablaba desde la puerta, sonriéndole con una mezcla de complicidad y socarronería. Él lo ignoró y oteó alrededor de la vivienda; pero de Sakura, ni sus pertenencias habían quedado.
—Apenas la has dejado dormir, pobre muchacha. Se marchó mucho antes de la madrugada —precisó, en respuesta al estoico silencio del hombre y su evidente mal humor de primera hora—. ¿Tan temprano comienzas con ese mal genio? ¿Aún después de la alegría de anoche?
Ignorando su tono jocoso e intencionado, Sasuke salió del camastro arrastrando somnolencia. Emeka profirió un largo silbido de admiración, y Sasuke advirtió que la atención había pasado de su rostro, a estar directamente enfocada en su entrepierna. Estaba desnudo. Cogió una manta con torpeza y se cubrió la cintura de inmediato; pero con la sofocación que había empezado a subir por cuello y mejillas, no pudo hacer nada.
—Ah, la naturaleza no es equitativa. A unos, poco, y a otros… ¡demasiado! —Emeka meneó la cabeza, fingiendo estar afligido. Inmediatamente, arribó a su mente un breve recuerdo de sus primeras misiones como genin. Kakashi, en uno de los tantos baños que habían compartido, le había soltado, entre divertido y sorprendido:
—Con eso, algún día podrás hacer feliz a alguna muchacha.
Pero él tenía apenas doce años y ningún interés en niñas (aunque, para no faltar a la verdad, se podía decir que su compañerita habría sido la excepción). Había tardado algún tiempo en entender que es lo que su sensei había querido decirle.
—Ponte esto —Emeka le arrojó un fardo de pieles y tejidos—. El invierno ha llegado y esas ropas que llevas no servirán de nada. Desayuna rápido y ven. Te necesitamos.
Sasuke atrapó el bulto y, aún algo dormido, fue desenredándolo, tratando de adivinar por dónde debía meter los brazos, y por dónde las piernas.
Emeka había dejado la puerta entornada. Por allí, ingresaba una ventisca helada, y también, el retrato parcial de un mundo blanco, de una nieve virgen y recién acaecida.
…
…
Con la primera nevada, la comunidad daba por inaugurado el invierno, y Sasuke supo por qué le habían dado ese manojo de ropa: apenas puso un pie en el exterior, el frío lo golpeó como una cachetada. Él se pensaba a sí mismo como un hombre que siempre había preferido el invierno por sobre todas las estaciones del año. Pero este clima no se parecía en nada a cualquier temperatura baja que había vivido. Sentía que lo poco que quedaba a la intemperie, su nariz, las mejillas y los ojos, podían congelarse y quebrarse de un momento a otro.
Lo positivo de todo aquello era que, tal como lo había planeado (o como, para ser justos, lo habían diseñado los ingenieros de Konoha), las nuevas viviendas resultaron ser un perfecto aislante del frío.
Esa mañana recibió una ración más suculenta para el desayuno, y pensó que simplemente se debía a la necesidad de cubrir más calorías por el frío. Pero antes de terminar su parte, una señora le entregó un par de guantes, que resultaron ser más abrigados, y más cómodos para trabajar que los que ya tenía; luego, un hombre le entregó una petaca con un aguardiente similar al de la ginebra. Con un sorbo rápido, el efecto placebo del calor se extendía a las extremidades. Por su color, supuso que estaría compuesto, entre hierbas varias, por esas misteriosas bayas de color carmesí.
Así, varios elementos sumamente útiles se fueron acumulando durante la jornada matutina: medias, ungüentos para contrarrestar la sequedad de la piel, caramelos para la garganta, herramientas de trabajo finamente esculpidas, y más. Sasuke agradecía, y su confusión aumentaba a la par de los obsequios. Cuando sus manos ya no podían sostener todo aquello, recién allí, la verdad se rebeló. Quedó estupefacto, mirando el cordón montañoso que los rodeaba.
Las casas se habían ajustado a las necesidades de esa población, e incluso, las habían superado. Habían dado seguridad, comodidad y abrigo en ese clima crudo. Sin sonrisas ni palabras elogiosas, Sasuke cayó en la cuenta de que todos esos pequeños regalos no eran más que muestras de agradecimiento. Y no estaba acostumbrado a ello.
Podía decirse que estaba conmovido, pero, aun así, no se sentía merecedor de todo aquello. Sentía que no había hecho gran cosa, que solo había pasado a la realidad, lo que otros habían calculado y proyectado.
Sasuke se distrajo observando los picos desiguales de las montañas, con sus nieves perpetuas. Probablemente, el pico más alto debía tener unos ocho mil metros de altura. Emeka y él estaban trabajando sobre el techo de una de las viviendas, una de las pocas que habían sufrido alguna filtración con la copiosa nevada. Desde allí la vista era bellísima. Luego del gran incendio, muchos de los árboles yacían en el suelo como sendos esqueletos sin vida. Ahora, cubiertos de nieve, habían recuperado algo de su otrora encanto.
—La noche te ha dejado romántico, ¿eh? —bromeó Emeka, alcanzándole un serrucho y devolviéndolo a la realidad. Sasuke trató de esconder una sonrisa espontánea, y estiró el brazo para recibir la herramienta. Cuando sus dedos la alcanzaron, la superficie donde estaban comenzó a sacudirse. Emeka y él cruzaron miradas, y sin mediar palabra, Sasuke lo tomó de un brazo y de un salto aterrizaron al suelo.
La tierra temblaba. Un rumor, de pánico contenido, se extendió entre las personas. Los que permanecían en las viviendas salieron atropelladamente de ellas; los niños se asieron a las caderas de sus madres, pero la mayoría se apresuró a extinguir las antorchas encendidas.
Sasuke pensó en Sakura, su instinto le ordenó ir con ella. Pero sabía que no debía preocuparse, ni entorpecer su situación. El piso continuó temblando sobre sus pies; los árboles se quitaban la nieve como un perro que se sacude el agua.
Con los ojos bien abiertos, Sasuke era uno más mirando atentamente las viviendas, que se balanceaban con el contoneo de una bailarina. ¿Acaso había pasado un minuto? Luego de algunos segundos más, el sismo acabó.
Un suspiro de alivio se elevó por toda la comarca. Ni una sola de las viviendas se había desmoronado. Estaban intactas, en pie. Y Sasuke convirtió el aire contenido en el pecho, en una carcajada casi triunfal. Emeka y su hijo, Serguei, se abalanzaron sobre Sasuke y lo arrojaron al suelo, abrazándolo y revolviéndole el pelo, de pura alegría.
—¡Resistieron perfectamente! —gritaron al unísono.
Con la cabeza casi enterrada en la nieve, Sasuke fue consciente de como todas las miradas se posaban en él, incluso, oyó algunos aplausos. Avistó a los hermanos, Khalan y Meena, quienes lo miraban con sus francas sonrisas infantiles.
Pero todo ese momento idílico se quebró cuando una joven corrió hacia ellos, gritando el nombre de Serguei. Cuando llegó le habló en alientos entrecortados.
—Las curanderas dicen que debes ir —le dijo—. Creo que no son buenas noticias.
El hijo de Emeka arrojó la bandolera con herramientas, y corrió en dirección a dónde se encontraba su familia. Sasuke se puso en pie, y sacudiéndose la nieve, observó de reojo a Emeka. Por primera vez, vio un rastro de tristeza en su rostro bonachón.
—¿No deberías ir? —preguntó.
—No —respondió, y levantó las herramientas que su hijo había tirado al suelo—. No hay nada que yo pueda hacer allí. Venga, tenemos mucho trabajo por hacer.
Emeka puso un pie sobre la escalera, pero Sasuke lo detuvo tomándolo del codo.
—Yo termino con esto. Ve con él. Es el momento de estar con tu familia —le dijo. Después de unos breves segundos de vacilación, Emeka silenciosamente siguió el camino de su hijo.
Sasuke continuó trabajando en solitario. Cerró los ojos, y buscó la vibración que la energía vital de Sakura propagaba en todo momento, pero muy especialmente cuando trabajaba. Aunque era imposible alcanzar los dotes naturales de sensor de Karin, esta le había enseñado algunas técnicas básicas para emularlo.
