"Compraré el ramo de flores más grande que puedan hacerme en la floristería e invitaré a Ran a Tropical Land para que esta vez podamos tener una cita de verdad, estando solo los dos sin los problemas que siempre nos rodeaban." Comentó el detective mientras devoraba el bocadillo que habían pedido en el tren de vuelta a Tokio. "Quiero empezar a tener una racha de buenos momentos a su lado."
"Eso es muy romántico, Shinichi." Comentó Jodie ilusionada por el amor joven que el detective adolescente derrochaba.
"Sabes que todavía no puedes volver al instituto." Le advirtió Akai. "Y mucho menos aparecer por los medios de comunicación o ponerte a resolver casos con la policía como solías hacer antes."
"Lo sé, lo sé. Me mantendré al margen y seré prudente. Lo prometo." Dijo haciendo un gesto firme. "Pero…me muero de ganas por ver a Ran."
"Por dios, que empalagoso te has vuelto." Comentó la pelirroja rodando los ojos.
"¿La científica malhumorada está molesta porque tiene envidia?" Preguntó el detective con un tono burlón.
"Tu amor pasteloso me causa de todo menos envidia." Contestó intentando evitar volver a rodar los ojos o resoplar.
"¿Estás segura? Porque si dejases a un lado parte de ese mal humor y no fruncieses el ceño todo el tiempo, o incluso si solo intentases sonreír un poquito más a menudo, puede que tú también acabases teniendo novio o algún pretendiente interesado en ti."
"Gracias por el consejo, pero ni me hace falta, ni me interesa, gracias. No necesito ningún novio o pretendiente empalagoso." Protestó volviendo a mirar hacia la ventana.
Sus palabras le habían recordado demasiado a su hermana, que se preocupaba innumerables veces por que su hermana menor encontrase lo que todo el mundo llamaba media naranja o alma gemela.
Akai también se acordó de Akemi, pero su recuerdo era algo distinto al que estaba recordando la pelirroja. Akai recordaba la angustia y los nervios en los ojos de Akemi cuando hablaba sobre la vida amorosa de su hermana. Recordaba lo mucho que le insistía en que la vigilase y protegiera de cerca. Los rumores corrían como la pólvora por los pasillos de la organización, y la hermana mayor, no podía ignorarlos ni aún queriendo, y menos cuando la mayoría de veces trataban de su hermana.
"¿No comes?" Le preguntó a la pelirroja llamando su atención mientras veía que no había ni desenvuelto el bocadillo.
"No tengo hambre." Contestó volviendo a desviar su mirada hacia el exterior.
Cuando llegaron a Tokio, el profesor no pudo evitar recibirles con una sonrisa y un abrazo casi asfixiante. Se empeñó en ser él quien los recogiera de la estación y los convenció para que se reuniesen en casa y cenasen todos juntos antes de que volviesen al hotel.
"¿Lo ha cocinado todo usted mismo?" Preguntó Shiho alzando una ceja al ver los platos que había sobre la mesa.
"Bueno, Ran me ha ayudado un poquito." Contestó el profesor rascándose la nuca a la vez que Ran sonreía mientras acababa de preparar la mesa.
Se sentaron a comer charlando agradablemente y abrieron un par de botellas de vino para acompañar el segundo plato. Para cuando llegaron al postre, sus caras parecían más alegres y sus mejillas más sonrojadas.
Shiho se levantó cuando encontró su oportunidad y se escabulló para dirigirse a su habitación.
"¿A dónde vas?" Preguntó Kudo mientras aceptaba el trozo de pastel de limón que Ran había preparado. "¿No quieres probarlo?"
"Estoy cansada del viaje, voy a descansar un poco." Contestó sin esperar mucho más para desaparecer en el sótano.
No se sentía borracha, pero la cabeza le daba un poco de vueltas. Hacía mucho tiempo que no bebía y casi el mismo que no se emborrachaba. Anteriormente había tenido un poco más de constancia y si le apetecía tomarse una copa a la noche mientras cenaba, lo hacía. Podía admitir que había conseguido tener un buen aguante con el alcohol, pero ahora había pasado dos años en el cuerpo de una niña y sus hábitos y costumbres eran muy distintos.
