Sherry se despertó con el molesto ruido de los golpes de la puerta. Se rascó los ojos a la vez que gruñía y notó rápido como algo atrapaba su cintura, más bien alguien.

"¡Sherry, abre la puerta!"

El ruido del nuevo golpe en la puerta le hizo abrir los ojos y reincorporarse rápido. Estaba en el sofá de la habitación de Gin, y por lo que se veía, había acabado pasando ahí toda la noche.

"Mierda, mierda, mierda."

Se levantó rápido del sofá para buscar sus zapatos a la vez que se peinaba y se maldecía interiormente.

"¿Qué pasa?" Preguntó Gin sentándose y bostezando.

"¿Es que no escuchas las voces del otro lado de la puerta?" Preguntó dándose un vistazo rápido en el espejo sin desprenderse del ceño fruncido que adornaba su cara aún somnolienta. "Me tengo que ir."

La pelirroja abrió la puerta intentando salir lo más rápido posible, pero la cara que puso Vermouth nada más verla, le hizo saber que se había metido en un buen lio. Se mordió el labio avergonzada y agachó la cabeza sin querer mirarle a la cara.

"Vaya, vaya…Parece ser que ahora nuestra científica se dedicas a colarte en cuartos ajenos. ¿Es que no escuchabas en el momento que te dijeron que no podías salir de tu habitación?" Preguntó acercándose amenazante hacia ella. "Tienes cinco minutos para cambiarte." Ordenó secamente.

Ella asintió y caminó hacia su habitación a paso ligero, pasando justo por el lado de Bourbon, que también estaba presente y observaba la escena con atención.

"Sherry." Le llamó Vermouth haciendo que frenase el paso y se girase lentamente para clavar su mirada en ella. "No quieras saber que puede pasar si tardas solo un segundo más." Sonrió amenazante.

Estaba más que claro para la pelirroja que había hecho mucho más que enfurecer a la rubia.

Tardó tres minutos en cambiarse y unos segundos en coger sus cosas.

Para su suerte, Vermouth había desparecido del pasillo, pero su ceño volvió a fruncirse nada más ver a Bourbon esperarla fuera de la puerta. Su rostro también parecía serio.

"¿En que estabas pensando?" Preguntó el rubio una vez entraron en el coche.

"Venga ya, ni siquiera he salido del edificio." Se defendió.

"Estamos hablando de Gin, la misma persona que mató a tu hermana." Puntuó.

"Ya lo sé." Contestó tajantemente a la vez que apretaba los puños con fuerza.

No le gustaba que le recordase a su hermana, no era necesario que lo hiciese. Ya se odiaba lo suficiente por sentir esa maldita atracción física que por momentos no podía controlar. Ella también quería parar, pero a veces eran sus pasos los que se apresuraban a caminar sin su consentimiento.

"¿Es que no te das cuenta de que ambos sois la razón por la que el otro está jodido?" Preguntó Bourbon apretando ligeramente el volante. "Ha sido por ti que Gin ha acabado así, al igual que tu dolor está provocado por sus manos… ¿De verdad me vas a decir que confías en él?"

"No confío en él, pero confío menos en ti." Dijo mirándole amenazante. "De todas maneras, nada de esto es problema tuyo."

"Lo es si estás bajo mi responsabilidad." Le contestó sin sentirse intimidado.

Ella tragó saliva y apartó la mirada algo incómoda. Las cosas no habían pasado como ellos pensaban. "Solo he estado hablando con él…y de todas maneras, tampoco es que vayan a tardar mucho en acabar conmigo."

"Si sigues desaprovechando la oportunidad, sucederá más rápido de lo debido." Le advirtió.

"¿Oportunidad?¿A esto llamas tú oportunidad?" Protestó resoplando después de reír. "Estoy cansada de todos vosotros. Los cuervos no sois distintos a la policía, lo único que queréis ambos lados es exprimir todo lo que os interesa de mí para luego clavarme el puñal."

Bourbon la miró de reojo unos segundos y luego volvió su atención a la carretera. En esa oscuridad, no era más que una mujer llena de rabia.

El Mazda aparcó enfrente del edificio y él le frenó por la muñeca cuando la vio abrir rápido la puerta para salir. Ella se giró para mirarle con desagrado, pero él no soltó el agarre."No todos queremos matarte, Sherry."