La energía de Sakura era rigurosa, palpitante, se tensaba como la cuerda de un arco, apuntando hacia la muerte.
…
…
La chica inteligente de trenzas rosas les había enseñado una palabra que desconocían y apenas podían deletrear: Farmacólogas. Según esta joven, ellas cumplían un doble rol; el de atender los partos y curar las dolencias de su pueblo, pero también el de descubrir, estudiar, y combinar la acción terapéutica de las plantas, raíces, hierbas y flores que crecían en su entorno. De acuerdo a esa chica, los ungüentos y los preparados que ellas hacían podían rivalizar con aquel que esos "farmacólogos" elaboraban en su tierra natal.
Lo que no estaban seguras era si, la chica llamada Sakura, les decía la verdad, o solo estaba siendo condescendiente para lograr ganarse su confianza. Ellas eran mujeres de distintas edades, quienes usualmente trabajaban en silencio; si acaso había tiempo para platicar, debía ser (casi) siempre con fines útiles y profesionales. Contaban con cierto prestigio entre su gente, y siempre se aseguraban de que una nueva integrante, se apegará a esa honradez y eficacia.
De tanto en tanto, ellas vigilaban los cuerpos durmientes. La joven Nuwa dormía en la cama más cómoda y mullida; por el contrario, la joven extranjera dormitaba sentada; la barbilla hundida en el esternón, con la espalda apoyada sobre un cajón de madera.
—¿Cómo puede hacer eso? —preguntó repentinamente, la más joven entre todas ellas. La forastera dormía con el brazo extendido hacia delante, y desde la punta de su dedo índice, como si fuera una extensión de su cuerpo, nacía un haz de luz que le recordaba a las estalactitas de hielo de las cuevas. Pero esta no terminaba en forma puntiaguda, sino que se unía a algo que la joven aprendiz apenas podía describir: Le recordaba a la vez que, desprendido de un glaciar, habían encontrado un cachorro de oso, congelado y conservado a la perfección en su fragmento azulado. Pero esto no era hielo. Según la explicación de la foránea, Sakura, estaba moldeado con su propio chakra. Era un óvalo perfecto, de curvas perfectas que ni el mejor artesano de su pueblo podría haber logrado.
Ya se habían acostumbrado. Y sería hipnotizante y agradable de ver, si no fuera porque, dentro de él, la pequeña Denali dormía. Flotando allí dentro, asiéndose frágilmente a la vida.
—Tsch. Mírenla —agregó una de ellas, rompiendo el pacto de no parlotear sin un fin específico—. Duerme y aun así con un solo dedo es capaz de mantener… ¿Cómo dijo que se llamaba?
—Concentración de chakra, mamá —respondió otra—. Nosotras juntas apenas pudimos mantener dos horas ese… ese huevo. Y ella dormida lo hace con un solo dedo.
Otra puso la mano en su boca y la instó a no decir más.
—¡Calla! Sabes que Chakwan tiene oídos en todos lados. No quiero oír su furia cuando sepa que dejamos que nos enseñe uno de sus trucos.
—¿En algún momento deberá enterarse, no creen? No deberíamos desperdiciar esto que hemos aprendido. Si sirve para curar un rasguño, quien sabe de qué otras cosas podríamos ser capaces.
—Eso —remarcó la más veterana entre todas ellas—. Es lo que Chakwan más teme.
Dieron un respingo cuando Sakura abrió los ojos súbitamente, como si nunca hubiese estado dormida. Todas compartieron una mirada culposa, pensando que ella habría escuchado todo; sin embargo, la extranjera dio un salto y se arrodilló justo enfrente a la incubadora que había moldeado con su propio chakra. Nuwa también despertó, y, con casi una de sus piernas inutilizadas, comenzó a arrastrarse hacia donde estaba su hija. Una de las mujeres salió del círculo para ayudarla.
Adentro del óvalo, el cuerpo de la pequeña niña, abandonó su letargo, y repentinamente, comenzó a agitarse. Sakura sabía que había llegado el momento que tanto había temido.
—¡Sakura! ¡qué ocurre!
Haciendo un círculo alrededor, todas observaron mortificadas, y la más joven de ellas, de apenas trece años, se largó a llorar.
—¡Necesito que utilicen su chakra, ahora! —ordenó. Cuando todas lograron concentrar su energía sobre la incubadora, Sakura adentró sus manos, e inició sus maniobras directamente sobre el cuerpo de Denali.
—Un poco más mi niña, solo un poco más —sollozó, Nuwa. Con toda la furia de su impotencia, golpeó la tierra y la maldijo con su puño. Pero esta le respondió, con un sacudón. Todas abrieron los ojos, mirándose entre sí. Era un sismo.
—¡Maldición, no, no! ¡No es este el momento! —gritó una de ellas, sintiendo como el suelo se sacudía debajo de sus pies y las tripas se le retorcían de miedo. Desde afuera, llegaban algunos gritos contenidos y expresiones de temor. Pero ellas no podían salir, no podían dejar su lugar. El suelo continuaba moviéndose y algunas echaron el cuello hacia atrás, mirando la estructura de la casa, rogando para que no se les viniera encima.
Las manos de la joven médica se movían por sobre el cuerpo de la niña, con precisión. Nuwa se sintió inservible. Sus piernas eran inútiles y no servían siquiera para ponerse de pie y cubrirlas si algo se les venía encima. Solo podía alternar su mirada entre su hija, que ahora se sacudía mas violentamente, y la mirada de Sakura, su salvadora. Esta se mordía los labios, pero cuando, por primera vez, vio dos lagrimas gruesas, frustradas, caer de sus ojos verdes, supo que la hora ya había llegado.
Se volvió a la incubadora y también dejó entrar su mano. Era cálida, como su portadora. Tomo su puño diminuto, del tamaño de una nuez, sin percatarse que la tierra ya había dejado de sacudirse. Había descendido en intensidad, al igual que los latidos de su hija. Acarició sus pequeños dedos, intentando grabar en sus recuerdos lo suaves que eran.
—Tinkunakama, mi pequeña.
…
…
Sasuke se ubicó en silencio entre los aldeanos que rodeaban el hogar donde se encontraban Sakura y sus pacientes. Todos conversaban en susurros, meneando la cabeza con pesadumbre. Sasuke llegó a notar que uno de ellos, sin ser consciente de que estaba siendo observado por él, levantó una parte de su ropa y dejó entrever una mancha morada que se extendía por uno de sus brazos. Adivinó en sus gestos mudos y sobre todo en el brillo en sus ojos, miedo. Pero cuando supo que estaba siendo observado, el sujeto volvió a cubrirse y se escabulló de allí.
Alguien tiró de su ropa, y Sasuke bajó la mirada para encontrarse con Meena. La mirada de la niña solía ser despierta y vivaracha, pero esta vez, lo observaba con cautela. Había enojo en su mirada. Khalan estaba a su lado, pero al contrario de ella, este miraba hacia el suelo y parecía estar escondiendo algún llanto mudo. Ella le sacudió la mano, exigente, para que se agachara a escucharla. Sasuke se puso en cuclillas y Meena acercó la boca a su oído.
—Dicen que la bebé murió —le susurró, y se apartó para mirarlo con seriedad. Sasuke no supo bien qué decir. La noción de la muerte era compleja para un niño, y él no se sentía preparado para dar alguna frase que pudiera calmar esas ansiedades, o dar alguna explicación, que, suponía, la niña podría esperar de él. Meena, viendo que no recibía ninguna respuesta, frunció los labios—. Sus ojos. Sus ojos señor —resopló, impaciente, como si estuviese explicando algo muy básico a alguien especialmente lerdo—. Utilice sus ojos, como la otra vez.
Sasuke finalmente entendió, ¿Cómo se supone debía responder? ¿Negarse y marcharse sin más? ¿Dar alguna clase de explicación? ¿Pero cómo explicar a un niño lo que era la muerte?
—Lo siento. Nadie puede hacer eso —respondió. Técnicamente, si había maneras, pero no iba a explicar a mentes tan inocentes los horrores de lo que implicaba el Edo Tensei. Se reprendió a sí mismo, por estar dándole vueltas al asunto.
