Gin se despertó con un fuerte dolor de cabeza al día siguiente. No sabía bien que hora era, pero el sol se veía bastante elevado cuando miró hacia la ventana. Se peinó el pelo hacia atrás y revisó su teléfono antes de dirigirse al baño y darse una ducha rápida para despejarse.
Salió de la habitación y fue directo a la cocina para conseguir una buena dosis de cafeína. Podía decir que tenía la suerte de tener un día tranquilo, así que no pensaba aceptar ninguna llamada que no fuese importante lo que quedaba de mañana.
Le dio un sorbo al café caliente y buscó un encendedor por la cocina para encender el primer cigarrillo del día.
Levantó la mirada y se percató de la ausencia de la pelirroja por la zona, así que cogió su taza y se dirigió a la parte baja de la casa. La vuelta acabó rápido cuando la encontró plenamente concentrada en ese pequeño laboratorio. No sabía cuanto rato llevaba ahí trabajando, pero tenía el pelo algo revuelto y el café de su escritorio parecía estar más que frío.
Apagó el cigarro antes de acercase a ella y observó lo pulcra y ordenada que era trabajando. No necesitaba a nadie más para que ese laboratorio mantuviese la investigación viva y constante. Se sentó en un taburete libre cercano a ella y la observó de reojo trabajar. Ella no se había dignado a mirarle en ningún momento, pero él ya estaba demasiado acostumbrado. Sin embargo, a él no le costó mucho darse cuenta del rojo de sus ojos, conocía demasiado bien su rostro, sabía con facilidad cuando reía o cuando había llorado.
"¿Te puedo ayudar en algo?" Preguntó la pelirroja con un tono seco.
"¿Cómo va la investigación?" Preguntó él con su tono normal mientras bebía de su café e intentaba ignorar el dolor de cabeza que persistía.
"Sigo trabajando. En tres semanas no se puede esperar que hayan muchos avances." Contestó sin apartar la mirada del ordenador, peinándose el flequillo hacia atrás a la vez que resoplaba. "He recopilado todos los datos y ahora estoy intentando entender que mierda han estado haciendo en ese laboratorio esos últimos dos años."
Gin sonrió con su enojo. "Encontramos un científico australiano que parecía bastante competente, pero al final el trabajo parece estancado desde que abandonaste la investigación. Tuvimos que deshacernos de ese tipo al ver que solo nos hacia perder tiempo y dinero."
Shiho suspiró y se rascó los ojos al notar su vista cansada. "Los documentos son un puto desastre, he perdido mucho tiempo ordenando esos garabatos sin sentido."
"Yo voy a salir unas horas, recuerda que necesito un informe completo para la semana que viene." Dijo Gin levantándose y marchándose del laboratorio.
Sherry se pasó las siguientes horas sin salir de esas cuatro paredes, la mayoría de veces no era ni consciente de lo rápido que pasaban a su alrededor, era demasiado curiosa en su trabajo y pocas veces era capaz de frenar.
El ruido de su estómago rugir le hizo pausar el trabajo tiempo después y acabó quitándose la bata para subir a la cocina.
Todavía no había empezado a anochecer, pero se dio cuenta de que Gin no parecía haber vuelto. Tampoco tenía muchas ganas de verle después de la última conversación, no podía parar de reproducir sus palabras en repetición dentro de su cabeza.
Se sentía abrumada y colapsada, así que decidió cambiar la dirección hasta el baño para para darse una ducha de agua caliente. Le dolía la cabeza de pasar tantas horas frente a la pantalla y no se sentía muy satisfecha con los resultados que estaba recibiendo. No iba a conseguir acabar un buen informe si seguía atascada de esa manera y no era el mejor momento para que su mente decidiese dispersarse.
Salió de la ducha y se puso un vestido de punto de un color oscuro, básico y cómodo para estar por casa. Nunca salía ni venía nadie, así que tampoco importaba mucho arreglarse o no.
Se acercó a la cocina y abrió la nevera buscando algo rápido que poder cocinar, pero no había nada aparte de unas cervezas y un paquete de huevos.
Optó por servirse un café y se sentó en el sofá para descansar de todo ese olor a químico e intentar continuar su trabajo del ordenador desde ahí.
Su día a día básicamente siempre era el mismo. Había noches en las que le entraban ganas de ponerse a correr y perderse en el bosque que rodeaba esa casa hasta encontrar un puto camino en el que seguir en la vida. Otras veces sin embargo, agradecía esa lejanía y esa casa parecía el mejor lugar del mundo. Estaba segura de que tanto Akai como Kudo, harían lo imposible por seguir su rastro, pero las cosas ahora eran demasiado diferentes. No sabía que tipo de relación tenía actualmente con ellos, ni cual iba a ser su reacción el día que volviesen a encontrarse. El profesor, los niños, Shinichi y Ran…pensaba mucho en todos ellos, y cuanto más lo hacía, más se daba cuenta en lo distintas que eran sus vidas.
