Bourbon siguió tocando en la puerta sin rendirse, no había pasado ni una semana desde que era el responsable de ella, pero no estaba dispuesto a llevarse una bronca de sus superiores por no saber controlar el carácter de la cautiva. Y no pretendía dejarse dominar por ella.
"Sherry, si no sales de la habitación no dudaré en echar la puerta abajo." Dijo con un tono tranquilo, sabiendo que lo escuchaba.
Unos pasos se acercaron a la puerta haciendo que se abriese de repente para mostrar a una pelirroja bastante molesta. "Ya te dije ayer que no volvieras, no voy a ir a ningún lado contigo, prefiero coger el metro."
Bourbon suspiró y puso un pie en el marco de la puerta para que no pudiese volver a cerrarla, agarró la puerta y la abrió para entrar a su habitación ignorando sus protestas. "No llegarás al laboratorio a tiempo si vas por tu cuenta."
Le habían avisado muchas veces del carácter de la científica, pero sinceramente había esperado que hubiese estado más tranquila después de los últimos acontecimientos relacionados con cierto profesor.
La pelirroja le miró con una mirada desafiante a la vez que cruzaba los brazos. "Teníamos un acuerdo." Comentó recordando la conversación que había tenido con Gin justo antes de volver.
"Bueno, las cosas han cambiado un poco." Contestó con un tono indiferente a la vez que observaba la hora de su reloj de muñeca. "¿Es que no eres capaz de ver que te han cortado las alas por completo? No creía que fueras tan ingenua."
Sherry apretó los dientes y cruzó los brazos. No necesitaba que viniese a recordarle cosas que ya sabía, siempre había conocido su condición, simplemente no quería irse con él. "No me caes bien, Bourbon. Algo a tu alrededor no me huele nada bien."
El rubio rodó los ojos a la vez que se olía a si mismo antes de empezar a reír. "¿No te gusta mi colonia? A Azusa y las demás sí parece gustarles." Comentó con una sonrisa divertida. "Pero tranquila, si lo prefieres, puedo llamar a Vermouth para que te venga a buscar."
Ella resopló y cogió su chaqueta antes de pasar por su lado y salir por la puerta a regañadientes. Cuanto más quería alejarse de ellos, más se introducía en el círculo.
Se quedó mirando un par de segundos la puerta cerrada de la habitación de Gin y siguió caminando antes de que el rubio se diese cuenta. No sabía bien porque, pero sentía mucha tristeza y nostalgia con él. Se había pasado cada uno de los días reprochándole todo su dolor, pero al final, Gin no había sido más que otra marioneta dirigida por la gran sombra.
El jefe sin rostro.
El responsable de cada muerte, de cada familia destrozada y de cada bala disparada. Gin podía haber sido quien apretase el gatillo contra su hermana, y odiaba esa traición, pero era otra persona el cerebro y responsable principal de la muerte de toda su familia.
Bajaron al aparcamiento para subir al Mazda blanco y ella se quedó todo el camino mirando hacia la ventana sin decir palabra, pensando.
Bourbon condujo tranquilamente mientras ocasionalmente la miraba de reojo y notó como su ceño se frunció y como su rostro se volvía más serio cuando dese la carretera que tramitaban pasaron cerca del hospital.
"¿Cómo está el profesor?" Preguntó casi en susurro, como con miedo.
"Vivo."
"Pero…"
"Eso es más de lo que necesitas saber y más de lo que yo te puedo contar." Contestó un poco seco. No iba a irse de la lengua si eso era lo que ella esperaba.
Ella apretó los puños poco convencida con su respuesta y giró la cabeza para volver su atención hacia el exterior. No podía dejar de pensar en aquellos que, durante esos dos años, se habían convertido en los suyos.
"Tu amigo el detective y los demás están bien. Parece ser que van a visitarlo cada día al hospital." Comentó notando como eso le aliviaba un poco. "Los niños también se pasan de vez en cuando."
Ella asintió observándole un par de veces de reojo. Era extraño para ella que Bourbon ocupase el lugar de Gin. No era mal conductor, ni tenía un carácter tan frío como el otro rubio, pero ella seguía viéndolo como un cuervo más. Y era el que menos conocía.
Pero aun después de las diferencias, estaban obligados a compartir una rutina. Bourbon la esperaba y recogía puntualmente todos los días. Y ella protestaba nada más verle.
Llegó al hotel pasada la media noche y Bourbon desapareció con el Mazda nada más cerrar la puerta del copiloto.
Sherry subió a su habitación y se dio una ducha antes de meterse en la cama sin preocuparse ni en cenar algo. Estaba agotada, más mentalmente que físicamente, y le costaba mucho tratar de descansar algo en esa cama y habitación tan ajena a ella, tan ajena a la vida que había tenido meses atrás.
Sus propios gritos la despertaban con más frecuencia por las noches.
Las pesadillas habían empeorado drásticamente desde que estaba con ellos. Era difícil tener que combatir diariamente con el miedo, la angustia, la rabia y todos esos actos que sucedían a su alrededor por la culpa de su mera presencia.