La irritación y el desengaño que sintió la niña fue evidente. Khalan se soltó del agarre de su hermana y se escabulló entre las piernas de los adultos. Meena lo miró ofendida y soltó una frase, que, inesperadamente, resultó ser una estaca clavada en su corazón:
—Usted es un farsante.
Y se dio la vuelta con la barbilla bien en alto, petulante y ofendida, alejándose en busca de su hermano mayor.
Sasuke se puso de pie y suspiró, incómodo. No había esperado esa respuesta, y, mucho menos, la reacción de la niña. Pero todo pasó al olvido cuando escuchó la voz de Sakura. Volteó, y la encontró conversando con aquella mujer tan agria e inflexible, Malai. Conversaba con Sakura atentamente, y aunque no lo hacía con la afabilidad de otros aldeanos, si parecía confiar, siquiera, un poco más. Sasuke se acercó a una corta distancia de ella, solo para que Sakura lo viera, pero sin intervenir. Malai acordó algunas palabras más y finalmente la dejó sola.
—Nuwa está con su familia dentro —Sakura se acercó a él, dándole explicaciones que nunca pidió. Pero así era ella, sobre todo, cuando algún paciente fallecía. Ya estaba habituada a esa clase de situaciones. Algunas veces, ciertos casos la afectaban más que otros, y cuando era así, Sakura hablaba mucho, se enredaba con palabras y se llenaba la boca de comentarios vacíos. Y de vez en cuando, también lloraba a escondidas—. ¿Has sentido lo que ha sido ese sismo? Si algo se necesitaba para demostrar que tu trabajo fue excelente, era esto, ¿lo has visto? No fue tan largo, y tampoco fue tan fuerte, ¿verdad? Parece que no hay ni un rasguño por curar. Hace demasiado frío, creo que nunca-
—Sakura —Sasuke la interrumpió.
Ella se mordió los labios, y casi le rogó, con la mirada, que no dijera ni una palabra más. No estaban solos, y Sakura no estaba dispuesta a quebrarse frente a todas esas personas. Cuando estaba pensando en tomar a Sakura de un brazo y sacarla de allí, el arrastre de un cayado bien conocido, abriéndose paso entre todos los aldeanos, anunció la llegada de su líder. Chakwan, arribó armoniosamente, y sin ceremonias se acercó a la médica. Sakura evitó mirarla a los ojos. Sentía que esa anciana podría descifrar su ADN, si así se lo propusiera.
—¿Por qué esa cara? Niña, aquí estamos más habituados a la muerte de lo que tú crees, no exageres —Sasuke vio como la comisura de los labios de Sakura se crispaba, pero aguardó estoicamente y en silencio lo que fuera a decirle. Sasuke temía por las próximas palabras de la anciana, que podrían activar el volcán de emociones que en ese momento era Sakura: cansancio, frustración, humillación, pérdida—. Las sanadoras me han dicho que tu trabajo fue excelente, y que nunca habían visto algo semejante —Sasuke suspiró por dentro, pero cuando ya estaban comenzando a relajarse, Chakwan soltó: —. Pero ya deben marcharse.
Sakura abrió la boca con lo que fue, casi, un ladrido.
—¿Qué?
—La niña ha muerto. Ya no tienen nada más que hacer aquí. Deben marcharse.
—¡No! Nuwa aún está débil, y ni siquiera sé que es lo que está ocurriendo aquí —La voz de Sakura iba en aumento, y aquello llamó la atención de algunos lugareños que aun circulaban por allí, quienes aprestaron el oído para escuchar mejor—. ¿Cómo puede pretender que nada ocurre?
Sasuke la tomó de la muñeca, tratando de que se moderara, pero si algo faltaba para prender la mecha de Sakura, fue la respuesta que recibió:
—Ya tuviste el tiempo que pediste. Si no pudiste salvar a una niña, ¿crees que estás capacitada para algo más?
Sakura sacudió el brazo, liberándose del agarre de Sasuke y, apretando los puños, vociferó cual felino salvaje en su punto de defensa.
—¡Por qué no cierra esa puta boca, maldita vieja!
Una avalancha de silencio se desplomó sobre ellos. Sasuke abrió y cerró la boca intermitentemente, y miró a Sakura sin creer que había dicho lo que había dicho. Los copos de nieve caían en las bocas abiertas de los aldeanos. No sabían qué era esa palabra que empezaba con P, pero si sabían lo que era maldecir a alguien. En cambio, su líder permaneció imperturbable, como si la conversación no hubiese cambiado el tono.
Sasuke tomó del codo a Sakura, dispuesta arrastrarla fuera de allí, pero esta se zafó nuevamente.
—Déjame —le dijo.
Sakura dio media vuelta, y comenzó a caminar, pisando fuerte y dejando huellas bien marcadas sobre la nieve. Su caminata se volvió un trote, y luego, un halo de color rosa se trazó sobre el universo blanco, fugándose de allí.
Sasuke se volvió para mirar a la octogenaria. Esta le sostuvo la mirada, y luego añadió, como si nada hubiese ocurrido.
—Buen trabajo muchacho. Ese no fue un gran sismo, pero tus construcciones se mantuvieron. Tal como lo dijiste.
Chakwan se marchó de allí, tan parsimoniosamente como había llegado.
Sasuke se debatió brevemente entre decirle lo suyo a la insoportable octogenaria o seguir a Sakura, pero optó por correr en dirección a su compañera, quien ya le había ganado un largo trecho.
…
…
Era veloz, pero Sakura, en todos aquellos años en qué él había estado con el trasero pegado a la silla de su oficina; ella, como kunoichi activa, lo había aventajado. Sumado a eso, Sakura iba mucho más ligera de ropa que él (¿por qué ella siempre acababa por salir corriendo, prácticamente desabrigada, a mitad del invierno?), mientras que él llevaba la ropa que le habían dado: aunque suave y abrigada, se sentía como un oso con sobrepeso.
Sasuke perdió la antorcha rosada que era su pelo, por lo que tuvo que seguir el rastro que dejaba su chakra. Inestable, colérico, pero, sobre todo, triste.
Cuando llegó a los pies de un peñasco, miró hacia arriba y vio apenas un atisbo de sus trenzas rosas, perdiéndose rápidamente. Suspiró, ¿por qué se le daba por escalar en esta situación, y con ese clima?
—¡Sakura! —gritó, en vano. Solo un eco de su propia voz le respondió. Había dejado de nevar, pero la capa debajo de sus pies era gruesa y fría. Poseída por su personalidad más iracunda, Sakura escalaría hasta la parte más alta que su cuerpo le pidiese. Un lugar donde pudiese estar sola. Situación que, esta vez, no estaba dispuesto a respetar.
Identificó los puntos de agarre, y comenzó a ascender. Si miraba hacia abajo, la altura parecía querer absorberlo hacía el vacío. Podía hacer la escalada más fácil usando cualquiera de sus habilidades como shinobi, pero pronto entendió porque el cuerpo de Sakura le pedía esto. La descarga de adrenalina repentina, la exigencia del cuerpo, tenía el poder de limpiar la mente.
Podía dejar caer ciertas capas de ropa, pero prefería llevarlas con él y abrigar a Sakura cuando la alcanzara. Justo cuando estaba pensando en aquello, llegó hasta sus oídos el alarido enfurecido de su compañera. Sasuke se alegró, porque eso implicaba dos cosas: Sakura no estaba llorando, y ella había llegado a un punto de descanso en el ascenso.
Pronto la alcanzó. Sakura contemplaba el paisaje al oeste, y a su lado, una roca de su tamaño, tenía una sospechosa fisura justo en el medio. Las puntas de sus pies rozaban el límite donde se interrumpía el terreno y se iniciaba el precipicio. Sakura volteó para reconocerlo, pero esquivó su mirada y volvió la vista hacia el horizonte.
—No pienso bajar en el corto tiempo, puedes volver Sasuke-kun —aclaró, tratando de simular la calidez con la que ella siempre le hablaba. Pero su voz tenía un tremor nervioso difícil de ocultar.
—Es más entretenido estar aquí —respondió con un deje irónico. Era una respuesta que solo ella podía leer entre líneas, porque una vez le había revelado que era divertido verla enojada. Sakura se volteó para mirarlo filosamente, y la sonrisa burlona de Sasuke, se disolvió como sal en agua hirviendo—. Lo siento.
