"No quiero volver a matar, Gin." Contestó dejando la pistola en la repisa de la ventana.
Gin rió. "¿No querías parar esto?" Preguntó cogiendo la pistola que acababa de dejar para volver a ofrecérsela. "Eres la única que puede seguir con la investigación. El jefe está dispuesto a olvidar si reanudas con tu trabajo…no tocaremos a ese detective ni a ese viejo que te cuidó cuando tomaste el veneno. Pero tienes que volver a trabajar."
Shiho frunció el ceño. Nunca hubiese pensado que la investigación se volvería más importante que el poder de llegar a matarla sin posibilidad de recibir respuestas.
Y en ese momento, parecía que nadie más tenía en sus manos la llave a la juventud eterna. ¿Pero que pasaría con ella cuando la investigación finalizase? Cuando consiguiese lo que querían, ella solo se convertiría en otro cadáver más al que tirar al puerto para deshacerse. Pero a la vez, esa loca propuesta le hacía tener una oportunidad para que la gente que apreciaba estuviese a salvo.
"Gin…¿Por qué haces esto?" Preguntó hecha un completo lío. "¿De verdad crees que podemos continuar y olvidar como si nada?¿Por que insistes a mantener en pie lo que ahora son solo ruinas?" Preguntó resoplando. "Nunca quise estar en la organización. Y lo que teníamos, no era para nada amor."
Gin podría estar de acuerdo con ella, pero la definición de amor, era demasiado extensa y difícil de explicar como para anclarse solo a una pequeña parte de su descripción. ¿Acaso había mucha diferencia entre el amor y lo que habían vivido? Ella sonreía y reía cuando estaba junto a él y las manos del rubio se habían vuelto más calientes a su lado. Nunca habían formado una relación por la que la gente apostase, pero ellos se llegaban a entender y hacían las cosas que les apetecía sin importarles su alrededor. ¿No podía ser eso también amor?
Shiho debía admitir que el rubio también había sido participe de sus mejores años. Odiarlo, no lo borraba. "Joder, ¿Por qué lo haces tan difícil?" Protestó sacudiendo la cabeza.
"Es difícil porque sabes que fue real."
"¡No lo fue!" Protestó ella cruzando los brazos. Si hubiese habido amor, él no hubiese acabado matando a su hermana. "Pero sí tienes razón en algo, soy la única que puedo hacer que esto pare."
"Quieres decir que…¿Volverás?" Preguntó al ver que no parecía haber acabado de hablar.
"Volveré." Confirmó suspirando. "Pero si vuelvo a ese laboratorio, volveré bajo mis condiciones. Si no te parecen bien, puedes meterme un tiro en la frente cuando acabemos de hablar y acabar con esto más fácilmente."
"¿Condiciones?" Preguntó encendiéndose un cigarrillo a la vez que una media sonrisa aparecía en su rostro. "Te escucho."
"¿Cómo puede ser que la perdieseis de vista?" Preguntó Akai removiendo el café nervioso mientras revisaba de nuevo uno a uno los vídeos de las cámaras de vigilancia de la zona.
"Lo sentimos mucho, Akai ." Se disculpó Camel inclinando la cabeza avergonzado. "No sabíamos que la tienda tenía otra salida en la parte de atrás, cuando nos dimos cuenta, no pudimos adivinar que dirección había tomado."
"Dijo que iba a comprar." Comentó el profesor preocupado. "¿Y si la han secuestrado?"
"Les perdió de vista adrede. Se ha ido por su propia cuenta, profesor." Comentó Shinichi con el ceño fruncido. "Puede que alguien se pusiese en contacto con ella, o puede que se haya cansado de esperar y decidiese hacer algo por su cuenta…no lo sé."
"También puede ser que decidiese querer volver con ellos." Comentó Jodie sin querer descartar ninguna opción.
"No." Negó el profesor rotundamente. "Tiene que haber una buena razón."
"Esperemos que esto no signifique que la colaboración entre ambas partes se ha acabado…porque las cosas se pueden volver muy complicadas para ella de ser así." Comentó Akai molesto antes de levantarse y marcharse de casa del profesor con la cara seria. Recordaba lo tensa se que veía la mañana anterior, puede que ya pasase algo por su cabeza para ese entonces, pero él no le había dado la importancia que debería haberle dado.