Solo había bebido dos o tres copas de vino esa cena, pero le habían subido tan rápido como en sus primeras borracheras. Se cambió la ropa para ponerse una camiseta ancha como pijama. Sí que estaba cansada, pero n realidad no tenía nada de sueño, solo le apetecía quedarse en su habitación.
Las risas de los que seguían arriba se escuchaban desde su habitación, pero ella no tenía ningún interés por las conversación que tenían fuera de esa puerta. Los nervios no habían desaparecido en todo el día y tuvo el instinto de revisar su habitación dando una vuelta rápida para asegurarse de que nadie se había colado en la casa esa noche.
Gin podía aparecer de nuevo en cualquier momento y ella no sabía como reaccionar si volvía a verle, se le revolvían las tripas con solo pensarlo.
Se dejó caer en la cama soltando un largo suspiro y cerró los ojos para que la cabeza dejase de darle vueltas.
"¿Estás borracha?"
Shiho abrió los ojos reconociendo la voz de sus pensamientos. Era tan fácil recordar.
"¿Qué haces aquí?" Preguntó parando el paso cuando lo vio estacionar el Porsche negro.
"He venido a buscarte." Contestó encendiendo un cigarro. "Pero… no se supone que deberías estar con tu hermana?"
Sherry resopló molesta y entró en el coche sin decirle nada. Había salido esa noche con la esperanza de tomar algo con su hermana y poder olvidar el trabajo de su laboratorio por unas horas, pero el agradable encuentro había acabado en una fuerte discusión para las hermanas Miyano. Shiho estaba cansada de que su hermana sintiese esa necesidad constante de protegerla como si fuese una muñeca de cristal y de saber todo de ella constantemente, debía admitir que su hermana menor ya no era una niña, y aunque a Akemi no le gustaba aceptarlo, hacía cosas peores que todos esos rumores que escuchaba. No podía protegerla para siempre, pero podía decidir apoyarla en vez de juzgarla o intentar prohibirle con palabras cosas imposibles.
Gin la miró de reojo durante todo el camino. No le hacía mucha gracia que bebiese y luego deambulase sola de vuelta a casa. Podía ser una mujer peligrosa, pero a simple vista, parecía muy menuda. Y la realidad no era más que ella seguía siendo apenas una adolescente entrando en la edad adulta.
Aparcó en su casa poco después y entró detrás de ella cuando abrió la puerta.
Sherry suspiró cuando lo vio sentarse tan serio en el sofá. "Ahórrate la bronca, ya he tenido suficiente por hoy." Comentó abriendo uno de los armarios del salón con la esperanza de encontrar otro trago.
"¿No has tenido suficiente?" Preguntó cogiéndole de la muñeca para arrebatarle la botella de la mano. "Ni siquiera tienes edad para beber."
Shiho resopló de nuevo y se puso de puntillas agarrando las solapas de su gabardina. Odiaba que la tratasen como a una niña, podía ser letal en su trabajo, pero Gin seguía viéndola como si fuese una niña del jardín de infantes. Así que se acercó un poco más a su rostro, amenazante. El olor a pólvora y cigarrillos era perceptible, se podía mezclar con el olor a vino que soltaba su propio aliento. Había visto a decenas de mujeres babear por los pasillos de la organización cuando aparecía Gin, no tenía fama de romántico ni de mujeriego, pero era verdad que muchas mujeres se sentían atraídas por esa aura de chico Gangster. Sherry también se había quedado mirándole en más de una ocasión preguntándose como una persona tan fría podía causar también esa mirada tan inflamable.
Quería acercarse más a él, pero él le agarró de la barbilla para que ella no pudiese invadir ese espacio personal. "No deberías intentar estas cosas."
Sherry frunció el ceño y bajó la mirada avergonzada.
"No me mal interpretes, eres una chica muy atractiva." Le contestó alzando un poco su sombrero para mirarla de arriba abajo. "Pero todavía eres una jovencita."
"Tengo dieciséis." Protestó.
"Y yo veintinueve." Contestó clavando sus ojos en los suyos.
