Bourbon arrancó el coche para pasar justo por la entrada del hospital a una velocidad lenta en el preciso instante en que los enfermeros llegaban con una camilla para atender al paciente la ambulancia.

El ceño fruncido de Sherry se transformó en sorpresa y miedo. Su pecho se encogió y su respiración se quedó atrapada dentro de ella.

"¿Profesor?"

Sus manos buscaron la manilla para abrir la puerta, pero bourbon fue más rápido en bloquear las puertas antes de apretar el acelerador.

"¡Déjame salir, joder!" Le chilló golpeando la puerta y el cristal para intentar abrirla.

"Es inútil, solo vas a conseguir hacerte daño." Le contestó con un tono tan tranquilo, que le hizo poner más nerviosa.

"¡Frena el coche!" Volvió a chillarle. "¡Tengo que ir a verle!"

"Sabes que no puedes." Contestó dirigiéndose a la otra punta de la ciudad.

A ella no le importaban sus negaciones, quería dar media vuelta, tenía que saber que le había pasado al profesor.

Bourbon frenó considerablemente cuando vio las intenciones de la pelirroja de cogerle el volante y acabó haciendo eses mientras los coches les pitaban y les esquivaban.

El rubio clavó el pie en el freno y se giró hacia ella para cogerle los hombros con fuerza.

"Concéntrate en hacer bien tu trabajo y no tendrás que volver a ver esto."

"¡Suéltame!" Chilló apartándole y apretando los puños.

El rubio respiró profundamente y arrancó el coche antes de que los curiosos se acercasen a husmear. Ninguno de los dos dijo nada durante el cambio de vuelta al hotel.

Kudo caminó arriba y abajo por el pasillo del hospital, intentando poner orden a todo lo que había pasado la noche anterior.

Se le erizó la piel al recordar la llamada de Fusae, diciéndole con esa voz desesperada que el profesor estaba en el hospital.

Todo parecía transcurrir con normalidad esas semanas, los avances con el FBI no eran muy buenos, pero todo iba bien. ¿Cómo podía pasar esto ahora? Sabía que sus rivales eran fuertes, pero no esperaba que fuesen a jugar así de sucio.

"¡Shinichi!"

Ayumi llamó su atención con una sonrisa triste, apareciendo a su lado con sus amigos detectives. "¿Cómo está el profesor?" Se apresuró a preguntar con la mirada caída.

"Creo que está bien…el golpe no ha sido grabe, pero se ha roto una pierna." Comentó frunciendo el ceño de golpe al ver que Amuro venía con ellos. "¿Qué haces tú aquí?" Preguntó con molestia. No sabía si la organización tenía algo que ver o no, pero no le causaba buena vibración este encuentro.

"Los niños me han dicho que el profesor estaba ingresado, y he decidido pasar a verle y traerle algo para comer." Comentó con su sonrisa amable enseñándole la bolsa que traía.

"Ahora no podéis entrar, Fusae está con él."

Los niños se entristecieron de repente.

"¿Por qué no vais a tomar algo a la cafetería mientas Fusae sale. Yo os puedo avisar cuando podáis entrar a verle." Comentó Amuro ganándose una sonrisa de los niños.

"¿Puedo pedirme un trozo de pastel?" Preguntó Genta.

"Claro." Contestó el rubio dándoles un par de billetes a los niños.

El trío desapareció corriendo por los pasillos y el detective del Este se quedó solo junto al camero del Poirot.

"¿Qué haces aquí, Bourbon?" Preguntó Shinichi con un tono seco.

"Ya te lo he dicho, solo quería saber como se encuentra el profesor." Contestó indiferente.

"No creas que soy tan tonto…" Protestó el moreno. "…¿Habéis sido vosotros?" Preguntó apretando los puños.

Amuro no contestó, dejó la bolsa que traía en una silla y se dirigió a marcharse con ambas manos dentro de sus bolsillos.

"¡Rei, espera!" Le frenó agarrándole del brazo. "Pensaba que estábamos del mismo lado."

El rubio le miró alzando una ceja antes de bajar la mirada hacia sus nudillos blancos. "No te desesperes, Kudo." Contestó con toda la tranquilidad del mundo. "Por el momento, nadie pretende matar a nadie…solo son pequeñas advertencias." Dijo casi susurrando, acercándose un poco más a él sin dejar de desafiarle con la mirada.

"¡Advertencias para quien!" Contestó el adolescente apretando su agarre. Odiaba esta manera de jugar que tenía la organización.

