Shiho se despertó sintiendo un fuerte dolor de cabeza. Su cuerpo estaba entumecido y se sentía como si le hubiesen metido la paliza de su vida. Se agarró la cabeza intentando combatir las punzadas de dolor y se percató de que tenía parte de la frente vendada. Sus ojos se abrieron de par en par tras aparecer sus últimos recuerdos en su mente y miro a su alrededor con nerviosismo intentando descubrir donde se encontraba en ese momento.

Era una habitación completamente desconocida para ella, estaba estirada en un sofá de cuatro plazas y no había nada cerca que le diese una pista de donde se encontraba, no sabía si donde la habían llevado era un apartamento o un hotel, pero lo único que pasaba por su mente, era poder encontrar a Gin con la mirada.

Pero por más que buscaba, ahí no parecía haber nadie más que ella.

La puerta se escuchó abrirse muy poco después y ella se giró a la defensiva para comprobar quien era la persona que entraba.

"Vaya, ya estás despierta." Le hablaron con un tono tranquilo.

"Vodka." Dijo su nombre sorprendida, destensando un poco los hombros, pero sintiéndose todavía en alerta. "¿Qué ha pasado? ¿Dónde estamos?" Preguntó con rapidez.

"Estamos en un hotel cerca de Nagano." Explicó brevemente a la vez que se acercaba a la ventana para mirar con cuidado hacia el exterior a través de la cortina.

Shiho negó con la cabeza. "¿Por qué estamos aquí? ¿Dónde se supone que está Gin?" Preguntó de nuevo sin quitar su ceño fruncido de su cara, pero Vodka seguía callado sin prestarle apenas atención. "¡Contéstame, Vodka!"

"Tuvisteis un accidente." Contestó sin más, soltando la cortina para volver a girarse y caminar hacia ella, parando en el centro de la habitación. "Me di cuenta de que algo pasaba cuando perdí el contacto con Gin y decidí dar media vuelta para buscaros…No tardé en encontraros inconscientes en medio de la carretera."

Shiho llegaba a recordar una persecución y el momento en que Gin había perdido el control del coche, pero todo el suceso todavía eran recuerdos un poco borrosos y tampoco estaba convencida de que eso fuera todo lo sucedido. Por no decir que todavía seguía sin saber absolutamente nada del rubio.

Se levantó del sofá para empezar a buscarle sin importarle que su cabeza le bombease ni que sus pies siguiesen descalzos. Abrió una de las puertas donde encontró un baño vacío y se dirigió a la otra esperando encontrarle finalmente en esa habitación.

La puerta se abrió antes de llegar a tocar el pomo y le recibió por sorpresa una sonrisa burlona demasiado conocida.

"Buenos días gatita, ¿ya has despertado?" Le preguntaron con cierto tono burlón.

Sherry frunció el ceño sin esconder la molestia que sentía al tener a esa mujer tan cerca de ella. "¿Qué haces tú aquí, Vermouth?" Preguntó con cierta incomodidad.

"Vaya, vaya…no has despertado con lo que se dice precisamente buen humor. ¿Esa es tu manera de agradecerme que te haya salvado la vida?" Preguntó Vermouth sin quitar su sonrisa descarada de su cara.

La pelirroja apretó los dientes formando una delgada línea con sus labios y respiró lentamente sin querer empezar ninguna discusión ni ningún tipo de conversación con ella. Las dos eran conscientes que Ninguna de las dos quería la presencia de la otra en ese momento, así que se limitó a esquivarla para entrar a la habitación de la que ella había salido, pero Vermouth cerró la puerta detrás suyo dándole a entender que no quería que ella entrara, acercándose posteriormente al sofá que había en el centro de la sala para sentarse con las piernas cruzadas y encenderse un cigarro sin dejar de mirar a la pelirroja.

"Ha sido un accidente fuerte, aun así te veo bastante bien." Dijo como si desease que sus heridas hubiesen sido peores.

"¿Dónde está Gin?" Preguntó ignorando sus comentarios a la vez que apretaba los puños para evitar alzar la voz. "¿Está ahí dentro?"

La rubia saboreó su cigarro y fumó calada tras calada como si no la hubiese escuchado preguntar nada. "Se volvió una costumbre para ti que Gin apareciese todas las veces a guardar tu espalda…" Dijo haciendo que la pelirroja frunciese el ceño. "Te protegía en Estados Unidos y eliminaba a cualquiera que pudiese ser una amenaza para ti. Pero también tenemos que recordar que no todas las noches llega a tiempo para protegerte."

