Al sabor de lo Agridulce


Tenía la ternura torpe de quien nunca ha sido amado

y debe improvisar.

La casa de los espíritus - Isabel Allende


VII. Cuando el río suena

Qué artefactos maravillosos ofrecía la tecnología. De pronto era consciente de toda la amplia gama de últimos avances, que iban desde arsenal shinobi, hasta la misma gastronomía. Aun así, Naruto experimentaba una sensación extraña: como esos abruptos cambios estacionales, en dónde el cuerpo aun no suelta el abrigo, pero el verano, ya exige ligereza de ropa. Le costó precisar la naturaleza de esa zozobra interna, y cuando la vislumbró, se enfrentó a una amarga respuesta: Naruto ya no comprendía las nuevas modas, le parecían absurdas. Eso era, inequívocamente, una prueba de haber alcanzado la edad adulta. Ser Hokage tenía mas de burócrata, que de héroe.

Dio la espalda a los ventanales de su oficina, y admiró nuevamente las formas curvilíneas, los colores sobrios y elegantes, de la cafetera última generación que le había regalado Hinata. Solo debía introducir una pequeña cápsula en su orificio, y en segundos la taza se llenaba de unas aromáticas gotas de café. Al finalizar, una femenina y cándida voz canturreaba: "¡Itadakimasu!".

Antes de empezar alguna reunión, Naruto abría la caja y le pedía a su invitado que eligiese entre alguna de todas las opciones. Esa acción a veces los descolocaba, pero eran realmente muy pocos los que no caían en la tentación de mover sus dedos, indecisos, entre algunas de las docenas de cápsulas coloridas y seductoras.

—Este café… —susurró para si mismo, cerrando los ojos, deleitándose con las notas de cacao y almendra. Olvidó lo que estaba por decir.

Su esposa tenía un don natural para la diplomacia. Ella sabía que esa cafetera no iba a ser solo una cafetera, era, también, un arma de seducción: líderes, representantes, comerciantes, y hasta algún shinobi rebelde o complejo, se convertían en niños eligiendo su próxima golosina tecnológica. Hasta ahora, no había habido mejor forma de romper el hielo.

Mientras daba sorbos cortos a su café, llegó a sus sentidos un chakra que no era humano. En esos tiempos innovadores de nuevas tecnologías, ya no había tantas personas que utilizarán a sus animales jurados como mensajeros, por lo que, sin duda, debía tratarse del águila de Sasuke.

—Bastardo anticuado —sonrió, sobre la porcelana de tu taza—. Ya era hora que te comunicarás.

Así se le ofreciera la forma más segura, eficaz e instantánea de comunicación, Naruto sabía que Sasuke siempre optaría por su fiel águila. Y tal como lo había predicho, ese punto en el horizonte pronto se convirtió en Garuda.

Salió al balcón, y con su vista panorámica privilegiada, así como vio el recorrido del ave, también notó a Kakashi caminando en una de las diagonales que terminaban en su oficina. ¿Cómo podía ser que ese sujeto lo superara en edad, y, aun así, exudara tanta vitalidad y virilidad? Su sensei era un hombre que parecía nunca bajarse de la cúspide de su testosterona, ¿era por su condición de soltero empedernido?

A su propio estilo, su sensei también había cambiado: ahora, en lugar de leer libros porno, los escribía. Y lo hacía fantásticamente bien, o eso parecía, ya que su primer título se había convertido en un bestseller en la primera semana en las librerías. El libro había sido firmado bajo la autoría de un tal Atotori, un seudónimo cuyo significado era evidente: heredero. Heredero de Jiraiya, su maestro en muchos sentidos. ¿Pero los lectores podían revelar al hombre detrás de la obra, solo por ese detalle? No. Naruto apenas tenía tiempo para comer, menos aún para leer libros por placer, pero según había escuchado de Hinata, los protagonistas eran sospechosamente parecidos a Sasuke y Sakura. O, siendo más precisos, era la historia de ellos dos versionada a novela erótica. Además, la ilustración de su tapa era bastante redundante: una mujer de largos cabellos rosados se sentaba sobre un escritorio, mientras un espectro oscuro y de ojos rojos la abrazaba por detrás. En el título impreso, en un dramático relieve en plateado, se podía leer: "Abandonados a la pasión".

Naruto definitivamente no iba a leer eso. Hacerlo era, por decirlo de alguna forma, incestuoso.

La noche de su casamiento, muchas personas habían visto a dos de sus shinobis más famosos tomados de la mano, cruzando miradas intensas a través de los invitados, susurrándose cosas al oído. Naruto estaba demasiado borracho como para recordarlo. Cuando de un momento a otro, ambos desaparecieron, los chimentos comenzaron a crepitar, y cuando Kakashi arribó al mundo con su libro impreso, semanas después, la llamarada de cotilleos ardió en todos los barrios, de norte a sur.

Hasta un fotógrafo se había atrevido a vender fotos de ellos dos, en su fiesta de casamiento.

—Engreído con patas —chistó Naruto, enfadado—. Siempre robándome el protagonismo.

Naruto advirtió como el vuelo de Garuda cambiaba su trayectoria, y sospechosamente se enfocaba hacia Kakashi. Una sonora carcajada explotó en su garganta, previendo lo que sucedería. Naruto le hizo señas a Kakashi sacudiendo el brazo, y este levantó perezosamente la vista de su cuaderno de notas. Su Hokage sonreía zorrunamente, y le señalaba algo a sus espaldas. Kakashi giró la cabeza, y palideció.

Meses después que el éxito de su novela sobrepasara las fronteras de Konoha, Garuda había arribado intempestivamente a la aldea, con un objetivo muy específico: perseguir a Kakashi por todas las calles, a punto de picotazos y sin un ápice de piedad. Cuando el ave pareció estar satisfecha, dejó caer un pequeño rollo, dónde podía leerse: "Escribes otra vez sobre nosotros e iré yo misma a buscarte, sensei".

—¡Empieza a correr, Kakashi-sensei! —gritó Naruto entre carcajadas, llamando la atención de los transeúntes que pasaban por allí abajo. Kakashi inició una frenética maratón, pero la hora pico y la aglomeración de transeúntes lo tenían acorazado. Cuando la colosal sombra de Garuda pasó sobre él, se cubrió instintivamente la cabeza.

Entusiasmado, Naruto aguardó por un buen espectáculo, pero se llevó una decepción: Garuda sobrevoló fugaz por encima de su sensei, y le arrojó un pergamino, bien sellado. El águila remontó el vuelo, y Naruto advirtió que ahora sí, se dirigía a él. Kakashi se enderezó y recobró la compostura; el Hokage se apoyó en la baranda, y lo observó desenrollar la correspondencia. Dedicó unos buenos minutos a su lectura. Mientras tanto, Garuda arribaba a él, posándose a su lado, asiendo la baranda con sus temibles garras.

—Hola amiga —saludó Naruto—, ¿por qué siento que no traes buenas noticias?

Su sensei terminó de leer la carta, la selló, miró a Naruto, y este suspiró desanimado; la mirada severa de Kakashi confirmaba sus sospechas. Le hizo una señal con la mano para que se uniera a él, y volvió a entrar a la oficina. Tomó la taza para terminar su latte macchiato, pero no pudo hacerlo, porque una desgraciada mosca, flotaba muerta en su café.


En una de tienda de mascotas, Shizune embolsaba algunos kilos de pienso para Tonton, cuando del otro lado del escaparate, apareció súbitamente la figura casi fantasmal del secretario del Hokage: era un shinobi jubilado que, luego de sufrir una lesión que lo había dejado cojeando de un pie, se había negado a abrazar su merecido retiro. Prefería continuar trabajando para su nación, aunque fuera llevando la agenda y acomodando el trajín diario de su Hokage, el ahora restituido Uzumaki Naruto. Había pertenecido al plantel administrativo de Uchiha Sasuke, y por lo hosco, prudente y estrictamente confidencial que resultó, Naruto había aceptado la sugerencia de su amigo, de mantenerlo en el puesto.

