Dirigir un laboratorio de esas dimensiones, normalmente no sería algo que un puñado de adultos dejasen en manos de una chica de dieciséis años, pero Sherry, nunca había sido como el resto de sus compañeros. Se había tomado muy en serio eso de seguir el proyecto que sus padres habían tenido entre manos durante tantos años, podía decir que esa investigación era todo lo que le quedaba de ellos, y se había comprometido a trabajar dando todos sus recursos hasta conseguirlo.

Los otros científicos no estuvieron muy a favor cuando vieron aparecer una menuda adolescente para que les dictara las ordenes, pero la pelirroja y su mirada afilada, supieron como hacerse respetar desde el primer momento casi sin problemas. Su coeficiente intelectual era el más alto de todo el laboratorio, y eso se notaba al final del día.

"Sherry, Gin te espera en el pasillo." Dijo uno de sus compañeros con cierto miedo a interrumpirla.

Ella suspiró y se levantó antes de desconectar el pendrive del ordenador y salir del laboratorio. Caminó hasta la salida de las escaleras de emergencia sabiendo donde encontrarlo y se topó con él apoyado en la barandilla. Pasaba más horas ahí fumando que por los pasillos del interior.

"¿Qué necesitas, Gin?" Preguntó cruzando los brazos.

"¿Has acabado las diapositivas?" Preguntó sacando el paquete de tabaco de su gabardina para alcanzar un pitillo.

Sherry dejó el lápiz que traía sobre su palma antes de robarle el cigarro de su mano para conducirlo a sus labios.

Gin medio sonrió y acercó su mechero para encendérselo antes de sacarse otro cigarro para él. "¿No crees que Akemi se enfadaría si se enterase que su hermana pequeña ha empezado a fumar?"

Sherry rio brevemente apoyando los brazos cruzados en la barandilla. "Creo que hago cosas que le preocuparían mucho más que si fumo o dejo de fumar."

Sherry siempre mantenía su trabajo aislado de su relación con su hermana. Estaba segura de que Akemi la mataría si supiese solo la mitad de cosas de las que estaba obligada hacer, fumar podía convertirse en el mínimo de sus problemas.

"Esta tarde te recogeré a las siete." Comentó el rubio soltando el humo lentamente.

"Tenía en mente quedarme hasta más tarde, tengo bastante trabajo en el laboratorio. Cuando acabe, puedo volver a casa por mi cuenta." Contestó observando el tráfico que se escuchaba desde ahí.

"No. Esta noche tienes que venirte conmigo." Insistió con su tono frío de siempre. Ella alzó una ceja mirándole con confusión. "Tenemos trabajo que hacer. Ponte esto para cuando te recoja." Explicó brevemente entregándole una bolsa que no se había dado cuenta que traía.

Sherry rodó los ojos antes de apagar el cigarro y aceptar la bolsa. No le hacía mucha gracia tener que salir de su laboratorio , pero Gin era su superior y no podía negarse a él, al menos con ese tipo de órdenes.

El rubio desapareció del edificio las siguientes horas para volver a aparecer puntualmente a la hora exacta que habían quedado, esperándola apoyado frente a su Porsche negro.

Ella salió del edificio unos diez minutos después con el paso decidido y la cabeza bien alta. Entró en el asiento del copiloto y el rubio aceleró alejándose de ahí.

Gin estaba tan habituado a verla luciendo esa bata blanca de laboratorio, que no se acostumbraba a verla luciendo ese tipo de vestidos. Vermouth había sido quien le había cedido esa prenda, pero no estaba seguro que fuese la más idónea para una jovencita de dieciséis años. La organización se estaba empeñado a verla como una adulta demasiado rápido.

Aparcaron en un local nocturno después de conducir unos quince minutos y Sherry salió del coche antes que él quitase la llave del contacto. Sacó un pitillo de su bolso y lo encendió mientras esperaba que el rubio volviese a su lado. Pero lo único que notaba, era su mirada penetrante sobre ella.

"¿Qué pasa?" Preguntó Sherry dejando de mirar hacia el otro lado del aparcamiento para clavar su mirada en él con una ceja alzada.

"Un vestido un poco corto, ¿no crees?" Preguntó frunciendo el ceño al ver sus finas piernas y la parte expuesta de su pecho.