Ella resopló y se escabulló y soltó cuando su agarre se aflojó. A Bourbon no le dio tiempo a decirle que la esperaba en el mismo sitio para recogerla, ya que el portazo, se escuchó antes de que volviese a abrir la boca. El rubio suspiró mientras la observaba cruzar la carretera a la vez que pensaba. Aún siendo la hija del ángel del infierno, no estaba siendo nada fácil trabajar junto a ella, pero no le molestaban los retos.

"¿Todavía estás trabajando?" Protestó Akemi resoplando en la otra línea del teléfono.

"Acabo de apagar el ordenador y ya estoy recogiendo. Gin está a punto de venir a buscarme." Explicó cerrando con llave el cajón de su escritorio antes de guardar su portátil en su bolsa. No sabía que hora era, pero ya le pesaban los ojos.

"Dai podría haberte ido a recoger." Comentó la mayor frunciendo el ceño. Cada día que la veía, le recordaba lo poco que le gustaba que se quedase en ese edificio hasta esas horas.

"Rye tiene su trabajo, y yo el mío. Tengo diecisiete años, no creo que necesite una niñera, Akemi."

"No te estoy hablando de niñeras, sabes que no lo digo por eso, Shiho. Soy tu hermana mayor, te quiero y solo me preocupo por ti." Contestó con un tono suave.No pretendía regañarla, pero no se cansaba de hacerle saber lo mucho que le importaba su bienestar.

"Sí, ya lo sé. El problema es que te preocupas demasiado, Akemi." Comentó colgando su bata blanca antes de dirigirse a la puerta. Tenía un instinto protector muy fuerte hacia ella.

"Nunca es suficiente si se trata de preocuparnos por las personas que queremos." Dijo la mayor con su tono más cariñoso. "Eres mi familia, Shiho. Y por más que crezcas, nunca dejarás de ser mi hermana pequeña."

Shiho sonrió a la vez que rodaba los ojos y escuchaba el ruido de la calle mezclado con la voz de su hermana. Ella también la quería muchísimo, pero ver como Akemi se ponía sentimental le hacía sonreír. "¿Estás fuera? Oigo un poco de ruido."

"He salido a tomar algo con una antigua compañera de la facultad, pero he llegado unos minutos antes de la hora acordada. ¿Tú no vas a salir hoy?" Preguntó revisando la hora.

Shiho resopló. "Estoy cansada para eso. Mi plan de esta noche, va a ser tomar una buena ducha caliente y puede que luego acabe el libro que me regalaste."

"Vaya, ¿Eso significa que te gustó?" Preguntó contenta. "Cuando lo acabes puedes dejármelo cuando nos veamos y le hecho un vistazo."

"No creo que te guste." Sonrió recordando lo distintos que eran sus gustos por la lectura. "Entonces, ¿Nos vemos la semana que viene, no?"

"En la misma cafetería." Afirmó la morena alzando una mano al ver una silueta conocida a la lejanía. "Tengo que dejarte, mi amiga ya está llegando. Cuídate, ¿vale?"

"Tú también." Contestó antes de finalizar la llamada y guardar el teléfono en su bolsillo.

Escuchar la voz de Akemi, conseguía apaciguar todos sus nervios. Su amabilidad y dulzura hacía que sus problemas no pareciesen tan serios cuando hablaba con ella. Pero cuando la visita acababa o la conversación finalizaba deslizando el botón rojo, ella volvía a estar de nuevo en el mundo oscuro del que no podía salir.

Los pasillos de la organización estaban bastante oscuros y una luz del final del pasillo parpadeaba en la lejanía. No parecía haber nadie más que ella por esos pasillos, pero ella había aprendido a no bajar la guardia nunca. Subió al ascensor para bajar hasta el aparcamiento, más oscuro y solitario que el interior del edificio.

A medida que se iba acercando hacia el exterior, la música de un local cercano se escuchaba cada vez más fuerte. Eran casi las dos de la mañana, y la noche de Tokio, parecía estar apunto de entrar en su mejor momento. Sin embargo, a ella se le erizó el bello de todo el cuerpo nada más escuchar las primeras notas sueltas de la canción que estaba sonando. El ruido de la musica era muy leve, pero el recuerdo que activó esa maldita canción, hizo que su cuerpo empezase a temblar repentinamente.