Shizune entregó el dinero a la cajera y se fue sin esperar el cambio. Salió apurada al encuentro del hombre.

—El Hokage te busca —comunicó, sin mediar ningún saludo, y dio media vuelta para que lo siguiera. A pesar de ser un hombre de unos setenta y tantos, y con una cojera notoria, caminaba rápido e imponía respeto. Shizune casi corrió para ponerse a su nivel. No hizo falta preguntarle para qué la estaba buscando, o si había ocurrido algo. Él no iba a adelantarle ni media palabra.

Llegaron a las oficinas del Hokage y el secretario golpeó la puerta; cuando respondieron del otro lado, él abrió y le permitió a Shizune ingresar. Adentro, Naruto estaba sentado en su sillón central, con Kakashi apoyado en su escritorio. Allí había un rollo desplegado, y afuera en el balcón, el águila de Sasuke no les quitaba los ojos de encima.

—Gracias Hideo-san —agradeció Naruto, y su secretario cerró la puerta con una reverencia.

—¿Sakura se encuentra bien? —Shizune preguntó atropelladamente. Cuando recapacitó en su falta de respeto, se sonrojó y dedicó una sentida genuflexión a su Hokage. Naruto se rio y sacudió la mano, para que le restara importancia.

—Por lo que entendemos, perfectamente —respondió Kakashi.

«Y entonces, ¿por qué esas caras?» pensó.

—Gracias por acudir tan rápido Shizune-san. Por favor, lee esto —habló su Hokage, poniéndose de pie y extendiéndole la carta. Shizune dejó la bolsa con pienso en el suelo, y comenzó a leer sin ceremonias, interpretando la urgencia en el rostro de sus interlocutores. La carta, comenzaba así:

"Naruto, Kakashi-sensei:

Esperamos que se encuentren bien. Lo escribiré sin rodeos: necesitamos de su ayuda."

Kakashi y Naruto siguieron la reacción en las facciones de Shizune a medida que leía la carta. Había sido más o menos la misma que habían tenido ellos. Al finalizar, volvió a enrollarla y se la regresó a su superior.

—No dice dónde están ubicados —fue lo primero que se le ocurrió decir.

—Por si la carta llega a ser interceptada —aclaró Kakashi, y Naruto sonrió al notar que lo hacía en un tono bajo, para no ofender a la inteligente águila, de oído agudo.

—Entiendo, ¿y por qué me han llamado?

Naruto la invitó a sentarse. Entusiasmado abrió una caja de madera y le mostró una amplia variedad de cápsulas de café; una verdadera paleta de colores. Para la decepción de este, Shizune negó respetuosamente con la mano, pero Kakashi, tomó uno sin permiso, recibiendo la mirada desaprobatoria de Naruto. Puso las cápsulas en la máquina, y el ruido casi sordo de los motores de la cafetera, sirvió de música ambiental.

—Lo que esos dos están haciendo es una gran estupidez —concluyó, sin rodeos, el Hokage—. Me resultaba extraño que no se pusieran en contacto luego de tantos meses, pero pensaba que solo estaban eh… recuperando el tiempo perdido —Sacudió la cabeza, obligándose a sí mismo a ir al punto—. Es estúpido, pero sobre todo es peligroso. Tsuchi no Kuni es cerrado y huraño. Apenas me permitieron enviar a dos de mis shinobis como diplomáticos. Si se enteran lo que están haciendo, podría… —Naruto suspiró, sobándose la frente. Repartió las tazas de café y algunas galletitas soba boro—. Podría acabar en un conflicto diplomático. ¿Cómo Sasuke estuvo de acuerdo con todo esto? Él sabe perfectamente las consecuencias.

—Sasuke podría no haber estado de acuerdo —Kakashi aclaró.

—Pero a Sakura-san eso no le habría importado —completó Shizune—. Ella hizo un juramento, y eso es lo más determinante —recordó—. ¿Qué harán?

—En principio, buscar una mentira lo suficientemente buena para excusarnos con las regiones por dónde Sasuke y Sakura iban a presentarse —explicó, y después sacudió la mano, restándole importancia en la conversación. Esa era su responsabilidad—. Pero eso no es problema. El problema principal es todo lo que nos pide. Hay cosas que ni siquiera sé cómo deletrear.

Shizune releyó mentalmente el listado de Sakura.

—Quiere armar un laboratorio de investigación, y comenzar a experimentar con fármacos. Es una de sus especialidades.

—¿Es decir que hará experimentos no autorizados en tierra extranjera? —gimió Naruto, agarrándose los cabellos y tirándolos con desesperación. Si seguía así, acabaría calvo—. Esto se está poniendo peor de lo que pensaba.

—Pero, ¿por qué no intentar dialogar con las autoridades del País de la Tierra? ¿Por qué mantenerlo oculto? —preguntó Shizune.

Kakashi volvió a repasar la carta y la resumió en voz alta:

—No dice demasiado. Solo que es una enfermedad desconocida que ataca a un pueblo pequeño, y que estos no quieren darse a conocer al mundo. Y que no piensa abandonarlos a su suerte. Fin.

Un silencio meditativo recayó sobre ellos, pero un nuevo gemido de frustración de Naruto, reinició el debate.

—¿Por qué no podían limitarse a tomar unas vacaciones y tener sexo en el camino? —Naruto volvió a rascarse el cuero cabelludo con agobio, y Shizune se atragantó una carcajada.

—Puedo conseguir lo que Sakura pide sin tener que… —Shizune se detuvo para pensar cómo explicar eso, sin que sonara corrupto. Pero no había muchas alternativas—. Sin tener que declararlo para el hospital.

—Fuiste la mano derecha de la Quinta durante muchos años. Estás acostumbrada a ciertas cosas —agregó Kakashi, sonriéndole con picardía debajo de su embozo. Su mirada penetrante de hombre experimentado le elevó la temperatura corporal, y Shizune debió hacer un esfuerzo para no tartamudear. Volvió los ojos a su Hokage, quien con su aspecto de hombre consternado, la turbaba menos.

—Pero lo que necesito es dinero. Ese material es muy costoso, y necesitaré contar con una buena suma…

Naruto abrió la boca, sin palabras. ¿Cómo haría para conseguir ese dinero? ¿Acaso se convertiría en un Hokage de administración corrupta para ayudar a sus amigos? Cuando ya estaba pensando en negarse rotundamente, y mandar a buscar a sus rebeldes shinobis, Kakashi le tiró una soga en ese mar donde se estaba ahogando.

—El dinero lo pondré yo.

—¿Y de dónde?

Kakashi sonrió misteriosamente, y sacó la versión de bolsillo de su primer bestseller.

—Podría decirse, que les debo un favor.

Shizune le quitó de las manos el pequeño libro, y sonrió mordazmente, al ver la portada.

—¿Estás confirmando que eres el autor de este libro, y que usaste vilmente la vida de ellos dos para llenar tu cuenta bancaria? —Shizune demandó acalorada, y Kakashi recuperó el libro quitándoselo rápidamente de sus dedos.

—Es solo arte, Shizune-san —Kakashi le guiñó el ojo—. Solo arte.

Naruto bufó cansado.

—Ustedes dos, si quieren coquetear vayan afuera —soltó sin rodeos, y el rostro de Shizune se llenó de pecas rosas. Kakashi permaneció tan inmutable y de buen humor como siempre—. Encárguense de eso. Kakashi-sensei, escribe tú la respuesta y ordénales que resuelvan eso pronto y regresen. O de lo contrario pasaran un año entero limpiando las calles de Konoha. Shizune-san, ¿recuerdas todo el listado? Bien, hazme el favor de quemar esa carta. Si cae en las manos equivocadas, me colgaran de la montaña de los Kages.