"Es el vestido que tú me has traído." Contestó defendiéndose con su tono neutral antes de darle otra calada al cigarro.

Gin tomó nota mental de no volver a pedirle a Vermouth que escogiera ningún vestido más para la pelirroja y apoyó su mano tras su espalda para retenerla junto a él, poco convencido de dejarla entrar así en ese local. Sabía que iba a tener que lidiar con las miradas de todos esos pervertidos que deseaban poner una mano sobre ella.

"¿Es que acaso no te gusta como me queda?" Le preguntó alzando la comisura de su boca a la vez que apoyaba las manos sobre su pecho.

Habían pasado unas semanas desde que había aparecido cierto tonteo entre ambos. Sherry negaba que se sintiese enamorada, pero Gin había aprendido a captar su atención con cierta gracia, y ella no estaba hecha de piedra, no era más que una adolescente a la que le habían privado todo lo bueno de la vida. Su propia hermana, no paraba de insistirle en que conociese a alguien. Sien embargo para ella, con Gin las cosas eran más fáciles, conocían sus vidas y compartían aquella oscuridad. Frente a él, no podía esconderse ni tenía que fingir ser alguien distinto.

"Te sienta bien." Dijo dándole un vistazo ahora que estaba más cerca.

"¿Entonces?" Ella pasó una mano tras su cuello y él la siguió mirándolo fijamente sin hacer movimiento o gesto de apartarse de ella.

Gin apartó el impulso de querer retorcerle el brazo y cortar cualquier intención que tuviese con él, pero se había pasado tanto tiempo mirándola de reojo, que ahora que le miraba con esa cercanía y profundidad, no quería apartarla. Se acercó a su oreja a la vez que subió la mano que tenía apoyada en la parte baja de la espalda hasta cogerle por la parte de atrás del cuello con suavidad, notando como su bello se erizaba bajo sus yemas.

"Cuidado con lo que haces, puedes acabar arrepintiéndote." Dijo ensanchando su sonrisa a ras de su oreja antes de caminar hacia la entrada.

Esas palabras que Gin había pronunciado en un pasado, habían quedado grabadas en su memoria y se repetían en forma de eco mientras notaba su mirada oscura sobre ella y su mano helada aún rodear su cuello.

"¡Respóndeme joder!" Dijo apretando sus dedos por unos segundos con más molestia. Llevaba demasiado años preguntándoselo. Sabía que había cruzado la línea con su hermana, pero había llegado a hacer lo impensable por ella y solo había recibido traición y más traición por su parte.

"No chilles. Vas a despertar a alguien," Dijo casi susurrando, apoyando sus manos en sus mejillas para acercarse a él e intentar que se calmase. Ella también sentía que le iba a salir el corazón por la boca. "No quiero que esto se convierta en un baño de sangre, no es necesario."

La respiración de Gin era acelerada y sus ojos afilados no perdían los suyos ni un solo segundo. Quería chillarle y seguir reprochándole el camino sin salida que se había convertido su vida desde que ella se había fugado. Sus manos, que siempre habían sido igual de frías que las suyas, parecían arder sobre sus mejillas. Frunció el ceño aún más. Él era de actuar y tener cada escenario preparado, pero en ese momento, se sentía bloqueado. Y lo odiaba, la odiaba por hacerle así.

Apoyó su frente en la suya y notó como temblaba. Sabía que no se trataba del frío, sino el miedo, un miedo hacia él que nunca antes se había manifestado de esa manera. Gin apretó los dientes e inclinó la cabeza para rozar su nariz con la suya. "Lo tenías todo…"Susurró.

"…Nada era real." Contestó girando la cabeza negándose a recordar.

"¿Shiho?" Preguntaron a la vez que se escucharon unos pasos acercarse. "¿Estás aquí fuera?"

Shiho se sobresaltó cuando se encontró a Akai saliendo a la terraza, tapándose un bostezo mientras observaba la terraza vacía. El leve olor a tabaco seguía presente alrededor.

"¿Estabas fumando?" Preguntó alzando una ceja.

Ella asintió rápido y miró a un lado y a otro comprobando que Gin se hubiese marchado. Había aparecido tan rápido como se había marchado. Solo esperaba no volver a tener una visita como esa, su respiración todavía no se había normalizado.