A esa altitud el viento era más fuerte que en la superficie, pero Sakura permanecía estoica al pie del precipicio. Por más que ella pudiera resolver cualquier caída accidental, verla allí lo estaba poniendo algo nervioso. Sasuke notó que, en la parte de sus brazos que no estaban cubiertos, se revelaban unos vellos erizados por el frío. Se quitó el abrigo superior de piel y se lo puso encima de los hombros. Sakura lo aceptó sin cambiar un ápice su postura.
—Ella no tiene idea de lo que hemos pasado estos meses —Sasuke se paró a su lado, y ambos miraron el paisaje. Se podía vislumbrar un cordón de sierras y montañas nevadas, pero todo estaba cubierto por una densa capa de nubes. La voz de Sakura temblaba—. Vi su cuerpo pudrirse frente a mis ojos —la voz de Sakura tembló y finalmente se permitió llorar. Pero la impotencia era más fuerte, y, con una efectiva patada giratoria, terminó el trabajo que había comenzado con la roca. Esta se quebró convirtiéndose en una pila de escombros.
Sasuke levantó un fragmento entre el montón. Lo sopesó en su mano derecha, y lo aventó en un círculo perfecto hacia el vacío lejano. La roca voló por varios metros, y luego desapareció entre las nubes. Sakura lo miró con desaprobación, ofendida al creer que no estaba prestando atención a sus palabras. Pero Sasuke la tomó del brazo, volvió a tomar otro fragmento, lo colocó en su mano, y le cerró el puño.
La boca, los ojos, y los hombros de Sakura temblaron, y Sasuke abrió sus brazos, con una mirada comprensiva en sus ojos. Ella se abalanzó contra su pecho y entregó sus emociones a un brote de llanto, que ya no pudo contener. Se sorbía los mocos que amenazaban con salir de su nariz, maldecía, pedía perdón, y luego volvía a llorar, tan enfadada como desconsolada.
—Sasuke-kun, lo intenté todo. Todo.
—Lo sé.
Sasuke solo acarició su espalda, dándole algunas palmaditas consoladoras en la cabeza, como a un cachorro que se siente solo y desamparado.
Luego de algunos minutos, Sakura recobró la compostura, y se apartó de él. Se secó el rostro, tomó aire en sus pulmones, y arrojó al vacío la piedra que Sasuke le había dado. Eso se había sentido bien.
Con Sakura más tranquila, y enfocada en canalizar su mar de emociones arrojando piedras a la nada, Sasuke juntó algunas pocas ramas y hierbas secas que pudo encontrar escondidos por aquí y por allá. Cuando junto lo suficiente, hizo una pequeña pila y convocó una bola de fuego, que crepitó en una llama acogedora y tranquilizante.
Sasuke se sentó sobre una piedra, la que calentó previamente, y observó cómo la montaña de escombros disminuía, a la par que el sol tímido de invierno, caía frente a ellos.
Así, ella continuó, una tras otra, arrojando las piedras.
…
…
Sakura se sentó al lado de Sasuke. Las piernas de ambos balanceaban sobre el vacío. Sakura apoyó la cabeza sobre su hombro, y Sasuke sonrió imperceptiblemente, sabiéndola más tranquila. Rodeó su cintura con un brazo.
—Eso habrá matado algunos animales, deberíamos ir a buscarlos para aprovechar su carne.
Sakura lo vio horrorizada, y Sasuke casi larga una carcajada. Le dio un golpe suave en la frente, y ella se lo tapó, haciendo un mohín infantil. Se hizo un silencio, que Sakura rompió diciendo:
—Sasuke-kun, gracias.
—No fue personal —dijo Sasuke. De alguna manera, estaba excusando a la anciana por su comportamiento: él también había tenido problemas de empatía con sus shinobis cuando era Hokage, y Sakura lo había ayudado a corregir alguno de esos comportamientos.
—Lo sé.
No le iba a contar nunca que Chakwan lo había casi acusado de ser un violador. Por esa razón, había disfrutado secretamente los improperios que Sakura le había dedicado.
—Ella tiene razón.
Sasuke se apartó para mirarla con el entrecejo fruncido, y Sakura suspiró abatida.
—Ella tiene razón. No pude salvarla. Estoy casi como al comienzo. No sé nada, no puedo hacer nada.
—Sakura, no puedes-
—Tsunade-sama lo hubiese resuelto. Ella lo habría hecho. No soy más que una burda copia de ella.
Sasuke apartó su brazo definitivamente y la miró como si aquello hubiese sido un insulto personal.
—¡Es verdad! Solo camino sobre las huellas que ella va dejando, ¿y luego qué? —Contrajo sus rodillas y ocultó el rostro allí—. Siempre seré la discípula de la legendaria Senju Tsunade, una sombra que replica sus pasos.
—La última vez que escuché tantas estupideces juntas, fue de la boca de Naruto.
Sakura levantó el rostro de sus rodillas, y lo miró algo enojada, pero era Sasuke quién parecía más enfadado.
—¿Por qué siempre buscas menospreciarte? —Sakura levantó el cuello, sorprendida. Sasuke no solía hablar tan seguido, pero cuando lo hacía, era conciso, certero, y muchas veces, tan franco que hería—. Nunca pensé que solo te importara el reconocimiento ajeno.
Sakura se puso de pie de un salto y lo miró irritada.
—¡Eso no es lo que quiero decir! —gritó, apretando los puños—. Solo, siento que…. Me siento como agua estancada. Fui demasiado engreída, realmente pensaba que podría salvarla. Esta era la oportunidad que estuve buscando para ponerme a prueba, y, confiaba en que podría hacerlo. Pero lo único que hice fue prolongar su agonía —Sakura ya no tenía más lagrimas para derramar, pero la congoja en su pecho no se quitaba—. Quizás deba aceptar, que no soy más que un común ninja médico, sin nada nuevo para aportar.
Sasuke no se aguantó las ganas de suspirar con hartazgo, y Sakura hundió los hombros, sabiendo lo que estaba pensando. Antes que pareja, habían sido amigos y compañeros durante muchísimos años, y Sasuke sabía lo fácil que podía quebrarse la autoconfianza de Sakura. Su perseverancia, su inteligencia, su tozudez, podían desaparecer si apenas un pequeño rasgo de su baja autoestima asomaba, para contaminar con nubarrones pesados sus pensamientos. Así y todo, Sasuke bien podía entender lo que era vivir eclipsado por la imagen de otra persona.
Sakura siempre había necesitado ese pequeño empuje para convencerse a sí misma de todo lo que era capaz. Luego, ella se enfrentaría hasta al mismísimo Hachiman-shin, armada solo con unos palillos de bambú. Sakura necesitaba que alguien le susurrara, de tanto en tanto, que ella sí podía hacerlo. Y Sasuke bien sabia, que él siempre había sido una de esas personas.
—Si llegamos a este punto para que te des por vencida, hubiese sido mejor que aceptes la oferta del Raikage. Podemos regresar y decirle que reconsideraste la oferta.
Sakura negó con la cabeza varias veces. Lo tomó del brazo y tiró de él torpemente.
—¡No! Sasuke-kun, no es eso lo que quise decir.
—¿Entonces?
Sakura abrió la boca, pero la cerró, cuando no supo que más agregar.
—Allí abajo aún hay niños, mujeres y hombres que probablemente tengan lo mismo que esa niña. Pero ellos aún están vivos. Sakura, ¿qué harás?
Sakura lo soltó y lo observó analíticamente. Luego sonrió, resignada.
—Cuando me hablas así, siento que vuelvo a tener doce años —Sakura lo abrazó fuertemente, rodeando todas las capas de pieles, y hundió el rostro sobre su pecho mullido. Sasuke la abrazó también, y permanecieron así por algunos segundos.
—¿Tienes frío?
Sakura negó con la cabeza sin apartarla de su pecho.
—No. Solo me gusta abrazarte. Parece que estoy abrazando a un oso.
Sasuke sonrió.
—Estas pieles son más útiles de lo que pensaba.
Sakura apartó la cabeza de su pecho y le mostró los dientes en una sonrisa pícara.
—No lo decía por eso. Es que has engordado Sasuke-kun.