"Parece que Shu no lo está llevando muy bien." Comentó Jodie suspirando con cierta tristeza. "Han sido muchos años de trabajo y parece que ahora todo se está desmoronando…tener a esa chica de nuestro lado, iba a ayudarnos mucho."
"Aparecerá." Comentó el profesor sin perder la esperanza. "Sé que volverá."
La brisa era húmeda y salada y el sol se había escondido hacía un tiempo tras las copas de los árboles. Cerraba los ojos y podía oler la calma. A su alrededor no había más que el gran azul del mar y el verde de la naturaleza, pero ella sabía que solo había cambiado una jaula por otra.
Decidir volver a reanudar las investigaciones de la organización, era algo que ella no hubiese imaginado volver a hacer desde que ella misma ingirió la apotoxina. Llevaba parte de su vida intentando encontrar una manera para poder vivir en paz y alejarse de esa oscuridad, pero siempre la conseguía a atrapar sin apenas esfuerzos. Y ahí se encontraba de nuevo.
La habían instalado hacía ya casi tres semanas en esa pequeña y alejada casa pegada a una pequeña cala. La zona era muy poco concurrida y estaba lejos de carreteras y pueblos vecinos, así ella tenía la oportunidad de seguir trabajando sin tener que tener contacto con nadie más aparte del rubio. Esa, había sido una de las condiciones que la propia pelirroja había impuesto. Se había negado rotundamente a volver a pisar los pasillos se aquel edificio o a volver a compartir laboratorio con cualquiera. Si querían que trabajase, deberían dejarla que lo hiciese por su cuenta.
No quería volver a verle la cara a Vermouth para seguir recibiendo amenaza tras amenaza, sabía que habían muchos miembros que no estaban a favor de su vuelta y era consciente de que no perderían la oportunidad de hacerla desaparecer en cuanto encontrasen la oportunidad.
Por eso había acabado ahí, alejada de de la civilización, del FBI y de todos aquellos con los que había convivido esos últimos dos años. Y no, no tenía miedo a morir, pero tampoco estaba dispuesta a dejarse matar fácilmente.
Estaba preocupada por el bienestar de sus amigos y del profesor, pero se sentía tranquila al saber que a raíz de esa decisión, ellos iban a dejar de estar en peligro, al menos por un tiempo. No podía seguir arrastrándoles a esa vida y esperar que ninguno recibiese daños o acábese perdiendo la vida. No se quería arriesgar a perder más gente, prefería tenerlos lejos pero a salvo, que a su lado con la marca roja de un francotirador en la frente.
Escuchó el ruido de un motor acercarse hasta ahí pero no le prestó apenas atención. Sabía a quien pertenecía es coche, era un sonido demasiado conocido para sus oídos. Y él aparecía puntualmente a la misma hora noche tras noche.
No había cruzado muchas palabras con Gin desde que habían llegado ahí, él se marchaba por la mañana temprano y no volvía hasta entrada la noche. Sherry sabía que él había intentando que ella sintiese esa libertad que tanto le había reclamado en un pasado, pero era consciente de que la tenían geolocalicazada, eso solo era un truco para intentar hacerla sentir mejor. A Shiho le hacía reír, ya que de todas maneras, no había lugar al que pudiese salir corriendo, no tenía opción de salir de ahí sin un vehículo o sin que Gin u otro superior lo aprobase.
Lo escuchó entrar a la casa con un paso un poco torpe pero tranquilo, pero ella siguió mirando y escuchando las olas sin girarse a mirarle. Ninguno de los dos se acercaba más de lo necesario al otro. Shiho se había dado cuenta de todas las veces que el rubio clavaba su mirada en ella como si tuviese la necesidad de hablar o contarle algo, pero cuando ella alzaba la mirada y le enfrentaba, él la apartaba rápido sin emitir palabra.
Sherry lo escuchó tropezar cuando llegó a la terraza y se giró para mirarle sacar un par de cigarros de su paquete de tabaco para acabar ofreciéndole uno. Ella alzó una ceja y lo aceptó dejando que él acercase su mechero a sus labios para encenderlo. El tabaco que fumaba Gin, era más fuerte al que ella solía fumar. No sabía donde lo compraba, pero estaba segura que no lo vendían en todos los estancos.