Lo interrumpió un repiqueteo detrás de ellos. Todos voltearon. Garuda, impertérrita e impaciente, golpeaba con su pico el ventanal del Hokage.

—Algo me dice que Sakura-chan le ordenó pinchar nuestros culos, si no hacemos lo que nos dice —susurró Naruto, y sus lugartenientes asintieron sombríamente.


Un árbol, una planta, un animal, un roedor, un insecto. Un universo de posibilidades, pero ninguna se le presentaba como definitiva. ¿Cuál era el agente vector?, ¿qué era lo que estaba causando esos abominables parásitos?, ¿qué eran? El ratón de biblioteca que había sido desde niña, la estaba amonestando desde hacía semanas: "¡Te lo dije! Te dije que leyeras los libros que quedaron al fondo del estante de biología". La biblioteca de Tsunade era casi infinita, hubiese sido imposible abarcarla en su totalidad a su edad, así como era muy poco probable que, en esos libros caducos, hubiese alguna información nueva o útil. Pero eso no evitaba que la consciencia la atormentara de tanto en tanto.

—¿Estás segura que te enviarán todo lo que pediste? ¿Y cómo sabremos que no perseguirán a esa ave?

Sakura atendió las palabras de la anciana mirándola sobre su hombro, pero volvió rápidamente al diagrama de flujo de su pizarra, el que había escrito y vuelto a borrar incontables veces.

—Podemos confiar en Naruto. Quizás lloriqueará un poco, pero hará todo lo posible por ayudarnos. Y Garuda es más lista que muchos seres humanos.

La anciana no pareció muy convencida, y Sakura aprovechó ese silencio en su interrogación, para responder algunas dudas que le hizo la curandera más joven. ¿O debía decirle su discípula?, ¿o integrante de su equipo de trabajo? Más allá de las formalidades técnicas, lo que importaba era la nueva realidad que las rodeaba: un área de trabajo que Sasuke y los demás habían levantado exclusivamente para ello, y libertad para investigar, enseñar y aplicar el tratamiento que ella considere necesario.

—¿Has descubierto algo nuevo?

Sakura infló las mejillas para descargar un suspiro de fastidio, pero se contuvo. El encuentro entre la anciana y la muestra viva de la autopsia, había sido la medida más contundente para convencerla de accionar, y afrontar la gravedad de la situación. Tenerla la mayor parte del día supervisando sus movimientos, y preguntando por todo (pero sin intervenir), la consideraba una contraprestación justa.

—No es tan fácil. Si me permitiera convocar a algunos especialistas de mi aldea, podríamos…

—No.

«Bueno, tenía que intentarlo», pensó. Volvería a insistir en unas semanas, pero con un mejor argumento.

No era empresa fácil encarar sola tantos "frentes de batalla": capacitar a las curanderas del lugar, organizarlas según su función, tratar a los pacientes, analizar la muestra del parásito que había extraído de la niña, y, por último, y no por eso menos importante, rastrear el origen de todo aquello. Estas eran responsabilidades que, en Konoha, estaban diversificadas en un equipo altamente capacitado y coordinado por ella. ¿Cómo pretendía que tuviera avances y respuestas inmediatas, en tan corto tiempo y con tan pocos recursos materiales y humanos? El instrumental que habían pedido a Konoha aún no había arribado, y, aunque a su equipo le sobraba predisposición para trabajar y aprender, aún debían adquirir muchas aptitudes nuevas. Decir que estaba agotada, era poco.

«Y, además, mi cuerpo…». Una pequeña voz, más quebradiza y débil, apareció para recordarle algo que prefería desconocer. Esa preocupación personal, que asomaba en momentos inoportunos, podría haberla consumido en otra etapa de su vida. Pero, encapsular en su cerebro los problemas personales que no podían ser resueltos en lo inmediato, y centrarse en aquello que sí estaba en sus manos, era una de las lecciones no medicinales que su shishou le había legado.

—Sin ayuda de profesionales, todo llevará más tiempo. Voy a pensar que está buscando excusas para retenernos, ¿no será que nos está tomando cariño? —rebatió, volteando brevemente para guiñarle un ojo pícaro.

—No juegues conmigo, chiquilla —advirtió, sacudiendo su dedo índice. Sakura, sin embargo, oyó cierta sonrisa suprimida entre sus palabras agrias.

—Dependo del instrumental que pedimos a nuestro Hokage para comenzar a analizar la muestra. Creemos tener identificados a los huéspedes, quiero decir, a las personas enfermas —precisó, y Sakura señaló un apartado intocable de la pizarra, donde tenían varios nombres anotados.

—¿Creen?

—Solo podemos guiarnos por sus síntomas, y a partir de allí separar a quienes pueden estar afectados, de quienes solo están cursando una enfermedad distinta.

—¿No hay algún método para detectar a esa… cosa, ese gusano, o como sea que se llame?

Sakura, por primera vez desde que inició la conversación, viró y la miró de frente. Se detuvo en su rostro arrugado, pero sin verla. Estaba reflexionando que la enfermedad aún no contaba con un nombre científico, y, de cualquier manera, no había pensado en uno. Era una de las controversias en el campo médico: ¿elegir un vocablo compuesto, difícil de recordar, u honrar al científico, nombrándola con su apellido? A Sakura le recorría un escalofrío, de solo pensar que, algún día, alguien podría catalogar su hallazgo como "La enfermedad de Haruno".

—No es tan fácil, el parásito actúa de una forma muy distinta a otros de su clase. No lo pude distinguir en la niña mientras la atendía. Sospecho que se alimenta muy lentamente de las células del cuerpo, pero utiliza las vías de chakra para esconderse. Ni sé si es correcto llamarlo parásito, salvo por su forma. Parece pertenecer a la familia de los helmintos, pero…

Malai, quien había permanecido en silencio desde un principio, observó a su líder, para ver si era la única que no estaba siguiendo del todo la explicación.

—¿Un ser tan insignificante es capaz de hacer eso? —preguntó, para no sentirse excluida. Sakura sonrió casi sombríamente.

—Los microorganismos más imperceptibles, pueden ocasionar las más grandes catástrofes sanitarias.

La puerta se abrió imprevistamente, y el chiflido del viento helado, las interrumpió. Era Sasuke, quién apenas asomaba medio cuerpo.

—Sakura, Garuda está cerca.

Sakura arrojó el fibrón, se arropó con la parka y los guantes de piel, y salió corriendo a su encuentro. Al poner un pie afuera, trastabilló, y Sasuke la atrapó a tiempo: la nieve era una capa gruesa y resbaladiza bajo sus pies.

—¡Casi! —se rio ella, pero Sasuke la miró algo mosqueado.

—Te dije que usaras los crampones —la regañó. Tomó un par, de los que siempre colgaban en la entrada de todas las casas, y se arrodilló para colocárselos en la suela de sus botas. Sakura esperó en silencio, y sonriendo.

Algunos aldeanos también habían distinguido el punto negro planeando entre las montañas, por lo que muchos interrumpieron momentáneamente sus tareas, y se apresuraron a recibirla. Sasuke ajustó los crampones de Sakura y la sostuvo de ambos codos, instándola a caminar.

—Prueba dar unos pasos.

—Sasuke-kun, no es como si tuviera cinco años.

Él la ignoró de plano y se limitó a verificar que estuviesen correctamente colocados. Cuando estuvo satisfecho, la tomó de la mano y se unió a la caravana que iba hacia uno de los claros del bosque. Habían retirado los árboles carbonizados del incendio, y puesto una tarima lo suficientemente alta, para que Garuda aterrice con comodidad, y sin complicaciones.