Sasuke frunció el entrecejo y Sakura dio una carcajada. Repentinamente vigorizada, se separó de él y se desperezó. Estiró los brazos e hizo algunos ejercicios rápidos para calentar el cuerpo. Mientras, Sasuke se tocaba la tripa, constatando si era cierto.
—Hemos viajado mucho, pero creo que nunca hemos llegado a ver algo tan perfecto como esto, ¿no lo crees, Sasuke-kun?
Sasuke dejó de palparse el estómago, y observó el paisaje donde Sakura tenía posada la vista, con una contemplación casi embelesada. El colchón de nubes se había disipado. Las cordilleras más bajas parecían los picos nevados de un pastel realizado por un repostero profesional. Algunas nubes flotaban atravesando algunos picos, y ocultando otros. Y si uno observaba con atención, también podía ver algunos cóndores planeando en busca de alimento.
Sasuke acordó, en silencio.
—¿Bajamos?
Sin esperar respuesta, Sakura se ciñó mejor las ropas para comenzar el complicado descenso del desfiladero, con la apariencia de ahora sí, sentirse una mujer resuelta y decidida. Pero Sasuke hubiese preferido permanecer un poco más allí. Quería hablar de lo que había ocurrido la noche pasada.
—Sakura —la llamó. Ella ya había empezado a descender y apenas se le veían los hombros y la cabeza.
—¿Ocurre algo? Dime Sasuke-kun.
Sasuke abrió la boca. ¿Qué fue lo que ocurrió anoche? ¿Por qué me has pedido que acabe dentro? ¿Sabes cuáles son las consecuencias? ¿Estás segura que esto es lo que quieres? ¿Tener un hijo… conmigo?
—No es nada. Ten cuidado al bajar.
Sakura sonrió entornando los ojos burlonamente, pero cuando estaba a punto de decir algo, ella desapareció repentinamente al tiempo que daba un alarido de sorpresa.
—¡Sakura! —gritó, y corrió para arrojarse al desfiladero, pero a sus pies se encontró con Sakura, sosteniéndose de una roca con una sola mano y sonriéndole con burla. Sasuke la miró funestamente, enojado por esa broma de mal gusto—. No hagas idioteces.
Sakura le sonrió, se aprestó mejor a una roca y comenzó a bajar rápidamente, sin problemas. Sasuke la perdió de vista entre la neblina. Desde el fondo, la escuchó gritarle.
—¡Es para que te acostumbres Sasuke-kun! ¡A los niños no puedes quitarle los ojos de encima!
¿Qué es lo que ella había querido decirle?
…
…
El descenso podía ser algo francamente peligroso para un humano común y corriente; para ellos, que desde niños habían entrenado en lugares así, era apenas un paseo exigente. Por ese motivo, todo el descenso lo hicieron atentos al camino, pero sin malgastar el tiempo: intercambiaron ideas y experiencias sobre lo que habían vivido con esas personas.
Cuando llegaron a tierra firme, y comenzaron a caminar de regreso al poblado, se dieron cuenta que, aunque separados y sin apenas comunicación, ambos habían llegado a las mismas suposiciones y sospechas. Esa complicidad hizo sonreír a Sakura, y a Sasuke, le recordó esos buenos momentos como genins, cuando ambos sincronizaban naturalmente.
—¡Lo sabía! Estaba segura de haber memorizado correctamente los puntos poblacionales. Sabía que aquí no había nada —comentó, a la mención de Sasuke sobre el hallazgo hecho en el mapa.
—¿Memorizado? ¿Memorizaste todos los puntos geográficos? —preguntó, arrastrando un deje de sorna, y las mejillas de Sakura se fueron sofocando.
—Tengo buena memoria, no me costó nada… —fue diciendo, en un tono de voz cada vez más bajo, a medida que la sonrisa burlona de Sasuke iba creciendo— ¡Basta ya! ¿Has podido averiguar algo sobre las bayas rojas?
Los pies de ambos hacían un crunch simpático cuando pasaban sobre la escarcha de la nieve, como si sus pies estuviesen pisando galletitas crocantes. Sasuke negó con la cabeza.
—Busqué en los alrededores y no encontré nada similar. Apenas he intentado preguntarles. Cuando lo hacía, dejaban de dirigirme la palabra por varias horas.
—No importa cuánto mostremos nuestras buenas intenciones, para ellos seguimos siendo unos extraños en quienes deben desconfiar. ¿Has notado sus rasgos, su porte?
Sasuke cabeceó.
—Sí. No hay demasiada similitud entre ellos. No presentan los rasgos similares de una etnia que ha vivido durante muchas eras en un mismo lugar.
—Exacto —respondió Sakura—. Eso quiere decir que…
—Que no llevan demasiado tiempo aquí —completó Sasuke.
—Es bastante evidente, ¿verdad? Es probable que estén escapando de algo, o escondiéndose.
Sasuke la miró algo contrariado.
—¿No es demasiado pronto para aseverar algo así? Simplemente pueden ser un grupo de personas ermitañas. Nadie conoce todos los puntos escondidos que hay en este mundo.
Pero Sakura no respondió, su cabeza ya estaba trabajando por su cuenta.
—Sin embargo, lo que más me intriga es ese alimento —continuó, ignorando de plano lo que Sasuke le había dicho—. Estando allí dentro no pude saber demasiado. Me faltan instrumentos, herramientas, para hacerlo. Pero tengo la seguridad de jamás haber visto, ni leído, ni oído algo similar a esos efectos. ¿Recuerdas los parajes que hemos visitado hasta ahora? Las personas mayores llegaban con los cuerpos maltrechos, la dentadura desgastada, vestigios de una vida dura y de trabajo. Pero aquí, las personas de esa misma edad no tienen casi diferencia con los ancianos de Konoha. Parecen haber recibido la misma alimentación y cuidado de las grandes urbes. Debo investigarlo más. Algo me dice que todo esto está relacionado con esa extraña enfermedad.
Sasuke se alarmó. Había estado comiendo ese alimento desde que se había incorporado a la actividad de la comunidad. Aunque había consumido carne de los animales que las personas cazaban, y algún que otro fruto local, su consumo principal habían sido esas bayas rojas. En esos lugares, la frugalidad de la comida escaseaba.
—¿Crees que ese alimento sea el causante? —preguntó, escondiendo bien su preocupación. ¿Acaso el empezaría a desarrollar esas manchas en el cuerpo? Sasuke no podía identificar con exactitud quienes eran las personas que tenían esas manchas, ya que bien lo escondían debajo de esas capas de ropa. Pero podía imaginarse quienes eran: los que disimulaban problemas con sus miembros, los que desaparecían por algunos días, para volver luego con un rostro más cansado, mas agotado. Como si caminaran, lentamente, hacia la muerte.
—No, no funciona de esa manera —Dejó su rostro pensativo para dedicarle una sonrisa tranquilizadora—. Créeme que, si supiera que ese es el causante, habría hecho algo, aun desde dentro de esa pequeña casa. Aun así, todo está conectado. Aunque todavía no logre dilucidar de qué manera. Necesito más tiempo. Mucho más tiempo para investigar, más herramientas… y más libertad.
Sasuke se detuvo, y se puso frente a Sakura. Él sabía lo que ella quería decir con eso. "Libertad" e "Investigación" eran palabras casi prohibidas en el mundo shinobi. En Konoha, para evitar que las nuevas mentes talentosas cayeran víctimas de la obsesión con sus proyectos de investigación, eran rigurosamente auditados. Contaban con un estricto seguimiento. Konoha no podía permitir que un nuevo Orochimaru naciera bajo sus narices. Sasuke la miró prudente, midiendo sus pensamientos. Porque él sabía cómo Sakura debía iniciar esa investigación.
—Aquí no estamos en Konoha, no necesito el permiso del Hokage para investigar, pero tampoco creo que la anciana me permita…
—Te permita hacerle una autopsia.
Sakura suspiró, como si la idea no terminará de agradarle. Cuando algún shinobi moría en extrañas circunstancias, Sakura formaba parte del comité que realizaba los análisis forenses del cuerpo; pero una cosa era diseccionar el cuerpo de un ninja veterano, y otra muy distinta, el de un bebé que apenas había alcanzado los tres meses de edad, de una comunidad recelosa y conservadora.
Sakura permaneció en silencio.