Entró rápido a la casa intentando escabullirse de más preguntas.

"Espera." Le frenó Shuichi cogiéndole por la muñeca. "¿Estás bien? Pareces bastante inquieta."

Shiho volvió a asentir intentando poner un rostro más tranquilo. "No podía dormir."

"No deberías, ya sabes, fuma-"

"Soy adulta, Dai." Protestó cruzando los brazos antes de suspirar. "Akai." Rectificó al darse cuenta. Le costaba mucho llamarle por su nombre real, ella lo había conocido como Dai Moroboshi, pero claro estaba que era un nombre falso, y en realidad, se llamaba Shuichi Akai."Puedes estar tranquilo, no fumo ni la mitad que tú. Puedes guardarte el consejo para uso propio." Había pasado unos minutos muy intensos como para ponerse a discutir ahora con Akai. "Necesito descansar, buenas noches."

"Buenas noches." Se limitó a contestar Akai mientras la observaba entrar a su habitación antes de que la casa volviese a llenarse con el silencio de la noche.

Shiho se quejó cuando notó un rayo de luz chocar en sus ojos y se volteó de la cama intentando taparse con la almohada.

"Vamos despierta bella durmiente." Escuchó a Shinichi. "Me apetece ir a dar un paseo."

"Pues vete tú solo." Contestó sin sacar la almohada de su cabeza. "A mí no me apetece. Todavía es pronto." Se quejó observando de reojo que el reloj sólo marcaba las ocho. Le había costado mucho dormir como para que ahora se dejase arrastrar de la cama por ese detective incordio.

"No seas así Miyano, será el último paseo antes de volver a Tokio."

"¿Qué?" Preguntó perdiendo el sueño de golpe. La sonrisa de Kudo era gigante. "¿Vamos a volver?"

"¡Así es!"

"¿Por qué?" Preguntó preocupada.

"Llevamos aquí casi dos meses. Tal y como están las cosas ahora, para Jodie, Camel y Akai es más fácil seguir trabajando desde Tokio. Es verdad que tendremos que tener más seguridad y agentes a nuestro alrededor, pero al menos podremos estar en casa."

"Yo no quiero volver." Se negó volviendo a taparse bajo las sábanas. "Iros vosotros, yo me quedo aquí."

"Shiho, no puedes quedarte aquí sola." Comentó Jodie asomándose por la habitación. "Que volvamos a Tokio, no significa que no estarás a salvo. No vamos a dejar que te pase nada."

Shiho resopló saliendo de la cama y se metió en el baño dando un portazo tras ella. Se lavó la cara y se quedó mirando al espejo. Parecía que el encuentro con Gin había sido un sueño, pero lo había tocado, había llegado a notar hasta su aliento y sus dedos sobre su cuello.

¿Y ahora se suponía que debía volver a Tokio?

Ni hablar.

Se dio una ducha rápida y se puso unos tejanos y un jersey verde militar antes de dirigirse a la cocina para prepararse un café.

"Bueno días." Le saludó Akai girándose hacia ella para ofrecerle una taza de café que ella acabó aceptando a regañadientes.

Salió a fuera de la casa para sentarse en uno de los bancos del jardín y empezó a beber el café a sorbos pequeños.

No podía dejar de pensar en el rubio. ¿Por qué no había aprovechado ese encuentro perfecto para matarle? Se había escurrido de las garras de la organización muchas veces, y en vez de zanjar el tema, empezó a reclamar respuestas y a mirarla iracundo.

Una risa triste se escapó de sus labios mientras intentaba buscarle el poco sentido que tenía todo eso. Sabía que Gin conocía cada una de las respuestas de todas esas preguntas que se hacía, pero no estaba muy segura de que le gustase escucharlas. Había sido la persona que más le había decepcionado, pero también la que más había hecho por ella. Y nadie podía borrar eso.

Así que esa misma tarde, entre protestas y malas palabras, tuvo que acabar cogiendo un tren para devolverla a la ciudad de la que tantas veces había pretendido huir. La ciudad donde se enamoró por primera vez y donde le rompieron el corazón hasta convertirlo en arena, la misma ciudad donde crecía su dolor y donde se ubicaba el epicentro de sus desgracias.