Se quedaron fumando tranquilamente sin molestarse a interrumpir el silencio de su alrededor. El humo de ambos cigarros se mezclaba y desaparecía con la brisa salada. Y el olor a whisky llegó a ella cuando él se inclinó un poco hacia ella para apagar la colilla en el cenicero.
"¿Has bebido?" Le preguntó mirándole de reojo.
Gin gruñó pero no contestó, volvió a sacar su paquete y se encendió otro cigarro clavando la mirada al océano delante de ellos.
Sherry no estaba muy acostumbrada a ver a Gin actuado de esta manera. Siempre había sido una figura que le representaba fuerza, poder, pulcritud…pero su mirada no era capaz de imponer muchas cosas en ese momento. Le había costado reconocer a Gin desde que se había presentado frente a ella aquella primera noche en Nagasaki. Gin siempre había derribado los obstáculos e inconvenientes que aparecían en su vida sin preocuparse en hacer daño o destrozar a alguien por el camino, y ahora, veía que sus pasos dudaban y perdía la mirada en algo que ella no acababa de descifrar. Le molestaba que ahora la tratase con ese cuidado, se negaba a creer o aceptar que él actuaba de otra manera buscando una manera de cambiar. Dudaba de que él tuviese la capacidad para hacerlo.
"Nunca te pedí perdón." Habló Gin casi susurrando.
"¿Qué?" Preguntó sin saber con certeza si lo había oído o había sido simplemente fruto de su imaginación. Él nunca se disculpaba.
"Hay muy pocas cosas en la vida por las que pueda sentir culpa o decir que me arrepiento." Continuó hablando sacando una pequeña petaca del interior de su gabardina para darle un trago. "He asesinado a tanta que gente, que no puedo mantener ni la cuenta. Y cada día al acabar el atardecer, me dedico a cruzar la frontera a la ilegalidad sin preocuparme lo más mínimo en las consecuencias, sin sentir nada."
Shiho le miró detenidamente y le cogió la petaca para robarle un pequeño sorbo. Notó la garganta arderle y el sabor a madera cuando pasó la lengua sobre sus labios. Ya sabía de donde había sacado el whisky.
"Pero definitivamente, me gustaría poder cambiar la muerte de Akemi…"
Shiho frunció el ceño y apretó los puños causando un ruido metálico al dejar la petaca sobre la barandilla. Sus palabras sonaban muy irreales para sus oídos. "Es un poco tarde para pensar en eso, ¿no crees?" Preguntó con resentimiento. "No pareció costarte mucho apretar el gatillo cuando la tuviste enfrente."
"Soy el principal asesino de esta organización, no puedo negarme a las ejecuciones que me ordenan." Dijo sabiendo que era la peor de sus excusas. "Soy el mejor en mi campo, no hay nada que consiga sacarme de mis esquemas, ni hay situación que no haya premeditado con suficiente antelación. Pero nunca llegué a imaginar como iba a cambiar todo después de que Akemi muriese. Y aún sin merecerlo, no sé como empezar a pedirte que me perdones." Se sentía avergonzado, nunca se había inclinado a pedir perdón por nada y le había costado mucho armarse de valor para contarle todo eso. Si no se hubiese bebido aquella botella de whisky, no hubiese sido capaz de empezar a hablar de esa manera delante de ella. Él siempre había sentido que no podía permitirse bajar las barreras, pero para ella, siempre había una excepción.
"Tienes razón, no te mereces que te perdone. No te mereces nada, Gin." Dijo con los dientes apretados. "¿Qué esperabas? ¿Qué me lanzase a llorar a tu pecho y siguiese contigo como si nada hubiese pasado?"
"No, obviamente tampoco esperaba eso." Comentó soltando una risa muy leve. "Sabía que me odiarías…pero desaparecer de esa manera…"
Ella se rió y chasqueó los dientes. Sus nudillos estaban blancos de tanto apretar los puños. "¡¿Qué esperabas?!" Volvió a preguntarle. "¡¿Te pudo el echo de que ya no pudieses controlarme como siempre has hecho?!"