—Aunque Chakwan lo autorice, no podría hacerlo sola. No es mi área de mayor conocimiento y…
—Yo te ayudaré.
Sakura se sorprendió, pero luego esbozó una sonrisa condescendiente.
—Te agradezco Sasuke-kun, pero es necesario tener algo de experiencia.
—Sakura, no te ofrecería mi ayuda si no contara con esa experiencia.
Sakura lo miró más detenidamente, analizando sus palabras en su rostro adusto, tratando de entender como eso podía ser posible.
—¿Cómo…? ¿Cuándo…?
—Orochimaru —dijo Sasuke, resumiendo toda la respuesta a un solo sujeto. Sakura abrió la boca, dejando salir un "Ah", entre perdido y anonadado. Sakura se quedó allí, incómoda sin saber que decir, pensando en cuantas cosas aún no sabría de él. ¿Sasuke había participado en autopsias? ¿Acaso Orochimaru no se lo había llevado solo para entrenar su cuerpo hasta lograr convertirlo en su próxima vasija perfecta? ¿Lo había obligado, o lo había hecho por propia voluntad? ¿Habría participado en sus repulsivos experimentos? ¿Qué otras cosas, esa maldita serpiente, lo había hecho experimentar, cuando apenas alcanzaba su adolescencia?
El tren de pensamientos lúgubres se detuvo cuando Sasuke le golpeó la frente.
—Detente ahí —la amonestó, pero había una sonrisa dibujada vagamente en sus labios—. Lo que sea que estés pensando, deja de hacerlo.
—Perdón —le respondió, y se obligó a centrarse en el presente—. Aun así, debemos conseguir lo más difícil, el consentimiento de su líder.
Antes de que Sasuke pudiese responder, otro crujido de nieve se adicionó detrás de ellos, y ambos voltearon. Chakwan y Malai se acercaban.
Sakura se sonrojó, recordando de pronto el espectáculo que había hecho unas horas atrás, y un sentimiento de profunda vergüenza la acometió. Pero la octogenaria llegó y comenzó a hablar sin ceremonias, como era su costumbre.
—¿Se irán volando en esa cosa…? ¿Esa águila? ¿O volverán a pie? De una manera u otra, lo mejor es que coman algo y se duerman pronto. Mañana deberán salir antes del amanecer. Les prepararemos algunos refrigerios para que lleven con ustedes.
—Por favor, escúchenos —replicó Sakura. Esta vez mantendría la sobriedad y no se mostraría como una adolescente emocional—. Seguramente ha podido ver el cuerpo de la niña, y sabe que su madre ha quedado con secuelas irreversibles. Sé que hay más personas que están como ella, aunque lo oculten. ¿Qué ocurrirá con ellos? ¿Permitirá que les ocurra lo mismo? Por favor, permítanos continuar investigando.
—Te repetiré lo mismo que dije antes, ¿qué más podrías hacer? La niña ya está muerta.
Allí Sasuke decidió intervenir. Aunque Sakura intentara mantener la compostura, sabía que su temperamento era intempestivo cuando se trataba de defender su postura.
—Permítanos hablar con los padres. Debemos hacerles una pregunta.
La anciana lo miró con suspicacia.
—No habrá reuniones secretas aquí. Hablaran con ellos, pero nosotros estaremos presentes. Sígannos.
Todos volvieron sus pasos hacia el poblado. Sakura no sentía tanta confianza, pero Sasuke, dándole un amigable empujón, la invitó a continuar.
…
…
¿En qué instante, de confianza necia y precipitada, pensó que él estaría más capacitado para explicar el procedimiento, de lo que lo estaría Sakura?
No solo los padres de la niña; los consejeros, su líder, las curanderas y hasta la propia Sakura lo miraban atónitos. Sakura parecía debatirse entre arrancarle la lengua con sus propias manos, y apurarse a arreglar aquello.
Había sido su error, porque Sakura había iniciado la conversación con toda la calma necesaria:
—Creemos conveniente hacer una autopsia a la niña —Sakura explicó suavemente, moviendo las manos en gestos que acompañaran su tono de voz.
—¿Qué es eso? Explícate más —exigió Chakwan.
Sakura dudó algunos segundos pensando como explicar aquello, pero Sasuke sabía que no debían demorarse, y se adelantó. Abrió la boca, y al terminar, se dio cuenta de por qué Sakura meditaba tanto una descripción:
—Es un procedimiento muy común en nuestra aldea, la realizamos en todos nuestros ninjas que fallecen en situaciones confusas. Se disecciona el cuerpo para hallar las verdaderas causas de la muerte.
Diseccionar. La impresión de esa palabra fue tan honda, que necesitaron de varios segundos para procesarla.
—Tiene que ser un chiste —Malai casi escupió al hablar.
—¡No, no es así! —Sakura agitó las manos apurándose en corregirlo—. En realidad…
—¡Silencio! —gritó Chakwan, y todos voltearon entre sorprendidos y asustados. La anciana podía ser hosca y fría, pero ante todo era templada y poco dada a un temperamento explosivo. Esta vez, ocurrió todo lo contrario. Se acercó a Sakura, intimidante— ¿A qué crees que has venido acá? ¿A que seamos tus animales de experimentación? ¿Crees que dejaré que abras a la niña de estos padres como si fuera un alce que cazamos? Conozco a los de tu clase, he visto lo que son capaces de hacer.
La anciana miraba con rabia a los ojos de Sakura, y casi podía escuchar sus dientes rechinar. Sakura instintivamente dio un paso hacia atrás. Había algo en esa forma de mirarla, un odio casi visceral, que le erizó los vellos de la nuca. Esta vez, no supo replicarle.
Sasuke se puso a su lado e hizo un ademán para interferir, pero Sakura le puso una mano encima de la suya, y lo detuvo.
—Solo queremos entender que fue lo que ocurrió con esa niña. Nada más —habló, suavemente—. Y sabemos que ella no es la única. Solo queremos saber qué es lo que está ocurriendo con ustedes.
La anciana susurró algo a Malai, y esta tomó a Serguei y Nuwa, que no habían dicho ni una palabra, y los sacó de allí. Todos se fueron marchando en silencio, y solo quedaron ellos tres. Caminó con lentitud hasta un banco y se sentó allí, sosteniéndose aun de su cayado. Tomó un hondo respiro, como si se estuviese llamando a la calma, y tanto Sasuke como Sakura aguardaron respetuosamente.
—Ninguno de ustedes me gusta —sentenció. Sakura se mantuvo recta en silencio y Sasuke pensó, que realmente no era necesario que lo dijera, porque de todas maneras ya lo sabían—. Puede que sean diferentes a los de su clase —Sakura y Sasuke intercambiaron miradas: "¿Su clase?"—. Pero siguen siendo aquello para lo que los hicieron: armas para asesinar, esbirros que solo saben cumplir órdenes.
Sakura estaba a punto de decir alguna cosa que contradijera esa afirmación, pero Sasuke puso una mano en su hombro y negó con la cabeza. Ella guardó silencio; él, en cambio, se acercó hasta estar frente a la anciana, e hincó una rodilla. La miró directamente a los ojos.
Hundido entre sus pobladas arrugas, vio un par de ojos fuertemente azules. Y pensó, por un momento, que de joven ella habría sido muy bella.
—¿Ocurrió algo en este lugar? —Sasuke preguntó, suave, casi tanto como cuando hablaba con Sakura en la intimidad. Comprensible y calmadamente. La anciana sostuvo su mirada—. ¿Algún grupo de shinobis llegó hasta este lugar? ¿Recuerda las insignias en su frente?
Chakwan lo observó, pero sin estar allí. Sus pupilas apuntaban hacia Sasuke, pero los pensamientos de la anciana se fueron, por algunos segundos, lejos de allí. Luego, respiró y exhaló profundamente y meneó la cabeza. Se puso de pie y comenzó a caminar hacia el exterior. Antes de salir por la puerta, dio un ultimátum:
—No tenemos la fuerza para expulsarlos, por lo que, si para mañana no se han marchado aún, seremos nosotros los que tendremos que buscar un nuevo hogar. Por favor, solo, váyanse.