Shiho había deseado tener una vida normal desde que era una niña, y por un periodo de tiempo, había tenido la oportunidad de revivir su infancia con amistades verdaderas. Pero esa vida, al final tampoco le había hecho sentirse satisfecha y tampoco llegaba a acostumbrarse.
Decidió pausar el trabajo y cerró la tapa del portátil para salir al exterior de la casa con la taza de café en mano.
El verde del bosque mostraba una fuerte profundidad, la pelirroja se sentó en las escaleras del portal escuchando los sonidos del viento y los pájaros con los ojos cerrados.
Estar tantas horas sola, le daba demasiado tiempo para pensar, y tratándose de ella, a veces era una completa tortura. Se había dedicado a analizar cada centímetro de su vida con la intención de comprender, pero sólo conseguía crearse nuevas preguntas de las que no sabía la respuesta.
¿Qué era lo que buscaba? O mejor formulado, ¿Qué era lo que le hacía sentir viva?
Había preguntas que no se había formulado en la vida y que aparecían en su mente por primera vez esos días. Y también había otras preguntas, las cuales había preferido intentar ignorar.
Escuchó el coche de Gin acercarse y abrió los ojos para ver como los faros del coche iluminaban todo el alrededor cuando aparcó en la entrada. El rubio salió del coche y lo notó cojear ligeramente mientras se acercaba a un paso lento a la entrada de la casa.
"¿Tienes hambre?" Preguntó Gin mientras le enseñaba la bolsa de comida que traía.
Shiho se levantó y lo siguió hasta la cocina sin emitir palabra. Gin dejó la bolsa sobre la mesa mientras ella sacaba los platos para preparar la mesa, y cuando se dio la vuelta, se dio cuenta de que el rubio había desaparecido y un pequeño hilo de sangre ahora machaba el suelo llamando su atención. Salió de la cocina siguiéndolo hasta llegar hasta el baño y vio al rubio abriendo el botiquín con dificultad mientras se aguantaba su costado con la otra mano.
"¿Estás herido?"
"Estoy bien." Contestó sin mirarle, quitándose la gabardina y el jersey con cuidado, manchando todo lo que tocaba de sangre.
La pelirroja vio la sangre cuando la gabardina cayó al suelo. Parecía que tenía un corte en el costado derecho, y con solo verlo, pudo saber que necesitaría algo más que unos cuantos puntos.
Gin frunció el ceño y apretó los dientes cuando hizo un mal gesto al desprenderse del jersey y Shiho se asustó cuando lo vio tambalearse por un par de segundos.
"Espera, déjame ayudarte." Dijo viendo como la sangre empezaba a gotear en el suelo. "Joder, ¿Pero que ha pasado? Hay que coser la herida ya."
El rubio no dijo nada, pero no puso resistencia cuando Sherry invadió su espacio abriendo el botiquín para disponerse a tratar la herida. Había algo familiar en esos gestos, no era la primera vez que le curaba, ni la primera vez que le cosía. Podía sacarse un diploma solo contando las veces que le había tratado apareciendo por sorpresa en su casa casi a la vez que amanecía. Sin embargo, todo eso se había transformado en recuerdos del pasado, sus manos ahora no lo tocaban con cariño, ni le acariciaba las cicatrices ya sanadas. Su tacto era más frío, pero podía seguir notando su mano caliente.
Shiho limpió la sangre y desinfectó la herida. No sabía en que lío se había metido, pero no le costaba imaginárselo. "Deberías tener más cuidado, es una herida algo profunda."
"Me han seguido después de separarme de Vodka, siempre controlo los alrededores cuando tengo que volver, pero esta vez me he ido directamente a buscar la comida, y luego me he encontrado a un grupo de capullos esperándome en el coche."
"¿Un grupo de capullos?" Preguntó cosiéndole la herida con profesionalidad y con cuidado de tocar lo mínimo su costado.
"Ya sabes, los yakuza nunca van solos. Parece que siguen resentidos por los conflictos del pasado." Rio brevemente posando un cigarrillo en sus labios para encenderlo. Apretó los dientes al notar los pinchazos y le dio una calada al cigarro intentando que la nicotina le aliviase algo.
Shiho se tensó con sus palabras mientras acababa de coserle. "¿Habéis empezado a tener problemas con la Yakuza?"
"No es nada." Contestó exhalando el humo. "Te he dicho que me han pillado desprevenido."
Ella frunció el ceño y le tapó la herida con una gasa intentando no tocarle más de la cuenta. Había algún que otro hematoma por su costado, pero las otras heridas parecías bastante más leves. Le acercó un jersey limpio cuando acabó y se dio media vuelta para volver a la cocina.
"Sherry, espera…"
Shiho paró el paso y se giró para mirarle. Su mirada no vacilaba, sabía que quería decirle algo, pero ella seguía demasiado confusa y no le apetecía escucharle. "¿Por qué no vamos a cenar?" Preguntó evitando que empezase a hablar.