Ella volvió a dar un paso a adelante y alzó la mirada para enfrentarle fijamente. Era obvio que el alcohol le ayudaba a sacar esa faceta descarada. Si hubiese estado del todo serena, no hubiese intentado acercarse a él de esa manera, pero ella no buscaba su amor ni su delicadeza, quería que dejase de verle como una muñeca y que pudiese verla como también veía a Vermouth o a otras chicas en otras ocasiones. Quería sentirse como una mujer, en todos los sentidos de la palabra.
"Odio que todos me vean así…capaz de matar, pero no para besar o acostarme con alguien."
Gin le cogió de las mejillas, contrastando su calor con el frío de sus manos. "No te interesa estar con una persona como yo, ni a mí estar con una como tú." Su mirada era helada, pero a ella no hacía más que llamarle.
"No te confundas, no soy una princesa buscando un príncipe. No estoy buscando amor, los dos sabemos que tú tampoco eres capaz de darlo así que deja de tratarme como una niña." Dijo atreviéndose a pasar sus manos tras su espalda para bajar la cremallera de su vestido. No quería parecer una mujer fácil, solo quería ceder en hacer lo que le apetezca, cuando le apetezca, y llevaba tiempo rechazando cada propuesta que recibía. Todo ese tiempo solo había tenido ojos para el trabajo, pero en ese momento el enfado, las copas de vino y esa cercanía intermitente, solo hacía que sus ganas crecieran. Y Gin era la persona que más atracción y confianza tenía, simplemente era eso.
Gin se quedó parado justo delante de ella, normalmente no hubiese tardado en ponerle las manos encima y hacerle lo que le apeteciese, pero se trataba de Sherry. La había visto crecer y convertirse en la jovencita que ahora era. Aún así admitía que era difícil apartar la mirada sentándole tan bien la lencería junto la vista de su vestido tendido en el suelo.
Apartó la mano de su mejilla para pasarla tras su cuello y acercarla suavemente a él. Su aliento con olor a vino se mezclaba con el perfume caro que parecía haberse puesto.
Las bromas que habían tenido les habían llevado a algún que otro guiño o roce, pero hora estaba en su casa y que a Sherry no parecía importarle el rubor de sus mejillas ni el coste del vestido que casi pisaba, era más difícil seguir actuando con frialdad.
Ella volvió a lanzarse. Y esta vez, no la apartó.
Gin la acercó más a él como si quisiera adsorber cada gota de vino que quedaba en su paladar. Él no estaba acostumbrado a ser delicado ni cuidadoso, pero con ella quiso hacer una excepción y tomárselo con más calma, como cuando degustas un vino por primera vez. La estiró en la cama y se descalzó antes de quitarse la gabardina. Había una parte de él que le repetía interiormente que era una mala idea y debía parar, pero sus manos no dudaron en volver a acercarse a ella.
Sherry clavó sus uñas en su cuello y arqueó la columna al sentir su tacto áspero pero cálido.
¡Bam!
Se despertó con el ruido de un fuerte golpe procedente del piso superior y se mordió el labio avergonzada del sueño que había tenido. ¿De verdad tenía que encontrárselo y luego soñar con esa noche en particular?
Se levantó de la cama y subió las escaleras buscando al profesor.
"Shiho, ¿Te he despertado?" Preguntó limpiándose la cara con un trapo.
"¿Qué ha pasado?" Preguntó observando la humareda que se había formado.
"Me he despertado con la idea perfecta para perfeccionar un invento y no podía esperar a probarlo, ¿Quieres echarle un vistazo?"
"No gracias, voy a ducharme." Comentó mirando la hora antes de darse la vuelta para dirigirse al baño.
Se miró en el espejo cuando cerró la puerta y se metió bajo una lluvia de agua fría de la alcachofa mientras intentaba olvidar los recuerdos que aparecían tras ese sueño.
Había sido ella quien había empezado esa espiral que los había llevado hasta ahí en ese momento. Todo el mundo siempre daba por sentado que Gin había sido quien la había acechado, y bueno, sí que había habido algún que otro comentario, pero era ella la que se había desvestido delante de él. Literalmente.
Cerró los ojos mientras el agua chocaba contra su cara y empezó a pensar si el rubio había vuelto a merodear por Tokio al enterarse de su regreso.
Estaba segura de que no debía andar muy lejos.