Salió de la cama sin intención de volver a conciliar el sueño y se puso una sudadera antes de salir de la habitación para airearse un poco. Sabía que la entrada del hotel estaba vigilada, pero recordó que la azotea del edificio era bastante grande así que decidió subir al último piso y dirigirse hacia allí.
Atravesó una de las puertas de emergencias ignorando el cartel que indicaba el paso prohibido a cualquier persona ajena al personal del edificio y subió unas pequeñas escaleras antes de empujar con un poco de fuerza una última puerta.
El aire no era muy frío, pero los pantalones cortos que había escogido como pijama, hacían que su bello se erizase nada más notar la brisa.
Se acercó a la barandilla y observó las luces de neón que iluminaban las calles de la ciudad. Las personas se veían como hormigas a esa altura y el tráfico circulaba con bastante fluidez para la hora que era. Estaba segura de que la caída desde esa altura era más que mortal, y la idea de acabar con todo, se hizo un poco más grande dentro de su cabeza.
La barandilla no era muy alta, así que no fue muy difícil para ella subirse. Aguantó el equilibrio y cerró los ojos, soltando las manos de la barandilla para notar el aire que corría. Era casi como si pudiese volar. No podía ver el horizonte más allá de la oscuridad de la noche, pero le creaba sensación de inmensidad. Segundos después, bajó los brazos lentamente, notando la corriente en sus yemas mientras volvía a mirar hacia abajo.
Le daban ganas de dejarse caer, aún así, tenía esa presión constante de no poder darse el lujo a decidir cuando rendirse o dejar de luchar cuando la supervivencia de tanta gente dependía de ella. No podía abandonar al profesor, a Kudo, ni a todos aquellos que había conocido… no cuando esta guerra era más suya que de ellos.
Frunció el ceño y sacudió la cabeza al darse cuenta en lo tonta que estaba siendo por actuar así. Se arrepintió de su impulsividad y decidió bajar un pie para volver al suelo, pero la repentina brisa, más fuerte por la altura, le hizo perder el equilibrio antes de poder agarrarse a la barandilla.
Su corazón se aceleró y cerró los ojos con fuerza esperando el impacto, pero algo la agarró repentinamente de un brazo atrayéndola de nuevo a la azotea.
Todavía tenía los ojos cerrados con fuerza y su cuerpo había empezado a temblar a causa de la adrenalina del momento.
"¡¿Estás loca?!"
Sherry abrió los ojos lentamente sin soltar las manos sobre su cabeza. Los chillidos eran tan altos como el latido de su corazón. Sus ojos la miraban alarmados y sus manos agarraron sus hombros con más fuera de la que le gustaría.
"¡¿Qué pretendías hacer?!"
"Yo…no sé…" Habló como pudo.
"¡¿Es que no ves lo peligroso que es?!"
"Me haces daño, Gin."
El rubio calló y soltó sus hombros de golpe a la vez que giraba la mirada y se ponía de pie. "¿Qué haces aquí?" Preguntó buscando su paquete de cigarrillos entre sus bolsillos. Necesitaba más de un cigarrillo después de ese susto. "No es una muerte muy bella romperte el cráneo y esparcir tus sesos en la acera."
Sherry sintió un escalofrío ante la idea que había cruzado por su cabeza minutos atrás y giró la mirada avergonzada. "Yo no…"
"Deberías tratar de controlarte. Todo será más fácil para ti dentro de poco, de eso estoy seguro.…"
"¿Por qué dices eso?" Preguntó confusa sin saber bien a que se refería.
"Bueno, no creo que sea difícil para Akai llegar a ti si mi beretta apuntándole…y estos últimos años, parece que ya no soy tan útil o eficaz para la organización como solía serlo." Comentó exhalando el humo lentamente. Ella le había hecho vulnerable. "Tus problemas acabarán pronto conmigo."
Sherry rio brevemente. "Venga ya, si tú no sirves para matar, yo no sirvo para estar en un laboratorio." Dijo . "Además, no eres la única persona que quiero derruir, no te creas tan importante, Gin."
El rubio esbozó una mueca como sonrisa. En cualquier otro momento, le hubiese dicho que cerrase la boca, pero ahora, agradecía cualquier palabra que pudiese soltar por la boca.
La pelirroja observó su mirada intentando leer que era lo que pasaba por su mente y se acercó a él para robarle el cigarro de sus dedos y darle una calada. "¿Y tú?¿Qué haces tú aquí?"
"Tomar el aire." Contestó sin más, acercando su mano a su cara para apartarle un mechón de la cara sin llegar a tocar sus mejillas. "Es muy aburrido quedarse todo el día en esas cuatro paredes."
Ella le miró estudiándolo detenidamente. Sus heridas se veían bastante mejor en comparación de la última vez que lo vio, al igual que su humor, sin embargo, su rostro parecía no tener vida. Estaba pálido, su pelo había perdido aquel brillo característico y sus hombros estaban caídos. Había perdido parte de esa aura de oscuridad e insensibilidad, hasta un punto que casi podía parecer un humano cualquiera.