El aparcamiento que hacía unos segundo había cruzado y las calles de su alrededor, se deformaron para trasladarla de nuevo tras cuatro paredes conocidas con el mismo hedor a tabaco, alcohol y sudor.

Había vuelto a aquella habitación.

Sus manos seguían atadas y las risas de aquellos hombres se repitieron en sus oídos sin cesar. Veía sus sombras acercarse a ella, pero ella seguía sin poder moverse,bloqueada.

"¡Basta!" Chilló como pudo a la vez que su cuerpo se encogía. Pataleó con fuerza intentando apartar cualquier mano o sombra que se atreviera acercarse a ella y su respiración se aceleró de una manera que apenas le dejaba respirar.

"¡Sherry!"

"¡Suéltame!"

La sensación de malestar no hacía más que crecer y las paredes de la habitación se empezaron a hacer más y más pequeñas. Parecía que las sombras fuesen a apoderarse de ella y sentía que ya no podía respirar.

"¡Shiho!"

Abrió los ojos a la vez que un fuerte grito se escapó de su garganta y el escenario que había creado su mente, se evaporó frente a ella con la misma rapidez con la que había aparecido. Parpadeó varias veces sin poder acabar de analizar si había vivido un recuerdo o una pesadilla, no había mucha diferencia entre ambos.

"¿Estás bien?"

Ella se giró con sorpresa al percatarse de que no estaba en aquella habitación, ni en el aparcamiento, si se encontraba sola. "¿Qué haces aquí?" Preguntó intentando controlar su respiración.

"Te escuché chillar cuando salí de la habitación." Contestó el rubio platino acercando una botella para ofrecerle un vaso de agua. "¿Sigues teniendo pesadillas?"

Ella apartó rápido la sorpresa de su rostro y se apartó el sudor frío de la frente a la vez que respiraba hondo con los ojos cerrados. "¿Es que acaso en algún momento desaparecen?" Preguntó con cierta molestia a la vez que aceptaba el vaso.

Gin rio brevemente y no contestó. Ambos sabían demasiado bien la respuesta.

"¿Cómo has entrado?" Preguntó la pelirroja dejando el vaso vacío sobre la mesita de noche. Se necesitaba una llave para poder abrir esa puerta, y desde que los habían visto juntos, Vermouth se había convertido en la única propietaria de la llave. Y era más que obvio que cerraba su puerta con seguro cada vez que Bourbon la traía de vuelta.

Él sonrió. "Una cerradura no va a impedirme entrar a ningún sitio." Al fin y al cavo, estaban hablando del mismo Gin. "Trata de descansar, todavía es pronto."

"Espera." Le frenó al ver que se dirigía a la puerta.

Abrió la boca y la volvió a cerrar al sentir una fuerte vergüenza por lo que quería pedirle. Sus manos todavía temblaban y la adrenalina seguía viva en cada poro de su piel.

Él paró el paso y alzó una ceja esperando a que hablara.

"¿Ya te vas?" Preguntó sin mirarle directamente a la cara, mordiéndose la lengua.

Gin la miró un poco sorprendido y alzó una ceja sin retroceder ni avanzar un paso. Ella salió de las sábanas para dirigirse a los pies de la cama y él se acercó a ella esperando a que continuase hablando. Pero sus labios llegaron antes que sus palabras y sus manos lo arrastraron hacia ella buscando cercanía. Notaba como sus manos temblaban ligeramente, e intuía, que como en el pasado, sus pesadillas eran el foco de esa adrenalina.

¿Pero como podía Gin apartarla o negarse? Con ella simplemente no podía.

Le besaba agresivamente, casi de una manera desesperada. Gin no tardó en tomar el control de la situación y desprendió cada prenda que pudo para poder tocar su piel.

Aquella mirada brillante que recordaba, ya no estaba presente en sus ojos, pero sus labios se seguían aferrando a él y sus manos no lo soltaban.

Se quedó dormida sobre su pecho poco antes de que empezase a amanecer y él se quedó contemplándola hasta que el cansancio lo venció. Ningún problema le importaba en ese momento, pero lo que no sabía, era que esa calma que habían creado estaba apunto de desmoronarse.