TRUNKS: EL CHICO QUE VINO DEL INFIERNO

CAPÍTULO 4: Esos desgraciados androides...

Pasaron casi 3 años desde la muerte de Gohan. Ese día era soleado y de un clima muy agradable. Trunks había volado unos 10 minutos hasta llegar a un diminuto pueblito a la orilla de una montaña. Cuando descendió entró a un pequeño negocio. Allí, un viejo hombre de mediana estatura lo recibió muy feliz de verlo.

- ¡Hola Trunks! ¡Qué gusto verte por aquí! –

- Buenos días Yabuki-san! ¿Cómo han estado? -

- Bien, pero la gente cada vez tiene más temor de que aparezcan los androides...-

Se hizo un triste silencio.

- ¡Cuánto has crecido jovencito! ¿Qué edad tienes? – dijo el señor.

- 16 años, dentro de poco cumpliré 17. – contestó Trunks tímidamente.

- Bien, ¿qué has venido a buscar hoy? -

El Saiyajin le entregó una lista.

- Mm... de acuerdo, espérame aquí. -

Mientras esperaba, Trunks observó un momento a través de la ventana. En las escasas calles no había nadie, ni siquiera alguna mascota, parecía casi un pueblo fantasma de no ser por el verde paisaje que lo rodeaba. Al muchacho se le ocurrió que seguramente los habitantes de ese lugar se escondían por precaución. Si los androides 17 y 18 pasaban por ahí no se interesarían en el pueblo porque creerían que estaba deshabitado... y a esos malditos sólo les divertía destruir un lugar siempre y cuando haya personas que aniquilar...

El viejo señor regresó interrumpiendo sus pensamientos y dejó sobre el mostrador una caja y una bolsa llenas de comida.

- Aquí tienes Trunks, es todo lo que me pediste.-

Luego le dijo un importe y el Saiyajin le pagó, colocó la bolsa encima de la caja y se la llevó.

- ¡Sayonara Yabuki-san! ¡Qué tenga un buen día! -

- ¡Adiós Trunks y ten mucho cuidado! -

El muchacho salió del lugar, pero apenas cerró la puerta notó que un pequeño niño estaba allí, mirándolo.

Trunks se quedó quieto mientras el muchachito seguía observándolo, mirando hacia arriba porque era de muy baja estatura. Apenas tendría unos 5 años.

Entonces el joven de cabello lila dejó las cosas que llevaba en el suelo y se agachó para acariciar la cabeza del niño.

- ¿Qué sucede pequeño? -

La respuesta se hizo esperar.

- Me gusta mucho tu chaqueta, mamá me habló mucho de la Corporación Cápsula...-

Trunks vio como el niño lo miraba con sus ojos llenos de expectativa.

- Oh, de acuerdo pequeño, toma. – dijo el Saiyajin mientras se quitaba la chaqueta y se la colocaba al niño quien comenzó a sonreír.

- ¡Ja, ja! Te queda un poco grande, pero de seguro cuando crezcas te quedará muy bien! -

- ¡Muchas gracias! -

Trunks juntó una vez más sus cosas y comenzó a caminar despidiéndose con anterioridad del pequeño. Una vez que salió del pueblo comenzó a volar. Durante el viaje pensó en los desdichados habitantes del lugar que acababa de dejar.

"Vivir escondidos y con miedo... ¡¿qué vida es esa!"

Justo mientras pensaba en eso, las verdes colinas que veía desde el cielo se convirtieron en una infinidad de edificios destruidos. Era la Capital del Oeste.

"Hmmp... no peor que la mía..."

Bulma vio como su hijo entraba a su laboratorio y dejaba la comida sobre la mesa. Lo observó un instante y notó que llevaba su musculosa blanca.

- Trunks, ¿qué pasó con tu chaqueta? -

- Yo... se la di a un niño, kaasan.-

- Qué noble de tu parte, Trunks. -

Bulma se acercó y comenzó a sacar los alimentos de la caja. Trunks la ayudó.

- Está todo lo que querías, mamá. -

- ¿En serio? ¿Trajiste una pieza VX101? -

- Oh no, pero si quieres puedo ir a... -

- Descuida Trunks, era sólo una broma, veré como puedo reemplazarla. -

- Ya terminas la máquina del tiempo, ¿verdad? -

- Sí, falta muy poco. -

Bulma preparó dos tazas de café y volvió a la mesa alcanzándole una a Trunks.

- Kaasan, no sé si será necesaria la máquina del tiempo, estoy convencido de que ahora puedo derrotar a los andr... -

- Trunks, por favor, no discutiremos sobre esto otra vez... -

- Vamos, tú sabes todo lo que he entrenado en estos tres años.-

Su madre rió levemente.

- Sí, recuerdo esos días en los que te la pasabas entrenando como un maníaco, ja, ja!-

El Saiyajin se sonrojó.

- Pero... al menos eso sirvió... -

Reflexionándolo mejor, Trunks se entristeció un poco por lo que había dicho su madre. Recordó eso días en los cuales según ella, "entrenaba como un maníaco". Para ese entonces había pasado como una semana desde la muerte de Gohan, y Trunks entrenaba y entrenaba con furia día y noche, olvidándose de todo lo demás, tratando de aliviar su dolor.

Era el atardecer cuando Bulma y Trunks oyeron esa lejana explosión.

- ¿Qué fue eso? – Bulma preguntó asustada aunque sabía perfectamente la respuesta.

- Esos desgraciados androides... – Trunks quiso ir de inmediato, pero apenas dio un paso su madre lo detuvo tomándolo de un brazo.

- Trunks, es muy peligroso. Quédate por esta vez... -

- Lo siento, kaasan... no puedo permitir que sigan destruyendo nuestro mundo. -

El Saiyajin dio un salto y voló a toda velocidad.

- ¡TRUNKS, ESPERA! -

Era inútil. Bulma sabía que cada vez sería lo mismo, nunca podría evitar que Trunks se revelara y se fuera a luchar contra #17 y #18. Y tampoco podía evitar pensar en que tal vez una de esas veces su hijo jamás regrese.

Apenas vio en que dirección estaba aquella columna de humo, Trunks supo lo que había pasado.

"¡Oh, no, el pueblo!"

Voló hasta la orilla de la montaña y cuando llegó se quedó flotando sobre el pueblo, viendo horrorizado la situación: un gran cráter cubría el centro del lugar y las casas cercanas habían sido destruidas, seguramente por la onda expansiva de la explosión. Con lo pequeño que era el pueblo era imposible que alguien haya sobrevivido...

Trunks descendió a varios metros del cráter. Se mantuvo inmóvil, mirando bien fijo el piso, paralizado.

No sentía el ki de los androides por ningún lado, lo más probable era que habían destruido el pueblo de pasada.

- ¿Qué ganan con hacer esto? ¡¡¿QUÉ! – dijo con furia. Pero en ese momento vio algo en el suelo que lo hizo sentir mucho peor aún. Se agachó y lo juntó. Era un pedazo de tela azul en el que se alcanzaban a leer unas letras en blanco: CAPS...

Los ojos de Trunks comenzaron a brillar.

- Esto... es... – Trunks cerró sus ojos y apretó sus dientes con fuerza sintiendo un enorme dolor dentro suyo. Era un pedazo de su chaqueta, la que le había regalado al niño esa misma mañana...

El cielo anaranjado del atardecer comenzó a tornarse negro y azul de la noche rápidamente. Y sintió ganas de llorar... pero no lo hizo.