…
…
Entraron a su prestado hogar sacudiéndose la nieve de los hombros, la cabeza y los pies. Sasuke fue a por los rollos y los abrió, luego tomó una pila de ropas que tenía y lo dejó sobre uno de los papiros extendidos en suelo. Ya estaba empezando a empacar.
—¿Qué haces? —Sakura preguntó, aunque tuviera la respuesta.
—Empacando, claro está.
Sakura frunció el entrecejo y, antes de que pudiera empezar a enrollarlo para aplicar el sello, se arrodilló aplastando una de las esquinas del papel, impidiéndole seguir.
—Fuiste tú quien me dijo que no me diera por vencida —recordó.
—Sakura, si no nos vamos de aquí, claramente ellos estarán dispuestos a llevarse sus pocas pertenencias y alejarse de donde nosotros estemos. Y este es el peor de los climas en el que alguien puede estar. Si abandonan este lugar, muchos perecerán en la búsqueda de otro lugar.
Los ojos de Sakura se enfurecieron.
—¡Puedo hablar con las sanadoras! He convivido con ellas todo este tiempo, confían en mí, ellas pueden intentar convencerlos.
Sakura se sentó sobre sus nalgas y Sasuke aprovechó que el rollo estaba libre, para plegarlo y sellarlo con todo su contenido. Tomó su mochila, y empezó a empacar otros elementos.
—Si algún grupo de shinobis los atacó, ¡también deberíamos protegerlos! ¡no podemos abandonarlos!
Al ver que él continuaba ignorándola, Sakura le arrebató la mochila y la sostuvo contra su pecho, fuertemente, con ambos brazos. Sasuke rodó los ojos.
—Sakura —exhaló. A veces, ella tenía la particularidad de ser tan cabeza dura, que rozaba lo infantil—. No los estamos abandonando, pero no sabemos absolutamente nada de estas personas. En estos tres meses ni tu ni yo pudimos más que recabar poca información. Lo mejor que podemos hacer, es volver a la aldea, reportar esto a Naruto, y analizar cuál es la mejor situación a seguir, ¿bien? Ya quebramos lo suficiente el protocolo.
Sakura abrió la boca para refutar con algún contrargumento, pero la cerró, al tiempo que Sasuke oía detrás suyo como alguien entraba. Volteó.
Allí estaba "El hombre de la lengua larga", con su sonrisa amplia y mirando directamente a Sakura. Para Sasuke, fue tan desagradable su presencia, que no se percató de que venía acompañado.
—Qué buscas —casi escupió.
Pero Sakura dejó caer al suelo la mochila, y casi corrió para recibir a sus acompañantes: detrás de él entraban Serguei y Nuwa. Y en sus brazos, traían un bulto pequeño, envuelto perfectamente en una manta. Sasuke supo al instante que era aquello, y cerró la boca, dejando atrás la antipatía que le producía ese sujeto.
—Sakura, nos volvemos a ver —dijo el hombre, sonriendo, y Sakura apenas asintió varias veces. Su atención estaba puesta en los recién llegados, y lo que ellos traían.
—Nuwa, no deberías moverte tanto —Sakura le dijo suavemente a la adolescente. La muchacha caminaba ayudándose con unas muletas, pero era evidente que había perdido la movilidad de su pierna derecha.
Sasuke la ayudó a sentarse. Serguei permaneció de pie, sosteniendo lo que todos sabían que, o quién, era.
—Me han pedido ayuda. Los he traído hasta aquí sin que nos vieran. Ellos me han contado lo que ocurrió durante estos meses. Aunque nadie diga nada, creo que lo que le ocurre a Nuwa, y lo que ocurrió con mi esposa, es… muy similar.
Sakura por primera vez prestó atención a ese hombre, y luego volvió la vista hacia Nuwa. Esta desvió la cabeza, algo abochornada. En todos esos meses, ella nunca le había contado nada acerca de otros casos, al igual que las restantes sanadoras. Solo se habían limitado a cumplir sus órdenes, y nada más.
Allí, había un pacto de silencio tan grande, que ni ella, con ningún tipo de fuerza, era capaz de romper.
—Lo siento, Sakura —dijo Nuwa, con los ojos nublados, y Serguei le apretó cariñosamente el hombro, dejándole que sea quien diera las explicaciones.
—Esto ha ocurrido varias veces, solo que ahora parece… más agresivo. Nuestra Chakwan y sus consejeros dicen que ellos se están ocupando, que las sanadoras saben lo que hacen, que no debemos hablar con los extranjeros, pero creo que nadie sabe lo que está ocurriendo —Sasuke prestó atención a Serguei. Era la primera vez que lo escuchaba hablar tanto. Usualmente, cuando estaba con el grandulón de su padre, bajo su atenta mirada, no se daba a hablar así. Ahora sabía que era su padre, quien, bajo su perfil bonachón y simple, observaba qué palabras intercambiaba con su hijo—. Las personas que se enferman intentan no decirlo, porque temen ser expulsadas de la comunidad. Sus familiares lo ocultan. Y de pronto, un día mueren. Y no sabemos por qué.
—Así fue como ocurrió con mi esposa —agregó el hombre, y por primera vez, Sasuke no sintió más que una cuota de pena por él.
—Solo quiero saber qué fue lo que ocurrió con mi hija, y que es lo que ocurrirá conmigo —Serguei pasó el bulto envuelto a los brazos de Nuwa. Esta dejó un beso sobre la tela, y se lo ofreció a Sakura. Sus labios temblaban, y sus ojos brillaban de humedad acuosa—. Haga lo que deba hacer. Solo dígame, por favor, qué fue lo que ocurrió.
Sakura tomó el cuerpo, y lo retuvo delicadamente entre sus brazos. Estas personas, tan cerradas, desconfiadas, celosas de sus secretos, sus mundos, sus vidas, y, sobre todo, su historia, estaban depositando en ella toda la esperanza. En una extraña, una forastera. Y ella no iba a decepcionarlos.
—¿Pueden esperar en otro lugar? —Sasuke preguntó.
—Los llevare a mi hogar —contestó el padre de Meena y Khalan—. Mis hijos no dirán nada. Saben guardar secretos.
Sasuke pensó que, justamente, esa era la especialidad de este pueblo. Guardar secretos. Les abrió la puerta. El último en salir fue Serguei, quien lo miró por unos segundos antes de animarse a preguntar:
—¿Pueden dejarla… sin marcas?
Sasuke asintió con la cabeza, y lo tranquilizó con una sonrisa que ni él se dio cuenta que hizo. Khalan salió, sino más animado, con el corazón más tranquilo.
Cuando se volteó, Sakura ya estaba de espaldas a él frente a una mesa de trabajo que había sacado de uno de los sellos. Vestida ya con la bata blanca, estaba disponiendo y limpiando los elementos. Sakura era, en todo el equipo siete, la que siempre estaba preparada hasta con el equipo más impensado, aquel que uno pondría último en la lista de viaje.
Se acercó y Sakura, con el pelo recogido en una coleta, un barbijo en la cara, y unos lentes que cubrían sus ojos, señaló con un dedo enguantando, una bata blanca que había dejado sobre uno de los bolsos, y otro kit como el que ella traía.
—Ponte eso también —le ordenó. Sasuke así lo hizo, y se acercó a la mesa a esperar sus órdenes. Allí, se dio cuenta que no estaba tan preparado como creía estarlo.
Sakura ya había descubierto de la manta el pequeño bulto. Pero ya no era un bulto. Era un cuerpo ceniciento, que medía menos que su antebrazo. Sus ojos estaban cerrados, sus cabellos eran finos, lacios y oscuros, su cabeza era tan pequeña como la de una manzana de tamaño grande, sus brazos parecían ramas de árboles pequeños, frágiles y delgados. Sus labios, que podrían haber sido rosados, tenían un tinte azulado. Pero lo que a Sasuke le removió el estómago, fue su pierna derecha, ennegrecida, como una fruta echada a perder. Como si, lo que fuera que se hubiese llevado a esa niña de este mundo, hubiese empezado su tarea por ese pequeño miembro.
Los ojos de Sasuke habían visto mucho de los experimentos de Orochimaru. Había sido parte de su educación para endurecer su alma. Lo suficientemente dura para encarar una venganza y ser capaz de matar a su hermano. Creía estar preparado. Pero ahora sabía que no era así. Una cosa era haber visto quimeras que, si alguna vez habían sido personas, ya habían perdido su humanidad. Otra, muy distinta, era ver el endeble cadáver de un bebé, acostado sobre esa mesa fría. Solo un cuerpo. Ninguna vida.