"Cállate." Intervino Shiho sintiendo como su vello se erizaba. No quería hablar de eso, con Vermouth no.

"Espera, ¿Te creías que nadie se enteraría?" Preguntó sin poder evitar reír. "Esa noche, gracias a ti, la Yakuza y la organización volvieron a convertirse en enemigos. Y toda esta guerra… estalló el otro día, contra Gin." Explicó disfrutando de su confusión. "¿Es que no te has dado cuenta? Te creía más inteligente."

Sherry bajó la mirada hacia el suelo y apretó los puños mientras no dejaba de recordar. Todo el mundo sabía que Gin la protegía, pero no esperaba que las cosas hubiesen seguido así años después, tras una traición doble y esa desagradable tensión que había ahora entre los dos.

Un momento…¿Vermouth quería darle a entender que Gin estaba muerto? Le daba cierto miedo peguntarlo.

"Hay personas que creen que tenemos la fecha de nuestra muerte grabada en nuestra frente desde el momento en que nacemos, aunque no podamos verla." Empezó a hablar la rubia mientras jugaba con un mechón de su pelo. "Sin embargo, parece que nuestra pequeña científica no hace más que evitar la muerte, una y otra vez. Cada vez que parece que ha llegado tú momento decisivo, lo esquivas y te burlas de nuevo. Muchos dirían que eres una chica con suerte, ¿no crees, Sherry?" Preguntó haciendo que la pelirroja se incomodase más. "A mí, me repugna. Siempre me has parecido alguien despreciable, como todos los Miyano que he conocido. Nunca estuve a favor de que volvieras a unirte a nosotros."

"Parece ser que al final tu opinión no importó mucho, ya que aquí me tienes." Le contestó con el mismo vacile que ella expresaba. No iba a hacerle sentir que podía pisarla o machacarla de ninguna manera.

Vermouth se levantó para ponerse a su altura y le tiró el humo del cigarro a la cara a la vez que cruzaba los brazos sobre su pecho. "Tienes suerte de que Vodka ya estuviese allí cuando yo llegué, por que de no ser así, te hubiese socorrido disparándote en esa bonita cabeza, como hacen con los animales moribundos…así que yo de ti, vigilaría mi espalda con más atención. No perderé la oportunidad si te pillo desprevenida."

Sherry rodó los ojos sin sentirse intimidada. "¿Por qué no lo superas de una vez?" Preguntó molesta y cansada de todas las gilipolleces que soltaba por la boca. "Dices que me odias por el veneno, por mi familia o incluso por mi carácter…Pero, es que no me lo creo. Lo que yo creo, es que todo esto es por Gin, ¿verdad? No soportas la idea de que hayamos tenido un vínculo que tú nunca has conseguido tener."

La rubia apretó los dientes y se acercó más a ella para agarrar su cuello empujándola en la pared a la vez que su sangre empezaba a hervir dentro de ella. Vodka se acercó para intentar separarlas, pero ella no le hacía ni el más mínimo caso, solo quería apretar sus manos contra su cuello con todas sus fuerzas hasta romperle la traquea y que al fin dejase de hablar y respirar. No la quería escuchar.

"Vermouth, ya basta." Intervino una voz más autoritaria, provocando que toda esa pelea se transformase de repente en un profundo silencio.

La rubia apartó rápido sus dedos de su cuello y la pelirroja se inclinó con la mano sobre su pecho, intentando recuperar el aire a la vez que tosía. Vermouth tenía unos dedos finos, pero si tenía que atacar, fuerza no le faltaba.

Vermouth abrió la boca para protestar, pero la misma voz le interrumpió negándole hacerlo. "Deberías volver a tu habitación, ahora." Dijo con un tono demasiado duro como para que pudiese quejarse.

Shiho observó a la rubia girarse resoplando con desprecio y escuchó la puerta cerrarse a los pocos segundos antes de alzar la mirada clavándola en él.

"Gin." Pronunció su nombre apenas en un susurro, con la sorpresa todavía marcada en sus ojos sin dejar de mirarle ni para pestañear. Su piel era blanca, pero se veía mucho más pálido y débil que las últimas veces que lo había visto malherido.

"Aniki." Le llamó Vodka apresurándose a él al ver que su cuerpo flaqueaba. "No deberías haberte levantado."