El rubio soltó su agarre con facilidad y acomodó las mangas de su traje antes de volver a mirarle. "¿De verdad tengo que decírtelo? Todo esto…es por y para ella."

Dormir esa noche, para Sherry, fue imposible. No dejaba de pensar en el profesor y en la imagen de su camilla entrando al hospital que ahora se había grabado en su retina.

Dio vueltas de un lado a otro de la cama hasta que ya no pudo más y se levantó para darse una ducha y calentarse una taza de café.

Se peinó el pelo ligeramente húmedo con una de sus manos mientras removía el café humeante y le dio un gran sorbo para intentar despertar sus sentidos. Se calzó, cogió la llave de la habitación y se dispuso a salir.

Todavía no tenía unas tareas asignadas definidas, pero Rum le había preparado una decena informes en el laboratorio con la pegatina de urgente a los cuales tenía hacer algo más que echarles un ojo.

Cerró la puerta detrás de ella y por un momento se quedó parada mirando la puerta que tenía justo en frente. Había escuchado que esa habitación era la de Gin…pero a él no lo había visto desde que habían vuelto de Nagano.

Una parte de ella tuvo la inercia de seguir con su camino e ignorar cualquier pensamiento, pero otra parte le hizo declinar sus pasos y acabar dirigiéndose a su puerta. Tocó un par de veces y esperó sin recibir respuesta. ¿Dónde estaba?

Estaba realmente…¿muerto?

Negó con la cabeza a la vez que se alejaba de la puerta para dirigirse al ascensor y bajar hasta el aparcamiento. Como miembro de la organización y científica en busca y captura por el FBI, lo más seguro era salir por las salidas traseras.

Había convencido a Bourbon para dejarle ir al laboratorio andando, estaba bastante cerca de ahí y estaba cansada de estar rodeada de cuervos constantemente.

Podía imaginar que la vigilaban de todas maneras, pero al menos podía permitirse despejarse unos minutos.

La puerta del ascensor se abrió y el eco de sus tacones empezó a sonar por los pasillos más oscuros que conducían al aparcamiento.

Su bello se erizó de un momento a otro y sus pasos pararon al sentir esa desagradable sensación. Miró a un lado y a otro, pero no había nada ni nadie extraño. Abrió la puerta que conducía al aparcamiento y el familiar olor a sangre cubrió sus fosas nasales.

Apenas eran las cuatro de la mañana, el aparcamiento estaba prácticamente vació y no había nadie más que ella. El profundo silencio hizo que fuese capaz de escuchar un gemido muy leve bastante cerca de ella. Se fijó con más atención y se acercó al lado de una columna, donde la penumbra del aparcamiento no permitía ver mucho más que sombras.

Su aliento se heló.

"¿Gin?" Preguntó casi sin voz.

Sherry lo escuchó volver a gemir y se acachó apresuradamente para comprobar sus heridas. "¡¿Qué ha pasado?!"

Gin intentó levantarse con mucha dificultad y ella le agarró del brazo para que pudiese apoyarse en ella.

"Hay que llamar a alguien." Dijo ella buscando su teléfono por su gabardina con las manos temblorosas y con manchas de su sangre.

"No." Le cortó él con una voz seca a la vez que agarraba su mano. "Ayúdame a subir a mi habitación."

"Pero…te tendría que ver alguien, al menos un médico." Dijo ella notando su costado blando. "Estoy segura de te has fracturado alguna costilla."

Gin refunfuñó aguantándose en la pared a la vez que hacía el esfuerzo en llegar al ascensor y Sherry lo apoyó en ella para facilitarle el trayecto.

El rubio era muy grande en comparación de la pequeña figura de la científica, Sherry no sabía si podría con él si se desmayaba antes de llegar a la habitación.

Entraron al ascensor a tropezones y ella se aferró a él con miedo a que cayese al suelo. El corazón le iba a cien por hora y los segundos que tardaba el ascensor en subir parecía eterno.

La campanilla del ascensor les indicó que habían llegado a su piso y Sherry rezó por no encontrarse con nadie en los pasillos. Gin estaba muy cansado y a ella cada vez le costaba más arrastrarlo. ¿Dónde estaba Vodka y todos esos parásitos cuando más los necesitaba?

Abrió la puerta con dificultades y entraron dentro.

Sherry ayudó a Gin a quitarse la gabardina y recostarse sobre la cama y corrió hacia el baño en busca del botiquín. Por suerte, no tenía heridas de bala, pero seguía estando mal herido. Mientras hacía las suturas podía ver como sus anteriores heridas todavía no se habían curado. Últimamente no hacía más que acabar herido una y otra vez…y no sabía cuanto más podía aguantar su cuerpo.