—Sasuke-kun —Sakura lo llamó con la voz algo filtrada a través del barbijo. Ella lo miró preocupada— ¿Estás bien?
Sasuke tomó un hondo cumulo de aire, y cabeceó.
—Bien —dijo Sakura—. Empecemos.
…
…
El olor a la sangre permanecía en los orificios de su nariz. A pesar del frio gélido, del aroma de la naturaleza en la madrugada a su alrededor, a pesar de todo aquello, el olor a metálico, a los desinfectantes y solventes que Sakura había utilizado durante la autopsia, persistía en su nariz.
Era muy distinto a la sangre de las batallas, de la propia o la del enemigo; que la de un paciente echado a su suerte. Que la de un niño.
Caminaba siguiendo las huellas que Sakura dejaba delante de ellos, unas pisadas bien marcadas sobre la nieve. Llevaba en su espalda a la joven, mientras él cargaba con sus muletas. Se había ofrecido a llevarla él, pero ella se había negado. Quizás por vergüenza o decoro, pero sobre todo porque era Sakura quien había sido su médica y fiel compañía.
Sakura daba charla, no sabía bien que era lo que estaba diciendo, pero por su tono de voz, eran temas sin importancia, para distraer a una joven que acaba de enterrar a su primogénita.
Sasuke llevaba un objeto en su bolsillo. Y no podía evitar meter la mano a cada rato, para asegurarse que seguía allí.
—Chakwan duerme pocas horas, probablemente ya debe estar despierta, ¿iremos directamente?
Sasuke asintió, y miró brevemente a Serguei. Había algo en su semblante que había cambiado drásticamente esa noche. No solo era el dolor por la pérdida de su hija, era la madurez abrupta y violenta que había venido junto con ella. Mientras trabajaban codo a codo, junto a su padre, ese chico había reverberado con todo el entusiasmo de quien tiene la esperanza de que el futuro mejorará.
Que su hija sobreviviría, que solo sería cuestión de tiempo para que su esposa recuperase su salud.
Al terminar la autopsia, habían hecho un peregrinaje hacía un árbol, donde Serguei, en silencio y sin aceptar su ayuda, había luchado contra la exagerada capa de nieve, llegado hasta la tierra, había hecho un hueco lo suficientemente profundo, había alcanzado las raíces del árbol, y allí, con un beso que dejó la madre en el bulto envuelto, habían enterrado a la niña.
—Es lo único que he podido hacer por ella —él aclaró.
Con cada porción de tierra que cubría el hueco, mas crecía la determinación en el rostro de ambos jóvenes. Ahora, que algo de la verdad se había vislumbrado, sabían que no había marcha atrás. Algo debía comenzar a cambiar.
—Tinkunakama —susurraron ambos jóvenes a la vez, acariciando el terruño de tierra, que formaba una panza sobre la superficie.
Y esa palabra quedó rondando en la cabeza de Sasuke. No era de su incumbencia, no había ninguna necesidad de preguntar, no sumaba nada saber cuál era su significado. Sin embargo, preguntó.
—¿Qué significa esa palabra?
Serguei salió de su ensimismamiento. Tardó algunos segundos, y miró a las muchachas que caminaban por delante de ellos. Sakura se había soltado el cabello, y su tono rosado era un farol en la semi penumbra de la madrugada. En los tonos azulados de la nieve y el cielo sin aclarar.
Serguei respondió.
—Hasta que nos volvamos a encontrar.
Sonrió tímidamente a Sasuke, hasta casi con vergüenza. Como si estuviese diciendo algo que probablemente no creería. Sasuke asintió, y luego le dijo, sorprendiéndose a sí mismo.
—Ellos nunca se van realmente.
Y así lo sentía. Luego de la tormentosa niñez, luego de la lava ardiente de ira y odio que había macerado su cuerpo. Luego de todo aquello, sentía que ellos aún estaban con él. Que nunca se habían ido. Y ya no dolía de la misma manera.
Sasuke volvió a ver un atisbo de esa sonrisa contagiosa del chico, que lo miraba, casi agradecido, diciéndole:
—Creo que me gusta esa idea.
Sasuke estuvo tentado de palmear el hombro del muchacho. De pronto, no supo porque, pensó en Kakashi.
…
…
Echó el cuello hacia atrás contabilizando visualmente todo lo que había en las estanterías. Le dolían las rodillas porque le había costado descender hasta la nueva proveeduría que habían construido. Odiaba la idea de que el extranjero había montado algo tan inteligente. El lugar soportaba perfectamente la nieve, y los alimentos se preservaban por más tiempo. Pero el ultimo incendio se había llevado una buena parte de lo que habían guardado para traspasar el largo invierno, y su cabeza era una maroma de números, cuentas, y saldos en negativo. Pocas reservas y muchas bocas por alimentar.
Debían pensar en organizar una nueva expedición, aunque el clima fuera el peor.
—Tsk, tsk —chistó. Malai, quien estaba a su lado, tradujo su disgusto.
—No tenemos alternativa. Esto no alcanzará para todo el invierno.
Iba a responder, pero la cabeza de uno de sus asistentes se asomó desde la superficie:
—Chakwan, desean hablar con ustedes.
La anciana rodó los ojos y suspiró hastiada. Tenía demasiadas cosas, demasiados problemas en los que ocuparse, que aquellos dos shinobis cabezas duras del demonio. Malai la ayudó a sostenerse de la escalera, y aunque hizo un amague de levantarla, Chakwan era orgullosa. Subiría aquellas escaleras por sus propios medios.
Cuando llegó a la superficie, su otro asistente la ayudó a ponerse en pie. Se preocupó por alisar primero sus ropas; pero al levantar la cabeza, vio a los cuatro jóvenes, parados a escasos metros de ella.
Su boca se avinagró. Supo enseguida que la habían desobedecido, pero optó por fingir.
—¿Vienen a despedirse? —preguntó, soltando cierto tono sarcástico.
El shinobi sacó de su bolsillo algo que se lo entregó a Serguei. Y este camino hacia ella. Con respeto, se acuclilló hasta su altura. Pidió permiso para tomar su mano arrugada, dejó en su palma un objeto, y cerró sus dedos. No pesaba nada.
—No, Chakwan. Han venido para quedarse —replicó Nuwa.
La anciana abrió sus dedos. En sus manos, había un recipiente circular, chato y transparente. Y allí dentro, había algo diminuto y blanquecino, que le costó distinguir. Parecía un huevo en miniatura.
Súbitamente, algo escurridizo salió de allí, y asustada, la anciana soltó involuntariamente el recipiente al suelo. Allí podía verlo con claridad: un gusano, de un oscuro color violeta, se retorcía en su encierro. Le pareció que bailaba burlonamente hacia ella, contorneándose sobre la blanca nieve.
…
…
Notas de la autora:
Perdón por la demora en subir este capítulo. Me cuesta muchísimo sentarme a escribir, no solo por el tiempo, sino porque, cada vez que lo hago, empiezo a encontrarle mil fallos a todo lo que va saliendo. Espero que el capítulo haya sido, por lo menos, entretenido.
Muchas gracias por todos los comentarios que me han ido dejando. Esta historia la publico tanto en Wattpad como en FFNET, pero lo que nunca sé es si contestar cada uno de los comentarios o reviews que me dejan, o si al hacerlo peco de ser "pesada". Ustedes me dirán.
Antes que me olvide, "Tinkunakama" es una palabra en quechua. Pido disculpas si alguien conoce más en profundidad esta familia de idiomas, y siente que estoy haciendo un uso indebido o incorrecto de esta. En mi defensa solo debo decir que, cuando viajé a Perú, quedé enamorada tanto del país, como de su diversidad cultural e idiomática. Ojalá algún día pueda regresar.
Por otra parte, "Hachiman-shin", es el dios de la guerra en el sintoísmo japonés.
En fin, muchísimas gracias como siempre por leer, y también por comentar. Espero que se encuentren bien de salud, ustedes y sus seres queridos. Un abrazo virtual desde mi refugio porteño.
Nadesiko-san