"¡No lo entiendes! ¡Me hiciste perder la cabeza, joder!" Confesó antes de darle el último trago a su petaca para guardarla ya vacía en su gabardina. Dejando un par de minutos de silencio antes de continuar hablando, reuniendo el valor para seguir haciéndolo. "…Empecé a buscarte sin descanso, día tras día, noche tras noche. Pero parecía que te habías evaporado, que habías desparecido…como si nunca hubieses existido, Sherry."
"No intentes ir por ahí, ¿Crees que no sé que te has acostado con Vermouth o con un sinfín de mujeres más de las que no debes saber ni el nombre?" Espetó rodando los ojos. "Conozco tu manera de trabajar y tus pocos escrúpulos, sé que no has perdido el tiempo. Pero no me importa, nunca me he creído ser especial al resto, ni he sido la tonta que pensabas que era." Comentó mordiéndose el interior de la mejilla un poco nerviosa por como se encaminaba la conversación.
"Yo también creí que podría olvidarme de ti sin más." Suspiró Gin a la vez que asentía. "Sí, he conocido a muchas mujeres después de eso, pero al final…solo conseguía enfurecerme más al darme cuenta de que..." Estaba hablando demasiado, pero ahora que había empezado a hacerlo, no podía parar. "…de que tú eras la única que conseguía llenar algo dentro de mí."
Ella no sabía que decirle, se sentía demasiado enfadada y desubicada por todo lo que escuchaba. "Lo hemos hecho todo tan mal siempre. Tan mal…" Se atrevió a hablar ya con las emociones a flor de piel. "Nunca hemos necesitado a nadie más porque nosotros mismos hemos sido los que nos hemos destruido. Yo te he hecho daño, tú me has hecho daño…Y al final, si no nos tenemos respeto, si la confianza se acaba…no hay nada." No sabía porque sus ojos habían empezado a empañarse, puede que por la rabia o por la gran impotencia que sentía y había arrastrado todos esos años. "Yo…a mi no me importaba el estilo de vida que estábamos obligados a llevar, ni me fijaba en todos esos contras que aparecían en mi lista mental cada vez que aparecías. Pero hubo un momento, en el que estaba segura de que había encontrado el amor contigo. Puedes llamarme idiota." Confesó notando lo estúpida que sonaba. "Y tras ver la noticia de Akemi en el periódico y verte cruzar el laboratorio hacia mí sin dolor en los ojos, me rompiste. Y empecé a morir más rápido por dentro desde ese momento."
Sus disculpas no podían luchar contra el dolor causado.
Gin apretó los puños escuchando sus palabras y no pudo evitar sonreír al ver lo bonita que se veía su sonrisa por más que emitiese esa profunda tristeza. "Si existiese un botón de reset…"
Ella se sintió abatida emocionalmente. Dejó caer su cabeza en su hombro e intentó que las lágrimas no escapasen de sus ojos. ¿Por qué tenían que pasar tantas desgracias para que él aprendiese a valorarla? ¿Por qué nunca se había dignado a ser sincero con ella? ¿Por qué nunca había sido capaz de quererla bien? ¿Por qué no habían luchado lo suficiente?
"Yo…"
"Cállate." Le cortó ella secamente. "No digas nada más."
Sentía rabia, tristeza, impotencia, nostalgia…y todo ese cúmulo de emociones hizo que no pudiese aguantar más las lágrimas, apartándose de él y acariciando su pelo nerviosa a la vez que sentía la sangre recorrer su cuerpo con fuerza. Tenía que respirar profundamente varias veces si quería ser capaz de hablar. Pero no sabía que decirle ni qué contestarle. Tenía ganas de chillar y conseguir hacer desaparecer esa opresión de su pecho. No podía aguantar estar un minuto más ahí, así que decidió alejarse de él dando un portazo antes de encerrarse tras la puerta de su habitación.
Toda esa conversación se sentía demasiado irreal.
Gin entró cuando se acabó el cigarro, colgó la gabardina en el perchero y se metió a la habitación contigua a la suya. Se dejó caer en la cama tapando su rostro con su sombrero y cerró los ojos sintiéndose algo mareado por el alcohol. Había acabado soltando demasiadas cosas de las que se arrepentiría al despertarse al día siguiente.