"Tómate esto." Dijo entregándole un vaso de agua y un par de pastillas. "Voy a llamar a Bourbon y-"

"No. Déjame aquí." Le cortó justo después de tragarse las pastillas. "¿Tú tenías que ir a algún lado, no?"

"No voy a ir a ning-"

"Hazlo." La cortó queriendo entretenerla lo mínimo.

"Pero…"

"Márchate, Sherry." Le dijo con un tono más duro.

"Eres un idiota." Ella frunció el ceño molesta por su tono y se levantó para coger sus cosas y marcharse de ahí.

Gin cerró los ojos después de escuchar el portazo de la pelirroja y apretó los dientes para intentar frenar el dolor que atravesaba su cuerpo. Intentó poner su mente en blanco y cayó en un sueño sin sueños gracias a las pastillas que le había dado la pelirroja.

Pudieron pasar dos o tres horas hasta que volvió a abrir los ojos, no por que las pastillas no le hiciesen sentirse cansado, simplemente el dolor de sus costillas era demasiado punzante. Acercó una mano a su costado y se maldijo nada más palpar su vendaje.

"¿Estás bien?"

La voz de la pelirroja le hizo girar su cabeza sorprendido. "¿Qué haces aquí?"

Su ceño se frunció cuando la miró con más atención. A simple vista parecía que s çe había acomodado en el escritorio de la habitación, sentada en la butaca con el portátil sobre las piernas y la mesa casi cubierta de papeles llenos de apuntes. Una pequeña coleta aguantaba su pelo, pero su flequillo bailaba por su cara y se movía al compás de sus gestos.

"¿De que te ríes?" Preguntó Sherry cruzando los brazos y frunciendo el ceño.

"¿Qué haces aquí?" Le preguntó alzando una ceja.

Sherry apoyó el boli que aguantaba en su barbilla sin dejar de mirarle y frunció el ceño. "Estabas malherido cuando me fui, así que volví después de coger los informes del laboratorio para asegurarme de que no te subía la fiebre o acababas muerto." Explicó intentando sonar indiferente pero sintiéndose algo cortada.

"Deberías volver a tu habitación."

Ella frunció más el ceño a la vez que suspiraba. No quería encerrarse en su cuarto, se sentía responsable de lo que fuese que le hubiese pasado al profesor e imaginaba que la paliza que había recibido Gin, también estaba dirigida a ella.

Al mínimo paso que daba, hería a alguien sin poder evitarlo.

"¿Es que no me has escuchado?" Preguntó Gin alzando una ceja.

La pelirroja apretó los puños a la vez que giraba la cabeza ignorándolo y se dirigía a continuar con su trabajo.

No sabía si en algún momento sería capaz de perdonarle, pero en ese momento, era la persona más conocida que tenía cerca. La nueva costumbre no había hecho desaparecer la rabia, hacía años que habían cruzado la raya y ya no había vuelta atrás para lo que pudo ser una historia, pero por más que se sintiesen odio o rabia, todavía quedaba cierta preocupación entre ellos.

Gin frunció el ceño y la observó como trabajaba, concentrada en el ordenador a la vez que repiqueteaba las uñas sobre el escritorio cuando pensaba con más profundidad.

"Creo que no hace falta que te diga que ya no es seguro que estés cerca de mí." Habló sin apartar la mirada de ella.

"Nunca lo ha sido." Bromeó ella rodando los ojos sin despegar la mirada de la pantalla.

"Ahora es diferente…Bourbon se ocupará de ti a partir de ahora." Contestó entre dientes.

"¿Qué?" Preguntó girándose para mirarle. "No."

"No puedes decidir."

"Pero…teníamos un trato." Comentó molesta.

"Los tratos ya no tienen ningún valor."

"¿Porqué?" Preguntó indignada.

Gin abrió la boca para contestarle pero la cerró antes de emitir palabra. Las cosas estaban mejor así, no podía arrastrarla a su mierda, y menos después de la cercanía que habían tenido días atrás.

"Deberías marcharte." Insistió con un tono más frío a la vez que se recostaba sin mirarla.

"¿Tanto deseas que desaparezca de tu vista?" Preguntó con el mismo tono.

"¿Debo repetírtelo?" Preguntó él sin girarse a mirarla.

Ella chasqueó los dientes y dio un golpe en el escritorio antes de recoger sus cosas rápidamente, dar un nuevo portazo y desaparecer de su habitación.