El rubio cerró la boca y asintió apartando la mirada antes de ponerse el jersey mientras ella desparecía del baño. Abrió el armario tras el espejo y se tomó un par de analgésicos antes de volver a la cocina, se acercó a la nevera para coger una cerveza y apagó el cigarro antes de sentarse en la mesa de la cocina.
Shiho comió lentamente, agradeciendo que su estómago se llenase aunque solo fuese una vez ese día, pero Gin no parecía tener mucho apetito y abandonó su plato después de darle un par de bocados. Ella recogió su plato cuando acabó y se apoyó en la encimera para mirarle. Estaba bastante pálido, la herida no había sido moral, pero parecía haber perdido bastante sangre. Todavía tenía rastros de sangre en sus manos, y la ropa y el sombrero llenos de polvo, envolviéndole el olor a pólvora y alguna que otra salpicadura de sangre. Nada parecía nunca poder acabar con el gran Ginebra, pero para ella, ahora solo era un reflejo de la persona que conocía, parecía un tigre moribundo.
"No te entiendo." Suspiró ella bajando ligeramente la cabeza. Gin la miró por primera vez y alzó una ceja algo confuso. "Primero me propones volver perdonando todo lo que ha pasado en estos dos años, así sin más. Luego, una noche apareces borracho soltando toda esa mierda sobre lo que sientes y de lo que sigues sintiendo por mí… ¿y ahora apareces con un corte en el abdomen porque, al parecer, te han pillado desprevenido?…Es que, no lo sé. Parece que no estés, te de igual que te maten, Gin. Es como si tu vanidad se hubiese hecho pedazos, como si fueses otra maldita persona."
Gin gruñó y se levantó para tirar la comida restante a la basura antes de dejar el plato en la pica y ponerse justo delante de ella. Quería acercarse, besarla y que dejase de una vez por todas esas palabras y todos esos reproches, pero todavía se veía el reflejo en el odio en sus ojos.
"Puede que nunca llegase a conocer al Gin con el que estuve, pero es que tampoco sé quien eres ahora."
El rubio apoyó las manos una en cada lado de la encimera, cerca de sus caderas para que no pudiese apartarse, y acercó su rostro al suyo a una distancia muy próxima. Quería notar sus nervios, pero aunque su mirada se viese algo opaca, le miraba sin vacilar, convencido de que sus ojos brillarían si el río de sus iris no fluyera arrastrando la mierda del pasado. Se veía más fuerte emocionalmente, pero él tenía la esperanza de que solo fuese una coraza más dura de penetrar.
"Empecé a olvidar las caras y nombres de todos aquellos que mataba nada más empezar con este trabajo, supongo que fue una coraza que mi mente creó y que por eso he conseguido dormir todo este tiempo y vivir con ello…pero ahora, son otros recuerdos los que no me dejan pegar ojo." Explicó rozando su cuello con su nariz. "Si cierro los párpados, se me aparece tu cara, tus ojos, tu voz… No sé en que momento memoricé cada detalle de tu rostro, pero ya no puedo ser capaz de ver otra cosa. Y lo odio."
Ella tragó saliva lentamente intentando no mostrar debilidad o flaquear con sus palabras. Seguía siendo Gin por más palabras que le dedicase. Y sí, se estaba armando de valor para aparentar toda esa frialdad y fuerza, pero por dentro, el sentido común y el odio, estaban batallando a sangre fría contra las cenizas de la locura de amor que habían tenido.
"Ya no soy la misma chica de tus recuerdos, hace demasiado tiempo dejé de ser la niña que creías tener que proteger a toda costa…"
El rubio tenía los labios apretados y sentía como sus palabras pesaban en sus oídos. Sabía que con ella había tenido más errores que aciertos, pero había muchas cosas que aún no era capaz de admitir en voz alta. Todavía tenía la cabeza escondida entre su hombro y su cuello, dudando en alzar o no la cabeza para clavar su mirada en ella, pero finalmente la enfrentó.
Shiho observó como el verde de sus ojos se veía más oscuro y acercó sus manos a su pecho para agarrar su jersey apretando los puños antes de continuar hablando."Tus mentiras y tus actos me hicieron cambiar. Mírame bien, ahora soy una mujer llena de dolor, odio y culpa."
Gin la observó detenidamente, su rostro no había cambiado nada, pero sabía que había algo distinto en ella, algo invisible para el ojo humano. Levantó la mano para apartar un mechón de su cara y captó como sus ojos se cerraron por un par de segundos, acarició sutilmente su mejilla y apoyó la mano tras su cuello. Sus palabras le rechazaban constantemente, pero cuando se acercaba, su cuerpo no se alejaba…y eso, se convirtió en un hilo de esperanza al que aferrarse con fuerza.
"La muñeca se metió en la boca del lobo para jugar con fuego en su oscuridad, y al final, la muñeca acabó deshilachada, quemada y rota, y el lobo perdió la capacidad de aullarle a la luna."
A Shiho no le gustaba esa cercanía peligrosa, hacía que su piel se calentase al recordar la cercanía que habían tenido, pero su cuerpo nunca ponía de su parte cuando se autordenaba apartarse de él.