La pelirroja se acercó a ellos para cogerle del otro brazo y ayudarle a estirarse en el sofá. Frunció el ceño al ver la cantidad de vendas que le cubrían y un extraño alivio le recorrió el cuerpo después de poder ver con sus ojos que todavía seguía vivo.

Lo observó palpando la gabardina apoyada sobre el sofá, gruñendo al percatarse de que su paquete de cigarrillos había desparecido.

"Voy a comprar un par de paquetes." Dijo Vodka entendiendo al momento lo que el rubio quería.

Sherry se quedó mirando a Gin mientras el moreno salía de la habitación y frunció el ceño con fuerza cuando lo empezó a escuchar toser. "¿De verdad necesitas fumar?¿No eres consciente de que ahora mismo estás hecho una mierda?"

Gin gruñó y giró ligeramente la cabeza para no mirarla directamente a la cara. No le apetecía discutir con ella, solo quería poder fumarse un maldito cigarrillo.

Ella se sentó en el sofá con cuidado de no pisar sus piernas y apoyó los codos en sus rodillas para apoyar su cabeza en sus manos y suspirar lentamente. "¿Qué se supone que ha pasado? No recuerdo mucho más que ver el coche dando vueltas de campana."

Él continuó en silencio suspirando, tampoco recordaba mucho como podía seguir vivo, pero estaba seguro que Vodka y Vermouth tenían algo que ver con eso. Lo último que recordaba, era ese cañón dirigido a su frente y el ruido del disparo que nunca le llegó.

"Ha sido la Yakuza, ¿verdad?" Preguntó ella intentando hilar todas esas diapositivas que aparecían por su mente.

"Deja de preocuparte, ahora están muertos." Contestó Gin con un tono un poco seco.

Pero ella no podía dejar de darle vueltas.

Se levantó del sofá y caminó hasta la ventana. El edificio no era muy alto y a pesar de la oscuridad, podía contemplar el pequeño pueblo en el que se encontraba apartando ligeramente la fina cortina.

El malestar que le había entrado después de hablar con Vermouth no parecía que iba a desaparecer así de fácil.

¿Eran ellos?" Preguntó con un tono más bajo y cohibido del que esperaba. Gin abrió la boca para volver a decirle que lo ignorase, pero ella se adelantó a continuar hablando. "Me refiero a los hombres de aquella noche…" Especificó a la vez que notaba como se le erizaba la piel. "…Nunca he podido recordar sus caras, pero sin embargo recuerdo absolutamente todo lo demás."

Gin apretó los dientes sin dejar de recordar la noche epicentro que había ayudado a que ellos acabasen justo ahí. Odiaba pensar que otras personas habían conseguido tenerla de esa manera, y de esos modos. La sangre le hervía con la misma fuerza por más tiempo que pasase, e imaginaba que su dolor tampoco era distinto a su rabia.

Y ninguno de esos dos sentimientos iba a desaparecer.

Se recostó en el sofá con cuidado y agarró el vaso de agua que había sobre la mesa para beber de él. Dejó el vaso de nuevo sobre la mesa y la observó mientras ella seguía mirando al exterior. Tenía alguna que otra herida en los brazos y algún rasguño en la cara, pero estaba agradecido de que las cosas no hubiesen ido peor de como habían acabado.

Soltó un suspiro clavando su mirada en su rostro y agradeciendo que Vodka llegase en el momento perfecto.

Era consciente de la montaña de errores que había hecho nada más volver aparecer la pelirroja, y no sabía como le seguían compensando esas cosas aun estando en peligro de perder la vida.

Él nunca pensaba en otra persona que no fuese él, pero ahora también vivía por el bienestar de ella.

Y le había fallado tantas veces…

"Deja de mirarme así." Espetó ella girándose hacia él con los brazos cruzados.

"¿De mirarte como?" Preguntó alzando una ceja sin desviar la mirada.

"Como si sintieras lástima por mí…lo odio y no te pega nada." Suspiró apoyando la espalda en la pared. "No soy una muñeca rota, por más que os empeñéis a verme como tal. No podéis coserme, pero tampoco destruirme."

Había aprendido demasiado bien eso de esconder sus emociones y esbozar esa cara de póker, pero él había estado estudiado sus ojos prácticamente toda su vida. Y por más que su boca hablase, sus ojos no iban a lograr mentirle nunca.