—Dijeron que traerían muchas cosas, ¿verdad? Pobre bestia, debe estar agotada. Los ayudaremos —le habló uno de ellos. Sasuke no respondió, reservándose como siempre, sus pensamientos.

Chakwan finalmente había reconocido la gravedad de la situación, e incluso, había accedido a que sea la misma Sakura quien hablara con su gente, contándoles una verdad parcial: el fallecimiento de la hija de Serguei y Nuwa, había sido causado por una enfermedad que, hasta ahora, la medicina no conocía. Aquello, más que calmar las aguas, solo originó un tsunami de preguntas.

—¿Entonces mi padre falleció a causa de esa enfermedad? ¿podría tenerlo yo, o incluso mis hijos?

—¿Es contagioso? Siempre hacemos lo que Chakwan nos indica; no comemos carne cruda y lavamos nuestras manos.

—¿Cómo sé si estoy enferma?

Sasuke vio como Sakura se veía sobrepasada; daba respuestas, y nadie escuchaba. Antes de esa convocatoria, todos los involucrados habían acordado que el importante detalle del parásito, no iba a ser mencionado. ¿Qué caso tenía aterrorizar a las personas, explicándoles que un organismo parasitario podía estar escondiéndose en su cuerpo, devorándolos lentamente?

Pero no por nada Chakwan era la líder. Ella impuso un silencio rotundo, al golpear el suelo helado, con la contundencia de su cayado.

—Cada uno de ustedes tiene una tarea que hacer, y la seguirán realizando, como todos los días —decretó, con una voz grave de barítono, que Sasuke internamente elogió—. Todos serán revisados por Haruno y las sanadoras. Cada familia decidirá quién irá primero, y serán atendidos según la gravedad. Lo único que deben hacer es seguir sus indicaciones, y continuar trabajando. ¿Está claro? Vuelvan a sus tareas.

Con eso, la anciana había despedido la reunión, y Sakura suspiró aliviada.

Aunque el frío temple de la líder mantenía a todos en sus límites, Sasuke notaba que una ansiedad generalizada sobrevolaba el humor de los aldeanos. Sakura y su equipo (ese grupo de curanderas, ya bien podía llamarse así), no habían hecho más que trabajar en el diagnóstico de todo aquel que se presentara aduciendo algún dolor. Y aquellos que se sentían saludables, buscaban aportar a la causa de alguna manera.

Todos esperaron con anticipación aquel borrón oscuro que se divisaba a lo lejos. Sasuke notaba como Garuda inspiraba fascinación entre esas personas: como alguna especie de animal mitológico, de rasgos heroicos.

A medida que se acercaba, afinaban la vista. Todos aguardaban por un ave agotada, cargando con una mochila de gran porte, pero cuando el águila estuvo por encima de sus cabezas, esta descendió natural y majestuosa, batiendo sus poderosas alas, produciendo pequeñas ráfagas de viento, que sacudían el cabello de todos los que la esperaban. Aterrizó gentilmente y se sacudió los copos de nieve. Sasuke, de un salto, subió a la tarima y fue a su encuentro. Acarició su lomo y susurró algunas palabras que solo ella podía escuchar. Sakura lo siguió, pero la médica optó por hundir la mejilla entre sus plumas, y abrazarla del cuello, hablándole en voz alta:

—No sé qué haríamos sin ti. Gracias por todo.

Algunos de los aldeanos, se acercaron tímidos, y como si estuviesen cumpliendo con algún ritual, o venerando algún Dios, le entregaron una canasta llena de conejos y tejones, recién cazados, sin carnear. Garuda se dio hambrienta a su premio, y las personas miraron asombradas la manera entre elegante y brutal con la que destripaba. Sintiéndose intimidados, algunos tomaron distancia.

Sasuke no perdió tiempo, y arrodillado, comenzó a desabrochar los cinturones que cruzaban el cuerpo de Garuda, mientras Sakura buscaba, en el plumaje del águila, los distintos rollos camuflados. Identificó la marca de pergaminos favorita de Shizune, y a la distancia le agradeció por ese favor. Sabía que Naruto recurriría a ella.

Sakura puso todos los rollos dentro de su mochila, y sacudió al más pequeño en su oído. Cuando escuchó el repiqueteo de un papel, supo qué era y se lo mostró a Sasuke, sonriéndole pícaramente. Sasuke dejó los cintos a un lado, y alzó una ceja irónica, interpretando el mensaje.

—¿Quieres leer el sermón de tu Hokage ahora? Estoy segura que la bronca te la echará a ti.

Sasuke se lo quitó de las manos y lo guardó en su bolsillo.

—Luego.

—Hey, ¡aquí hay algo más!

Ambos voltearon al timbre de voz dominante de Meena. De pie, al lado de la cabeza de Garuda (quien continuaba destripando unos cuantos conejos), la niña desabrochó de su cuello una hebilla que Sasuke no había distinguido. El cinturón cayó a la tarima con todo el peso de lo que traía: un libro duro y corpulento. Sasuke y Sakura palidecieron.

—¡Miren, se parece a la señorita Sakura!

Sakura solo atinó a taparse el rostro de la vergüenza, pero la reacción de Sasuke fue tan instantánea, que Meena fue incapaz de notar en qué segundo le habían arrebatado el libro de las manos. Sasuke bajó nuevamente, e ignoró algunas risitas que escuchó a sus espaldas. Evidentemente, alguno había alcanzado a darle un atisbo a la ilustración de la cubierta. Regresó con Sakura, y abrió el libro en su primera hoja.

"A mi más grande inspiración, a mis queridos discípulos,

Lamento que se hayan sentido utilizados, espero que algún día puedan perdonarme.

¿Pero por qué no empezar por este regalo que les envío? Todo esto fue comprado solo con el dinero de las ganancias de la primera edición. Habrá más, si escribo una segunda parte. Y quizás, quien sabe, hasta una adaptación al cine.

Esperaré con ansias su respuesta,

Su querido sensei,

H.K."

—Sinvergüenza —gruñó Sasuke, y le entregó el libro a Sakura. Asió la mochila repleta de pergaminos, y se encaminó al sector de la médica y su proyecto de laboratorio. Sakura empezó a leer la dedicatoria—. Creo que el escarmiento que le indicaste a Garuda no fue suficiente.


"Sobre el libro: haz lo que quieras. Solo consigue esto. Es urgente".

Sucinta y caligráfica. Así fue la respuesta que Sasuke escribió a su sensei, adjuntándolo al nuevo listado de Sakura. Habían tenido algunos intercambios telegráficos más, pero estos eran cada vez más escuetos y, por parte de Kakashi, menos jocosos. Supuso que su sensei podía interpretar, en el tono de sus últimas cartas, la gravedad del asunto.

Sasuke ajustó el cinturón a lo largo del cuerpo de Garuda, y escondió entre sus plumas, el pergamino. Acarició su escapula y le habló casi en susurros.

—Garuda, cambia la trayectoria, no te mantengas siempre en la misma ruta, ¿bien? —Como respuesta, el águila levantó su mandíbula, ofendida. Sasuke sonrió—. Muchacha lista, ¡ve!

Sasuke bajó de la tarima de un salto, y admiró como su invocación abría las alas. Ese era el momento en que todos allí detenían lo que estaban haciendo, para contemplarla. Garuda, una vez en el cielo, redujo su tamaño corporal, y se marchó de allí.