Gin siempre había sido alguien que imponía a cada paso que daba, que transmitía miedo y una grandeza inquebrantable. Y ahora no era más que otro cuervo encerrado en una jaula que siempre había sido demasiado pequeña para él. Parecía que estaba acabado.
"Deberíamos volver, estás temblando." Dijo cogiendo su muñeca para dirigirse al interior del edificio.
A ella le daba igual que pudiese o no pudiese estar ahí, pero tampoco protestó cuando la condujo hasta abajo. Gin soltó su muñeca al llegar a su puerta y buscó la llave entre sus bolsillos para volver a entrar a su habitación. Encendió las luces y su ceja se alzó cuando la vio entrar detrás de él.
"¿Es que no vas a volver a tu habitación?"
Ella rodó los ojos y cogió una de las cervezas que tenía sin abrir en el mini bar para sentarse en el sofá como si no lo hubiese escuchado, como si ese fuese su propio cuarto. "¿Vas a quedarte ahí parado o me vas acompañar?"
Gin gruñó antes de coger otra de las cervezas que le trajo Vodka el día anterior y sentarse a su lado. Semanas atrás, en su cabeza no entraba la idea de acercarse a él y él no había hecho más que dar pasos hacia ella. Y ahora que solo podía esperar su final, ella no hacía más que aparecer, y él apenas podía alzar el vuelo.
"¿De verdad pretendes aguantar esto?" Preguntó Sherry mirándole de reojo. "No sé porque lo haces, tú eres el único que podría desaparecer de aquí si realmente quisieras. Conoces cada rincón y detalle de esta organización, Gin."
"¿Me estás dando a entender que quieres que me convierta en el traidor que siempre he odiado?" Preguntó entre una pequeña risa antes de darle un sorbo a la botella.
"Bueno…no has sido Gin toda la vida, ¿no?" Comentó casi susurrando, con cierto miedo de meterse en alguna zona peligrosa. Gin nunca había querido hablar de su pasado. "Puede que no tuviésemos las mejores vidas antes de entrar, pero tú entraste poco antes de la mayoría de edad, ¿no? Sigues siendo alguien, con un nombre, un apellido y con gente que se preocupaba por ti."
Gin dejó la cerveza sobre la mesa para encenderse un cigarro mientras esbozaba una media sonrisa. "Esa persona y ese nombre…dejaron de existir hace demasiados años."
Puede que ella tuviera razón y a día de hoy ya no era la persona digna de poseer el nombre de Gin, pero sin un nombre o identidad a la que recurrir o agarrarse, se sentía como si tampoco fuese nadie. No quería parecer desesperado porque tampoco le preocupaba la muerte, ya hacía mucho tiempo que había asimilado como sería su final en esa oscura compañía, pero no quería sentir que estaba arrastrando a su trágico final a la única persona que había intentado hacer algo bueno en su vida.
"Supongo que te entiendo." Contestó ella apoyando un puño en su mejilla con la cabeza inclinada. "…No tengo ni idea quien se supone que soy…siento que no soy Sherry, pero tampoco soy Shiho."
Gin le dio un sorbo a su cerveza y la dejó sobre la mesa. Esa era la consecuencia de convertirse en un cuervo, perder la identidad, el pasado, el futuro y cualquier emoción que nos pueda hacer flaquear tras el gatillo de la automática.
Levantó la mirada ligeramente para mirarla, había apartado muchas veces ese tipo de conversaciones, pero esos días empezaba a darle igual todo. "Dicen que la vida en Marte puede ser posible…puede que sea una buena escapatoria."
Sherry le miró con sorpresa y no pudo evitar romper a reír con una carcajada. Él frunció el ceño y agarró la cerveza para darle un trago mientras la veía dejar su botellín vacío sobre la mesa y levantarse del sofá para asomarse por la ventana. "Creo que es un poco difícil conseguir un pase para ir a Marte, pero bueno, podríamos vivir tranquilos." Dijo riéndose más suavemente esta vez.
Gin alzó una ceja acompañada de una media sonrisa y se levantó dándole el último trago a su cerveza mientras se acercaba a ella y apoyaba la espalda en la pared. "Vaya, ¿Ahora te quieres ir conmigo?"
Ella se sonrojó fuertemente y negó rápido con la cabeza a la vez que se giraba para darle la espalda y cruzar los brazos. "Es obvio que yo me iría por mi cuenta.
Marte es un planeta, no tenemos porque vivir uno al lado del otro." Explicó como si mañana mismo fuesen a viajar hasta allí, suspirando lentamente a la vez que agachaba la cabeza. "Me da igual irme a Marte o al polo norte…pero tengo claro que quiero irme de esta ciudad."
Apretó más sus brazos para abrazarse más a si misma y se sorprendió fuertemente cuando un par de brazos la rodearon por la espalda. Se notaba tan pequeña entre sus brazos, pero no lo apartó.