—¿Ha ido por más medicamentos? ¿qué sentido tiene? —Emeka se había parado a su lado, observando las mismas nubes plomizas, que indicaban otro día de copiosa nieve. Sasuke lo miró funestamente, como si aquello fuera suficiente respuesta—. Sasuke, no me malinterpretes. Sé que tu esposa y las demás están trabajando sin descanso, pero desde que…

El hombretón no acabó su oración, aunque Sasuke sabía que era lo que había querido decir. Las semanas anteriores, varios casos se habían agravado, y dos decesos más habían ocurrido. Uno de ellos, había sido especialmente inquietante: era uno de los hombres que había participado junto con Emeka y él, en la reconstrucción de la aldea. Joven, pleno de energía y vitalidad (y aparentemente saludable), se había quejado de un dolor en el hombro. Al día siguiente, había amanecido muerto en su cama.

Esta vez, fue una de las curanderas quien asistió a Sakura en la autopsia, y cuando salió para hablar con la familia, un solo cruce de miradas con su novia, confirmó las sospechas: el maldito gusano era el culpable.

Aquello noqueó el cerebro de Sasuke, y de todos a su alrededor. De pronto, fue consciente de su propia mortalidad. No importaba cuan poderoso fuera, cuántos shinobis y enemigos podría cargarse en apenas unos minutos. Solo un organismo pequeño e insignificante, jugando a las escondidas en su cuerpo, podía dejarlo inutilizado, inservible. Matarlo. Y lo mismo, podía ocurrir con Sakura. Esto último lo aterraba a tales niveles, que tenía que dedicar todas sus horas despierto a alguna actividad: cazar, construir, cocinar, cortar leña. Algo que evitara que las telarañas de pensamientos obsesivos y enloquecedores lo atraparan, arrastrándolo hasta las profundidades de sus miedos más primarios. Sasuke debía ser más fuerte que ellos.

—En fin, venía a decirte que tendrás que apañártelas solo con las filtraciones de la casa de los Lundin. Mañana nos iremos.

—¿Se irán? —Sasuke preguntó. Agradeció que esa novedad lo apartará de sus lúgubres cavilaciones.

Chakwan organizó una nueva expedición allá, arriba —afirmó, señalando con su dedo índice las altas cumbres, totalmente cubiertas de blanco—. Debemos reponer todos los alimentos que se quemaron en el incendio. Es la peor época para hacerlo, pero, aunque racionalicemos lo que queda, no alcanzara para todo el invierno. Y cazar animales pequeños no es suficiente. Necesitamos la carne y las pieles del Yak, que están en las montañas más altas. Y también, debemos recolectar.

Sasuke miró especialmente a Emeka tras esa declaración. Si hablaba de recolectar, entonces estaba hablando de las bayas carmesí. Finalmente se abría una fisura sobre ese tema. Sakura, con la mente puesta en sus pacientes, ya se había olvidado de intentar encontrar la fuente de ese "super alimento", como ella lo llamaba.

—Iré con ustedes.

—¿Qué? No, no puedes —Emeka negó rotundamente, con la cabeza y los brazos—. Chakwan es quien selecciona a los que irán, y el grupo ya está decidido. ¿Además por qué querrías ir? Serán casi dos semanas, y tu esposa puede necesitarte aquí. Estar allí arriba no es nada fácil, incluso para nosotros, créeme.

Sasuke no estaba dispuesto a recibir una negativa, pero sabía que insistir con Emeka, quien no tenía poder de decisión, era infructuoso. Mejor era hablar directamente con la cabecilla de todo eso. También podía ignorar todas las pautas comunitarias y seguirlos sin que ellos se diesen cuenta, pero Sakura lo reprobaría completamente: todo debía hacerse acorde a las reglas de la aldea, para conservar la confianza que ya les habían conferido.

—¿Quiénes irán? —preguntó. Quizás, podía convencer a Chakwan, de reemplazar a alguno de ellos.

—Somos once personas.

Emeka comenzó a listar en voz alta al equipo designado. Todos los nombres que reconoció, eran hombres y mujeres de resistencia y fuerza física excepcional. Pero cuando finalizó, Sasuke había contado diez personas y no once. Al hacérselo notar, Emeka se dio una palmada en la cabeza y suspiró resignadamente.

—Heikki también estaba apuntado, era uno de los expertos —explicó, nombrando al joven que había fallecido sorpresivamente—. Bien, ¿necesitas que alguien te…? ¡Hey, no me dejes hablando solo!

Sasuke ya se había marchado sin dar explicaciones, fiel a su estilo. Necesitaba encontrar a Sakura e informarle la noticia. Garuda retornaría en tres semanas, tiempo suficiente para que él estuviese de regreso de la expedición, llegando a tiempo para recibirla. ¿Cómo convencería a la anciana? No tenía la menor idea, pero por ese mismo motivo necesitaba a Sakura, quien contaba cada vez más con el favor de la líder.

Con la ansiedad totalmente reemplazada por un nuevo objetivo en su mente, buscó a Sakura en la aldea. La encontró en su área de trabajo, pero todo el entusiasmo inicial, se esfumó al verla. Sasuke sintió que lo arrojaban al caudal de aguas heladas, que corría cerca de allí.

Sakura estaba debajo del toldo que habían armado precariamente fuera del laboratorio, para comer a la intemperie. Ella estaba haciendo anotaciones en su libreta, y sentado a su lado, se encontraba ese sujeto; el padre de Khalan y Meena. Él cortaba unos trozos de carne disecada, que ella comía distraídamente. De pronto, este le retenía uno de esos trozos, y ella lo miraba, confundida. Él dijo algo que Sasuke no pudo escuchar, y de un momento para el otro, Sakura comenzó a reír. A carcajadas, imparable, su boca y sus labios abiertos como si no hubiese reído en años. Sakura no reía así, fresca y desinhibida, hacía muchos meses. No frente a él.

Sasuke sintió como si el aire se cortara. Algo lo apresaba en la garganta y le impedía respirar. Un aguijonazo en el pecho; un terremoto en su cerebro.

Dio media vuelta y se marchó, olvidando la razón por la que había llegado hasta allí. Lo hizo en el momento justo, cuando ella levantaba la cabeza de sus apuntes.

Frunciendo el entrecejo, Sakura cerró su cuaderno.


Las luces de la aldea ya habían sido apagadas, y Sakura se recostaba en un lado del camastro, dándole la espalda a la puerta. Trataba de conciliar el sueño. Debía dormir y descansar, habían probado una nueva combinación de fármacos para detener el avance del deterioro de uno de los pacientes. El resultado había sido favorable, por lo que debía sentirse contenta y focalizada. Pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Sasuke marchándose, claramente irritado, volvía a su mente.

Sasuke no aparecía en su quehacer diario, a no ser que fuera para comunicarle algo importante. Si había ido a buscarla, algo de suma importancia debía haber ocurrido, pero para cuando ella notó su presencia, él ya se había marchado sin dirigirle la palabra. No tenía las razones exactas para su comportamiento, pero podía adivinarlas, y la sola sospecha la amargaba tanto, que sus ojos se llenaban de lágrimas. Ella tenía demasiadas preocupaciones acumuladas en el pecho. Algunas, hasta eran inconfesables.

El silencio afuera era casi absoluto, y Sasuke continuaba sin regresar. ¿A dónde había ido?

—Eres un idiota Sasuke-kun —murmuró contra la almohada, con un brillo en los ojos que amenazaba con convertirse en un llanto profundo, explosivo y dramático—. ¡Cómo se te ocurre siquiera pensarlo!

Sintió como un coágulo de sangre bajaba a través de su vagina, y aquello la hizo sentirse frágil y solitaria. Su menstruación había llegado, con todo lo que ello implicaba para su corazón.

—No funcionó —lamentó, y hundió la frente en el cojín.

Cuando estaba a punto de largarse a llorar, escuchó que la puerta se abría. Una ventisca fría se coló en el interior, pero él cerró la puerta inmediatamente.

Sakura permaneció de espaldas, con los ojos bien cerrados y acostada de lado. Sintió como él se quitaba las pieles y estas iban cayendo pesadamente al piso. Para dormir, ambos usaban el conjunto térmico de su uniforme oficial. Sakura esperaba con los ojos bien cerrados, como si al abrirlos alguien se fuera a convertir en piedra. Luego de unos minutos en que Sasuke cumplió con la rutina previa a dormir, Sakura sintió como levantaba el acolchado de pieles, y se metía en el camastro. Ella aguardó a que él la atrajera hacia su pecho, para dormir las primeras horas abrazados, aunque después cada uno se despertara en su lado de la cama.

Pero nada de eso ocurrió, y Sakura tragó un cumulo de saliva amarga y pesada. ¿Por qué le hacía esto? Ella no había hecho nada malo, ¿por qué la castigaba de esa manera? Eran sus celos, no los de ella. Era él quien imaginaba cosas donde no existían.

Sakura mantuvo los ojos cerrados, pero eso solo sirvió para que algunas lágrimas duras cayeran sobre la almohada. En ese momento, odiaba a su menstruación y todo lo que esta traía. Quería gritarle enfurecida, pero algo le decía que, de hacerlo, solo saldría un llanto desconsolado y patético. Esperó algunos segundos, y abrió la boca para preguntar:

—¿No piensas saludarme?

Eso había resultado más cortante y gélido de lo que tenía planeado.

—Pensé que dormías.

«Mentiroso», masticó, enfurecida. Sasuke podía captar perfectamente cuando estaba dormida. Estaba mintiendo, y él sabía que ella lo sabía.

Esperó en la misma posición, la distancia entre sus dos espaldas, era la de un abismo entre dos montañas. Sakura se dijo a sí misma que aguantaría, pero terminó por voltear enfurecida, sentándose sobre sus talones, y sacudiendo toda la cama. Apretó los puños cuando vio que Sasuke se mantenía, inmutable, de espaldas a ella.

—¿Vas a decirme lo que te ocurre? —preguntó, con una calma glacial.

—Sakura, duerme. Apenas lo haces.

—¡Deja de ignorarme! —chilló, con un tono agudo que ensordeció hasta a sus propios oídos. Cogiéndolo por los hombros, Sakura lo tumbó de espaldas, y lo obligó a mirarla a la cara. ¿Por qué siempre debía sacarle las palabras de esa manera? Plantándose fuerte, con la convicción y el propósito de dialogar. En cambio, él siempre prefería hacer como si nada pasara.

Se encontró con los ojos negros de Sasuke, que la veían inexpresivos. Pero por la rigidez de su boca y el pequeño ceño entre sus cejas, sabía que él estaba tan enojado como ella. Sakura se cruzó de brazos y alzó una ceja.

—¿Y bien? —demandó. Luego de unos minutos sin abrir la boca, ella ganó la pulseada visual cuando Sasuke se incorporó, sentándose. Apoyó la espalda en la cabecera, y fue conciso como definición de diccionario.

—Odio que te acerques a ese tipo —soltó.

Claro y redundante. Sakura estuvo boquiabierta por algunos segundos, sin saber qué responder. Esperaba la típica situación: que él negara todo, para que ella, insistentemente, lo obligara a reconocer lo que estaba ocurriendo. En su imaginación, esas discusiones se asemejaban a cuando su padre reñía con una botella de Malbec, bien sellada. Sakura era el sacacorchos insistente; Sasuke, el tapón que cubría el vino de sus pensamientos.

Sakura respiró hondo y se acercó a él. Se sentó a horcajadas sobre sus muslos, y tomando sus mejillas, tiró de ellas a cada lado. Sasuke hizo un pequeño quejido de dolor y ella rio cariñosamente.

—Soy un idiota —reconoció él, apartando la vista hacia un costado. Sakura dio una carcajada y le plantó un beso fuerte en los labios.

—Sí, lo eres —reconoció, sacándole la lengua—. No entiendo por qué Ivik te molesta tanto.

Sasuke chistó, indignado por la familiaridad con la que dijo su nombre. Ni siquiera sabía que así se llamaba.

—¿Qué es lo que era tan gracioso?

Ella abrió la boca, indecisa entre preguntar: "¿De qué estás hablando?", y "¿Qué tiene que ver esto con aquello?". Hasta que recordó el contexto de lo ocurrido esa tarde: Ivik había estado cortándole trozos de carne, y hablándole sobre sus hijos. De pronto, él había hecho un chiste que ya no recordaba cuál era, excepto la parte en que la había hecho reír mucho. Habían sido más las ganas de reír, que lo bueno que había sido el chiste.

—¿Eso es lo que te molesta? ¿mi risa? —preguntó Sakura, indecisa, y Sasuke negó con la cabeza varias veces, visiblemente conflictuado. Estaba en los límites de su capacidad de expresión, y esa situación estaba exigiendo lo máximo de él.

—No, Sakura. Me gusta escucharte reír —afirmó, y al terminar de decirlo, se dio cuenta de lo excesivo que había sonado eso. Sakura lo veía con toda la atención y el candor afectuoso, que una persona podría dedicarle a otra—. Pero yo… yo no… —titubeó—. Yo no puedo hacerte reír así.

Si Sakura hubiese podido ver el reflejo de su propio rostro en un espejo, en ese instante, habría visto a la persona con la sonrisa más tonta y enamorada de su generación. Sasuke era un prodigio shinobi, pero emocionalmente torpe; cuando él lograba asignarles palabras a sus sentimientos, el resultado era tan cutre, que resultaba encantador. El corazón de Sakura galopaba en su pecho, como en el pináculo de su pubertad.

De pronto, sintió como el enojo se convertía en deseo. Estaba menstruando y su piel ansiaba que él la tocara, la mordiera; sus pezones se hinchaban contra el tejido de su uniforme. Quería que Sasuke los pusiera entre sus dientes, los apretara entre sus dedos, los mojara con su lengua. El dolor de su cuerpo expulsando sangre la dejaba sensible, pero eso habilitaba tal indefensión, que solo se resolvía si él la poseía. Sasuke, y sus manos, su cuerpo. Él adentro de ella.

—Eso no es verdad —exhaló, y se arrojó sobre él, besándolo con tal urgencia, que Sasuke tardó algunos segundos en trasladarse a la nueva situación.

Sakura se quitó la parte superior de sus prendas, y tiritó de frío. La imagen de sus senos desnudos, sus pezones arrugados pero erectos, borraron todos sus conflictos internos. ¿Cómo habían llegado a esto? No tenía idea, lo único que sabía era que Sakura lo besaba con sed, y a su ingle llegaron deseos de cosas que no eran poéticas: romper sus bragas, lamer sus tetas, y metérsela con tanta fuerza hasta que ella gritara su nombre.

—Sasuke-kun —Sakura susurraba y exigía, frotándose contra su entrepierna. Quisieron sacarse los uniformes lo más rápido posible, pero se enredaron y Sasuke maldijo los broches en la cintura. Cuando logró quitárselos, empujó a Sakura sobre el colchón. Ella, sin quejas, abrió sus piernas para él. Había algo en esa sangre que iba, de su cuerpo al colchón, que lo volvió animal, primitivo. No era la primera vez que lo hacían con ella en su período, pero nunca se había sentido así. Se apuntaló sobre sus talones y asió a Sakura por la cintura. Fue tanta la fuerza con que la penetró, que Sakura dio un grito extraño, gutural.

Creyéndose convocados, los lobos domesticados de la aldea, empezaron a aullar.


Después del sexo, existían dos alternativas: o se quedaban dormidos, o empezaban a charlar de cosas sin importancia. Y había otras ocasiones, en que quedaban tan sorprendidos por lo que acababa de ocurrir, que permanecían en silencio, recuperando el ritmo cardíaco y la respiración regular. Sakura fue la primera en expresarse; dio una carcajada y se puso las manos sobre los pómulos, midiéndose la temperatura.

—No sé decir cómo pasó —confesó, riéndose como una adolescente. Sasuke se puso de costado, y concordó con una sonrisa de labios cerrados.

—Es cuando estás enojada.

Sakura alzó una ceja pensativa, ¿era así? Frunciendo el labio y arrugando la nariz, simuló continuar ofendida.

—Aún lo estoy, ¿cómo se te ocurre ignorarme? —reprochó, pero hacía rato que toda la tensión se había disipado. Se acomodó en el pecho de Sasuke y este la abrazó. Sin los uniformes podían sentir el frío, pero la sensación de piel contra piel era tan placentera, que preferían seguir de ese modo. Sakura estaba cada vez más somnolienta, y cuando estaba a punto de quedar dormida, él la llamó.

—Sakura —Ella abrió un ojo perezoso, y cuchicheó algo ininteligible que se podía interpretar como "Déjame dormir". Sakura volvió a cerrar los ojos, pero Sasuke insistió, dándole un pequeño empujón—. No deberíamos seguir haciendo esto.

—¿Qué? No entiendo —preguntó, levantando la cabeza.

—No puedes quedarte embarazada, no en este lugar.

En esa posición, Sasuke no podía ver el cambio en sus facciones, pero sí sentir, que el adormecimiento en su cuerpo se había disuelto. A Sakura siempre le costaba conciliar el sueño, por lo que se sintió culpable, pero no había encontrado mejor momento que aquel, y ya no quería dilatar más esa conversación.

Sakura tomó una honda inspiración, pero para su sorpresa, ella contestó, quizás, demasiado enfáticamente:

—No tienes que preocuparte por eso —Se sentó en la cama y puso los pies en el suelo, dándole la espalda. Súbitamente, volvía a estar despierta—. Encontré unas pastillas que olvidé que tenía. Está todo resuelto.

—Pero dijiste que… —Sasuke dejó la frase incompleta, y levantó la mano para acariciar su lumbar, ese espacio ahuecado en la espalda, que le gustaba admirar de su cuerpo desnudo. Pero ella se apartó, al ponerse de pie.

—Sasuke-kun, deberíamos limpiar esto antes de dormir —habló, señalándose a ellos mismos y al colchón. Sasuke bajó la mirada hacia sus muslos, y se encontró con un panorama que bien podía tratarse de la escena de un crimen. Sakura empapó dos trapos y uno se lo arrojó a Sasuke. Empezó a limpiarse el cuerpo y él hizo lo mismo. Tenía manchas de sangre hasta en el talón, y ocupado en ello, pasó por alto la actitud evasiva de Sakura. Debía ser solo el humor inestable, de esos días del mes. Ella ya estaba vistiéndose con un nuevo traje térmico.

—¿Por qué me buscabas hoy? —preguntó, mientras trenzaba su cabello. Sasuke seguía afanado en terminar de lavarse el cuerpo, y tardó en entender a qué se refería.

—Lo había olvidado —respondió—. Emeka me contó que en la madrugada saldrán a reponer las provisiones que se quemaron en el incendio. Dice que deben llegar hasta las montañas más altas.

—Oh, y ¿quieres acompañarlos?

—Sí —asintió Sasuke—. Pero Emeka insiste en que la anciana no permitirá que me una a ellos.

—Sasuke-kun —Sakura lo miró con prudencia, midiendo lo que él estaba pensando. Ya ataviada para dormir, empezó a retirar las capas de pieles, que estaban manchadas con su menstruación. No se le ocurría de qué manera podría quitar eso. Ser una buena ama de casa, con todos los tips hogareños, no estaba entre sus habilidades—. No desobedezcas esas órdenes. Necesitamos contar con el visto bueno de ella, para poder mantener el orden y la confianza de los aldeanos.

Sasuke sonrió suficiente, por haber anticipado cuál sería su respuesta.

—Por eso pensaba en que seas tú quien le pida eso. Ahora que confía más en ti —respondió, y su novia se acarició la barbilla, pensativa—. Además, les falta un integrante. Heikki, el hombre que falleció, era uno de los más hábiles.

—¿Cómo? —preguntó. De pronto, ella parecía más interesada en el tema—. Repite eso.

—¿Que hables con la anciana? —aventuró Sasuke, no sabiendo a qué se refería.

—No, no. La parte de Heikki.

—Él era uno de los más experimentados en las excursiones de caza y recolección —repitió—. Así lo llaman. Creo que también es dónde recolectan esos frutos.

El rostro de Sakura cambió por completo. Abandonó la tarea de cambiar el camastro, y empezó a buscar entre toda la pila de cuadernos, y pergaminos abiertos, que había en un tablón que ella usaba como escritorio. Comenzó una frenética y desordenada lectura de todos ellos.

—Raciones, expediciones, una vez al año —repitió, como en un mantra, mientras comparaba todo el material e iba apuntando en un nuevo pergamino. Sasuke se mantuvo en silencio mientras ella parecía estar poseída por el espíritu de Tsunade—. ¡Cómo pude ser tan idiota! —se mordía los labios, indignada consigo misma. Se paró frente a la pizarra que tenían en la habitación y la borroneó toda—. Examiné cada planta consumida, cada animal que tocaban y del que se alimentaban, sus quehaceres diarios, pero pasé por alto esto, ¡esto! —Con un fibrón, empezó a escribir los nombres de todos los aldeanos, incluso, de los que ya habían fallecido—. No lo tomé en cuenta porque lo consideré como una tarea más, no preste atención al tiempo, al espacio, y apenas lo nombraban, sin darle demasiada importancia. Pero Sasuke-kun, ¡mira!

Sasuke no entendió su excitación hasta que ella se sentó a su lado, y ambos admiraron la pizarra. En varios de los nombres, se adicionaba una "S", y en otros tantos, esta letra coincidía con una "E". Sasuke pronto comprendió que la S era de síntomas, y la E de expedición. Cuando vio que, casi en su totalidad, las S coincidían con las E, abrió lentamente la boca, sorprendido.

La respuesta fue tan evidente como un crucigrama resuelto.


—No. No lo tienen permitido.

Sakura suspiró ruidosamente, sin eufemismos.

Chakwan, ¿no lo entiende? Aquellas personas que presentan los síntomas, y los que fallecieron, fueron quienes en algún momento se desempeñaron en el grupo de expedición.

—¿No es una simple coincidencia?

Sasuke golpeó con sus nudillos la pizarra, indicándole lo evidente.

—Emeka dijo que no es un trabajo para cualquiera. La resistencia, la fuerza, la rapidez para cazar a las presas —Sasuke agarró una de las bayas rojas—, y "otras cosas más", no son aptitudes que todos los aldeanos puedan cumplir, ¿no es así?

—¿Y cómo me explicas que la bebé de Nuwa haya fallecido?

—Nuwa fue una sola vez a las expediciones —precisó Sakura—. Probablemente, el gusano haya pasado del cuerpo de su madre, al cuerpo de la niña. Su salud mejoró este último tiempo.

La anciana la miró analíticamente. Malai intervino.

—Tu siempre pareces demasiado interesada en esas bayas. ¿Y qué si te debelamos el lugar? ¿O acaso todo lo que hiciste hasta ahora, fue con el único fin de saber de dónde vienen? Siempre has estado interesada en lo mismo.

Usualmente optaba por ignorarla, pero esta vez, Sakura la miró funestamente.

—Por supuesto que estoy interesada. Es algo que jamás he visto. Pero ya habrá tiempo para eso. En este momento lo único que necesitamos es ver cuáles son los factores por los que atraviesan los cazadores durante el viaje. Durante la ida o su regreso, ¿alguna planta? ¿alguna fuente de agua de la que usualmente toman? Necesito acompañarlos, no podré saber de dónde viene ese condenado gusano hasta ver las condiciones en que trabajan.

Chakwan lo pensó largamente, pero Sakura, triunfalmente, se dio cuenta en su mirada que estaba ganando esa pulseada.

—¿Y quién atenderá a los enfermos en estos días? Todo aquello puede llevar unas dos semanas, con suerte —repreguntó.

Sakura casi hinchó su pecho de orgullo.

—Todos los enfermos están monitoreados. Y sus sanadoras han aprendido perfectamente a contrarrestar los síntomas y detener el avance de la atrofia. Si puedo descubrir la fuente, estaré más cerca de encontrar la cura.

Sakura no estaba tan segura de esto último, pero para ellas, debía mostrarse decidida. Malai, dando la pelea por perdida, salió por la puerta silenciosamente. Chakwan suspiró irritada.

—Bien, bien, como tu digas. Ahora ve a dormir que en algunas horas ya tendrán que salir. Dios mío, es pasada la medianoche y hasta estas horas tengo que escuchar tu molesta voz.

La anciana los echó sacudiendo la mano. Sakura sintió que ganaban un nuevo round.


Estas despedidas las consideraba un cheque al portador que Sakura cobraba en compensación, por todas las veces que él la había abandonado, física y simbólicamente. Sasuke había decidido dar el gran paso de hacer de Sakura, su compañera de vida, y, sin embargo, siempre debía verla partir lejos de él.

«No seas dramático», lo acusó su consciencia.

—Se supone que era yo quien debía ir —refunfuñó.

Sakura ajustó las correas de su mochila y le sacó la lengua. Iba a hacer algún chiste para quitarle el mal humor, pero alguien los interrumpió.

—Entonces los rumores eran ciertos, te tendremos de compañera.

Ambos voltearon, y Sasuke casi maldice en voz alta. ¿Por qué tenía que empezar tan mal el día?

—Ivik, buenos días, ¿tú también estás en el equipo? —preguntó Sakura, y apenas pudiendo disimular la incomodidad, oteó de reojo a su novio.

Sasuke miró a Emeka, quien hundió la cabeza en el cuello de su anorak y se alejó de ellos. ¿Ese sujeto estaba en el listado? Rememoró la lista de nombres de Emeka: sí, allí estaba Ivik. El problema era que nunca se había molestado por aprender su nombre.

—Sí, solía ir, antes de que mi esposa falleciera.

Sasuke chistó, y Sakura le dedicó unos ojos nada amables. Era obvio que utilizaba su condición de viudo para atraer la lástima y empatía de su novia. Sakura tiró levemente del lóbulo de su oreja, acercando su oído a sus labios.

—Sasuke-kun, los celos no te quedan bien.

Sasuke no respondió. Solo la ayudó a ponerse la pesada mochila sobre los hombros y comenzó a caminar junto con los demás. Volteó una última vez para saludarlo, y le guiñó un ojo. Sakura partía otra vez, como en aquellas misiones donde él era Hokage y ella su lugarteniente, la única a la que despedía en la gran puerta de Konoha. Siempre tenía alguna instrucción de último momento. Una excusa para verla, hasta su regreso.

—¿Sakura, huh? —Sasuke bajó la vista para ver a la anciana, que sigilosamente se había parado junto a él—. No creo que sea un nombre apropiado para esa muchacha. Salvo por su cabello, apenas se parece a esa frágil flor. Nunca entendí la fascinación que las personas tenían con esos árboles.

Mas que hablar hacia él, Chakwan parecía estar teniendo un diálogo consigo misma. Por ello, Sasuke supuso que no fue capaz de advertir la puerta semi abierta, que la líder había dejado para él. Una fisura en su relato, ¿un indicio de su procedencia?

—En todo este país no crecen árboles de cerezo —afirmó, y la anciana abrió los ojos, pillada en sorpresa— ¿Cómo se supone que sabe de ellos?

Se miraron, midiéndose. La aldea a su alrededor, iniciaba sus actividades matutinas.

—Hay respuestas que es mejor ignorarlas —rebatió, y había un brillo en sus ojos azules que resultaba desafiante.

—¿Por qué odia a los shinobis? —repreguntó, subiendo la apuesta.

Chakwan volteó con su cayado y comenzó a caminar de regreso a la privacidad de su aposento.

—Acompáñame —le dijo.

Apenas un paso de sus piernas, y ya estaba a la par de ella. No estaba tan seguro de lo que estaba haciendo, pero necesitaba algo que lo entretuviera de la imagen de Sakura lejos de él, y acompañada por ese sujeto. Además, había sido inevitable hurgar en ese fallido mental que había tenido la líder.

Sasuke fue guiado hasta el interior de su recinto individual. Le indicó que cerrara bien la puerta. Chakwan se agachó para arrastrar un cofre de madera, y aunque Sasuke quiso ayudarla, esta lo apartó sacudiéndole una mano, como si estorbara. Parsimoniosa, la anciana sacó diferentes objetos del cofre, algo que a Sasuke le hizo gracia. ¿Qué iba a mostrarle?, ¿una muñeca de su infancia?, ¿algún cuadro?, ¿ropa o algún libro obtenido vaya a saber dónde?

Estaba allí, enfrascado en sus propios pensamientos, cuando un fulgor oscuro relampagueó en su entrecejo, haciendo que los sentidos shinobis actuaran por inercia. Con la mano levantada, se dio cuenta que sus dedos habían atrapado algo que iba directo a su frente. El extremo afilado de un kunai,lo apuntaba muy cerca de sus ojos.

Sasuke parpadeó varias veces, y bajó lentamente el brazo. Chakwan,con su cuerpo en perpendicular y el torso girado en su dirección, era la evidente autora de esa ofensiva. Sasuke empuñó el kunai y chirrió los dientes.

—¿Qué te traes? —siseó, amenazante. Ella regresó a su posición de vieja encorvada, y decrépita.

—Es la misma pregunta que me hago, desde que llegaron aquí —respondió. Sasuke comenzó a caminar hacia ella, intimidante, pero la anciana levantó su cayado y con él le señaló el kunai que Sasuke empuñaba—. No me asustas, ¿por qué no miras lo que tienes en tus manos?

Sasuke irradiaba furia. Toda la compasión o la simpatía que podría haber tenido por esa mujer, se había esfumado. Esas arrugas, esa voz quebrada y gastada, le recordaron a otro anciano al que había atravesado en su corazón, mucho tiempo atrás.

—¡Mira lo que tienes en tu mano! —gritó, insistente, y Sasuke bajó la mirada hacia el arma. Enmudeció.

El peso ligero del kunai, la superioridad de su aleación, los bordes perfectos, y, sobre todo, en la base triangular de la cuchilla, un labrado inconfundible, minúsculo pero exquisito, del antiguo clan Uchiha. Sasuke levantó el rostro y la vio con ojos azorados.

—¿Qué…? —balbuceó—, ¿cómo tienes esto?

—Mocoso, ¿estás seguro de querer saber la respuesta?

Pero Sasuke no la escuchó. El pasado lo agarraba del pecho, de las sienes, y lo arrastraba a instantes que creía olvidados.


Notas de la autora:

Hoy es feriado en mi país, y quise aprovechar a subir este capítulo. Perdón si encuentran algún fallo ortográfico o de redacción, no tuve tiempo de darle varias leídas. Era eso, o esperar al próximo día libre, jeje.

Muchas gracias por todos sus hermosos comentarios, los favoritos, los followers, etc. Son un mimo para el corazón. Espero que esta historia siga a la altura de sus expectativas. Sé que soy la peor en cuanto a tiempos de actualización, pero realmente la vida no me deja mucho margen para sentarme a escribir. Les mando un beso enorme, un feliz fin de año, y un próspero 2022.

Nadesiko-san